-N/A: ¡Hola! Bueno... ha pasado tiempo, ¿verdad? No voy a poneros excusas, porque han pasado dos años, pero he vuelto, así que algo es algo :) Este capítulo no era exactamente lo que había planeado, pero he pensado que merecíais una compensación, así que son 3000 palabras de pura interacción Theo/Hermione. Todavía falta para que veamos sentimientos entre ellos, pero estamos yendo. Lo importante es seguir avanzando ;) N/A-


Para dianetonks. Feliz cumpleaños, bella.


Memorias de una guerra.


-4-

8 de septiembre de 2002

Aunque solamente es la tercera vez que va a la mansión Nott, Hermione ya se siente más familiarizada con el lúgubre lugar. Es lo que tiene la costumbre, que va borrando el misterio de lo desconocido. El auror Steel va con ella, aunque esta vez trae un libro bajo el brazo, probablemente porque la vez anterior se aburrió de esperar a que Hermione terminara su entrevista sin nada que hacer.

Theodore Nott está en el salón, tumbado en el sofá con la cabeza apoyada en un reposabrazos. Cuando Hermione entra, no se mueve, pero esta puede ver que tiene el libro que le mandó sobre el estómago. Se descubre pensando si le habrá gustado, aunque desecha el interés rápidamente: no está aquí para eso.

Steel se dirige a las escaleras, se sienta en el segundo escalón y le dirige a Hermione una mirada de advertencia mientras esta cierra la puerta doble. «No te confíes» parece decirle.

—¿No te cansas de que te trate como si fueras su hija de diez años?

Hermione espera hasta sentarse donde lo hizo la última vez para responder:

—Es su trabajo. Además, no es que te hayas ganado la confianza de nadie últimamente, Nott.

Theodore chasquea la lengua.

—Touché. Bueno… —sacude Sentido y sensibilidad en el aire— ¿por qué este libro?

—¿Te ha gustado?

—Las preguntas de una en una —replica él, enarcando una ceja.

En su momento, Hermione lo hizo a modo de venganza, porque le hacía gracia pensar en la cara que pondría él cuando empezara a leer. La realidad era que hacía poco que se lo había terminado, después de su relectura anual, y era el primero que se le había ocurrido.

—Es de mis libros favoritos —responde finalmente con sencillez.

Él entrecierra los ojos y se inclina hacia ella.

—¿Por qué?

La bruja inspira hondo y trata de relajarse; pese a que desde que es escritora ha tenido que responder a mil preguntas de distinta índole procedentes de desconocidos, la mirada atenta y penetrante de Theodore Nott la incomoda. Es como si estuviera juzgándola, y probablemente es así.

—Me gusta el contraste de las personalidades de Elinor y Marianne.

—La primera no muestra nada y la segunda no se calla nada. Encuentras un perfecto equilibrio en lo desesperantes que son las dos —agrega él.

—¿Deduzco que no te ha gustado, entonces?

Nott frunce el ceño.

—¿Por qué? —Vuelve a echarse hacia atrás y mira el libro—. Me gusta cuando puedo odiar a los personajes; no entiendo el afán de los escritores de enamorarse de sus personajes de tal forma que te hacen sentir mal si hablas mal de ellos.

Hermione se siente impresionada: nunca en la vida habría pensado que tendría la misma opinión que ese mago.

—Bueno, es un mecanismo de liberación. —Theodore se inclina hacia ella con los ojos entornados, señal de que ha captado su atención—. Los escritores somos seres humanos y, por tanto, imperfectos, por lo que plasmamos en nuestras obras una de estas tres cosas: lo que deseamos, lo que detestamos o aquello de nosotros que nos empeñamos en negar.

—Interesante —musita Nott, cuyos ojos han vagado hasta uno de los grandes ventanales de la estancia—. ¿De qué tipo eres tú, Granger?

Hermione sonríe levemente y niega con la cabeza.

—Sería muy presuntuoso que respondiera yo.

De la garganta del mago nace una seca carcajada.

—Venga, Granger, no te hagas la modesta. Entretiene a este pobre exmortífago encarcelado en su propia casa.

Hermione suspira. A decir verdad, no es la primera vez que le plantean esa cuestión: ¿Por qué escribir su libro? Y casi siempre la pregunta viene de ella misma, cuando ve lo que ha tenido que sacrificar por él.

—Escribí lo que me quitaba el sueño por las noches para ver si, sacándomelo del pecho, me dejaba descansar.

La sonrisa de su antiguo compañero de colegio ha desaparecido lentamente y se ha transformado en una mueca que Hermione no supo interpretar. Sus ojos ya no miran por la ventana, están muy lejos de aquí. En un pasado sombrío, posiblemente, donde vive acechado por los demonios que él mismo ha creado. A pesar de que el primer instinto de la bruja es pensar «Se lo merece», una minúscula parte de ella le impide regocijarse con el sufrimiento ajeno. Y saber que Theodore Nott es capaz de sentir remordimiento la tranquiliza.

Aunque puede que todo sea una fachada elaborada para hacer que ella baje la guardia. La guerra le ha enseñado a Hermione que raramente las cosas son lo que parecen.

—Tiene sentido —termina diciendo Nott al salir de su trance. Hermione se da cuenta, por cómo vuelve a sonreír, de que el chico ha vuelto a levantar sus barreras basadas en el cinismo y el sarcasmo—. Lástima que nunca hay paz para los malvados. En fin —el mago da una palmada en el aire—, dime: ¿Elinor o Marianne?

Hermione frunce el ceño, perpleja, y está a punto de espetarle que no ha venido para hablar de gustos literarios, pero si no lo hace, sabe que él no se mostrará cooperativo cuando le pregunte por la guerra. Reflexiona durante unos segundos antes de responder:

—Elinor.

—Las grandes mentes piensan igual.

—Nosotros no nos parecemos, Nott. No busques donde que no hay —replica Hermione ofendida por la comparación.

Theodore sonríe indolentemente y chasquea la lengua con condescendencia.

—Hay muchos tipos diferentes de ignorancia, pero todas las personas inteligentes se parecen de una manera u otra. ¿Sabías que Dumbledore tuvo una estrecha amistad con Gellert Grindelwald?

—Sí —responde ella secamente. No le gusta por dónde están yendo los tiros, pero el argumento del mago ha despertado su curiosidad—. Pero todos sabemos que al final Dumbledore se apartó de esas ideas puristas y genocidas y fue la pieza clave que hizo caer a Grindelwald.

Nott junta los dedos pulgar e índice y deja un espacio minúsculo entre ellos.

—Por poco. Eran dos caras de la misma moneda: siempre opuestos, pero siempre condenados a estar ligados al otro pasara lo que pasase.

Hermione ríe en tono burlón.

—No sabía que estabas hecho todo un poeta, Nott.

Él se encoge de hombros, sin ofenderse (o demostrarlo) por las palabras de Hermione. Otra de las secuelas de una guerra, y más cuando perteneces al bando opresor, es que te vuelves ajeno a los sentimientos.

Mueve la mano en un ademán y sonríe con socarronería.

—He tenido mucho tiempo para pensar en los últimos años. Ya sabes, la perfección es un hábito, no una cualidad inherente.

—Aristóteles.

—¿Quién? —pregunta el mago con el ceño fruncido.

—Un filósofo griego. Lo que has dicho se parecía mucho a una cita suya. —Al ver la mirada en blanco de Theodore, carraspea—. Bueno, ¿podemos pasar ya a hablar del tema por el que he venido?

Nott resopla y pone los ojos en blanco, pero asiente.

—¿Qué quieres saber? ¿Cuántas personas ayudé a matar? ¿Qué métodos de tortura usaban para arrancarles la confesión de que en realidad no tenían familiares magos? —pregunta, mirándola con los ojos entornados y una mirada morbosa.

A pesar de que el primer impulso de Hermione es mostrarse horrorizada por la ligereza con la que habla del tema, se contiene. Se regala unos segundos para recomponerse sacando su cuaderno de botas y su bolígrafo. Lo abre y escribe Hogwarts en una página en blanco.

—¿Qué sentiste antes de ir a Hogwarts? —pregunta.

Nott la mira sorprendido; sin duda no se esperaba que los tiros fueran por ahí.

—Fue hace mucho tiempo, apenas me acuerdo —responde con ambigüedad.

— El trato es que hablamos sobre un libro y después sobre el mío, así que no te vas a escaquear tan fácilmente —replica ella. No va a permitirle llevar la batuta de la conversación—. Esfuérzate, Theodore. ¿Tuviste mucho tiempo para pensar en Azkaban, no? Seguro que rememoraste cada segundo de tu vida hasta el día que te encerraron.

Las palabras de Hermione no le han hecho ni pizca de gracia, por la expresión adusta que tiene ahora Nott en la cara, pero no todo puede ser diversión para él. El mago sube un tobillo a la rodilla contraria y apoya los brazos en el respaldo del sofá.

—Aliviado —responde finalmente. Hermione enarca una ceja, pidiéndole silenciosamente que elabore un poco más—. Mi infancia fue bastante solitaria. ¿Es eso lo quieres oír? ¿Que mi mayor compañía desde los ocho hasta los once años fueron los elfos domésticos, porque mi padre apenas me hacía caso? —añade en tono burlón—. Los hijos de magos no vamos a escuelas normales, como vosotros, así que no tenemos muchas oportunidades para relacionarnos con otros niños.

Hermione garabatea Infancia solitaria en su cuaderno y musita:

—Yo tampoco tenía amigos.

Nott frunce el ceño y se inclina hacia delante.

—¿Qué? —ríe—. ¿La gran Hermione Granger, no siendo popular? —Hace un ruidito de incredulidad con la lengua.

La bruja sonríe con tristeza y aparta la mirada.

—Digamos que cuando era pequeña el adjetivo que solían usar mis compañeros para referirse a mí era «insoportable». —Entonces recuerda que Ron dijo algo parecido cuando entraron en Hogwarts, pero Theodore no se ha ganado que comparta ese detalle con él.

A esas alturas, el mago parece sorprendido, pero esboza una sonrisa ladeada y se encoge de hombros.

—Entiéndenos: es difícil no odiar a alguien tan enamorada de mostrar lo perfecta que es. Siempre dispuesta a demostrar por qué los demás están equivocados.

El primer instinto de Hermione es refutar esa afirmación, pero se da cuenta de que eso sería precisamente corroborar su afirmación.

—Tú qué sabrás —espeta.

Anota en su cuaderno Le gusta pinchar en los puntos débiles de los demás.

—La gente nunca se fija en los callados, hasta el punto que parece que llevemos una capa de invisibilidad puesta. Tuve mucho tiempo para observaros a ti y a tus amigos. ¿Sabías que a Ginevra Weasley no le gusta la crema de zanahoria? —Suelta una risita entre dientes—. Irónico, ¿verdad?

Hermione parpadea varias veces, impresionada y asustada al mismo tiempo porque sepa un dato tan concreto.

—Eso da miedo, Nott. —No puede resistirse y pregunta a continuación—: ¿Qué sabes de mí?

Theodore suelta una carcajada.

—A la gente en el fondo le encanta la morbosidad. —Junta las yemas de los dedos de ambas manos y se las lleva a la altura de la nariz a modo pensativo—. Veamos: sé que nunca podías dejar un capítulo a medias. Que siempre revisabas primero las redacciones de Weasley, porque eran las que peor estaban. Y que te acortaste mágicamente los dientes más de la cuenta en cuarto, después de que Draco te lanzara aquel hechizo y Snape no quisiera detenerlo. —Tras decir eso sonríe levemente, con aire de superioridad.

Hermione se lleva una mano a la boca para cubrirla y percibe que se ha puesto roja de la vergüenza por el calor que se le ha acumulado en las mejillas.

—Vaya, sí que eras observador —logra decir cuando la temperatura de su cara vuelve a la normalidad—. ¿Por qué hacías eso? —pregunta.

Tendría que estar llevando la entrevista por otros derroteros, pero siente curiosidad por el comportamiento del chico. Theodore Nott es la definición del misterio.

Él se encoge de hombros.

—Supongo que erais los inalcanzables. Bueno, cualquiera que no fuera de Slytherin lo era, no teníamos muchas oportunidades ni voluntad para hacer amigos fuera de nuestra casa.

—Me pregunto por qué sería —replica Hermione con sarcasmo.

—No me dirás que tú también tienes ese pensamiento simplista en el que nosotros éramos los malos y vosotros los buenos.

Hermione suspira. Anota Escala de grises en el cuaderno.

—No. Pero no os habría hecho daño dejar de lado la retórica anti-muggles si queríais que los demás os miráramos con buenos ojos —rebate.

—Eso es verdad. Slytherin nunca ha sido conocida por su amabilidad. —Theo lo dice con una sonrisa, sin amago de culpabilidad—. Pero respóndeme sinceramente: ¿tú crees que tus dos amigos me habrían aceptado si, por ejemplo, me hubiera acercado un día y les hubiera dicho que quería ser amigo suyo?

La bruja abre la boca para responder afirmativamente, pero después la cierra. Conoce a Harry y Ron mejor que a nadie y, aunque el primero ha cambiado mucho en los últimos años, Hermione sabe que, en el fondo, Ronald nunca ha sido muy tolerante.

—Quizás —es su respuesta final, la más cercana a la verdad sin tener que admitir que Theodore tiene parte de razón—. ¿Qué opinas de tus compañeros de casa?

—Uuh, quieres que mi número escaso de amistades disminuya, ¿eh? —Clava en ella sus penetrantes ojos azules antes de suspirar dramáticamente—. Veamos… Crabbe y Goyle tenían la misma inteligencia que el tronco de un árbol. Draco los usaba como guardaespaldas, pero aparte de eso, eran unos inútiles incapaces de decir más de seis palabras juntas sin que les cortocircuitara el cerebro por el esfuerzo.

La crudeza de sus palabras sorprende a Hermione.

—Vaya, pensaba que los Slytherin os protegíais entre vosotros.

Theo bufa.

—¿Para qué? Además, a Goyle, desgraciadamente, ya no debe de importarle.

Hermione entrecierra los ojos y tuerce el gesto.

—Qué insensible, Nott.

Este se encoge de hombros.

—Él haría lo mismo si estuviera en mi posición. Además, seguro que su ataúd era más cómodo que mi celda en Azkaban.

Que hable tan directamente sobre la muerte hace que Hermione se sienta incómoda. Escribe Sarcasmo como método de aislamiento emocional.

—Bueno, ¿y el resto?

—Pansy y Draco se parecían mucho: los dos se creían los reyes del mundo, como si pudieran tenerlo todo con solo chasquear los dedos. Fue interesante y triste ver cómo la guerra los consumía lentamente. ¿Ya has hablado con Pansy, no? —Hermione asiente—. ¿No te fijaste en que había perdido su toque? Antes se paseaba por la vida despreocupadamente, creyendo estúpidamente que la guerra no la rozaría al pasar. Pero la guerra no deja a nadie incólume.

Sin duda, los años en Azkaban deben de haberle dado un gran sentido de profundidad humana, porque Hermione nunca ha visto a nadie describir de manera tan poética el declive emocional de alguien.

»A Draco le pasó lo mismo —continúa Theodore—: pensaba que se cubriría de gloria y cuando se dio cuenta del terror que invadía su vida, ya fue demasiado tarde. ¿Sabes por qué vive en Francia? —pregunta, aunque evidentemente no espera una respuesta que no proceda de sí mismo—. Porque es incapaz de vivir en un lugar donde sabe que nadie olvida quién es.

—A Malfoy se le perdonó durante los juicios.

—No. Se le declaró inocente desde un punto de vista legal. Pero Draco pasó seis años atormentando a todo aquel que era «inferior» y uno conviviendo con mortífagos. Tiene la marca tenebrosa en el brazo. Tiene suficiente con verla todos los días, no necesita ver también a los que consiguieron que su bando perdiera. Por mucho que eso lo liberara.

Hermione tiene el bolígrafo sobre la hoja de papel, pero es incapaz de escribir nada, porque las palabras de Nott han vuelto a atar un nudo en su pecho que creía extinto. Ha tenido decenas de veces la misma discusión con sus amigos, sobre cómo todos tenemos opciones, pero nunca se había planteado la situación desde esa perspectiva.

—Y… —tiene que carraspear para poder hablar con claridad—. ¿Y Blaise y Daphne?

La mirada de Theo parece perderse en la distancia ante la mención de la Greengrass. Hermione se pregunta si habría algún interés romántico ahí.

—Yo uso el sarcasmo y la crueldad como mecanismo de defensa y Blaise usa el humor. Dicen que eso es típico de alguien profundamente triste, pero al menos te ríes estando con él —dice con un encogimiento de hombros y una sonrisa que, por un segundo, está llena de tristeza—. Daphne era una buena chica, un rasgo raro en Slytherin. Probablemente me habría casado con ella de haber ganado la guerra o no haber habido una directamente.

—¿La querías? —Theodore abre ligeramente los ojos, sorprendido por la pregunta, y esboza una sonrisa ladeada. Hermione aparta la mirada; no tendría que haber preguntado eso—. Lo siento, no es asunto…

—No. O puede que sí. Un poco, tal vez. No me acuerdo —responde Theodore con el ceño fruncido.

—Eso es un no. No se puede querer a alguien «un poco» y decir que eso es amor —replica rotundamente la bruja.

—¿Lo sabes por experiencia, Hermione? —Su nombre en los labios del chico siempre suena diferente, como si se explayara pronunciándolo un poco más que con el resto de las palabras—. ¿Weasley y tú no estáis juntos, no?

Hermione entorna los ojos.

—No. Pero eso no es asunto tuyo.

Él levanta las manos.

—Eh, una pregunta por otra. Era lo justo.

Un carraspeo los interrumpe desde la puerta. Hermione ha olvidado completamente que el auror Steel la está esperando, controlando que todo vaya bien y Nott no intente nada raro.

—Ya es hora de irnos.

Hermione suelta un ruidito de frustración, pero se levanta con aire resignado. Se le ha pasado el tiempo volando y no ha llegado a cubrir todos los temas que quería; tendrá que hablar con Kingsley para que le amplíe las horas. Empieza a caminar hacia la puerta, pero la voz de Theodore la detiene:

—No olvides mi libro.

Hermione se da la vuelta para mirarlo a los ojos y sonreír enigmáticamente.

—Tranquilo, ya lo tengo seleccionado.

Theodore tuerce el gesto, pero después las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba ligeramente.

—Empiezo a sentirme como tu experimento literario, Hermione.


9 de septiembre de 2002

El libro llega exactamente a las cinco de la tarde, mientras Theo está tomando una taza de té justo en el marco de la puerta de la cocina que da al jardín. No puede salir fuera, pero ha comprobado que sí que puede estar ahí. Incluso puede sacar la mano y arrancar briznas de hierba para entretenerse.

Qué considerados los del Ministerio.

—Señor —Amzuc el elfo se aparece junto a él con un paquete en las manos—, ha llegado esto para usted.

Theo se lo quita de las manos y lo desenvuelve con más avidez de la que querría demostrar. Observa el título con el ceño fruncido y perplejidad en la mirada.

Hijos de los nazis.

Cuando lee la sinopsis en la contraportada, estalla en carcajadas.

Jodida Granger, qué sentido del humor más retorcido.

—Amzuc —llama al elfo, que reaparece en seguida—, prepara café.


-N/A: El libro que le da Hermione a Theo se llama Hijos de los nazis (existe de verdad) y es de Tania Crasnianski. Fue publicado en 2016, mucho después de la fecha en que lo introduzco, pero como esto es un fic, pensé que podría tomarme la licencia :) Lo he elegido porque creo que va muy en línea con la conversación de hoy y con otra que tendrán en el futuro.

Di, espero que te haya gustado, he actualizado porque ya empezaba a avergonzarme de mí misma y de haberte regalado algo que abandoné. Disfruta de tu día *corazones*.

Sé que no me lo merezco, pero ojalá me queráis un poquito todavía y me dejéis un review. Esta vez no voy a prometer fecha de actualización (la última vez no me fue muy bien xD), pero sí os puedo decir que el fic tendrá entre 12 y 14 capítulos y que ya tengo la cronología hecha. Ojalá me sirva para encontrar los ánimos para seguir actualizando :D N/A-

Ily,

MrsDarfoy