Maylu corría a gran velocidad por la vegetación sin mirar atrás. Estaba preocupada por sus hermanos, si, pero en ésos momentos su prioridad eran los mellizos que están muy preocupados por sus compañeros. Saito cuidaba, al igual que Lan, de que su diario no se cayera de sus ropas y se perdiera en la oscuridad del bosque.

-¿May?-inquirió el castaño.

-¿Si?

-¿No podríamos regresar y traer a la fuerza a los chicos?-oyó a la felina y a su hermano reír suavemente.

-No, no puedo Lan. Ellos los están tratando de proteger de los cazadores. Si estos vuelven a dormir a mis hermanos, ustedes no tendrán futuro.

-¿A-A qué te refieres con eso?-preguntó Saito, atemorizado como su hermano ante la última frase dicha por la chica.

-Ustedes todavía no han recordado todo. Es necesario que lo hagan para comprender lo que pasará si no actúan bajo sus instintos. Estamos en una época donde podremos utilizar cualquier cosa para cambiar la historia.-explicó la felina, divisando el hotel con su aguda visión.-Y es necesario hacerlo.

Los mellizos no dijeron nada más durante el resto del viaje. Maylu llegó a la entrada del edificio, jadeando en cansancio. Se puso en posición y dio un gran brinco hacia un balcón en el tercer piso. Se acercó a la ventana y le indicó a los chicos que se bajaran de su lomo.

Arañó un poco el vidrio con sus dos patas delanteras, continuamente, hasta que se escucharon unas maldiciones. La felina rió suavemente ante ello y los chicos estaban desconcertados. Las cortinas se corrieron y vieron a Laika abrir la ventana de mal humor.

-¿Qué no tienes otra forma de llamarme?-dijo este, dejando pasar al trío en su habitación.

-Por ahora no, si es que estoy fuera del hotel.-respondió, convirtiéndose en humana de nuevo.-¿Papá?

-Está hablando con Yuichiro y Haruka.-dijo el coronel, cerrando la puerta y corriendo las cortinas.-Parece que estamos de suerte.-comentó con una sonrisa, dirigiéndose a su cama en la cual se desplomó por completo.

-Explícate.

-Parece que vendrán dos mensajeros del sol, y de Belleza Lunar.-respondió Laika, tapándose con las sábanas y bostezando.

-¿Belleza Lunar? ¿Quién es?-preguntó Saito.

-Es la diosa de la luna.-explicó Maylu.-Es una forma informal de llamarla. Tiene otros nombres pero por el momento no los recuerdo. ¿Quiénes son estos mensajeros, Lai?

-Hum... Uno es un cazador de vampiros y su mentor. El otro, creo que es uno de los subordinados de Belleza Lunar.-respondió somnolientamente el coronel, dando otro bostezo.-Ahora déjenme dormir, por favor... –rogó este, acurrucándose en las sábanas.

-Pero si uno es un cazador, ¿por qué habría de venir con su mentor?-dijo el castaño, no muy convencido.-¿No trataría de matarlos?-Maylu negó con la cabeza.

-No, porque hay un subordinado de Belleza Lunar. Estos dos reprocharán a estos cazadores que nos persiguen por su pequeño gran error.

-¿Qué error?-preguntó Saito. Ella rió.

-Eso es algo que no se los puedo decir ahora. Tendrán que esperar.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Blues terminó con el segundo de los cazadores al igual que su hermano. Los cuatro estaban desplomados sobre el suelo, inconscientes, pero vivos. Los vampiros se sonaron los huesos del cuello, la espalda y de sus piernas y brazos. Hacía mucho que no peleaban de tal manera.

-Creo que no tenemos nada más qué hacer.-dijo Chaud, dando un bostezo.

-Regresemos al hotel. Saito y Lan nos estarán esperando con ansias, tu sabes...

El bicolor sacó la punta de su lengua divertidamente, al tiempo que hacía crecer sus alas para elevarse en el cielo nocturno junto con su hermano mayor.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

-¡¡OH RAYOS!-exclamó angustiado Otenko.-¡¡SIMPLEMENTE SABÍA QUE NO TENÍA QUE IR POR ACÁ!

-¿En-tonces... por qué... vinimos... por... acá?-preguntó enojado y jadeando Django por detrás.

-¡¡Por el simple hecho de que estamos en una prisa! ¡Arrrgg! ¡Si ésos dos mueren será por MI culpa exclusivamente! ¿¡Cómo puedo ser tan tonto!

Mientras el girasol hablaba solo, Django estudió su entorno. Miró las copas de los árboles, luego los troncos y por último el césped. Sintió una ligera brisa venir por una dirección en particular. Era fresca.

-Maestro...

-¿¡QUÉ!

-Estamos cerca, de un derrumbe.-su mentor lo miró desconcertado.

-¿Y cómo lo sabes? ¡Es imposible saber si hay un derrumbe por acá!

-Bueno, en realidad, no sé si es un derrumbe, pero siento un fresco venir de allí.-señaló al sudoeste.-Tiene olor a humedad y varios materiales de construcción junto con el aroma de la madera podrida de años y años. Lo había percibido cuando entramos en el bosque pero en esta dirección es mucho más fuerte.

Otenko miró a su aprendiz, luego al cielo y por último al lugar indicado por el chico. Suspirando, se acercó al rubio.

-Más vale que estés en lo cierto, Django. Ya no podemos perder más tiempo. Pero, aún falta que los jóvenes se unan. Así que, tenemos un poco de tiempo todavía. Muéstrame el camino, Django.-ordenó el girasol. El rubio, con una amplia sonrisa, asintió.

-¡Si maestro!

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

-Bien, con esto bastará.-les dijo Maylu a los mellizos, luego de darle una infusión.-Deben comer algo ahora e irse a la cama después porque sino, la poción no surtirá efecto.-explicó, dejando de lado dos vasos.

-Ew... Era fea... –comentó el castaño, luego de terminarla.

-Nah, no estaba... tan mal... –dijo el morocho y su hermano lo miró con cara rara.

-Eres desastroso para mentir.

-¡Hey! ¡No soy tan malo!

-No, tienes razón.-Saito le sonrió confiadamente.-Eres pésimo.

El morocho gruñó bajo su aliento y miró a su hermano de forma maliciosa. Se escucharon unos golpes en la puerta y la pelifuccia abrió la puerta, encontrándose con Haruka.

-¿Cómo están?-preguntó la mujer, pasando.

-Sentados.-respondió Saito y ambos chicos comenzaron a reírse a carcajadas.

-Si, ya sé que están sentados.-replicó la mujer, con una leve sonrisa.-Y me estaba refiriendo a otra cosa.

-Por ahora nos encontramos bien, estamos esperando a Blues y a Chaud.-explicó Lan. Miró la mesa ratona que de repente le pareció muy interesante, con un ligero rubor en su rostro al igual que su hermano.

-Oh, ya veo. ¿Laika?

-Durmiendo.-dijo Maylu.-Estuvo trabajando muy duro estas semanas en tratar de encontrar a ese cazador de vampiros y su mentor pero no tuvo éxito por ahora. Se está dando un merecido descanso.

-¿Qué les diste?

-Una poción.

-¿Qué poción?

-Hum... Una para que recordaran... ¡Ellos me lo pidieron!-dijo defensivamente la chica ante la mirada no indecisa y dura de la mujer.

-¿Para qué quieren recordar?-preguntó la mujer.

-Porque queremos saber quiénes éramos.-respondió Lan mientras que Saito permaneció callado. Él nunca fue bueno para discutir con su madre, mucho menos era osado como Lan, por lo tanto, le dejaba las discusiones de esa índole a su hermano.-De no ser por ellos-comentó, refiriéndose a los vampiros.-tal vez nunca hubiésemos sabido de él.

-Tal vez porque no quería que corrieran ningún riesgo.-dijo la mujer, sentándose frente a ellos, en un sillón.-Por eso me opuse tan fuertemente a que viniéramos aquí. Pero tu padre insistía. No sólo por querer venir, sino también para hacerlos recordar pero yo tenía un mal presentimiento y tanto miedo...

Haruka permaneció en silencio un largo tiempo, observando una sustancia burbujeante en uno de los tantos tarros y botellas que Maylu guardaba para cada ocasión especial que se pudiese presentar. La mujer terminó suspirando y se puso de pie, acercándose a sus hijos. Se arrodilló frente a ellos y les entregó a cada uno una especie de relicario.

-Son los que Chaud y Blues tiene colgados todo el tiempo. Logré restaurarlos con ayuda de su padre y de Regal. Debo admitir que no fue sencillo, pero la cosa es que logramos restaurarlos.-ambos chicos tomaron uno y se quedaron mirando los collares.-¡Ábranlos!-exclamó entusiasta Haruka.

Lan y Saito tomaron los dijes y los abrieron, ahogando sus alientos.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

-Está completamente destruida. Prácticamente no ha quedado nada.-dijo Otenko, al ver la iglesia en donde previamente habían sido despertados los hermanos vampiro.

-Entremos, maestro. Estoy seguro que hay algo.

-Realmente me asustan tus instintos e intuiciones, Django.

El rubio sonrió tiernamente y se adentró de lo poco que quedaba del gran edificio. Paseando por los escombros, encontró una escalera que bajaba. Peldaño por peldaño siguió hasta el fondo, encontrándose con una gran cámara. Vio pasillos, túneles y encontró un ataúd. No uno, dos, ataúdes en una amplia cámara llena de escombros esparcidos. Había montículos de estos cerca de las paredes pero le llamaba la atención los ataúdes abiertos y vacíos.

-Maestro... –llamó el aprendiz y el girasol vino de inmediato. Dio un quejido al ver los ataúdes en el suelo y vacíos.

-Hum... Pueden ser de ellos. O puede que no. Hay muchas posibilidades en este caso. Oi, ¿Qué es eso?

Django se agachó junto con su mentor al ver una especie de cera, completamente dura y seca, sobre la superficie de la tapa. Esta caía hasta encontrarse con el suelo. Otenko la examinó con detenimiento pero no pudo llegar a ninguna conclusión.

-Parece ser cera o algo así.-dijo al fin.

-¿Para qué la usaron?

-No tengo idea pero, creo que tal vez había una marca sobre los ataúdes. Como un hechizo, un sortilegio, para dejar dormido a los vampiros hasta su juicio final o para simplemente matarlos mientras duermen. Usar sortilegios es muy común entre los cazadores de vampiros. Pero ahora, no sé qué tipo de hechizo se usaron en estos. Al estar derretido, me hace imposible identificarlo.

-Podríamos preguntar acerca de este lugar hace unos cuatrocientos o seiscientos años atrás. ¿Te parece?

-Es una muy buena idea pero carecemos del tiempo. En tal caso, podríamos ir a ése hotel que vimos desde lo lejos cuando llegamos acá a la iglesia. Y de paso, investigarlo. Siento unas presencias malignas dentro de él y no me gustan para nada. ¡Hora de irnos, Django!

-¡Pero maestro! ¿No sería bueno utilizar al talismán?-preguntó el rubio.

-No, todavía no es el momento de usarlo. El talismán nos ayudará contra los cazadores, para proteger a los jóvenes. Ese es su único propósito, al menos en esta misión. Aunque quisiéramos, no podríamos utilizar todo su potencial por carecer de experiencia ya que sólo los cazadores expertos, como tu padre, pueden usarlo. Yo soy inútil en ése aspecto.-al darse cuenta que había estado hablando mucho, se irguió y miró de reojo a su aprendiz.-¡Basta de charla! ¡Es hora de ir irnos de este lugar y encontrar a los jóvenes!

Otenko salió por dónde habían entrado posteriormente, seguido de Django a toda marcha. Al salir, la noche los recompensó con una suave brisa fresa y húmeda. El rubio sintió nuevamente las ganas de respirar. Estando ahí abajo con toda esa oscuridad, aromas enrarecidos y otras cosas que no querría saber, le habían dado nauseas y ganas de vomitar.

Sacudió su cabeza ligeramente y vio el imponente hotel a pocos kilómetros de la iglesia.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Uno de los cuatro cazadores gimió en dolor. Abrió sus ojos y parpadeó unas cuantas veces antes de arrodillarse con dificultad sobre el suelo. Sacudió la cabeza, sintiéndose de repente muy mareado. Oyó una risa delante de él, y vio a Sabata con sus ojos rojos y brillantes en la oscuridad. Parecía un demonio sin alas.

-¿Quién eres?-exigió el cazador, sacando un cuchillo de entre sus ropas. El chico oscuro se relamió los labios y sacó de su cinturón un arma muy parecida a la Gun del Sol de Django, pero esta era completamente oscura con una lente de color rojo intenso. Volvió a reír y sus ojos volvieron a brillar.

-Tu y tú grupo cometió un gravísimo error hace trescientos años y lo está repitiendo otra vez.-explicó.-Mas no se dieron cuenta y ahora van tras esos pobres vampiros... Qué lástima que tu vida termine aquí, tan solitaria y triste... Jú, por eso nunca me gustó convertirme en un cazador.

La lente comenzó a concentrar su energía almacenada con tanta rapidez que no le dio tiempo al cazador de contraatacar. Recibió un potente haz de oscuridad, en forma de punzón alargado, en su pecho. Sabata se dejó llevar y comenzó a mover su mano delineando formas sin sentido en el cuerpo del hombre, que comenzaba a desangrarse con mucha rapidez, tiñendo la tierra de un rojo muy oscuro.

El chico oscuro comenzó a reírse a carcajadas ante el sufrimiento de su víctima que yacía en el suelo gimoteando dolorosamente. Sabata se relamió los labios y sacudió su cabeza haciendo que el relicario que colgaba de su cuello se moviera por igual.

-Esto es tan divertido. No puedo esperar para matar a tus otros compañeros.

-Estás loco... –le dijo con amargura y escupiendo sangre de su boca el cazador. Sabata rió.

-No estoy loco. Sólo sufro de ataques sicóticos.-le respondió con una amplia sonrisa que mostraba sus colmillos. Sus ojos volvieron a brillar.-Ahora, voy a terminarte. Django se pondrá furioso por esto, pero es lo que más me gusta hacer. -Volvió a sacar su arma y apuntar al cazador en la cabeza.-Jú... alguien tendrá que limpiar el desorden que haré porque yo no tengo la más mínima intención de hacerlo...-sonrió perversamente y musitó.- Bye bye... (N/A: Cortesía de DarkMega XDDDD)

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

-Buenas noches.-dijo Django, entrando en el hotel con Otenko que miraba a su alrededor el decorado de la recepción. Se acercó al empleado.-Me gustaría preguntarle unas cosas, si no le moleta.

-¿En qué puedo ayudarte?-contestó la mujer.

-Quisiera saber sobre este lugar hace unos... cuatrocientos y seiscientos años atrás.-la mujer sudó una gotita.

-Pues... No sé mucho. No soy de aquí. ¡Ah! Ahora recuerdo que hay unos huéspedes aquí que saben bastante de esta ciudad.-le dijo alegremente.

-¿Enserio? ¿Qué habitaciones son?

-Déjame ver... –tipió unas cosas en su computadora y revisó un listado.-Ciento dieciséis... diecisiete... dieciocho... diecinueve y veinte. Tercer piso.

-Gracias.

Otenko y Django comenzaron a caminar hacia el ascensor, cuando en las escaleras percibieron una presencia maligna. Ambos se viraron y vieron a Blues a mitad de camino. El rubio frunció su entrecejo, y el albino sudó gotitas.

-Un vampiro... –susurró. Sacó su arma y apuntó.-¡VOY A DESTRUIRTE!

Blues sudó más gotitas y se dio la vuelta, comenzando a subir a las corridas por los peldaños. Django se apresuró a seguirle el paso con su mentor detrás. El vampiro veía al cazador acercarse con tanta rapidez que no le sorprendía no llegar a salvo a la habitación de Saito.

-¡DENTENTE!

-¡¡JUSTO! ¡¡NI A PALOS, RUBIO OXIGENADO!-a Django le salió una venita.

-Ahora verás...

-¡¡¡DJAAAAAAANGOOOOOOOOOOO!-gritó Otenko, pero su aprendiz no le dio bolilla.

El segundo piso se abrió ante ellos. Pero aún así, no aminoraron la marcha. Blues comenzó a esquivar los ataques de la Gun del Sol del rubio, que estaba fallando porque no sabía apuntar cuando corría.

-¡Quédate quieto!-masculló entre dientes, volviendo a disparar y a fallar. Gruñó.

-¡¡DJANGO!-rugió el girasol.

-¡CÁLLATE! ¡VOY A ACABAR CON ÉSE VAMPIRO AUNQUE SEA LO ÚLTIMO QUE HAGA!

Llegaron al tercer piso. Blues comenzó a mirar las enumeraciones de las puertas de ambos lados.

-Ciento veinte, ciento veinte, ciento veinte. ¡¡CIENTO VEINTE!-gritó, deteniéndose.

Haciendo que Django se golpeara contra él y ambos terminaran en el suelo. El albino se quitó al cazador de encima y comenzó a golpear la puerta, frenético.

-¡¡SAAAAIIIIIITOOOOOOOOOO! ¡¡UN CAZADOR LOCO ME QUIERE MATAAAAAAR!

Otenko sudó una gotita, pero no dijo nada.

El rubio se levantó y apuntó con su arma. Blues sudó una gotita y se arrimó a la puerta, aterrorizado. Sonrió de lado y la puerta se abrió. El albino se cayó hacia atrás y un puño acertó en medio del rostro de Django.

Este cayó de espaldas en la alfombra. Se tomo su cara entre sus manos, mascullando maldiciones sin cesar. El morocho miraba con enojo al cazador. Luego, vio al vampiro escondido detrás de sus piernas, mirando al rubio con temor.

-Te lo mereces por idiota... –dijo una nueva voz en el pasillo.

-¡¿Sabata!-exclamó Otenko, dándose la vuelta.-¿¡Cómo llegaste tan rápido!

-Ya te dije que el camino que tomaste era el incorrecto. Por eso tardé menos en llegar... –le dijo sonriente, aunque era una mentira. Al girasol le salió una venita y gruñó.

-Hum... ¿Quiénes son?-preguntó Saito, rompiendo con la tensión entre la planta y el chico oscuro.

-Soy Django, el chico solar. Un cazador de vampiros y otros espectros malignos.-respondió el rubio, sentándose en el suelo, con una sonrisa.-Aquél es mi mentor, el mensajero del Sol, Otenko. Y ése es Sabata, un subordinado de Belleza Lunar.

-¿¡CÓMO!-gritó Blues, saliendo de su escondite. No esperaba que trajeran a Sabata para ayudarlos.-¿¡Acaso no son los que nos iba a ayudar!-el chico solar lo miró.

-¿Debo suponer que eres Blues Blaze?-el vampiro asintió.-¿Y tú Saito Hikari?-el morocho asintió.-¡¡¡LLEEEEGAAAAAAMOOOOOOOSSSSS! ¡¡WOOHOOOOOO!-gritó de alegría el rubio, saltando por igual.

Otenko suspiró.

-Ya Django... Blues, ¿Dónde está tu hermano?

-En la habitación de Lan, supongo. Hemos tratado de no salir mucho por los cazadores que merodean los alrededores.-respondió el albino. El mensajero asintió.

-Bien, bien... No quiero que salgan del hotel bajo ninguna circunstancia, salvo si es de vida o muerte. Esos cazadores harán lo imposible para querer matarlos.-el albino tragó secamente.

-¿Otenko?

-¿Uh? ¿Quién eres?

Laika se acercó al grupo y estudió al chico solar y al oscuro, junto con el girasol. Sonrió suavemente y se colocó cerca de la planta.

-Soy Laika, aunque no espero que me recuerde.-el girasol lo miró detalladamente antes de caer en la cuenta.

-¡Ah! ¡Ya recuerdo! Eras el que siempre estaba con los jóvenes, hace trescientos años.-el coronel asintió.-Me sorprende que aún estés con ellos. ¿Los cazadores han atacado?-Laika asintió.

-Ya eliminé a uno de ellos.-dijo de lo más tranquilo Sabata, mirándose las uñas.

-Awww... yo quería... –dijo tristemente Blues.

-¡Sabata! ¿¡Por qué hiciste eso! ¡¡Te dije que no mataras a nadie!

-Estaba aburrido.-respondió este, con una sonrisa. Django suspiró.

-Blues, quédate con Saito en su pieza. Nosotros iremos a hablar con los demás. Quiero estar al tanto de todo.-dijo Otenko y el albino asintió, llevándose a Saito.-Bien Laika, trae a los padres de los chicos en la recepción. Me gustaría hablar con ellos.

-Si.

El coronel se retiró, dejando al trío solo. Sabata se arrodilló al lado del rubio y comenzó a jugar con unos mechones de su cabellera haciendo que se sonrojara fuertemente. Los ojos del chico oscuro brillaron intensamente y su boca entre abierta mostraba sus ya preparados colmillos.

-¿Acaso no te has aburrido, Django?-el rubio se limitó a desviar su mirada.-Lo tomaré cómo un si... ¿Qué te parece si nos entretenemos un poco, hum?

-Sabata... –dijo amenazadoramente Otenko.-Puedo utilizar los poderes del Pile Drive en cualquier momento y saldrías más muerto que vivo. Y lo sabes bien.-el chico oscuro miró desafiadamente al mensajero.-Todavía estamos en esta misión y no puedes llevarte a Django...

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

-... por lo tanto quiero que te quedes lo más lejos posible de él hasta que terminemos, ¿Entendiste?

-Ju... No eres más que un parlanchín, Otenko. Si quiero tener a Django, lo haré en cualquier momento que quiera, siempre y cuando él también esté de acuerdo. Y como hasta el momento no he escuchado ningún rechazo, sólo estoy concediéndole lo que quiere...

-Pero Sabata, el maestro tiene razón en algo. Creo que sería mucho mejor si lo dejamos para cuando terminemos la misión. No tendríamos tantas tensiones... –se escuchó a Sabata gruñir sonoramente.

-¿Por qué será que sucumbo tan fácilmente ante ti, Django?

-¿Será por qué no te me resistes?-Sabata rió.

-Es muy posible. Pero Otenko, amigo... ¿Dónde dormirá mi pequeño cazador?

-Tomaré prestada una de las habitaciones, no hay problema alguno. Mientras que la recepcionista no se de cuenta... Tampoco los otros empleados, pero no será tan complicado. ¡Y tu no estarás en la misma habitación que Django!

-Awwwww... Otenko, eres un aguafiestas. Igualmente estaré con él quieras o no. Me voy yendo, quiero jugar con los cazadores otra vez. Schiavo, precioso. (N/A: "Schiavo", adiós o chau en latín, me parece.)

Hubo un silencio y se oyó al girasol hablar.

-Más vale que no te vea con Sabata durmiendo en la misma cama porque estarás más que muerto.

-Pero maestro... Tampoco nos deja estar juntos, o sea, abrazarnos y besarnos...

-Yo no se los prohíbo. Sólo no me gusta que Sabata se vaya por las ramas. Saben que tienen una misión, pero no me hacen caso y él ya te hechizó dos veces para poder llevarte con él pero no tuvo éxito. Y también quiso engañarte, cuando estábamos en el bosque, tratando de llegar. Ya es tarde, Django. Quiero que descanses. Yo iré a hablar con la familia de los jóvenes.

-Si maestro.

Nuevamente el silencio. Saito y Blues apartaron sus oídos de la puerta y se miraron. Rieron por lo bajo, antes de dirigirse a la cama y acurrucarse el uno con el otro debajo de las sábanas. El morocho apoyó su cabeza en el pecho del vampiro y este besó su cabeza, haciéndolo reír.

-¿Crees que todo saldrá bien?-inquirió.

-Por supuesto. Soy muy optimista.

-Me di cuenta.-bostezó.

Se acurrucó más al cuerpo del albino, y se preguntó con qué soñaría esta vez.