Capítulo 12

Una noche (in)usual

—…Y el señor Parsons dijo que mi velocidad de lectura es mucho mayor a la de la última prueba, que ya puedo leer de forma más fluida.

—¡Eso es excelente! —Lincoln le respondió por teléfono en su habitación—. Me gustaría que me enseñaras cómo funciona eso. Mi hermana Lisa me explicó un poco, pero sigo sin tenerlo del todo claro.

—Por supuesto. Pero basta de mí, ¿qué tal te ha ido con el curso de dibujo?

—¡Es fantástico! Justo ayer vimos los fondos e interacción con los personajes y su proporción. Aunque fue difícil, terminé correctamente las prácticas. Lo mejor de todo es que la amiga de Amanda volvió a tratarme mejor cuando ella le aclaró todo.

Lesly no pudo evitar reír un poco al respecto. En retrospectiva y tras dejarlo pasar algunos días, aquello había sido divertido.

En la mesa de la cocina, donde la señorita Hepburn terminaba de calificar unas pruebas que les había puesto a los niños, ella miró la hora en el reloj de su muñeca, entonces se dirigió a Lesly, que estaba sentada en una silla de espaldas a la pared donde tenía el teléfono.

—Cuarenta minutos, Lesly. Es todo por hoy. Despídete de Lincoln. Recuerda que Amanda no tardará en venir por ti para llevarte a sus clases.

Lesly suspiró. No estaba precisamente entusiasmada con esa idea.

—Sí, señorita Hepburn —con un dejo de fastidio se dirigió a su amigo—. Mañana me sigues contando.

La mujer le dio un fugaz vistazo. Sonrió para sí misma y pasó al siguiente examen tras calificar el de Heidi. Era bueno que no tuviese dificultades con Lesly pidiéndole más tiempo para platicar o algo parecido, todo como la buena niña responsable que era, algo que por el contrario hubiese sido muy típico si fuese una…

—Señorita Hepburn… Lincoln quiere hablar con usted.

Parecía tan avergonzada como emocionada, actitud que en realidad reconoció más propia de una adolescente. Con cierto recelo, tomó el teléfono que Lesly le ofreció y le contestó al chico.

—¿Joven Lincoln?

—Hola, señorita Hepburn… ah… ¿sería posible que el domingo pudiera…? Ya sabe… ¿visitar a Lesly? Por supuesto iría acompañado. Ya le pedí permiso a mi padre y está de acuerdo sólo si usted lo está.

La directora guardó silencio unos segundos. Era viernes y tal como se lo indicó, el muchacho se lo estaba pidiendo con dos días de anticipación. Era cierto que había respetado el horario que le marcó tanto a él como a Lesly para hablar por teléfono cada día. Hasta donde le parecía, no creía que hubiesen tenido conversaciones inapropiadas. La actividad de la semana la tendrían el sábado, por lo que el domingo estarían libres, además él decía tener ya la autorización de sus padres para ir acompañado por uno de ellos al menos, lo que le permitiría conocer mejor al chico tras hablar con uno de los adultos.

—Está bien. Después de las doce del mediodía puedes venir.

—¡Muchas gracias, señorita Hepburn!

La mujer no pudo ver el salto triunfal que hizo Lincoln en su habitación, pero si el de Lesly que no pudo disimular su entusiasmo, lo que divirtió y preocupó a la mujer a partes iguales. ¿Se supone que ese es el comportamiento que tienen los "amigos" cuando van a encontrarse? Tal vez no supiera mucho de los jóvenes en la actualidad… pero sí lo que consideraba suficiente para ponerse en alerta.

—Bien, despídete de Lesly. Hasta el domingo entonces. Tus padres tienen una tarjeta con la dirección de mi casa.


Tras terminar la llamada, el muchacho continuó bailoteando en su habitación un momento más, al menos hasta que Leni lo llamó tocando a su puerta para que fuese a cenar. Con una sonrisa de oreja a oreja, bajó al comedor donde la mayoría de sus hermanas ya se encontraban reunidas, sólo apareciendo Lola después de él.

—Y esta noche tenemos algo especial para el postre, chicos —alegremente el padre les anunció— ¡Pastel de higos!

Ocho caras amargadas soltaron un quejido de indignación. Lincoln continuaba tan radiante como si su padre hubiese anunciado que el postre sería helado de chocolate con chispas.

—¿Acabas de hablar con Lesly de nuevo, hermano? —Luna acertó al iniciar la conversación y notar el estado de ánimo de Lincoln.

—Sí. Parece que ya puede leer el braile con mayor fluidez. Tal vez me enseñe a leerlo.

Las chicas con el pasar de los días se habían relajado más con respecto al tema de la amiga de Lincoln. Habían sido días agradables para todos, incluso Luan quien, a pesar de conservar su buen ánimo, hacía menos chistes como de costumbre, en especial a Lincoln, algo por lo que se sentía agradecido. Si acaso Lynn se había vuelto un poco más gruñona, pero trabajaba en controlar su mal humor, con lo que todos también estaban agradecidos.

—¿Braile? —Preguntó precisamente la deportista—. ¿Son esos puntos que forman letras?

—Exacto.

Movida por la curiosidad tras un comentario que su hermano soltó ayer cuando salieron a correr por la tarde después del curso, Lynn por la mañana había buscado un libro en braile en la biblioteca de la escuela. Por mucho que se esforzó, lo más que pudo fue reconocer con la vista la formación de las cinco vocales, pero al pasar el dedo sobre los relieves con los ojos cerrados, nunca fue capaz de reconocer ninguna, lo que la terminó frustrando.

—¡Me gusta el braile! —exclamó Lana—. Se pueden hacer dibujos divertidos.

Lisa había hecho algunas hojas con textos en braile para que su hermano comprendiera mejor aquél sistema de lectura, mismas que Lana tomó. Junto con Lola y Lily las terminaron usando para jugar con un lápiz a formar imágenes uniendo los puntos.

—No son juguetes, cariño —su madre la amonestó levemente, enseguida le habló a Lincoln de modo jovial notando también lo feliz que se encontraba—. Me alegro mucho por Lesly, querido. Debes de sentirte muy orgulloso de ella.

—Sí. Además, la señorita Hepburn me dio permiso para visitarla el domingo.

Entonces Rita levantó una ceja.

—Eso… eso es bueno, hijo. Pero… tal vez debiste decirnos antes que querías ir a verla.

—Le avisé a papá.

Leni, Luna y Luan se tensaron al sentir el repentino cambio de humor de su madre, quien volteó a mirar a su esposo. Al igual que Lincoln y el resto de las chicas, él no parecía haber notado nada extraño con su esposa. Esforzándose por continuar comportándose de forma tranquila, Rita le habló.

—Cielo… ¿es eso cierto?

—Sí, amor —ajeno a ella, su preocupación era que quizá había cocido mucho la carne que estaban comiendo. ¿Sería mejor regresar al tiempo de costumbre?— Le di permiso anoche para que fuera, pero sólo si la directora de Lesly lo dejaba presentarse.

Era definitivo que su esposa no estaba nada contenta, pero seguía sin darse por enterado todavía, a diferencia de Lincoln, Lynn y Lucy quienes apenas ya lo habían hecho.

—Lynn… ese día esperaba que me acompañaras a llevarle a mi tía Ruth el solomillo que te encargó, junto con Lily, Lisa y las gemelas. Recuerda que esa mujer dijo que, si Lincoln quería ver a la niña, debía ir acompañado.

—Descuida. Lucy irá con él.

Para ese momento, ya era el único que no se dio cuenta que de verdad Rita estaba enfadada, lo que era peor para Lincoln, era que ahora la mayoría de las chicas lo estaban también con él.

—¿¡Por qué Lucy!? —Lola le reclamó a su hermano—. ¡Yo quería conocer a tu novia también!

—¿Y crees que yo no? —Lana tironeó de la mano a su gemela.

—¡Quiero ver a la novia de Lincoln! —Lily también reclamó.

—¡Que no es mi novia!

Aunque Luan y Luna estaban molestas porque no las considerara, fueron más discretas en su sentir al igual que Leni, quien se preguntaba por qué su hermano necesitaba de algo así como un chaperón para salir con su novia. Lucy sonreía de forma perturbadora mirando a sus hermanas, orgullosa de sí misma por finalmente sobrepasarlas en algo. Lynn que ya lo sabía todo, se limitó a comer la cena a grandes bocados, resignada a que mejor iba descartando salir con su hermano aquél día a jugar al parque. Lisa no tardó en unirse a los reclamos de sus hermanas.

—¿Te das cuenta que le hubiera podido hacer un examen médico completo si me llevabas a mí? Un espécimen de ese tipo tan poco común no se encuentra todos los días para su análisis.

—Voy a pedirte que no la llames así, Lisa —Lincoln molestó la regañó—. Lesly no es ningún bicho raro. Es una persona y es mi amiga. Además, es precisamente por eso que no te llevaría a ti. No quiero que la incomodes al tratar de hacerle alguna de tus extrañas pruebas como si fuese uno más de tus experimentos.

—¿Al menos puedes pedirle que te proporcione una muestra de sangre?

—¡No! —Lincoln le gritó cortante.

Lisa estaba por objetar de nuevo, pero Rita la calmó.

—No te preocupes, cariño. Tal vez en la próxima ocasión.

Lincoln estaba por decirle algo, pero su madre le dio una mirada acusadora que lo calló. Lo cierto es que Rita ocultando la inquietud que sentía, estaba bastante interesada en conocer a Lesly del mismo modo que su penúltima hija.

—Sabes que tu hermana no tiene malas intenciones, cariño. Deberías dejarla también que te acompañe. —Sería interesante después consultar con Lisa lo que averiguara sobre aquella niña.

Lisa parecía sentirse triunfal ante el permiso de su madre, además que por ello le permitiera saltarse la visita a la tía Ruth, pero Lincoln se mostró reacio al respecto.

—Sé que no las tiene, mamá —no sonó muy convencido de ello—. Pero, aunque me gustaría llevarla… o llevarlas a todas, preferiría que por esta ocasión sólo Lucy me acompañara.

Lola se arrellanó en su asiento lanzándole una mirada acusadora a su hermana gótica.

—¿Y tú cómo conseguiste que Lincoln te llevara?

Lucy a un lado de Lincoln, haciendo saltitos sin moverse, arrimó más su silla hacia él y recargó su cabeza contra su brazo, teniendo como objetivo fastidiar a Lola y al resto de las chicas también.

—Privilegios de la favorita.

Lincoln se cubrió la cara con las manos anticipando el aluvión de reclamos indignados del resto de sus hermanas, incluso Leni no se resistió a bombardear con palabras a su hermano junto a Luna, igual molesta por la insinuación de Lucy pensando que podría ser cierta.

—¡Escuchen! Elegí llevarla a ella porque, además que todas ustedes estarían hostigando a Lesly con sus preguntas entre otras cosas, quizás ocasionarían sin querer algo que haga a la señorita Hepburn ya no dejarme verla de nuevo —en mente tenía ciertos incidentes ocurridos cuando salió en grupo con sus hermanas, como en las piscinas públicas de las que los echaron, o cuando lo vetaron de la tienda de víveres cuando intentó hacer las compras él sólo— Aparte, Lucy me lo pidió primero. ¿De acuerdo? Además, ustedes ya la conocieron en el estadio la semana pasada, Lucy no lo ha hecho todavía.

—En ese caso deberías de llevar también a Luan —Luna le señaló. La comediante dejó a medio camino de su boca el bocadillo en su cuchara cuando su hermana la nombró—. Tampoco ella la vio ese día.

Aunque eso era verdad, Lincoln sintió un escalofrío de sólo pensar en llevar a su hermana comediante, que por sí sola podría causar los mismos estropicios que el resto de sus hermanas todas juntas, si no es que incluso muchos más. Fue un alivio cuando la misma Luan salió al paso.

—No. Yo estoy bien. El domingo saldré con Benny, así que no tengo problemas en que sólo vayas con Lucy, Linc.

Lola se levantó de su silla.

—¡Bien! Yo puedo tomar el lugar de Luan si ella no lo quiere.

—¡No es justo! —Lana le reclamó—. ¡Yo también quiero tomarlo!

Con humor, el señor Loud se permitió reír un poco al parecerle divertida la escena de las chicas peleándose esta vez por el lugar de Luan, así como Lincoln una vez más tratando de hacer orden reclamándoles que no tiene contemplado llevar a nadie más aparte de Lucy.

La única que en esta ocasión permaneció en silencio fue Junior. Una vez que terminó de comer, se levantó de la mesa.

—Gracias por la comida, papá. Voy a salir a correr un rato para bajarla.

—Sí, está bien. Ten cuidado y no tardes mucho.

Al rodear la mesa para marcharse, le dirigió una mirada molesta a su hermano, quien se distrajo con ello de la discusión que tenía con las chicas. Lincoln sintió en el momento en que escuchó la puerta cerrarse, que acababa de perder la esperanza por haber apaciguado los ánimos de Lynn como creyó haber hecho el domingo.

Rita suspiró notando esto. Le dio la impresión que incluso Junior hubiese querido que Lincoln la llevara a la casa hogar. Disgustada todavía, miró al despreocupado de su esposo saboreando la comida tratando de catarla.

—Tú y yo hablaremos después, Lynn.

Finalmente, el señor Loud comprendió que su esposa estaba molesta. Tal vez debió dejar de cocer un poco más la carne.


—Vamos, cariño. No entiendo por qué esto te enfada. Le estás dando demasiada importancia.

Rita que terminaba de ponerse el camisón de dormir era quien no entendía por qué su esposo no se la daba.

—Porque soy la madre de Lincoln, por tanto, se supone que también debería de estar al tanto de los permisos que le das.

—Sólo va a visitar a una amiga. Aún si se tratara de su novia, creí que tú misma habías dicho que todavía sólo era un niño como para pensar en… "cosas", además Lucy irá con él y en ese sitio habrá más personas.

El señor Loud se sentó en la cama para terminar de ponerse la ropa de dormir, dando por sentado que la discusión la había ganado. Su esposa se hizo lugar a su lado sin abandonar su postura.

—De verdad no entiendes cuál es el verdadero problema, ¿cierto? Ni esa niña ni el ambiente en el que vive son… comunes —otras palabras como "normales" se formaron en su mente atinando a silenciarlas—, al menos no a lo que los chicos están acostumbrados a convivir.

—Cariño, acaso… ¿tienes problemas en que la niña sea invidente y viva en una casa hogar? —Su esposo lució tan sorprendido como indignado.

—No me hagas sentir como si fuera una mala persona. Entiende que me preocupo porque Lincoln no sepa cómo comportarse en una situación para la que nunca antes se ha preparado a enfrentar.

—Lincoln es bastante maduro e inteligente, cielo. Deberías de saberlo. Si eso es lo que te preocupa, estoy seguro que sabrá comportarse y orientarse con ayuda de Lesly o Andrea, lo mismo con Lucy, incluso las chicas si consiguen convencerlo de llevar a alguna de ellas en otra oportunidad.

Rita suspiró.

—Lo correcto hubiera sido que nos pidiera a nosotros acompañarlo.

—Vamos a estar ocupados con tu tía, cielo. Tal vez otro día. Ya no te enojes conmigo. Pocas veces dejamos que Lincoln haga algo que de verdad quiere por atender a las chicas. Es justo dejarle más libertad.

Rita comprendió que a él también aún le remordía como a ella el no haber apoyado a su hijo con lo de las clases de dibujo que les pidió y que al final, él mismo terminó por pagarse. Las palabras que aquel día Lincoln les echó en cara estaban grabadas todavía en la memoria de ambos. Tal vez no había sido la manera correcta en que su hijo debió de expresarse con ellos, aunque… la verdad que hubo en sus palabras era precisamente el motivo por el que Rita no dejaba de resentir la presencia de aquella niña en la vida de su hijo.

Se recostó al lado de su esposo y lo abrazó para expresarle que ya no estaba enojada con él… al menos ya no tanto, teniendo un sueño intranquilo.


Por la noche, en la casa hogar de la señorita Hepburn, los niños tras tomar su cena, bañarse y vestirse, se habían ido a sus respectivas habitaciones a dormir.

—No se desvelen —la directora les advirtió—. Pasaré a sus habitaciones en cuanto menos se lo esperen para cerciorarme que están dormidos.

La advertencia venía sobrando, siendo que los niños llevaban viviendo ahí el tiempo suficiente para saber que no se debía andar con muchos rodeos con la señorita Hepburn, también para saber que en realidad les concedería alrededor de media hora para que se distrajeran en lo que desearan antes de pasar a revisar que todo estuviera en orden.

Un auto estacionó frente a la casa. Un tanto molesta, la señorita Hepburn salió tras ver la hora en su celular. Amanda salió y se apresuró a ayudarle a Lesly a bajar por el otro lado.

—Buenas noches, Amanda.

—Buenas noches, señorita Hepburn. ¡Perdón por el retraso! La exposición me ocupó más tiempo del que me imaginé.

La mujer lo sabía. Sólo para asegurarse, le había hecho una video llamada media hora atrás para comprobar que en esta ocasión en efecto estuviesen donde se supone que iban a ir.

—¿Y tú qué dices, Lesly?

La niña con aire aburrido cabeceó un poco.

—Sin ofender, pero creo que lo de ser maestra no es lo mío.

Las mayores asintieron divertidas. La misma señorita Hepburn le había pedido a Amanda si era posible que llevara a Lesly con ella, cuando supo que la facultad daría una exposición especial sobre psicología, en relación a quienes estudiaban para educadores. Amanda buscando congraciarse con su patrona y a la vez una de sus tutoras escolares en el campo práctico, aceptó no encontrando ningún inconveniente. Lesly no tardó en comprender que aquello fue uno de los modos en que buscó castigarla por haberle ocultado lo de Lincoln, pues sin música que escuchar y sin nada que hacer, más que permanecer cerca de tres horas escuchando una clase para ella demasiado compleja de entender, había resultado un suplicio de aburrimiento. Esperaba que con aquello su cuota de castigo hubiese terminado, pues de cualquier forma consideraba que valió la pena si con ello después de todo tenía el permiso para pasar parte del domingo con Lincoln.

—¿Quieres que te arrope, Lesly? —Amanda le preguntó a la peliblanca, cuando la señorita Hepburn intervino.

—Ya es algo tarde, Amanda. Mejor ya vete a tu casa a descansar. Yo me ocuparé de Lesly.

La universitaria se despidió de ambas. Mañana sábado regresaría igualmente para cuidar de Lesly y un par de chicos mientras tuvieran la actividad programada. La señorita Hepburn se acercó y tomó de la mano a la jovencita mientras observaba a su asistente marcharse en su auto. Lesly se talló los ojos y la directora le despeinó el cabello.

—¿Cansada?

—Un poco.

—Vamos. Te ayudaré a bañarte para que ya te vayas a la cama.

—Está bien. Gracias.

Normalmente la señorita Hepburn sólo ayudaba a Adam y a Simon a bañarse, siendo tan sólo pequeños de cinco y seis años. Mallory tenía siete, pero desde hace un par de meses se bañaba por su propia cuenta. Debido a su discapacidad y por precaución, hasta los ocho años Lesly comenzó a bañarse sin ayuda, sin embargo, ocasionalmente la señorita Hepburn la asistía cuando la notaba muy cansada. Lesly raramente ponía alguna objeción, pues si bien en ocasiones no lo veía necesario al ya no considerarse una niña, en otras extrañamente encontraba placentero el trato.

Media hora después, Lesly recostada en la tina de agua tibia disfrutaba el modo en que la señorita Hepburn, usando solamente un blusón largo y sin mangas, lavaba su larga y lacia cabellera blanca con shampoo y enjuague.

—¿Cómo te sientes?

—Bastante relajada.

Incluso sin decirlo la mujer podía notarlo en su expresión. Sonrió ante esto. Ella también se sentía relajada como le sucedía siempre que le hacía mimos a su suave y sedoso cabello. Lesly bostezó y cabeceó un par de veces.

—¿De verdad te parecieron tan aburridas las clases que Amanda toma?

—Bueno… supongo que fue interesante cuando hablaron sobre la importancia de los padres en su participación con la educación de sus hijos, pero muchas otras cosas no las entendí y lo fueron. ¿Usted estudió todo eso cuando se hizo maestra?

—Muchas enseñanzas se han ido actualizando con el paso del tiempo, pero lo esencial que me enseñaron no dista mucho de lo que Amanda está aprendiendo. Tal vez ahora te parezcan tediosas, pero quizás con el pasar del tiempo podrían llamarte la atención. Y si no es la enseñanza, podría ser algo más.

La joven pareció meditarlo.

—No puedo imaginarme volviéndome una maestra como usted, o a la que Amanda quiere llegar a ser, aunque… no lo sé. Es divertido estar con muchos niños. Tal vez me haría una sólo por eso.

Ambas reían divertidas, cómplices de imaginarse un futuro distante en lo que podría Lesly llegar a convertirse. La directora un tanto pensativa continúo aseándola mientras le preguntaba.

—¿No te imaginas como yo? ¿Con una casa hogar propia ayudando a otros niños?

—Sí… o tal vez… no lo sé. No estoy segura que el orfanato quisiera dejarme niños a mi cargo si pensara que, por no ver, no pudiera cuidarlos bien.

La señorita Hepburn pensó lo mismo, pero decidió no decírselo, para ella Lesly necesitaba refuerzos positivos, no negativos.

—Sueles serme de mucha ayuda aquí con los chicos. Más de lo que te imaginas. No deberías de subestimarte tanto solo porque otros lleguen a hacerlo.

Lesly se encogió de hombros.

—No me subestimo, sólo trató de ser realista y saber hasta dónde puedo llegar. Además… tal vez si no me dan niños, algún día podría sólo… —su tez enrojeció— tenerlos.

La mujer se paralizó. Lesly temió haberla molestado. La sintió suspirar.

—¿Te gustaría ser madre algún día, Lesly?

—Pues… no lo sé. A veces lo he pensado. Suena genial, aunque aterrador al… no haber tenido… no saber mucho del tema más allá de lo que me han enseñado aquí los niños, Amanda, los maestros… pero sobre todo usted.

—¿Yo?

—Sí. Es usted la que está más tiempo con nosotros y la que nos enseña a comportarnos, nos cuida, nos da de comer y juega con nosotros. Aunque no tengo una mamá, es de usted a quien tengo como referencia para aprender a ser una.

La señorita Hepburn continuó bañándola sin decir nada al respecto. Lesly pensó que quizás dijo algo que no debió.

—Lo siento, creo que…

—No. No dijiste nada malo, Lesly.

El tono de voz de la señorita Hepburn se escuchó quebrado. La peliblanca comprendió que la había hecho llorar. En efecto, la mujer se había sentido muy conmovida por las palabras de la niña.

—Me imagino que el día cuando llegues a ser madre, serás mejor de lo que tú o cualquiera se lo podría imaginar.

"¿Mejor que mi madre?". Lesly se sintió tentada a preguntarle, pero en realidad esa era una pregunta cuya respuesta era fácil de adivinar. Cualquier mujer podría ser mejor madre que la suya por el sólo hecho de no abandonar a sus hijos… a su hija. Aunque el no haber tenido una madre propia le daba cierta desconfianza al pensar no saber cómo actuar como una llegado el momento, sólo teniendo como referencias en su vida a la señorita Hepburn y quizás también a Amanda.

—Pero creo igualmente que aún es muy temprano que pienses en esas cosas, mi niña —concluyó la mujer limpiándose los ojos con el dorso seco de sus manos, dejando un instante a la joven para tomar una toalla—. Vamos. Sal. Ya es tarde y no quiero que te desveles mucho.

Con toda la confianza que le guardaba a la directora, Lesly salió de la tina sujetándose de los bordes de ésta. La mujer miró preocupada la delicada, blanquecina y muy delgada figura infantil y mayormente asexuada de Lesly, siéndole difícil imaginársela como una adulta, sobretodo como una madre en todos sus aspectos, la tomó entonces de una mano para ayudarla a impulsarse a salir, entonces la rodeó en un abrazo con la toalla envolviéndola con ella.

Mientras Lesly se la anudaba alrededor de su cuerpo, con una toalla más pequeña la mujer le alborotó el cabello para secarlo con cierta brusquedad, dejándoselo un tanto desordenado. Ella lo tanteó sintiendo el alzado volumen que le dejó.

—¿Un nuevo estilo de peinado? ¿Cómo me veo?

—Supongo que como una de esas rockeras que te gusta escuchar a veces.

Ambas rieron ante la comparación.


Ya por la noche, cuando llegó la hora de dormir, Lucy se dio cuenta del precio que podría pagar con Lynn a causa de lo sucedido en la cena. Su hermana acababa de llegar tras haber salido a correr y era evidente que estaba de malas. La oscura niña dudó unos momentos frente a la puerta cerrada de su habitación, antes de decidirse finalmente a darse la vuelta e ir a tocar a la habitación de su hermano.

Lincoln, un poco cansado por las emociones del día, le permitió la entrada pensando que quizás necesitaba ayuda con sus deberes o sus poemas.

—¿Qué ocurre, Luz?

—¿Puedo pasar la noche contigo está noche, hermano?

Lincoln no le preguntó por qué, intuyendo por dónde iba el problema. Sin decirle nada, ya preparado fue a acostarse en su cama, dejando un espacio vacío para que Lucy lo tomara. La niña cerró la puerta y presta se recostó al lado de su hermano quien quedó dándole la espalda. Estaba comenzando a adormilarse, cuando Lincoln de pronto le habló.

—¿Cómo se te ocurrió decir esa tontería?

—¿Cuál tontería?

—Que eres mi favorita —se giró para quedar frente a ella cara a cara—. Yo no tengo favoritas, Lucy. Eso lo sabes.

La niña se encogió de hombros.

—¿No? Creí que lo era dado lo que juntos hicimos esa vez sin que nadie se enterara.

—¿Te refieres a lo que tú misma me tentaste a hacer contigo?

El silencio y la mirada que Lucy mantuvo sobre él, fue más que suficiente para que comprendiera lo que tenía en mente.

—¡Está bien! Admito que acepté tu propuesta porque también tenía mucha curiosidad y no creí que ninguna chica de la escuela aceptara a hacer algo así de proponérselo, ni siquiera Stella.

—¿Tan curioso como para haberme sujetado tan fuerte de los brazos cuando empezaste a…?

—¡Ya! ¡Lo siento! ¿Sí? —dio un fuerte suspiro —¿Cuántas veces tendré que disculparme por eso? Sabes que mi intención entonces no fue lastimarte —su hermana guardando silencio, le dedicó otra mirada acusatoria— Está bien Lucy, pero lo que hice contigo pude haberlo hecho con cualquier otra chica si alguna me hubiera propuesto lo mismo, incluso con Lily, supongo que lo sabes. Pero dejando eso de lado, ¿de verdad no te diste cuenta del lío en que me metiste con el resto de las chicas por tu actitud en la cena?

—Sí —sonrío satisfecha al recordarlo—. Eso fue divertido.

Lincoln gruñó.

—Es bueno saber que te parece divertido meterme en problemas.

—Vamos. No te tomes a mal lo que sólo fue un juego.

—Tal vez debas ir con Lynn y decírselo, que creo no tuvo del todo claro que se trató de eso.

—*Suspiro*.

Lucy no pudo rendirle nada en ese punto. Lincoln tenía razón, si no, entonces no hubiera terminado con él buscando refugio.

—Aunque la solución no me guste, tal vez deberías dormir con ella para calmarla, Lincoln. Estoy segura que se le pasaría la mayor parte del enojo de seguir con el mismo.

Lincoln lo consideró, ciertamente eso serviría, desde pequeños eso la había calmado cuando terminaban peleados, o ella estaba de malas por alguna otra causa, pero no estaba del todo seguro ir en estos momentos.

—Creo… que en esta ocasión por mi salud y seguridad me quedaré aquí.

—Entonces esta noche sólo la pasaremos tú y yo.

—¡Y yo! —agregó la pequeña niña provocándoles un buen susto a ambos.

Voltearon al mismo lugar, donde con una almohada bajo el brazo, vieron a Lily a un lado de la puerta tallándose los ojos. No habían notado en qué momento entró. Con una sonrisa, la pequeña observó a su hermano y para su sorpresa, también a Lucy ahí.

—Hola, Lily —Lincoln la saludó de forma casual— ¿Sucede algo?

—¿Puedo dormir con ustedes hoy?

—¿Qué sucede? ¿Lisa de nuevo se está desvelando haciendo mucho ruido con alguno de sus proyectos?

—No. Es que quiero ser tu favorita también, Linky.

Sus dos hermanos mayores se miraron entre sí confundidos.

—¿A qué te refieres?

—Creía que Lynn era tu favorita porque a veces se quedaban juntos a dormir, pero ahora sé que también lo es Lucy, porque ella también se queda a dormir contigo. Pensé que si hago lo mismo, yo también podría ser otra de tus favoritas.

Un poco molesto, Lincoln miró a Lucy culpándola por lo que provocó. La gótica un tanto avergonzada le sonrío antes de cubrirse la cara con la sábana.

—*Suspiro*. No tengo la culpa que seas tan solicitado y el preferido de todas, hermano.

Lincoln imitándola emitió un suspiro antes de dirigirse a la pequeña.

—Lucy estaba jugando en la cena, Lily. No tengo favoritas y no es así cómo funcionan las cosas —la niña hizo un puchero que conmovió al muchacho—. Aunque supongo que puedo dejarte dormir con nosotros ésta noche, pero sólo a dormir. Ya es tarde para pijamadas.

Para disgusto de Lucy, ésta sintió como su hermano la empujó un poco más al borde, mientras que esté hizo lo mismo por el lado opuesto permitiéndole el espacio de en medio.

Ajeno ya a los conflictos del día, Lincoln concilio el sueño más tarde imaginándose lo que debería ser vivir en una casa hogar como Lesly lo hacía. Irremediablemente comparó el hecho con su propia casa, aunque con menos personas, por lo que una vez más terminó por cavilar al final sobre lo que implicaría tener ceguera y percibir de una forma muy distinta todo su alrededor.


Las pequeñas compañeras de habitación de Lesly, le parecieron a la señorita Hepburn que estaban profundamente dormidas. Con cuidado y de forma silenciosa, entró a la habitación y tomó un pijama para la niña, enseguida salió y regresó a su habitación.

La pequeña pantalla de televisor sobre el buró estaba encendida. Lesly aún en una toalla se cepillaba el cabello con el peine que la directora le prestó, mientras de fondo escuchaba lo que parecía ser un programa de comedia.

—Te traje algo para que te vistas.

—¿Las niñas ya están dormidas?

—Sí. Para ellas ya es tarde, en realidad para ti también.

Lesly suspiró. Lo que escuchaba del programa sonaba divertido. La señorita Hepburn había encendido el aparato y puesto el canal, pues disfrutaba de ver ese programa antes de ir a dormir.

—Supongo que técnicamente en una hora será mañana y se cumplirá tu castigo —meditó—. ¿Quieres quedarte conmigo hasta que termine el programa?

—¿De verdad puedo? —Parecía entusiasmada.

Tal vez sería ya una señorita, pero la mujer apreciaba que Lesly aún conservara aquellos modismos y expresiones infantiles que tanto la conquistaban desde que era muy pequeña.

—Puedes. Ya vístete y déjame el lado derecho de la cama.

Tras ponerse encima la prenda que le entregó, la chica rodó por la cama que en realidad su textura ya le resultaba familiar. Con la invitación dada, corrió la cobija y la sábana para ponerse cómoda. La directora no tardó en unírsele recostándose a su lado para mirar la televisión.


Ya era de media noche cuando Andrea despertó. Al inicio le desconcertó que alguien estuviese a su lado en la cama, antes de caer en cuenta sin necesidad de encender la luz de quién se trataba.

No eran Simon o Mallory insistiendo en que había un monstruo bajo su cama, o algo más lamentable, Margue llorando por haber soñado con un monstruo de verdad, buscando que la arrullara y le recordara que esa bestia se encontraba en un lugar muy lejano, donde no podría lastimarla nuevamente, o hacerle lo que hizo con su madre. Sólo se trataba de Lesly, no se dio cuenta en qué momento se quedó a su lado dormida incluso antes que el programa terminara y apagara la televisión.

Con cuidado se levantó y se dirigió hacia las habitaciones de los chicos entre abriéndolas y comprobando una vez más que estuvieran en sus camas. En la de Brian, el mayor de todos los varones con diez años, había alguien envuelto hasta la cara con la cobija. Con cuidado se acercó y con cautela pudo descubrirle la cara y mirarlo.

—Bien, todo en orden. —Se murmuró a sí misma satisfecha.

Al regresar a su habitación consideró la idea de despertar a Lesly para que regresase a la suya. Era ligera, incluso podría cargarla. Estaba cansada. No hacía daño en permitirle que pasara la noche con ella de nuevo como solía hacerlo de vez en cuando desde hace años.

Tras recostarse, se hizo de lado para observar a la niña. Era tan hermosa. No le sorprendía que aquel chico del estadio o cualquier otro estuviera prendado de ella, por supuesto de un modo distinto en que Andrea lo estaba. Le hizo una caricia en el cabello. Lesly sin despertarse sonrió y se movió un poco moviendo los brazos, quizás buscando la cobija para taparse. Cuando Andrea le acercó la cobija, Lesly la tomó de la mano y musitó algo entre sueños.

—Mamá…

No sería la primera vez que Lesly o incluso los otros niños la llamaban por accidente de ese modo, para enseguida avergonzados disculparse mientras que la señorita Hepburn con expresión neutra negaba con un gesto, haciendo como si nada hubiese pasado, mientras que por dentro tal como en ese momento, su corazón se agitaba bastante con una mezcla de sentimientos entre la tristeza y la felicidad, predominando muy a su pesar el segundo.

La mujer se recostó a su lado rodeándola entre sus brazos, sintiendo un profundo amor que venía desde su corazón por la niña, aún a sabiendas que no debería de permitirse aquello que atentaba contra su ética como educadora. No era fácil luchar contra aquello, siendo que podía percibir el amor y el afecto que la niña también le guardaba. Lo que lamentaba y le dolía era el tener que ocultarle sus sentimientos por no poder corresponder el deseo de Lesly por mucho que anhelara hacerlo.

Además, vivía temiendo el día en que por culpa de un descuido o su propia debilidad, Lesly llegara descubrir más allá de sus sentimientos por ella, la identidad de su madre.


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Les deseo a todas unas felices pascuas, sean creyentes o no, espero que se hayan pasado o se la pasen lo mejor posible.