DÍA 7 - Ronroneo Alfa

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Cada fin de semana, Lisette visitaba la casa de los guardianes Vida y Muerte. Reunía en una cesta verduras y frutas del huerto de su abuelo Gerardo antes de despedirse de sus padres y abuelos. Cuando había cumplido su mayoría de edad, e inició esas pequeñas visitas como una rutina, intentó llevarle algo preparado a Enoch. Siempre escuchó que el mejor camino para conquistar a un Alfa era su estómago, sin embargo había heredado las pésimas habilidades culinarias de su papi. Todavía recordaba el molde para tortas que tuvieron que desechar luego de que fuera imposible sacar la carbonizada mezcla del material. No volvió a intentar hacer postres desde entonces.

La Omega tuvo que buscar otras vías para ir ganando el corazón del guardián, y afortunadamente, contaba con la ayuda de la hermana gemela de Enoch. Tener de aliada a Ametty era un alivio, al menos desde su perspectiva. Estaba segura de que Enoch no opinaba lo mismo desde su punto de vista.

En cuanto llegó a la casa de campo de los gemelos, Ametty fue quien la recibió, como siempre. La alta mujer morena siempre estaba feliz de verla. Después de darle un apretado abrazo y decirle lo hermosa que era su luz, la dejó entrar a la casa.

—Llegaste en buen momento. Enoch está enojado conmigo y no quiere venir a comer. Estoy segura de que tú podrás convencerlo de salir de su encierro.

—Pero, ¿qué le has hecho? —Con una corta risa, Lisette le brindó la cesta con los víveres que usualmente traía, en especial las frutas favoritas de Enoch. Ametty era buena con la cocina, así que confiaba en ella en esa área—. ¿Por qué motivo pelearon esta vez?

—Ay, cariño, es una cosa de Alfas. —Tomó la cesta para llevarla a la cocina y poder lavar las frutas y verduras antes de usarlas—. Nosotros somos de una época retrograda. ¿Entiendes? Los Alfas tenían que comportarse de cierta manera, aunque no es que los convencionalismos sociales nos afecten realmente, pero ya sabes cómo es Enoch.

—Mmh. Entiendo. —Lisette lo pensó un poco, asintió para sí misma—. Déjame hablar con él. ¡Ten la mesa lista! —le guiñó un ojo, salió de la cocina, caminando hacia la que era la habitación de Enoch. Solamente en una ocasión entró, cuando era pequeña y fue por accidente. Recordaba contenta haberse acostado en la cama del Alfa y ser arropada con su aroma, claro, eso hasta que el guardián la encontró.

La situación fue un poco incómoda en su momento luego de eso, hasta que rápidamente fue olvidada y continuó como si nada hubiera ocurrido. Al menos, de su parte.

Tocó dos veces la madera, esperó unos segundos y abrió, asomando su cabeza con una amplia sonrisa.

—¡Tienes visita! El abuelo me dejó tomar muchas cosas de su huerto, incluso tus favoritos. ¿Quieres venir a comer?

—¿Ametty te mando a buscarme? —preguntó el alto hombre de color, levantando brevemente la vista del libro que estaba leyendo, un antiguo tomo en alguna lengua muerta que Lisette aún no había aprendido—. Prefiero quedarme aquí por el momento. —Se movió en la cama, quedando sentado, con la espalda contra la pared y el libro en su regazo de modo que Lisette pudiera sentarse a su lado si lo deseaba.

—¿Y perderte la rica cena que está haciendo? —Lisette se adentró en la habitación, ni corta ni perezosa, aceptando la sutil invitación de sentarse junto al otro mago—. ¿Por qué te hizo enojar esta vez?

—Ametty sobrepasa ciertos límites —explicó con una mueca huraña—. Ella sabe que hay cosas que no me agradan.

—No creo que lo hiciera con mala intención. —Lisette tuvo curiosidad del libro que leía, así que echó un vistazo, pero al no entender nada del idioma usado y notando que no tenía dibujos, se aburrió así que optó dirigir su curiosidad a la habitación—. A mí también me gusta molestar a Junior, aunque es muy difícil hacerlo enfadar. —Se apoyó en el hombro de Enoch, dándole una sonrisa—. Si tuviera un hermano cómo tú, también me gustaría molestarlo.

—No se trata de eso. —Dejó el libro a un lado para poder levantarse de la cama y caminar por la habitación—. Es una cosa de Alfas, siendo una Omega no lo entenderías.

—Si me explicas, puedo hacer el esfuerzo de entender. —Lisette se encogió de hombros, luego se levantó y acercó sus pasos en dirección de Enoch—. Está bien. Hagamos otra cosa. No hablemos de eso. —La joven tomó ambas manos de Enoch, y lo atrajo hasta sentarlo en el borde de la cama. Liberó sus manos, y rápidamente se quitó las zapatillas para subirse a la cama tras Enoch. Lisette comenzó a hacerle masajes en su cuello y hombros—. Mi papi, cuando está de mal humor de su trabajo, le gusta que le hagan masajes así. —La Omega bajó la voz, continuando sus atenciones—. Siempre dice que tengo buenas manos de masajista. Bromea cosas de "deberías ser fisioterapeuta, ganarías mucho dinero". —Hizo rodar sus ojos, con una sonrisa suave. Al inclinar la cabeza, habló bajo cerca del oído de Enoch—. ¿Qué dices? ¿Seré una buena fisioterapeuta?

Enoch no respondió enseguida debido a las manos pequeñas y suaves de Lisette. Sus ojos comenzaron a cerrarse, el agradable perfume de la joven, junto al calor de su cuerpo y su voz en su oído provocaron que el Guardián se relajara hasta el punto de que un suave ronroneo, reverberando desde su pecho y subiendo por si garganta, saliera de él. Enoch era mantequilla en las manos de Lisette.

Lisette se quedó quieta, escuchando el breve sonido. Mordió su labio para acallar una risa, continuando como si nada solo para seguir escuchando el ronroneo. Jamás había escuchado a un alfa ronronear de esa manera, y le resultaba tranquilizante, atrayente, el instinto de su Omega interior la estaba impulsando a acurrucarse en busca de más de esa conciliadora melodía.

Pensó en la conversación de antes, en la molestia de Enoch y lo dicho por Ametty. Enoch era alguien muy reservado, en todo el tiempo que le conocía, tenía la seguridad de que ese sonido no sería algo que él permitiría que escapara de su control... hasta ahora, en estos momentos de vulnerabilidad. ¿Podría ser la causa de su molestia previa?

Lisette sonrió, enternecida.

—Listo. ¿Estás mejor ahora? —preguntó, inclinándose a un lado para verlo, su cabello formando una cortina castaña que lograba destacar los ojos azules—. ¿Crees que lo hice tan bien como dijo mi papi?

Los profundos ojos oscuros se fijaron en ella, la mirada del hombre egipcio era intensa, una de sus cualidades más destacables, como si pudiera desnudarte hasta el alma.

Después de un momento de contemplación, se inclinó lo suficiente para dejar un beso en la mejilla de la joven Madre Tiempo.

—Mucho mejor —alabó con voz profunda y relajada, se sentía como chocolate líquido.

—Eso está bien. —Lisette dio una caricia al rostro del guardián, se puso en pie, volvió a colocarse sus zapatillas antes de estirar la mano—. Vamos. Acompáñanos afuera.

Consideró no hacer mención de aquel bello sonido que Enoch acababa de hacer, no lucía como si se hubiera dado cuenta de que lo hizo. Lisette pensó en no hacérselo notar y así, cada vez que viniera, se las arreglaría para sonsacarle los ronroneos al alfa siempre que quisiera, como un pequeño secreto que guardaría para sí traviesamente.

Por su parte Enoch pensó en negarse nuevamente, al mismo tiempo pensó en que estar enojado era una pérdida de tiempo. Eventualmente tendría que volver a hablar con su hermana, y lo mejor era hacerlo con la presencia de Lisette para limar las asperezas entre los gemelos Vida y Muerte.

—De acuerdo —dijo finalmente—. Vamos. —Tomando la mano de Lisette, ambos salieron del cuarto para reunirse a la mesa con Ametty.

—¡Ya estamos aquí! —saludó Lisette, alegre llevando a Enoch de la mano. Ametty ya tenía la mesa lista, se vio feliz de notar las frutas favoritas de Enoch también colocadas, ella había seleccionado las mejores solo para él—. Me hubiera gustado ayudarte a poner la mesa. Lavaré los platos por ti.

—No es necesario, lucecita. Ya es bastante que hayas logrado sacar a Enoch de su cueva. —Su hermano le gruñó un poco, Ametty amplió su sonrisa.

—No ha sido nada. —Lisette pasó junto a Ametty, fingiendo que iba a su silla para sentarse, y se inclinó rápido a susurrarle—. Que lindo ronronea. —Con una sonrisa traviesa. Se sentó feliz y miró a Enoch—. Le gustó los masajes que le di, debes cuidar tu salud y no tensar mucho tu cuerpo. También es mejor que se lleven bien. No discutan tan seguido, ¿sí?

—Lo intentaremos —asintió Ametty, sonriendo ampliamente gracias a las palabras susurradas de la joven. Enoch, todavía huraño, hizo un sonido poco comprometedor.

Para Ametty eso era suficiente, su hermano podía ser muy cerrado y pasado de moda en algunas cosas, pero eso no importaba, ella lo amaba tal cómo era.