Narcissa suspiró profundamente, sí no hubiese regresado a Inglaterra a visitar a su hijo, tal vez este estaría muerto. La razón de su viaje, fue porque lo extrañaba. Nunca pensó que se encontraría a Rodolphus Lestrange, el esposo de su hermana Bellatrix, atacando a su hijo. Una ira inmensurable se apoderó de ella, y usó un encantamiento para alejarlo de Draco, mandándolo a volar por los aires, haciendo que aquel hombre se golpeara con varios objetos de vidrio de la habitación.

—¡Uhg!—Gritó, adolorido y aturdido, miró a Narcissa levantándose como pudo. Ella seguía apuntándole con su varita, lista para utilizar un hechizo protector o atacarlo, el miedo era claro en sus ojos, pero se mantenía con postura firme y decidida.—Narcissa...—Dijo—No olvides nuestro deber como sangre pura, el señor tenebroso volverá y más fuerte que nunca, no olvides tus lealtades.—Sus ojos bajaron lentamente hasta donde se encontraba Draco, inconsciente.—O tu familia podría sufrir las consecuencias, sin importar lo favorecida que hubiese sido en el pasado por nuestro Lord. —Hizo una pausa, antes de agregar.—Conozco el sucio secreto de Draco, su traición a la sangre no le hará mucha gracia a nuestro Lord.

Tras aquella revelación, el rostro de Narcissa Malfoy palideció, abriendo los ojos de par en par.

—La heredera está dispuesta a darles una segunda oportunidad, si demuestran su lealtad ante ella.

Rodolphus dió una última mirada a su cuñada, antes de desaparecerse.

La mujer de inmediato se acercó a su hijo, revisando su pulso con las manos temblorosas, y como pudo lo levantó son sumo esfuerzo, saliendo de la habitación llevándolo a rastras, hasta llegar a la chimenea más cercana y tomando en su mano polvos flu gritó 'San Mungo'.

Afortunadamente, Draco se encontraba bien, y a pesar de sus insistencias se mantuvo en la sala de espera esperando que esté terminara de hablar con el auror, mirando a un punto vacío, recordando una y otra vez las palabras de Rodolphus, sintiendo su cuerpo temblar. ¿Aquél que no debía ser nombrado había regresado? Imposible, Harry Potter lo había derrotado. ¿Quién era esa tal "Heredera"? ¿Cómo sabía el secreto de Draco? ¿Acaso Lucius...? Tenía tantas preguntas, y temía por la seguridad de su familia.

Levantó su mirada al escuchar el eco de unos pasos acercarse a ella, y se dió cuenta que Harry Potter se encontraba a unos metros de distancia.

—Necesito hablar con usted, señora Malfoy.

Narcissa asintió, levantándose de la silla. Harry le hizo un ademán para que lo siguiera, salieron juntos de San Mungo, y mientras caminaban juntos por las solitarias calles, el moreno habló nuevamente.

—Usted salvó la vida de Draco.—¿Draco? ¿Desde cuándo eran tan informarles? ¿Cuándo habían pasado de llamarse por sus apellidos a sus nombres de pila?—Reconoció al atacante como Rodolphus Lestrange ¿Qué le dijo?

—Que quién ya tú sabes volvería... mencionó a una tal Heredera.—Miró como la expresión de Potter cambiaba, a una de incredulidad. —Quieren reclutar a nuestra familia, o pagaremos el precio de la traición.—Tras decir aquello, bajó la mirada, resistiendo las lágrimas.

—El ministerio no dejará que eso pase, señora Malfoy.—La consoló —Le aseguró que su familia estará bajo nuestra protección, incluso la mía propia sí es necesario.

Narcissa lo miró fijamente durante unos segundos, antes de hablar nuevamente.

—Protege a Draco y a Scorpius, es lo mínimo que deberías hacer después de... todo.—Harry no entendió lo que realmente quería decir Narcissa, pensó que se refería a que esa era su obligación como auror.

Ella todavía no comprendía del todo la extraña relación de su hijo y el héroe del mundo mágico, el como llegaron a tener un hijo juntos. Sólo sabía que gracias a ello Scorpius había nacido, y ella lo amaba. Harry Potter no tenía ni idea, y ella había prometido no hablar al respecto, pero tarde o temprano, aquella verdad saldría a la luz...

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Recuerda con claridad esas manos deslizándose por su cuerpo, sacándole ligeros suspiros, mientras sentía sus labios en su clavícula, dejando un rastro de besos. Estaban desnudos y sus cuerpos estaban pegados el uno del otro, compartiendo el calor corporal en aquella gélida noche. Aquellos ojos verdes le miraban en la oscuridad con deseo, tan penetrante, que le hacía temblar ligeramente, después de todo, estaba completamente expuesto.

Harry entonces lo besó y no pudo evitar corresponder el beso, enredando sus rizos entre sus pálidos dedos. El beso era suave pero profundo.

—Harry...—Llamó al niño que vivió por su nombre.—Harry, Harry, Harry...—Repitió, en un susurro profundo, casi en súplica, el moreno comprendió de inmediato lo que el rubio quería.

Draco gemía su nombre, sintiéndose completo, mientras Harry lo poseía en la oscuridad, todo se sentía como un sueño, pero era tan real que le aterraba, temía que todo terminara y no volviera a suceder, que sus vidas continuarán como antes, sin el uno al otro.

Por un momento se engañó a sí mismo, cuando Harry le dijo que era hermoso, y pensó que tal vez, Potter sentía lo mismo que él había sentido desde el primer momento.

Draco se despertó exaltado, con las mejillas sonrosadas y sintiendo su cuerpo acalorado. Tenía tiempo sin recordar aquella vez. Estaba avergonzado. Se levantó de su cama, decidiendo darse una ducha fría para tranquilizarse, después de todo, tenía varias cosas que hacer ese día.

Salió de su habitación, caminando por los solitarios pasillos de Malfoy Manor, y sin la presencia de su hijo se sentía deprimente. Y él se sentía profundamente solo.

Después de una larga ducha, se alistó, vistiendo una fina ropa negra con detalles plateados, peinó su cabello y para cuando ya se encontraba en el gran comedor, su desayuno ya estaba servido y su elfo doméstico saludó a su amo cordialmente. Faltaba menos de un mes para que las clases en Hogwarts terminarán, menos de un mes para volver a ver a Scorpius. Y también cada vez faltaba menos para que pudiese comenzar a dar clases de pociones en Hogwarts.

Mientras tomaba un poco de jugo, una lechuza se adentró en el comedor, aterrizando cerca de él con una carta en el pico. La tomó para posteriormente mirar el sello, que reconoció de inmediato y abrió la carta.

"Hola Draco, ¿Qué tal has estado? No he sabido nada de ti desde la última reunión en Grimmauld Place. Esperaba que pudiésemos reunirnos, sí estás disponible, por supuesto ¿Qué tal el Caldero Chorreante a las 6 pm?

Te estaré esperando de todas maneras.

—Hasta pronto, H.P."

Draco releyó la carta alrededor de cuatro veces, y para cuando iba a leerla una quinta vez, le pidió a su elfo una pluma y un pergamino para responder la carta. Escribió una respuesta corta, dobló el pergamino y lo guardo en un sobre, cerrándolo. Miró a la lechuza antes de entregarle la carta y la observó volar. No pudo evitar sonreír ligeramente.

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El Caldero Chorreante estaba lleno esa noche, varios hechiceros y brujas hablaban entre risas disfrutando, algunos huéspedes bajaban las escaleras. Harry estaba sentado en una mesa para dos, un poco alejado del montón de gente. De vez en cuando revisaba su reloj para comprobar la hora, eran casi las seis.

—Vaya Potty, no pensé que me extrañases tanto.—Bromeó una voz detrás de él, el moreno lo miró por el rabillo del ojo y luego los rodó, sonriendo.

—Hola, Draco.—Lo saludó, haciéndole un ademán para que se sentase.

El rubio se sentó del otro lado de la mesa, observando con más detalle al contrario. Harry usaba una camisa de color carmesí, y un pin con el logo de la oficina de aurores. Su barba estaba crecida, posiblemente tenía una semana sin afeitarse y sus rizos estaban un poco desordenados. Observó su anillo de matrimonio y desvío la mirada al escuchar una voz femenina.

—¡Hola! ¿Cómo se encuentran?—Era Hannah Longbottom, la esposa de Neville. Ella administraba el Caldero Chorreante, y de vez en cuando, ayudaba a atender a los clientes.

—Hola Hannah—Saludó Harry con entusiasmo, Draco no dijo nada, simplemente la miró.

—¿Qué van a querer?—Preguntó. Luego de tomar su orden, les dijo que disfrutarán su noche. Los miró de reojo al alejarse, preguntándose qué hacían los dos solos un sábado en la noche.

—He estado tremendamente ocupado,—Mencionó Harry suspirando.—Con los ataques que han ocurrido recientemente, temo que el siguiente sea en Hogwarts.—Su rostro denotaba preocupación, y era comprensible, Draco también estaba preocupando.

—Esperemos que una situación como esa no ocurra—Respondió el rubio, y lo decía en serio.

Unos platos y vasos se dirigieron hacía ellos, siendo colocados suavemente sobre la mesa, con la comida que había ordenado. El olor era delicioso, y Draco observó cómo Harry tomaba su cubierto para comer un poco apurado, pensó que el moreno probablemente no había comido ese día por lo ocupado que estaba, ser jefe de aurores no era fácil después de todo.

Probó un poco del whisky de fuego, y ambos se mantuvieron en silencio por unos minutos mientras comían, hasta que Draco habló nuevamente.

—Luces tremendamente cansado Potter—Harry se acomodó los lentes, un poco avergonzado por su comentario.

Era verdad, tenía ojeras y no recordaba la última vez que había dormido en su casa, la mayoría del tiempo se la pasaba en el ministerio, o en las escenas del crimen que salían casi diariamente en El Profeta. La única vez que había salido a un lugar externo a su trabajo, era ese mismo instante, una cena con Draco Malfoy en el Caldero Chorreante, en vez de estar en su casa.

—No tengo mucho tiempo para descansar, para ser franco—Suspiró, observando a Draco mientras apoyaba su mejilla en la palma de su mano—Quería algo de compañía.—Confesó.

—Ya veo... Pues, acá estoy.—Respondió el rubio, sonriendo ligeramente, Harry pareció apreciar el gesto, pues sonrió también.

El resto de la noche, entre tragos y postres, se la pasaron hablando sobre sus tiempos en Hogwarts, y la ridícula rivalidad que tuvieron. Se reían del pasado, y algunas veces Malfoy se disculpó por lo malo que había sido con Harry.

Muy entrada la noche, Draco decidió que era suficiente, pues el moreno parecía que se quedaría dormido ahí mismo.

—Descansa San Potter, o te vas a desmayar del agotamiento.—Le advirtió, ligeramente preocupado.

—Aww, te preocupas por mí, Malfoy, que tierno.—Dijo burlesco Harry, no estaba ebrio, pero si un poco acalorado. Las pálidas mejillas del rubio se tornaron de un color rosa pálido, que hizo sentir al moreno orgulloso.

—Cállate, Potter.—Murmuró entre dientes, levantándose de la mesa, acción que imitó Harry.

Ambos salieron del Caldero Chorreante después de pagar la cuenta, y una vez en la acera bajo las brillantes luces de los faroles, se dieron cuenta que era más tarde de lo que pensaban, pues aquella calle tan concurrida estaba vacía.

—Puedo llevarte hasta tú casa, sí así lo deseas—Propuso el moreno, rascándose la mejilla. Draco lo meditó por un momento.

—Esta bien.—Respondió finalmente, sintiendo como Harry lo tomaba del brazo, su vista se nubló y se sintió mareado al aparecerse junto al moreno en la puerta principal de Malfoy Manor, pero se recompuso rápidamente para no demostrarlo.—Gracias Potter—Agradeció.

Ambos se quedaron mirando por unos minutos, Harry todavía no había soltado su brazo y estaban cerca. Casi podía oler el whisky de fuego que habían tomado antes y observaba los iris verdes del moreno, que brillaban por el reflejo de la luna, así como el contrario observaba sus facciones ¿Cómo no se había dado cuenta antes de las facciones tan delicadas de Draco, y esos lunares en su cuello y clavícula, y la forma en que sus ojos brillaban? Pensó el niño que vivió, como si fuese algo simple que había omitido por completo, tuvo una ligera sensación de deja vú, tras este pensamiento, le dolió un poco la cabeza. Se mantuvieron así por lo que pareció una eternidad, hasta que Potter lo soltó de repente.

—Debería irme ya.—Dijo, con la voz un poco ahogada.—Hasta luego, Draco. —Y se desapareció antes de dejarlo decir algo más.

—Estúpido Potter... —Murmulló por lo bajo, sin comprenderlo, y entro a la mansión, pensando que diablos había sido todo eso.