DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.
AVISO: Este fic es mi regalo de cumpleaños para dianetonks.
~N/A: ¡Hola! Sí, otro proyecto… Pero antes de que me juzguéis, escribo esta nota de autora un 27 de diciembre de 2017, así que no podéis culparme de no tenerlo todo ya pensado.
Características: Theomione (Theodore Nott x Hermione Granger). Rated M por alusiones al maltrato físico y verbal y escenas sexuales explícitas en un futuro. Post-guerra. Créditos a la cumpleañera por la maravillosa portada y la foto promocional de mi página de Facebook (MrsDarfoy).
¡Diiiiiiiii, felicidades! Fuiste la primera a quien le conté de qué trataría (casi en el mismo instante en que se me ocurrió xD) y como me diste el visto bueno, aquí estoy. Te deseo que pases un cumpleaños estupendo junto a los tuyos y que te guste mi pequeño aporte.
Al resto de la gente: Esto es un Theomione puro, así que ni mención a Draco porque no aparecerá, ni siquiera como personaje secundario. Hace tiempo que vengo jugando con la idea de una Hermione escritora, porque creo que le pega mucho, así que solo me faltaba una excusa para meter este prompt en un fic. Sabía que Di era fan de esta pareja, y como la pobre es muy buena conmigo y me deja libertad para escribir, aquí traigo lo que se me ocurrió. Tenemos a un Theodore oscuro, con un pasado turbulento y problemas mentales mucho más profundos de lo que él deja ver. Hermione tampoco se libra de lo suyo, así que ya veremos cómo se las apañan. ¡Drama, here we go! N/A~
Memorias de una guerra.
-1-
2 de julio de 2002
Aquel será el primer y último día en años en que Theodore Nott pueda disfrutar del aire libre, por eso detiene su marcha y aspira el aroma a lluvia, tierra mojada y pino. El cielo está teñido de gris por culpa de una tormenta estival, pero no podría parecerle un día más hermoso.
Ha salido. Por fin ha salido.
—Muévete.
La hosca voz de uno de sus guardias lo saca del momento de paz en el que estaba sumido y lo devuelve a la cruda realidad: ha salido de Azkaban para quedarse encerrado en su antigua mansión durante dos años más. Pero al menos son dos años. Después de los cuatro anteriores, debería parecerle el paraíso.
—¿Te has quedado sordo? —Otro guardia le da un golpe nada amable en el hombro izquierdo.
Theo lo mira de reojo con desdén, pero finalmente obedece. Avanza por el camino de piedra que conduce a la mansión de los Nott rodeado por cuatro aurores —no sus guardias personales, no, eso ha sido demasiado presuntuoso de su parte.
No mira a ambos lados para embeberse del hermoso campo que rodea su casa, pero se muere de ganas. A menudo, mientras estaba en Azkaban, fantaseaba con volver a ser niño, cuando su madre todavía vivía… Sin embargo, le han enseñado a no mostrar debilidad ni deseo por nada, y actúa en consecuencia. Total, tiene dos años por delante para observar los bosques y el jardín desde la ventana.
Pero lo que sí que puede hacer Theo es analizar lo que ve delante. Sin contar las cabezas castañas de dos aurores, todo lo que ve está dominado por la naturaleza. Esa mansión lleva inhabitada cuatro años, y el tiempo no perdona. Los setos, antes pulcramente cortados, crecen hacia el cielo, y la hierba ha conseguido colarse entre las losas que conducen a la misma puerta de la casa. Un lado de esta está semi-cubierto por la hiedra, que sube hasta el piso superior, enroscándose por la balconada principal.
La mansión de los Nott es de estilo georgiano, pero carece de esa calidez que suele trasmitir ese tipo de edificaciones. Tal vez la culpa sea del color oscuro del ladrillo y la piedra usados en la construcción, o tal vez los cristales rotos colaboren con el aire de dejadez.
Finalmente, llegan a la gran puerta doble de caoba labrada, pero no es Theo quien abre, sino un auror. Claro, es lógico que no tenga llave de su propia casa si piensan convertirla en su cárcel.
La puerta se abre y, desde donde está, Theo puede percibir el olor a húmedo y cerrado. Vaya, al parecer no echará de menos Azkaban, piensa con amarga diversión.
—Bienvenido a casa —dice con burla el mismo auror que le ha golpeado antes el hombro—. Debe de ser un gustazo comparado con tu celda cochambrosa.
La diferencia de temperatura con el exterior es de unos cuantos grados. Es como si la casa estuviera repleta de dementores. Si Theo suspirara, saldría vaho de su boca.
—Bien —el que parece el auror más mayor y quien está al mando se gira hacia Theo y lo mira con gravedad—, las normas son sencillas: no puedes abandonar la casa ni comunicarte con nadie del exterior; sí que puedes recibir visitas, pero solo bajo previa autorización de alguien del Ministerio; se te prohíbe usar magia —sonríe con maldad mientras lanza una mirada significativa a las muñecas de Theo—, aunque eso no te será difícil; un elfo vendrá dos veces al día para prepararte la cocina y proporcionarte lo que necesites. Pero no te pases de listo, o eso —vuelve a mirar las dos tiras de hierro que le rodean las muñecas— te freirá vivo. Y si intentas salir de la casa, lo mismo. ¿Alguna duda?
Theo mira a su alrededor brevemente, pero no hay nada interesante, así que vuelve a mirar la cara de malas pulgas del auror jefe y niega con la cabeza.
—Todo claro como el agua. Si salgo, muero. Si intento hacer magia, muero. Si intento socializar, muero. —Acto seguido, esboza una sonrisa de lo más encantadora, pero la borra al instante y mira al hombre con tal intensidad que lo obliga a apartar la mirada.
Los agentes del Ministerio lo dejan solo mientras instalan las barreras y anuladores mágicos que conformarán su encierro durante los próximos dos años. Theodore ha abrazado la oscuridad durante el tiempo suficiente para saber que lo que están poniendo sobre él y su casa no es magia pura e inocente de la que los tipos buenos del Ministerio tanto se enorgullecen. Se mira las muñecas. Las runas que rodean los finos anillos de metal tampoco parecen muy inocentes. No si su función es bloquear la magia que hay en él.
Una vez terminada su misión, los aurores se marchan sin decir una última palabra, ni siquiera de desprecio o de burla, y Theo se queda solo en su hogar.
Hogar, ja.
Odia aquel lugar con toda su alma, si es que queda en ella algún espacio para odiar a alguien que no sea él mismo, su padre o todos aquellos que ganaron la guerra. Oh, cómo desprecia a esos cabrones.
Se quita el abrigo y lo cuelga en el armario ropero que hay al lado de la puerta de entrada. Hace un frío de mil demonios, pero no más que en Azkaban, y allí tuvo cuatro años para acostumbrarse a las penurias.
Aplasta con el pie a una cucaracha que intenta escapar por entre sus piernas. Al menos ahora sabe que tendrá compañía.
Sus pasos resuenan contra el mármol blanco del suelo mientras se encamina hacia la escalera central. Mira hacia arriba, casi como si esperara ver la figura de su padre en lo alto, observándolo con desaprobación o decepción, los únicos dos sentimientos que August Nott parecía tener por su hijo.
Pero allí no hay nadie. Para bien o para mal, Theo está solo. En aquel momento se alegra, pero el tiempo dirá si se arrepiente.
15 de agosto de 2002
La librería Flourish y Blotts está a rebosar de gente. La mayoría ya no tiene nada que hacer allí, pero se ha quedado a charlar con los demás asistentes a la firma de libros y a comparar dedicatorias. Desde que Gilderoy Lockhart publicaba que no se ha visto tal alboroto por un escritor.
Pero no se trata de uno cualquiera, y es que Hermione Granger, con veintidós años y una guerra a sus espaldas, se ha convertido en autora Best-seller. Su obra, Memorias de una guerra, es actualmente el libro más vendido en todas las comunidades mágicas de habla inglesa e incluso se ha traducido a un par de idiomas.
Sí, Hermione Granger es toda una celebridad.
—¡Últimos diez minutos! —avisa su editora.
Ruth Gold, una mujer imponente, de curvas generosas, pelo rubio platino y un instinto infalible para identificar lo que le dará dinero, apoya una mano en el hombro de Hermione de forma protectora.
—No pasa nada, Ruth, no estoy cansada —repone Hermione.
Su editora niega con la cabeza, sin borrar la sonrisa enmarcada en rojo pasión.
—¡Tonterías! Llevas todo el día aquí sentada. Quien se haya quedado sin firmas ya tendrá una oportunidad más adelante. Además —un brillo codicioso pasa por sus ojos— tenemos asuntos más importantes de los que hablar.
Hermione tuerce el gesto pero no sigue insistiendo. Le debe a esa mujer muchas cosas: fue la única que vio más allá de la incomodidad que despertaba su libro y se ofreció a publicarlo. Los demás, hasta el mismo Ministro, le dijeron que dejara correr el pasado. Las verdades no serían verdades si no incomodaran. Pero la editora de Corazón de bruja se hizo por casualidad (eso dice ella siempre) con su libro y se ofreció a ayudarla a publicarlo. Pero eso no quita que Hermione sepa lo calculadora y avariciosa que es.
Una adolescente se aproxima a su mesa con expresión emocionada. Hermione la observa con una ceja enarcada. Lleva la mitad del uniforme de Hogwarts: la camisa blanca y la corbata roja y amarilla.
—Hola.
—¡Hola! —saluda la chica con voz estridente. Le estrecha la mano con tanto ímpetu que casi le disloca un brazo a Hermione—. ¡Soy tu mayor fan! Escribes… Es… ¡Eres la mejor escritora que conozco! ¡No sabes cómo lloré cuando murió Colin Creevey! —La sonrisa de Hermione se crispa al oír esto último, pero mantiene el gesto.
—El placer es mío. ¿Cómo te llamas?
—¡Emilia! —responde la chica mientras le ofrece su ejemplar de la novela.
Hermione lo abre por la segunda página, escribe una dedicatoria y firma. Se lo devuelve con una sonrisa.
—Ha sido un placer, Emilia. Suerte con el inicio de clase —añade, guiñándole un ojo.
Emilia se sonroja profusamente, como si no fuera evidente que se ha puesto el uniforme para impresionar a su escritora favorita. Hermione la observa irse con una sonrisa. Y pensar que le dijeron que nadie menor de veinte años se atrevería a leer algo tan crudo…
Después de un par de personas más, termina la firma y Hermione sale de la tienda acompañada por Ruth. Se dirigen a la oficina del Corazón de bruja, donde la segunda mujer tiene su despacho. La habitación es una clara muestra del contenido de su revista: las paredes están pintadas de rosa palo, las estanterías están repletas de libros de amor y números anteriores de la revista, las sillas están tapizadas con estampado de leopardo. En definitiva, es el lugar más hortera en el que Hermione ha estado nunca; Ruth Gold hasta podría hacerle la competencia a Dolores Umbridge. Al menos ella no tiene gatitos dibujados en platos de porcelana por doquier.
—¿De qué querías hablar? —pregunta Hermione al sentarse.
—Siempre vas al grano. Me gusta. —Ruth ocupa su silla y junta las yemas de los dedos de las manos en un gesto calculador. Hermione siempre tiene la sensación de que la mujer ve una bolsa de galeones cuando la mira.
Saca el libro de Hermione de un cajón y lo levanta en alto, haciendo como que lo admira. A estas alturas, debe de conocerlo tan de memoria como la propia autora. Eligieron un formato sencillo: tapa dura, color negro, letras en dorado.
Memorias de una guerra
La heroína Hermione Granger nos cuenta su historia
Sencillo pero eficaz. Muchos críticos admitieron que le dieron una oportunidad por la curiosidad que despertaba la tapa. La falta de dibujos o cualquier otra información. «Así es la guerra: no necesita palabras para definirse. Aunque a veces, ni todo un libro basta» había dicho muy acertadamente su editora. Hermione debe reconocer a la mujer el talento en el mundo de las ventas.
—¿Sabes cuántas copias hemos vendido en dos años? —pregunta. Hermione niega con la cabeza—. Medio millón, Libro arriba, libro abajo.
Hermione silba. Nunca hubiera esperado llegar a tanta gente. Es una cifra abrumadora, y más teniendo en cuenta el número de magos que pueblan el mundo. Según sus cálculos, podría haber fácilmente un libro en cada casa mágica.
—¿Eso está muy bien, no?
Ruth frunce los labios.
—No está mal para ir empezando. ¿Sabes por qué es tan famoso? —vuelve a preguntar.
—Porque todo el mundo ha oído hablar de Harry Potter y de Lord Voldemort. —Hermione se siente como en un examen.
—Y ahora también de ti —añade Ruth—. La gente aborrece el sufrimiento, pero le encanta leer sobre él. Y la forma en que lo narras… Créeme, siempre he tenido mis dudas sobre si recibiste ayuda. —Hermione enarca una ceja desafiante, a lo que su editora suelta una carcajada—. Tranquila, tranquila, ya sé que eres capaz de esto y más. —Otra vez ese brillo en la mirada—. Por eso creo que deberíamos dar el siguiente paso.
Hermione se remueve en la silla y se pone más recta. Todos sus sentidos están ahora puestos en la mujer que tiene en ella. Uno que otro le grita que no le gusta el rumbo que está tomando la conversación, pero Hermione decide ignorarlos por el momento.
—¿El siguiente paso? Ya conté lo que tenía que contar. —El libro había acarreado unos cuantos problemas, pero también le había dado mucha paz mental.
Ruth suspira, como si fuera evidente su propósito, pero tuviera que molestarse en explicarlo a una niña pequeña.
—Cualquier escritor que hable de historia se limita a recopilar datos, narrar un suceso desde el punto de vista que ha escogido y ale, ya tiene libro. Desde mi experiencia, eso está demasiado visto. El mundo ha amado las aventuras que vivisteis tú y tus amigos. —Habla de los años del alzamiento de Voldemort como si fueran una excursión al campo; cómo se nota que ella se marchó a Estados Unidos mientras todo pasaba—. Pero eso es una cara de la moneda. —Se inclina hacia delante y mira a Hermione con una intensidad abrasadora—. ¿Has pensado en escribir qué hicieron los mortífagos durante todo ese tiempo?
Hermione mira a la mujer durante unos buenos cinco segundos y estalla en carcajadas. Es una broma. Debe de ser una broma.
—¿Qué hacían? Yo te lo cuento: destrozar cosas y matar gente —espeta, cuando ve que Ruth habla totalmente en serio—. Es una desfachatez.
—¿Por qué? —La pregunta es sincera, y Hermione no puede menos que valorar la respuesta.
—Ruth, no tengo ni los recursos ni las ganas para documentarme sobre… Sobre… Además, ¿de dónde sacaría la información? ¡No es como si fueran a traerme a un mortífago de Azkaban para que se tome un café conmigo mientras charlamos sobre la puta guerra!
—El Ministerio nos ha dado su aprobación —dice Ruth—. A Kingsley le gustó cómo lo retrataste en el primer libro y cree que sería algo bueno relatar qué ha pasado con los «malos» para que la gente aprenda que no pueden trasgredir la ley. O algo así me dijo —añade con un ademán.
Hermione se cruza de brazos y aprieta los labios. No le gusta nada que hable por ella a sus espaldas, y menos sobre algo tan importante.
—He dicho que no.
—¡Oh, vamos, querida, no seas así! —Ruth frunce los labios en un mohín que pretende inspirar compasión—. Prométeme al menos que, si yo te proporciono los medios, lo pensarás. Tú ya sabes de sobra muchos de los sucesos, y para el resto tenemos la información de los periódicos y demás documentos oficiales del Ministerio. Solo serían un par de entrevistas incómodas y ¡boom! nuevo best-seller.
Esa mujer no se da por vencida. Finalmente, con un sonoro suspiro, Hermione asiente a desgana.
—Ya veremos. Tú mándame tu propuesta y la valoraré cuando tenga tiempo.
20 de agosto de 2002
Blaise pasea por el salón como una fiera enjaulada, lo que, desde la perspectiva de Theo, es algo bastante gracioso.
—¡Qué puta tontería! ¿¡Han pasado cuatro años y todavía intentan castigarnos!?
Theo, sentado en el sofá lleno de muelles, observa a su antiguo amigo con una ceja enarcada.
—¿Necesito recordarte que tú huiste con tu madre en cuanto empezó todo y no se volvió a ver el pelo hasta seis meses después de la Batalla de Hogwarts? —señala con cierta acritud.
Blaise frunce los labios ante la pulla mal disimulada, pero se limita a bufar y seguir con su desgaste del suelo, arriba y abajo del salón. Si algo caracteriza a Blaise Zabini es que no sabe mantener el pico cerrado, así que cuando se muerde la lengua es porque sabe que de verdad tiene las de perder. Ambos saben que Theo tiene razón: Blaise huyó de la guerra como un cobarde y Theo se quedó a obedecer todo lo que se le mandaba. En ese aspecto, uno tiene derecho a quejarse y el otro no.
—¿Ya sabes qué harás? —Blaise se cansa de su paseo y se sienta en el sofá, a una distancia prudencial de su amigo. Theo nunca ha sido una persona que trasmita cercanía.
La carta ha llegado esa misma mañana, de mano de un auror. Por un brevísimo segundo , Theo se ha permitido la esperanza infantil de que alguien le hubiera escrito, pero ¿quién? Él no tiene muchos amigos, y los que le quedan ya tienen bastante con su propia mierda como para preocuparse del más callado, frío y taciturno de sus amigos de la escuela.
Pero Blaise ha ido.
Estimado señor Nott:
Mi nombre es Ruth Gold, editora jefe de la revista Corazón de bruja y de la editorial Corazones de tinta. Ha llegado a mi conocimiento que acaba de salir de Azkaban y se encuentra en reclusión en su propia casa durante dos años. Su experiencia como superviviente a la guerra lo hace un individuo de mucho valor para un proyecto que nuestra escritora estrella, Hermione Granger, está a punto de llevar a cabo. He hablado con el señor Ministro y su colaboración voluntaria podría pagarse con una reducción de su condena de seis meses. En el plazo de un día un auror acudirá a su casa a recoger su respuesta. Espero que podamos ayudarnos.
Un cordial saludo,
Ruth Gold
Como mínimo, era una proposición de lo más interesante.
—Tengo un día para pensarlo. ¿Pansy qué ha dicho?
Blaise se encoge de hombros. Él y Pansy llevan tres años juntos, pero todo ese tiempo no le ha servido para conocerla mejor. La chica sigue siendo imprevisible.
—Que se lo pensará. —Blaise sube una pierna al sofá y se gira hacia él—. Tío, no podéis aceptar. Lo único que quieren es reavivar el odio de la gente. No entiendo qué bicho le habrá picado a Granger, qué le habremos hecho, pero…
Theo se levanta y lo mira desde su metro noventa de altura.
—¿«Qué le habremos hecho», Blaise? Cómo se nota que tú no estuviste allí. —Lo apunta con el dedo, amenazador—. El padre de Pansy sigue en Azkaban, no saldrá nunca. El padre de Draco ha muerto allí, y Draco y su madre nunca volverán de Francia. A mí me esperan dos putos años entre estas cuatro paredes mohosas con esto. —Levanta las manos, dejando a la vista sus muñecas. Las aletas de su nariz se expanden, pero cierra los ojos y se obliga a relajarse—. No intentes hablar de esto como si formaras parte del grupo, porque claramente, tú te llevaste la mejor parte.
La verdad más real es la que más incomoda. Blaise se levanta con aire digno y se arregla la chaqueta, que no se ha quitado en ningún momento.
—Haz lo que quieras. Yo solo pretendía ayudar, pero ya que ni tú ni Pansy queréis hacerme caso, podéis iros a la mierda. —Se dispone a marcharse, pero se detiene un segundo—. Y arregla la casa. Hace más frío aquí que afuera —espeta.
Theo lo observa marcharse con expresión neutra. Conoce lo suficiente a Blaise como para saber que es de temperamento cambiante, así que pronto se le pasará el berrinche y volverá a visitarlo.
Mientras tanto, se queda solo de nuevo. Blaise ha sido el único que ha acudido a verlo en dos meses.
Pero él no necesita a nadie.
O eso se dice. Pero las paredes empiezan a cernirse sobre él.
22 de agosto de 2002
Diez nombres. Con eso debe ser capaz de escribir un libro.
Hermione no sabe cómo se las ha arreglado Ruth para concertarle tantas entrevistas, pero lo ha conseguido. Pensaba que nadie querría colaborar con ella, y menos teniendo en cuenta lo que se dispone a hacer, pero su editora debe de haber sido muy persuasiva. Hermione ha vivido su don de persuasión en primera persona, o no estaría aceptando hacer aquella locura.
Se muerde una uña mientras vuelve a leer los nombres. Casi todos están en Azkaban, y tiembla solo de pensar en pisar ese sitio. Nunca ha estado, pero no sería una cárcel como es debido si no tuviera reputación de ser horrible. Y eso que ya no se usan dementores como carceleros.
Se levanta de su mullido sofá y coge el teléfono. Necesita consejo, y solo confía plenamente en una persona del mundo.
—¡Hermione, cariño! —Su madre suena soñolienta, pero aun así se alegra de verla. En Australia debe de ser pasada la medianoche—. ¿Ha pasado algo? —pregunta acto seguido.
Hermione sonríe y cierra los ojos. Escuchar a su madre, aunque esté a miles de kilómetros de distancia, siempre le reconforta.
—Nada, mamá, estoy bien. Solo quería escuchar tu voz. ¿Papá no está?
—Ha salido a cenar con unos amigos. Va, cuéntame. Puedo sentir por tu tono de voz que hay algo que te preocupa.
Margaret Granger siempre ha sido muy intuitiva. Las palabras «Os echo de menos» y «Volved a casa, por favor», están a punto de atravesar sus labios, pero sabe que no sería justo hacerles eso. Sus padres son felices en Australia y todavía quieren quedarse allí un par de años más antes de volver.
—Creo que voy a escribir otro libro —anuncia.
Dos segundos de silencio hasta que su madre asimila sus palabras.
—¡Eso es genial, cariño! ¿Sobre qué?
Hermione se muerde el labio antes de responder. A sus padres no les gustó mucho su primer libro; saber todo lo que su hija vivió mientras ellos se buscaban una nueva vida en Australia los hizo sentir culpables y, al mismo tiempo, enfadados con Hermione por haberles borrado la memoria.
—Sobre la guerra.
—¿La guerra? Pero si de eso ya has escrito. —Ni rastro de entusiasmo otra vez.
—Lo sé, pero a Ruth se le ha ocurrido que podría hacer una segunda parte narrada desde el punto de vista de… los mortífagos. —La palabra sale como un susurro, pero su madre la ha escuchado perfectamente, porque la escucha suspirar desde el otro extremo de la línea.
—No me gusta esa mujer. Deberías cambiar de editorial.
—Nadie más quería publicarme y lo sabes, mamá —replica Hermione, poniendo los ojos en blanco. A ella también le gustaría quitarse de encima el yugo de la mujer, pero de momento no es posible.
Otro suspiro desde Australia.
—¿Y estás segura de hacer esto? ¿No es… demasiado? —Después de la guerra, Hermione fue a Australia a pasar unos meses con sus padres. Ahí nació la idea de plasmar sus pensamientos, después de despertarse cada noche gritando por una pesadilla y ser incapaz de volver a dormir.
—Han pasado cuatro años, lo tengo superado —asegura—. Solo tendré que hacer algunas entrevistas y ordenar mis ideas. No es como si estuviera escribiendo sobre algo que desconozco.
—¿Quiénes serán tus encantadores colaboradores? —El sarcasmo duele desde allí.
Hermione procede a leer la lista de nombres:
—Theodore Nott, Narcissa Malfoy, Gregory Goyle, Rodolphus y Rabastan Lestrange, Pansy Parkinson, Millicent Bulstrode, August Mulciber, Walden McNair y Alecto Carrow.
—No me gusta cómo suenan esos nombres. ¿Has hablado con ese hombre encantador? ¿Cómo se llama, Kingston?
—Kingsley —corrige Hermione. Sus padres conocieron al Ministro en la primera visita que hicieron a Londres después de su mudanza, hace tres años y medio—. Tranquila, no me hará falta. Ya sabes que Harry es auror. Si hablo con él me proporcionará escolta sin problemas.
O eso espera, porque desde que su libro se volvió famoso, la gente ha empezado a acosar a Harry de nuevo. Todo el mundo quiere que el Salvador del Mundo Mágico le firme un autógrafo, pero el Salvador ya está harto.
—¡Ay, saluda a Harry de mi parte! ¡Y a Ron! ¿Cómo lo lleváis? —pregunta tras un instante de titubeo.
Hermione vuelve a poner los ojos en blanco.
—Igual que hace tres años y medio, cuando cortamos. No vamos a volver juntos, mamá. —Sus padres se alegraron casi más que ella cuando Ron y ella anunciaron que estaban saliendo, y se decepcionaron mucho cuando Hermione anunció que eran más amigos que novios y que habían cortado.
—Bueno, bueno, por preguntar… Pero cuéntame, ¿qué te preocupa de verdad?
Margaret y su condenada intuición infalible. Hermione sube los pies al sofá y se abraza las piernas con el brazo libre, apoyando la cabeza en las rodillas.
—¿Y si no soy capaz, mamá? Me convertiré en una de esas estrellas fugaces que hacen algo bien pero no son capaces de conservar la fama y van cayendo poco a poco en el olvido que crea la incompetencia…
—Vale, para y coge aire —bromea su madre—. Hermione, cariño, tú eres capaz de lo que te propongas. Y si no sale bien, no pasa nada. Todos tenemos el derecho de volver a la orilla cuando vemos que la marea es más fuerte que nosotros y nos ahogará.
Hermione ríe contra su voluntad.
—Cómo se nota que tenéis cerca la playa. —Hablar con su madre siempre la llena de valentía; sería capaz de comerse el mundo si se lo propusiera—. Bueno, creo que es hora de colgar y dejarte dormir. Dale un beso a papá de mi parte.
—Te quiero, cariño. Mantenme informada de los avances con el libro, ¿eh?
—Lo haré. Buenas noches, mamá.
Hermione deja el teléfono a un lado y vuelve a mirar la hoja de papel con los diez nombres en tinta negra.
¿Por dónde empezar? Descarta a aquellos que están en Azkaban, no se siente con el valor suficiente como para empezar por los platos fuertes. Así, quedan Narcissa Malfoy y los tres de su edad. Al final, elige la opción obvia: empezar por el principio.
—Creo que muy pronto nos veremos las caras, Theodore Nott.
~N/A: Hasta aquí puedo leer hoy. Son más de 4k, así que espero que el capítulo haya servido para que os hagáis una idea general de cómo transcurrirá la historia.
A mi Di: Espero que te esté gustando mi pequeña aportación a mejorar el día de tu cumpleaños *corazones* Si hay algo que te gustaría cambiar o añadir, no dudes en mandarme un whatsapp. Tus deseos son mis órdenes ;)
La próxima actualización será en dos semanas, el 16 de julio.
Dejadme un review si os ha gustado el primer capítulo (y si no también). N/A~
MrsDarfoy
