Los restantes cazadores se reincorporaron nuevamente, con lentitud, sobre el suelo. Gimiendo en dolor miraron a su alrededor, divisando el cuerpo de uno de sus compañeros, sin vida y completamente mutilado. Uno de ellos se tapó la boca y desvió su mirada. Tan sólo le daba repugnancia la vista... y el olor era insoportable.
-Por fin han despertado. Ya me aburría de esperar a que se dignaran a abrir los ojos... –dijo Sabata, sobre la rama de un árbol con sus ojos rojos y brillantes.
-¿Quién eres?-demandó el líder al tiempo que el demonio sin alas saltaba de la rama para caer en cuclillas en el césped.
El chico oscuro se relamió los labios. Sacó su arma y apuntó a uno de ellos, disparando. El hombre recibió el impacto en su estómago tan rápido que no le dio tiempo ni a él ni a los demás de reaccionar. Sabata acercó el arma a su rostro y lamió la lente oscura con deleite, con sus ojos brillantes.
-Hace tanto que no me divertía de esta manera. Voy a disfrutar matándolos a todos ustedes.
El líder entornó sus ojos. Sus uñas crecieron deliberadamente, convirtiéndose en una especie de filosas armas. El resto se puso en posición, y comenzó una feroz batalla.
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Saito escuchaba unos golpes en su ventana, pero estaba cansado y no tenía ganas de levantarse. Pensaba que estaba soñando. Los golpes se intensificaron un poco, y el morocho terminó por abrir sus ojos. Se dio cuenta que había vuelta al sueño de su pasado al notar el repentino cambio de habitación.
Una voz llamó su nombre desde la ventana, y con prisa se acercó a ella para encontrar a Blues en el balcón.
-¡Abre que tengo frío!-exclamó.
Saito rió y abrió la ventana, dejando pasar al joven. El albino comenzó a frotarse los brazos con rapidez, tratando de calentarse.
-Me habías dicho que te gustaba el frío. ¿Ahora de qué te quejas?-dijo este. El albino le sacó la lengua.-No hacía tanto frío... y eso que es bastante tarde.
-Si, bueno... pero no vine para decirte cómo está la noche.
-¿Ah no?
-No, vine para ver si querías salir un rato.
-¿Ahora?-preguntó Saito, sorprendido.
-Si. Si no quieres venir, no hay problema.
-No, no... Está bien. Si para eso viniste desde tu casa... ¿Por qué no?
-Cámbiate. Te esperaré en el balcón.
El morocho le sacó la punta de su lengua divertidamente antes de decir otra cosa.
-Y, ¿Para qué la salida?-el albino le dedicó una mirada seductora.
-Para mostrarte más sobre mis cuadros... mrrr...
Saito se sonrojó fuertemente antes de darse media vuelta. Escuchó la ventana se abierta y una ráfaga de viento frió entró en la habitación. Se dirigió a su guardarropa y sacó algunas prendas abrigadas para ponerse.
Blues estaba sentado en el borde del balcón, admirando el cielo mientras esperaba. Sin darse cuenta, unas garras crecieron y arañaron el material de la barandilla. El albino se dio cuenta de su ansiedad y se controló con algo de dificultad. Inhaló y exhaló varias veces antes de recuperar completo control sobre él.
-Ya estoy. ¿Vamos?-inquirió el morocho, acercándose a él quien sonrió.
-Fuiste algo rápido.-se puso de pie sobre la barandilla con un intrigante equilibrio.-Ne, yo bajaré y tu saltarás luego. No te preocupes, te atraparé.
-¿Desde esta altura?-dijo asombrado Saito, mirando hacia abajo.-Me da... miedo. Estamos muy alto.
-No te preocupes.
El albino se balanceó sobre la barandilla y dio un suave brinco.
-¡¡BLUES!-gritó asustado el morocho.
El susodicho aterrizó en la tierra de cuclillas sin el menor signo de algún daño físico o interno. Se irguió y extendió sus brazos, haciéndole saber a Saito que él seguía. Este negó con la cabeza.
-¡Oh, vamos! ¡No es nada! ¡Es sólo un salto!
-Prefiero salir por la puerta principal.
-¿Y arriesgarte a que tus padres te descubran?
Saito hizo un puchero y se balanceó sobre la barandilla. Pero no aguantó mucho y se resbaló hacia delante, cayendo. Sintió unos fuertes brazos tomar su frágil cuerpo antes de que llegara al suelo. Se sonrojó con fuerza al sentir las manos de Blues sobre su cintura y cadera.
-¿Ves? No fue tan malo como esperabas.
-Supongo que no. ¿Adónde iremos?-inquirió.
-A un lugar, secreto. Es mi escondite, tu sabes. Nadie más lo conoce, excepto mis hermanos.
-¿Es lindo?-dijo, cuando ambos comenzaron a caminar. Blues tenía un brazo alrededor de la cintura del menor.
-Si. Es silencioso, oscuro, algo frío pero sobretodo muy acogedor. Realmente me gusta mucho.-le contestó con una sonrisa a la cual Saito respondió con otra.
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Sabata dio un gemido suave, en satisfacción. Luego, una especie de ronroneo. ¡Se había divertido tanto! Veía los cuerpos mutilados del resto de los cazadores esparcidos por el suelo y el hedor de la sangre lo estimulaba a gran escala.
Se paseo sus manos ensangrentadas por su ya sucio y rojizo cabello a causa de la sangre. Volvió a gemir cuando lamió sus dedos, mientras miraba al líder agonizar, tendido en el suelo.
-Eres resistente pero no duraron mucho. Pensaba que podía seguir divirtiéndome con ustedes un rato más pero resultaron se unos aburridos totales. Mmm... Djaaangoooohh... –susurró, mientras se metía los dedos dentro de su boca y los lamía constantemente.
El líder hizo una mueca de asco ante eso, pero no dijo nada. Vio los cadáveres de sus subordinados a su alrededor y otra oleada de nauseas lo invadió de repente. El más cerca tenía su pecho completamente abierto. Sus pulmones habían estallado y sus costillas estaban dobladas de tal manera que parecían imitar a una atrapamoscas. La mandíbula inferior estaba destrozada, sus órganos esparcidos por doquier y estaba sobre un enorme charco de sangre.
Otro, que estaba más lejos, estaba mutilado completamente. Sabata se había encargado de cortar su cuerpo, cada parte de su cuerpo, y estaban amontonadas, salvo por la cabeza que estaba en la punta del montón como un adorno, no muy lejos del primer cuerpo.
El tercero y el cuarto era una mezcla de tortura con mutilación, y una especie de "obra de arte", como el primer cuerpo el cual Sabata había bautizado.
-Tan sólo de ver sus cuerpos allí tendidos, me excita... Y mucho.-se relamió los labios y mostró sus colmillos.-¿No lo sientes?
-Eres un demonio.
-Si, uno sin alas, por si no te has dado cuenta.
-Je...
El líder brilló en un tono verdoso y desapareció, dejando atónito al chico oscuro. Sabata gimió en desaprobación y murmuró algo que se traducía como "Que aguafiestas es...", antes de pasarse nuevamente sus manos ensangrentadas por su cabello violeta.
Se acercó a los cuerpos y se colocó en el medio. Recitó un conjuro, y la sangre comenzó a moverse. Se filtraba del suelo y se elevaba sobre el chico oscuro con rapidez, formando una especie de nube o algo así. Los cuerpos se volvieron polvo al instante y Sabata se encargó de quemar las cenizas, y así, no quedó rastros de los cazadores.
Alzó su vista, con sus ojos rojos brillantes, hacia la nube. Dejó de recitar el hechizo y la sangre cayó por acción de la gravedad sobre su cuerpo, bañándolo en sangre. Gimió otra vez, sintiéndose excitado por el simple hecho de estar bañando en sangre. Lo único que no se manchó, y que cuidó que no se manchara, fue el relicario. Este brillaba suavemente sobre el chico oscuro que lo tomó entre sus garras.
-Djaaaaangoooo... Mmmmrrr...
Paseó sus manos por debajo de sus ropas, encontrando sus pezones erectos. Dio un quejido al sentirlos de esa forma que no resistió la tentación de recorrer su pecho con su mano izquierda y meterla dentro de sus pantalones.
-¡Ngh!-exclamó, arrodillándose en el suelo mientras se tocaba con frenesí.-¡Django!
Su velocidad aumentaba rápidamente hasta llegar a su máximo. Sabata estaba deleitándose con su propio cuerpo que no vio a una entidad salir de las sombras y colocarse pasivamente detrás a una distancia prudente.
El chico oscuro llegó a su clímax al poco tiempo y se desplomó boca arriba en el suelo. Sintiendo la sangre escurrirse entre su cuerpo y ropas, volvió a gemir para abrir sus ojos al sentir otra presencia cerca.
-Veo que nunca acatas lo que te ordeno.-Sabata sonrió y rió.
-¿Será porque soy un rebelde? Belleza, Django tan sólo me puede.-se estremeció y retorció ante el placer.-No puedo resistirme a él. Simplemente no puedo.-oyó a la mujer reír con suavidad.
-Ya les falta poco. Trata de controlarte. No te restringiré nada, pero trata de estar al margen.-el chico oscuro asintió y vio a la mujer alejarse entre las sombras.
Con una amplia sonrisa se levantó y acomodó. Necesitaba un baño.
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Django estornudó suavemente. Alguien estaba hablando de él. Sacudió su cabeza y se metió dentro de la bañera llena de agua caliente. Dio un suspiro de felicidad y una amplia sonrisa cruzó su rostro.
-¡Que delicia!-exclamó, con un suave rubor en sus mejillas por el calor del agua.
Estaba tan sumido en sus pensamientos que no oyó la puerta abrirse y cerrarse con suavidad.
-¿Te acompaño?-dijo de repente Sabata, tirando sus ropas ensangrentadas al suelo.
La voz del chico oscuro sorprendió al rubio. Lo miró y se sonrojó con mucha fuerza, cubriéndose el cuerpo con sus piernas y brazos. El demonio sin alas sonrió ante el gesto, mientras se acercaba a la bañera. Django no sabía a dónde mirar al ver a Sabata meterse dentro del agua que se fue tiñendo de un tono rosado.
-Uhh... Se siente bien.-exclamó Sabata, colocando sus codos sobre los bordes de la bañera y revolviendo el agua con sus manos mientras miraba a Django, frente a él.
-Hum... Sabata...
-¿Si?
-¿Cómo es que entraste sin que el maestro te viera?-el chico oscuro rió.
-Digamos que Otenko tiene un sueño muy, muy pesado.-respondió Sabata, tratando de ver el cuerpo del rubio pero le era imposible.-¿Por qué tanta timidez?-el cazador se sonrojó más fuerte y desvió su mirada, sin responder.
-¿Dónde estuviste para estar tan cubierto de sangre?-preguntó, cambiando el tema de repente. El chico oscuro volvió a reír, reacomodándose en el agua para que esta lo tapara por completo a excepción de su cabeza.
-Estuve con los cazadores. Me divertí mucho.-respondió melosamente y entornando sus ahora brillantes y rojos ojos.-Hice... obras de arte.
Una expresión de tristeza se apoderó de Django, sabiendo a la perfección a qué se estaba refiriendo con eso. Vio el pie de Sabata colocarse debajo de su rostro y levantarlo para mirarlo directo a los ojos rojos de él. Tragó secamente al ver que el chico se movía para quedar sobre él. El rubio miró a su compañero que estaba casi recostado sobre su cuerpo pero no podía por tener las piernas y brazos contra su pecho.
-¿No me vas a dejar un lugarcito?-preguntó provocativamente.
Django desvió su mirada, como si estuviese pensado en ello. Sintió a Sabata abrirle sus piernas y tembló involuntariamente.
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-Ouuu... Que dolor... –se quejó Otenko, cuando despertó de su inconsciencia. Sacudió su cabeza y miró a su alrededor.-¿Dónde está Sabata? Sé que me golpeó pero... ¿Dónde pudo haberse metido?
Flotó en el aire y volvió a mirar a su alrededor. No vio a Django y supuso que se estaría bañando, por lo que decidió no molestarlo. El chico se merecía un descanso por todo el viaje y trabajo hecho. El mensajero se acurrucó en la almohada y quedó profundamente dormido.
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-Wow... –dijo Saito, al ver el extenso lago abrirse ante él.
-Sabía que te gustaría.-respondió el albino, acercándose a la gran agua seguido de un atónito morocho que miraba a su alrededor.
Ambos siguieron una especie de camino y se encontraron cara a cara con las aguas del lago. Vio al albino sacarse su abrigo y tirarlo en el césped. Luego, comenzó a desabrocharse el chaleco.
-¿Te gustaría meterte?-Saito se puso tan rojo que competía con una manzana.
-¿L-Los d-dos so-solos?-balbuceó. El albino asintió.-¿Desnudos?-inquirió en un susurro tímido.
-No, a menos que quieras después enfermarte y tener que decirle a tu madre qué estuviste haciendo para tener semejante resfriado.-respondió, dejando caer su chaleco y comenzar a desabrocharse la camisa.-Anda. No seas tímido.
-Lo soy.
-No te preocupes por eso. Sólo somos tu y yo. Nadie más.-lo trató de tranquilizar, soltándose el pelo de una manera provocativa.
-Justamente porque somos nosotros solos me preocupo.-comentó, comenzando a desabrochar su chaqueta. Oyó a Blues reír.
-Te dije que era para seguir mostrándote lo de mis cuadros. ¿Qué tanto problema te haces?-quedó completamente desnudo, salvo por su cabello que cubría alguna de sus partes.
Blues caminó hasta el borde del lago y miró la luna reflejada, al igual que las estrellas, sobre la superficie de las aguas. Cerró sus ojos y se concentró. De su espalda salieron dos grandes alas de demonio que se estiraron a gusto propio antes de agitarse un poco.
-No sólo te traje para seguir mostrándote mis cuadros... –dijo Blues, mirando a un anonado Saito a medio vestir.-Sino, para contarte algo. Un secreto muy secreto.
-¿Qué secreto tan secreto?-el morocho sabía a lo que se estaba refiriendo, pero su yo pasado en ese entonces no tenía ni idea.
-Te daré una pista. Una pista muy, muy obvia, muy fácil. Soy, un cuadro. Estoy en un cuadro.
-"¿Se estará refiriendo a uno de los cuadros de Castel?"-pensó para si mismo Saito, al tiempo que terminaba de quitarse la ropa y quedar sin nada sobre su cuerpo. Con su rostro completamente rojo, miró a Blues que lo esperaba ya dentro del lago.
-Ven, el agua está tibia.-le dijo, con el lago llegándole a la cintura.
El morocho se acercó con paso tambaleante al borde de las aguas, antes de meterse con cuidado en ellas. Sintió la calidez a su alrededor y suspiró contento. Le era raro darse un baño a altas horas de la noche, seguramente muy lejos de la ciudad. Pronto se percató de que Blues no estaba en su campo de visión. Miró a su alrededor pero no lo encontró por ningún lado.
-Debes cuidar tu retaguardia, tu sabes... Eres algo despistado como tu hermano, pero sé que tienes un sentido que te permite saber a qué distancia están las personas de ti. Incluso con los ojos cerrados... –le murmuró el albino a su oído, atrapando su cintura con sus fuertes brazos.
Saito se puso nervioso al sentir sus cuerpos desnudos muy cerca. Le producía un cosquilleo en su estómago y sus piernas temblaban de emoción.
-L-Lo sé... Pero, cuando estoy cerca de ti este sentido parece desaparecer.-dijo medio en broma medio en serio, con una leve risa.
-¡Ahhh! ¿Por qué será?-dijo traviesamente, recorriendo el pecho del chico con sus manos.-¿Acaso por alguna nueva experiencia que has probado hace poco? ¿Acaso una nueva sensación adquirida? ¿Algún nuevo placer, acaso?
Saito enmudeció al tiempo que se sonrojaba otra vez con fuerza. Las alas del albino se ciñeron sobre él, sumiéndolo en oscuridad. El morocho estiró sus brazos y tanteó dichas alas, provocando un suspiro placentero por parte de Blues.
-Son suaves.-dijo.
-Si. ¿Todavía no has adivinado?
-Uh-hu... Por ahora no se me ocurre nada.-que suave mentira, pero tenía que seguir con el tiempo de su yo pasado.-¿No me darías otra pista?
-¿Y qué recibiría a cambio de esa pista?-preguntó Blues, entornando sus ahora rojos y brillantes ojos, que captaron de inmediato la atención de Saito.
-Hum... No lo sé. ¿Qué querrías?-preguntó, curioso pero sin apartar su vista de los ojos del albino que tanto le llamaban la atención.
-Déjame pensar.-respondió dubitativamente.-¿Por qué me miras tan fijamente?
-Tus ojos se tornaron rojos. ¿Por qué?
-Si adivinas mi secreto te lo diré.
-Awww... Pero quiero saber.
-Sólo si adivinas. ¡Oh! Se me ocurrió algo que me gustaría.
-¿Y qué quieres?
-Seguir mostrándote lo que pinto en mis cuadros.-el morocho enrojeció fuertemente.
-B-Bueno... Si tu quieres, yo no me opongo. Ahora, dime la siguiente pista.
-Está bien.-hizo girar al chico y lo abrazó contra su pecho, mientras lo atrapaba con sus fuertes brazos y sus alas se cerraron alrededor de ambos cuerpos.-Hum... ¿Qué podría decirte para que adivines?
-Lo único que me dijiste por ahora es que estás en un cuadro de Castel. Y Castel tiene muchos cuadros, al menos por lo que vi en su exposición. Creo que deberías especificar.
-¿Cuándo te dije que estaba en un cuadro de Juan Pablo Castel?-Saito se sorprendió al haber dicho eso.
-Oh... Creo que deduje algo rápido las cosas.
-Igualmente, si, estoy en uno de sus cuadros. Pero, ahora, ¿Qué cuadro, verdad? Soy, uno de los favoritos.
-¿Tal vez un vampiro de medianoche?-dijo con suavidad el morocho, aferrándose del pecho de su compañero a medida que se iba acercando al final del acertijo por más simple que fuese.
-Hum, Castel tiene esos favoritos, pero creo que tiene más favoritos.
-Pero de los otros ninguno tiene a una persona con un cabello tan largo como el tuyo. Además, creo que de todos sus cuadros sólo uno tiene el pelo blanco como tu. Y ése es el cuadro de vampiro de medianoche uno.
Oyó al albino reír con suavidad. Sintió sus manos pasear por su espalda y se sonrojó al tiempo que sonreía, cerrando sus ojos. Se estremeció al sentir que su compañero recorría sus glúteos y piernas con deleite.
-Aún me sigue impresionando tu pequeña cintura.-le comentó trazando la pequeña curva con sus manos.-Creo que es el único rasgo femenino que tienes.
-¿Acaso tengo complejo de mujer?-dijo indignado Saito.
-Yo nunca dije eso. Simplemente decía que era un rasgo de mujer.
-Para mi es lo mismo.
-Pero no lo es.-Blues suspiró.-Eres terco, ¿Lo sabías?
-Bueno, dicen que de tal palo tal astilla.-ambos rieron con suavidad.-Mi padre suele ser terco y... hum... Bluuuuesss...
-¿Hum?-dijo este, siguiendo con sus caricias entre las piernas del chico que se estremecía entre sus brazos.-¿Qué ocurre?
-Na-Nada...
El albino detuvo sus movimientos y tomó en brazos al chico antes de elevarse con sus alas sobre el lago y planear hasta la orilla. Recostó a Saito sobre el húmedo césped y se acomodó entre sus piernas. El morocho lo miró desconcertado y confuso.
-¿Blues? ¿Qué vas a hacer?
-Sólo mostrarte otra variante de mis cuadros.
El morocho se sonrojó. Se apoyó contra el árbol que tenía detrás, observando los movimientos del albino entre sus piernas. Se estremeció al sentir la lengua de Blues deambular por sus piernas, acercándose cada vez más.
-O-Oye... Bl-Blues...
-¿Hum?-respondió este, sin dejar de trabajar.
-No creo que... debamos... –el albino lo miró e hizo una sonrisa perversa antes de reír.
-Tonterías.-Saito bajó su rostro avergonzado.
Apretó el césped entre sus manos y se arqueó, dando un suave gemido al sentir le húmedo músculo del albino llegar a su miembro y sentirlo jugar un poco con él. Su rostro enrojeció fuertemente y ladeó su cabeza a un costado mirando con ojos entrecerrados a Blues.
-¡N-No! ¡Bl-Blues! ¡No...! ¡DEBEMOS!-exclamó al sentirse engullido por la boca de su compañero.
El chico se arqueó fuertemente entrelazando sus dedos en la melena del albino. Apretó sus ojos y dientes, sintiéndose llegar poco a poco. Su rostro hervía y estaba completamente rojo, no pudiendo creer lo que estaba sintiendo en esos momentos. Ahogó un grito al venirse dentro de la boca de Blues.
Jadeando, el morocho comenzó a normalizar su respiración, allí tendido sobre el frío césped del pequeño bosque. Sintió una lengua húmeda lamer su cuello y un mordisco que seguramente dejaría marca.
-Eres mío... –le susurró juguetonamente el albino en su oído.
-¿Blues?
-Dime.-Saito lo abrazó por el cuello y lo atrajo a su cuerpo lo más que pudo.-Hum... ¿Acaso tienes frío?
-No... –respondió el morocho, besando al albino con timidez en sus labios.-Simplemente... quiero sentirte.
-¿Sentirme?-repitió Blues, abrazándolo por su cintura y recostándose sobre el menor.
-Ahá... Sentí, unos colmillos cuando me mordiste... ¿Acaso eres un vampiro? ¿Ése vampiro que Castel pintó hace algunos años en una de las islas de Grecia?-los ojos de Saito se encontraron con los de Blues y ninguno rompió dicho contacto visual.
-Parece que les contó sobre cómo nos conoció, ¿Verdad?-dijo el vampiro, jugando con los cabellos del morocho con sus garras.
-Si.-sintió uno de sus dedos recorrer las lines de su rostro y se dejó llevar por las caricias con un suave suspiro.-¿Acaso también eras tu cuando sentí esa energía en mi?-el albino lo miró desconcertado.-Si, cuando estaba mirando el cuadro sentí, una energía muy cálida que me rodeaba y se internaba en mi ser... Era una sensación muy fuerte...
-Ah, si... Ahora recuerdo. Es que, no me podía resistir... Eres delicioso, Saito... Muy delicioso... –le dijo por lo bajo y sensualmente, mordiendo el otro lado de su cuello para dejar otra marca.
-No, detente. No quiero que vean las marcas...
-Que las vean, así sabrán que ya estás con alguien... –fue a su pecho y le dejó unas cuantas marcas esparcidas por él.-Creo que deberíamos irnos. Ya es muy tarde.-Saito hizo un sonido de desaprobación.-Mañana por la noche podemos venir otra vez.
-Estaría bueno.-sonrió y frotó su nariz contra la del vampiro que también sonrió.
-Eres muy tierno, Saito. Y muy dulce.-hizo una especie de ronroneo a la vez que se refregaba contra él haciendo reír al morocho.
-Ya, ya... Dijiste que era hora de irnos, por lo tanto, te sugiero que te levantes y te vistas.
-¿Para qué? Estar desnudo es una de las cosas que más me agrada... –le dijo con una mirada perversa en su rostro.
-Supongo que terminarás por acostumbrarme, ¿verdad?
-Espero poder hacerlo.-le contestó, levantándose de él y ayudándolo a ponerse de pie.
Los dos chicos se vistieron con lentitud. Al terminar, Blues tomó a Saito en brazos y se elevó por los aires, en dirección a la casa del morocho.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
-Uhhh...
-Shhh...
-L-Lo sientooooooohhhhh!
-Se nota que te gusta, hum...
-C-Cállate...
Otenko entreabrió sus ojos y se estiró. Se los restregó con sus hojas y miró dentro de la habitación, no encontrando a su aprendiz durmiendo. Miró el reloj y este marcaba las doce y cuarto de la noche. ¿Y seguía en el baño?
-¡¡¡Aaaaaahhhhh!
-¡Que no grites! ¡Despertarás a Otenko!
-¡No es mi culpaaaaahh! ¡Ah! Saaabataaa...
-¡¿SABATA?-gritó el girasol.
Hubo un silencio pero fue roto por una maldición por parte del chico oscuro.
-Oh demonios...
-¡¡LLEGO A ECONTRARTE DENTRO DEL BAÑO CON DJANGO Y NO TENDRÁS DECENDENCIA!
-¡¡Uuuhuuu! ¡Que miedo! Ven por mí, si tanto parloteas.
-¡Sabata! ¡Sabes que no debes pelear con mi maestro!
-Ne, tu cállate que hasta hace poco sólo gemías mi nombre.-Otenko lo oyó reír.-Te ves tan tierno sonrojado.
-Cállate... ¡Ahhh! ¡Sabata!
-Preferiría que lo grites. Sería más, excitante...
El girasol abrió la puerta de un fuerte golpe, sorprendiendo a ambos chicos que estaban dentro de la bañera, debajo de la ducha caliente teniendo una pequeña sesión entre ellos. Django se puso inmediatamente rojo y se trató de cubrir con el cuerpo del chico oscuro que lo tenía acorralado contra la pared.
-Creo saber que te han educado para primero tocar y después entrar... –dijo Sabata con suavidad, moviendo su mano entre las piernas del rubio que cerró sus ojos, gimió y se arqueó con suavidad.
-Deja a Django ahora a menos que quieras que te fría con el Pile Drive otra vez.-Sabata sabía que no lo decía en broma.
-N-No, maestro... Deja que se quede conmigo... Por favor... –le rogó el rubio, abrazando al chico oscuro fuertemente con sus brazos.-Por favor.
-Deja que se quede un poco con él. Han estado separados mucho tiempo y sólo quieren volver a sentirse.-dijo una voz dentro de la cabeza de Otenko, que suspiró.
-Bueno, tú ganas por esta vez, Django. Pero que no te quepa la menor duda, de cuando lo crea necesario, de hechar a Sabata por las malas.-les dijo, severamente.-Pero quiero que salgan los dos ahora del baño. Ya es muy tarde y me gustaría que Django durmiera lo que no pudo hacer durante el viaje hasta aquí. Por lo tanto, quiero que tu-dijo, señalando a Sabata que no dejaba de acariciar el cuerpo del rubio.-, lo dejes en paz por esta noche y el día de mañana. ¿Entendido?
-Que aguafiestas eres Otenko...
