Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Assilem33, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Assilem33, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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4. Edward Cullen

Bella está tirada en el suelo rodeada de regalos. Finalmente los envolvimos todos y ahora quiere quedarse dormida conmigo.

Quiero mi regalo ahora.

—No tienes sueño, ¿verdad? —pregunto, agarrando su pie y arrastrando su cuerpecito hacia mí y lejos de los regalos.

—No —responde ella.

Aunque sí lo tiene.

—Está bien. Estarás bien despierta antes de que termine contigo. —Me pongo de pie, la levanto sobre mi hombro y le doy unas palmaditas en el trasero cubierto de lana.

—Tienes que hacer todo el trabajo —le indica a mi espalda, metiendo su mano por la parte de atrás de mis pantalones.

Ella me hace reír.

La arrojo a la cama y la veo rebotar dramáticamente en el colchón. Me quito la ropa y finalmente tengo su atención.

Se recuesta sobre sus codos, agarro mi erección y le doy unas cuantas caricias, viendo cómo se lame los labios.

—¿Vas a desenvolverme ahora?

—¿Puedo comerte?

Lentamente me masturbo, disfrutando de la vista de sus mejillas sonrojadas y sus ojos entrecerrados mientras me mira.

—Solo si puedo comerte a ti también.

—Tú tienes mejor sabor —replico, arrastrándome por la cama y sobre su cuerpo.

—Eso es cuestión de opinión...

La callo besando su boca abierta y metiendo mi lengua en su garganta. Me envuelve en sus brazos como un pequeño mono.

Es tan suave y cálida, y yo estoy tan cachondo que podría correrme frotándome contra el suave algodón que cubre mi parte favorita de ella.

Muerdo su labio y lamo su barbilla antes de agarrar la cremallera de su pijama con mis dientes y tirar de ella hacia abajo, usando ambas manos para abrirla.

—No te preocupes por rasgar el envoltorio —indica, quitándose las mangas de los brazos—, el envoltorio no importa, lo que está debajo es lo que cuenta.

—Tienes razón —le digo y chupo un pezón en mi boca.

Ella se mueve debajo de mí, levanta las caderas, sus manos intentan empujar la maldita pijama por sus piernas.

—¿Por qué usas estos? —cuestiono, moviendo mi cabeza hacia su otro pezón.

—Es Navidad —gruñe—. ¡Usas un pijama de mono en Navidad!

—¿Según quién? —pregunto, haciendo girar mi lengua alrededor de su bonito pezón.

—¡Yo! ¡Está bien, detén eso! ¡Quítame estas cosas antes de que muera!

Me río y suelto el pezón lentamente, mis manos agarran su pijama y se la arranco.

No lleva bragas.

—¿Estás mojada?

Sé que lo está.

—Ven y averígualo —pide, y le abro las piernas y me deslizo completamente dentro de ella—. Oh, Dios mío —susurra—, ha pasado tanto tiempo que olvidé lo que se siente.

Levanto las caderas y me deslizo más profundo.

—Han pasado dos días, nena.

—Oh. Bueno, se siente como toda una vida. Deja de hablar y hazme el amor bajo el muérdago.

—El muérdago es para besar.

—¿Según quién? —cuestiona sin aliento.

—Tú. —Beso su pecho y le hago el amor despacio.

—¿Qué sé yo?

Joder, la amo.


Par de calenturientos, son tal para cual, no creen?