Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 7
Edward
Caminé de un lado a otro esperando noticias sobre Bella. Después de controlar su ataque de asma había quedado agotada, la recosté sobre la cama y la dejé bajo la inspección de Alice.
— No has respondido, Anthony —insistió mamá— ¿está embarazada?
No volteé a verla, solo me incorporé rápidamente al ver a mi hermana.
— Bella está bien —anunció Alice al bajar las escaleras— la ayudé a poner su pijama y está tranquila y con sueño.
Exhalé sintiéndome mejor.
— ¿Y está embarazada?
— ¡Por todo lo sagrado, madre! —Exclamé de mal humor—. Te amo con mi vida, pero en muchas ocasiones eres imposible.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y su semblante decayó. Alice la abrazó de los hombros y le empezó a dar pequeñas palmaditas en la espalda.
Tiré de mi pelo y solté una profunda exhalación.
— Perdón, mamá —masculle entre dientes—. Bella no está embarazada.
Sería el hombre más feliz de este jodido planeta si ella estuviera esperando un hijo mío, evité decir.
— Bien —mamá resopló—. Ahora quiero que me expliques ¿por qué te casaste?
Rasqué mi nuca. En mi interior realmente no quería decir la verdad, me gustaba la idea que siguieran creyendo que la chica hermosa que vivía desde hace una semana conmigo era mi mujer.
— Bueno…
— ¿Qué pasó con la nueva vecina? —Jessica me interrumpió al adentrarse en la casa.
Demonios.
Ella se detuvo frente a nosotros sin dejar de frotar su pequeño vientre, así con su cabello sin peinar y sin una gota de maquillaje y vestida en pijamas empezó a hacer todo tipo de preguntas sobre Bella.
Me quedé pensativo observando su vientre, no había analizado que muy posiblemente teníamos epidemia en el pueblo porque la mayoría de las mujeres jóvenes estaban embarazadas. Jessica tenía cinco meses y Mike Newton era el hombre más feliz por el momento.
Caminé hacia las escaleras y me debatí entre subir o no, terminé eligiendo no molestar y salí a tomar un poco de aire.
Pateé el agua encharcada en el pasto.
Encendí un cigarro dándole una calada; el viento sopló y no fue necesario abrigarme. El frío era agradable porque adormecía la piel y evitaba pensar en cosas sin importancia.
Como por ejemplo: que ella no me recordara, aunque prometió hacerlo.
Había sido un completo imbécil. Un pobre iluso que seguía aferrado a un recuerdo fugaz y sin importancia.
Dejé caer el cigarro y lo destrocé con la bota.
Sintiéndome hastiado recorrí el patio hasta la parte trasera donde sujeté un hacha y empecé a destrozar un leño… cada hachazo era una sensación de libertad… de menos peso.
— Aún no hablas con Bella, ¿verdad?
Jasper llegó a mi lado y tomó una hacha del suelo ayudándome a partir leños. Necesitábamos suficiente para la chimenea.
— No tiene caso —respondí secamente— ella tiene su vida y yo tengo la mía, nuestros caminos son completamente opuestos.
No quería ver hacia la ventana, pero tenía complejo de idiota que terminé viendo detenidamente hacia ahí, su habitación. Puede que me haya imaginado, aunque fue notorio ver la cortina blanca moviéndose.
Mi imaginación no era tan buena para imaginar cosas de más. Seguí mirando.
— Cuando supiste que ella vendría tenías otra opinión —comentó dando otro hachazo. El rostro de Jasper era de un rojo encendido—. Pensaste en conquistar a tu primer amor.
Reí amargamente. Dolía llamarla así porque Bella estaba lejos de ser mi primer amor, quizá sí mi primer ilusión, mi primera…
Negué.
Con fuerza golpeé el leño mientras el hacha lo partía en dos.
— Tal vez lo mejor sea irme —expresé sin ánimo— ambos estamos incómodos y no es justo para Bella.
— ¿Por qué no hablas con ella? —Cuestionó Jasper—. Todos hemos cambiado, Cullen. No puedes culparla de haberte olvidado cuando ustedes eran…
— No toquemos ese tema —me negué a seguir con lo mismo.
Seguí haciendo lo mio por más tiempo hasta que el cielo se cubrió de negro; pude mirar de reojo cuando mamá, Alice y Jessica salieron de casa dejándome solo con Bella.
Adentré. En mi habitación y tumbado sobre la cama no podía dejar de pensar en ella.
.
Habían pasado tres días e hice lo mejor que pude para no verla y que Bella tuviera la mayor libertad para estar tranquila en su casa.
Era una noche agradable y apacible. Estaba en el ático buscando las decoraciones para adornar el pino navideño.
Entonces… Me asusté cuando la escalera se subió y la puerta se cerró provocando un fuerte crujido con la madera.
Me acerqué y la puerta estaba atrancada. Algo le impedía abrirse.
Golpeé con la bota para forzar la puerta y no cedió.
Escuché la risa ahogada de… ¿Jessica?
Demonios.
— ¿Jessica eres tú?
De nuevo su risa. Podía jurar que estaba cubriendo su boca.
— Lo siento, Edward —ella dijo— los amigos estamos para ayudarnos. Solo te estoy regresando el favor que me hiciste con mi Mike.
— ¡Jess, abre la puerta! —Bramé— puedes caerte y estás embarazada. Jessica —golpeé con más fuerza.
— No abrirá —me estremecí al escuchar la voz de Bella en algún rincón. El espacio tenía un poco de luz que se filtraba por la única ventana, la busqué y la divisé en un rincón—. Aquí todos están locos.
Me acerqué tropezando con algunas cosas en mi camino. Bella estaba atada de manos y pies, fue fácil desatarla. La ayudé a ponerse de pie y la estreché a mi cuerpo envolviendola con mis brazos.
— ¿Qué haces aquí? —pregunté alarmado dejando besos en su frente y removiendo algunos mechones rubios— ¿quién te hizo esto?
— Una mujer embarazada y muy desquiciada —su voz se rompió.
— Maldita sea —gruñí.
Caminamos a la puerta ubicada en el centro del piso.
— Jessica, ¡abre la maldita puerta! Bella tiene asma, puede tener un ataque y es peligroso.
— ¡En el neceser está su lubricante y el consolador!
Volteé hacia Bella y ella se encogió de hombros.
— No sé de qué habla —musitó.
— Es inhalador, Jess. ¡Bella necesita su inhalador!
— ¡Lo que sea! —Gritó— ¡todo lo que ocupan está en el neceser! Yo misma hice la pequeña maleta. Regreso mañana, lo prometo.
— ¡Jessica! —Advertí.
Bella me abrazó fuertemente. Podía intuir su miedo por eso mismo se aferraba a mi cuerpo con fuerza. Froté su menuda espalda tratando de tranquilizarla.
— ¿Por qué no me dijiste…? —La voz de Bella se apagó.
Rechiné los dientes. Ella no podía haber recordado, no ahora.
— No tiene caso hablar del pasado —dije secamente.
— Pero yo quiero hablar.
— Vamos, ni siquiera me recordabas.
— Fuiste el primer hombre en mi vida, no es que pueda olvidar una realidad.
Ahí estaba, al fin saliendo de sus labios nuestro pasado.
Era momento de hablarlo.
¿Qué creen que pase?
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