Capítulo 5. Bella y dulce venganza.

-¡Es imposible que no podamos ir! – exclamaba una enfurecida Claire a su ingreso a la Torre de su casa, dando patadas a todo lo que encontraba enfrente, y tumbándose en un sofá, cruzando altaneramente sus brazos.

-Claire: Es imposible que nosotros podamos asistir, somos apenas chicos para esas fiestas¿no crees? – intentaba conciliar Lily, pero fue en vano. A pesar de conocerla de poco tiempo, sabía muy bien que con la rubia nunca se podría llegar a un acuerdo convincente. Terca a no más poder, la chica hacía oídos sordos de lo que la pelirroja decía. Ésta no tuvo más remedio que callar y mirar a otro lado, con semblante de derrota.

-Bueno... Calma, Claire. Espera hasta tercero o cuarto. El tiempo pasa rápido. ¿No te has dado cuenta de eso? – argumentaba Ashley con lógica, tomando asiento a lado de Lily.

Claire le dirigió una mirada de cizaña, pero tal vez lo razonó todo dentro de sí y exclamó que tal vez podría ser verdad. Así sus ánimos subidos de tono bajaron levemente.

-Ashley tiene razón. No te desesper... – Pero la frase fue cortada abruptamente.

-Muy bien. Creo que esa noche podríamos aprovechar que estaremos solos para ultimar detalles... ¿No les parece? – unas voces pícaras, tan desagradables para oídos de cierta chiquilla pelirroja resonaban cada vez más cercanas al lugar. Y afirmaciones burlescas seguían a la interrogante propuesta por el muchacho.

-Creo que mejor me retiro a dormir. Buenas noches... – pero Lily, al casi dar al primer escalón a los dormitorios, fue detenida por otro llamado, aún más molesto que el anterior.

-Evans¿solamente por vernos tú te retiras? Creo que si mucha gente supiera de ese trato no te reconocería y por tus majaderías tu reputación bajaría. – trataba de asegurar Sirius como queriendo adivinar una difícil profecía. Rodando los ojos, ella se volvió:

-Black: Si me voy es por que en realidad estoy cansada, no por que no tenga ganas de verlos. ¿O crees tú que mi existencia se mueve alrededor de ustedes? –

Antes de que el moreno dijera algo, un sonoro bufido tuvo lugar en la sala. Lily se retiraba hastiada, precedida por Claire y Ashley, quienes permanecían inmutables.

-Es chica difícil, James. – aseguraba el chico de ojos grises sarcásticamente, propinándole un codazo en el antebrazo izquierdo.

-¿A qué te refieres? – cuestionaba él intentando calmar el ánimo que se asomaba en su rostro: ajetreado en responder algo inteligente para callar rápidamente la boca de su amigo.

-Te gusta. – afirmaba el moreno dándose aires de sabio.

-¿Qué me gusta? Estás loco, de plano. – exclamaba el chico entrecerrando los castaños ojos, escondidos detrás de sus redondas gafas. – Mejor vamos a dormir: no vaya a ser que el insomnio te haga más daño de lo que ya obró.

Y así los dos chicos arribaban a la habitación de varones de la Torre sin dirigirse una mirada, ya que James se encontraba ligeramente molesto con su mejor amigo.

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El baile no fue lo que todo mundo se esperaba; de hecho resultó ser más fiasco que la elegancia prometida, gracias a las bastantes limitaciones que los profesores impusieron, en especial el temible profesor Figuas y McGonagall, así que las personas que no tenían oportunidad de asistir a él daban gracias de no haber perdido su tiempo. Y la vida seguía más que igual y en un plano medio al pasar de los días: Ya era una arraigada costumbre que Snape fuera el pobre blanco de burlas y objeciones por parte de James y Sirius, quienes habían decidido nombrarlo Quejicus, gracias a las constantes quejas que hacía apelativas a los muchachos. Remus y Peter supuestamente se mantenían al margen de aquellos asuntos, y el tiempo que se perdía lo aprovechaban en algo más productivo, según a sus palabras. Pero se cayó en la cuenta de que ellos sólo estaban ayudando a maniobrar las "aventuras" de sus amigos por el castillo, pero se decidió mantenerlo en secreto. La única que no debía saberlo y era capaz de sacarlo a la luz cuando llegara a tener conocimiento de aquello, era la alumna preferida de la mayor parte de los maestros: Lilian Evans. Siempre aplicada, siempre correcta, siempre disciplinada. Era una rutina, la cual a pesar de lo tediosa que era ya se había aprendido a convivir con ella. Y la pelirroja estaba orgullosa de aquello.

Las vacaciones de Navidad anunciaban su llegada, y el grupo de amigos de James tenía planes de permanecer en el castillo en lo que duraban. Pero no contaron con que Lily y sus dos mejores amigas ya habían firmado el pergamino que su jefa de casa había repartido en la clase de Transformaciones. Y la noticia les cayó como balde de agua fría.

La hora de la comida fue aprovechada por el castaño para confirmar lo que él llamaba "la muerte súbita". Sigilosamente tomó asiento a lado de una solitaria Lily, quien tomaba lectura en silencio, acercó su boca al oído derecho de ella, y mientras Sirius aguantaba carcajadas...

-Hola Lily. – Ella dio lugar a un fuerte sobresalto y a la risa del niño de ojos grises, la cual resonaba con resistencia en el comedor, despertando las miradas de ira encendida por parte de los profesores, y ¿por qué no, de los Slytherin. Aún así, siguió aullando insolentemente, y un golpe de James lo hizo reaccionar.

-Potter – enseguida soltó un resoplido tratando de controlarse – vete de aquí antes de que llame a la profesora McGonag... –

-Mira Evans. No vine aquí para platicar contigo sobre mis aventuras. – Ella bufó, volviéndose a su libro. – Solamente quiero saber si tú y tu manada de amigas se quedarán en el Castillo. – Lo que más hubiera deseado el muchacho era una respuesta negativa, pero lamentablemente, la pelirroja le confirmó la "fatádica" noticia. Lo peor fue que ella sonriera burlonamente ante la cara que su compañero daba a conocer.

-Ehm... Bueno... Sólo quería saber si era cierto, por que me lo comentaron, y... bueno. Gracias por tu respuesta. – Acto seguido, él y Sirius salían del Gran Comedor cabizbajos. ¡Evans les arruinó las maravillas vacaciones que venían planeando desde hacía semanas!

-Potter, prepárate. – susurraba Evans quitando su mirada sobre el libro, ya que sus amigas arribaban a la mesa y seguramente no podría leer en paz, así que interrumpió su actividad hasta ese momento.

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Por fin, las vacaciones habían hecho su aparición sobre los terrenos de Hogwarts: Los copos de nieve habían hecho par a la temporada y caían espiritosamente en el lugar, para gran deleite de los alumnos que habían decidido pasar las vacaciones en el colegio. Doce pinos cuidadosamente adornados engalanaban con soberbia el Gran Comedor. Lily, Claire y Ashley habían visto al guardabosques Rubeus Hagrid realizar aquella labor, y al profesor Flitwick hacer levitar las esferas. Las lechuzas de colores dorados y marrones daban el toque perfecto a los pinos, y sus presencias maravillaban a los alumnos.

El castillo lucía triste, con un tinte de oscuridad impregnado en sus múltiples y complicadas paredes, gracias a las sinfines de deberes que les fueron encargados a los alumnos, especialmente de las materias de Defensa Contra las Artes Oscuras, Pociones (por más raro que pareciera. Roman no era así.) y Transformaciones. Y a eso, un extraño fenómeno venía ocurriendo desde los días que los pasillos ahora eran simples escondites para las pandillas: existían corredizos que, cuando alguien pasaba por ellos, se juntaban entre sí extendiendo temor hacia ellos. Unos los describían como "pasillos vivientes"; otros decían que eran laberintos. Al final se supo que era un encantamiento especial que Dumbledore usó para divertir a los pocos alumnos que habitaban el lugar, aunque sólo consiguió el resentimiento de los muchachos y diversos sobrenombres como "vejete maniático". Unos cuantos no hacían caso de las advertencias dadas y se perdían a propósito entre las frías paredes, y no eran sacados de ahí hasta que un profesor advertía presencia de jóvenes dentro de él.

Pero para el grupo conformado por James, Sirius, Remus y Peter nada era igual, o era poco lo que les hacía recobrar el ánimo: Quejicus había decidido marcharse del castillo para pasar las vacaciones en su casa. No había nadie a quién molestar... pero quedaba Evans. Aquella pelirroja a la cual disfrutaban ver enfurecida y perdiendo los estribos gracias a ellos. Y de hecho, por la retirada de Snape decidieron divertirse un poco a costa de la muchacha.

Como era la "soplona de McGonagall", James y Sirius decidieron perderse a propósito dentro de los corredizos hechizados para transformarse en complicados laberintos, aun a tientas de ser castigados.

-De verdad que esto es como lo pintan. – exclamó Sirius observando con gran maravilla cómo las paredes se unían con otras, y los cuadros se perdían entre ellos: Otro fenómeno del cual los retratados no quisieron saber más, y cuando sucedían, escapaban desesperados hacia los cuadros más lejanos posibles de esos pasillos.

-Pero eso no es gran cosa comparada con lo que haremos a Evans... – pero fue interrumpido por una misteriosa mano que lo detuvo secamente. El muchacho sintió cómo una emoción parecida a la de varios cubos de hielo atravesaban toda su entidad.

-Hola... Potter – saludaba una sarcástica Lily Evans a un asustado James. – ¿Con que divirtiéndote? –

-Evans... No, esto no es... – trataba de argumentar él en vano.

-Sí, sí, Potter. Me imaginaba que estarías de aventura con Black – le dirigió al aludido una desdeñosa mirada. – Y por eso es me encuentro aquí. –

Una luz resplandeció en la mente de James: Lily se había colocado la soga al cuello. ¡Ella misma cayó inconscientemente en su trampa!

-Ah... esto... – las palabras se escapaban de su boca. – Muy bien, Evans. Creo que quieres jugar limpio¿o me equivoco? –

-¿A qué te refieres? –

Verdaderamente era imposible que estuvieran "dialogando" como si de adultos se tratara. Pero decidió mejor acercarse al lado de Sirius e ir caminando por cualquier pasillo que se le atravesare enfrente. Y supo intuir que Lily quería meterlo en un lío mayor. Y para no creerlo: No se equivocó. Pensó en estudiar Clarividencia.

-Potter, por favor. –

-¿Por favor qué? – exclamaba Sirius de verdad molesto, agitando sus brazos. El plan ya venía resultando... Sólo era cuestión de tiempo...

-Por favor – y dio pasos gigantescos hasta llegar a él. – No vayamos más allá de estas paredes... – las señalaba con un sentimiento raro en ella.

-Evans... ¿Tú tienes miedo? – preguntaba James incrédulo y aguantando incontenibles ganas de reír como maniático, remarcando el "Tú".

-Mucho se ha comentado de estos pasillos que ya no sé qué pensar. – ofrecía la pelirroja como respuesta, susurrándolo ininteligiblemente.

Ahora el muchacho de pelo negro azulado y ojos grises no aguantó más y se echó a reír. Tirado en el suelo, ofrecía un espectáculo de verdad penoso. Sus otros dos compañeros lo miraban molestos, y más James. Podría echar a la borda el plan.

Silencio. Unos pasos tornaban hacia ellos. Los laberintos recuperaban su forma normal, dando lugar a la imagen de la dueña de aquellos pasos, y la cual hacía que su voz hiciera acto de presencia, resonando con un fuerte eco.

-Ay, Lily. Dónde viniste a parar. – exclamaba Claire mirando desdeñosamente a Black y a Potter.

Las paredes volvieron a perderse entre sí. Y las dos niñas echaron a correr, como si tuvieran previo conocimiento de la salida.

-¡Eh¡Evans, Milenks¡Vengan acá! – Los dos chicos padecían los estragos de la estupidez. Cayeron en la tonta y malograda trampa de ellas.

Mucho tiempo invirtieron en hallar un camino que los llevara a la esperada salida. Recorrían seguido los mismos caminos y fue común hallarse frecuentemente con topes de pared. Sólo cuando llegaron a deslumbrar un pequeño brillo blanquecino, cayeron en la cuenta de que la tan gloriosa y esperada salida se hallaba cerca, muy cerca. Mientras, pensaban en no volver a introducirse más en el laberinto. Y no se equivocaron. Bañados en sudor frío, salieron de ahí más que asustados. Pero algo los hizo detenerse.

-Oh, no. – sólo alcanzaron a esbozar, a gota fría.

-¿Qué tal su travesía, jóvenes? – Lily y Claire, conteniendo la risa, observaron tras una armadura pasar a dos alumnos que iban con paso saturado, sostenidos por el hombro por dos manos largas que, a pesar de ser jóvenes, tenían el gran poder de atemorizar con su sola presencia.

-Grageas de todos los sabores. – decía la mujer a una gárgola de piedra, dejando más sorprendidos a los chicos. No tuvieron tiempo de pensar, la mujer ya los conducía por las escaleras que giraban en forma ascendente. Ingresaron a una habitación que parecía hallarse solitaria, y los dos descubrieron lo fascinante que era.

-Ah, buenas noches, profesora McGonagall. – saludaba ni más ni menos que el director del colegio, Albus Dumbledore. Formal como siempre, sus pupilas color cielo se despedían de la nublada vista de los terrenos. Y dejó escapar una risueña sonrisa al ver a las enésimas víctimas del laberinto viviente, llamado así por él. Bajó lentamente de la pequeña torre que poseía su oficina, apoyándose en los pasamanos de las escaleras.

-Buenas noches, profesor. Traje a estos jovencitos; me fue reportado que se hallaban vagando por los corredores de la cosa que usted encantó. – Por el tono que usaba la joven profesora se notaba que aquella idea del laberinto no era de su gusto. – Se encontraban perdidos y pretendían hacer lo mismo con una de sus compañeras. – dijo rápido McGonagall.

-Está bien, profesora. Esta situación me obliga a retirar los encantamientos. A los alumnos aquí presentes¿sus nombres? – su interrogante fue respondida – Los señores Potter y Black sólo jugaban una broma, no es para tanto. Vayan a descansar, jóvenes. –

Ya cuando tomaban rumbo hacia la salida el hombre les chistó y replicó: – ¡Vaya aventura que quedará guardada en sus mentes! – les guiñó un ojo mientras su colega lo fulminaba con la mirada. – Buenas noches. – Y los dos se fueron pensando en la mezcla de simpático – maniático que era su director.

Iban por los pasillos temerosos de quedarse atrapados tras ellos, pero para su tranquilidad no fue así. Dumbledore tendría qué ser lo suficientemente rápido para desaparecer los hechizos. Sudaban fríamente, y por la excitación de los momentos anteriores, no dejaban escapar ningún comentario, ningún sonido. Decidieron que fue mucha acción para un solo día.

Varios sonidos se escuchaban a los lejos. Cuando estuvieron más cerca del Gran Comedor, se dieron cuenta que la mayor parte de los alumnos que habían decidido quedarse en Hogwarts en las vacaciones de Navidad se habían congregado en el salón. Unos charlaban; a la par que cantar clásicos villancicos. Otros quedaban sorprendidos tras los regalos sorpresa de sus comidas y varios más bromeaban y hacían travesuras, haciendo que el lugar despidiera una magia contagiosa. Casi al extremo inferior de la mesa de Gryffindor lograron deslumbrar a Peter y Remus. Ellos sólo se limitaban a observar. Por lo visto no habían pasado una buena tarde.

-¡Eh¡Remus, Peter¿Qué hacen? – cuestionaba el pelinegro acomodando su asiento a lado de ellos. Lupin volvió su mirada hacia ellos.

-Nada. Sin ustedes... – contestó en forma cansada.

-Fue por culpa de Evans. La quisimos perder en los laberintos, no sé cómo pero ella y Milenks supieron que nosotros nos encontrábamos ahí y después... ellas se fueron... – y siguió dando la clásica explicación, mientras una bludger estallaba a lado de ellos.

-Mejor olvidémoslo por hoy. – propuso James. – Ahora será Nochebuena, y lo importante es la diversión¿qué no? Luego seguimos hablando de eso. –

Aun con el rezongo de Remus, lograron levantarlo y fueron a los terrenos del castillo, que se hallaban completamente helados a causa de la nieve que aún seguía cayendo. Habían formado dos equipos para aventarse bolas de nieve, clásicamente formados por James – Sirius y Remus – Peter, resultando vencedores los primeros. Después de que sus infantiles rostros quedaran rojos por el frío y jadeando sin cesar, partieron riendo hacia el castillo, para estar puntuales a la hora de la cena de Nochebuena.


Hola.

Creo que fue mucho por hoy. En estos momentos me encuentro escribiendo el sexto capítulo, en el cual me adentraré en la forma como surgieron el clásico cuarteto nombrado "Los Merodeadores".

Espero sus comentarios, donde me pueden contar lo que les parece la historia y la forma en que se está desarrollando: Que si es cierto que me voy rápido, que si voy normal, dudas, felicitaciones (me gustaría pero en fin), sugerencias... Y más, por favor.

¡Saludos!