-Maestro Otenko...
-¿Qué pasa, Django?
-Creo que nos perdimos.
El girasol, que estaba a la cabeza, se volteó con furia.
-¿Cómo que nos perdimos? ¡Yo sé muy bien por dónde vamos!
-¡Maestro, maestro! ¡Ya pasamos por aquí cuatro veces!-respondió el rubio, señalando un árbol en el cual había cuatro letras d.-¿Lo ves?
Otenko sudó una gotita. Si era verdad que estaban perdidos, pues, habría que esperar un poco en el Bosque de la Desilusión para poder salir. El sol estaba asomándose por el este, por lo que en cualquier momento podrían escapar.
-¿Qué hora tienes, Django?-el susodicho se fijó en su reloj de pulsera.
-Las seis y cuarto.
-Esperemos a que el sol se eleve un poco más, como a eso de las ocho o nueve de la mañana para poder continuar.
El girasol continuó su camino y el rubio lo siguió.
-¿Qué haremos mientras tanto, maestro?
-Encontraremos un lugar seguro para nosotros. Quién sabe lo que el Bosque de la Desilusión puede esconder.-el girasol se detuvo en seco y sus pétalos se irguieron.
-¿Qué ocurre maestro?
-Es Sabata. Siento la energía de Sabata en el bosque, pero... –miró a su alrededor y percibió el nerviosismo de Django.-Parece provenir de todas partes... No lo entiendo. Seguramente... ¡Por allá!
El girasol voló con velocidad y el rubio le siguió dando grandes zancadas. Bordearon lo que parecía ser un camino perdido por la maleza del bosque y continuaron hasta cansarse. Luego de detenerse por pocos minutos retomaron la carrera hasta salir del bosque, pero no encontraron rastros de Sabata.
Django colapsó en el suelo. Tragaba grandes bocanadas de aire que le llegaba a sus pulmones y que a su vez intentaba normalizar su ritmo cardíaco.
-¿Por... qué... Sa... bata... no está... aquí?-preguntó entre jadeos el rubio.
-No lo sé.-respondió Otenko, aún percibiendo la energía de dicho individuo.-Se supone que estaría aquí, en la salida del bosque... ¿Salida? ¡¿Cómo salimos del bosque tan rápido!-incluso él mismo mensajero parecía sorprendido.
Django, que ya estaba más calmado, se reincorporó.
-Quizá Sabata nos ayudó.-concluyó. Otenko lo miró.
-¿Tu crees?-el rubio asintió.-Hum... Lo importantes es que salimos del bosque y ahora podremos seguir camino a la ciudad, si es que no encontramos a Sabata primero que lo dudo mucho. Es muy escurridizo...
El girasol, mientras se murmuraba unas cuantas cosas acerca de este Sabata, Django permaneció en su lugar. Sentía la energía de Sabata pero estaba dispersa por todas partes. El rubio hurgó en sus bolsillos y dejó sobre el suelo una especie de relicario dorado. Sonrió y se sonrojó antes de alcanzar al girasol que lo llamaba y reprochaba por su tardanza.
Una neblina oscura comenzó a emerger del bosque cuando los dos mensajeros del sol se hubiesen marchado. La neblina se concentró cerca de dicho collar y comenzó a adquirir la forma de una mano. Esta mano tomó delicadamente entre sus garras la fina cadena dorada. La niebla fue comprimiéndose hasta formar una vaga silueta de un chico con una bufanda larga, como la de Django, que jugó con el relicario entre sus dedos un tiempo antes de colocárselo alrededor del cuello.
La niebla se disipó y ya no había rastros del collar.
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-¿Una iglesia?-repitió Lan al oír la explicación del bicolor, que estaba completamente despatarrado sobre la mullida cama.
-Si. A diferencia de la creencia popular que se ha creado de las iglesias, la mayoría de los vampiros puede entrar a una sin problemas.
-Pero ¿Qué hacían vos y tu hermano dormidos allí dentro?-Chaud suspiró.
-Unos cazadores nos atraparon, nos encadenaron, nos encerraron dentro de esos ataúdes y nos dejaron a la intemperie dentro de esa iglesia que a lo largo de los años se fue destruyendo poco a poco y terminamos los dos separados.
-Linda historia.
-Gracias.
-De nada.
Chaud rió por lo bajo y Lan sonrió.
-Como en los viejos tiempos... –murmuró el bicolor.
-¿Dijiste algo?
-No, nada. Oye... –comenzó el vampiro, poniéndose de pie y caminando hasta colocarse detrás de Lan que estaba sentado frente a su escritorio.
-Dime.
-Tienes unas marcas en el cuello.
El castaño se llevó una mano a su lado derecho de dicha parte. Entrecerró sus ojos y con suavidad le respondió.
-Si, lo sé. Hoy desperté con un montón de marcas en mi piel. No sólo en el cuello, también en mis hombros y tengo una en la mitad de mi pecho.
-¿Sabes de qué o quién pueden ser?-inquirió y pasó sus dedos tentativamente por el lado izquierdo del cuello dándole escalofríos al castaño.
-La verdad que no... –respondió, sintiéndose algo incómodo ante el gesto del vampiro pero, de una manera extraña, lo encontraba agradable.
Chaud acercó su boca al oído de Lan y le murmuró de forma provocativa:
-Seguramente alguien por la noche te las dejó.
Lan se sonrojó fuertemente y el bicolor se separó de él, riendo con suavidad mientras flotaba a pocos centímetros del suelo.
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Haruka y sus hijos estaban recorriendo los alrededores del hotel, internándose en el pequeño bosque.
-¡Ahhhh! ¡Que lindo día!-exclamó la mujer acomodándose el sombrero de ala ancha que tenía.-¡Además hace calor! ¡Desde que llegamos sólo hizo frío!
Saito y Lan miraban por todas partes, tratando de memorizarse el camino por si una vez se llegaran a perder, otra vez. La mujer le indicó que se apresuraran y ambos chicos corrieron a alcanzarla.
Detrás de ellos se fue formando una especie de neblina violeta, muy pálida, que parecía lila. Esta flotaba bastante lejos de los chicos pero los seguía con cautela.
Tenía que asegurarse, de que eran ellos.
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-¡Django! ¡Mirá! ¡Llegamos a un pueblo!-el rubio se acercó con rapidez.
-¡Siiiii! ¡Por fin! ¡Me muero de hambre!-exclamó y el girasol sudó una gotita.
-En ese caso--- ¿¡Adónde vas!-gritó al ver al rubio correr cuesta abajo la colina en dirección al pueblo.
-¡No pienso esperar más! ¡Quiero un delicioso plato de curry caliente! ¡Si señor!
Otenko suspiró pero miró detrás de él al percibir nuevamente la energía de Sabata. Sólo veía una especie de nube violeta pero se desvaneció al instante.
-Está buscando a Django... ¡DJANGO! ¡ME OLVIDÉ DE ÉL! ¡DDDDJAAAAAANGOOOOOOOOOOOOOHHH!-gritó el girasol tratando de llegar al pueblo rápidamente, y alcanzara al caza vampiros inexperto.
La nube apareció nuevamente y volvió a formar una silueta humana. En el rostro de esta entidad, se dibujó una media sonrisa.
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-¿Qué es eso de allá?-dijo de repente Saito, notando algo escondido entre los árboles, en lo que parecía ser un claro.
-¿Vamos a ver?-le sugirió su gemelo.
-¡Dale!
-¿Adónde van?-dijo la voz potente de su madre, alcanzándolos.
-¡Ahora volvemos!
Haruka vio que se dirigían a el lugar que ella había intentado evadir.
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La felina alzó su cabeza. Presentía que unos individuos se acercaban. Olfateó el aire y los reconoció, pero no era el momento. De un salto se situó frente a la casa e hizo brillar sus ojos marrones en un tono verdoso.
-Iam xòng.-murmuró en un idioma antiguo.
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-¿Una... fuente?-dijo por fin Lan, luego de correr un largo tiempo junto con su gemelo.
Haruka los alcanzó y dio un suspiro de alivio que no fue notado por sus hijos. Frente a ellos había una fuente en desuso. Era de piedra pero estaba muy erosionada por el viento y la lluvia a través de los siglos. Aún mantenía vagamente su forma pero era irreconocible.
-Y yo pensé que había visto una casa... –se quejó Lan.
-Hum, hubiera sido bueno.
La mujer sonrió ampliamente y se sostuvo el sombrero cuando una ráfaga sopló.
-¿Qué les parece si descansamos aquí un rato? Luego podremos volver.-sugirió.
-Parece ser un lindo lugar.
-¿Por qué no? ¡Me muero de hambre!-exclamó el castaño.
La felina veía la escena, escondida gracias a su ilusión. Sonrió suavemente, recordando a sus viejos amos. La gata penetró en las sombras de la casa y se perdió de vista.
Haruka miró hacia la fuente, pero ella veía la casa. Sonrió y volvió su atención a sus hijos.
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Laika bostezó por décima vez en el transcurso de la tarde. Nuevamente se había quedado en vela y estaba más cansado que nunca. Pasó por una de las habitaciones y se detuvo. Se acercó sigilosamente a la puerta y colocó su oído sobre ella.
-No están aquí...
-¿Dónde pudieron haber ido?
-No lo sé.
-Lastima que no logramos atraparlos la noche anterior...
El coronel tomó su arma y la cargó. Entreabrió la puerta con tal cuidado, que los que estaban dentro de la habitación no se dieron cuenta de que Laika estaba entrando.
Pero, su suerte no duró mucho.
-¡¡¡ES LAIKA!-gritó uno, al ver al hombre abrir por completo la puerta.
El ojos verde actuó rápido y disparó contra los cazadores tres veces. Uno por cada cazador que había. Uno de ellos lanzó una especie de cristal que, al colisionar en el suelo, hizo una pequeña explosión y liberó una gran cantidad de humo rosado. El coronel se retiró de la habitación tosiendo. Su garganta, nariz y ojos estaban irritados.
Yuichiro y Regal encontraron al coronel sentado fuera de la habitación. El humo seguía pero ahora era más sutil, pero ardía igual.
-Parece que ya no tienen paciencia para que se repita la historia.-concluyó Regal y Laika asintió. Yuichiro miró a otra parte.-No te queda más remedio que hacerlo.
El hombre suspiró. Sabía que no tenía elección. Es por su bien, se dijo.
Esa misma noche, Saito tuvo uno de sus sueños más largos de los cuales podía recordar.
: La frase "Iam xòng" la he sacado del manga número 6 de Ikkitousen. Esta expresión la utiliza Sousou para detener a una de sus subordinadas. Técnicamente, significa "Ya basta". Utilicé esta frase como un hechizo, y no como una orden.
