DÍA 1 - VOZ
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Como único hijo del patriarca de Hiroshima, Kenshi Ottori había crecido en todos los lujos posibles, pudiendo conseguir absolutamente cada cosa que deseaba. El problema venía cuando se reveló que su casta era muy por debajo de lo esperado. Un Omega. Durante los años que era consciente, luchó contra los prejuicios y las dudas sobre su valor, los temores de cómo un Omega podría llevar el mando cuando tocará relevar a su padre Alfa del cargo.
Los sacrificios que tuvo que hacer fueron enormes. Muchos esperaban verlo fallar, algunos con una expectativa emocionante y otros aterradora. Optaron mantener la esperanza, puesto si el único hijo de sangre no podía por su casta, ¿quién gobernaría después? Por suerte, Kenshi demostró que todos sus miedos fueron infundados. Se volvió hábil en las seis artes básicas: cortesía, equitación, tiro al arco, aritmética, caligrafía y música, era experto en estrategia y diplomacia, así como también sabía llevar a su pueblo a una calidad de vida estable.
No obstante, lo único que le faltaba era una pareja. Sus dos posiciones chocaban entre sí; como futuro gobernante, necesitaba establecerse sentimentalmente en un compromiso para forjar un heredero. La traba era su casta como Omega. Muchos Alfas se acercaban para cortejarlo, sin embargo, ninguno causaba una reacción favorable en el joven. Sus olores eran fuertes, sus comentarios sin chispa, y lo que era peor, sus voces no eran suficientes. Kenshi buscaba una pareja cuya voz no lo hiciera sentir superior, ni mucho menos inferior. Buscaba alguien que pudiera ser un igual. No quería pintar una imagen débil al dejar el mando a su pareja, pero tampoco quería gobernar también a su compañero como lo instaba a hacer su padre.
Era lo único que no podía tener y eso lo frustraba. No quería rendirse aún.
Una noche, su cabeza estaba demasiado tensa como para dejarlo descansar, por lo que se escabulló para ir al bar de Jim, un extranjero beta que se estableció hace unos años en el condado, y era dueño de un bar, que también servía como posada. Por lo general recibía todo tipo de personas, desde pueblerinos hasta mismos extranjeros como él. El bar tenía mucha actividad esa noche, pocas mesas estaban vacías y la barra estaba llena.
Kenshi se acercó a la esquina, llamando la atención del dueño.
—Jim, dame lo mismo de siempre, ¿quieres? —Kenshi solicitó, un poco desganado.
—En seguida, joven. ¿Ha venido sin su escolta? —preguntó Jim, sirviendo unos aperitivos y un vaso de un suave licor de pera del que Kenshi era muy asiduo.
—Por esta noche, sí.
Notando que Kenshi estaba un poco deprimido, Jim señaló una mesa al fondo.
—Todavía tengo reservada su mesa usual. ¿Quiere que le lleve algo especial? Estoy seguro de eso le alegrará un poco.
Contrario a lo usual, Kenshi negó.
—Quiero quedarme aquí un rato.
Jim torció el gesto.
—La barra está un poco llena, como puede ver... —señaló a sus clientes—. ¿Está seguro?
—Estoy bien. Será solo unos minutos...
Casi al otro lado de la barra, había un hombre que desentonaba por completo del ambiente. Un tipo alto, de cabello negro y piel clara; debía ser un europeo, dadas sus facciones fuertes y sus ojos claros, pero lo más resaltante no era su aspecto, lo que lo hacía destacar del entorno es que era el único comensal de la barra que no estaba gritando ni charlando con nadie. En cambio, tenía al menos tres libros abiertos en la barra y escribía en un cuaderno. Desde su lugar, Kenshi podía ver una letra cursiva, apretada y diminuta.
A su lado, un vaso de líquido transparente, podría haber pasado por agua si no fuera por la botella de vodka a un lado.
Kenshi enarcó una ceja, curioso. ¿Un erudito? ¿Cómo demonios podía concentrarse con todo el escándalo a su alrededor? Kenshi se concentró en beber de su licor, pensando que cada loco era responsable de su locura.
Jim era diferente, él se acercó al extranjero con un plato que contenía un apetitoso dulce de chocolate.
—Aquí tiene, doctor —habló en el idioma americano, dejando el postre en un lugar que no estorbara—. La especialidad de la casa. ¿No se siente incómodo haciendo su investigación aquí abajo y no en su habitación?
El hombre alzó el rostro y miró a su alrededor como si se diera cuenta por primera vez de la cantidad de gente a su alrededor.
—Hace un momento no había tanta gente. —Fue la respuesta del extranjero que, al ver el postre de chocolate, dejó de lado su investigación. Tomó la cuchara ofrecida y cortó un buen pedazo de la torta de chocolate, al probarlo gimió de gusto—. Esto es increíble—suspiró el hombre—. Podría comerlo todos los días.
—Me satisface mucho el que le esté gustando. —Jim asintió, contento. Aprovechó que el hombre recogió los libros para limpiar un poco la barra—. Y bueno, ya lleva unas horas aquí. Los clientes empezaron a llegar hace poco.
—Debería regresar al bosque. —Miró hacia una de las ventanas, el sol estaba bastante bajo y no tardaría en anochecer—. Tch. ¿Tendrás una linterna? —preguntó a Jim—. También me sería de ayuda alguien que conozca bien el área. ¿Conoces a alguien así?
—El bosque es engañoso en plena noche, aun teniendo la ventaja de una linterna. Y no muchos conocen bien, el único que conozco, bueno... —Le hizo un gesto a un tipo demasiado embriagado para levantar la cabeza de la mesa.
—Yo podría. —Se escuchó la voz de Kenshi, caminando hacia ellos.
Su mirada estaba puesta en Vladimir conforme se acercaba. Todavía en medio de tanto ruido, logró escuchar la conversación, sus oídos atentos con ociosidad, hasta que captaron el tono de voz de aquel extranjero. Escuchar el barítono, esa voz sedosa y profunda, con una entonación particular por su origen en las 'r', atraía de inmediato la plena atención del joven Omega. Cada vez que ese desconocido hablaba, su voz imitaba al flautista de aquel cuento infantil, cuyas notas de su instrumento hipnotizaron a los niños del pueblo. De tal forma, hipnotizado, Kenshi se había levantado y avanzado hasta intervenir.
—Conozco el bosque como la palma de mi mano. —Kenshi sonrió, apoyado en la barra de forma casual—. ¿Por qué el caballero desea internarse a estas horas?
El hombre ruso arqueó una de sus cejas, escéptico a que el joven que se autoinvito a la conversación comprendiera. Aun así, respondió.
—Busco un tipo particular de planta que solo crece aquí en Hiroshima. Quiero tomar muestras y experimentar con sus propiedades curativas. —Miró al joven japonés de arriba abajo. No creía que fuera un estafador, la tela de su "bata" se veía de buena calidad y, a diferencia de los otros lugareños que iban descalzos o usaban las sandalias de madera, este joven llevaba unas medias blancas junto a las sandalias de madera. En realidad lucía como un joven señorito—. Seguramente sus padres se preocuparán si entras al bosque con un desconocido.
—Qué va. —Kenshi se acercó, captando ese olor de maderas. Su emoción creció, al ser un olor característico de un Alfa—. A mi padre no le importará. Si quiere que encontremos su planta, deberíamos salir ya. —Estiró una mano hacia el hombre—. Me llamo Kenshi Ottori, su nuevo guardabosques —bromeó, sus ojos brillantes de diversión—. ¿Y usted es...? —preguntó, ansioso por seguir disfrutando del sonido de aquella voz.
Sonriendo de lado por la audacia del joven, el hombre le extendió su mano, apretando con firmeza la mano del otro.
—Soy Vladimir Dimitrevich Volsk. —La pronunciación del nombre junto a esa sedosa voz causó un estremecimiento en Kenshi, subiendo desde su ingle y por su espalda.
Kenshi esperó a que Volsk guardara sus libros, Jim les prestó un par de linternas, al igual que preparó unos envases con agua, y partieron al bosque.
—Y dígame, señor Volsk, ¿lleva mucho tiempo en Japón? ¿Cómo supo de aquellas plantas? —Claramente, en otras circunstancias Kenshi mantendría una conversación mínima, pero en este caso quería escucharlo hablar todo lo posible, a propósito, tomando el camino más largo.
—Apenas una semana —contestó, siguiendo el sendero trazado por los mismos aldeanos. Ellos tendrían que adentrarse y luego salir del sendero para encontrar la planta que quería—. Tengo un Doctorado en Bioquímica, y dado que mi último proyecto no fue bien, estoy buscando otro proyecto en el cuál enfocarme. —Dado que Vladimir era más alto, sus pasos eran más largos y Kenshi tenía que esforzarse en seguirlo—. Me das curiosidad.
—¿En serio? —Kenshi se apresuró a adelantarse solo dos pasos por delante, pudiendo ver mejor la expresión del hombre, sus manos juntas tras su espalda—. ¿Por qué? Ilústrame.
—No puedo imaginar que esto sea algo divertido para alguien como tú, aun así aquí estás, guiándome por un oscuro bosque. —Se detuvo un momento para poder mirar a Kenshi, a la luz de la linterna—. ¿Perdiste alguna apuesta?
—...Mmh. Por supuesto que no. —Kenshi bufó, una parte de él ofendido de que le vean capaz de hacer apuestas, y mucho menos perder una. Jamás se permitiría perder en algo, sea lo que fuera—. Solo escuché tu voz y me pareció sexi. —Kenshi continuó caminando mientras hablaba—. Ahora que te tengo más cerca, todo el paquete completo también me lo parece. —Se volteó para verlo—. ¿No es suficiente razón e incentivo para meterme contigo en un bosque en plena hora de la noche a buscar plantas medicinales?
Vladimir tan sólo tuvo que dar un para quedar a un palmo del japonés. Se inclinó lo suficiente para que sus miradas se encontraran. Los ojos del ruso, tan claros y de un azul tan intenso como el océano, miraron fijamente a Kenshi y con una sonrisa, susurró contra su oído.
—Estás jugando con fuego, niño. —El cálido aliento golpeó contra su oído. Al alejarse, las mejillas de Kenshi estaban muy rojas.
—Pues, ¿te digo algo? Este 'niño' no teme quemarse las manos si me sigues hablando de esa manera. —En vez de retroceder, Kenshi volvió a acercarlos. Era gracioso quedar tan bajo comparado a otros alfas que había conocido, pero también molesto puesto que tenía que estirar un poco los pies—. ¿O ya no quieres ir a buscar tus hierbas conmigo?
El ruso apretó sus labios finos para no reír. Este japonés en verdad era atrevido, hasta ahora ningún otro omega se había comportado de esa manera. Era refrescante.
—Eso dependerá de si sólo eres un charlatán.
—Y también depende de qué harás una vez encuentres tu hierba. —Kenshi se atrevió a tomar al hombre del brazo, guiando el camino—. Es decir, sería un desperdicio de mi parte si te dejara encontrar eso tan pronto y luego te vas... —Kenshi suspiró con drama.
—No me quedaré por mucho tiempo —aclaró el hombre. Debía estar en sus treintas, comenzaba a presentar ciertas líneas de expresión en su rostro, pero todavía no eran arrugas propiamente—. Aquí no tengo los recursos para hacer todo el proceso, tan solo vine por algunas muestras y tomar notas del entorno de la planta.
—¿En serio? Ah. —Kenshi se lamentó en voz alta, no se podía discernir si en verdad lo estaba lamentando o era tan buen actor en su papel—. Bueno, no demoremos mucho en esto y disfrutemos cuánto podamos. —Habían alcanzado un claro, la luna iluminaba una pequeña pradera donde Kenshi mismo solía encontrar gran variedad de plantas medicinales.
El problema es que, en vez de seguir, Kenshi los detuvo y, sin dar un previo aviso, saltó sobre el ruso quien soltó todo lo que tenía en la mano. Kenshi no titubeó en buscar sus labios, besándolo como si la vida misma se le fuera en ello. La espalda del ruso chocó contra un árbol por el impulso, su primer instinto fue poner sus manos en la cintura de Kenshi, sus ojos abiertos sorprendidos por el audaz movimiento.
¿No se suponía que los japoneses eran recatados y los omegas prácticamente reprimidos? Obviamente este muchacho no seguía los convencionalismos sociales.
Al ruso no le tomó mucho tiempo acoplarse al beso y ceder ante las demandas del joven omega. Cerró los ojos y disfrutó del momento, sus brazos apretando el esbelto cuerpo contra su pecho, haciendo gemir al más joven mientras profundizaba el beso.
Kenshi estaba eufórico, contento de no ser rechazado, y aún más de empezar a notar cuán bien parecían acoplarse los dos, como si hubieran estado hechos el uno para el otro. Su deseo de causar una impresión más fuerte lo instó a morder aquellos labios, tomando un gruñido suave mientras lo continuaba besando, frotando todo su cuerpo como si buscara impregnarse también de su aroma.
Se alejó cuando solo logró sentirse parcialmente satisfecho.
—Ahora, susúrrame con esa sedosa voz tuya si quieres aún buscar tus hierbas o hacer algo más interesante —murmuró Kenshi en voz baja, sus labios rozando los del Alfa.
Este chico insolente...
Con un giro rápido, que tomó por sorpresa a Kenshi, el omega fue puesto contra el árbol, los labios del ruso dejaron besos en su cuello; podía sentir el latido del japonés contra su boca.
—Al diablo con las plantas —murmuró contra el oído de Kenshi—. Voy a hacerte mío.
¡Damos inicio al Omegacember!
#EsDeFanfics ha organizado por este mes un reto diario de mini-historias basadas en un tema específico. El de este mes, está relacionado al mundo Omegaverse. La lista de los plots lo podrán encontrar en la página de Facebook y Twitter de #EsDeFanfics. Por ahora, subiremos cada día un "fic" de nuestros personajes de Entre Tus Garras. Cada historia no tiene relación con la historia principal salvo los personajes. También habrán nuevos que nunca han aparecido, pero serán parte del mismo universo.
Disfruten.
