Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es bornonhalloween, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to bornonhalloween. I'm only translating with her permission.
Capítulo 20
Suena el timbre. La Sra. Cope y yo nos ponemos de pie. Paso una mano por la fila de botones de mi blusa.
—¿Luzco bien?
—Luces perfecta, y ella ya te ama. Abre la puerta.
Inhalo profundo y giro el pomo.
—...solo digo que no es cómo Raoul me ayuda a subir las escaleras. No tienes que ser tan sensible.
—Raoul esto, Raoul aquello. Quizás quisieras ir a cenar con Raoul, mamá.
—¿Eh, hola? ¿Edward? ¿Todo bien aquí?
—¡Bella! ¡Hola! —Edward luce como si quisiera añadir "¡Gracias por salvarme!"
—Adelante, adelante. Hola, Sra. Cullen. —Me inclino y le doy un suave abrazo.
—Hola, querida. ¿Acaso no luces preciosa?
La Sra. Cope extiende su mano en saludo.
—Hola, Esme. Estoy tan encantada de que pudieras venir. Es maravilloso conocerte. Los niños me han contado mucho sobre ti.
—Gracias por invitarme a tu encantadora casa, Shelly. Estas son para ti. —Ella le tiende a la Sra. Cope una caja blanca de pastelería atada con un lazo naranja—. Son galletas con chips de chocolate, mis favoritas. Aquí entre nosotras... —Se inclina como si fuera a revelar un gran secreto—, tengo un diente goloso.
Me muerdo el interior de mi mejilla para mantener mi expresión neutra al echar un vistazo a Edward, la manzana del árbol de diente goloso aquí.
—Eso no era necesario, pero gracias igualmente. Adelante. ¿Qué puedo ofrecerles para beber?
—Oh, un trago suena bien, de hecho. ¿Tienes vodka?
Edward balbucea.
—¡Mamá! ¿Acaso puedes tomar alcohol? ¿Qué hay de tu medicación?
Ella golpea su brazo.
—En serio, Edward, a veces puedes ser un viejo anticuado.
El pobre Edward se pone rojo. Intervengo mientras él la acomoda en el sillón.
—Sra. Cullen, ¿qué tal si le preparo uno de mis famosos gimlets?
Su rostro se ilumina.
—Eso me encantaría.
—Genial. ¿Qué hay de ti, Edward? Parece que te vendría bien un trago. —Le dedico una sonrisa que no devuelve.
—Algo fuerte.
Asiento.
—¿Sra. Cope?
—Bueno, no quiero ser la única sin un trago, ¿o no?
—Por supuesto que no. Edward, me sería útil tu ayuda con estos tragos. ¿Te molestaría?
—En absoluto. —Me sigue hacia el carrito para bebidas y me da un firme beso en los labios—. No te había dado un saludo apropiado.
—Parece que estás completamente ocupado.
Él se ríe.
—Sí. Mamá se pone un poco nerviosa cuando la saco del hogar.
—Oh, ¿mamá lo hace, eh?
Sus cejas se alzan.
—¿Estás insinuando que actúo irracionalmente?
Coloco mi mano en su pecho.
—Puede que estés actuando como un hijo preocupado. Es algo adorable.
—Como sea.
—¿Alguna vez te he dicho que me vuelve loca cuando haces un puchero así?
—¿Alguna vez te he dicho que tu blusa tiene demasiados botones?
—No, nunca la has visto antes.
—Entonces, déjame decírtelo ahora.
—¿Qué tal si buscamos un poco de hielo?
—¿Intentas tranquilizarme?
—Quizás.
—Está bien. Oye, ¿haces el trago de mi mamá lo más suave posible?
—Por supuesto. Le daré un toque de barwoman, jugo de lima con una pizca de Grey Goose. —Le guiño el ojo.
—Gracias. No creo que nadie quiera verla emborracharse.
Sigo su mirada hacia el otro extremo del cuarto, donde las dos Sras. C están conociéndose. La conversación parece fluir fácilmente, y me asombro ante las circunstancias que reunió a las dos mujeres en el mismo cuarto.
Edward regresa con hielo, y preparo su martini primero. Me da una sonrisa incrédula.
—¿Qué pasó con mujeres primero?
Me encojo de hombros.
—¿Sabes lo que dicen sobre poner tu mascarilla de oxígeno primero?
—Buen punto —dice, bajando media bebida en un trago.
—¡Ve!
Le doy un pequeño empujón y lo sigo a la sala, donde la Sra. Cope está halagando a la madre de Edward por criar tal joven hermoso.
—Él siempre ha sido un niño educado —concuerda la Sra. Cullen—. Lo saca de su padre.
—Aquí tienes, mamá, Sra. Cope. Feliz mini reunión pre Acción de Gracias, a todos.
Copas de martini llenas son chocadas cuidadosamente. Edward y yo observamos a su mamá mientras toma su bebida. Capto la mueca en su rostro cuando el aroma a alcohol llega a su nariz. Toma un sorbo, se suena los labios, y se estremece.
—¡Es perfecto!
~OS~
Edward está en todo, apresurándose a apartar la silla de la Sra. Cope, luego la mía, antes de escoltar a su madre a la mesa. Sus pasos son notablemente más temblorosos que antes del cóctel, haciendo que Edward me envíe una mueca dolorosa. Tengo la sensación que él estará muy aliviado cuando su madre sea entregada de regreso a sus cuidadores en Shady Acres. Por su parte, la Sra. Cullen parece disfrutar el cambio de escenario.
—Oh, qué hermoso centro —dice—. ¿Son ranunculus?
La Sra. Cipe sonríe mientras observa el arreglo.
—Sí. Justo la semana pasada, Edward y yo hablamos sobre nuestras flores favoritas. Cuando me doy cuenta, las mías aparecen mágicamente en mi mesa del comedor.
—Como por magia —digo, apretando la mano de Edward en la mía.
Edward carraspea, para nada contento de ser el centro de atención.
—¿Puedo servirle a todos una copa de pinot?
—Oh —dice la Sra. Cope—, ¿es una de las botellas que trajeron de su viaje?
—Eh... —Edward evita el contacto visual conmigo mientras trastabilla su respuesta—. De hecho, nunca llegamos a Duckhorn, Sra. C. —Comienzo a reír, y Edward me envía una mirada de advertencia, lo que no ayuda a la situación—. Compré este en Reno's de camino a recoger a mamá.
Las dos señoras comparten sonrisas cómplices. Si Edward dejaría de sonrojarse, probablemente dejarían de saber.
—Estoy segura que el de la tienda local sabe igual de bien —dice la Sra. Cope amablemente.
—Uno espera —dice él, sirviéndole la primera copa.
La Sra. Cullen, Dios la bendiga, cambia de tema.
—Y bien, Shelly, ¿escuché que tus hijos vendrán aquí mañana desde la costa este? Qué maravilloso.
—Sí, ha pasado unos meses desde que he visto a mis nietos. Crecen tan rápido.
—Sí que lo hacen.
Las dos intercambian información sobre nietos: nombres, edades, color de cabello, personalidades y carreras probables. Toda esta charla de nietos parece no importarle a Edward, quien está totalmente concentrado en su tarea de caminar alrededor de la mesa, sirviendo a todos el plato de pavo.
El cuarto se llena de un agradable repiqueteo de tenedores contra platos, cumplidos entregados con tarareos de placer, y un coro de "Por favor, ¿me pasas el relleno/las papas/las judías verdes?" La conversación se detiene por un momento, lo cual parece quedarle bien a Edward. Él mantiene un ojo cauto en su madre, quien bebe su primera copa de vino e insiste en una segunda.
Edward intenta servir poco, pero la Sra. Cullen no lo acepta.
—¿Qué es esto? ¿Soy el conductor designado?
—Mamá...
—Está bien, hijo. Prometo que tengo más de veintiuno.
Él suspira pesadamente y rellena su copa, junto con la mía y la de la Sra. Cope.
La Sra. Cullen toma un trago trinfante de su pinot conseguido con esfuerzo.
—¿Qué hay de ti, Bella? ¿Dónde pasarás Acción de Gracias?
Supongo que Edward y su madre no han tenido esta conversación aún. Esto debe ser divertido.
—Estaré aquí con los Cope.
—¿Oh? ¿No cenarás con tu familia?
—De hecho, no.
La Sra. Cope interrumpe.
—Mis hijos están emocionados por conocer a Bella. Todos no podemos esperar. —Me envía una sonrisa alentadora desde el otro lado de la mesa, y le contesto con un silencioso "Gracias."
—De hecho, mamá —dice Edward—, planeo retirarme de lo de Alice después de cenar y llevar a Bella a la casa de sus padres para el postre.
—¿Oh?
Cielos.
—Sra. Cullen, lo último que querría es apartar a Edward de su familia...
—Bella, está bien —interrumpe Edward—. Estoy seguro que mi madre entiende estas cosas.
La Sra. Cullen intercede.
—¿Esta será la primera vez que conozcas a los padres de Bella?
—Sí, y a sus enormes hermanos. —Edward actúa muy bien, como si esperara estar en la silla eléctrica, pero ambos sabemos que yo soy el que va a entrar a la boca del lobo. Él viene para mantenerme a salvo.
Tomo su mano.
—Será breve y dulce. "Hola. Un placer conocerlos. Pastel de calabaza. Estuvo bueno. Tenemos que irnos."
—¿Y si quiero de nuez pecan? —Él luce absolutamente orgulloso de sí mismo por eso.
Sacudo la cabeza.
—¿Recuerdas esa conversación que tuvimos sobre tu sentido del humor?
—Creo recordar un final sorpresa. —Menea sus cejas.
Sí, Edward, eres sexy.
La Sra. Cullen agita un dedo tembloroso hacia su hijo.
—Solo cuida tus modales y estoy segura que los dejarás asombrados.
Edward se ríe.
—Gracias, mamá, intentaré recordar eso. Hablando de postre...
—Sí, debería revisar los pasteles.
Edward se pone de pie instantáneamente.
—Te ayudaré.
—Tómense su tiempo con los pasteles, niños —dice la Sra. Cope detrás nuestro.
Las dos abuelas comparten una buena carcajada mientras Edward y yo nos apresuramos hacia la cocina.
~OS~
—Saben que estamos besándonos aquí —susurro entre besos.
—Síp. —Está sobre mí de nuevo, yendo sin rodeos con esa lengua.
—¿Qué hay de tus modales? —Me río.
Me lleva hacia la alacena y me besa tan fuerte que podría estrellarme contra las puertas del mueble.
—Estoy más preocupados con mis besos en este momento.
Eso lo hace. Entre sus besos que te dejan sin aliento y sus chistes malos, estoy arruinada. Me encorvo, sosteniendo mi vientre, jadeando en busca de aire.
—¿Estás bien?
Levanto mi mano y asiento.
—No. Hables.
Da un paso atrás, manos en sus caderas, y me observa con una sonrisa divertida.
—Tú causaste esto.
—¡No! Todo esto es tú culpa.
—Oh, vamos. Primero, usas esa blusa con los botones "nunca volveré a ver pechos" de época victoriana...
—¡Detente!
—Y sigues tocándome...
—¡Estaba sosteniendo tu mano!
—Tocar es tocar, Bella.
—Creo que te estás volviendo loco.
—Puede que tengas razón. Mamá está emborrachándose allí afuera. Gracias por tu toque de barwoman.
—Eh, cuándo lo sigues con medio litro de vino, sí.
—Oye, ¿qué se supone que haga?
Tomo sus manos.
—Edward, está bien. Se está divirtiendo. Las dos lo hacen.
—Sí —dice—. Si Raoul no me mata cuando la lleve de regreso.
—Raoul, Raoul, Raoul... —Suavizo mi tono con un beso en su nariz, y él regresa con un suspiro.
—Esto es realmente bueno —dice—. Estoy contento de que lo hiciéramos.
—Yo también. Y en verdad necesitamos retirar los pasteles.
Él se ríe.
—Ya estoy en ello.
Me encanta lo bien que Edward se mueve alrededor de la cocina. Entra en acción, sacando las rejillas para pastel y localizando las manoplas en su primer intento. Cuando abre la puerta del horno y el pastel de nuez pecan perfecto se encuentra frente a él enviando su aroma hacia sus fosas nasales, la expresión de Edward irradia pura alegría.
Algún día serás un esposo jodidamente perfecto, Edward Cullen.
No es la primera vez que mis fantasías se han salido de control, disparándome a un final feliz con este hombre. Algún día.
Pero esta vez, la fantasía trae melancolía, y el suelo firme bajo mis pies de repente no se siente tan firme.
—Bella, ¿quieres tomar el...? —Coloca el pastel en la encimera y se quita las manoplas, su sonrisa "estoy a punto de comer postre" desapareciendo cuando nota el cambio en el aire—. ¿Qué pasa?
—Edward, ¿qué piensas sobre tener hijos?
Su rostro registra sorpresa, pero no dura demasiado.
—¿Toda la charla sobre nietos allí afuera?
Asiento.
Toma mi mano en la suya.
—Bella, ¿te has estado preocupando por tener esta conversación debido a nuestra diferencia de edad? ¿Sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea, cierto?
—No, no creo que realmente haya pensado en ello hasta justo ahora. ¿Eso es loco?
—No necesariamente. Tu horizonte de cinco años no incluye niños. El concepto no ha entrado en tu radar aún.
—¿Debería? —Es un poco irreal tener esta conversación aquí y ahora, ciertamente no cómo he visualizado que transcurriera nuestra noche.
Él se encoge de hombros.
—Supongo que no puede hacer daño pensar en ello.
—Se siente un poco raro hablar de esto contigo después de solo dos meses juntos.
—Supongo, pero es solo otra pieza del rompecabezas, ver si vamos a encajar.
Me encuentro buscando respuestas en sus intensos y complicados ojos.
—¿Es algo en lo que piensas mucho?
Él se frota el mentón con una mano, echa un vistazo tristemente al pastel, y se mueve a mi lado con la espalda contra la encimera.
—Voy a hacer super honesto contigo, Bella. Sí, siempre asumí que sería padre algún día. Jamás pensé mucho en ello en mis veintes o en mis treintas. Sé que no es justo, pero como hombre, tengo el lujo del tiempo. Cuarenta fue una pequeña llamada de atención, y fue entonces que tuve una pequeña charla conmigo mismo.
Me hace sonreír el imaginar esta charla seria de Edward con Edward.
—¿Cómo fue eso?
—No había conocido a alguien con quien pudiera verme a largo plazo. Solo me casaré una vez, y será para siempre... lo que sea que eso signifique.
Una imagen perfecta de Edward en su esmoquin de boda aparece en mi cabeza. Esa será una novia afortunada.
—Puede que esto sea egoísta —Levanta la mirada de manera avergonzada—, pero elegí mi propia felicidad a conformarme con una chica que pudiera cumplir con todas las características y crear hermosos bebés pero no tener una conexión de amor verdadero.
—Creo que es más egoísta perseguir una relación más o menos porque sientes que deberías comenzar una familia y entonces terminar con un hogar roto.
Él asiente.
—Y entonces, me encontraba allí en la parada de autobús un día lluvioso de septiembre, un hombre de cuarenta y tres años cuyo esperma podría estar reduciéndose por lo que sé, y encontré a esta chica, esta chica hermosa, vital, voluptuosa, dulce, segura, y...
—¿Yyyyy?
Levanta sus manos al aire.
—¿Quién sabe?
—¿Quién sabe?
—Bella, no te pido que respondas la pregunta. A menos que tengas alguna condición física que impidiera que...
—No.
—Iba a decir, no es un punto decisivo para mí de ninguna manera. No conocemos nuestro futuro, separados o juntos, así que no nos presionemos con esto, ¿de acuerdo?
—Sí, está bien. —A pesar de que no me había dado cuenta lo mucho que esto me estaba pesando, ya me sentía mejor—. Gracias.
—¿Por qué?
—Por ser bueno en esto.
—Supongo que aquí es útil mi madurez —dice con un guiño.
—Edward, mientras estamos en el tema pesado de lo que el futuro traerá, hay algo que me ha estado cargando.
—¿Qué cosa?
—Como ya sabes, he estado pasando varias noches de la semana en tu casa.
—Sí, mis noches favoritas de la semana.
—La cosa es que, ese no es el trato que hice con la Sra. Cope.
—Ahh. ¿Ella te ha dicho algo?
—No, no creo que lo haga. Ella sabe lo feliz que estoy, y está genuinamente feliz por mí. Simplemente siento que la estoy timando.
Él coloca sus manos en mis hombros, y tengo que levantar la barbilla para mirarlos a los ojos.
—¿Quieres dejar de pasar la noche?
—¡No!
Se ríe.
—Está bien, uf.
—Pero tampoco me gusta sentirme así.
—Lo entiendo. Deberías hablar con ella. Y abordarlo sin rodeos.
—¿Eso crees?
—Sí, absolutamente. Quizás no sea un verdadero problema para ella, y te sientes mal por nada. Estás aquí cuando estás aquí, aún ayudándola con los mandados, cocinando, y manteniendo la casa aseada, y esta sigue siendo tu casa base.
—Quizás. —Incluso si tiene razón, solo resuelve mi problema por ahora.
Se acerca más, fijando sus ojos en los míos.
—Bella, ¿qué está dando vueltas por tu cabeza?
—¿Qué va a pasar con ella cuando esté lista para irme? Más adelante, quiero decir.
—Ahh, ya lo entiendo. —Envuelve sus brazos a mi alrededor como una manta y lleva mi cabeza hacia su pecho. Su corazón late contra mi mejilla—. Más adelante, cuando estés lista para la siguiente fase en tu vida, ayudarás a la Sra. Cope a encontrar alguien nuevo. Tu reemplazo no será tú, pero hay muchas personas allí afuera que la necesitan tanto como tú lo hiciste, y que será buena para la Sra. Cope.
—¿Eso crees? —Intensifico mi agarre alrededor de su espalda. Debería haber nombrado firmeza como una de mis cinco cualidades favoritas. Sería una competencia difícil entre sexy y firme.
—Bella, lo sé. De hecho, sin pensarlo mucho, puedo pensar en dos mujeres que serían compañías increíbles para ella, ambas clientes mías. Una de ellas es madre de una niña de seis años recientemente divorciada, que tuvo que regresar a vivir con sus padres. ¿Puedes ver a la Sra. Cope con una pequeña niña?
—De hecho, sí. Eso sería maravilloso.
—Para las dos.
Levanto mi barbilla para encontrarme con su mirada.
—Tienes excelentes habilidades para resolver problemas.
Me da la sonrisa más dulce y presiona un beso contra mi frente.
—¿Crees que ayudaría si pasara a ver a la Sra. C ocasionalmente? De esa manera, ella sentiría que está obteniendo una persona extra, no perdiendo una.
—¿Harías eso?
—Claro. Ella se encuentra al final de la calle. Trabajo desde casa. ¿Qué tan difícil podría ser?
Para nada difícil para un hombre como tú.
—Gracias, Edward. Hablaré con ella esta noche, cuando te vayas para regresar a tu mamá.
—Oh, Dios, no me lo recuerdes.
