Caía la nieve, se oían risas de niños que jugaban felices. El paisaje invernal que se podía ver desde la ventana abierta era precioso. La que compartían era una casita sencilla y hogareña. Llevaban un par de meses viviendo juntos mientras ahorraban para realizar una boda por todo lo alto. Si bien la fortuna de la familia del joven ayudaría, Adrien prefería esforzarse él mismo, junto con Marinette para alcanzar cada meta.

Con una mueca de disgusto en el rostro, Adrien cerró la ventana. Caminó con un desgano casi evidente, cada pisada resonó sobre el suelo de madera. Llevaba zapatos bien lustrados esa misma mañana, un abrigo negro, una bufanda muy suave y pantalones de vestir, también negros. Volvía a casa del trabajo. Al día siguiente sería Navidad.

La cama de dos plazas gimió cuando se dejó caer sobre el colchón como un peso muerto con todo y zapatos. Un suspiro melancólico escapó de entre sus labios entreabiertos. Cerró los ojos. Comenzó a jugar distraídamente con la bufanda que todavía llevaba al cuello. La prenda, de color azul claro, era sumamente especial y no porque la tela fuera costosa. No. Tenía un valor simbólico, emocional. La había hecho su novia, Marinette.

La puerta principal se abrió con un leve chirrido.

-Adrien, Gatito, ya volví. Llegué algo tarde porque aproveché para comprar algunas cosas en el camino-Marinette estaba de un humor muy diferente a su novio. Las palabras salían en un tono entusiasta y alegre mientras dejaba las bolsas cargadas de mercadería sobre la mesa y comenzaba a distribuir su contenido dentro de la alacena, colgada a la pared por encima del horno.

-¿Adrien?-Al no obtener respuesta, Marinette avanzó por el pasillo buscando al muchacho. Subió las escaleras de mármol, agarrándose al barandal de caoba y tocó a la puerta de su propia habitación.

-¿Marinette?-La azabache abrió la puerta y se disponía a entrar al cuarto.

-¡No entres! Eh, lo siento, yo no, no me siento muy bien-Marinette dio un pequeño salto en el lugar, sorprendida, pero volvió a cerrar la puerta.

-¿Qué tienes, Minou? ¿Tomaste frío? ¿No llevabas abrigo esta mañana? ¿Te cayó mal alguna comida?-Aún con las mejillas mojadas con sus lágrimas, Adrien esbozó una débil sonrisa. Así era ella. Su Marinette, su lady. Siempre cuidando de él y preocupándose. Era perfecta. No quería preocuparla. No quería que lo viera tan triste. Se aclaró la garganta y procuró que su voz sonara normal

-Supongo que un poco de todo-Se forzó a reír, pero era una risa falsa. Marinette se dio cuenta enseguida de que algo andaba mal. ¿Cómo no hacerlo? Conocía muy bien a su otra mitad, su amigo y compañero de batallas heroicas tiempo atrás.

-¿Estás seguro, cosita?-Cada vez que le hablaba, el amor que Marinette sentía por él parecía derramarse, filtrarse por sus poros. Al oírlo triste, su voz dejó entrever su preocupación.

-Sí, sí, no te preocupes-Marinette apretó los labios. Adrien siempre le decía que no se preocupara, pero hacerlo estaba en su naturaleza. Aunque tenía una idea. Ladybug siempre tenía un plan, y su vida civil no era la excepción. Corrió escaleras abajo y entró a su estudio. Un espacio mediano que contaba con una alfombra de piel de color rosa con puntos blancos, cortesía de su novio, un escritorio con su computadora personal, que como fondo de pantalla tenía una selfie de la parejita, su rincón de costura. Marinette era una diseñadora de modas que empezaba a tener más y más reconocimiento en París. Allí, sobre un mueble también rosa había dos gorros de Navidad. Los había hecho ella misma.

La azabache se puso el suyo, de color verde con un gato negro bordado sobre la parte superior, sus patitas se asomaban a los lados. La punta del gorro, en lugar de un pompón blanco, tenía uno negro con otros tres colgando del mismo, formando una patita. El otro gorro era de color rojo, con puntos negros y un pompón también negro al final. Ése era para su novio. Marinette regresó a la puerta de la habitación. Si algo había entristecido a Adrien, esperaba que su regalo lo animara un poco. Dio tres golpes sobre la puerta.

-Ya regresé-Anunció, resollando por haber subido las escaleras casi al trote.

-Oh, no me dí cuenta de que te fuiste-Marinette agarró el pomo de la puerta, lo giró y entró sin avisar.

Con una sonrisa en su rostro, levantó su regalo en alto para mostrárselo a su novio, pero este no lo notó. Estaba acostado en su cama, dándole la espalda. Sus cabellos dorados caían desordenados sobre la almohada.

-Marinette, te dije que no entraras-La regañó. Aún lloraba en silencio. Su voz sonó más seca de lo que pretendía.

-Parece que alguien no está del mejor humor-La joven se sentó en el colchón junto a su novio, se inclinó hacia un lado y le desató los zapatos, se los quitó y cayeron al suelo.

-La verdad es que no-De nuevo, sonó hosco, casi frío sin haberlo pretendido.

-Auch. ¿Qué pasó, Adrien? ¿Cómo puedo arreglarlo?-Marinette empezó a acariciarle el cabello como si fuera un niño…Justo lo que su madre, Emily, solía hacer. Él se mordió el labio, reprimiendo un sollozo.

-No hay nada que puedas hacer, Marinette-Sus palabras estaban llenas de un dolor profundo, casi lacerante. De amargura. Apartó su mano, y pese a su estado, no fue un movimiento brusco. Sólo inesperado. A la chica, que no entendió nada, le dolió.

Nerviosa, jugueteó con un mechón de su cabello azabache que caía al costado de su cara.

-Tú nunca habías hecho eso, nunca habías rechazado una caricia. Perdón, si quieres estar solo, te dejaré sólo-

-No-Adrien movió su brazo sobre las mantas y tomó la mano de Marinette, la misma que había alejado antes de su cabello.

-No quiero estar solo. Sabes que no soporto estar solo-

-Sí, lo sé, pero no sabía qué más hacer. Me re…

-Lo siento, mi lady, perdóname. Yo no, no quería que te preocupes, pero ya lo estás-Su novio se giró y la dejó ver su rostro. Sus ojos verdes anegados en lágrimas, un poquito hinchados. Su rostro enrojecido por haber estado llorando. Marinette se tapó la boca con una mano.

-No quería que me vieras así-Entonces, él notó el gorro que ella llevaba todavía en la mano.

-Es hermoso, como todo lo que tú haces, pero ahora mismo detesto la Navidad-Dijo entre sollozos que ya no intentaba reprimir.

-Ay, Gatito. Soy una imbécil-Se lamentó Marinette. ¿Cómo es que recién ahora se daba cuenta del problema? Su mente había estado yendo y viniendo entre listas de compras, la decoración, la comida, hacer tiempo para visitar a algunos de sus amigos. Con todo eso había olvidado lo difíciles que eran estas fechas para el chico que amaba. Su mano se detuvo sobre la mejilla empapada y la recorrió de arriba abajo en una suave caricia.

-No, no lo eres. Tú eres una persona normal, a ti no te entristece la Navidad. Tú no, no perdiste a nadie- Adrien cerró los ojos, dejando que el mimo trajera algo de consuelo a su triste corazón. Su tono de voz se dulcificó

-Lo siento mucho, Gatito. De verdad lo siento. Fui egoísta-La azabache desprendió uno a uno los botones de su abrigo y se lo quitó, deslizando la prenda por sus hombros.

-Eh, no creo que estés muy cómodo vestido así. Cielos, soy tan torpe para estas cosas-Se lamentó en voz alta. Él sonrió un poco más que antes, negó con la cabeza.

-No eres torpe, eres tierna-Ella se sonrojó.

-Adrien, ¿Por qué me alejaste antes?-Él suspiró. Imaginaba lo mucho que una acción aparentemente insignificante le había dolido a su novia, porque a él también le dolería si fuera al revés.

-Es sólo que, bueno, mamá hacía lo mismo cuando tenía pesadillas. Me oía llorar y venía a mi habitación. Se quedaba conmigo, abrazándome y-y acariciándome el cabello hasta que me durmiera-Su voz se rompió en la última frase. A Marinette se le rompió el corazón al verlo tan triste. No sabía qué decir, así que no dijo nada.

-No quiero que termine este día, Marinette, no quiero otra Navidad sin ella, sin mamá-Las lágrimas volvieron a bañar su rostro. Su novia instintivamente lo rodeó con los brazos. Adrien soltó un suspiro tembloroso.

-Shh, está bien, mi amor, estoy aquí contigo, Adrien-

Se quedaron así por unos minutos. Cuando ella sintió sus hombros temblar, lo abrazó con más fuerza, su labio inferior comenzó a temblar también y sus ojos azules se llenaron de lágrimas. Marinette dejó que fluyeran.

-Bugaboo, no llores-Él se dio cuenta cuando le acarició las mejillas.

-Tú tienes a tus padres, a nuestros amigos… Me tienes a mí-Adrien no entendía porqué su novia sollozaba con tanto sentimiento.

-Lo sé, es sólo que, bueno, si tú estás triste, yo me siento igual. No es la primera vez que me pasa, pero tranquilo. Estoy bien, sabes que siempre te protegeré y, en el fondo, incluso me alegra poder sentir tu mismo dolor. No crees, ¿No crees que eso nos conecta a un nivel aún más profundo?-

-Marinette-Él se quedó sin palabras ante aquella declaración. Envolvió a la chica en sus brazos, atrayéndola hacia su pecho.

-La próxima vez que algo te duela, no me lo ocultes. Si tu carga es muy pesada, podemos llevarla juntos, siempre hicimos un buen equipo. Después de todo, estamos hechos el uno para el otro. ¿No?-

Con el corazón aleteando como un colibrí, Adrien tomó delicadamente la barbilla de Marinette y presionó sus labios contra los de ella, que correspondió dejando escapar un suspiro.

-Tienes razón-Le dio otro beso, y otro más.

-Gracias, muchas gracias-Afirmó, entre besos.

-Yo siempre tengo razón, Chaton-Eso lo hizo reír, una risa leve que retumbó a través de Marinette, ya que apenas había espacio entre ellos.

Esa Navidad sería distinta. Adrien tenía no solo a sus amigos, sino también a la chica de sus sueños a su lado, y todos lo querían mucho. Sobre todo esta última. Ella siempre cuidaría de él.