-N/A: ¿Quién esperaba otra actualización mía este año? ¡Yo tampoco! Sin embargo, el otro día me vino la inspiración repentinamente y la aproveché; el resultado son poco más de 4k en los que hay un importante cambio en la historia para Hermione (que también afecta a Theo). Lamento informar de que nuestro querido Theodore aparece poco, pero hay un buen motivo: Pansy.
Espero que os guste. ¡A leer! N/A-
Este capítulo está dedicado a las chicas del grupo Archivo Theomione (y en especial a Fer).
Memorias de una guerra.
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11 de septiembre de 2002
Hermione no tiene tiempo de llamar a la puerta de la mansión Parkinson, porque la puerta se abre y al otro lado aparece un elfo de enormes ojos azules y un trapo atado alrededor de la cintura. Por un momento Hermione piensa en Dobby, pero empuja el recuerdo a su cajón correspondiente. Ambos se quedan ahí plantados, mirándose, hasta que una voz estridente los hace pegar un salto.
—¡Filli! ¿Vas a quedarte ahí clavado toda la tarde?
La cara del elfo se tiñe de terror e hizo una profusa reverencia antes de pedirle balbuceando a Hermione que entre.
La bruja se adentra en el amplio y oscuro recibidor y se quita la chaqueta, que pronto le quita el elfo; este desaparece con un «pop», dejándola sola con la señora de la casa.
Violet Parkinson es la típica mujer hermosa, pero cuyos rasgos quedan empañados por ese aire de desdén permanente que hacen que quien la observe piense primero en «amargura» que en «belleza».
—Señorita Granger —la saluda. Su voz tiene toda la apariencia de amabilidad, sin duda practicada durante años.
—Señora Parkinson. Gracias por recibirme en su casa.
La mujer se gira y le indica con una mano que la siga. Sin duda aquella mansión es grande y con un poco más de luz parecería más acogedora. Eso sin contar la cantidad ingente de cuadros de familiares que adornan las paredes y que la miran con abierta hostilidad.
—No hay de qué. Aquí estarán más cómodas que en cualquier otro lugar.
—Y así puedes tenernos más controladas, ¿verdad, madre?
Pansy Parkinson está apoyada en el marco de una puerta; ella ni se molesta en fingir cuánto detesta la idea de que Hermione esté allí. Su madre la ignora, pero la castaña está segura de que acaba de perforarla con la mirada. Se gira hacia Hermione con una sonrisa demasiado tirante para nacer de una buena educación sincera y pregunta:
—¿Quiere una taza de té, querida? ¿Café?
La aludida niega con la cabeza.
Las tres mujeres, con Pansy a la cabeza, entran en una salita de tamaño pequeño para lo que es aquella casa. Hermione se descuelga el bolso del brazo y mira dubitativa a su alrededor. Antes de elegir dónde sentarse, ya que ninguna de las dos Parkinson le ha indicado ningún lugar en concreto, se queda mirando a Violet, que no parece que tenga intención de moverse.
—Bueno, creo que podemos empezar… —dice, esperando que así la bruja más mayor se vaya.
No lo hace.
—Tranquila, Granger, mi madre solo quiere comprobar que digo justo lo que tengo que decir. Siéntate y haz como si no estuviera —explica Pansy. Su tono es de burla, pero por la mirada furiosa que le dedica su madre, está claro que ha dado en el blanco.
Hermione se gira hacia su anfitriona.
—Preferiría que nos dejara solas, señora Parkinson.
La otra bruja aprieta los labios, pero finalmente cede y se marcha, aunque deja la puerta abierta. Hermione pone los ojos en blanco y la cierra con un movimiento de varita. A continuación, la mueve de nuevo y una burbuja sale de la punta. Esta se hace más y más grande hasta abarcar el lugar donde ella y Pansy están sentadas y después se mimetiza con los alrededores.
—Un hechizo de insonorización. —Las comisuras de los labios de Pansy amenazan con curvarse hacia arriba—. Al final sí que es verdad que eres inteligente.
Podría ofenderse con sus palabras, pero Hermione ha aprendido con el tiempo que existen muchos mecanismos de defensa ante el mundo. El de Pansy Parkinson es el sarcasmo, para que nada que los demás digan sea más hiriente que sus propias palabras.
—Te prometí que no tendrías que hablar bien de tu padre y pienso cumplirlo —afirma.
—¿Cómo? —Hermione saca su libreta y bolígrafo del bolso y después le dedica una mirada de disculpa a Pansy—. Ah, ya. No sé qué esperaba. —La bruja cruza una pierna sobre la otra con elegancia y suspira.
—Dame tiempo. Sigo pensando cómo.
Es verdad. Hermione ha pasado los dos últimos días, mientras decidía si visitar a Pansy o no, buscando una manera de anular el trato que Ruth ha hecho con el Ministerio.
Pansy suelta una carcajada seca.
—Eres Hermione Granger. No tendrías que plantearlo. —Chasquea los dedos—. Puedes pedir lo que quieras y te lo darán.
—Exacto —conviene Hermione—. Soy Hermione Granger, no Harry Potter.
—Ah, sí, el héroe que se convirtió en auror. Qué desperdicio. Podríais haber sido cualquier cosa, haber tenido lo que quisierais ¿y qué hicisteis? Esconderos detrás de una vida normal.
Hermione la mira ofendida.
—Que no estemos rodeados de lujos y fama no significa que hayamos tirado a la basura nuestras vidas, Parkinson. Estuvimos luchando durante siete años para conseguir un poco de tranquilidad. De paz.
Pansy enarca una ceja.
—¿Y la habéis conseguido? —Hermione abre la boca para responder, pero la cierra de nuevo y se queda en silencio con los labios apretados. Pansy mueve una mano en su dirección—. Ahí lo tienes.
Hermione baja la mirada y se da cuenta entonces de que está sujetando su libreta con tanta fuerza que tiene los nudillos blancos. Se obliga a relajarse y abre y cierra las manos varias veces para recuperar la circulación normal de la sangre.
—Cada uno ha hecho lo que ha creído más conveniente para sobrevivir. —Mira a Pansy a los ojos—. Tú lo sabes bien.
¿A qué esperáis? ¡Está justo ahí! ¡Atrapadlo!
Esta vez es el turno de la exslytherin de quedarse sin palabras. Sus ojos azules bajan a sus manos con uñas de un rojo sangre perfecto. Hermione se arrepiente al instante de haberle dado ese golpe bajo, pero a la otra bruja le vendrá bien una dosis de humildad.
—Al menos vosotros habéis tenido opciones —susurra—. Nosotros nunca salimos de esa guerra.
Esas palabras recorren la mente de Hermione y se transforman en un escalofrío que baja por su columna vertebral.
—¿A qué te refieres?
Pansy abre la boca para responder, pero la cierra y lanza una mirada a la puerta. En sus ojos se ve una sensación que Hermione no creía capaz en aquella mujer: miedo. Cuando parece convencerse de que nadie los escucha, empieza a hablar:
—¿Sabes por qué Draco vive en Francia? ¿Por qué las Greengrass nunca han vuelto a Inglaterra?
Hermione asiente con cierta lástima.
—Vergüenza.
—Sí, pero no solamente por eso. Hay una secuela invisible de la guerra que muy pocos son capaces de percibir. Es la sensación que se instala en ti cuando paseas por el Callejón Diagon una concurrida tarde de sábado y sabes que todos dedican un segundo de tu tiempo a mirarte. Es lo que crees ver tras los ojos de la mujer que te cobra en una tienda, justo antes de que sonría y te pregunta si no necesitas nada más.
La bruja castaña sabe de lo que habla, al menos en parte. Ella también ha vivido las miradas y ha notado el cambio de tono en la voz de quienes la reconocían. Sin embargo, no es tan ingenua como para creer que sus experiencias son similares. De hecho, no podrían ser más diametralmente opuestas.
»Es el mismo motivo por el cual Goyle empezó a beber todos los días o Millicent tuvo que pasarse medio día intentando quitar una pintada de la tienda donde trabaja. Es lo que hace que Blaise nunca quiera hablar de la escuela o lo haga de manera impersonal, como si se refiriera a otra persona.
Los ojos de Pansy se han empañado y Hermione siente el impulso de alargar una mano para intentar consolarla, pero sabe que el gesto no será bien recibido, así que se contiene y escucha casi sin respirar, porque sabe que no tendrá otra ocasión igual para asomarse al pozo de los pensamientos de Pansy Parkinson.
»Es el sentimiento de derrota. Nosotros siempre seremos «Los hijos de». No importa lo que hagamos ni cuánto nos alejemos, seguimos atrapados en aquel dos de mayo.
Es ahora Hermione quien tiene que llevarse una mano a la cara para secarse las lágrimas. ¿Qué debe de estar pensando Pansy de ella? Debe de parecerle una tonta, llorando por una vida que nunca ha sido suya. Nunca se había parado a pensar cómo se sentirían ellos. Los otros.
—Lo siento —musita.
Pansy parpadea, mirándola con sorpresa. Parece que no esperaba esa reacción por parte de la bruja más conocida de Inglaterra.
—No es culpa tuya en realidad. Ese libro que escribiste no ayudó, la verdad, pero al menos no aparecíamos explícitamente. —Su boca se tuerce en un mohín de desaprobación—. ¿Estás segura de que no puedo hacerte cambiar de idea?
Hermione suspira. Ahora ya está demasiado involucrada. Niega con la cabeza.
—Pero prometo no permitir que tu padre salga gracias al libro. Eso sí puedo hacerlo.
—Tendré que conformarme. ¿Qué quieres saber? —Señala con el mentón el cuaderno de Hermione—. Si no sales de aquí con algo escrito a mi madre le dará algo. —Se queda pensando—. Aunque igual no es mala idea.
—Háblame sobre tu padre.
Hermione tiene muchas preguntas en mente, como el alcoholismo de Gregory Goyle, pero es mejor abordar el tema principal cuanto antes. No sabe cuánto tiempo aguantará la señora Parkinson sin intervenir.
—Hace cuatro años que no lo veo. Y no es que lo eche de menos —afirma con rotundidad—. Por mí puede pudrirse en ese agujero lo que le quede de vida.
Suena resentida, pero hay algo más detrás de su voz. Algo parecido al miedo. Pavor ante la alternativa.
—¿Qué recuerdas de él?
Por primera vez, Hermione se siente violenta haciendo ese tipo de preguntas. No es lo mismo que interrogar a Nott, a quien parece que nada le afecte ni mucho menos le importe. Preguntar a Pansy sobre su pasado es como espiar una conversación íntima entre dos desconocidos.
—Una infancia feliz y ser de una familia sangre pura no suelen ir de la mano, si es eso a lo que te refieres. La mayoría de esta gente —mira hacia la puerta, como si al otro lado estuviera su madre— tiene hijos para perpetuar su linaje, no por el deseo de ser padres. —Se detiene un momento—. Con la excepción de Draco, quizás. Su madre sí que parece quererlo de verdad.
»Mi padre es un hombre cuya cámara de Gringotts está inversamente llena a la capacidad emocional que tiene él como persona. Solo lo vi alegrarse cuando Voldemort —le tiembla la voz al pronunciar el nombre, pero lo pronuncia a pesar de todo— volvió. Supongo que es lo único que le hacía ilusión, lo único en que había puesto esperanza. —La mirada de Pansy vuelve al presente y se clava en Hermione—. No puedo darte más detalles; nunca tuvimos mucha relación. Yo era otro mueble de esta casa, algo bonito que exhibir para ver quién se quedaba conmigo cuando fuera lo suficientemente mayor.
Hermione se estremece. Debe de ser horrible que lo único que tu padre espera de ti es conseguir una buena alianza a través de tu matrimonio. Una de las ventajas de sus orígenes «humildes».
—¿Qué opina de tu relación con Blaise Zabini?
Pansy suelta una carcajada.
—Esa es mi parte favorita. Después de estar años insistiendo en la importancia de casarme con alguien adecuado —explica—, cuando se enteró de que estábamos juntos me mandó una carta diciéndome que en vez de eso debería hacer algo más útil y acercarme a alguien del Ministerio. Ya ves —frunce los labios—, hago lo único que esperaba de mí y ni siquiera eso le parece bien.
—Es agotador saber que nada de lo que hagas será suficiente —afirma Hermione en voz baja.
La otra bruja enarca una ceja con incredulidad, a lo que la castaña responde levantándose la manga del brazo izquierdo.
—Sabía que la tenías, pero nunca la había visto. ¿Duele?
Los susurros de Bellatrix amenazan con volver a su mente, pero Hermione niega con la cabeza, enterrándolos de nuevo.
—No es muy estética, eso sí.
—¿Por qué no te la has quitado?
Hermione se mira la cicatriz. Desde que Bellatrix la marcó, es una pregunta que se ha hecho a sí misma miles de veces, pero siempre ha tenido la respuesta muy clara:
—Porque eso sería como admitir que ella tenía razón.
Cuando la reunión termina y Hermione se va, se da cuenta de que no ha tomado ni una sola nota. Sin embargo, sabe que no las necesita: no cree poder olvidar las palabras de Pansy en mucho tiempo.
Y con esta resolución le manda una carta a Shacklebolt.
13 de septiembre de 2002
—Lo que quieres hacer no tiene sentido, Hermione.
Hermione se cruza de piernas y ladea la cabeza sin despegar sus ojos del ministro de magia.
—¿Por qué no? Es muy sencillo: voy a eliminar a Mulciber, McNair, Carrow y los Lestrange de mi libro. No me interesa hablar de esa gente, porque creo que no van a aportar nada que no sea un punto de vista rancio y podrido. En su lugar, voy a intentar que las Greengrass y algún slytherin más que estudiaba conmigo en Hogwarts me conceda una entrevista.
El día anterior le ha servido para perfilar mejor su plan y dar el paso para desembarazarse de la influencia del Ministerio. Para lamerles el culo ya tienen a El Profeta, ella no va a ser una marioneta a su merced.
»Me quedaré con Pansy Parkinson, pero quiero cancelar el trato que tiene con vosotros para las salidas puntuales. Solo me comunicaré con su hija. Y también me quedo con Narcissa Malfoy, pero solo porque su hijo no quiere hablar conmigo.
Kingsley Shacklebolt la mira con el ceño fruncido, pero finalmente su rostro adopta una expresión de resignación.
—Nos vas a meter en un buen problema. ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?
—Bueno, en primer lugar, yo nunca me metí en esto de manera completamente voluntaria. He tenido una conversación muy intensa conmigo misma y he decidido que lo que quiero es contar una batalla perdida desde mucho antes de ser librada. —Cambia de pose y se inclina hacia delante, los brazos apoyados en el escritorio de Kingsley—. ¿A cuántos descendientes directos o indirectos de mortífagos tienes trabajando por aquí? —El ministro se queda perplejo, incapaz de responder—. Exacto. ¿Y nunca te has preguntado por qué?
Shacklebolt niega con la cabeza y sonríe levemente.
—Hermione Granger, enemiga número uno de las injusticias. ¿Eres consciente de que te vas a ganar muchas enemistades y que no todo el mundo merece o quiere tu ayuda, verdad?
—No soy tan ingenua, sé que hay mucha gente con las manos o la conciencia manchadas. Pero también sé que hay gente que sí que merece que intente hacer algo por ellos, aunque nunca me lo pidan.
Sus palabras parecen convencer al mago de que Hermione está resuelta a no cambiar de opinión ni a dejarse amedrentar. Ella sabe que al Wizengamot no le gustará lo que propone, pero son lo bastante inteligentes para saber que en la pluma de Hermione reside el poder para hacerlos quedar bien o dejarlos como unos completos inútiles.
Kingsley también sabe esto.
—Bien, intercederé por ti cuando comunique tu cambio de… técnica. —Hermione está a punto de señalar que no lo ha pedido, pero no debe tentar a la suerte—. Sin embargo, tenemos un problema: Theodore Nott. Dudo mucho que el trato que hicimos con él a cambio de vuestros encuentros pueda seguir en pie.
Hermione se muerde el labio inferior, preocupada. Es un tema en el que no había pensado.
—Tendremos que buscar alguna manera. —La voz de Pansy le susurra unas palabras en su cabeza—. Es el primer favor que os hago, no debe de ser tan difícil de cumplir.
Cuando Hermione vuelve a su casa, le tiemblan las manos y tiene la respiración acelerada. En los últimos dos días su vida ha dado un giro de ciento ochenta grados y ni siquiera es consciente de las consecuencias todavía.
Se pasa las manos por el pelo mientras da vueltas por su salón, pensando en qué debería hacer algo. ¿Hablar con Harry? No, ya tuvo una conversación con él cuando le contó lo del nuevo libro y sabe lo que él opina; a pesar de que no va a interponerse en su camino, no le haría gracia el empeño que estaba poniendo en el proyecto.
Sin embargo, Hermione no tiene mucho más tiempo para meditar sus siguientes pasos, porque una lechuza revolotea contra su ventana. Carga un sobre de color rojo que a la bruja le cuesta reconocer al principio, porque nunca ha recibido uno personalmente. Sin embargo, recordaba perfectamente aquella vez en segundo año, cuando la señora Weasley le mandó un Vociferador a Ron.
En cuanto el ave sueltas la misiva, esta permanece flotando en el aire. Hermione suspira y la abre con un movimiento de varita, porque lo último que quiere es que explote en medio de su salón.
—¡HERMIONE GRANGER, ¿CÓMO TE ATREVES?! —La voz de Ruth Gold resuena amplificada con tanta fuerza que Hermione se encoge por el dolor auditivo—. ¡DESPUÉS DE TODO LO QUE HE HECHO POR TI!
La señora Gold sigue y sigue con su perorata, tratando a la bruja joven de ingrata, inconsciente y estúpida. Termina amenazándola con romper cualquier lazo editorial entre las dos si no se retracta inmediatamente y habla con Shacklebolt para decirle que ha cambiado de idea y quiere seguir con los términos originales.
—Como tú quieras, Ruth.
Hermione coge un pergamino en blanco y empieza a redactar una carta mucho más educada y corta que la que ha recibido. Termina con un «Ha sido un placer haber tratado contigo los últimos cuatro años» y su firma abajo.
Se siente aliviada en el fondo. Aunque agradecía que alguien hubiera querido darle la oportunidad de contar su historia al mundo, también se sentía incómoda con las maneras y el amor por la fama de Ruth.
En cierto modo, acaba de cortar el último hilo que la privaba de hacer lo que quisiera.
15 de septiembre de 2002
Ha pasado una semana desde la última visita de Granger y Theo nunca admitirá que ha echado de menos conversar con ella. Le valdría cualquier otra persona, por supuesto, pero pocos pueden rivalizar con su intelecto.
La puerta principal de la mansión se abre con lentitud y se escucha un solo par de pasos ligeros acercarse al salón. Theo procura parecer desinteresado, tumbado en el sofá con la mirada clavada en el techo y el libro que le mandó Granger en la mesita entre él y el sillón que suele ocupar la bruja.
—¿Hola?
—Estoy donde siempre —responde Theo y no puede evitar sonreír, aunque carraspea y procura disimular su satisfacción.
Hermione asoma la cabeza por el umbral antes de pasar. Se acerca dubitativamente, a lo que el mago ríe desdeñosamente.
—¿No está Steel hoy contigo? Tranquila, Granger —levanta las manos para dejar al descubierto sus muñecas—, recuerda que no muerdo, solo ladro.
Granger se sienta con la espalda muy recta y le lanza una mirada rápida antes de desviar sus ojos marrones hacia cualquier mueble del salón que no esté cerca de él.
—No, ya no va a venir más.
Theo frunce el ceño y se incorpora. Acaba de despertar su curiosidad, algo que hace tiempo que no pasa.
—¿Por qué? ¿Se han convencido de que no soy peligroso? Los muggles tampoco tienen magia y aun así matan a gente todos los días —añade en tono malicioso.
Esto consigue justo el efecto deseado en la bruja, quien le dedica una mirada desdeñosa.
—No me das miedo, Nott. —Sin embargo, su expresión pronto vuelve a la constricción—. Es que hay cambios importantes sobre mi libro.
Theo ladea la cabeza y enarca una ceja inquisitivamente. Granger parece insegura hoy, algo poco común en ella, al menos en lo que respecta a dar alguna explicación que corrobore lo mucho que sabe o lo bien situada que está en el mundo.
—¿Me lo vas a contar o vas a desperdiciar la visita en hacerte la remilgada? —la apremia él.
—Bueno, es que he rescindido el trato que tenía el Ministerio con mi editora, así que ya no voy a hablar con los mortífagos que siguen en Azkaban ni los incluiré en mi libro —suelta las palabras de golpe y después cierra la boca y lo mira, esperando una reacción de algún tipo.
El primer instinto de Theo es llevarse una mano a la marca de su brazo, pero se contiene y en vez de eso decide ceder a su esperanza y le pregunta :
—¿Y a qué se debe este cambio de opinión?
—Hablé con Pansy el otro día —eso sí que es una novedad— y me hizo replantearme algunas cosas.
El mago esboza una sonrisa torcida.
—Vaya, juntarte con tanto slytherin te está volviendo muy atrevida, Hermione. Al final sí que seremos una mala influencia. ¿Y qué te ha dicho exactamente?
Sospecha que Pansy le habrá hablado de lo mal que han estado las cosas para todos ellos, los parias. Theo detesta cualquier muestra de autocompasión, pero si eso ha servido para que Hermione Granger se dé cuenta de que la estaban manejando como un títere, mejor para ella.
—Eso es privado —responde la bruja—. Sin embargo… —añade.
Y acto seguido baja la mirada a sus manos. Theo reconoce la vergüenza en todas sus formas y vertientes, por lo que sabe que Granger ha hecho algo de lo que se arrepiente porque afecta negativamente a alguien.
Qué noble.
Qué tonta.
—No me digas que no van a reducirme la condena. —Por la mirada sorprendida que Hermione le dedica, Theo sabe que ha dado en el clavo—. Que no estés acostumbrada a relacionarte con gente inteligente no significa que algunos no sepamos sumar dos más dos.
Esto hace que un poco de la lástima que siente por él se desvanezca y le dedique una mirada de reproche, a la que él responde con una sonrisa indolente.
—Me han comunicado muy amablemente —el tono en su voz indica que ni ellos han sido amables ni ella les guarda mucho respeto a esas alturas— que si prefiero prescindir de su ayuda, ya no hay ningún motivo para que muestren ninguna deferencia conmigo. Y como el trato sobre tu puesta en libertad anticipada había sido hecho con mi editora y ya no trabajo con ella, lo más lógico es anularlo. Lo siento —añade en voz baja.
Theo se encoge de hombros y vuelve a tumbarse en el sofá.
—Siempre he sabido que nunca cumplirían su palabra, así que no es una gran pérdida. —La primera parte es verdad, aunque sí que deseaba salir seis meses antes y poder ir adónde le viniera en gana. Pero la gente como él ya no tiene derecho a hacerse ilusiones—. En fin, al menos mi casa es más grande que la celda de mierda de Azkaban. Y siempre puedo intentar que el elfo consiga mantener media conversación coherente. Creo que con eso podré entretenerme los próximos dos años.
Granger se levanta con expresión derrotada. Parece tan menuda que a veces Theo se pregunta cómo pudo ser una pieza clave para la caída de Lord Voldemort, pero entonces recuerda el fuego en su mirada y la decisión de su voz cuando habla de la justicia, el bien y la igualdad y sabe que no hay nadie que pueda enfrentársele.
Por supuesto, nunca admitiría en voz alta que siente cierto respeto por ella.
—Bueno, pues adiós.
La bruja se encamina hacia la salida y Theo la sigue con la mirada unos segundos. Tiene dos opciones: permanecer allí solo durante dos años más o permitir que esa chica lo plasme en su libro y consiga que el mundo lo odie todavía más.
La respuesta es sencilla.
—Supongo que si has venido hoy es porque te permiten que sigas escribiendo sobre mí, ¿no?
Hermione se queda parada y se da la vuelta para mirarlo con suspicacia.
—Sí, pero suponía que, si ya no vas a sacar nada bueno de ello, no querrás que siga entrevistándote.
Theo la mira con seriedad.
—Solo si sigues trayéndome más libros.—Una sonrisa se extiende por el rostro de ella y asiente—. Te recuerdo que todavía no hemos comentado el último. También podrías traerme El Profeta de vez en cuando.
—Tendré que consultarlo primero.
—No podía ser todo tan fácil —suspira en broma Theo—. Bueno, ¿cuándo tendré el honor de recibir tu visita de nuevo? —Aunque su voz ha adquirido un tono burlón, se reprocha a sí mismo haber sonado tan ansioso.
—En cuatro días es mi cumpleaños, así que no podré volver hasta el día veinte o así —explica ella.
—Sobreviviré —responde el mago.
Sus ojos verdes se posan en el techo sobre ellos y oye cómo la bruja reanuda sus pasos y sale de la casa. Sin embargo, cuando ya está solo, vuelve la mirada al lugar que ella ha ocupado.
Entonces se levanta y con grandes zancadas cruza la casa hasta la biblioteca.
—¡Amzuc! —llama.
El elfo se presenta inmediatamente ante él y lo mira con expresión temerosa; ha empezado a sospechar que su amo está loco y cada vez le pide cosas más descabelladas.
—¿Sí? ¿Qué desea?
Theo está plantado en mitad de la biblioteca familiar y sus ojos recorren las estanterías frente a él.
—Necesito que me ayudes a encontrar un libro que no tenga moho, que sea legal y que pueda gustar a una bruja con complejo de protectora de los más desvalidos.
Amzuc se frota las manos con nerviosismo y cambia el peso de un pie al otro.
—¿P-para qué, señor?
Theo sonríe.
—Tengo que hacer un regalo de cumpleaños.
-N/A: Hermione va a tener ahora más libertad para visitar a Theo y de ahí solo pueden salir cosas interesantes. En el próximo capítulo tendremos un pensadero, unos recuerdos que existen y uno que no. ¿Teorías? ¿Impresiones? ¿Me dejáis un review? N/A-
MrsDarfoy
