DÍA 8 - Celos

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Estar con Caillech era una nueva experiencia cada día. Jayden no podía decir que se aburriera a su lado, el Guardián del invierno tenía la atención de un pez dorado y por esa razón es que terminaba arrastrando al español a situaciones algo peculiares.

Como ahora, no sabía exactamente cómo había pasado, pero de la nada estaban paseando por un pueblo al sur de Irlanda y al siguiente estaban en la casa de un beta que les dio refugio debido al repentino calor que atacó a Caillech en medio de la calle. Porque no bastaba con su excéntrica personalidad o su peculiar aspecto de hada del bosque nevado, además de eso era un Gamma con un celo irregular que podía atacar en el momento más desafortunado.

Como Beta, Jayden se estaba acoplando a los inesperados ataques de celo de su pareja, preparado en especial para mantener protegido a Caillech. Era la primera vez que se relacionaba con un Gamma, había investigado mucho respecto a ellos, prestando mucha atención a los embarazos y lo sumamente riesgosos que eran para ellos, más delicados a los propios Omega.

Jayden nunca conoció a un Gamma antes de Caillech, de forma lejana escuchó de ellos, y no siempre eran cosas buenas. No parecían ser muy bien aceptados, sobre todo para los Alfa y Omega. Conocer a Caillech fue una casualidad, más bien, y descubrir su condición lo sorprendió al mismo tiempo de que aumentó su curiosidad. Eso lo llevó a investigar más sobre ellos, descubriendo cosas interesantes, cosas buenas... y cosas no muy gratas, si bien daba sentido a la atracción que hubo entre ambos, como lo era el hecho de que Betas y Gammas se atraían entre sí, similar a una relación Alfa y Omega.

Ese trozo de información dejó en un estado de pensativa inquietud a Jayden. Caillech era totalmente insoportable cuando lo atacaba el celo, en el sentido en que Jayden apenas podía controlarse a sí mismo para buscar un sitio óptimo donde resguardar a su pareja y "ayudarlo", en ello. Lo atacaba una sensación irresistible que amenazaba con cegarlo.

Si él mismo tenía problemas para dominarse, con la atracción que despertaba los Gamma en otros Betas, ¿cómo podía mantenerse tranquilo él mismo?

Apenas Caillech se estabilizó, Jayden se sentía receloso hacia el otro Beta que les estaba dando asilo en esos momentos. Su propio brazo apretó automáticamente el cuerpo del otro joven, sin darse cuenta, evitando que pudiera levantarse de la cama.

El otro beta que les dio refugio caminaba por la casa con una camiseta amarrada sobre su rostro para evitar respirar por completo las feromonas que soltaba el albino incontrolable.

—Parece que esto va a empeorar —mencionó el desconocido viendo a Caillech con las mejillas rojas y la respiración acelerada—. Supongo que tendrán que pasar la noche aquí. —El hombre de cabello oscuro miró hacia Jayden, sus ojos un poco aguados por el deseo que comenzaba a surgir.

Jayden entrecerró los ojos, de inmediato cubrió a Caillech, apretando el cuerpo contra el suyo.

—Claro. Gracias. ¿Podrías dejarnos solos? —Sus palabras fueron casi cortantes, exigentes en otro sentido—. Y, por favor, te iría bien un baño de agua fría.

—Estás siendo un malagradecido, chico —dijo el otro beta, inclinándose para sentir un poco más de la esencia mentolada del albino. Para lo Betas era muy extraño sentir cualquier tipo de feromona, es por eso que los de género Gamma era tan codiciados, además de ser una rareza—. Eres como yo, deberías saber la posición en la que estoy.

—Y justamente porque lo soy, te estoy diciendo que te largues. —Jayden usó una de las almohadas para empujar el rostro beta que estaba demasiado cerca para su gusto—. ¡Contrólate! —Sea al beta o a él mismo, Jayden no estaba consciente de a quién se lo ordenaba en realidad. Ya estaba siendo presionado con el intoxicante aroma de Caillech, y ahora venía este idiota a querer meter sus manos—. Sal de aquí ahora o lo haré yo mismo.

—Por favor. Eres un enano. ¿Que podrías hacer? —Aprovechándose de su altura y músculos, se acercó a Jayden para sacarlo de la cama. Estaba tomando el delgado brazo de Caillech, su piel ardiendo contra la palma grande del beta.

—No lo toques. —Jayden dijo palabra por palabra con los dientes apretados, aferró el brazo del otro beta, lo giró y lanzó un puñetazo en su estómago—. ¡¿Qué demonios pasa contigo?! —Sacó al beta por el cuello de la camisa, tirándolo al suelo—. ¡¿Nos das asilo para esto?! ¡Vete a la mierda! ¡Pensé que nos ayudabas!

Debido a los gritos, el albino comenzó a despertar, la fiebre que iba y venía lo mantenía desorientado, su calor que venía en oleadas cada vez más fuertes lo ponían ansioso.

—Jay... Jayden... —llamó el albino, sus ojos estaban vidriosos y desenfocados, todo su cuerpo vibraba anhelando, ansiando el toque de otro cuerpo.

La voz suplicante atrajo la atención de Jayden. Pateó al sujeto lejos de la habitación y cerró la puerta con llave. Incluso movió uno de los muebles, trancando por completo el lugar. Sin esperar, se despojó de la ropa, no solo por la impaciencia que le daba las hormonas de Caillech, sino también el desespero de su pareja.

—Estoy aquí. Esa basura inútil ya no nos molestará. —Se subió a la cama, besando ávido los labios del albino—. Estoy aquí, Cail, te ayudaré.

Se lanzó sobre su novio, acariciando y calmando el fuego en su interior. Estaba deseoso de marcar a Caillech con su aroma, y demostrarle después al otro imbécil que él pudo tener a Caillech para él solo, que jamás iba a permitir que alguien le colocara las manos encima.

—¡Ah! —Cail no era capaz de decir una frase completa en ese momento, todo su cuerpo explotando de calor en cada lugar que Jayden tocaba, su entrada en particular era un desastre. Húmedo, caliente y deseoso de ser llenado.

El albino se retorcía bajo el cuerpo de su pareja.

—Placet... volo... eget. —Ya ni siquiera podía pensar en español, volviendo a su idioma natal, aunque incomprensible las palabras Jayden podía entender el mensaje perfectamente.

—Tranquilo. —Jayden lo ayudó a quitar la ropa estorbosa, susurrando para sí mismo al sentir la piel caliente, lamió sus labios como una bestia hambrienta al ver frente a sus ojos la erección necesitada de su pareja.

Y ese idiota quería tocarlo.

¡Sobre su cadáver!

—Está noche eres solo mío —sentenció antes de comenzar.