-¡Nee! ¡Sabata!-exclamó Django, moviendo el sorbete de su malteada con una sonrisa. El chico oscuro lo miró con ternura en sus ojos.
-Dime.
Django era el único capaz de sacar su lado amable de él. El resto le importaba poco y nada, pero con el pequeño rubio era diferente.
-¿Qué le hiciste a los cazadores?-inquirió muy curioso. Sabata sonrió.
-Ya te dije, hice obras de arte con ellos.-el rubio hizo un puchero.
-Ya lo sé pero quiero saber por qué.
-¿Y por qué no me lo preguntas en primera instancia?-dijo confundido. El chico solar se sonrojó.
-¿Se me olvidó?-Sabata rió otra vez.
-Estaba aburrido. Sabes que soy un chico muy activo y me pone nervioso no hacer nada.-respondió, bebiendo un largo sorbo de su malteada, dejándola por la mitad.-Mmm... Eres muy lindo... –le susurró, apoyando sus codos sobre la mesa, entrelazando sus dedos y colocando su mentón sobre ellos.
Django se sonrojó y desvió su mirada, bebiendo un trago de su bebida. Se sobresaltó al sentir una de las piernas del chico oscuro rodear una de las suyas. El rubio enrojeció más pero le sonrió suavemente.
-Eres muy lindo... –repitió.
-T-Tu también, Sabata.-le dijo tímidamente, con una risilla.
El demonio sin alas extendió su brazo y acarició con ternura una de las mejillas del rubio con sus dedos. Django se relajó en la caricia y cerró sus ojos, sonriendo, a la vez que apretaba sus puños contra su pantalón, sintiendo las emociones de Sabata ser trasmitidas por el talismán en su pecho.
-¡Neeeeeee! ¡Sabata!-exclamó, abrazándose a sí mismo. El chico oscuro retiró su mano.
-¿Qué?-le preguntó suavemente.
-Te siento.-le respondió, con su miraba baja.-Aquí.-señaló su pecho con sus manos cruzadas.-Mi maestro me dijo que el talismán permitía la trasmisión de las emociones de uno a otro individuo. ¡Y siento todo lo que ahora sientes!-le dijo, emocionado.
Sabata sonrió.
-Te amo, Django.-el rubio se sonrojó con mucha fuerza ante la declaración pocas veces dicha por él.
-Yo también.-le respondió tímidamente, entrelazando sus dedos con los de Sabata.
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-Ugh...
Saito se movió un poco, antes de abrir sus ojos. El sol de la tarde le dio de lleno en su rostro obligándolo a cerrar sus órbitas nuevamente y darse la vuelta. El morocho sintió unas manos acariciar su cuerpo, relajándose en el toque.
-¿Te sientes bien?-preguntó Blues suavemente sin dejar de mover sus manos por el cuerpo del menor que se sonrosó.
-Si... algo mareado...
El vampiro lo miró fijamente. Levantó el rostro del chico y lo besó suavemente antes de profundizar el beso. El morocho gimió por lo bajo, abrazando a su compañero fuertemente. Se recostó sobre el cuerpo de Saito y deslizó una mano dentro de sus pantalones, comenzando a tocarlo con suavidad.
-¡Aaaahhh! ¡Bluuuessss!-exclamó el menor con su rostro hirviendo.
El vampiro sonrió y marcó al chico debajo de la oreja derecha. Blues rompió la camisa del morocho y atacó sus pezones con su boca y su otra mano. Saito se estremeció y se arqueó, gimiendo con fuerza.
-¡De-Detente! ¡Po-Por favor, Blues!-le rogó.
El albino se detuvo, pero de alguna manera Saito podía percibir que su compañero estaba ansioso. El vampiro retiró sus manos del cuerpo del morocho y se sentó en su regazo, mirándolo a sus ojos esmeralda fijamente.
-Por favor, ya no puedo más... –le susurró entrecerrando sus ojos. Saito desvió su rostro y su mirada por igual.
-Yo tampoco pero, tengo miedo.-le respondió. Blues sonrió.
-Sabes que no tienes de qué preocuparte.-el vampiro se recostó sobre él, abrazándolo con fuerza.
Se acomodó y comenzó a darle suaves besos al pecho de Saito, comenzando a bajar lentamente por su torso. Introdujo su lengua dentro del ombligo del morocho y lo sintió estremecerse. El menor apretó sus ojos y dientes, hundiendo su rostro en la almohada.
-¡Bl-Blues!-susurró.
Apretó sus puños contra las fundas de las almohadas y se arqueó de la cama. Tragó secamente y comenzó a jadear al sentir a su compañero tomarlo en su boca. Dio un quejido y se volvió a arquear. El albino mantuvo sus caderas en su lugar, pegadas al colchón, mientras seguía trabajando.
El vampiro alzó su vista y vio la cara roja de su compañero. Estaba sudado y sentía su corazón later rápidamente. Se liberó al poco tiempo y Blues se limpió las comisuras de su boca con su muñeca, mirando al morocho recostado.
-Esperaré.-le susurró, y se recostó a su lado, atrapándolo entre sus brazos.-Pero no te prometo que me contendré...
Saito rió ante eso, y se acurrucó contra su cuerpo, sintiéndose de repente muy cansado.
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Sabata miró el cielo. El sol se iba escondiendo para ir dando paso a la noche lentamente. Sus ojos se tornaron rojos al saber que habría luna nueva ese día. Sonrió de lado, mostrando su colmillo ligeramente. Se relamió los labios, ya sabiendo lo que iría a hacer.
-¡Neeeeeee! ¡Sabata!-llamó Django, desde una vidriera.
Los ojos del chico oscuro volvieron a hacer los mismo. Se acercó al chico y miró con él a través de la vidriera.
-¿¡No es lindo!-preguntó, señalando un peluche.
-¿Cuál?
-¡Ése de la izquierda!-Sabata entornó sus ojos, sin poder divisar el peluche.
-No lo veo.
-¡Arg!-Django tomó su rostro y lo puso cerca del suyo.-¡Ése!
-¡Ah! ¡Ya lo vi!
El chico oscuro pudo ver a lo que se estaba refiriendo el rubio. Vio allá a lo lejos, a la izquierda, lo que se parecía a un bok. El chico solar tomó a su compañero de la mano y ambos entraron al local. La puerta tocó unas campanillas al abrirse y cerrarse.
-¿En qué puedo ayudarles?-inquirió una joven, acercándose a la pareja.
-¡Me gustaría aquél peluche! ¡Ese del bok!-la joven sonrió y se dirigió a la vidriera, tomando el objeto entre sus manos.
-Se los daré, con una condición.-ambos chicos la miraron sin comprender.-Quiero saber si conocen al Maestro Otenko.
-¡Por supuesto que si! ¡Él es mi mentor!-respondió con una amplia sonrisa Django, señalándose a sí mismo.
-¿¡Eso quiere decir que tú eres Django, el chico solar!-la mujer estaba realmente feliz.
-Ahá. Y él es Sabata.
La joven gritó de pura alegría, haciendo que los dos chicos se abrazaran fuertemente, sudando una gotita. La chica se les acercó con una amplia sonrisa.
-¿¡Es posible que lo pueda ver al maestro Otenko!
-¿Quién demonios eres tú?-inquirió, ya molesto, Sabata.
-¡Soy sólo una fan girl del Maestro Otenko!-anunció. Le entregó el peluche bok a Django. Más bien, se lo colocó sobre la cabeza.-A cambio de este peluche, me gustaría que me trajeras al Maestro Otenko para conocerlo en persona.
-NO. -respondió instantáneamente el rubio.
-¡Entonces no tendrás el peluche!
-¡No importa!-reclamó Django, arrastrando a Sabata fuera del local.-¡Hay una casa cerca de aquí que venden al mismo bok! ¡Pero más lindo!
La mujer vio a los chicos salir de su tienda y sonrió perversamente.
-Ja. Que lastima. Ninguna de mis amigas les venderá nada porque todas ellas son fanas del Maestro Otenko como yo.
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-¡¡¡Waaaaaaah! ¡¡Que lindo!-exclamó Django, abrazando su nuevo peluche bok, con sus mejillitas coloradas.
-Es una lastima que no conozcan al Maestro Otenko.-dijo la vendedora, suspirando.-Muchas gracias por su compra y que terminen bien su día.
Ambos chicos salieron de la tienda, felices y con sus manos entrelazadas una con otra. El rubio frotó su peluche contra su rostro, con una amplia sonrisa.
-¡Que lindo, que lindo, que lindo, que lindo!-repetía constantemente.
Sabata sudó una gotita. Miró hacia el cielo otra vez, y los rayos del sol ya casi ni se veían. La noche estaba tomando terreno muy rápidamente. El chico oscuro frunció el entrecejo, sintiendo unas presencias conocidas merodear cerca de ellos. Pero decidió no mostrar interés, por si acaso...
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Blues estaba dentro de la bañera, que estaba llena de agua caliente. Dio una especie de ronroneo, sumergiéndose hasta la mitad de su rostro, sacando sus rodillas fuera del agua. Abrió sus ojos al oír la puerta abrirse suavemente.
-Hum... ¿Blues?
-¿Huuuum?-Saito se sobresaltó.
-Pensé que te habías quedado dormido.
El albino lo miró pero no le dijo nada. Simplemente volvió su vista al frente y siguió sin hacer nada.
-¿Te... importaría si me baño contigo?-preguntó tímidamente el morocho.
-Claro que no.-respondió con tanta rapidez que tragó agua cuando abrió su boca.
Tosió un poco antes de reincorporarse. Le sonrió a su compañero, indicándole que no había ningún problema con él. El morocho le devolvió la sonrisa y comenzó a desvestirse entre el vapor de agua que había en la habitación. Blues lo espiaba mirándolo de reojo, mientras esperaba dentro del agua. Entornó sus ojos al verlo acercarse con sus manos sobre su regazo, una vez sin ropas.
El vampiro corrió sus piernas dejándole un lugar al morocho que entró, acomodándose suavemente. Le sonrió tímidamente mientras se sonrojaba con fuerza.
-¿Te he dicho lo lindo que te ves sonrojado?-Saito asintió.
-Unas cuantas veces ya, pero no me canso de escucharlo.
-Eres hermoso... –le murmuró el albino, sonriéndole tiernamente.
-Tu lo eres más.
-Claro que lo soy.-dijo arrogantemente.-Después de todo, soy un mensajero de la luna.
-¿Qué tiene que ver eso?-dijo el morocho mirándolo. Blues rió con suavidad.
-Nosotros, los mensajeros, solemos distinguirnos de los demás seres inmortales, como Sabata, gracias a nuestro cabello blanco que es por tener la blanca pureza de la luna. También por ser extremadamente escasos. No sueles encontrar a dos mensajeros en una misma zona, amenos que sean familiares, como Chaud y yo. Eso sería lo básico.
-¿Y tu arrogancia sobre ser hermoso y saberlo a la perfección?
Blues volvió a reír con suavidad. Se hundió en el agua y volvió a salir con su cabellera completamente húmeda. Se corrió algunos mechones de su cara y miró fijamente al morocho.
-Porque nosotros somos una representación de la infinita belleza de la diosa lunar. No somos completamente hermosos como ella, pero nos asemejamos mucho, mucho a la diosa lunar. Por esa razón ningún mortal es capaz de resistirse a nosotros.-terminó esta última frase con tanta picardía que hizo reír y sonrojar a Saito.
-Ya veo.
-Ahhhh... Lastima que Sabata está celoso de nosotros.-dijo al aire, riendo para si.-Admito que es un chico atractivo, que logró tener el corazón de ese cazador, pero aún siendo el mayor subordinado de Belleza Lunar no se compara con nosotros. Me da pena.
-Blues, te sugiero que guardes esos pensamientos para vos solo.-intervino el morocho, entrelazando tímidamente sus piernas con las del albino.-Por lo poco que he visto y oído de Django y Otenko, Sabata es muy arrogante como vos y Chaud. Tiene un ego muy grande y creo que no se aguantaría una cuota como la que acabas de decir.
-Ya lo sé. Lo sé muuuuuy bien, Saito.
-¿Ah si? ¿Y cómo es eso?-preguntó provocativamente, deslizando su pie derecho entre las piernas del vampiro que dio un suave gemido al sentir a su compañero estimularlo suavemente.
-Sabata, mi hermano y yo solíamos trabajar juntos bajo las órdenes de Belleza Lunar. Admito que antes de que conociera a Django, el pobre demonio estaba loco por mi.
-¿Cómo es eso?-la voz de Saito mostraba enojo y celos, haciendo que el vampiro riera.
-¿Andamos celosos?
-No. Sólo... quiero saber.-acá se afirmaba lo que Lan decía sobre ser un pésimo mentiroso.
-Lo que oíste, estaba loco por mi.
-"No lo estaba."
El morocho se sobresaltó y Blues gruñó sonoramente.
-¿Ni siquiera me dejarás estar a solas con él?
-"¿Por qué habría de hacerlo si vos me hacías exactamente lo mismo con mis anteriores presas?"
-Oh cállate...
-"Sólo si te retractas a seguir diciendo que estaba loco por vos."
-No lo haré, porque es la verdad.-entrecerró sus ojos y lo amenazó.-Sigue discutiendo conmigo y le diré a Django.
Hubo un silencio muy largo entre los tres antes de que Sabata volviera a hablar.
-"Simplemente te odio."
