Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 10
Bella
— ¿Qué dices?
El hombre sin etiquetas me había pedido ser su novia. No es que me estuviera burlando, pero mi risa se escapó de mis labios y pensé que eran mis nervios traicionándome.
De tres zancadas se acercó a mí tomando mi mano entre las suyas y se empezó a inclinar poniéndose en una rodilla.
¡Oh Dios mío!
Llevé la mano libre a mi pecho. Mi corazón parecía un caballo desbocado a punto de un ataque.
— Soy un poco bruto —murmuró—, pero no quiero perderte otra vez.
Lentamente deslizó un anillo en mi dedo anular y empecé a hiperventilar. De hecho mis piernas se sintieron gelatina, iba a caerme.
— Anthony… —sacudí la cabeza— Edward —corregí.
Mis labios temblaron y mis ojos picaron al ver el diminuto jengibre en forma de anillo adornando mi dedo anular.
— ¿Quieres ser mi novia? —volvió a preguntar.
Su rostro tenía un rojo encendido por toda su piel mientras él seguía temple estando en una rodilla.
Dios. Era lo más hermoso que habían hecho por mí.
¡Al diablo si no se usaban anillos para el noviazgo!
Mi cerebro se desconectó, podía jurarlo porque me sentí flotando y solo podía escuchar a mi tonto corazón tronar en mis oídos. Quizá me estaba muriendo y esto era como entrar al paraíso o podía ser que estuviera soñando… no podía perder tiempo y despertar.
Asentí con vehemencia.
— Si, sí quiero ser tu novia.
Me arrojé a sus brazos y él me recibió dando vueltas conmigo. Reí, no dejaría de hacerlo en un buen rato. Me sentí feliz, dichosa y solo quería reír como loca.
Me puso sobre mis pies. Sin perder tiempo sus manos acunaron mi rostro; sus ojos verdes tenían un brillo precioso, especial, pero su sonrisa me desarmó, me dejó sin aliento… se acercó lentamente y fue que sus labios tocaron los míos.
Sí. Un gran beso apasionado y salvaje era lo que necesitaba para saber que no era un sueño. ¡Era real! Edward y yo estábamos teniendo un intercambio salival y de bacterias.
¡Era increíble!
— Mi novia —gruñó sobre mis labios antes de darme una débil nalgada—. Eres mía, Bella. Mi novia.
Me envolvió entre sus brazos como si yo fuese un gran oso de peluche, cerré los párpados y disfruté.
Me sentí mimada y protegida por primera vez en mucho tiempo y la sensación era indescriptible.
— Edward… ¿qué te hizo cambiar de opinión? —quise saber.
Seguía estando nerviosa y las mariposas seguían cosquilleando mi piel.
— La vida es un arriesgue, Bella —me dijo sosteniendo mis mejillas, era muy alto que sabía terminaría con tortícolis—. Me di cuenta que contigo es todo o nada y simpl quiero todo.
El calor subió por mi rostro. No podía creer que sus palabras me llenaran de emoción, sin embargo lo hacían.
— Pero… —dudé. No me detendría a pensar en nada, el futuro…. ¡maldita sea! ¿A quién le importaba? ¡Basta Isabella! No pienses, sonreí nerviosa— ahora eres mi novio.
— Lo soy. Vamos… —jaló mi mano llevándome con él— te mostraré mi mundo.
La mañana la pasamos en Port Angeles. En una cafetería con un olor delicioso a café, fue tan extraño dejarme alimentar por él como si yo no pudiera hacerlo sola, me gustó mucho que temía volverme mañosa y dejar que siempre me diera comida en la boca.
También recorrimos algunas calles y no pudimos soltar nuestras manos, sobre todo, no pudimos dejar de besarnos.
Miré mi anillo de jengibre en mi dedo.
Era el detalle más bonito y dulce.
— ¿Por qué el anillo?
— ¿Por qué eres tan preguntona? —deslizó su nariz por la mía.
— Dime —exigí.
Él resopló risueño.
— Porque tienes un trauma con el jengibre.
— Eso es por tu culpa —acusé antes de que su boca cubriera la mía.
Besaba bien, mejor que nadie. Su boca casi se comía la mía y eso me atraía.
— ¡Buenas tardes! —esa voz de nuevo. Edward y yo nos separamos, mis ojos se abrieron para ver a la rubia embarazada, ella sonrió feliz al vernos— ¿Así que ya se arreglaron? Mi técnica nunca falla.
¿El pueblo era chico o serían los únicos habitantes? Mi mente seguía analizando en qué momento aparecerá la tía Sue. Miré hacia ambos lados.
— Te presento a mi novia. —La emoción en la voz de Edward me erizó la piel, me puso frente a él rodeando mi cintura, presumiéndome—. Bella, ella es Jessica, una vieja amiga. Jess, ella es mi novia Bella.
La chica no me dio tiempo de nada. Tiró de mi mano abrazándome con toda la fuerza que su pequeño vientre le permitió.
— Cuida de Edward —murmuró.
— Ya no usarás una escopeta, ¿verdad? —bromeé.
— Puede que sí —no supe si tomarlo como advertencia, de todos modos terminé riendo junto a ella.
— Ven, Bella, te presentaré con mis amigos —Edward entrelazó sus dedos en los míos y fue emocionante que sus grandes manos encajaban perfecto en mis pequeños dedos.
No comprendí si ellos se habían puesto de acuerdo o por que coincidimos todos juntos en Port Angeles.
Les sonreí a cada uno. Eso fue solo el principio antes de terminar todos juntos en una taberna de dudosa reputación bebiendo cerveza, bueno, las embarazadas solo bebieron limonada, pero yo… yo preferí agua natural.
Mike, el esposo de Jessica tiene una panza algo pronunciada parecía que le hacía competencia a su esposa, supe que era porque le gustaba beber mucha cerveza y no se ejercitaba. Me contó que en la época de secundaria fue el deportista galán de la escuela y nunca se fijó en Jessica porque ella era casi ocho años menos que él. Lo que me hizo pensar que Jess tenía veinte años y se veía de cuarenta. Pero eran felices y no tenía porque criticar.
Él no pasaba los veranos en el pueblo, así que nunca me conoció.
Luego estaban Angela y Ben. Eran un matrimonio con cinco hijos y otro que esperaban en camino, ella tenía una barriga de siete meses. Eran los clásicos novios de secundaria que se casan y tienen muchos hijos, así los definí, aunque eran muy agradables. Resultó que ambos jugaban conmigo en casa de abuela Marie, a ellos los reconocí apenas los vi; eran los niños sin dientes, de ojos rasgados y cabello oscuro rizado que aparecían en varias fotografías.
Y por último Alice y Jasper. No, nunca los hubiera reconocido porque con ella jugué cuando era muy pequeña y me acusó de haber destruido sus pasteles de barro, me disculpe por haber sido tan osada a mis cortos cuatro años. Siguiendo con Jasper, luego de ponerle suficiente atención recordé que era el adolescente obeso que no le gustaba correr, él sí me impresionó mucho por su gran cambio.
Reí, mi cuerpo se sentía ligero.
— Será mejor irnos —Edward murmuró en mi oído, volteé a verlo y comprobé que no estaba borracho como sus amigos.
— ¿Por qué? Nos estamos divirtiendo mucho.
— Prefiero irnos antes de…
Mike interrumpió con un fuerte grito y subió sobre la barra empezando a bailar como si fuera striper: lentamente bajó el cierre de su cazadora y su panza empezó a moverse al ritmo. Era un acto sumamente vergonzoso, aunque Jess se miraba feliz observando el baile, así así aplaudí junto a ella.
— No quería que vieras esto —añadió Edward— vámonos —insistió— mañana te llevaré a conocer mi trabajo, ¿quieres ir?
Me incorporé de un salto.
Claro que quería saber en qué trabajaba. De hecho queria conocer todo lo relacionado a mi novio.
Bueno, Bella decidió por primera vez no pensar mucho y solo dejarse llevar, ¿qué opinan? ¿quieren leer más?
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