Capitulo 18: Novus Anima

Tardó un rato en reconocer la sensación que rodeaba su cuerpo. Agua. El agua lo envolvía. Calidez. De la cabeza a los pies, su cuerpo experimentaba un calor como sólo había experimentado una vez antes.

Asombrosamente, no luchaba por respirar, y descubrió que, en realidad, no sentía la necesidad de respirar. Era como si hubiera adquirido la capacidad de respirar como las criaturas del mar, o aún, como si no tuviera necesidad de aire.

No recordaba cuánto tiempo llevaba ahí. No recordaba cómo había llegado. Ni siquiera recordaba su nombre. Pero nada de eso le preocupaba.

Era como un niño dentro del vientre de su madre. Feliz con el simple hecho de existir.

Abrió los ojos y miró hacia arriba. Debía estar muy profundo bajo del agua, porque no podía ver la superficie, y únicamente un rayo de la luz penetraba la oscuridad.

Pero esta oscuridad no era nada que temer.

Alzó las manos ante su cara, y las miró. No sabía por qué, pero la idea de que sus manos estaban bendecidas apareció en su cabeza. Había tenido en sus manos algo que había sido precioso para él, un tesoro, algo que adoraba, que veneraba... pero ¿qué era?

Tentativo, sus manos comenzaron a viajar a través de su cara, sobre su barbilla, a través de sus mejillas, sobre sus labios y la línea de su nariz, hasta que llegaron arriba, las yemas de sus dedos acariciando la piel de su frente.

La piel era lisa, sedosa y simplemente… perfecta. Y repentinamente pensó que algo faltaba ahí. Algo que le marcaba... algo que le hacía diferente.

La palabra "rayo" apareció en su mente, pero no tenía nada con que conectarla.

Y simplemente se permitió olvidar.

Dobló las piernas, las rodillas tocando su pecho, y las rodeó con los brazos. Hecho un ovillo, cerró los ojos y dejó que las suaves y apacibles corrientes subacuáticas hicieran con él lo que deseaban, moviéndolo adelante y atrás a través de... ¿un río? ¿Un lago? ¿Un mar? ¿Un océano?

Realmente no importaba. Nada importaba.

El tiempo era algo que no existía en ese lugar extraño, así que no sabía cuánto tiempo se había permitido flotar sin objetivo... hasta que sintió una sensación extraña en los hombros. Estiró el cuerpo y abrió los ojos.

Incluso en la débil luz, reconoció la forma de dos - dos como él - cada uno flotando a un lado. Uno era de cuerpo largo y delgado, con largo cabello azabache, grandes ojos grises, nariz cincelada, y una sonrisa que le parecía familiar. El otro era algo más bajo y más fuerte,de cabello tan negro que era casi azul,y cálidos ojos pardos que brillaban con su propia luz. Éste lo miraba con una expresión que no podía comprender, ni tan siquiera identificar, pero era lo suficiente como para provocar que una nueva oleada de calor recorriera sus extremidades.

Conocía a esos hombres. No recordaba sus nombres, sus edades, o qué relación tenían con él, pero no le importaba.

El de ojos grises y sonrisa traviesa señaló hacia arriba, hacia la superficie del agua, mientras le miraba directamente a los ojos. Se dio cuenta de que le estaba diciendo que nadara hacia arriba, hacia la luz. Devolvió la mirada al hombre de ojos pardos, quien asintió amablemente. Con eso, se impulsó hacia arriba con las piernas y comenzó a nadar.

Era un largo viaje, pero no se sentía para nada cansado. Sentía como si pudiera continuar nadando eternamente, siempre y cuando tuviera a su lado a sus dos compañeros.

Pero con cada movimiento que hacía, los rayos de luz que se colaban en el agua se iban haciendo más y más brillante, hasta que apenas podía mantener los ojos abiertos frente a la brillante luz.

Y solo entonces sintió miedo.

¿Qué le esperaba al otro lado? ¿Por qué iba a dejar este lugar de absoluta paz a cambio de algo desconocido? Imágenes de dolor, de sufrimiento y de muerte destellaban en su mente, dejándolo quebrado y tembloroso. ¿Era eso lo que le esperaba?

No podía nadar más. Sus ojos estaban demasiado lastimados. El cuerpo le dolía. Deseaba regresar. Abajo. Donde estaba a salvo.

Repentinamente, dos manos cubrieron sus mejillas, los pulgares acariciando cariñosamente la suave piel. Luchó por abrir los ojos y, después de ajustarlos a la cegadora luz, reconoció al hombre de ojos pardos, flotando frente a él. Lentamente, el hombre se acercó más, hasta que apoyó su frente contra la suya.

Escuchó una voz suave, una voz que había oído antes solamente en su cabeza, susurrándole.

'Sé que estás asustado... Conozco todo por lo que has pasado en el otro lado... Pero éste no es tu lugar. Aún no... Tienes que irte... Tienes que regresar... '

Y el hombre le dejó ir. No entendía lo que le decían, pero asombrosamente, ya no tenía miedo.

Los dos hombres lo agarraron por las muñecas con gentileza, y el hombre de ojos grises levantó la mano y le tocó los párpados con las yemas de los dedos. Entendió que le decían que cerrase los ojos y que les dejara guiarlo a la superficie, así que hizo justamente así. Con una confianza innegable, permitió que la luz le envolviera, llevado por esos dos hombres, hasta que sintió que su cabeza rompía la superficie del agua con un chapoteo.

Todavía con los ojos cerrados, respiró profundamente, aunque sabía que no era necesario. Se sintió tentado de abrir los ojos para poder mirar ese mundo nuevo y extraño, pero algo le decía que hacerlo sería peligroso, porque la luz parecía ser demasiado fuerte para que pudiera soportarla.

Tiraron delicadamente de sus brazos en la dirección en donde se imaginaba que estaba la orilla, así que siguió a sus dos compañeros a través de la inmensa extensión de las aguas, hasta que sintió el suave tacto de la arena bajo sus pies. Lentamente, comenzaron a levantarse, caminando a través del agua que retrocedía, y dejándola detrás.

Y entonces, se detuvieron. Los hombres le soltaron los brazos y se echaron unos pasos hacia atrás. Sintió la presencia de una tercera persona que se iba acercando, pero no se atrevía a abrir los ojos y a mirar. Así que, simplemente, esperó.

Un par de manos pequeñas y delicadas se posaron en sus hombros, y viajaron hacia arriba, acariciando la forma y los contornos de su cara, la punta de su nariz, sus pestañas. Con cada caricia, una nueva e increíble sensación le asaltaba.

Sentía una energía desenfrenada creciendo dentro de su pecho, esperando el momento justo para liberarse.

Y cuando creyó que ya no podría seguir soportando esas sensaciones, sintió unos suaves labios sobre su piel. Le besó en la frente con una dulzura inconcebible, dejando una sombra de fuego donde sus labios le habían tocado.

Y suavemente lloró... lágrimas que no eran de dolor, ni de cólera, ni de miedo, sino de finalmente reconocer la sensación que había ido creciendo en su pecho desde que despertó en este lugar.

Era amor.

Lentamente abrió los ojos. La luz era tan intensa que se sintió tentado a volver a cerrarlos, pero su curiosidad fue más fuerte. A través de la humedad de sus lágrimas, la solitaria figura de la mujer parada ante él se fue aclarando.

Ella era una visión que venerar, con el cabello rojo que bailaba con la brisa, las mejillas besadas por el sol, labios gruesos y curvados en una brillante sonrisa, y unos magníficos ojos verdes que parecían brillar con luz divina.

Supo quién era ella antes de oírla hablar. Y supo quiénes eran los hombres que estaban a su lado. Y, más importante aún, supo su propio nombre.

Entendió todo. Vio todo.

'Es hora de despertar, mi niño... Ella ya está esperando por tí... Te necesita... Todos te necesitan... '

Él asintió, y sonrió.

Se encontrarán otra vez.

Algún día.

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Confusión.

¿Dónde estaba?

¿Qué estaba haciendo aquí?

¿Estaba muerto? ¿Acaso era esto lo que llamaban El Más Allá?

Ruidos comenzaron a penetrar el oscuro velo alrededor de su mente. Eran sonidos como de voces. Él conocía estas voces; las había escuchado en innumerables ocasiones. Parecían estar... parecían estar discutiendo sobre algo. Y lentamente los sonidos se convirtieron en palabras que él podía entender.

"¿Y qué demonios significa esto? ¡No hace ningún sentido!"

'Ron.'

"Ronald, este es el símbolo alquímico para Mercurio, que combinado con Azufre produce..."

'Luna.'

"¡Es chino para mí! Aun no entiendo porque rayos acepté estudiar Pociones Avanzadas."

"¿Podrías parar de quejarte, Ron? Por lo menos no tienes a Trelawney este año."

'Ginny.'

"Si me dan a escoger entre Snape y Trelawney, escogería a Trelawney sin pensarlo dos veces."

'Neville.'

Sus párpados se abrieron lentamente. Estaban tan débiles que se rehusaban a enfocar, pero por lo que podía distinguir, se encontraba acostado en una de las camas de la enfermería de Hogwarts.

¿Cómo llegó aquí? ¿Cuánto tiempo llevaba dormido? Sus amigos estaban aquí... pero ¿dónde estaba Hermione?

De reojo, vio como Luna levantó la vista del pesado libro que tenía recostado en su regazo para mirar en su dirección. La chica soltó un grito ahogado poco característico, cerrando el libro abruptamente.

Su acción fue lo suficientemente sorpresiva como para capturar la atención de sus compañeros, quienes simultáneamente voltearon sus rostros en dirección del chico tendido en la cama.

Ron brincó de su asiento y corrió hacia su lado, dejando caer al suelo el pergamino, la pluma y el envase de tinta que había tenido acomodados en su regazo. Sus miradas se cruzaron en silencio, hasta que Ron susurró, "Luna, avísale a la Señora Pomfrey... Ginny, ¡busca a Dumbledore!"

Capturó la atención de Harry el hecho de que nunca había visto a su amigo tan ansioso, tan cansado. Sus ojos azules habían perdido un poco de su brillo, y tenía oscuras ojeras que no pertenecían a alguien de apenas diecisiete años. Pero la brillante sonrisa en su rostro era más que genuina, y fue lo suficiente como para provocar que las esquinas de la boca de Harry se levantaran en una sonrisa.

"Hola, amigo. ¿Cómo te sientes?" preguntó Ron, tomando la mano de Harry en la suya de manera poco característica.

"Como si el sauce boxeador se hubiese propasado conmigo," Harry contestó suavemente. Su voz se escuchaba extrañamente ronca, su lengua pesada dentro de su boca, como si no hubiese usado esos instrumentos en mucho tiempo. "¿Qué pasó? ¿Dónde esta Hermione?"

Ron frunció el ceño. "¿Quieres decir que no recuerdas?" Harry sacudió la cabeza. "¿No recuerdas el baile? ¿Los mortífagos? ¿Bellatrix?"

"No," susurró Harry, su respiración haciéndose más corta. Escuchó un sonido distante en su mente, como un coro infernal, y fue lo suficiente como para provocar que se le levantara el cabello de la nuca.

De algún lugar a su izquierda, escuchó a Neville preguntar, "¿Ni siquiera recuerda la esfera?"

La esfera. La imagen de una brillante esfera de membrana orgánica flotando sobre su cabeza abruptamente apareció tras sus ojos. En su mente, vio como una neblina gris lo comenzaba a rodear, miles de almas en pena cuyo único placer era infligir el dolor que ellos sentían sobre los que estaban vivos.

Viniendo por él.

Pero tomándola a ella.

Recordó todo. La esfera... la fallida huida del Gran Comedor... la revelación de la presencia de los mortífagos... el ataque a Roger... la silla... el frustrado intento de sus amigos por liberarlo... Neville siendo castigado por el Crucio... sus intentos de ganar tiempo al revelar la Profecía... alguien tras las puertas... y Hermione... Hermione... el cuchillo rasgando su cuerpo... las fantasmales manos quemando su pálida piel...

Muerta.

Harry gritó.

No... no podía ser cierto... Hermione no puede estar... simplemente no podía... él no puede estar sin... sin... ¡No puede ser! ¡NO PUEDE SER!

"¡HARRY! ¡CALMATE!" gritó Ron, agarrándolo forzosamente por los brazos en un intento por obligarlo a acostarse. "¡Ayúdame Neville!" masculló forzosamente. Al siguiente instante, dos fuertes manos tomaron al chico de los ojos verdes por las piernas y le obligaron a regresar a la cama.

"¡HERMIONE! ¡HERMIONE!" llamaba Harry una y otra vez. A lo lejos escuchaba las voces de Neville y Ron, diciéndole que se calmara, asegurándole que todo estaría bien. Pero ¿cómo se podría estar todo bien? ¿Cómo podría cuando ella... ella...

"¡SEÑOR POTTER!" el chillido lleno de pánico de la Señora Pomfrey alcanzó sus oídos. Al siguiente momento, la sombra de la enfermera cayó sobre él mientras ella, con la ayuda de Ron, Neville y Luna, le obligaba a tomar una poción de vil sabor.

Los gritos cesaron casi de inmediato, sus extremidades desistiendo de la lucha contra las personas que intentaban evitar que se hiciera daño a si mismo. Pero la poción tranquilizadora no hizo nada para aliviar el dolor que sentía en su corazón. Un gemido ahogado salió de su garganta mientras su cabeza se rendía sobre la almohada.

Ron le miraba como si estuviese apunto de echarse a llorar, incapaz de suavizar el fuerte agarre que tenía sobre los brazos de Harry. Los dedos de Luna se escurrían entre sus cabellos negros, mientas la rubia le susurraba tiernamente que se calmara, y que le permitiera a la poción hacer su trabajo, porque aun estaba muy débil por su viaje. Se había olvidado de la presencia de Neville hasta que este se paró detrás de Ron y preguntó, "¿Nos escuchaste?"

"Hermione" fue la única palabra que cruzó los labios de Harry.

Las siguientes palabras que salieron de la boca de Ron fueron algo que parecía proceder del más maravilloso de los sueños.

"Hermione esta bien, amigo," el pelirrojo susurró. "Esta descansando. Apenas se ha movido de tu lado."

La oración de Ron poco a poco comenzó a hacer sentido. Sin embargo, era algo demasiado bueno como para ser cierto. "Pero vi... vi el cuchillo... ella estaba... estaba..." tartamudeo.

"Shhh," Ron interrumpió tiernamente, como si estuviera tratando con un niño pequeño, "Lo sé... Yo tampoco puedo explicarlo. Pero te prometo... ella esta bien." Una pequeña sonrisa apareció en sus labios antes de añadir, "Esta tan bien que ya me amenazó con quitarme la escoba si no apruebo el examen de la semana próxima de Pociones."

Sí. Esa era su Hermione.

'Esta bien... esta aquí... esta viva.'

Harry experimentó tan violenta sensación de alivio que luchó por permanecer consciente.

"Regresaré luego," anunció la Señora Pomfrey, percibiendo que este era un momento demasiado sagrado y personal entre estos jóvenes como para ella interrumpir con su presencia.

La mano de Ron apretó con aun más fuerza el brazo de Harry, luchando contra las lágrimas que deseaba derramar. Sabia exactamente lo que Harry estaba sintiendo en ese momento; no pasaba ni un solo día en el que no pensara en lo que había acontecido durante esa terrible noche, y en el milagro que había sucedido solo frente a sus ojos.

"¿Y tú?" susurró Harry.

"Estoy bien," sonrió Ron, "aunque tengo que admitir... el trajecito de conejo me peló el trasero por días. ¡Ya sé lo que se siente una quemadura de alfombra!"

"¿Conejo? Pensé que eras un Gryndybuck," bromeó Harry, devolviéndole una sonrisa. Hasta Luna rió mientras Ron contestaba con una expresión en sus ojos azules que usualmente reservaba para Hermione. Harry entonces miró a Neville y a Luna. "¿Y ustedes dos?"

Los chicos intercambiaron una mirada llena de significado antes de que Luna contestara. "Estamos bien, Harry... todos estamos bien."

"¿Te quieres sentar?" ofreció Ron. "Debes estar harto de estar acostado tanto tiempo." Harry asintió, permitiéndole a Ron que le ayudara a sentarse en la cama, mientras Luna acomodaba una almohada a sus espaldas para que pudiera descansar más cómodamente.

Ron estaba en lo cierto; su cuerpo le dolía en todos partes. Y eso contribuyó a la siguiente pregunta de Harry, "¿Cuánto tiempo llevo dormido?"

"Veintiocho días," contestó una inesperada voz.

Los cuatro miraron en dirección de las cortinas que separaban la cama de Harry del resto de la enfermería, donde Ginny se encontraba paraba junto a dos hombres, uno desconocido para el chico... y el otro, vestido de escarlata, con unos penetrantes ojos azules y de nariz torcida – justo quien había contestado a su pregunta.

"Profesor Dumbledore," asintió Ron, irguiéndose en un reflejo involuntario y dando un paso hacia atrás, finalmente soltándose de su amigo. El director le sonrió y tomó el lugar de Ron junto a Harry. Ginny le saludó desde la entrada, y él le correspondió el saludo. El otro mago, un hombre alto de cabello oscuro, porte germánico, oscuro traje al estilo muggle y penetrantes ojos negros, asintió en forma de saludo.

"¿Cómo te sientes?" preguntó Dumbledore, descansando su arrugada mano sobre el hombro de Harry como tenía por costumbre. Al igual que Ron, el Director aparentaba haber avejentado diez años desde la última vez que Harry le había visto. Sin embargo, aún sus ojos tenían ese inconfundible brillo juvenil que ni siquiera los anteojos de media luna podían esconder, y Harry no pudo más que sorprenderse con lo seguro que se sentía en la presencia del profesor.

"Estoy bien, señor... solo un poco cansado..."

"Era de esperar," el viejo contestó. "Pero no te preocupes por eso... entre las pociones recuperadoras de Poppy y un régimen de ejercicios leve, recuperaras las fuerzas en poco tiempo."

"Lo sé," susurró Harry. Su rostro adoptó una expresión de preocupación; su mente intentando capturar sus pensamientos caóticos.

La expresión en el rostro de Harry no pasó desapercibida por el Director, quien decidió dar el primer paso. "¿Qué quieres saber, hijo?"

Había tantas preguntas flotando en la mente de Harry que sentía como si la cabeza le fuera a explotar, aun estando bajo los efectos de la poción tranquilizadora de la Señora Pomfrey. Decidió comenzar con algo que debería ser de conocimiento público veintiocho días después de los hechos.

"¿Qué sucedió en el Baile? ¿Cómo entraron los mortífagos a Hogwarts? ¿Acaso no se supone que es el edificio más seguro del planeta? ¿Y que rayos era esa cosa? Y... que pasó con... con Hermione..."

"Permíteme comenzar desde el principio," el Director interrumpió. Ron parecía estar preparado para abandonar la enfermería tan pronto como el viejo lo pidiera, pero para sus sorpresa, Dumbledore comenzó a hablar, no solamente a Harry, sino dirigiéndose a todos ellos.

"Como algunos de ustedes habrán escuchado," Dumbledore comenzó, "una semana antes de la noche del baile, ocurrió un robo en el Museo de Berlín. Esto es algo común en el mundo muggle, pero esta vez había algo que hacía ese hurto diferente: el artefacto robado era de origen mágico."

Luna le interrumpió al preguntar, "¿Cómo termino un artefacto mágico en un museo muggle? ¿Acaso eso no es una violación al Estatuto Internacional del Secreto?" No parecía que a Dumbledore le hubiese molestado la interrupción; al contrario, le sonrió a la joven Ravenclaw, una expresión de orgullo en sus ojos.

"Yo puedo contestar eso," dijo el extraño parado junto a la cortina. "Mi nombre es Till Lindermann. Trabajo como intermediario entre el Ministerio de Magia de Inglaterra y Alemania." Una sonrisa genuina apareció en los labios de Lindermann al este añadir, "Y permíteme decir que es un honor para mi no solo conocerte, Harry, sino a tus valientes amigos también."

Tanto las orejas de Ron como las mejillas de Neville adquirieron un tono más rosado, mientras que Luna no daba indicio alguno de que había escuchado y Ginny cruzaba los brazos sobre el pecho con orgullo.

"Um... claro," Harry murmuró, incómodo, antes de regresar la conversación a lo que realmente le interesaba, "¿Qué sucedió con el artefacto?"

"Bueno," Lindermann se aclaró la garganta antes de proseguir, "al igual que hay un intermediario entre los Ministerios de Magia de Alemania e Inglaterra, existe un intermediario entre el Ministerio y el gobierno muggle que esta en poder. Este... embajador – si es que le quieren llamar así – es un mago que ha decidido vivir su vida entre los muggles, siguiendo una vida de servicio público para asegurarse de que los muggles permanezcan ignorantes de la existencia de nuestro mundo, y también para asegurarse de que siempre exista una relación de respeto entre ellos y nosotros.

Hace tres semanas, nuestro embajador nos informó que el Museo de Berlín estaba planificando una exhibición sobre los Mitos de la Muerte de civilizaciones antiguas y, conociendo que el Ministerio alemán poseía unos pergaminos egipcios de mucho valor que describían el proceso que utilizaban para preparar los cuerpos para el viaje hacia la tierra de los muertos, nos preguntó si podíamos prestárselos a la exhibición bajo una identidad falsa. El Ministro no vio nada malo con esto, así que permitió que uno de los guardias del tesoro enviara los documentos al museo.

Después del robo, y solo para asegurarse que estos pergaminos no estuvieran entre los objetos perdidos, dos aurores fueron enviados para investigar. Haciéndose pasar por agentes de seguridad de un coleccionista, las autoridades les dejaron ver los videos de seguridad. Uno de los videos mostraba al Señor Potente, un guardia de seguridad del museo, entrando a una zona prohibida momentos antes de que se extraviaran los artículos. Pero eso no fue lo único que mostró... Tuvimos suerte que uno de los aurores reconoció El Orbe de las Almas en Pena.

Solo horas después sometimos el cuerpo del Señor Potente a una autopsia, descubriendo así que llevaba tres días de muerto. En ese momento no nos quedó duda de que había un mago tras el hurto de uno de los artefactos de las artes oscuras más peligrosos en existencia.

Necesitábamos recuperarlo y rápido. Por eso tuvimos que solicitar la ayuda de los magos más poderosos para localizar la esfera."

"Por eso," Harry volteó su mirada hacia Dumbledore, "fue que despareciste de Hogwarts. Por eso fue que te llamó el Wizengamot."

Dumbledore asintió suavemente.

Lindermann continuó, "Ya hemos arrestado a nuestro embajador y a tres de nuestros guardias por colaborar con los mortífagos para sacar la esfera de nuestra bóveda a un lugar donde pudiese ser robada con facilidad. En realidad, era el plan perfecto... sacaron el artefacto de los predios seguros del Ministerio, lo robaron, culparon a un muggle, y nos enviaron en una búsqueda frenética para distraernos de su verdadero objetivo."

"¿Qué era?" preguntó Ron.

"Deshacerse de Harry antes de que Voldemort regresara para reclamar lo que él cree que es suyo," el Director contestó.

Neville fue quien hizo la siguiente pregunta, "¿Pero como... como Bella-lla... Bellatrix y los Lestrange lograron entrar al castillo?"

"Utilizando un antiguo... y altamente efectivo... truco." El rostro del Director adquirió una expresión de dureza. "El Caballo de Troya."

Ginny fue quien primero captó lo que esas palabras implicaban. "¡Por Merlín! ¡El ataque a las Weird Sisters a mediados de esa semana! ¡Los tres fanáticos enloquecidos! ¡Eran los mortífagos! ¿Verdad?"

"Bien hecho, Señorita Weasley."

"Pero... ¿acaso no habían arrestado a los tres fans?" Ron preguntó.

"Tres personas fueron arrestadas... solo que no fueron las tres correctas," contestó el anciano.

"Poción multijugos. Los aurores arrestaron a las chicas... transfiguradas... permitiéndole a los mortífagos tomar el lugar de la banda," dijo Luna, su voz tan casual como la de alguien que esta leyendo el contenido dietético en una caja de cereal en el mercado.

"Con un poco de ayuda del Cruciatus y el Obliviate," añadió el Sr. Lindermann. "Las integrantes de la banda aun están en el ala siquiátrica de la Clínica de San Petersburgo, recuperándose de las heridas."

"Necesito disculparme con ustedes," el Profesor dijo en un suspiro, "Parece que en mi deseo de hacer del baile una noche memorable, no me di cuenta del peligro envuelto de abrir las puertas del castillo a extraños."

"No tenía manera de saber, Director," dijo Ginny.

"Pero... ¿qué pasó con los otros profesores? Solo los estudiantes y los músicos quedaban en el salón cuando las puertas se cerraron a medianoche," preguntó Ron.

"Envenenados," contestó Dumbledore, "aparentemente uno de los mortífagos mezcló extracto de Hellebore con el vino que la Facultad estaba compartiendo. No fue lo suficiente para matarlos, pero si lo suficiente para enviarlos a la enfermería de emergencia"

"Pero regresaron, ¿no?" Harry se preguntó, "Quiero decir... antes de... de que me derribaran, supongo... vi que las puertas se abrieron... ellos capturaron a Bellatrix y los demás ¿verdad?"

"Ese fue el Profesor Dumbledore," contestó Ron.

La voz de Dumbledore tembló con emoción poco usual, "Entré en el salón justo en el momento en que caías caer."

"¿Cómo supo que tenía que regresar al castillo?" preguntó Luna.

"Hogwarts me lo dijo," el Profesor contestó. Luego de un largo silencio, añadió, "La conexión que comparto con este castillo... y con sus estudiantes... es algo más profundo de lo que muchos se imaginan. Cuando el castillo sintió algo tan poderoso... y tan malvado... como la orbe, me llamó... y yo escuché." Los estudiantes compartieron miradas que iban desde la curiosidad hasta el asombro, hasta que Dumbledore levantó la cabeza para mirar a los presentes y dijo, "¿Nos podrían dar unos momentos solos? Necesito hablar algo con Harry."

"Estaremos esperando con la Señora Pomfrey," Ron dijo a Harry, moviendo la cortina hacia un lado y saliendo afuera. Luna, Ginny y Neville, a quien Harry vio caminando con un bastón, le siguieron.

Harry le devolvió la atención al Director. El viejo se mantuvo en silencio por unos momentos antes de preguntar, "¿Entiendes que, sin saberlo, los mortífagos hicieron exactamente lo que permitiría que Voldemort ganara?"

"¿Qué quiere decir?"

"Tú, Harry... tú no puedes ser destruido por una mano que no sea la de Voldemort... tal como el no puede ser destruido por otro que no seas tú. Por eso es que el Cancer Lamentatio Anima era la trampa perfecta; te hacía incapaz de cumplir con tu destino, dejando a Voldemort libre para reinar sobre el mundo."

"Según la Profecía."

"Sí… esa parece ser la interpretación de la Profecía. Podría estar equivocada, por supuesto… pero la evidencia apunta a lo contrario."

"Profesor Dumbledore," comenzó a decir Harry, mordiendo su labio inferior en un gesto inconsciente, "¿Cree qué… cree qué Hermione hubiese hecho lo que hizo si… si hubiese conocido la Profecía?"

"No vale la pena que pienses en eso, Harry," Dumbledore susurró. "Consciente o inconscientemente, la verdad es que… la Señorita Granger nos ha salvado a todos."

"¿Cómo esta?"

"Estaba… esta en perfecta salud. Apenas se ha despegado de tu lado. Me parece que la Señora Pomfrey la amenazó con internarla en San Mungo si no se iba a su cuarto para unas buenas horas de sueño."

Finalizó diciendo "Me alegra finalmente verlos juntos… como debe ser."

El viejo había hecho el último comentario para aliviar la tensión, pero Harry no lo había escuchado. Seguía pensando en el momento en que escuchó el grito de Ron, cuando miró hacia la pista de baile para encontrarse a Hermione con un cuchillo en su abdomen, cuando la navaja atravesó carne y órganos, cuando ella cayó, de rodillas en un charco de su propia sangre, cuando los espectros la agarraron como si fuera una muñeca rota y la comenzaron a cargar hacia la orbe, y finalmente, cuando el último resplandor de vida desapareció de sus ojos marrones.

¿Cómo podría estar bien? ¡Había muerto! ¡Él estaba seguro de eso! Tenia que verla. Simplemente tenía que verla. Tenía que asegurarse que no le estuvieran mintiendo. Tenía que asegurarse de que ella estaba ahí… junto a él.

Una lágrima corrió bajo su mejilla. Rápidamente la secó, en una reacción casi inconsciente. Pero no antes de que Dumbledore le viera. El Director que amaba a su estudiante más de lo que debía sabía exactamente que atribulaba a Harry.

"Lo que la Señorita Granger hizo… fue un acto de valentía como el del mismo Godric Gryffindor… pero no fue provocado por el deseo de ser una heroína," susurró Dumbledore, un tono reverente en su suave voz, "pero provocado por el amor." Sus ojos brillaban detrás de sus anteojos de media luna con lágrimas que no fueron derramadas, "De hecho, su sacrificio fue uno de tanta devoción que hasta el mismo Fawkes se conmovió."

"Fawkes la sanó," el joven dijo.

"Sanó su herida," el Profesor clarificó. "Pero algo más le devolvió la vida."

"¿Qué?"

"Yo no poseo esa contestación. Lo único que sé con seguridad es que la Señorita Granger murió esa noche… para luego despertar."

El corazón de Harry cayó a sus pies; así que había tenido razón: verdaderamente había perdido a Hermione esa noche. Y el mismo Dumbledore le había dicho que no había poción, hechizo ni artefacto mágico que podía traer de vuelta a la vida. Pero entonces… ¿cómo fue que se realizó este maravilloso milagro?"

"Es un misterio para mi también, hijo" el Director contestó, deduciendo el tren de pensamiento de Harry. Pareció pensar seriamente en sus siguientes palabras, como si estuviera considerando cuan sabio era de su parte decirlas.

"Solo puedo teorizar que… que la propia Señorita Granger tiene un destino que aún le falta por realizar."

Antes de que esas palabras se sumergieran profundamente en la mente del joven, el viejo preguntó, "Harry ¿sabes como te lograste liberar esa noche?"

Le tomó unos momentos a Harry amontonar sus erráticos pensamientos para formar una contestación coherente, "No lo sé, Profesor… solo que… que sentí como si algo estuviera creciendo dentro de mi… como electricidad… como fuego… hielo… no sé ni siquiera como describirlo, pero… siguió creciendo y creciendo… hasta que explotó…" Respirando profundamente, añadió, "Si hice algo para… para despertar esta… esta energía… pues no fue conscientemente."

Solo cuando Harry terminó de hablar notó la peculiar expresión en el rostro de Dumbledore. El viejo se limitaba a mirar sin enfocar, una mano deslizándose por los largos pelos de su barba y la otra golpeando ligeramente el lado de la cama. Tan secuestrado por sus pensamientos parecía estar que Harry se preguntaba si en realidad había prestado atención a su contestación.

"¿Profesor Dumbledore?"

"Si, Harry… solo estaba pensando en lo que acabas de decir," dijo el Director, sus ojos enfocándose nuevamente en el joven Gryffindor. "Me parece que tengo una teoría sobre lo que sucedió. ¿Quieres escucharla?"

"Por favor."

"¿Recuerdas tu primer año en Hogwarts?" preguntó Dumbledore. Harry asintió. ¿Quién podría olvidar algo así? Su introducción al mundo mágico, la relevación de lo que verdaderamente había ocurrido con sus padres, el comienzo de su amistad con Ron y Hermione, el misterio de la Piedra Filosofal, y el descubrimiento de que el Señor Tenebroso estaba vivo y luchando por recuperar su poder.

Había sido un año verdaderamente inolvidable.

El Profesor continuó, "Cuando te enfrentaste a Voldemort frente al Espejo de Oesed, el Profesor Quirrel intentó atacarte. Pero no pudo tocarte…"

"Gracias al sacrificio de mi madre."

Dumbledore asintió, "Gracias a un sacrificio nacido de un puro y abnegado amor."

El significado de las palabras del Profesor lentamente se volvió claro. "Lo que hizo Hermione… fue lo que liberó… esa energía dentro de mí."

"Por lo menos eso es lo que piensa este viejo loco," dijo el Director, con una sombra de una sonrisa en las esquinas de su boca. Pero esa sonrisa fue rápidamente reemplazada por una expresión de recogida inquietud… una expresión que no pasó desapercibida por Harry.

"¿Qué sucede?"

"Solo es una sospecha sin fundamento… una peculiar sensación… pero… creo que no hemos visto todas las consecuencias del valiente acto de la Señorita Granger."

"¿Quiere decir qué…" comenzó a preguntar Harry, sintiendo el pecho más apretado que apenas unos segundos antes, "… ella está en peligro?"

Otra sonrisa cruzó el rostro del Profesor, pero no fue una sonrisa de alegría, pero de paciente resignación. "Estamos en guerra, hijo mío. Todos estamos en peligro."

Harry cerró los ojos, reflexivamente tomando una gran bocanada de aire. Dumbledore tenía razón. Ella estaba en peligro. Todos estaban en peligro. Pero ¿cuánto más peligraba ella? Después de todo, no le tomó mucho a Bellatrix darse cuenta de la profundidad de los sentimientos de Harry por su mejor amiga. ¿Qué sucedería si la mortífaga escapara? ¿Qué pasaría si Voldemort supiese la verdad?

"Harry," interrumpió el Director, "esto es solo una sugerencia; después de todo, la decisión es tuya. Pero creo que ha llegado el momento para que Ron y Hermione conozcan la Profecía."

Harry no pudo más que concordar. No era como si hubiese dudado de la lealtad de sus amigos anteriormente, pero luego de lo sucedido, no había manera de negar cuanto ellos se expondrían en una guerra que no era su cargo pelear. Tenían que saber que había un camino que él había sido predestinado para caminar... solo.

Había otra cosa que le perturbaba... las visiones. Durante los días que precedieron el baile, había sido asaltado por sueños que, como ahora comprendía, fueron precursores de los eventos que transcurrieron esa noche.

Pero ¿cómo rayos podía él saber lo que sucedería? ¿Acaso era vidente? ¿O había Voldemort recobrado acceso a su mente, decidiendo torturarle al mostrarle pedazos de lo que estaba por venir?

"¿Hay algo mas, Harry?"

"Sí... unos días antes del ataque... vi cosas que... que no sé como explicar."

"Ah... muy cierto. Tanto la Profesora McGonagall como Firenze me hablaron de los extraños episodios que protagonizaste durante sus cursos. Y la Señorita Granger y el Señor Weasley llenaron algunos blancos," contestó Dumbledore. Rascándose la barbilla con la mano izquierda, añadió, "De hecho, el Señor Weasley me contó que tuviste un problemilla con una poción."

"Eh... sí..." admitió el joven, algo abochornado. Recordaba con claridad lo que se sentía creer que estaba bajo los efectos de una poción de amor, y el comportamiento inmaduro y hasta ridículo que tal idea provocó.

"Creo que las visiones que experimentaste fueron parcialmente el resultado de la poción del Ardeo Candor, " continuó diciendo el Director.

Harry frunció el ceño; no recordaba nada de eso en la lista de los efectos secundarios de la poción que había leído Luna. "¿La poción revela el futuro?"

Dumbledore sacudió la cabeza. "En realidad, no. Pero lo que si hace es que abre tu mente a lo que esta escondido en tu inconsciente.

Harry, personalmente creo en la existencia de un inconsciente global, un colectivo que conecta todas las cosas vivas... fuera del tiempo y del espacio." Con esas palabras, el viejo tomó su varita mágica y murmuró algo entre sus dientes. Una imagen semitransparente se materializó frente a Harry, una vista superior de lo que parecía ser un cuerpo de agua con distintas masas terrestres propagadas en su superficie.

"Puedes pensar en este inconsciente como si fuera un océano... puede haber miles y miles de islas esparcidas en esas aguas, pero todas conviven en el mismo océano."

Aunque el pensamiento era hermoso, Harry no captó el significado de las palabras de Dumbledore. "¿Y qué tiene que ver eso con lo que yo vi?"

"Si algún... disturbio... perturba la superficie del océano, se creará..." Dumbledore continuó diciendo, levantando su huesuda mano y tocando la ilusión que había creado con su largo dedo índice, "una onda. No importa lo grande o pequeña que sea la roca, las olas de la onda llegarán –invariablemente – a las costas de todas las islas sentadas sobre ese océano.

Y por el hecho de que tu percepción de ese inconsciente colectivo había aumentado gracias a los efectos de la poción... fue posible que vieras el disturbio creado por algo tan contranatural como el Carcer Lamentatio Anima... antes de que sus efectos se materializaran."

"Así que las visiones... fueron algo accidental," Harry murmuró, algo triste.

"Por accidente... o por providencia."

"¿Providencia?"

"El destino es una amante caprichosa, hijo mío," el Profesor contestó, algo enigmático. "A veces decide mostrar su mano de manera inesperada."

Harry recordó la advertencia anteriormente enunciada por Firenze.

"Una visión... una visión de muerte y destrucción... del pasado... del futuro... tal vez del presente. El tiempo no significa mucho para el universo."

Quedaba una pregunta por contestar. ¿Habían experimentado el cumplimento de esas visiones? ¿O les deparaba el futuro un destino aún más terrible?

Había algo de lo que Harry estaba seguro... esa era una contestación que el Profesor Dumbledore no podría proveer.

"Te tengo que dejar por hoy, Harry" dijo Dumbledore, descansando su arrugada mano sobre el hombro del chico. "Aún me quedan cosas por discutir con el Señor Lindermann, y ya tus amigos querrán regresar a tu lado."

El viejo sonrió, su vista paseándose por la mesita al lado de la cama de Harry. Solo entonces se dio cuenta el chico que estaba rodeado de tarjetas de "Mejórate Pronto", deliciosos dulces, dos ositos de felpa, y hasta una figurita de una enfermera moviendo las caderas al ritmo de una canción silenciosa.

Harry no pudo más que sonreír; daba gusto estar en casa.

Conociendo sin duda lo que había capturado la atención del maestro, Harry asintió hacia la mesita y dijo, "En confianza."

Con eso, el Profesor Dumbledore alcanzó el paquete más cercano de Grageas de todos los sabores de Bertie Botts. Apresuradamente lo abrió, echándose a la boca una oscura gragea, su rostro tomando una expresión de placer. Al parecer, el viejo Bertie finalmente había sido bueno con Dumbledore.

"¿Arándano?"

"Pimienta negra," el Director anunció. Su sonrisa se agrandó al ver la expresión de sorpresa del chico, y añadió, "Un sabor horrible… pero hace milagros para mejorar mis alergias." Con un conspirador guiño del ojo, el viejo mago salió de la habitación.

Solo unos segundos pasaron antes de que Ron, Luna, Ginny y Neville regresaran a la habitación, parándose alrededor de la camilla que ocupaba el joven de los ojos verdes. Ron no tardó en meter la mano en una bolsa llena de ranas de chocolate que estaba en la mesita de noche, lo que provocó que Luna le golpeara en el hombro por sus malos modales.

Ron se defendió con rapidez. "¿Qué? ¡Ya esta despierto! ¡No le va a molestar! ¡Pregúntale!"

"No te preocupes, Luna. Ya estoy acostumbrado," dijo Harry, sonriendo distraídamente a sus amigos mientras buscaba alguna señal de la presencia de Hermione.

"No la pude encontrar," Ginny le contestó antes de que tuviese la oportunidad de preguntar, "Probablemente no pudo dormir y se fue a caminar por el patio."

Harry tragó fuerte. Ya había esperado veintiocho días para verle; parece que el destino le obligaba a esperar unos minutos más.

Sus ojos se posaron en Neville, quien estaba parado con un brazo recostado sobre los hombros de Ginny y el otro balanceándose sobre un bastón. La pequeña sonrisa que había en sus labios perdió fuerzas. Sus amigos habían sufrido el mismo infierno que él esa noche, y tenían las cicatrices como prueba de ello.

"¿En serio… en serio que están bien? No están diciendo eso para hacerme sentir mejor… ¿o si?"

"Lo estamos, Harry. No te preocupes por nosotros," Luna contestó por todos.

"Les tengo que agradecer…" continuó Harry, repasando en su mente la increíble hazaña de sus amigos cuando estos desarmaron a Malfoy y atacaron a los mortífagos. "No puedo comenzar a decirles lo valientes que fueron. Gracias."

"Oye, somos un equipo," dijo Ron, una sonrisa sincera en sus labios. "Somos el Ejercito de Dumbledore. ¿O ya se te olvidó?"

Harry sonrió con suavidad. En verdad eran un equipo. Encontraba tal lealtad tan fascinante como aterrorizante.

Su atención retornó al otro chico de cabello oscuro que se encontraba en su pequeño cubículo. Recordó como Neville… el joven tímido, de voz suave e insegura… había desafiado a los tres criminales que habían torturado a sus padres hasta la locura, y como en ese improbable escenario, El Niño-Que-Casi-Fue-Escogido fue la voz de la razón.

Una acción que por poco le cuesta la vida.

'¡Preferimos morir ahora que dejarle ganar! ¿Me oyes, Harry? ¡Escogimos morir si significa que Él será detenido!'

Y sin duda alguna, Neville decía lo que sentía en su corazón.

'Mis padres dieron su vida para proteger el secreto, Harry. No dejes que su sacrificio sea en vano.'

Sí… definitivamente Neville sabía más sobre la Profecía que lo que Harry creía… quizás aun más que el propio Harry. Tenían una conversación pendiente, aunque sería para otro momento y en otro lugar.

"Estuviste brillante, Neville."

"¿Verdad que lo estuvo?" Ginny añadió, levantando su mano para entrecruzar sus dedos con los de su novio. Ella no entendía, o simplemente desconocía, la profundidad de la conexión entre los dos chicos, pero la expresión en el rostro de Neville no dejaba duda que él si.

"Ni lo menciones, Harry," el más joven de los Longbottom añadió, "Además, soy yo el que te tiene que dar gracias."

"¿Estas loco? ¡Por poco hago que te maten!" Harry balbuceó, la frustración clara en su voz, con la memoria fresca en su mente de las maldiciones combinadas que golpearon a Neville, su cuerpo inconciente volando por el aire como si pesara lo mismo que una pluma antes de caer contra las puertas.

"Bellatrix," comenzó a aclarar Neville, "ella ya… ya no podrá hacerle daño a nadie."

"¿Esta muerta?"

"Eso quisiera ella," dijo Ginny, la voz pesada con desdén. "Esta en San Mungo. Cuando el Avada rebotó en ti y la golpeó… bueno, no la mató, pero destruyó lo que quedaba de su cerebro."

"Los sanadores dicen que jamás despertara," añadió Luna, sus dedos jugando con los cabellos en la nuca de Ron.

"Finalmente recibió lo que merecía," murmuró el pelirrojo.

Harry dejó que ese pedazo de información penetrara su mente. El demonio que era la mano derecha de Voldemort… esa traicionera mujer culpable de la muerte de su padrino y de decenas de otros… esa víbora que había conspirado para terminar con la vida de Harry… ya no era más.

Se sorprendió al darse cuenta que no sentía nada después de escuchar esa buena noticia. No había felicidad al saber que Sirius por fin había sido vengado… ni orgullo al conocer que él había jugado un papel en su fin… ni coraje irreprochable al pensar en todos los actos malvados e innombrables en las que la mortífaga había participado.

Nada excepto por una sensación de frío intenso en la boca de su estómago que le decía que había muchísimos magos que estarían felices de tomar el lugar de Bellatrix al lado del Señor Tenebroso.

Esa batalla había terminado… pero la guerra apenas comenzaba.

De repente, una voz autoritaria procedente del otro lado de la enfermería penetró la privacidad de las cortinas e interrumpió su línea de pensamiento.

"¡SEÑOR MALFOY! ¡TIENE QUE PARAR ESTA TONTERÍA! Necesita tomarse esto. ¡AHORA!"

Harry no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Malfoy? ¿Draco Malfoy estaba aquí? ¿En Hogwarts? ¿Después de lo que había hecho por su querida tía? ¿Después de que mantuvo a los estudiantes prisioneras a merced de su varita?

La expresión en los ojos de Ron era la única contestación que necesitaba.

"Harry, por favor… cálmate… escucha a…"

Pero Harry no le escuchó. Su corazón comenzó a bombear pura adrenalina por sus venas mientras el chico tiró sus sabanas a un lado, brincó de la cama, y comenzó a marchar descalzo hacia las cortinas. Luna intentó detenerle al agarrarlo de la mano, mientras que Ginny le agarró fuerte por el hombro, pero él se sacudió con facilidad y, echando la cortina a un lado, posó sus ojos sobre el estudiante que la Señora Pomfrey atendía en ese momento.

"¡TU!" Harry rugió, marchando hacia Malfoy con solo una idea en mente: golpearlo hasta convertirlo en una pulpa sangrienta.

Él fue quien ayudó a los mortífagos a entrar al colegio; él fue quien hirió a Hermione… ¡él es quien merece morir!

No escuchó a la Señora Pomfrey ordenarle que volviera a su cama de inmediato, amenazándole con llamar al Director y con atarlo de la camilla. Harry solo empujó a la mujer hacia un lado como si no fuera más que un mueble en la gran habitación.

Solo veía a Draco Mafoy, con su cabeza descansando sobre una almohada, su cabello… pálido y seco… sus mejillas… huecas y huesudas… sus ojos grises… sin brillo y sin vida.

No lo hubiese reconocido, excepto por el hecho de que en esos labios pálidos descansaba la sombra de la sonrisa de desprecio que era puramente Malfoy.

"¡ESTAS MUERTO!"

Harry se encontró a apenas un metro de la cama del Slytherin, convencido de que iba a darle al rubio el castigo que tanto se merecía.

Y lo hubiese hecho sino fuese por Ron, quien se plantó firme entre su amigo y su enemigo. El cuerpo de Harry chocó contra el pelirrojo, quien aprovechó la oportunidad para rodear con sus largos brazos a Harry en un intento de frenarle.

"¡DETENTE, HARRY! ¡QUIETO!"

"¡SUELTAME!" gritó con furia. Mientras Ron mantenía a Harry ocupado, Ginny y Luna ayudaron a la Señora Pomfrey a levantarse del suelo; la anciana parecía estar petrificada por lo que estaba sucediendo en su enfermería.

¿Por qué estaban tan resueltos en proteger a Malfoy? ¡Él conspiró con Bellatrix! Si fuera por él, ¡todos estuvieses muertos! ¿Por qué les importaba lo que le pasará?

"¡NO ENTIENDES!" Ron le gritó al oído. Sus ojos azules brillaban con un fuego interno, pero su voz se convirtió en nada más que un susurro al seguir, "Malfoy ha sido castigado lo suficiente. Si haces esto ahora, solo te meterás en problemas. ¡Y no voy a dejar que vayas a Azkaban por algo tan estúpido como esto!"

"Déjalo ir."

Le tomó a Harry unos segundos captar que la voz terriblemente ronca que había pronunciado esa orden le pertenecía al joven que estaba tan resuelto a atacar. Aún cuando esa cruel sonrisa todavía estaba en el rostro del Slytherin, en su voz no había rastro del desprecio que Harry estaba acostumbrado a escuchar.

De hecho, era la voz de alguien quién había sido total y completamente derrotado.

"Si el Santo Potter quiere matarme, déjalo."

El coraje de Harry creció, pero de ese odio una nueva emoción nació: incredulidad.

Incredulidad porque Harry no podía comprender lo que la voz en su cabeza le estaba diciendo.

"En verdad… en serio quieres eso ¿verdad? Eres un cabrón enfermo ¿lo sabes?" Harry dijo entre dientes, conociendo bien la contestación. La sonrisa en los labios de Malfoy creció, pero en sus ojos apareció una expresión oscura y fría, incongruente con la expresión cínica de su rostro. Había ahora tanto odio en esos ojos grises que Harry se encontró rezando porque Malfoy se levantara de esa cama y le golpeara, en silencio pidiendo por algo… cualquier cosa… que le sirviera de excusa para envolver sus manos alrededor del cuello de Malfoy.

Pero nada sucedió; Malfoy se quedó recostado en su cama, sus ojos no enfocados en Harry, pero en otra cosa… algo aún más terrible… algo que solamente el Slytherin podía ver.

Harry comenzó a sentir como su coraje lentamente retrocedía, como las olas del océano después de golpear la costa. Su cuerpo ahora temblaba por el esfuerzo físico y, completamente exhausto, pasó de luchar contra el agarre de Ron a apoyarse sobre el pelirrojo. Su mejor amigo le daba palmaditas torpes en la espalda mientras susurraba, "Esta bien, Harry… todo estará bien." Dirigiéndose a la Señora Pomfrey, dijo "Puede soltar la varita… todo esta bajo control."

Al siguiente estante, Ginny caminó hacia ellos y, junto a su hermano, ayudó a cargar a Harry devuelta a su cama. Apenas se había sentado en ella, la enfermera apareció frente a él con una botella que contenía un líquido blanco y viscoso.

"Tomate esto… te vas a sentir mejor," ordenó. La voz de la anciana aun temblaba, pero ya había recobrado algo de su color. Esta vez, Harry si le obedeció, y se sorprendió con el hecho de que la medicina no sabía tan mal como se veía. Con eso, la Señora Pomfrey los dejó solos, cerrando la cortina antes de regresar al cuidado del rubio.

Debió ser una poción de fortalecimiento, porque en poco tiempo ya la respiración de Harry había regresado a su normalidad, su cuerpo no dolía tanto, y sentía que podía con su propio peso.

"¿Mejor?" preguntó Neville.

Harry asintió. Quedaba algo mucho más importante que su salud por discutir. "¿Qué hace Malfoy aquí? ¿Cómo que no se esta pudriendo en Azkaban como los otros mortífagos?"

Los cuatro amigos que le rodeaban intercambiaron miradas, preguntándose como iban a explicar eso. Ginny fue la primera en hablar. "Se encontró que Malfoy estaba… cooperando con su tía en contra de su voluntad."

"¿QUÉ?" balbuceó Harry. Bajó la voz cuando la mirada de Ron le recordó que no estaba en un campo de Quidditch. "¿Y quien es lo suficientemente estúpido como para creerse eso?"

"Dumbledore y Lindermann… Lupin y los otros aurores… y yo," respondió Luna.

"¿Qué? ¿Cómo le puedes creer a ese bastardo?" En contra de su voluntad... ¡este!", masculló Harry entre dientes, inconscientemente haciendo una señal obscena con su mano. "¡Él ha sido un mortífago desde que esta en pañales!"

"Su madre esta muerta," fue la contestación de Luna.

"¿Y?" replicó el Gryffindor. Pasaron unos segundos antes de que la noticia penetrara su cerebro, y se encontró frunciendo el ceño en señal de confusión. Lo último que había escuchado de Narcissa Malfoy era que estaba vivita y coleando, aun peleando con las autoridades para que liberaran a su esposo, Lucius, de Azkaban, alegando que habían conspirado para inculparle.

"Escucha a Luna," suplicó Ron. Harry se mordió las ganas de responder y permitió que la Ravenclaw continuara.

"Esa noche, después de lo que… lo que pasó, se nos ordenó buscar a todos los estudiantes que se encontraban en el castillo y congregarlos en el Gran Comedor para un conteo. Teníamos que permanecer ahí hasta que los aurores terminaran de inspeccionar el castillo por miedo de que hubiese otros mortífagos esperando para atacar.

Ya se habían llevado a los heridos, y a Rodolphus y Rabastan los tenían en custodia. Ginny estaba con Neville en la enfermería, Dumbledore estaba contigo, y Ron se rehusaba a dejar solo al cuerpo de… a Hermione. Así que me ofrecí como voluntaria para ayudar con los pequeños que tenían que pasar la noche en el salón. Ahí escuche pedazos de las conversaciones entre los autores que estaban revisando el castillo, y hasta llegue a ver a Malfoy cuando se lo llevaban a un cuarto para interrogarlo.

Estaba gritando como un loco, luchando por liberarse. Tomó el esfuerzo conjunto de cinco aurores para finalmente arrastrarle al cuarto. Justo antes de que la puerta cerrara tras ellos, escuché a Malfoy claramente gritar "¡SALVÉNLA!"

Pensaba que hablaba de Hermione… que finalmente se había vuelto loco… así que no le di mucho pensamiento y me dedique a velar por los pequeños.

Ya llegada la mañana, justo cuando nos preparábamos para limpiar el salón y esperar el desayuno, llegaron las lechuzas con el correo. Alcancé a ver la lechuza negra que lleva el escudo de los Malfoy, con un grande y deforme paquete colgando de su pico. La lechuza pareció buscar a Malfoy en el salón y, no encontrándolo, tiró el paquete en el asiento que usualmente ocupa él.

Cada hueso de mi cuerpo gritaba que había algo malo con ese paquete. Así que le toque a la puerta a los aurores y les dije que había llegado un paquete para uno de los estudiantes acusados de conspirar con los mortífagos. Buscaron a Lupin y a Tonks, quienes interrumpieron el interrogatorio a Malfoy y fueron a revisar el paquete. Después de asegurarse que no hubiese maldiciones ni hechizos en el paquete, lo abrieron."

Harry se sorprendió al escuchar la voz temblorosa de Luna. La chica que había sido testigo de la muerte de su madre ahora parecía estar afectada de manera poco característica por lo que había presenciado en el salón. Harry no se conocía por ser expresivo ni afectuoso, pero no pudo más que poner su mano sobre el hombro de Luna de manera tierna. Ron agarraba a la chica de la mano, su pulgar acariciando sus nudillos mientras murmuraba, "Sigue… tu puedes."

Luna respiró profundamente, recobrando un poco de su calmada compostura. "Fue horrible… sus ojos grises abiertos en una congelada expresión de horror… sus labios cocidos con hilo… la piel y el cabello manchados de sangre… pedazos del cuero cabelludo arrancados… y el olor… un nauseabundo olor a muerte y putrefacción."

"Narcissa Malfoy," susurró Harry, tragando fuerte en un intento por calmar sus ganas de vomitar.

"Su cabeza, para ser más precisos," Ginny añadió con un susurro, "Escuchamos a Lupin decirle a Papá que la cabeza no tenía lengua, y que en lugar de la lengua había un pedazo de pergamino… un mensaje para Malfoy."

"Pero es que… es que no entiendo," murmuró Harry. Así que Narcissa Malfoy había sufrido una muerte dolorosa con la intención de servir de mensaje a su hijo. ¿Quién había hecho esto? ¿Y por qué?

"Solo sabemos algunos detalles," Neville continuó, "pero según lo que escuchamos, el Ministerio decidió no presentar cargos, porque la evidencia apunta a que Bellatrix tenía a Narcissa de rehén para obligar a Malfoy a ayudarle con su plan."

"¿Bellatrix? Me quieres… no puedes ser… ¿Me estás diciendo que Bellatrix mató a su propia hermana?" preguntó con incredulidad. Asesinar a tu propia carne y sangre… ¡cuan malévolo tienes que ser para hacer algo así!

"Aparentemente," dijo Ron con un suspiro. "Malfoy nunca tuvo oportunidad; su madre llevaba muerta por lo menos tres días."

Eso explicaba el extraño comportamiento de Malfoy durante esa semana; su actitud refrenada. su ansiedad, las miradas extrañas, y la enigmática advertencia que le había dado a Harry cuando se encontraron cerca de las puertas del Gran Comedor esa terrible noche. Sabía lo que iba a pasar y no podía… o no quería… hacer nada para detenerlo.

"No entiendo algo. ¿Por qué necesitarían sobornar a Malfoy para ayudarles a deshacerse de mí? ¡Sería el primer voluntario!"

"No sabemos. Pero estamos inclinados a pensar que es verdad. Hasta la propia Hermione cree que es cierto," Neville dijo.

"Pero ¿Por qué?"

Ron le miró a los ojos al contestar, "Porque Malfoy intentó suicidarse cuando se enteró lo que sucedió con su madre."

"No te creo," murmuró Harry. ¿El Draco Malfoy? ¿Él que nunca le había importado nadie que no fuera él?

"Pues créelo," Luna dijo con sinceridad. "Estábamos aquí cuando Snape lo trajo. La Señora Pomfrey logró estabilizarlo, pero se lo tuvieron que llevar a San Mungo de emergencia. Regresó solo hace dos días."

Adivinando la línea de pensamiento de su amigo, Ron sacudió la cabeza y añadió con seriedad, "Harry, sabes que no soy fanático de Draco Malfoy. De hecho, odio al maldito cerdo. E intenté hacerme de la idea de que él lo había hecho por llamar la atención, hacerse pasar por loco y que le cogieran lástima, pero… después de verlo con mis propios ojos… eso no fue ningún truco, Harry. En verdad quería morir."

El peor dolor de cabeza que Harry había experimentado en sus diecisietes años de vida ahora pulsaba detrás de sus ojos. Esto era demasiado. No podía… no podía absorber totalmente todo lo que había aprendido desde que despertó. Solo había algo que lo podía ayudar en este momento, y eso era…

"Hermione," llamó con un suspiro. Necesitaba verla, sentirla, tener prueba innegable que estaba viva y saludable. Era increíble que, a pesar de que se sentía tan cansado físicamente, su espíritu estuviese tan inquieto, como un felino salvaje que había estado en una jaula demasiado tiempo.

"¿Sabes? Creo que tengo una buena idea de donde puede estar metida."

A Harry le costó reconocer el dueño de esa voz, especialmente cuando no había nada en la habitación que indicaba la presencia de una sexta persona. Pero Ron solo sonrió y, asintiendo con la cabeza hacia la cortina que le quedaba detrás, dijo "Perdona, amigo. No queríamos despertarte."

"¿En serio? Porque el alboroto que Potter causó podía levantar a un muerto."

Una nueva ola de vergüenza y culpabilidad arropó a Harry cuando este se dio cuenta que se le había olvidado preguntar por una persona… un hombre que había logrado sorprenderle en más de una ocasión durante el curso de esa noche.

Atontado, los pies de Harry tocaron el frío suelo y se dirigieron hacia la cortina derecha de su pequeño cubículo. Haciéndola a un lado, le vio acostado en la cama. Tenía un artefacto de acero alrededor de su cabeza que le restringía el movimiento, y anchos vendajes alrededor del cuello. Había perdido algo de peso, y su cabello rubio estaba mas largo de lo que Harry recordaba. Realmente se veía vulnerable. Pero no había manera de confundir la sonrisa en su rostro.

Harry nunca había sido tan feliz de ver la sonrisa de engreído de Roger Davies.

"Así que El Bello Durmiente por fin despertó. Me alegra verte," Roger dijo con algo de dificultad. La quietud del cuerpo del Ravenclaw era obvia para Harry, y se hizo claro que su antes enemigo había quedado paralizado por sus heridas.

"Lo siento," fue lo único que Harry logró responder. En su memoria aparecieron los rostros de Sirius, de Cecdric, y de sus padres… ¿Cuántos más tendrían que sufrir en su nombre?

"No tienes porque sentirlo," Roger replicó rápidamente. "Después de todo, no es tu culpa. Solo eres otra victima, igual que yo."

Harry tomó un vacilante paso hacia la cama. Mientras más se acercaba, más evidente era la magnitud de las heridas de Roger. "¿Cómo te sientes?"

"Bueno, la verdad no estoy sintiendo mucho… lo que parece ser el problema," bromeó Roger, con solo un poco de amargura colándose en su voz. Rápidamente se deshizo de ella antes de añadir, "Pero la Señora Pomfrey dice que estoy mejorando. Ya recuperé el tacto en los dedos de la mano y de los pies… creo que alguien me hizo cosquillas ayer, pero no estoy seguro. En un mes me transfieren a una clínica de tratamiento en Suiza… Mi prognosis es buena para por lo menos una recuperación parcial.

"COMPLETA" gritaron Ron, Luna, Ginny y hasta Neville desde el otro cubículo.

Ya Harry se encontraba parado al lado de Roger. Tomando la mano del rubio de manera amistosa, dijo "Lo que tu hiciste… fue increíblemente valiente."

La sonrisa en los labios del Prefecto perdió fuerza antes de que este susurrara, "Y tonto… pero no podía quedarme sin hacer nada." Sus ojos, que habían estado enfocados en Harry, ahora se perdían en el alto techo de la enfermería. Respiró profundamente por unos instantes antes de añadir, "¿Sabes? Antes me preguntaba como se sentiría ser El Niño Que Vivió por un día." Le devolvió la atención a Harry. "Creo que se me cumplió el deseo."

"Debiste preguntarme… te hubiese evitado el dolor de cabeza," replicó Harry.

"Ya es tarde," contestó Roger. Su sonrisa lentamente retornó, y en ella Harry podía ver el auténtico buen humor que había visto la noche del baile. "Pero hay algunas consecuencias de mi acción que, aunque inesperadas, son muy bien recibidas."

Harry no pudo más que devolverle la sonrisa. El buen ánimo de Roger ante tales circunstancias era realmente contagioso. "¿Ah, si? ¿Y cuales son?"

Roger susurró en plan de conspiración, "Los baños de esponja."

"¿De Pomfrey?" Harry dijo, haciendo una mueca de disgusto. Definitivamente esa era una imagen mental que no quería tener.

"¡Eww! ¡No!" rió Roger, simultáneamente haciendo un gesto de dolor por el esfuerzo físico que le tomaba. "Solo vamos a decir que hay buenas – visitantes – que dan más de lo que tienen que dar. Después de todo, hasta la Señora Pomfrey tiene que dormir." Guiño el ojo y sonrió pícaramente, dejándole claro a Harry que en verdad esta comprometido con permanecer positivo.

Harry río con sinceridad mientras le daba palmadas al brazo de Roger. "¿Sabes? No logro recordar porque me caías tan pesado."

"¿Quizás porque me intente robar a tu chica?" ofreció Roger, levantando la ceja juguetonamente.

"Así que…" replicó el Gryffindor con su propia sonrisa engreída, "sabías que era mi chica, ¿verdad?"

"Potter, todos en la escuela excepto tú lo sabíamos."

Harry sintió como las mejillas se le ruborizaban. Miró sobre su hombro solo para encontrarse con Luna, Ginny y Neville asintiendo con la cabeza vigorosamente. Se rascó la nuca en un gesto de tímida vergüenza. "Échenmelo en cara pues…"

"Ella es única," Roger susurró en un tono algo más serio. La sonrisa en su rostro ahora era una de silenciosa resignación. "Eres un hombre afortunado, Potter."

"Gracias," contestó Harry, su voz sonando forzada a sus propios oídos.

"Ni lo menciones. Solo se bueno con ella."

"Prometido."

"Y…" dijo Roger con voz mas fuerte para el beneficio de los amigos de Harry, "hablando de chicas a las que le gustan los chicos con cicatrices… ¿quieres saber lo que ella me dijo era su lugar favorito en todo Hogwarts?"

"¿La biblioteca?" Ron y Harry contestaron simultáneamente.

Con una expresión de impaciencia en el rostro, Roger murmuró, "Rayos… con razón la pobre se impacienta con ustedes." Ron se paró al lado de Harry, esperando que el Prefecto continuara. "De acuerdo, Gemelos Tarados… les voy a dar una pista… ¿en que lugar del colegio se encuentran las raíces de Hermione… plantadas junto con las de ustedes?"

Ron frunció el ceño para entonces contestar, "¿De que demonios hablas? ¿Raíces? ¿Qué te esta dando Pomfrey? Hermione no tiene raí…"

Roger asintió con la barbilla hacia Harry y, dirigiéndose a Ron, dijo, "Mírale la cara. Sabe la contestación."

Harry si sabía. Era el lugar cuya sombra les habían visto desde su primer año en Hogwarts.

"Ve por ella, Potter."

"Todavía pienso que me debiste haber dejado venir a buscarla," murmuró Ron entre dientes, mirando de lado a lado como si esperara que algún nuevo peligro apareciera de la nada.

Una existencia un poco paranoica era uno de los efectos secundarios de ser uno de los mejores amigos de Harry Potter.

"No quería que me viera en esa cama," confesó Harry con algo de dificultad, "Y no quería que fuera frente a todo el mundo." Le faltaba un poco el aire por la caminata, y había recorrido a utilizar el hombro de Ron como muleta.

Ya estaban en el patio de Hogwarts, caminando directamente hacia el árbol frente al lago. Era ese momento del día cuando el sol ya se había escondido detrás de las montañas, pero rebeldes rayos de luz que se rehusaban a decir adiós pintaban el cielo de un místico color naranja. Era una vista realmente hermosa.

Por suerte, Ron y Harry no se habían encontrado con muchos estudiantes de camino, y a los pocos que se habían encontrado les habían pedido que no le dijeran a nadie que El Niño Que Vivió había despertado. Harry había tenido suficientes distracciones hoy como para durarle una vida, y no estaba preparado para enfrentar el resto de la escuela.

"De acuerdo," masculló Ron. "Pero por lo menos abotónate el abrigo de Neville. Vas a coger un resfriado."

Harry sonrió. Definitivamente se sentía frío el ambiente, como era lo usual a finales de Noviembre. Y estaba muy ventoso, juzgando por la manera en que se le iba el cabello de un lado para el otro. Pero ¿desde cuando Ron se había preocupado por eso? "Empiezas a sonar como tu madre," replicó con humor.

"Tu también lo harías si hubieses visto…" suspiró Ron. No fue necesario que terminara la oración. Harry entendió perfectamente. Él también se preocuparía tanto si hubiese visto a sus dos mejores amigos 'morir'.

Su sonrisa perdió intensidad. Había estado muy preocupado por el bienestar físico de sus amigos que no se había puesto a pensar que había heridas – a veces mas profundas y permanentes – que eran invisibles a la vista.

"Lo siento," dijo Harry. No recordaba la última vez que le había pedido perdón a Ron, pero pensó que nunca serían lo suficiente.

"Lo sé," contestó Ron, tragando fuerte. Harry pudo ver que estaba deseoso de decir algo, pero el pelirrojo permaneció callado. El corazón de Harry se hizo pesado y, desviando la mirada, vio la silueta del árbol a apenas 30 metros, una imagen peculiar enmarcada por la brillante superficie del lago.

Vio a una bola peluda brincando de arriba abajo y corriendo en círculos alrededor del árbol, y reconoció a Crookshanks, el gato de Hermione, quien se estaba divirtiendo al perseguir un ruiseñor dorado. Pero no había señal de su amiga.

"No la veo," dijo Harry, escudriñando el área. No le ayudaba el hecho de que se había roto uno de los lentes de sus anteojos cuando cayó contra el suelo luego del Avada de Bellatrix.

"Yo sí… por lo menos sus zapatos."

Ron caminó un poco más al frente, permitiéndole ver a Harry lo que él había visto hacía unos instantes. Con la mirada un poco empañada, Harry vio a una chica acostada sobre la grama, recostada del tronco y con la cabeza descansada sobre una raíz particularmente prominente. Tenía las manos cruzadas sobre el pecho, agarrando contra su corazón lo que parecía ser un libro ancho.

Ron paró de caminar, y Harry hizo lo mismo. "Bueno, ahí esta…" dijo el pelirrojo innecesariamente. No pasó desapercibido el hecho de que sonaba incómodo. Después de unos instantes de silencio, sorprendió a Harry cuando dijo, "Yo soy el que se tiene que disculpar."

"¿Qué?"

"Fallé, Harry," dijo con voz temblorosa. "No pude… no pude protegerla.'

"Ron, no había nada que pudieses…"

Ron continuó hablando, ignorando las protestas de Harry, "Cuando la vi… con el cuchillo de Malfoy… supe… supe lo que iba a hacer… pero no pude… no pude detenerla… tal como no pude protegerte de la maldición de Bellatrix." Momentáneamente perdió la voz, y una errante lágrima bajo por su pecosa mejilla. Rápidamente se secó con la manga, enderezando su postura en un infantil intento por recobrar la compostura.

Harry no dijo nada. ¿Qué podía decir? No había palabras que podían hacer que Ron se sintiera mejor. Él había estado en la misma posición de su amigo en otras ocasiones y sabía una cosa: eran las acciones, no las palabras, las que podían hacer la diferencia. Así que hizo algo que no había hecho en sus seis años de estrecha amistad: abrazó al joven Weasley. La primera reacción de Ron fue ponerse tieso, pero poco a poco se relajó, hasta devolverle el abrazo a su amigo.

Un tiempo después, el silencio fue roto por la risa de Ron. "¿Qué sucede?" preguntó Harry con voz cortada, encontrando difícil tomar aire mientras tenia un nudo en la garganta.

Ron aún luchaba por controlar su risa al contestar,"Estaban pensando… si alguien fuera a pasar y nos viera así… van a llegar a las conclusiones erróneas."

"No te preocupes," sonrió Harry. Empujó a Ron hasta poder verle a la cara y, agarrándolo por los hombros, añadió, "No me gustan los pelirrojos."

"Oh, la maldición de ser un Weasley," bromeó Ron. Sonriendo, se echó las manos al bolsillo y asintió hacía el árbol. "Ve por ella, tigre."

Harry respiró profundamente en un intento por calmar sus nervios. De reojo vio como Ron se daba la vuelta, listo para regresar al castillo. "No te vayas lejos."

"¿Seguro que no quieres privacidad?"

Harry recordó el consejo de Dumbledore, y no había mejor momento para esa conversación en particular. "Hay algo que les tengo que decir a ambos." Y con eso, Harry cruzó la distancia que lo separaba de la persona que anhelaba abrazar desde el primer momento en que supo que estaba vivo.

Por un instante, la vio como la había visto esa noche… primero, como la hermosa niña hecha mujer que había conocido en el balcón luego de seis años de estrecha amistad… luego, como el sacrificio ensangrentado, arrodillada en el piso del Gran Comedor, aceptando un destino de dolor, de sufrimiento y de tormento… todo por él.

Le había prometido esa noche que estarían juntos, pasara lo que pasara. Y gracias a un inesperado y sorprendente milagro, ambos habían sobrevivido lo imposible para cumplir con esa promesa.

Harry se arrodilló al lado de ese cuerpo, sus ojos ahora enfocados exclusivamente en ella. La expresión de su familiar rostro era una de paz, de contentamiento, como si estuviera soñando con una realidad donde el peligro no estaba esperando por ellos detrás de cada esquina. Pero había perdido peso, y sus ojos estaban rodeados por una oscura sombra que la hacían ver mayor de sus dieciocho años. Sabía que probablemente era una consecuencia de haber pasado más de veinte días preocupándose incesantemente por su bienestar.

No tenía el corazón para despertarla. Así que solo se mantuvo arrodillado a su lado, alcanzando con la mano – pero no tocando – su cara. Deseaba tanto descansar su cabeza sobre su pecho y escuchar esa última e innegable evidencia de que ella realmente estaba viva – el latido de su corazón.

Se encontró recordando la primera vez que se montó en el tren hacia Hogwarts, y en el instante cuando esta chica había entrado al compartimiento que ocupaban Ron y él, buscando la rana de Neville. ¿Quién se hubiese imaginado que esa niña del cabello salvaje y poca destreza social terminaría no solamente como uno de sus mejores amigos, sino como la persona más importante en su vida?

Lo sentía en cada hueso de su cuerpo… el amor que ella sentía por él. Era tan palpable que se preguntaba como podía haber sido tan ciego. Estaba ahí… en su abrazo y sus palabras de apoyo antes de que él se enfrentara a un Quirrel en la batalla por poseer la piedra… en la manera en que ella había corrido hacia él cuando se despertó del hechizo que el basílico le había puesto… en como había arriesgado todo por salvar a su padrino de una segura ejecución… en como se había mantenido a su lado durante el Torneo de los Tres Magos, sufriendo escarnio al ayudarle con sus hechizos a la misma vez que intentaba salvar su amistad con Ron… en como se rehusó a distanciarse de él cuando decidió derramar su coraje sobre todos quienes le rodeaban… en como se sometió a lo que sabía era peligro inminente, por él… en como ella había luchado contra los demonios que lo atormentaban para finalmente salir victoriosa.

Pero ¿a que precio?

Todos esos momentos en que casi la había perdido… cuando ella estuvo petrificada… cuando fue sometida a la maldición del mortífago al acompañarle al Departamento de los Misterios para "salvar" a Sirius… cuando Bellatrix y sus acompañantes le habían aplicado la misma maldición simultáneamente, enviando ola tras ola de incomparable dolor a cada célula de su cuerpo… y cuando había caído bajo el peso de la herida que ella misma se había causado en un intento por salvar a Harry de un oscuro destino.

Y… gracias a un fenómeno que nadie podía explicar… ella aún estaba aquí. Con él.

Pero la pregunta permanecía sin contestar… ¿qué hubiese sucedido si no fuese así? ¿Qué hubiese pasado si él se hubiese despertado solo para encontrarse con que la persona a quien le había jurado amor estaba descansando… seis pies bajo tierra?

Se envolvió en el abrigo de Neville lo más que pudo. Estaba temblando, pero no era del frío. Trató de ignorar la súbita asfixia, lo angosta que se sentía su garganta, y el dolor en el pecho causado por la realización de cuan cerca estuvo de perderla esta vez. Trató de concentrarse en otras cosas hermosas… divinas… como la primera vez que probó sus labios… la primera vez que la escuchó decir te quiero… el sabor de su piel… la manera en que ella susurra su nombre… como se le enterrabas esos pequeños dedos en su piel cuando ella le quería acercar.

Pero solo un pensamiento permanecía constantemente en su cabeza… que en este instante, las leyes del universo dictaban que él debería estar parado frente a una lápida de mármol con el nombre "Hermione Granger" tallado en su superficie.

Sin estar consciente de lo que hacía, Harry comenzó a llorar… no histéricos sollozos ni expresiones de lamento… pero con silenciosas y discretas lágrimas que se deslizaban sin prisa por sus mejillas.

Y, como en la historia de la luna, la tercera lágrima que Harry derramó cayó sobre la mano de Hermione. Y lentamente comenzó a despertar.

"Arry?"

Era un murmullo más que una llamada, pero fue lo suficiente como para capturar su atención. Harry levantó la cabeza y la miró al rostro, y no pudo más que sonreír mientras la veía despertar, sus ojos incapaces de enfocar por el momento en la figura arrodillada al lado de ella. Ella se llevó las manos al rostro y comenzó a frotarse los ojos, luchando contra la pesadez del sueño interrumpido, como una niña cuyos padres le han negado cinco minutos más en la cama.

Pero toda su actitud cambió cuando abrió los ojos por segunda vez, porque fue entonces cuando verdaderamente se dio cuenta que no estaba ni soñando ni alucinando, y que él realmente había despertado y se encontraba aquí a su lado.

"¡HARRY!" gritó, su rostro una mezcla de sorpresa y felicidad mientras lanzaba lo que había sostenido contra su pecho y se levantaba del el tronco rápidamente.

El sonrió una sonrisa que no contradecía la humedad de las lágrimas en sus mejillas. Pero no pudo resistir la tentación de decir, "¿Qué? ¿Esperabas a otro de tus novios?"

La respuesta de Hermione fue arrodillarse frente a él y abrazarlo con tal fuerza que lo hubiese tumbado si ya no estuviera de rodillas en la grama. Él envolvió sus brazos alrededor de la cintura y la acercó aun más. Le besaba el cabello marrón al mismo tiempo que derramaba lágrimas frescas. Pero esta vez eran lágrimas de elación, ya que la chica en sus brazos estaba innegablemente viva.

Equivocadamente había pensado que ella se estaba riendo, hasta que sintió la humedad de las lágrimas de la joven en su pecho. Hermione estaba temblando, y de vez en cuando se le escapaba un sollozo de entre sus labios. Él hizo lo único que podía hacer en esa situación; le abrazó aún más fuerte, hasta que ninguna particular podía pasar entre sus cuerpos, las manos recorriéndole la espalda con ternura mientras que sus labios susurraban suaves declaraciones de amor.

Ella comenzó a dejar besos en su cuello, en su barbilla… los arcos de sus mejillas… tomando puñados de su abrigo como si tuviera miedo que él fuera a desvanecerse. Él sabía exactamente como se sentía eso. Las manos de Harry viajaron hacia arriba, los rizos caramelo haciéndole cosquillas en los nudillos, hasta que sintió el abrumador deseo de mirarla de frente. Tomando el rostro delicadamente entre sus grandes manos, se echó para atrás solo lo suficiente como para mirarla a los ojos.

Tan turbulentos. Tan apasionados. Tan Hermione.

La vio morderse el labio inferior, aguantando otro sollozo antes de que este pudiese escapar, buscándole con la mirada. Esa mirada era tan intensa que él estaba seguro que ella podía ver a través de él, hasta su propia alma.

Y supo sin duda alguna que ella lo conocía mejor que él mismo.

Pensó en miles de cosas que le podía decir. Pero la verdad es que cualquier cosa que él podía decir no iba a expresar a cabalidad todo lo que él sentía. Experimentaba algo más allá que felicidad – y más allá del miedo. No había otra manera de describir el éxtasis que experimentaba con sentirla tan cerca, tan real, y el terror que sentía al recordar lo cerca que estuvo de perderla.

"Lo que tú hiciste,"susurró Harry, la voz ronca por la emoción y los ojos brillantes aún en la escasa luz, "fue increíble, increíblemente estúpido."

Ella se mordió el labio con aun más intensidad, agarrándolo por los brazos y aferrándose desesperadamente a él. Le tomó unos momentos recuperarse lo suficiente como para contestar, "Perdóname, Harry… es que no… no podía…"

Harry sonrió. "Gracias".

Ella frunció el ceño como gesto de perplejidad, una expresión que parecía incongruente con el torbellino de emociones que se reflejaban en sus ojos.

El comenzó a frotar sus mejillas con ternura, secando el rastro que las lágrimas habían dejado en su camino. "Tú me salvaste, Hermione… tú y solamente tú…"

Estaba aún más confundida con su confesión, lo que tuvo el efecto positivo de calmarla un poco. "¿Salvarte? Pero el Avada… casi te… casi…"

Harry repitió lo que Dumbledore le había dicho hace apenas una hora. "Cuando tú… cuando sacrificaste tu alma por la mía… me diste el poder para enfrentarme a ellos." Aunque tenía la voz temblorosa, la sonrisa en su rostro nunca vaciló, "Porque lo que hiciste… lo hiciste por amor."

Lo que ahora él conocía como la sonrisa traviesa de Hermione apareció en las esquinas de la boca de la chica. "Bueno," comenzó a decir, arqueando la ceja juguetonamente, "pienso que eres guapo. Pero de ahí al amor…"

Harry la silenció con un beso en la frente. Mantuvo los labios ahí, sintiendo la suavidad de su piel rozando contra sus labios secos. La sintió temblar, la respiración agitada por el casto contacto. Él no podía negar el hecho de que la posibilidad de algo más era lo suficiente como para hacerlo sentir cosquillas bajando y subiendo por su espalda.

"Te amo," susurró sobre la piel, "tanto… pero tanto."

Aunque no le veía, Harry sintió como ella cerró los ojos, acariciando con la punta de la nariz la barbilla del joven. "Yo también te amo," dijo en un suspiro. La mano derecha de Hermione soltó el agarre que tenía del brazo de Harry y lentamente viajó hasta el pecho de este. Se escurrió sigilosamente entre dos botones de la camisa, hasta descansar sobre su piel desnuda… justo sobre el lugar donde el más imperdonable de las maldiciones había rebotado… justo sobre su corazón.

"¿En verdad que estas bien, Harry?" preguntó ella, mirándole a los ojos para asegurarse de la sinceridad de su respuesta.

"Lo estoy," respondió el Gryffindor con una pequeña sonrisa. Había algo en esa caricia - tan infinitamente íntima y hasta algo prohibida – que hizo que el corazón le palpitará a gran velocidad.

Pero su sonrisa pronto vaciló… porque recordó que esa misma mano que ahora tan tiernamente le acariciaba había sido la mano que había dado el golpe fatal que por poco hace que él la perdiera para siempre.

"Y tú," comenzó a preguntar él, escondiéndole un rizo errante tras la oreja, "¿Cómo te sientes de verdad?"

"Estoy bien, Harry," sonrió Hermione, tratando de apaciguar los demonios que atormentaban al joven. "Y ya que despertaste, te aseguro que no podría estar mejor."

"Pero tú… tú…" comenzó a decir el chico. Pero no podía terminar la oración.

"Y ya no lo estoy. Estoy viva, Harry," susurró, acariciando la barbilla del joven con la mano izquierda, "Y te extrañe… Dios mío ¡como te extrañe!"

Harry tragó fuerte. Había tanta ternura, tanta devoción y tanto amor reflejados en esos hermosos ojos marrón que lo hacían sentir mareado. ¿Cómo podía? Después de todo lo que ella había sufrido por su culpa. ¿Cómo podía ser que lo quisiera tanto?

"Prométeme…" suplicó el joven, su voz apenas un susurro mientras descansaba las manos sobre los hombros de su amiga. "Solo prométeme Mione, que… que nunca… jamás… harás algo tan peligroso como lo que hiciste en el baile."

Hermione nunca contestó… por lo menos no con palabras. Lo que si hizo fue sonreír una sonrisa lánguida y apaciguadora, y con el dedo índice acarició desde el pecho de Harry… el hueco del cuello… la línea de su mandíbula… la punta de su nariz… el arco de su mejilla… la cicatriz en su frente – la marca que le había traído tanto dolor ahora actuaba como origen de sensaciones de placer.

Levantó su otra mano y acarició el labio inferior de Harry con el dedo pulgar. El chico suspiró, temblando, razonando correctamente que ella intentaba distraerle, pero encontrando que no podía hacer nada para detenerla.

"Mione…"

Y entonces, se inclinó sobre él, y dejó que sus labios descendieran sobre los de él.

Fue un beso lento y tierno, como la primera vez esa noche en el balcón, pero también era terriblemente singular, porque solo la idea de que por poco perdía la oportunidad de besar esos labios nuevamente lo hacía mucho más dulce.

Los ojos de Harry se cerraron en contra de su voluntad, sus manos caminando bajando sin prisa por los lados del cuerpo de la chica, hasta que descansaron sobre la exquisita curva de sus caderas. Intentó recordar en lo que estaba pensando antes de esta gloriosa caricia, y por un instante, pensó que lo había logrado.

Hasta que Hermione levantó las manos y las hundió dentro del cabello de Harry, y su lengua paseó lánguidamente sobre los labios del joven. Guiado por una súbita e inexplicable hambre, abrió su boca para recibirla, saboreándola por primera vez en lo que parecía ser una eternidad.

Por Merlín… su sabor era aun más dulce de lo que él recordaba, un sabor que le recordaba todo lo que él amaba… el viento en su cara cuando volaba en su escoba… el aroma a tinta y pergamino impregnado en la piel de Hermione después de un día particularmente ocupado en la biblioteca… sentir la grama recién cortada cuando estaba sentado junto a ella bajo la sombra de este mismo árbol… la sensación de sus rizos acariciando su mejilla cada vez que ella recostaba su cabeza en el hombro de Harry.

Eran esos momentos – quizás ordinarios para otras personas – que hacían que todo el dolor que él había experimentado en su vida valiera la pena… solo por tener la oportunidad de experimentarlos nuevamente.

Sus lenguas se movían frenéticamente, y algo torpes, en su exploración mutua, y sin embargo, él sentía como si ella estuviese bebiendo de su alma de la misma manera en que le parecía que estaba robándose el aire de sus pulmones. El agarre de ella sobre el cabello de Harry lo acercó aún más. Las manos de él, que antes descansaban en las caderas, ahora exploraban la curva de su posterior. Le haló repentinamente hasta que las caderas de ambos chocaron.

Ella era fuego, y el se moría por ser quemado. Se alimentó del gemido de ella, devorando sus suaves labios, complacientes bajo el firme asalto. Las llamas del deseo acariciaban lugares en él que no sabía ni que existían, exigiendo aún más. Pero se forzó a ser tierno, una hazaña por si misma considerando la magnitud de su deseo por ella.

Demandaría el título de "El Hombre Mas Feliz En La Tierra" en su epitafio si solo se le diera la oportunidad de despertarse a esto todos los días.

Pero algo más estaba ocurriendo.

Era verdad que él se estaba ahogando en las sensaciones ocasionadas por esa boca y esas manos sobre su piel, y esas caderas frotando contra las suyas.

Pero había otras sensaciones también… sensaciones que él no podía explicar… como la sensación inconfundible de estar bajo el agua… de romper la superficie… de intensa luz tocándole la piel… de un viento que parecía levantarlo del suelo y llevárselo hacia las nubes…

Era algo tan fascinante como preocupante.

Hermione debió haber detectado que algo en Harry había cambiado, porque abruptamente detuvo el beso y lo miró con preocupación. "¿Qué pasa? ¿Te lastime? ¿Te duele algo?"

El chico no pudo más que sonreír. Aquí estaba el regalo más grande que la vida le había dado… sus labios hinchados y rojos por sus besos… la piel en el hueco de su espalda caliente y rogando por ser acariciada… sus ojos llenos de compasión y comprensión… preocupada porque quizás le estaba haciendo daño.

La vida de verdad que tenía un sentido travieso de la ironía.

Tomando una página del libro de Hermione, Harry bajó la cabeza para besarla nuevamente, ahora en un suave y sensual beso. Ella suspiró dentro de su boca, cerrando los ojos, a la misma vez que las ahora familiares corrientes eléctricas viajaban a cada esquina del cuerpo del chico. Por Merlín… ¿Quién podía pensar en profecías, señores tenebrosos, mortífagos y en milagros inexplicables cuando esta era la alternativa?

Si algo había aprendido Harry por experiencia es que todo lo bueno tiene que terminar.

"¡Ya está! ¡Me regreso al castillo antes de que me vuelva loco! ¡Los espero en las puertas!"

El beso terminó abruptamente cuando Harry y Hermione rompieron a reír. Ella le dio un último y suave beso en la esquina de la boca mientras Harry le gritaba al pelirrojo, "¡No te vayas!"

Con una sonrisa, Ron caminó hacia ellos. "¡Solo si dejan de intercambiar saliva por un momento! Necesito tiempo para sanar mi frágil mente." Ya se encontraba parado al lado de la arrodillada pareja, ofreciendo una mano a cada uno para ayudarlos a levantarse.

Hermione fue la primera en aceptar la oferta de Ron, liberándose del abrazo de Harry e incorporándose con la ayuda de su otro amigo. Tan pronto como estaba parada, le dio un puñetazo en el brazo. "Las muestras de afecto públicas son algo completamente natural, Ron" explicó con juguetona seriedad, tomando a Harry de la mano. Todavía estaba débil por toda la actividad y necesitaría la ayuda de ambos.

"Puede ser algo natural para el resto de la escuela," Ron gimió mientras Hermione y él ayudaban a Harry a levantarse, "pero va a tomar un poco de tiempo en lo que yo me acostumbro. ¡Por Merlín! ¡Es como ver a Fred con su lengua dentro de la garganta de Ginny!"

El rostro de Hermione se contorsionó en una expresión de absoluto disgusto. "¡Ewww! Eso es más que asqueroso, Ronald."

"¡Y ese es mi punto!" continuó Ron, tanto Hermione como él pasando la sonrisa en el rostro de Harry por desapercibida. La escena se sentía tan familiar que no pudo más que sentirse agradecido de haber regresado a casa. "Pero es que ¿no te das cuenta cuan perturbador es para mí ver a Harry agarrándote el…"

Hermione interrumpió a Ron antes de que este pudiese terminar la oración. Solo Dios sabe lo que ella hubiese hecho si él se hubiese atrevido a terminar esa línea de pensamiento. "Harry no me estaba agarrando… agarrando…"

"En realidad, Mione," dijo Harry con un dramático suspiro mientras se agarraba de la cintura de su novia, 'si había un poco de agarre envuelto."

Hermione fingió sentirse impaciente con ambos… algo en lo que tenía muchísima práctica. Cruzando los brazos sobre su pecho y en su mejor voz de profesora, "El verbo agarrar implica una acción ruda o torpe… lo que tú estabas haciendo implica un verbo como acariciar… o quizás algo de…"

Le llegó el turno a Ron de ponerse verde. "Creo que acabo de probar mi propio vómito."

"Me alegro. Te lo mereces," dijo Hermione con una sonrisa orgullosa. En un instante había agarrado a Ron por la oreja y, apretando, le advirtió, "La próxima vez no seas tan presentado."

"¡Ouch!" Ron se sacudió del agarre de Hermione mientras esta descansaba su brazo sobre los hombros de Harry. "¡No lo puedo evitar! Es como ver a dos jugadores de Quidditch chocar a 100 metros del suelo… doloroso, traumático, pero no puedes parar de mirar." Dio un paso hacia atrás para evitar que Hermione le golpeara nuevamente.

No pasó desapercibido por Harry que la amistad que Hermione y Ron habían compartido por años ahora parecía más fuerte que nunca. Irrompible. Y era lo natural. Él no se podía imaginar por lo que los dos habían pasado estas últimas semanas. Casi sentía envidia. Casi. Apretó el agarre que tenía sobre la cintura de la chica, besando con suavidad el tope de su cabeza.

"Se te cayó esto," murmuró Ron, poniéndose en cuclillas para recoger algo del suelo. Era el objeto que Hermione había estado abrazando sobre su pecho cuando dormía. Le picaba la curiosidad a Harry para saber que era, y no tuvo que esperar mucho porque Ron rápidamente se incorporó al lado de Hermione, mostrándoles el origen del objeto.

"Oye, yo era guapo hasta de pequeño," bromeó el pelirrojo.

Era una fotografía en blanco y negro que mostraba a tres niños, una niña flanqueada por dos varones de su misma edad, todos sonriendo abiertamente, sin darse cuenta de que estaban siendo fotografiados. La mirada que esos niños compartían era tan profunda, tan llena de significado, que Harry no tenía palabras para describir.

Hermione descansó su brazo libre sobre los hombros de Ron, inconscientemente acercándolo hacia ella. Ninguno de ellos se dio cuenta de que habían adoptado la misma posición que los niños de la fotografía. Con la mirada quieta sobre el retrato, ella dijo, "Colin me regaló esto después del baile… la tomó en la fiesta de final de nuestro segundo año. ¿Recuerdan?"

"Como podría olvidarlo," susurró Ron, "Ginny estaba a salvo. Te habías recuperado de la petrificación. Y Hagrid había sido liberado de Azkaban."

Harry sintió como se le hacía un nudo la garganta.

Cinco años… parecía que una eternidad había pasado desde ese feliz día. Pero ahí estaban… Ron… con sus mejillas pecosas, cabello en llamas, y la patentizada sonrisa Weasley… Harry… flaco, de cabello revoltoso, con anteojos que eran muy grandes para su rostro, sonriéndole a la chica en el medio… su Hermione, del cabello rebelde, tiernos ojos marrón y una sonrisa de oreja a oreja, su mirada llena de afecto moviéndose de un chico al otro.

La mirada de Harry se movió desde el retrato hasta las dos personas que estaban paradas a su lado. Aquí estaban… tal como lo habían estado cinco años antes… a su lado.

El tiempo había llegado para una conversación que se había tardado más de diecisiete meses en realizarse.

"Ron, Hermione… hay algo que deben saber."

La gravedad en su voz era obvia, y tanto Ron como Hermione levantaron la mirada del retrato con rostros preocupados. "¿Qué pasa, amigo?" preguntó Ron, mientras su novia le apretaba el hombro suavemente en señal de apoyo.

"Siéntense, por favor…" suspiró Harry, señalando hacía el árbol. Tanto Ron como Hermione compartieron una mirada ansiosa, pero finalmente soltaron a Harry y tomaron asiento sobre las raíces del árbol.

A Hermione no le pasó desapercibido el hecho de que el lago había captado la atención de Harry. "¿Qué sucede?" preguntó con suavidad la chica.

Su amado permaneció callado por un largo rato, mirando el reflejo de la recién aparecida luna sobre la superficie del lago. No podía explicarle a sus amigos lo que estaba sintiendo, ni tampoco lo podía entender.

El lago… le llamaba.

Un temblor le recorrió el cuerpo cuando sintió unas manos transparentes tomándolo por los brazos, y el fantasma de unos labios femeninos posados sobre su cicatriz.

Crookshanks, quien se había mantenido alejado del joven, se le acercó sigilosamente. El gato acarició la pantorrilla de Harry con su peluda cabeza, un gesto que provocó que el chico despertara de su estupor.

Parpadeó una y dos veces, tratando de reenfocarse en la tarea que tenía a cargo. Saludó a la mascota con una cariñosa caricia detrás de las orejas antes de tomar asiento en una roca, frente a frente a sus mejores amigos, sintiéndose sumamente cansado. "¿Recuerdan…", comenzó a decir, "… la profecía en el Departamento de los Misterios? La que hablaba sobre mí y sobre…"

"Claro que nos acordamos," interrumpió Hermione, asintiendo imperceptiblemente. "Le dijiste a Bellatrix que sabías lo que decía."

"Con esa mentira nos compraste un poco más de tiempo," dijo Ron.

"Bueno… no era exactamente una mentira," suspiró Harry. "Sé lo que decía."

"Pero, ¿cómo? La esfera de la profecía… nos dijiste que fue destruida antes de que tuvieses la oportunidad escucharle," racionalizó Hermione.

Harry asintió. "Cierto. Pero aunque la esfera fue destruida, la persona que la grabó sigue con vida."

"Dumbledore," infirió la chica con rapidez. Ron le dio una de esas miradas que le decían "Como-rayos-sabes-eso" como las que le dirigía durante Pociones, mientras que Harry le respondió con una casi imperceptible sonrisa.

"Después de la muerte de… de Sirius… Dumbledore me llamó a su oficina… y me contó sobre la Profecía."

"¿Qué dice?" preguntaron Ron y Hermione simultáneamente.

Él había grabado esas palabras en su memoria, repitiéndolas una y otra vez en su cabeza durante los días que permaneció encerrado en el cuarto de Buckbeak, descuidando la ingenie y el alimento en un intento por castigarse por la muerte de su padrino. Pero hasta él mismo se sorprendió con la facilidad con que pudo compartir su oscuro secreto.

"El único con poder para derrotar al Señor de las Tinieblas se acerca... Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor de las Tinieblas lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor de las Tinieblas no conoce... Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida... El único con poder para derrotar al Señor de las Tinieblas nacerá al concluir el séptimo mes"

El silencio se hizo pesado. La expresión en el rostro del pelirrojo era de total concentración, su cerebro procesando esas palabras una y otra vez. Hermione se mordía el labio inferior, su mirada divagando nerviosamente hacia el lago, frotándose las manos en un intento por combatir el frío que repentinamente se había apoderado de ella.

Harry dio un pequeño brinco cuando la voz de Ron rompió el incómodo silencio, "¡Espera! Por eso es que el Imperdonable que te lanzó Bellatrix no te pudo matar. Cuando Él-Que-No-Debe-Ser-Nombrado te atacó cuando eras un bebe, él te escogió como su igual. ¡Significa que eres indestructible!"

Harry le hubiese prestado atención a lo que decía Ron si no estuviera tan preocupado por Hermione. Primero, ella parecía no compartir la interpretación positiva de Ron sobre el mensaje sibilino. De hecho, ella estaba completamente quieta, su mirada sobre las oscuras aguas. Si no hubiese sido por el movimiento de su pecho al respirar, Harry hubiese temido que alguien le hubiese lanzado un encantamiento de petrificación.

"¿Estas bien, Hermione?" preguntó con voz preocupado.

Cuando Hermione le devolvió la mirada, él se dio cuenta de que había lágrimas frescas en sus ojos. En contraste, la cara de la joven brillaba con una fuerza que había visto en ella en pocas ocasiones. Sus miradas se cruzaron. "Solo puede terminar así, ¿verdad?"

"¿Terminar como?" preguntó Ron.

Con su mirada aún sobre Harry, Hermione contestó, "O Harry destruye a Voldemort… o Voldemort mata a Harry."

"Pero eso significa…"

"Que lo peor esta por venir," ella susurró, desviando la mirada justo cuando una cristalina lágrima comenzó a rodar por su mejilla. Rápidamente se secó con la manga de su suéter, tratando de no seguir llorando al morderse los labios. Ron, quien parecía tener dificultad en aceptar el significado de la profecía, inconscientemente puso su mano sobre la rodilla de su amiga y apretó tiernamente, compartiendo su preocupación.

"Miren," comenzó a decir Harry con voz cansada, "No les… no les dije esto para preocuparles."

"¿Y que esperas?" contestó Ron, su ceño fruncido.

"Espero que acepten…" explicó Harry, "Les estoy diciendo esto por que les quiero advertir. Nunca han abandonado mi lado, pero llegará el momento en que tendré que pelear solo. No hay nada que puedan hacer para ayudarme."

Hermione le miró cara a cara y, con voz calmada, pero con la fiereza que él acostumbraba asociar con ella, dijo, "Me rehúso a creer eso."

"Yo también," asintió Ron.

El-Niño-Que-Vivió cerró los ojos, soltando un sonoro gemido. Podía contar con que sus amigos tomarían el camino difícil para todo. Finalmente murmuró entre dientes, "No es como si yo tuviera algo que decir sobre eso. ¡No es mi decisión!"

La escuchó estirarse al levantarse, el sonido de la grama siendo aplastada bajo la suela de sus zapatos una clara indicación de que se estaba acercando. El no se atrevía abrir los ojos, pues sabía que perdería la batalla antes de que siquiera comenzara. Ella se detuvo, acuclillándose entre las piernas de Harry.

"Harry, mírame."

¿Por qué tenía que pedirle eso? ¿Acaso ella no sabía que él era incapaz de decirle que no? ¿Acaso ella no sabía que estaba haciendo esto por el bien de ella y de Ron?

Hermione tomó el rostro de su novio en sus manos tiernamente. Estaba tan cerca que él sentía el aire que escapaba de entre sus labios sobre su propia piel. "Harry… mírame."

Él abrió los ojos y le miró… la joven que recientemente él había descubierto amaba más que a si mismo. Y sobre su hombro, el pelirrojo que había compartido sus más grandes aventuras desde que se habían conocido en una estación del tren hacía tantos años.

"Hace un rato," Hermione comenzó a decir, "tú me dijiste que mi amor te había salvado… que te había dado la fuerza para enfrentarte a Bellatrix. ¿Estabas mintiendo?"

Harry parpadeó, confundido, sin poder descifrar la lógica tras esa pregunta. "Por supuesto que no… pero ese no es el punto…"

"Eso es exactamente el punto," dijo la chica con una suave sonrisa, "te amo ahora más de lo que te amaba hace un momento." Acaricio sus mejillas con infinita ternura, "Y Ron también te ama."

Ron clarificó sin necesidad, "Un amor de hombre heterosexual, por supuesto."

Hermione continuó, "Y estoy segura de que el amor… lo que Voldemort nunca ha conocido de este mundo… y de ti Harry… es lo que te ayudará a derrotarlo… de una vez y por todas."

Harry vio con claridad a sus amigos por primera vez en su vida. Aún estaban visiblemente sacudidos por la verdad sobre la Profecía. Y sin embargo, las expresiones en sus rostros eran unas de fuerza, de aceptación, de incansable determinación. Esos eran los rostros de dos personas que no iban a renunciar a lo que habían aceptado como su propio destino.

Y Harry Potter finalmente entendió. "Irían conmigo hasta el mismo final."

"¿Viste, Mione? Después de seis años ¡al fin se da cuenta!" Ron bromeó. Rápidamente se levantó y caminó hacia ellos. Descansando una mano en el hombro de su amiga y la otra sobre Harry, añadió, "Si me preguntas, tu novio es un poco tonto."

"No tienes porque decir eso, Ronald," dijo Hermione, mirándole con aprecio, "Yo ya lo sé."

"Hey," se quejó Harry con una gran sonrisa, "¡los estoy escuchando!" Hermione solo le sonrió, y usando el agarre que tenia sobre su hombro para acercarle a un más, le besó con suavidad.

Pudo escuchar el gruñido de repulsión que emitió la garganta de Ron, y se quedó esperando por un comentario bromista del pelirrojo. Pero para su sorpresa, el único sonido que le llegó a los oídos fueron los gritos de una enfermera sin mucha paciencia.

"¡SEÑOR LONGBOTTOM! ¿QUÉ CREE QUE ESTA HACIENDO EN ESA CAMA?"

Hermione frunció el ceño, mirando a sus amigos como si estuviera completamente segura que ellos no tenían algo que ver con lo que acababan de escuchar. "No quiero saber que esta pasando… pero creo que Harry tiene que volver a la enfermería. ¿Tengo razón?"

"Siempre la tienes, Hermione," murmuró Ron, ayudándole a levantar, "Y espero poder estar contigo en el día en que finalmente te equivoques."

"Ha, no cuentes con eso," replicó Hermione con una orgullosa sonrisa mientras ayudaban a Harry a incorporarse. No se sentía muy seguro en sus propios pies, un problema que Hermione rápidamente resolvió al descansar el brazo del Gryffindor sobre sus hombros, rodeándole la cintura con su brazo para mantenerlo cerca y ayudándole a cargar con su peso.

"¿Necesitas que te ayude?" preguntó Ron con un poco de preocupación. La chica solo sonrió y sacudió la cabeza en negativa. Y con eso, Ron comenzó a caminar hacia la entrada del castillo, la fotografía aún bajo su brazo, con Harry y Hermione a solo unos pasos tras él.

"¿Y qué vas a hacer ahora?" preguntó Harry, jugando distraídamente con uno de los rizos de la chica entre sus dedos.

"¿Yo? Pues tengo mucha tarea por hacer. Últimamente no había tenido muchas ganas de ponerme a trabajar en eso," ella contesto, rápidamente añadiendo, "Me llevaré las cosas a la enfermería, por supuesto. Tú también tienes mucha tarea por completar." Harry estaba agradecido que su novia había decidido ignorar la cara de repulsión que la idea de hacer tarea había provocado en él. Pero la presencia de Ron le dio a Harry una mejor idea.

Asintiendo hacia la dirección de Ron y asegurándose que Hermione lo pudiese ver, Harry respondió con una sonrisa, "Tengo una mejor idea. Digo, ya que vas a estar en la enfermería… quizás me puedas ayudar con mi baño de esponjas y…"

No pudieron aguantar la risa cuando vieron a Ron taparse los oídos y salir corriendo, gritando "La-La-La-La" una y otra vez como un loco.

"Me voy a divertir molestándolo," admitió la joven, apretando su agarre sobre la cintura de Harry.

Harry soltó un suspiro de felicidad y alivio, un curioso pensamiento colándose en su cabeza. "Y pensar que todo esto empezó cuando Snape…"

"¿Qué?"

"No es nada," murmuró avergonzado. Definitivamente no tenía ánimos de compartir con su novia esa parte de la historia.

"Espera," dijo Hermione mientras detenía su caminata. Alcanzó con la mano el bolsillo trasero de su pantalón, sacando su varita. Harry sonrió mientras la chica se paraba frente a él, conociendo muy bien en que iba a parar esta acción. "¿Sabes? Cualquiera diría que después de casi siete años en Hogwarts ya hubieses aprendido a reparar tus anteojos."

"Pero no sería lo mismo," respondió con un guiño del ojo.

"Cierto," contestó Hermione, una sonrisa de satisfacción en su rostro. Hizo un suave movimiento con su varita antes de tocar con la punta los anteojos de Harry y susurrar, "Oculus Reparo." El lente roto cesó de existir.

Harry la abrazó hacia él, descansado su barbilla sobre la cabeza de su amiga. Un rico calor se esparció por todas las extremidades de su cuerpo cuando sintió que Hermione le devolvía el abrazo. Se envolvió con su aroma, sereno con la realización de que ella estaba ahí con él. "¿Qué me haría sin ti?" murmuró entre sus rizos.

Ella levantó el rostro lo suficiente como para mirarle a los ojos. "Te prometo Harry… nunca encontrarás la contestación a esa pregunta."

Y le besó una vez más.

En ese instante, el futuro se volvió certero en la mente del joven Potter… él cumpliría con su destino… destruiría al Señor Tenebroso… y ganaría la oportunidad de vivir la vida que siempre había deseado… junto a ella.

Juntos, continuar andando el camino de regreso a su hogar compartido, con una peluda bola de color jengibre brincando a solo unos pasos de ellos.

"¿Sabes?" comenzó a decir Harry cuando finalmente alcanzaron las puertas del castillo, con una traviesa sonrisa en el rostro que contrastaba con el sonrojo de sus mejillas, "No estaba bromeando del todo cuando sugerí lo del baño de esponjas."

Hermione le dio una de sus miradas que le decía que no sabía si quería besarlo o si quería golpearlo.

O ambas cosas.

"No tientes a la suerte, Harry," le contestó su amiga, con una sonrisa que tenía igual cantidad de timidez como de travesura.

Era una sonrisa que Harry deseaba poder ver por el resto de su vida.

Poco sabían que sería su amor – tan insignificante como una piedrecilla que rompe la superficie del océano – lo que finalmente decidiría el futuro de todo lo que estaba atrapado en esta red llamada vida.

FIN

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Hola chicos y chicas,

Primero que nada, mil disculpas por el mucho tiempo que me ha tomado postear este último capitulo. Pase por muchas situaciones (incluyendo enfermedad, accidentes, y problemas en el trabajo) que me mantuvieron alejada de la computadora por meses. Les agradezco su paciencia conmigo, y espero que el tiempo no haya afectado su disfrute de esta pequeña historia.

Muchisimas gracias a Mileya por servir de beta en la edición original, y por trabajar en la traducción de la primera parte de este capitulo al español. Danke, meine schwester.

Y ya que finalmente están leyendo este último capítulo, se deben haber dado cuenta de que hay preguntas que quedaron sin contestación. ¿Por qué? Porque "Atrapado en una Red" fue concebida originalmente como la primera parte de una trilogía. Pero como me tomo tanto tiempo y energía terminar la primera, aún no estoy completamente segura de que podré continuar con la segunda. Así que hasta que tome una decisión final, tengo una proposición: me pueden dejar un comentario con cualesquiera preguntas que tengan sobre la historia, y las contestaré encantada siempre y cuando la contestación no comprometa las secuelas.

Por último, pero ciertamente lo más importante, quiero dedicar esta historia a esas personas que he conocido a través de esta historia. No mencionare nombres porque ustedes saben quien soy. Su apoyo y su amistad significan el mundo para mí. Son amigas (os), confidentes, y hermanas (os).

Les quiero con todo mi corazón.

Y a todos los que me dejaron uno o mas mensajes durante el transcurso de este viaje, muchísimas gracias desde el fondo de mi corazón. No hubiese terminado esto si no hubiese sido por el apoyo de ustedes. ¡GRACIAS! Perdónenme que no les conteste aquí a cada uno de ustedes, pero las reglas de han cambiado y no ven eso con buenos ojos.

Que todos sus sueños se hagan realidad,
Anasazi

PD. Love you Hibari! ¡Gracias por hacerme reír con lo de "Bellatrix es una pederasta".

PPD. Te quiero mucho, Glendy. Nunca lo olvides.