-Ugh... –exclamó Saito, despertándose. Se estremeció acurrucándose en las sábanas y contra el cuerpo caliente de Blues.

-¿Te sientes mal?-inquirió este, abrazando con más fuerza el cuerpo del morocho.

-Un poco... –suspiró en el pecho del albino que se estremeció ligeramente.-Desde que he tenido esos sueños, me levanto cansado, débil, hambriento...

El vampiro sonrió suavemente y corrió algunos cabellos del rostro de Saito, que se quedó dormido nuevamente. Blues besó al morocho suavemente en su boca, sin despertarlo y volvió a sonreír.

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Lan terminó de desayunar y dio un bostezo. Todavía estaba cansado.

-Hijo... ¿Seguro que te encuentras bien?-inquirió Haruka, apoyando una mano sobre la frente del castaño, notándola caliente.

-Si, estoy bien. Últimamente siento que no tengo fuerzas para nada... Ni siquiera para levantarme de la cama. También tengo mucho sueño... Duermo todo el día pero sigo sintiéndome cansado.

La mujer sabía por qué, pero no se atrevía a decírselo. Se sorprendió al sentir una mano sobre su hombro. Se viró y encontró a Regal detrás de ella. Haruka suspiró.

-No quiero seguir viéndolos de esta manera, tan indefensos... No creo poder soportarlo más.

-Llévalos a la casa. Lograrán encontrar sus propias respuestas con ayuda de Maylu.

-¿No será muy, peligroso? Con esos cazadores sueltos... Me da un miedo.

-No te preocupes. Ellos estarán bien. Si no estamos ahí para ayudarlos, Maylu, Belleza Lunar o los chicos lo harán. Algo lo hará.-respondió Regal.-Lan se quedó dormido.

Haruka miró a su hijo y efectivamente, él estaba dormido sobre la mesa del desayunador. La mujer derramó algunas lagrimas antes de acariciar los cabellos de su hijo que sonrió en sueños.

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Blues abrió sus ojos repentinamente y se sentó con violencia en la cama. Había alguien dentro de la habitación, alguien peligroso. Se colocó sobre Saito y abrió sus alas. Sus cabellos se erizaron, sus ojos se tornaron rojos y comenzó a gruñir en forma de advertencia.

-Hum, ha pasado mucho tiempo y sigues siendo igual.

De las sombras salió uno de los cazadores con una ballesta preparada. Blues se puso en cuatro patas sobre el cuerpo dormido del morocho gruñéndole con tanta fuerza que se sorprendió que el menor no se despertara.

-No trates de protegerlo. Es inútil. Sólo entrégamelo, y todo solucionado.

Blues se lanzó sobre él no dándole tiempo al cazador a disparar. Mordió uno de sus brazos y le dislocó el hombro del otro. El hombre empujó al vampiro que se estrelló contra el borde de la cama quedando semi consciente.

Saito apretó sus ojos. Sentía que algo pasaba, que algo pasaba con alguien pero estaba tan cansado que no podía despertarse.

Aprovechando, el cazador puso su brazo en su lugar y se puso de pie, caminando hasta la cama. El morocho yacía sobre ella plácidamente sin saber lo que pasaba en su entorno.

-Ha obtenido su mismo cuerpo y alma, pero sus recuerdos son difusos.-dijo en voz baja.-Pobre de esta alma en agonía que no logra encontrar su paz a causa de los demonios que la condenan...

Dio un paso y se detuvo en seco al sentir unos gruñidos delante de él. Comenzó a alzar la vista y se encontró con unos ojos marrones que irradiaban tanta furia que hizo erizar los cabellos de la nuca del cazador.

La felina rosa sopló con intensidad antes de lanzarse sobre él.

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Chaud bajó las escaleras con rapidez. Encontró a Yuichiro y a Laika hablando y se acercó a ellos.

-¿Qué ocurre?-inquirió el coronel, viendo al vampiro.

-Es mi hermano, y Saito... Hay... un cazador...

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-¡Maldita bestia!-rugió el cazador, al ver que la felina tenía en su boca masticando el brazo ensangrentado de él.

-Grrrrr... –gruñó mientras seguía mordiendo el miembro amputado del hombre.

La felina encendió el brazo con una de sus llamas y este se incineró por completo. Las cenizas se evaporaron y desaparecieron del ambiente. El gato miró con su ceño fruncido a su enemigo que trataba de esconderse en las sombras.

Sacó sus uñas afiladas y comenzó a acercarse con lentitud para darle el golpe final.

La puerta se abrió de golpe. Blues despertó, al igual que Saito por el ruido. La felina se distrajo y el cazador le mandó una ola de un fuerte ataque flameante.

-¡¡MAYLU!-aulló Yuichiro al ver a la felina ser herida de gravedad por las flamas.

La gata brilló y se encogió hasta tener una forma humana. Maylu se reincorporó con sus ropas quemadas, tratando de cubrirse con sus brazos y piernas.

-Desgraciado... –le murmuró, bajando sus orejas puntiagudas y moviendo su cola furiosamente.

-¡Maldita perra!-le gritó el cazador pero fue silenciado porque la garra de Blues apretó sus mandíbulas con tanta fuerza que se las quebró.

-Vuelve a repetir eso, y te mataré sin pensarlo.

Saito miraba al albino con una expresión de horror en su rostro. ¿Lo iba a matar? Si, lo iba a matar. ¿Cómo lo sabía?

-Maldita escoria... –le murmuró el vampiro antes de apretar su mano y romperle el cráneo al cazador.

El morocho dio un quejido, tapándose la boca con las manos con miedo a producir otro sonido que alertara al vampiro. Blues dejó caer el cuerpo del hombre que se hizo cenizas luego de tocar el suelo. Chasqueó sus dedos y el montón ardió con intensidad antes de desaparecer.

-Blues... –dijo casi sin aliento Saito.

-Lo siento.-le dijo, llorando.

El albino abrazó al menor con fuerza, susurrando la misma palabra una y otra vez. Besó su frente y de sus labios salió una esfera blanca brillante que penetró el morocho.

Saito se desmayó y quedó flácido en los brazos del vampiro que lo arropó en su cama.

-Salgan.-dijo secamente Blues y el resto tragó secamente.

-Hermano... –susurró Chaud entrando.

Laika cubrió a Maylu con su tapado y la cargó en brazos, saliendo de la habitación. Yuichiro animó al bicolor a salir también ya que Blues les estaba mandando unas miradas asesinas al ver que no salían.

-¡Salgan!-les gritó.

Chaud se encogió de hombros al grito de su hermano y corrió hasta salir de la pieza. Yuichiro cerró la puerta detrás de ellos, dejando a los chicos solos en la habitación.

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-Maeesssstrooooo... –dijo Django, caminando pesadamente detrás de él.

-¿Qué pasa ahora?

-Estoy cansado... –le respondió.-Y tengo hambre.-su estómago gruñó y Otenko sudó gotitas, suspirando.

-Django, es imposible que tengas hambre. Te comiste siete platos de curry otra vez antes de volver a partir. Y sólo han pasado tres horas desde que entramos a este bosque.

-Pero tengo hambre.-volvió a decir, antes de sentarse en el suelo enojado.-Quiero comer algo.

Otenko miró al frente y se alejó un poco del rubio.

-Estoy seguro de que Sabata en cierta forma está agotando su energía. Pero, ¿por qué? Seguramente es para que yo no tenga más remedio que entregárselo para que lo cuide. ¡Él sabe muy bien la misión que tenemos! Si tan sólo me diera ese talismán...

Sus pétalos se irguieron y se dio media vuelta. Había una especie de niebla rodeando a Django que la miraba algo temeroso. Un brazo de la nube fue tomando forma de una mano y acarició con ternura la mejilla del rubio que se estremeció ante el contacto.

-¡Maestro! ¿Qué es?

-¡Sabata! ¡Déjalo tranquilo! ¿¡Acaso no tuviste suficiente!-gritó, acercándose.

Pero una especie de escudo hizo que Otenko se detuviera cuando chocó contra él. Cayó al suelo y se sacudió. Miró a la neblina que comenzó a concentrarse en el pecho de Django.

-¡Maestro!-exclamó asustado.

Otenko embistió una y otra vez a la barrera pero no logró romperla. La neblina se comprimió y brilló con tanta intensidad que hizo a los presentes cubrirse los ojos para no cegarse.

-¡Auch! ¡Quema, quema!

Django se quitó una especie de collar y lo arrojó al suelo. Este humeaba pero por lo pronto disminuyó su temperatura. Otenko se fijó que su aprendiz se encontrara bien y luego miró el collar, dando un quejido.

-¿Qué ocurre maestro?

-El talismán negro.

-¿El talismán? ¿Ése es el talismán que tanto necesitábamos?-inquirió Django, agazapado contra el suelo mientras miraba a dicho pendiente.

-Sí. Te puede parecer insignificante pero alberga un gran poder dentro de si. Manos inexpertas no deberían utilizarlo.-explicó Otenko.

Dejango levantó al talismán por la cadena que estaba formada por pequeñas perlas negras. Una piedra de color violáceo era el dije principal, rodeado de un armazón de oro puro con una interesante forma. De la punta inferior colgaba una lágrima de la misma piedra. (N/A: Pos, es el Pendiente Negro, de las cartas de Yu-Gi-Oh, si alguien las ha jugado alguna vez. XDDD Ya que Django también pertenece a Konami... ¿Por qué no?)

-Es bonito.-dijo al fin, mientras se lo volvía a colgar.

-Lo es.-afirmó Otenko. Se acercó a su aprendiz y le escondió el talismán dentro de sus ropas.-No quiero que nadie vea que lo tienes puesto. Sería un grave riesgo para ti. Muchas criaturas de la oscuridad lo anhelan y matarían con tan sólo tenerlo.

-Pero... Sabata me protegería, en caso de que no puedas protegerme.

Otenko lo miró fijamente.

-Tratemos de dejarla como último recurso. Sabés que no tengo nada en contra de Sabata pero no confío mucho en él. Ahora, sigamos nuestro camino. Todavía nos falta mucho por recorrer y el tiempo se nos está acabando.

Django siguió a su mentor muy de cerca, con temor a perderse. Sintió una calidez en su pecho, a causa del talismán, tan reconfortante que inmediatamente pensó en Sabata con una amplia sonrisa.

-Sabata...