¿Alguien puede decirme qué son los 'hits' que aparecen a un lado de la historia? Mi fic de Dakku Chippu tiene 338 hits, y no sé qué son. Si lo saben, por favor escriban un r/r o mándenme un mensaje.
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-¡Saito! ¡Saiiiito!
El chico gruñó. Quería seguir durmiendo, estaba muy cansado.
-¡Hijo! ¡Levántate! ¡Maylu está por llegar!
¿Maylu? ¿Por qué habría Maylu de venir hoy?. El morocho rodó y se enredó más con las sábanas de su cama. Suspiró y se tapó la cara con una de sus almohadas.
Oyó unos pasos cerca y luego la puerta abriéndose. Los pasos se acercaron a su cama, pero retomaron otro camino. La almohada fue quitada y una luz muy fuerte golpeó sus ojos. Saito gruñó sonoramente y se volvió al lado contrario, donde la luz no lo molestaba.
-¡Hijo!
-¿Quéeee?
-Levántate. Le prometiste a Maylu y a tu hermano que los llevarías a esa exposición que tanto querían ver.
-¿Qué yo, qué?-repitió el morocho por fin abriendo sus ojos.
Y encontrarse con un entorno muy diferente.
Su madre estaba vestida con una moda antigua, mientras ella abría otro par de cortinas. Se miró sus ropas de dormir. Eran iguales con las que se había acostado a la noche...
-¿Un sueño?
-¿Dijiste algo, cariño?
-No, nada.
-Levántate, vístete y baja para desayunar.-dijo Haruka saliendo de la habitación, sin antes cerrar la puerta detrás de ella.
El morocho se levantó y sus pies descalzos tocaron un tibio piso de madera. La habitación era mediana. Tenía un gran armario, la cama, un escritorio y una biblioteca llena de libros.
¿Qué guardarán en sus páginas?
Notó que sobre el escritorio había un tintero y una pluma. Un cuaderno estaba abierto y sus páginas se movieron a una sutil ráfaga que entró. Saito se levantó y caminó hasta él, tomándolo entre sus manos.
-¿Un diario? Mi... ¿diario?-dijo dubitativamente al ver su nombre repetidas veces al final de cada expresión.
Las páginas que vio no tenían el año, sólo el número de día y mes. Se fue fijando en las carillas anteriores y encontró lo que buscaba.
-¡¿Mil setecientos ochenta y siete!-leyó en voz alta, incrédulo.
¿Cómo había retrocedido tanto tiempo? Pero, si era un sueño, o al menos él creía creer, todo puede pasar. Si ése fuera el caso, ¿De quién era ese momento pasado, ése, recuerdo? ¿Un recuerdo de otra persona, y se manifestaba en su mente, como un sueño? O, tal vez, ¿Un yo pasado? ¿Un yo, en el cual reencarnó casi trescientos años después? Había tantas preguntas y casi ninguna respuesta a ellas...
El morocho cerró el diario y lo dejó en su lugar. Más vale cambiarse. Seguramente su madre sería tan puntualista y enojona como en el presente.
En SU presente. En el del sueño.
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-¡Perdón por la tardanza!-se disculpó Saito, ya cambiado en una especie de traje de color azul oscuro con una camisa blanca que tenía volados en el pecho que sobresalían de la chaqueta, un pantalón que le combinaba y unos zapatos de cuero negro.
-¿Por qué tardaste tanto?-preguntó su gemelo, vestido con las mismas ropas salvo que el color de su traje era de un marrón oscuro casi negro, sentado en un sillón muy cómodo mientras terminaba de atarse los cordones de sus zapatos de cuero negro.-No sueles ser tan lerdo como yo.
-Un... contratiempo.-dijo rápidamente. Su estómago gruñó fuertemente y el castaño comenzó a reírse a carcajadas.-¿Qué es tan gracioso?
-Ju... Eso te pasa por no cenar anoche.
Ayer a la noche, yo no cené, se dijo a si mismo el morocho. ¿Coincidencia? Lo dudaba.
-¿Cuándo vendrá Maylu?-inquirió a su gemelo, sentándose en un sillón que estaba frente a él.
-Supongo-el ruido de una aldaba hizo eco por toda la casa.-Que ahora.
Saito sonrió y ya se estaba poniendo de pie cuando su madre pasó como un rayo a su lado para ir a abrir la puerta. El chico sólo volvió a sentarse e intercambió una mirada a su hermano que se la devolvió y ambos rieron.
-¡May! ¡Al fin vienes! Para la próxima, vente cinco minutos antes de improvisto. A ver si estos hijos míos aprenden...
Oyeron a la chica reír y la puerta cerrarse.
-Siéntate. Deja que busque mis cosas y saldremos los cuatro.
-¿Qué no íbamos nosotros tres solos?-preguntó mecánicamente Saito.
Se sorprendió que actualmente supiera qué es lo que iba a decir. Supuestamente, él no sabía nada de esa época en la cual estaba soñando, recordando. Entonces, ¿Cómo supo exactamente qué decir?
-¿Iban ustedes tres solos?-repitió Haruka desde la cocina.
-Si. Tu nos dejaste.-respondió Lan, terminando de atarse los zapatos.
-Oh... Bueno. Pero no regresen tan tarde.
-No te preocupes. Sabes que siempre tengo a un guarda espaldas que me anda vigilando todo el tiempo.
La madre de los gemelos salió de la cocina sonriente.
-Es cierto. No creo que deba preocuparme mucho. Escuchen, jovencitos... –dijo dirigiéndose a sus hijos.-Son las diez y media de la mañana. Los quiero de vuelta antes del anochecer, ¿entendido?-ambos asintieron.-En ese caso, que disfruten de su paseo.
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-¿No es un lindo día?-inquirió Maylu.
-¡Si que lo es! ¡Está comenzando el verano por fin!
-Prefiero el invierno.-dijo tímidamente Saito.
-¿Y por qué?-intervino la pelifuccia, con sus dos brazos enlazados con uno y uno de los gemelos. El morocho se encogió de hombros.
-No lo sé. Simplemente, me gusta.
Y era cierto. Siempre le había gustado el invierno pero nunca supo la razón. No era por las bajas temperaturas, tampoco por la nieve. No sabía qué del invierno le gustaba. Seguramente, a algo le habría de recordar.
Pero ¿A qué?
-¿Cuándo conoceremos a tus hermanastros?-preguntó de repente Lan.
-¡Hermanos! ¡HER-MA-NOS!-corrigió la chica.-Es cierto que soy adoptada, pero no los llamo de esa manera. Ellos son muy buenos. Pues... El conde de la zona dará una fiesta la semana próxima. Papá tiene pensado en llevarnos a todos allí, así se los puedo presentar.
-¿Por qué anduvieron tan elusivos?-otra pregunta mecánica por parte de Saito.
-No es que hayan estado elusivos. Es simplemente... No son de gustarle las reuniones tan grandes, como las fiestas, pero accedieron a ir simplemente porque papá quería presentárselos a sus padres.-sonrió y agregó.-Y a ustedes, por supuesto.
-¿Y cuándo es esa fiesta?-inquirió el morocho.
-Ya lo dije. La semana próxima.
-Sé específica.
-No sé qué día. Papá me lo dirá. ¡Ah! ¡Es una fiesta de antifaces! ¡Tendrán que llevar una máscara para poder entrar!
-¿Y si no tenemos?-preguntó el castaño. El trío dobló.
-Supongo que puedo conseguirles algunas. El conde debe de tener algunas de sobra. Sino, me fijaré en casa.-ella se detuvo y, con una amplia sonrisa, gritó.-¡¡LAAAAIIIKAAAAAAA!
Saito lo reconoció de inmediato como el coronel que conocía en su mundo. El susodicho estaba parado no muy lejos del grupo cerca de una farola. Vestía un uniforme de un color verde oscuro. Su chaqueta tenía cola (de esas que usan los pianistas, que cuando van a tocar, dejan que la cola de su chaqueta vuele), unos pantalones sencillos y unas botas marrones. Se veía que la camisa que llevaba debajo era de un color bordó.
Laika miró y vio a la pelifuccia saludarlo con su brazo. El hombre simplemente se limitó a darle un ligero movimiento de la cabeza, haciéndole saber que la vio.
-No es muy... –empezó Lan.
-Sociable.-terminó Saito.
-¡Nah! Si lo llegan a conocer tan bien como lo hago yo, mi papá y mis hermanos, resultará ser un tipo muy agradable y cálido.
-¿Él es tu, guarda espalda?-inquirió nuevamente el castaño y Maylu asintió.
-Perteneció al ejército. Está retirado, aunque es muy joven para estarlo. Nos dijo que ya no soportaba las masacres que la guerra traía. Como nadie le daba trabajo, papá lo alojó en nuestra casa y en forma de agradecimiento nos cuida a nosotros tres.
El trío volvió a ponerse en marcha y Laika lo seguía a pocos pasos.
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-¡Cuánta gente!-exclamó Saito al ver a la multitud fuera del jardín en donde la exposición se realizaba.
-No pensé que habría tanta a estas horas de la mañana.-comentó Maylu mirando alrededor.
-Espero que podamos ver algo. Sino, ¿les parece ir a caminar un rato por allí?
-Eso suena mejor.-declaró la pelifuccia.-¡Ahí está Pride!
Ambos chicos forcejearon unos minutos no queriendo ir. Finalmente, se dejaron vencer y con paso tembloroso se acercaron a la rubia que ni cuenta se había dado hasta que la llamaron por su nombre.
-¡Hoooola! ¿Cómo han estado?-preguntó muy contenta mientras le daba un abrazo y beso en la mejilla a cada uno.
-¡Muy bien! ¿Y tú?-respondió la pelifuccia.
-Haciendo el usual trabajo para mi madre, tu sabes. Todo ese papelerío me da rabia. Así que, decidí salir un rato para refrescarme la mente. ¡Y nada mejor que una exposición!-se detuvo al notar una peculiar persona entre la multitud.-Jujú... Creo que ya vi a la mejor exposición de todas.
-¿Te refieres a Laika?-la rubia asintió vigorosamente.
-¡Ojalá pudiera tenerlo de guarda espaldas! ¡Simplemente sería un sueño que me persiguiera a todas partes!-exclamó Pride con sus mejillas sonrosadas y sus manos sobre ellas, soñando despierta.-Por cierto, ¿Dónde están esos desperdicios de lindura?
-¿Desperdicios... –comenzó Saito.
-... de lindura?-y terminó Lan, ambos mirando a Maylu que sonrió.
-Están en casa, supongo. Y se está refiriendo a mis hermanos con eso de desperdicio de lindura.
-¿Y por qué?-preguntaron a la vez los gemelos.
-¡Porque simplemente son lindos!-gritó la rubia emocionada.-¡Son hermosos! No tanto como Laika, ¡Pero la cuestión es que son liiiindos!
-¿Y lo de desperdicio?-volvió a inquirir Lan.
-Eso es porque están trabajando en sus cosas casi todo el día y casi nunca salen a conocer chicas. O caminar un rato, o ir a este tipo de exposiciones. Digamos con son alérgicos a los eventos sociales.
-¡Ahhhhh! ¡LAIKA!-gritó la rubia, caminando hacia el ex coronel que, al divisarla, se sonrojó.-¿¡No es tierno?-se dijo a sí misma en un susurro.
-Hacen una linda pareja, ¿Verdad?-comentó Maylu y los gemelos asintieron.
-Siempre la hicieron.-dijo inconscientemente Saito.
-¿Ah?
-Nada.-respondió con rapidez el morocho.
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-Duquesa Pride, ¿Cómo estás?-dijo amablemente el ex coronel al ver a la rubia ya a su lado. Su rostro estaba ligeramente rojo.
-¡Como siempre lo he estado! Aunque, ahora me estoy tomando un descanso de todo el papelerío que mi madre me dio. ¡Y me vine a topar con la mejor exposición de este evento!
Laika desvió su rostro, ahora si, completamente rojo. La rubia sonrió y entrelazó su brazo con el del hombre y lo arrastró por entre la multitud.
-¿Cómo has estado? No te he visto por un tiempo ya.
-Hum... Supongo que estuve tan ocupado como vos.-respondió por lo bajo. Sentía un terrible nerviosismo cada vez que estaba con ella.
-Cuidando a los chicos, ¿No?-el ex coronel asintió.-Pero ya son grandes. ¿No deberías dejarlos ya?-preguntó apoyando su cabeza en el hombro de Laika que se estremeció.
-No, no puedo. El señor ha sido muy amable conmigo en darme un espacio en su casa para mi. No puedo más que darle seguridad a sus hijos gracias a su generosidad.
-Pero ¿Tienes algunos días libres?-dijo con algo de picardía la mujer.
-Ehh... Si... ¿Por qué?
-¿No querrías ir uno de esos días a pasear conmigo? Me siento muy sola en la gran mansión de mi madre. Por lo general no tengo con quién hablar. Además, también tengo mucho trabajo y me aburro estando sola en mi habitación, horas y horas escribiendo y leyendo lo mismo una y otra vez.-suspiró.-Es exasperante.
-Lo pensaré.-respondió, con algo de timidez. Pride sonrió abiertamente.
La pareja se perdió en la multitud. Saito sonrió. Pride y Laika siempre se habían llevado bien, desde que se conocieron. El morocho conocía todos los sentimientos del coronel hacia la princesa de Creamland, en su mundo. Y ahora, parecía conocer todos los sentimientos de ambos en este mundo.
-Hacen una hermosa pareja.-se dijo a sí mismo, antes de seguir caminando por entre las galerías con su hermano y Maylu.
