Gracias a giossepep y a zanavalu por los reviews que me dejaron.
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Saito y Lan se sentían algo incómodos ante la presencia de los dos vampiros. En especial, porque no le quitaban los ojos de encima. El resto parecía no darse cuenta, pero los dos jóvenes se sentían observados todo el tiempo.
Tenían muchas ganas de irse, pero Yuichiro quería que se quedaran. Después de todo, a ellos le interesaba mucho el tema de los vampiros.
La charla fue, preferentemente, del pasado de los jóvenes inmortales. Lan se excusó, pidiendo si podría ir salir un poco diciendo que se sentía algo mareado.
El castaño anduvo por los alrededores, tratando de no alejarse mucho. Eran las once de la noche y no había nadie con él. Suspiró y miró el cielo estrellado.
-Que linda noche.-se susurró.
El lugar comenzó a llenarse de un sutil perfume que el castaño no percibía. Se sintió mareado pero no le dio importancia. Luego de estar caminando unos pocos minutos más, cayó de rodillas al suelo, tomándose su cabeza con sus manos.
El perfume ahora era muy fuerte, pero vagamente lo conocía. Sus ojos se volvieron opacos y quedó tieso antes de desmayarse sobre el césped.
-Mrrrrr...
El bicolor salió de entre las sombras con sus alas abiertas. Con sus ojos rojos y brillantes miraba la silueta de Lan tendido en el pasto. Recorrió con ellos la figura del castaño y se relamió. Dio vuelta al chico y miró las ropas que tenía. Eran holgadas, de fácil acceso...
Deslizó una de sus manos debajo de la remera y abrigos del chico, para encontrarse con uno de sus pezones. Lan respondió inconscientemente al estímulo haciendo una especie de gemido en su garganta. Chaud sonrió perversamente ante el gesto y deslizó su otra mano, tomando el otro pezón.
Vio con satisfacción cómo el rostro del castaño enrojecía. Sus manos apretaron el césped entre ellas y tironearon con suavidad. Su respiración comenzó a acelerarse al igual que sus jadeos.
Chaud volvió a relamerse y se inclinó sobre su pecho comenzando a lamerlo suavemente. El castaño se arqueó, reteniendo un gemido. El bicolor siguió su camino oyendo los sonidos que lograba sacarle a Lan de su garganta.
-¡Ahhh!-exclamó inconscientemente cuando el bicolor abrió su pantalón y una pequeña ráfaga de frío lo golpeó.-"Recuerdo... esto... "-se arqueó cuando Chaud tomó su miembro dentro de su húmeda y cálida boca.-"Pero ¿Cómo? ¡¡Nooooooh! Recuerdo haber sidooohhh... Mmmmm... ¡Chaud!" ¡¡Chaud!-exclamó.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de este al oír su nombre ser dicho de aquélla manera por él. Eso aumentó su emoción por el castaño. El bicolor se detuvo unos momentos para acomodarse.
-¡No te detengas!-exclamó Lan, casi sin aire.
Chaud sonrió ante el reclamo de Lan, por lo que siguió con sus suministros hasta que el chico se vino dentro de su boca. El castaño, jadeando con fuerza, abrió sus ojos opacos. Todavía seguía drogado por aquél perfume. Su rostro seguía rojo y sus manos estaban sujetas al césped fuertemente. El bicolor se arrodilló y observó al jadeante chico.
Se moría de ganas...
Arregló las ropas del castaño y se puso de pie. Sus ojos se tornaron rojos y un escalofrío le recorrió la espalda, recordando. Dio un suave gemido antes de perderse en las sombras del bosque.
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-¡Laaaaaaan! ¡Laaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan!-llamó nuevamente Saito.-¿Dónde pudo haberse metido?-se preguntó a sí mismo.-¡Laaan!
-Ya lo encontré.
El morocho dio un brinco al escuchar la voz del albino detrás de él. Se volvió y suspiró al verlo.
-No vuelvas a hacer eso.
-Lo siento... ;;
-¿Dónde está?
-En un pequeño claro por allá.-respondió, señalando a su izquierda.-Sígueme.
Saito siguió a paso ligero al albino, a través del bosque. A medida que se iban acercando al claro comenzó a sentir sus párpados pesados. Sacudió su cabeza y trató de mantenerse despierto pero no podía. Había un perfume en el aire que lo atontaba. Sus ojos se volvieron opacos y se entrecerraron.
Antes de que su cuerpo golpeara el suelo, Blues lo atrapó entre sus brazos. Lo acomodó boca arriba sobre el césped y admiró su figura a la luz de la luna en cuarto creciente. Dio un suave gemido antes de deslizar sus manos por encima de la ropa del joven, encontrando sus pezones que estimuló un poco antes de subirle el buzo y todo lo que estuviera debajo dejando su torso desnudo.
Recorrió las lineas que generaban sus abdominales con sutileza antes de regresas a los erectos pezones de él por el frío. Los atrapó entre sus dedos y oyó al joven gemir suavemente. Sonrió ampliamente al ver su rostro comenzar a ruborizarse con rapidez. Era muy sensible el chico...
Se inclinó y paseó su lengua por su torso, deteniéndose en sus tetillas para estimularlas con su húmedo músculo. Saito dio un quejido y se arqueó suavemente. El albino siguió con su camino hacia abajo, metiendo su lengua dentro del ombligo del morocho.
Abrió sus pantalones a la vez que al menor se le venía un recuerdo.
"-¡N-No! ¡Bl-Blues! ¡No...! ¡DEBEMOS!-exclamó al sentirse engullido por la boca de su compañero.
El chico se arqueó fuertemente entrelazando sus dedos en la melena de él. Apretó sus ojos y dientes, sintiéndose llegar poco a poco. Su rostro hervía y estaba completamente rojo, no pudiendo creer lo que estaba sintiendo en esos momentos. Ahogó un grito al venirse dentro de la boca de él.
Jadeando, el morocho comenzó a normalizar su respiración, allí tendido sobre el frío césped del pequeño bosque. Sintió una lengua húmeda lamer su cuello y un mordisco que seguramente dejaría marca."
Saito dio un gemido de dolor al sentir que el albino lo mordía en su cuello.
"-Eres mío... –le dijo la voz con picardía."
-Eres mío... –susurró el albino, arreglando las ropas de él.
"-¿Blues?"
-¿Blues?-dijo suavemente Saito. Sus ojos volvieron a ser los de siempre y se reincorporó de un salto.-¡¡WAAAAAAAAAH!-gritó.
-¿Y ahora qué te pasa?-dijo gruñendo el vampiro, mientras se masajeaba los oídos.
-Na-Nada... ¿Qué pasó?-el albino lo miró indiferentemente.
-Te desmayaste.-el morocho lo miró desconfiado.
-¿Por qué habría de desmayarme?
-Sólo tu cerebro sabrá la respuesta. ¿Puedes caminar?
-¡Claro que puedo caminar!-exclamó, poniéndose de pie pero se tambaleó un poco antes de ser atrapado por el vampiro.-Bueno, tal vez no.
Blues rió suavemente ayudando al chico a caminar.
-¿Te parece si volvemos?-inquirió.
-¿¡Y mi hermano qué!-dijo enojado.
-Seguramente mi hermano o tu padre ya lo habrán encontrado. Además, estás algo débil. Te convendría regresar.-Saito hizo un puchero antes de mirar a otra parte.
-Bueno.-respondió a regañadientes.
Luego de unos minutos, pensó nuevamente en ese recuerdo. Se llevó la mano al lugar en dónde supuestamente tendría una marca, y se sonrosó.
-¿Te agarró fiebre?-dijo de repente el albino sorprendiendo al morocho.
-¡N-No! ¡S-Sólo me duele un p-poco el cu-cuello!-balbuceó, nervioso.
-¿Seguro?-el albino no parecía convencido.
-¡Te-Te digo...! ¿¡Qué estás haciendo?-exclamó avergonzado al sentir los labios del vampiro sobre su frente.
-Tenías razón.-dijo, luego de un rato.-No tienes fiebre.
Saito desvió su rojo rostro haciendo que el albino riera nuevamente.
-Sos una ternura, ¿Lo sabías?-le confesó.
-¿Una ternura? ¿Por qué habría de ser una ternura? Me manda cada macana...
-Pero cuando te enojas te ves lindo.-el morocho desvió su mirada una vez más.-Te haré enojar más a menudo.
-Ya quisieras...
El albino sonrió ampliamente y con su mano libre le tironeó uno de sus cachetes.
-Tierno.-le dijo moviendo sus alas suavemente.-Sos una ternura.
-Ya deja de molestarme.-le dijo secamente el morocho, más avergonzado que nunca.
Blues sonrió ampliamente otra vez y siguieron su camino al hotel.
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-Me siento algo mareado... –comentó Lan, sobre la espalda de su padre, siendo cargado por este.-¿Qué me pasó?
-Estábamos hablando con los vampiros y dijiste que querías dar una vuelta porque estabas mareado. Como no volvías, te fuimos a buscar. Chaud te encontró. Estabas desmayado.-explicó Yuichiro.
-Me siento maaaaal... –se quejó nuevamente el castaño, hundiendo su rostro en el cuello de su padre.
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-¡Ahhhhhh! Maestro Otenko, ¿Cuándo llegaremos?-preguntó un rubio, en cuclillas, con una bufanda roja alrededor de su cuello. Se le veía que estaba cansado.
-Cuando lleguemos. Nos falta mucho por recorrer y todavía no encontramos a Sabata.-respondió esa especie de girasol que acompañaba a Django a todas partes a dónde iba. El chico se sonrojó y miró a otra parte.
-Sabata... –murmuró.
-Django, este no es momento de soñar.-dijo seriamente Otenko, poniéndose frente al chico y asustándolo.-Si no encontramos a Sabata pronto, o no llegamos a la ciudad, esos chicos estarán condenados.-le reprochó, y siguió flotando por el aire alejándose de Django.
-¡Maestro! ¿No podemos descansar un poco? ¡Me muero de sueño!-se quejó el rubio, recostándose sobre el suelo.
Otenko sudó una gotita. A veces el chico le daba trabajo. Se dio media vuelta para hablarle pero vio que el rubio se había quedado dormido ahí en el suelo.
-Supongo que dormir un poco no nos vendría nada mal.-se dijo a si mismo, acurrucándose al lado de Django.
La atmósfera del lugar comenzó a estar pesada. El rubio y el girasol estaban demasiado cansados como para sentir la presencia del chico que se abrió paso entre las sombras. Se arrodilló y miró a Django con ternura antes de darle un suave beso en su frente y desaparecer.
El rubio sonrió y se acurrucó.
