Y cómo prometió el moreno, esa misma tarde visitó a Draco en San Mungo. El rubio platicaba con Narcissa, que lucía una poco más tranquila y descansada. Ella le mencionaba que ya le había avisado a Scorpius sobre su estado para que no siguiera preocupándose.

Saludo a los Malfoy y se sentó en otra silla justo al lado de la camilla, el rubio a pesar de lucir demacrado, sonreía ligeramente mientras permanecía en silencio, atento a las palabras y acciones de Harry. Y estuvo tan inmerso en la conversación que ni cuenta se dio de que la puerta de la habitación se había abierto.

—¡Papá!—Gritó con desesperación una voz. Draco al escucharlo se enderezó y una mata de cabello rubio platinado salió disparado hacía él para abrazarlo. Por suerte Scorpius no lo lastimó pues las heridas ya habían sanado.

Draco envolvió a su hijo entre sus brazos, acariciando suavemente su lacio cabello y sintiendo su pecho húmedo, Scorpius estaba llorando. Le dirigió una mirada rápida a Harry, que admiraba la escena con cierto deje de tristeza.

—Estoy bien, tranquilo—Draco seguía con las caricias y Scorpius parecía negarse a separarse de él—Estoy bien—Repitió nuevamente, el menor se separó un poco de su padre, Draco sintió su corazón oprimirse al ver los ojos rojos y llorosos de su hijo,que lo miraban aterrado y dolido.

—P-pensé que te irías para siempre como mamá—Balbuceó con un hilo de voz, rompiendo nuevamente en llanto—Pensé que me dejarías solo—Draco tuvo que morder su labio,sintiendo sus ojos picar por las lágrimas que amenazaban con salir. Rápidamente trató de recomponerse y secó con delicadeza las lágrimas que escurrían por las mejillas del rubio menor.

—Nunca me iré, nunca te dejaré solo Scorpius—Susurró suavemente.

Harry se sentía conmovido, pero ajeno a lo que ocurría. Admiraba como los orbes verdes de Hyperion seguían enrojecidos pero habían dejado de llorar, y de repente se cuestionó sí había heredado los ojos de su madre, vagamente recordaba a Astoria, por lo que no sabía muy bien la respuesta. Ahora, Narcissa Malfoy lo abrazaba del brazo tratando de mantenerse fuerte para su hijo y nieto, mientras que el moreno aguantaba las ganas de consolar también a Scorpius y abrazarlo, aunque no sabía sí sería correcto hacerlo.

Pero se sorprendió cuándo el rubio menor lo tomó de la mano y le susurró un "Gracias, señor Potter", esbozando una ligera sonrisa.

Varias horas después, al caer la noche, ayudó a Draco a regresar a Malfoy Manor a pesar de que este le dijo que no necesitaba su ayuda y podía hacerlo solo. Aunque era una vaga excusa para acompañarlo y protegerle de cualquier peligro que se presentara en el camino.

Y en agradecimiento recibió un "Eres un pedazo de idiota" de su parte, y unas palmadas en el hombro que le erizaron la piel.

--

Al permanecer alerta ante el peligro inminente, ahora con los asesinatos de muggles, mestizos y sangre pura que aparecían diariamente en la primera plana de El Profeta, y con el ministerio hecho un caos y aurores por doquier tratando de conseguir a los culpables, aquella tarde lluviosa de febrero Grimmauld Place se encontraba más llena de lo común.

La pequeña Lily por orden de sus padres se vio obligada a permanecer en su habitación junto a Hugo y Louis, y con las orejas expansibles de sortilegios Weasley trataron de oír la conversación de los mayores, pero fue en vano por un hechizo silenciador que aplicó Ginny.

El timbre sonó, resonando en la casa, una puerta fue abierta y a paso rápido un moreno de cabello negro y revoltoso se acercó para abrir, no sin antes hicer una pregunta cuya respuesta solo conocían las personas que habían sido invitadas esa tarde. La respuesta fue certera, abrió la puerta y se encontró con Draco Malfoy, que se protegía de la lluvia con un paraguas de color negro y lucía desesperado por entrar. Vestía un abrigo negro elegante junto a un traje formal de color grisáceo y una bufanda del mismo color, Harry le sonrió.

—Adelante, adelante—Dijo haciéndole señas para que entrase, se apartó un poco de la puerta para dejarle espacio.

Draco cerró el húmedo paraguas y pasó justo a un lado de Harry, adentrándose en la cálida casa. En el corredor del recibidor había un perchero, ahí colgó su abrigo y su bufanda y con un toque de varita hizo desaparecer el paraguas, observó a Harry quién hizo una ademán para que continuará, caminaron juntos por el pasillo hasta que por fin llegaron a aquella puerta entre abierta.

Harry abrió por completo la puerta, haciendo que las personas presentes se quedaran calladas al ver a su acompañante. Harry le hizo otra seña a Draco para que se sentara y este no dudó en hacerlo a pesar de la mirada fija de todos sobre él. Arthur Weasley siguió comentando sobre aquel asesinato a cuatro muggles en el oeste de Londres y la marca tenebrosa sobre el local de los sucesos, pero, fue interrumpido por su hija, Ginny. Ella miraba con ojos saltones al recién llegado, con notoria desconfianza.

—¿A qué has venido, Malfoy?—Preguntó dejando de lado la amabilidad, entonces miró a su esposo—¿Por qué está aquí?

—Yo lo he invitado, Draco está de nuestro lado, Ginny—Explicó, tratando de mantener la calma, la mujer frunció el entrecejo—Quiere ser parte de la orden, y no veo motivo para que no lo sea—Le defendió, frunciendo el entrecejo igual que la pelirroja. Los demás los miraban en silencio e incómodos—Además, Draco dará clases en Hogwarts dentro de unos meses y tenerlo allí le conviene a la orden.

—Pero ya tenemos a McGonagall y a Neville—Replicó.

—Mientras hayan más; mejor, querida—Interrumpió Draco, que comenzaba a molestarse ante la actitud infantil de Ginevra. La mujer lo miró haciendo una mueca, más no respondió, decidió quedarse callada.

Potter no entendía la actitud de su esposa, que cada vez que estaba junto a Malfoy se volvía hostil y a la defensiva, ella posiblemente seguía resentida con el rubio por sus malos tratos durante su época en Hogwarts y todos sus errores cometidos en el camino. Pero ya habían pasado muchísimos años desde aquel entonces y Draco Malfoy había cambiado para bien, convirtiéndose en un mejor hombre y tratando de ser un buen padre para su hijo. Por lo que, el odio de Ginny hacía él comenzaba a rayar en lo patético y ridículo.

Entre los presentes, el rubio reconoció a Hermione, Ron, George y su esposa, la señora Weasley, Teddy —quién por poco ni entra a la orden gracias a Harry, que seguía negándose a poner la vida de su ahijado en peligro—, Bill, Fleur, Neville, Minerva McGonagall, Arthur, Ginny, y a varios magos y brujas que no conocía pero que probablemente eran nuevos o ya habían estado antes en la orden del Fénix.

La reunión siguió, a pesar de las miradas furtivas de Ginny que aparentaban quemarle vivo, Draco se sentía tranquilo y ignoraba —Cómo siempre había tratado— la existencia de Ginevra Weasley, porque se negaba a decirle Potter.

Al concluir, todos se marcharon, excepto Ginny, Harry y Draco. La pelirroja había subido para ver como estaba Lily Luna, dejando solos a los ex-némesis. Draco se levantó suspirando y al salir del lugar de la reunión Harry lo detuvo sosteniéndolo del brazo, haciendo que el rubio levantase una ceja incrédulo.

—¿Cómo sigue Scorpius?—Preguntó, ruborizado por la vergüenza, soltando al mismo tiempo el brazo de Malfoy.

—A tenido días mejores, ciertamente—Respondió—Pero mucho mejor, tú hijo es de gran ayuda ¿Sabes?

Harry asintió, antes de morder su labio inferior.

—Y tú... ¿Cómo estás?

—Pues el hecho de tener aurores fuera de mí casa, no me causa gracia Potty—Se quejó—Me gustaría que los mandaras a sus casas, puedo cuidarme solo.

—No puedo arriesgarme a otro ataque—Replicó con seriedad.

—¿Te asusta perderme, San Potter?—Se burló.

El moreno se quedó callado, y gracias a ello, la sonrisa burlona de Draco fue disminuyendo poco a poco hasta desaparecer.

—Tal vez—Respondió finalmente, Lily lo llamó desde el piso de arriba en un grito que retumbo en todo Grimmauld Place.

Pasó a su lado para subir las escaleras, Draco se quedó pasmado observándolo, se dio la vuelta, sintiendo sus mejillas arder, tomó sus cosas y de un portazo salió de la casa sin siquiera mirar atrás.