Capítulo 3 – Bienvenida

Gandalf se incorporó y se acercó a la joven que acababa de traspasar la puerta de aquel mundo. Una joven que irradiaba un tremendo poder y una energía que nunca hasta ahora había visto.

-Bienvenida –susurró al mismo tiempo que apoyaba sus manos el los brazos de Sandra y su cara de iluminaba con una gran sonrisa- Te estábamos esperando.

La joven seguía mirándole fijamente, su sorpresa a aquel recibimiento había sido demasiado grande y le costaba asimilar todo lo que había a su alrededor.

-¿Os encuentráis bien? –Gandal la miraba con aire paternal, sabía perfectamente lo que le estaba ocurriendo a aquella joven. Se notaba que de donde provenía no existían ni los magos ni los elfos.

Sandra solo atinó a asentir con la cabeza, y Gandalf terminó abrazándola para proporcionarle calor y seguridad.

-¿Cuál es vuestro nombre, mi joven amiga?

-Sandra, Sandra Donel –la voz de la joven era un susurro

-Muy bien, Sandra Donel...

-Sólo Sandra, por favor

-Muy bien, Sandra –Gandalf volvió a sonreír- vamos con los demás que están deseosos en daros la bienvenida. Más adelante os pondré al corriente de vuestro papel en estas tierras y cuál será vuestro cometido y vuestros deberes. Para empezar, debéis saber que yo soy un mago blanco y ellos –dijo señalando con la mirada al grupo de gente que había detrás de él, son elfos.

La joven asintió. No conocía a aquel anciano de nada, pero de alguna manera sabía que era muy afín a ella y que estaban unidos por unos lazos muy superiores a los familiares.

Posando sus manos en los hombros de Sandra, Gandalf la guió hasta estar frente a Lord Elrond. El señor de Rivendell volvió a inclinar su cabeza.

-Sed bienvenida a Rivendell. Me siento muy honrado de recibiros en mi casa y que la consideréis la vuestra.

Sandra inclinó la cabeza en señal de saludo, respondiendo al gesto del elfo. La joven intuía que era el personaje más importante de aquel lugar. Tenía una pose seria, unos ojos que revelaban una gran sabiduría y era el único que llevaba en la cabeza una especie de pequeña corona, o eso le pareció a ella.

-Lord Elrond, os presento a Sandra, la gran maga blanca que ha sido designada por los Valar. Sandra –el mago blanco se giró hacia la joven-, os presento a Lord Elron, el señor de Rivendell, ciudad en la que ahora nos encontramos.

"¿Valar? ¿Gran maga blanca? ¿En dónde narices me he metido? Eran los pensamientos de la joven bióloga.

-Es un honor para mí –contestó Sandra a Lord Elrond, por lo visto, el personaje de orejas puntiagudas más importante de allí.

-Permitidme que os presente al príncipe Légolas del Bosque Oscuro.

-Nos honra vuestra presencia -un elfo rubio se adelantó un paso e inclinó su cabeza en señal de saludo y de gran respeto

-Un honor conocerle, príncipe Légolas –contestó la joven al saludo.

"Mas vale ser educada y simpática, un príncipe es un príncipe, sea en el mundo que sea" se dijo Sandra a sí misma

No tardaron el presentarle a más elfos, las figuras más importantes de Rivendell, entre ellas, Netherion el principal consejero de Lord Elrond y su hija Nelia. La joven elfa, tenía su cabello oscuro y una mirada muy dulce.

-Quizás deseéis descansar un poco de vuestro viaje y poder cambiaros de ropa –sonrió Lord Elrond girándose hacia la joven elfa- Nelia, por favor ¿Podrías encargarte de la joven Sandra quede alojada en los aposentos que especialmente hemos preparado para ella y pueda cambiarse de ropa y sentirse más cómoda?

"¿Cambiarme de ropa? ¿Qué pasa con mi ropa si me compré los tejanos la semana pasada?

-Desde luego Lord Elrond –Nelia inclinó levemente la cabeza y se acercó hacia Sandra- Acompañadme, os lo ruego.

Ofreciendo su brazo a la joven recién llegada, Nelia la acompañó hacia sus habitaciones en donde bastantes sorpresas todavía la aguardaban.

-Nunca había sentido un poder tan intenso como el que desprende esa joven –Lord Elrond no podía ocultar su asombro.

-Su energía invade toda la ciudad –aseguró el príncipe Légolas.

-Así es –Gandalf seguía mirando hacia donde Sandra y Nelia habían desparecido- Un poder como el suyo nunca lo había visto antes de ahora. En verdad es una gran maga blanca.

OooooooOooooooO

El baño le había sentado a las mil maravillas. Nelia se había asegurado de que el agua estuviera llena de pétalos de flores aromáticas y que lograra disipar de la joven el cansancio que su viaje le hiciera sentir. Poco después Sandra observó con ojos abiertos como platos como una gran cantidad de vestidos le eran mostrados.

La joven estaba completamente alucinada, si un vestido era bonito, el otro lo era más. Pero no estaba conforme con llevar algo tan elegante y seguramente muy costoso.

-Son preciosos, pero no hace falta que os molestéis tanto –sabía que no podría decir que no a cambiarse de ropa, por lo visto allí por ahora sería casi obligatorio llevar vestido- Algo sencillo ya me servirá "esta forma de hablar me está cansando un poco ¿Qué no pueden hablar como las personas normales? Espero que pronto pueda dejar tanta etiqueta"

-Estos serán vuestros vestidos –explicó Nelia-. Esta noche se celebra una cena en vuestro honor, es obligatorio acudir con las mejores galas.

-Os agradecería que me ayudarais a elegir el vestido si este es el caso, pero os agradecería con todo mi corazón que por favor os no me habléis con tanta formalidad. Mi nombre es Sandra y así me gustaría que me llamaras.

La elfa la miró detenidamente a los ojos y sonrió de la forma más dulce que Sandra había visto. Solo una persona más la había sonreído de esa manera, su querida amiga que había dejado en el mundo del que provenía.

Finalmente y aconsejada por la joven elfa, con la que no tardó en hacerse muy amiga, eligió un vestido que mezclaba el color plata con el azul claro. Era de largas mangas acabadas en pico que casi le tapaban las manos y con un cuello que se asemejaba a una chaqueta de estilo chino.

Juntas acudieron al comedor, en donde tomó asiento entre Lord Elrond y el príncipe Légolas, con Gandalf, Nelia y Netherion frente a ella.

Después de la cena, Sandra salió a dar un paseo por los jardines para poder gozar de la paz que en ellos se sentía. Gandalf ya le había puesto al corriente de lo que se esperaba de ella y de las horas de práctica que, bajo su tutela, tendría que llevar a cabo para poder manejar con soltura y confianza sus poderes.

-No debéis preocuparos. Puedo apreciar que la magia es algo natural en vos –una suave voz la animó.

Se giró para encontrarse con la amistosa y entrañable mirada del príncipe Légolas.

-Gracias, príncipe

-Légolas –sonrió el elfo- Os ruego que me llaméis directamente por mi nombre y que tengáis en mi a un sincero amigo.

-Os lo agradezo, Legolas. Por mi parte os ruego que me llaméis Sandra, ese es mi nombre. Todavía es un poco duro para mí que me llamen gran maga blanca.

-Así lo haré, Sandra. Debéis saber que si en algo os puedo ayudar, podéis contar conmigo. En cuestión de magia os aseguro que no os puedo ayudar, si lo hiciera la magia huiría despavorida y es mejor no arriesgarse a que tal cosa ocurra.

Ante la frase del elfo, Sandra no pudo más que reír abiertamente. "Este elfo por muy príncipe que sea, sabe subir la moral".

-Os lo repito, Sandra –volvió a decir Légolas- Me gustaría ayudaros a aprender a defenderos.

-Os lo agradezco de todo corazón, Légolas. Aunque debéis saber que con las armas de defensa soy un auténtico desastre. Julia sí que no tendría ningún problema.

-¿Julia? –preguntó Légolas extrañado- "¿Qué clase de nombre es ese? Claro que Sandra tampoco lo había oído nunca"

-Julia –contestó Sandra adivinando los pensamientos del elfo- es mi mejor amiga, se quedó en el mundo de donde vengo. Una gran mujer que siempre estuvo a mi lado y me apoyó en todo. La tengo un gran afecto. Ella sí que no tiene problemas para defenderse.

-Tal como os referís a ella, debe ser una gran persona.

-La mejor, os lo aseguro.

Nelia se acercaba en esos momentos a donde estaban Légolas y Sandra, y la joven bióloga captó en los ojos del príncipe un brillo muy especial cuando contemplaba a la elfa.

Los días fueron pasando y la relación de Sandra con Lord Elrond, Gandalf, Légolas, Nelia y Netherion era muy fraternal y llena de afecto.

Un día el grupo de elfos con el que se rodeaba se amplió con la llegada del instructor de defensa élfico, Liguerión. Liguerión era un elfo muy alto, más que Légolas y Lord Elrond, pero que no llegaba a la altura de Gandalf. Su cabello era rubio oscuro y tan largo como el de los demás elfos. Era muy diestro con la espada y el arco y tenía, según Sandra, un gran defecto. Se creía que era el mejor de todos, y lo peor de todo, de dejaba de proclamarlo.

Sandra pensó que era una lástima. Según ella, Liguerión era un hombre muy atractivo. Estaba segura de que si encontraba la manera de bajarle los humos le sería irresistible.

-Debéis dejar que los expertos seamos los que nos ocupemos de la defensa y del manejo de las armas –insistía Liguerión. Las damas no deben usar espada alguna, va en contra de la suavidad y el delicado tacto de sus manos.

Nelia tenía unas ganas locas de hacerle tragar la lengua. Ella misma manejaba muy bien la espada. Légolas se había encargado de enseñarla. Liguerión era el máximo ejemplo del macho presumido.

Sandra le miraba con unos ojos que sabían ocultar lo que estaban pensando en esos momentos "Que te pillara una amiga mía, ya te ibas a enterar de lo que es ser un experto en el manejo de la espada"

Había pasado una semana desde su llegada. Bajo la tutela de Gandalf, Sandra manejaba su magia con una soltura y una naturalidad que incluso ella misma se asustaba.

-No debes sorprenderte –Gandalf la animaba constantemente- La magia en ti es algo natural y la muestras con la misma naturalidad. Muy pronto estarás lista.

Sandra sonreía. Había llegado a sentir su magia de tal forma que ahora sin ella se sentiría vacía y sin alma.

De otro detalle se había dado cuenta. Lord Elrond y Netherion se habían volcado a enseñarla a hablar y entender el idioma élfico, pero ya había observado que, a pesar de no saber ni una sola palabra de élfico, entendía perfectamente todo lo que los demás decían. Desde el primer instante que pisó la Tierra Media. Aquello le sirvió de mucho. Sin avisar a nadie de lo que pasaba, se dedicó a escuchar conversaciones que se referían a ella. De ellas pudo confirmar que Légolas es y sería siempre un buen amigo y que Lord Elrond, Netharion y Nalia sentían por ella un afecto especial.

A Liguerión se le habían escapado algunas frases que daban a entender muy claramente lo apesadumbrado que estaba en no tener él personalmente la protección de Sandra, pero seguía en su pose de "yo soy el mejor de lo mejor de lo mejor".

OooooooOooooooO

Había despertado tarde. Hoy tenía previsto tomarse un magnífico día de descanso. Casi hacía dos semanas desde que llegó y no había parado un solo día de practicar y adiestrarse en el uso de su magia y en el de aprender todo lo que los elfos de Rivendell y Légolas intentaban que aprendiera.

Se levantó sonriendo al soleado día y se dio un baño.

No tenía prisa. Dentro del agua perfumaba gozaba de cada uno de los segundos que el momento le prodigaba.

Casi media hora después se obligó a sí misma a salir de la bañera o de lo contrario todo su cuerpo estaría arrugado a causa de estar tanto tiempo en remojo.

Después de secarse eligió un vestido sencillo para ponerse. Le habría gustado volver vestir la ropa que trajo puesta, pero misteriosamente los tejanos habían desparecido. Sandra podía asegurar que no eran considerados aptos como prendas de vestir y habían sido destruidos. Más adelante se había propuesto mantener una ligera conversación con Nelia sobre vestuario cómodo.

Se peinó dejando su pelo completamente suelto, sin ningún recogido. Sabía que no era una moda élfica, pero hoy su propósito era estar lo más cómoda posible. Le encantaba tener su pelo completamente suelto.

Cuando abrió su armario, algo cayó al suelo.

Se agachó y lo recogió. Al verlo, sus ojos se humedecieron.

Era el artefacto que su querida amiga le había dado por si alguna vez volvía. El pequeño artefacto que la avisaría de su llegada y que haría que estuvieran juntas en pocos minutos.

Se sentía muy bien en Rivendell. Se sentía apreciada y sabía que aquel era su lugar, que allí pertenecía, pero echaba muchísimo de menos a aquella mujer guerrera y valiente.

Echaba de menos sus charlas, su apoyo constante.

Añoraba a la amiga y a la hermana, ya que para Sandra, Julia era todo eso.

-Y ahora estoy aquí y tú estás sola en aquel mundo de locos –murmuró sin apenas voz- Sola en un mundo que no comprende a una persona buena y maravillosa como tu eres.

Dos lágrimas se escaparon de sus ojos y resbalaron por su cara.

De pronto levantó su mirada. Claro, eso era,

Julia estaba sola en aquel mundo. No tenía a nadie ni dependía de nadie.

-Iré a verla, tal vez pueda convencerla de que pase unos días aquí.

Cogió fuertemente el pequeño artefacto y salió de la habitación caminando lo más deprisa que sus piernas le permitían.

Con el mismo paso, salió a los jardines y pasó por delante de Gandalf, de Lord Elrond y de Légolas, que sorprendidos la vieron aparecer andando con mucha prisa.

Sandra, apretando fuertemente el pequeño artefacto con su mano izquierda, se iba acercando a los dos árboles que habían formado la puerta de acceso a aquel mundo. Iba muy decidida y no oía las voces de los otros tres que la llamaban, preocupados por su forma de actuar.

El espacio entre los árboles comenzó a inundarse de luces con los colores del arco iris y siguiendo con su paso raudo y veloz, traspasó la puerta.

Al salir nuevamente a la zona boscosa de su mundo original conectó el pequeño artefacto y pulso, con mano firme, el botón que en su día, Julia le indicara.

OooooooOooooooOooooooOooooooOooooooOooooooOooooooOooooooOooooooO

Hasta aquí este capítulo. Espero de todo corazón que os haya gustado.

Muchas gracias a Leahnor Naril Potter, Sonia11 y Nagini por sus bonitos comentarios.

Nagini: Gracias por tu comentario, lo seguiré e intentaré de todo corazón que te siga gustando. Un abrazo.

Gracias a astarot por su crítica constructiva, a pesar de que, sinceramente creo que es criterio general que los fics no deben basarse estrictamente en la historia original ni tienen por qué seguir paso por paso todo lo originalmente publicado.