Capítulo 13

Corazones enlazados

Había noches como aquella en que se ponía a reflexionar cómo fue su vida antes de terminar en aquel lugar en Royal Woods. Por supuesto, se refería a sus días en el orfanato de Michigan, lugar que abarcaba sus recuerdos de toda la vida hasta donde tuvo su primera consciencia, siendo especialmente significativos aquellos que compartió con quien estaba a su lado durmiendo en esos momentos. La persona que más amaba sobre muchas otras, aunque no lo reconocería tan abiertamente; pero no siempre fue así… como la primera vez que la vio.


Andrea se sentía muy asustada. Aquella situación le provocaba náuseas. Se llevó ambas manos a su abdomen tratando de evitar movimientos bruscos. Estaba segura que en cualquier momento tendría la necesidad de regurgitar lo que había comido las últimas veinticuatro horas, si no es que de más tiempo atrás. Deseaba no sentirse así. Pensó en él, que siempre conseguía calmarla en cualquier tipo de situación estresante. Cómo añoraba su compañía en ese momento tan importante. Había salido de su vida aparentemente para siempre, pero permanecía aún en su corazón, incluso a pesar de no haberse comunicado con ella en todos estos meses para saber cómo se encontraba dado su estado.

Le había pedido a la enfermera algo para mitigar el creciente dolor de cabeza que sentía, tal vez así podría dejar de pensar y darle tantas vueltas a sus problemas, pero esta se negó argumentando que necesitaba estar lúcida para lo que estaba haciendo.

Durante tres largas horas en el hospital, sintió serias dudas sobre lo que iba a hacer con su vida, o lo que debería mejor hacer con la misma si no fuera por ese lastre, como a veces sentía que era esto, tirando de ella, amarrándola a una situación con la que se comprometió a sus ya treinta años cumplidos sin estar del todo segura. Fue en medio de aquél conflicto emocional cuando finalmente ocurrió y una enfermera con aspecto preocupado le llevó al bebé.

—Aquí está. Ella… tuvo… hubo… algunas complicaciones…

—No tiene que decírmelas —murmuró fastidiada y agotada—. He estado al tanto de las mismas durante los últimos tres meses. Durante el embarazo el doctor no dejó de recordarme constantemente que nacería prematura y con… "ciertas" condiciones.

Sin embargo, diferente fue haber leído sobre las mismas en papel o escucharlas por medio del médico, a mirar los resultados con sus propios ojos.

La niña rompió en llanto. Sus ojos se mantenían abiertos, pero sin mirar nada, resultaba imposible que pudiera hacerlo. El aspecto de esos ojos opacos, la piel espectralmente pálida y los escasos cabellos blancuzcos le asemejaban a un ser sin vida… a un fantasma. Horrorizada, la mujer comenzó a temblar ante la impresión que la bebé le causó.

—Aún… hay tiempo para que se arrepienta. Si quiere esperar…

Andrea apenas y prestó atención a lo que la enfermera le decía. Sintió que en efecto no podría lidiar con algo así. En el momento en que la mujer se le acercó para que cargase a la bebé, entró en pánico y aterrada dio media vuelta para salir de la habitación, esperando no tener que volver a ver a la niña nunca más.


—No sé lo que me pasó en ese momento. Supongo que… no lo sé. Fue por la primera impresión que me llevé. Durante varios meses anteriores a su nacimiento había estado sufriendo de ansiedad. Pero ya me he recuperado.

El hombre calvo de gruesa complexión la escuchaba tras su escritorio, pero no la miraba, parecía con seriedad estar más concentrado en el expediente que tenía enfrente. Andrea sentada en una silla al otro lado abría y cerraba las manos en su regazo con cierto nerviosismo ante su sentencia.

—¿Está segura que ya no le quedan dudas, señorita Doe?

Por una fracción de segundo Andrea pareció fruncir el ceño.

—Sí. Ya no me queda ninguna —con algo de pesar en su voz, agregó—. Por cierto, mi apellido ahora es Hepburn, no Doe.

El director asintió ligeramente avergonzado.

—Sí, claro. Lo siento —hizo el expediente a un lado para cruzarse de brazos y mirarla durante unos segundos antes de darle una respuesta—. Voy a necesitar un poco de tiempo para resolver algunos detalles, pero de todas formas y hasta entonces le permitiré regresar a trabajar a partir de mañana por ahora, ya después la decisión final quedará en manos de la administración del estado, aunque lo cierto es que con lo escaso que estamos de personal, no creo que pongan muchos peros, a pesar del… conflicto que piensen que usted podría generar.

Ella comprendió lo que quería decir. Sabía que estaba poniendo en una incómoda situación tanto al director Stevens como al orfanato.

—Muchas gracias, señor.

—Entonces hemos terminado. Ya puede retirarse.

—Hay… algo más que quería pedirle. Cree que… ¿podría… verla?

El hombretón suspiró. No necesitó preguntarle a quién, inevitablemente el tema sobre ella salió durante los primeros minutos de la entrevista, en especial por el lado del director al cuestionarla con respecto a la niña, principalmente por el actuar que por impulso tuvo cuando nació, sobre si fue influenciada por el aspecto de la bebé tan particular, junto a las dudas sobre su capacidad para tratar con niños de características "especiales". No se sintió muy seguro de permitirle el encuentro, debido al muy probable conflicto personal que habría en ello. Esa mujer había renunciado al asunto de la bebé el mes pasado, pero… si iba a tenerla laborando en el orfanato, no podría impedirle que la viera más adelante. Lo mejor sería que desde este momento la enfrentara para que comprendiera cómo serían las cosas ahora.

—Está bien, pero no olvides tener especial cuidado con el trato que le des a la bebé.

La advertencia ella sintió que sobraba. Conocía bastante bien la condición médica de la niña.

—Sí. No he olvidado que nació…

—No me refiero sólo a lo físico.

La mujer entonces entendió a qué se refería principalmente. Ante la severidad con que la miró, sintió acrecentarse la vergüenza que todavía guardada desde a lo que renunció ese día.


Una hora después, Andrea sostenía en brazos a la pequeña que el mes pasado había evitado siquiera cargar cuando la dejó a su suerte sin mirar atrás. Minutos antes, a la pequeña le había durado por horas un berrinche que ya estaba por colmar la paciencia de la instructora a su cuidado; la misma calificó como una milagrosa coincidencia la forma en que se había calmado al poco tiempo que la nueva profesora la cargara.

La bebé lucía tan pacífica y… hermosa, algo que Andrea se preguntó cómo no fue capaz de darse cuenta que lo era el día en que la vio por primera vez.

—Lo lamento pequeñita.

Se la acomodó mejor para sacar de su bolso un pequeño gorrito blanco. La niña continuó dormida llenando de calidez el corazón de la mujer, ni siquiera el repicar del celular reproduciendo el tema de apertura de Star Wars pudo despertarla.

Al sacarse del bolso el teléfono con una mano, Andrea se impresionaría al comprobar desde el tono que escuchó de quién se trataba; era una persona que buscaba reencontrarse con ella, empezando con una llamada.


Cuando Andrea fue una niña muy pequeña, nunca tuvo propiamente dicho una habitación para ella sola, siempre tuvo que compartir una con alguien más en el orfanato, siendo inesperadamente que el caso ahora volvía a repetirse.

Ya era de madrugada cuando escuchó el llanto de su única compañera de habitación. El espacio no era muy grande, apenas tenía lugar para su cama, la cuna y un buró. Se levantó con cierto apuro tanteando todo a su alrededor debido a que no podía ver nada, al menos hasta que encendió la luz.

A su lado estaba en una cuna llorando con fuerza una bebé de un par de meses de edad a la que se apresuró a atender. A los pocos minutos de haberla cargado y arrullado entre sus brazos, la niña comenzó a calmarse e hipar. Casi al mismo tiempo, alguien tocó a la improvisada habitación.

Andrea abrió todavía apresurada, esperando que el ruido no inquietara a la niña. Se trataba de otra de las encargadas vistiendo un uniforme en rol de vigilante, llevando una linterna a la cintura y exhibiendo una expresión ceñuda.

—¿Todo bien con la niña?

—Sí. No parece tener hambre. Quizá sólo fue una pesadilla.

La vigilante se inclinó hacia ella para ver mejor a la bebé de piel espectralmente blanca, aunque más blanco era su cabello. Con sus diminutas manos tanteaba el camisón de Andrea manteniendo los ojos cerrados.

—¿Cómo una bebé ciega puede tener pesadillas?

La pregunta pareció ofender a Andrea, aunque no lo expresó al responder con actitud calmada.

—Al igual que cualquier otra bebé.

—Ya veo —tarde comprendió qué quizá su comentario fue inapropiado—. Parece que ya se durmió.

La bebé giró su cabeza en dirección hacia la voz que no le resultaba tan familiar, abriendo breve e innecesariamente sus inquietantes opacos ojos desalineados y rojizos, provocando cierta incomodidad a la vigilante. Andrea sin inmutarse ante el hecho, le aclaró.

—Todavía no se duerme. Incluso teniendo casi siempre los ojos cerrados, ya sé cuándo está dormida y cuándo no.

—Lo que significa que pasas demasiado tiempo con ella, ¿No sientes que eso es algo injusto para ti? Técnicamente tienes que vivir de nuevo en el orfanato por su culpa. Deberías de hablar con el director Stevens para que te busque un reemplazo, o por lo menos a alguien que te apoye la mitad del tiempo.

—No me molesta cuidarla, Silvia. Además, no es tan sencillo buscar a alguien que pueda cubrirme.

La vigilante pensó que Andrea sólo estaba justificándose para pasar más tiempo con la niña. En realidad, Silvia tenía poco de haber comenzado a trabajar en el orfanato, y a pesar de las negativas de su compañera, estaba dispuesta a creer ese rumor que circulaba sobre de quién se trataba en realidad la madre biológica de esa bebé, aunque en realidad Andrea tenía un punto sobre ambas.

Antes de la llegada de Andrea Hepburn, en los cuneros la bebé había resultado mucho más inquieta que los otros niños, sumado a su frágil condición debido a lo prematura con que fue ingresada, requería de cuidados especiales más personalizados. Si bien Andrea desde el principio se apuntó a proporcionárselos, nunca fue la primera opción. El problema era que la bebé era demasiado especial en cuanto a su genio y resultaba muy complicado para casi todo el personal lidiar con ella, siendo Andrea quien con inusual facilidad y paciencia podía atenderla todo el tiempo que fuese necesario, lo que propiciaba ciertos rumores delicados que en cuanto el director se enteraba de estos, los mandaba a callar a riesgo de una severa sanción.

También se contaba cómo Lesly antes de la llegada de Andrea se pasaba horas, e incluso hasta la mitad de las noches llorando, o retorciéndose intranquila. Eso terminó gracias a su actual y siempre disponible cuidadora, quien a la menor necesidad la hacía eructar, le cambiaba el pañal, la bañaba, la vestía, la alimentaba, la arrullaba hasta que se calmara, o ya satisfecha finalmente la pequeña conciliara el sueño.

A pesar de haber tenido inicialmente sus dudas, el director Stevens había quedado convencido que lo mejor sería que Hepburn estuviese disponible las veinticuatro horas para la niña tal y como ella misma se lo propuso, por lo que acondicionaron uno de los pequeños cuartos en desuso para convertirlo en una habitación improvisada tanto de la mujer como de la bebé, la cual sólo la dejaba cuando hacía su labor de dar clases a los chicos, quedando Lesly bajo el cuidado momentáneo de alguien más.

—Bien, por lo menos ya la calmaste —Silvia le señaló—. Aprovecha el momento y ya duérmete. Lesly no es la única que estará mañana temprano bajo tu responsabilidad.

—Sí, en un momento.

Antes marcharse, Silvia le dio un último vistazo a la habitación. Era realmente pequeña y austera, pero Andrea y Lesly se encargaban de darle al entorno una imagen cálida y muy familiar. Le era difícil ver sólo a una instructora cuidando de una bebé huérfana, en lugar de a una amorosa madre atendiendo a su hija. En un par de días no podría evitar sacar el tema con sus compañeros al compartirles su opinión, lo que avivaría más aquellos rumores.

Andrea llevó a Lesly a su cuna tras permanecer unos minutos más con ella. Cierto. Ya era tarde y no quería estar cabeceando durante la primera clase que le tocaría dar muy temprano.

—Muy bien, pequeñita. Es hora de volver a dormir, que mañana…

Tenía a la bebé por las axilas para ya acostarla, cuando se quedó quieta al detectar algo extraño y curioso en el ambiente, algo desagradable. La miró con seriedad y la bebé volteó a su alrededor con los ojos apretados y el ceño fruncido. Andrea la acercó más contra ella y le susurró.

—Detecto una perturbación en la fuerza. ¿Tú no?

La bebé pareció calmarse. Hipó volteando hacia Andrea al escucharla.

La mujer colocó mejor a la bebé sobre el buró donde siempre tenía una toalla blanca para apoyarla. Tras quitarle el pañal, Andrea hizo un gesto de desagrado cubriéndose con una mano la boca y la nariz.

—¡Agh! ¿Me puedes explicar esto, señorita?

La bebé fuera de inquietarse, sonrió jovialmente ante la acusación.

—Ja-ja. Que descarada eres. ¡Cómo alguien tan chiquita tú puede hacer semejante desastre!

La risa de la niña era música para oídos de Andrea, que incluso aquél incidente parecía nada, un precio muy bajo para poder escucharla.

—Con que esto te parece divertido —el reclamo también se lo hizo riendo—. Por supuesto, ya que ahora tendré que hacer tiempo extra gracias a ti.

Con la habilidad que la práctica le había dado el último mes, no sintió el poco tiempo que le tomó quitarle el pañal sucio, deshacerse de él, asearla, ponerle talco, tomar un pañal limpio, ponérselo y volver a arrullarla entre sus brazos.

—¿Satisfecha? ¿Ya me das permiso de dormir?

Por respuesta, Lesly volvió a reírse, aunque bostezando al final haciendo una mueca adorable. Andrea sonriendo le dio un ligero golpecito juguetón en la nariz.

—Pequeña apestosita.

Una vez más iba a dejar a la bebé en su cuna, pero tras pensárselo mejor, se dirigió con la niña a su cama. La acomodó de tal modo en que quedara lo más cómoda y segura posible, entonces se acostó a su lado para dormir con ella. Entre más cerca de la mujer estuviera, la niña más tranquila y protegida parecía sentirse, lo que formaba en el rostro de la Andrea una sonrisa de felicidad.


—¡Lesly! ¡Ten cuidado!

La pequeña de cuatro años reía divertida corriendo hacia de donde provenía la voz graciosa del señor llamado "Goyo", el cual pedía a los niños que se acercarán para poder repartirles dulces y un regalo sorpresa especial, mientras que los instructores les indicaban a los chicos que fuesen hacia el payaso de manera ordenada, prometiéndoles que habría suficientes regalos de la beneficencia para todos en su día tan especial.

Andrea había llevado de la mano a la pequeña niña. Desde la mañana Lesly estaba emocionada ante la idea de que aquél fuese un día en el que todos los niños por derecho tenían algo así como una celebración de navidad adicional en abril con postres y dulces. Sólo fue durante un instante cuando su guardiana la soltó para tomar algunos postres de la mesa para ambas, que la niña se le escapó corriendo hacia la tarima donde se estaba coordinado el evento, siendo la atracción principal un profesor maquillado y vestido con un traje gracioso.

—¡Quiero dulces!

—¡Espera, Lesly!

Algunos niños con los que tropezó, incómodos se apartaron de su camino. Unos pocos miembros del personal tardaron en darse cuenta de lo que sucedía con la niña, por lo que cuando fueron a intentar ayudar a la profesora Hepburn para detenerla, fue demasiado tarde.

La niña había conseguido llegar a la tarima desconociendo que no estaba al ras del suelo, sino que sobresalía por encima alrededor de un metro, por lo que al embestirla de frente se golpeó de lleno cayendo de espaldas al piso. El llanto lo soltó casi enseguida y aunque Andrea ya estaba aproximándose tras haber esquivado a los niños que la ralentizaron, fue el director quien se le adelantó al llegar primero con ella.

—¡Calma, Lesly! No pasó nada.

Apenas la tocó, la niña saltó asustada, volteando adolorida y confundida a su alrededor por todas las voces que escuchaba y la alteraban. Por reacción abrió sus párpados y los niños a quienes llamó la atención con sus berridos, retrocedieron con expresiones de miedo y repudio, siendo que algunos soltaron exclamaciones de asco o susto ante el aspecto tan inusual de sus ojos.

—¡Lesly!

Temerosos ante el estricto llamado de la profesora Hepburn, los niños finalmente le abrieron paso dejándole la vía libre, siendo la única excepción Lesly que ésta vez y debido al miedo que sintió, al sonido de su voz de un saltó se levantó y corrió hasta chocar con sus piernas, las cuales las abrazó todavía alterada.

—¿Estás bien? —la mujer apurada se inclinó a su altura para revisarla. Más allá de la fea marca rojiza que se le estaba formando en la frente, o las ya acostumbradas rodillas y codos raspados, parecía estar bien— ¡Te dije que me esperaras a que yo te buscara tu regalo!

—So… sólo quería dulces para ti —gimió adolorida—. ¡Perdón, mamá!

Y sollozando al sentirla tan cerca, la abrazó rodeando su cuello sin darse cuenta de cómo la llamó. Debido a lo alterada que estaba, la mujer no la corrigió, aunque con temor volteó hacia el director quien le dirigía una severa mirada. El resto del personal presente, eso incluía al profesor vestido de payaso, miraron con pena la escena, anticipando los problemas que Andrea tendría.


—No sería la primera vez que un niño por accidente se refiere así a mí, o a cualquier otra maestra o maestro; de hecho, te recuerdo que el pequeño Scott te llamó "papá'' el día en que llegó y le mostraste el orfanato. Además, la enfermera dijo que estaba bien… salvo por el chichón.

En la oficina del director Stevens, Andrea trataba de defenderse debido al incidente en el festival dedicado al día del niño por el que la llamó. Ya era tarde y Lesly con una compresa fría en la frente, de seguro la esperaba en su habitación ya dormida en la cama.

—Eso lo sé, Andrea. Tampoco te culpo por lo que le sucedió a la niña. Es imposible evitar que ese tipo de descuidos ocurran todo el tiempo. Sin embargo, no hay que olvidar que por la condición de Lesly, las medidas adicionales sobre su cuidado deben de ser más estrictas. Tal vez si… la asignará a alguien más…

—Vivo aquí precisamente por ella, suma a eso mis credenciales. No puedes pensar en serio que haya otra persona más calificada que yo con el mismo nivel de compromiso para cuidarla, ¿o es que conoces a alguien más que pueda hacerlo y encima tenga una completa disponibilidad de tiempo?

Temía que lo siguiente que le dijese el director fuera que de todas maneras le quitaría a Lesly de su cargo al ya no considerarla competente para llevarlo a cabo.

—Por supuesto que no —tal vez podría conseguir a dos o tres personas extras para turnarse a Lesly, que de seguro le exigirían, con justa razón, buena parte del ajustado presupuesto que el estado le proporcionaba para costear tanto sus salarios, como todo lo que los niños y el orfanato requerían—. No pongo en duda tus capacidades, Andrea. Lo que me preocupa es la familiaridad que esa niña te está tomando y encima, tú se lo permites. Es necesario que le establezcas ciertos límites entre ambas.

Andrea refunfuñó comprendiendo hacia dónde se dirigía en realidad.

—No encuentro cuál es el problema. No es como si estuviéramos esperando a que alguien venga por ella algún día.

El director abrió la boca para objetarle algo, pero tras pensárselo mejor, la cerró antes de ocurrírsele finalmente otra alternativa.

—¿No has considerado la posibilidad a que alguien llegue a interesarse en adoptarla?

—Todo el tiempo —soltó con cierta ironía. El director podía comprender su escepticismo, ya que él también lo tenía—. ¿De verdad no crees que si fuese así, alguien ya lo hubiera hecho?

—Pues… sí —al igual que la profesora, ni siquiera él se sintió del todo sincero al expresarlo en voz alta. Debía de hacerlo mejor—. Mira, ni con ella ni con ningún niño podemos tirar la toalla y asumir lo peor. Siempre existe la posibilidad que más allá de su discapacidad, alguien la vea y desee darle el amor correspondiente que todo niño merece de un padre o una madre. Así que sí —se escuchó más seguro de sí mismo—, confío y creo que alguien querrá adoptar a la niña y verla como la hija que siempre deseó.

—¿Te refieres a alguien además de mí? —gruñó.

La profesora lamentó el haberle respondido así, pensando que había comprometido seriamente su trabajo. El director la miró perplejo. Parecía a punto de hacerle una grave acusación, cuando se lo pensó mejor.

—Haré de cuenta que no escuché eso, así que sólo te haré una advertencia. Ya no debes de mostrar tan abiertamente tu favoritismo por la niña como sueles hacerlo. Necesitas hacerle ver… comprender, que no eres su cómplice, su amiga, pero sobre todo, mucho menos su madre. Si no veo ningún cambio, tendré que considerar seriamente el reportarte y asignar a alguien más el cuidado de Lesly.

Sumisa, Andrea asintió. Se puso de pie comprendiendo que la discusión ahora sí había llegado a su fin.

—¿Eso es todo?

—No. Un último detalle. Pronto la niña cumplirá cinco años. Ya va siendo hora que deje de dormir en tu habitación y que yo termine con esa excepción. Con todo y lo que tiene, creo que ya puede tener cierta independencia. A partir de la próxima semana, Lesly se quedará en los dormitorios con el resto de las niñas. ¿Está bien?

Aunque aparentó indiferencia, por dentro la educadora se sintió devastada, en especial al comprender que por peligrar su empleo y con ello, su cercanía con Lesly, no podría objetar nada al respecto.

—Sí, señor.


Momentos más tarde, Andrea regresó a su habitación. La luz no le molestaba a Lesly quien continuó dormida, despertándose sólo hasta que la mujer se acostó a su lado, permitiéndole que la abrazara, aunque en esta ocasión ella no le correspondió el gesto, lo que inquietó a la pequeña.

—Perdón, Andrea. ¿Estás enojada? —sollozó ante la idea que su cuidadora estuviera de verdad enfadada con ella por lo ocurrido—. Lo siento mucho. ¿Hice algo muy malo?

—No. Todo está bien. Pero… por favor, Lesly. Los otros niños podrían pensar que te quiero más que al resto si tú… te me pegas mucho. Eso no está bien.

—Creí que me querías más que a los demás. Tú misma me lo dijiste.

En varias ocasiones en complicidad, en efecto Andrea se lo había confesado. Eso tampoco había estado bien, admitió para sí misma. Tal vez el director tenía razón después de todo.

—Y lo seguiré diciendo, pero… eso no es justo para los demás. Por favor, llámame señorita Hepburn como el resto lo hace, al menos para que ninguno se sienta celoso.

Con ciertas dificultades, la pequeña lo meditó tratando de entenderla.

—Está bien, An… señorita Hepburn.

Días después, Lesly lloraría mucho durante su primera noche en una habitación más grande con otras niñas, pensando que Andrea la había dejado de querer cuando la mandaron a quedarse en uno de los dormitorios compartidos, sin importar cuánto tratara ella de convencerla al día siguiente que no se trataba por eso el cambio.

Con el tiempo la pequeña lo entendería, pero no por ello la relación tan cercana que compartieron regresaría del todo a ser tan íntima.


—Muy bien, Lesly. Ahora trata de mantener el ritmo. ¿Lista? ¡Salta!

Ante la indicación del niño, Lesly saltó una y otra vez con las dos colitas largas blancas de su cabello a los lados balanceándose tanto que terminó por deshacérsele una, esquivando la cuerda que por ambos extremos los dos niños balanceaban de arriba a abajo de forma continua, a un ritmo que increíblemente mantuvo durante casi un minuto antes de errar y sentir sus piernas enredándose para terminar cayendo al suelo de forma irremediable.

—¡Auch!

Preocupado de que su amiga se hubiese lastimado, uno de los pequeños de once años se apresuró antes que el otro a inclinarse hacia la niña de ocho para revisar que estuviera bien. Lesly respiraba de forma agitada.

—¿Te lastimaste?

Aunque las rodillas le dolían por la caída y sentía que se quedaba sin aire, Lesly sonrió y tanteando consiguió tomar por el hombro al muchachito, antes que por accidente le tocara la cara.

—Estoy… ¡Ah! bien… no te… ¡Ah! preocupes.

—¿¡Qué fue lo que ocurrió aquí!?

Los tres pequeños se pusieron rígidos cuando escucharon la voz de la señorita Hepburn acercarse cruzando el patio con paso firme hacia ellos.

—¡Lesly! ¿Qué estás haciendo? Me dijiste que estarías adentro con Susan jugando con las muñecas.

—Sí, pero… ¡Hmm! Jhon y José me… ¡Ah! dijeron que me… ¡Ah! enseñarían… a saltar la cuerda y…

—¡Tranquila! Toma aire primero. Ya te he explicado que hay ciertos juegos que son peligrosos para ti como este. Pudiste lastimarte seriamente al caer —se dirigió hacia ambos niños—. Jhon, José, deben de pensar primero muy bien a qué es lo que pueden jugar con Lesly y a qué no antes de hacerlo. No quieren que su amiguita se lastime, ¿verdad?

Uno de los dos niños latinos flacuchos idénticos, el que había permanecido callado, inclinó la cabeza avergonzado y sintiéndose culpable, pero su gemelo, sin dejarse amedrentar, acercó a Lesly contra él rodeándola con un brazo.

—¡Por supuesto que no! Quiero mucho a mi novia como para que algo malo le pase. ¿Verdad mi amor?

Y sin pena le plantó a Lesly un beso en la mejilla que la puso de todos los colores. El chico no perdió su entusiasmo ni por la expresión molesta e indignada de su hermano, el golpe juguetón que Lesly le dio, o el tirón por la oreja que la señorita Hepburn le aplicó separándolo de ella.

—¡No seas tan fresco!

—Por favor —Lesly abogó por él—. Sólo estábamos jugando, señorita Hepburn. Además, ya estoy bien.

—Y quiero que sigas estándolo, Lesly —la mujer se calmó—. No pienses que estoy tratando de arruinarte la diversión por nada. Todo lo que hago es porque me preocupo por ti.

Lesly se sintió tentada a abrazarla y decirle que la entendía, pero sabía que eso no se vería bien, mucho menos delante de otros. Eso también la frustró tanto como que en muchas ocasiones la señorita Hepburn no confiara en que podía arreglárselas sin ella.

—Pues no debería de preocuparse tanto. Tengo amigos que también me cuidan todo el tiempo.

Mientras José se sonrojaba, Jhon le sonrió con socarronería a la mujer que se limitó a suspirar. Era complicado permanecer en la vida de Lesly últimamente que buscaba relacionarse con otros niños, en especial con esos dos, sobre todo con el tal Jhon. ¿Era normal que a los once años un chiquillo sea tan precoz? Un recuerdo le vino a la mente que la avergonzó bastante. Lo mejor sería dejar de darles vueltas al tema y mantener más vigilados a esos mocosos.

—Bien, Lesly. Aunque aprecio el que tus amigos te… "cuiden", preferiría que por si acaso siempre se mantengan cerca de un adulto. Tus amigos… y sólo "amigos" —irritada miró a Jhon— siguen siendo unos niños.

José parecía divertido por el modo en que la docente reprendió a su hermano, el cuál bufó fastidiado ante la indirecta de la mujer.

—Pues por eso le conviene que mejor sea su novio. Los novios cuidan mejor a sus novias a como lo hacen los amigos, así que sería mejor incluso que José.

—¡Oye! —Reclamó el aludido—. ¡Yo también puedo cuidarla bien! ¡Incluso mejor que tú! Eso me haría un mejor novio para ella.

Lesly se llevó las manos a la boca con la cara encendida. La señorita Hepburn estaba impresionada. "¿Él también?", fue lo que pensó.

—Eso no lo deciden ustedes, niños.

—Tiene razón —concordó Jhon dirigiéndose ahora a la niña—. ¿Cuál de los dos te gusta más, Lesly? ¿Verdad que yo?

La pequeña soltó una risa nerviosa, pero no pudo articular ni una palabra.

—No les hagas caso, Lesly —la señorita Hepburn trató de desviar el tema para que dejaran incomodarla—. Ustedes dos ya dejen de molestarla.

—No me molestan —la pequeña trató de defenderlos—. Es que los dos me gustan y son muy lindos conmigo, por lo que no sé qué decirles.

La mujer se sintió pasmada por sus palabras. José estaba sorprendido, mientras que su hermano hinchaba el pecho de orgullo.

—Está bien, Lesly. No tienes que decidirte por uno. No soy celoso, así que los dos podemos ser tus novios. ¿Qué dices, José?

A juzgar por su expresión, su hermano pareció estarlo considerarlo realmente, lo que terminó por enervar a la señorita Hepburn.

—¡Ya basta, niños! Son muy pequeños todavía para pensar en esas cosas de mayores, santo cielo. Lesly incluso es mucho más pequeña que ustedes. Recuerden que sólo tiene ocho años.

Esto impresionó a ambos chiquillos de once.

—¡Lo siento! —Jhon se disculpó apenado con Lesly—. Pensé que tenías siete.

—Y yo seis.

—Realmente eres muy bajita.

—Por las colitas creí que eras más chica.

La niña se llevó una mano al cabello para tentarse una de sus colitas, la que no se le había deshecho al jugar. Andrea que la llevaba por la otra mano con la suya, gruñó. Era preocupante que además de no importarles el detalle de la edad, pensaran incluso que era más pequeña, aunque esto último no podía reprochárselos dada la corta estatura de la niña a su edad. Sobre sus colitas, había sido ella quien le hizo aquél arreglo, por lo que tolerante ante esto no lo era. Volvería a acomodarle el cabello adentro.

—¡Adiós niños! Los veré en clases.

Y con ella se llevó a Lesly quien no objetó nada. Lo ocurrido con esos mocosos le dejó un mal sabor de boca. ¿Cómo es que la niña podía causarles semejante impresión a ambos? Tal vez debería de estar más atenta a ella de lo usual. Sintió cierto pánico al pensar en lo que Lesly podría provocar entre los chicos en general cuando llegara a la adolescencia. Ahí sí, por ella, tendría que tener ambos ojos bien abiertos antes de permitirle a cualquier fulano acercársele.

Lesly parecía ensimismada en sus pensamientos, lo que la preocupó cuando entraron a las instalaciones.

—¿Estás segura que te encuentras bien, Lesly? Podemos ir a la enfermería.

—¡No! Ya me siento bien, sólo… ¿de verdad parezco muy chiquita?

Sí, para ella también lo parecía. En estatura Lesly era la más corta de su grupo, por lo que de colarse en uno de los grados inferiores a los que cursaba, nadie sospecharía que era un poco mayor si no la conocieran. De todas maneras, no sentía prisa porque la niña creciera. Apreciaba bastante el que fuese todavía una pequeña inocente

—Estás bien cómo estás. Como la hermosa, tierna y adorable niña que eres.

Aquello había sido bonito, pero no había dejado satisfecha a Lesly precisamente.


—¿Están seguros que esto servirá?

Lesly nerviosa y con dudas les preguntó a los gemelos. Se habían ocultado dentro de una de las bodegas tras saltarse las clases de la mañana. La niña ya no se sentía tan segura de continuar adelante con esto.

Tras que al otro día del incidente del juego de la cuerda, los buscara para pedirles un consejo para que la ayudaran a verse como una niña más grande de lo que aparentaba, o por lo menos para que luciera como la edad que en verdad tenía, es que terminaron ahí.

Jhon se sintió más que encantado con la petición de Lesly, mientras que José no dejaba de ver la puerta cerrada intranquilo, imaginándose que en cualquier momento alguien entraría y los descubrirían a ambos con ella. Siempre había que andarse con un cuidado adicional de tratar de meterse de alguna manera con Lesly, pues los castigos podrían ser más severos a si se tratara de cualquier otra niña o niño.

—Jhon. No creo que esto sea una buena idea. Además, ninguno de los dos realmente está preparado para hacer algo como esto, por lo que no sabemos qué estamos haciendo.

—Habla por ti. Estuve investigando en cómo una chica se hace mayor y ésta es la mejor manera que encontré.

—¿Dónde investigaste eso?

—En unos videos que vi en internet a escondidas después de las clases de computación y algunas revistas que tenía el conserje guardadas. Tú vigila la puerta si crees que no podrás —se vuelve hacia su amiguita—. Ahora, Lesly, relájate y confía en mí. Estoy seguro de lo que hago y no te lastimaré. Te prometo que después de esto te sentirás como alguien mayor.

—Es… está bien.

Esperando no equivocarse en depositar su confianza en uno de sus amigos… y aparentemente también pretendientes, Lesly permitió que Jhon la llevara hacia el viejo colchón donde la guío para que se acomodara en él.

—Ahora no te asustes. Relájate y trata de sentirte lo más cómoda que puedas. Deja que yo me encargue del resto —De su pantalón sacó lo que hurtó anoche del cajón personal de uno de los profesores, algo que no debería de tener—. Te juro que seré muy cuidadoso contigo para que al final esto te guste.

Lo que hizo a continuación provocó que José se distrajera de la puerta, miraba todo lo que su hermano le hacía a Lesly sintiéndose perturbado ante la posibilidad que la lastimara. Para él, Lesly era un dulce y hermosa niña con sus largas colitas blancas ondeando al aire cuando caminaba dando saltitos cortos, que alegremente reía cuando la juntaban en sus diversiones, o lo hacía sentir especial cuando ella le tocaba la cara como a su hermano para reconocerlo… y sintió que Jhon arruinó toda esa belleza inocente.

—¡Pero qué rayos creen que hacen!

Por estar mirándolos, no pudo advertir cuando el conserje entró a la bodega. Por la sorpresa José se sobresaltó retrocediendo y chocando sin querer con Jhon, causando que este callera con todo su peso encima de Lesly, la cual gimió ante el punzante dolor que le provocó. Los ojos del hombre se abrieron horrorizados al ver lo que ese chico hacía con la niña.


—Y… eso fue lo que pasó. Jhon vio cómo se hacía eso en internet y creyó que no tendría nada de malo si lo hacía con Lesly cuando ella nos dijo que quería ser una… niña grande. Admito que también tenía muchas ganas de intentarlo, pero les juro que yo no hice nada.

Andrea no daba crédito a lo que el mocoso les narró. Tenía a Lesly abrazada contra sí temblando todavía. No hubiese creído nada, de no haber visto la sangre que ella misma se encargó de limpiarle. John al lado de José, no culpaba a su hermano por dar detalle de lo que el conserje lo descubrió haciéndole a Lesly, se sentía también muy culpable por su acto.

El hombre que lo atestiguó estaba presente también en la oficina del director con este, en mano llevaba la revista que le descubrió a uno de los gemelos. Sin esperar invitación a que la llamaran, la señorita Hepburn también había acudido enseguida; dado lo ocurrido, el director Stevens no se sintió con cara de decirle a la docente que el asunto no le concernía y él lo resolvería. Él tenía una hija y de estar en esa misma situación, en la que deseaba nunca encontrarse, sabía que no aceptaría que ninguna figura de autoridad le saliera con algo así. Se levantó de su silla y se posicionó entre Andrea y los chicos, en parte para que ella no saltara sobre ellos como parecía desear hacerlo y también para reprender seriamente a Jhon, como siempre el de las "ingeniosas ideas". Le extendió la palma y el niño entendió que no era precisamente para saludarlo.

—Entrégamelas.

Con miedo, del bolsillo de su pantalón sacó la evidencia que intentó ocultar cuando el conserje se lo llevó a la dirección, se trataban de las tijeras que usó. El director las examinó. No eran muy grandes o puntiagudas, apenas tenían el suficiente filo para realizar lo que le hizo a la niña.

—Perdón —Lesly gimió sintiendo que ella propició todo—. Sólo quería parecer una niña grande.

Pero el enojo de la profesora Hepburn no iba contra ella. Su vista no se apartaba de aquél truhan.

—¿Cómo se te ocurrió hacerle semejante barbaridad?

Jhon bajó la cabeza sintiéndose finalmente amedrentado por la docente.

—¡Lo siento! En los videos hacían ver muy fácil cómo le cortaban el cabello a las personas.

Andrea acarició el cabello de Leslie en su regazo, parecía muy dispar, además de mucho más corto de lo que antes estaba ahora que no tenía las colitas. Parecía más un niño que una niña así. El conserje negó con un gesto viendo su revista sobre cortes de cabello para principiantes. De saber las ideas que uno de los chicos tendría al encontrarla, no la hubiera dejado a tan fácil alcance de cualquiera.

Al verla así, José no dejaba de pensar en cómo su gemelo había arruinado el estilo inocente de Lesly con su travesura. Parecía con su postura sencillamente estar arrepentido de lo sucedido, todo con tal que nadie se diera cuenta que tenía una de las colitas de la niña en su bolsillo donde con su mano la estaba acariciando sintiéndose mal.

—Un mes sin televisión para los dos, el uso de la computadora sólo será ya en clases y de todos modos con supervisión especial —al menos ahora sabía el porqué de esos tutoriales de peluquería que una profesora le reportó en el historial—, además ayudarán al señor Myers con la limpieza de todos los baños por lo que queda de la semana y toda la que sigue.

El conserje sonrió. Un poco de ayuda no le vendría mal durante ese tiempo. Los muchachos bajaron la cabeza resignados.

—Señor —se aventuró a hacerle una sugerencia—. Puedo raparlos a los dos como escarmiento adicional. Ya tengo la noción aprendida y es sencillo.

Los gemelos apretaron los dientes al imaginarse como se verían calvos. El director lo pensó.

—Vamos, Lesly —Andrea guío afuera a la niña—. No es que desconfíe del señor Myers, pero prefiero ser yo quien te corte el cabello.

—¡Me lo vas a cortar más!

—Es necesario para dejártelo parejo. Lo haré después que revise que se te está curando bien la herida de tu mejilla.

La niña se tentó el sitio de su cara donde tras que la señorita Hepburn le limpiara la sangre y le pusiera agua oxigenada, ahora llevaba un curita. Ya no le dolía tanto a cuando por accidente Jhon la cortó con las tijeras al caerse encima de ella. Le dolía más el pecho debido al peso del niño que soportó en ese instante.

—¡No quiero volver a cortarme el cabello nunca!

—Tranquila. A su debido momento te volverá a crecer y te lo podrás dejar más largo si quieres.

Mientras los gemelos pedían de nuevo disculpas tratando de evitar quedarse calvos, el director apenas y los escuchaba. Miraba por la ventana al pasillo, con cierta desaprobación, la cercanía tan estrecha que Andrea parecía persistir tener con la niña. Sintió que ya no tenía caso seguir riñéndole al respecto.


Lesly en brazos de Andrea continuaba llorando. La mujer podía entender el pesar que tenía. Tal vez ambos chicos siempre estuvieron lejos de caerle bien por los problemas que causaban, pero comprendía el gran cariño que Lesly sentía por ambos.

—Me rompe el corazón a mí también, Lesly —aunque en su caso sólo era por verla así—, pero debes de comprender que es lo mejor que a tus amigos les pudo haber pasado. Ahora vivirán en casa de su tío. ¿No te alegras ni un poquito por ellos? ¿Porque se irán a vivir con alguien de su familia?

La niña hipó recordando lo felices que los dos chicos de doce años parecían cuando le contaron la noticia acerca de su tío que había regresado al país y los fue a buscar. Era verdad, debía de sentirse feliz por ellos, pero eso no le restaba dolor por lo mucho que los extrañaría.

—Me hubiera querido ir con ellos.

El tío de los chicos había dudado en llevarse a ambos cuando se enteró ya muy tarde que su cuñada había muerto hace más de dos años, sumado a que nadie por parte de la familia de ella había querido la responsabilidad de los gemelos. Ya tenía dos hijos y aunque su situación económica no era mala, no es que los recursos le sobraran como para animarse a adoptar también a una niña ciega, pero eso Andrea no se lo contaría a Lesly. De pronto se sintió un poco molesta con ella.

—¿Si te hubieras ido con ellos no me hubieras extrañado a mí?

Lesly la abrazó de forma más estrecha. Andrea se arrepintió de haberle preguntado eso, en especial ante el riesgo que correría si las cosas no salían como esperaba, al igual que sus intentos anteriores por adoptarla formalmente años atrás.

—Andrea —uno de los profesores se asomó por el marco de la habitación al notar la puerta abierta. Parecía avergonzado al sentir que estaba interrumpiendo algo entre su compañera y con esa niña, cuyos rumores persistían en que se trataba en realidad de su hija—. El profesor Stevens me pidió que te buscara para que vayas a verlo.

Aunque hubiera preferido seguir consolando a la pequeña de nueve años, la profesora Hepburn se disculpó con ella por tener que dejarla, pero estaba segura que se trataba de algo importante… y vaya que lo sería.


—Voy a serte franco, Andrea. Cuando te propuse como directora de una de las nuevas casas hogares que servicios sociales me avisó estaban buscando implementar en el estado, más allá de tu impecable expediente, lo que esperaba era alejarte de Lesly.

Ella asintió sintiéndose mal. No es que no se le hubiera ocurrido, por ello había rechazado la propuesta la primera vez antes de darse cuenta que en realidad podría ser beneficioso para ella bajo ciertas condiciones.

—En realidad lo sospechaba, George.

—¿Y fue por eso que pediste revisaran el caso de Lesly para que te la asignaran?

—Lesly sigue creciendo y el orfanato le queda muy chico cada vez más.

—No es que esa niña ocupe mucho espacio, además que ya vi los detalles del inmueble. Tal vez hubiese sido útil para los gemelos, me refiero a antes que por fin alguien apareciera para reclamarlos al no tener ningún otro familiar en el país que los quisiera. La casa donde vivirás es grande, pero tampoco tanto como para que…

—Sabes a lo que me refiero.

—Por supuesto que sé a lo que te refieres —y ese algo no tenía que ver con el espacio—. Te recuerdo que como mínimo te asignarán a cuatro o quizás hasta seis chicos, todos con sus propios problemas y que necesitarán también atención constante.

—Y yo se las daré. No es algo nuevo para mí.

—No es lo mismo atender a un grupo de chicos de ocho o doce horas diarias, seis días a la semana, que hacerlo las veinticuatro horas, cada uno de los siete días de la semana.

—Entiendo que hay una diferencia muy grande, pero sabes, siento que más allá de Lesly, realmente creo que piensas que puedo hacer una buena labor con los chicos que me den, por lo que no creo que en serio sospeches que no podré con el trabajo que te recuerdo tú mismo me conseguiste. Además, tú lo has dicho, hay una diferencia. Serán veinticuatro horas, pero no serán los cuarenta chicos que suelo atender por clase, sino mucho menos de lo habitual.

Andrea tenía un punto, pero seguía sin gustarle como pintaba el asunto.

—Intentaste adoptarla cuatro veces, la última ocasión a mis espaldas. Eso es un muy serio conflicto personal vea por dónde se vea y está en tu historial.

—Y ya me habías perdonado por eso, George. Además, la última vez que lo intenté fue hace cuatro años. Tal vez ya se les olvidó.

El director se pasó la mano por la cara.

—Tal vez lo hicieron, quizás se traspapeló ese detalle o fuiste muy convincente cuando hablaste con Servicios sociales para exponer su caso. No lo sé. De otra manera no me explico cómo es que aceptaron dejártela a tu cargo.

Andrea abrió los ojos sorprendida.

—¡Estás diciendo que…!

—Que la próxima semana te irás de aquí. Tendrás que mudarte a Royal Woods y… Lesly será la primera en irse a vivir contigo.

Andrea tuvo que llevarse las manos a la boca para ocultar su emoción. Quizás extrañaría trabajar con grupos numerosos, pero sería lo que más añoraría que el mísero departamento al que se mudó cuando ya no le permitieron vivir en el orfanato por Lesly, al menos le resultó útil por la cercanía con el lugar, siendo el único motivo por el que entonces lo escogió cuando pudo conseguirse algo mejor.

—Pero recuerda que Lesly será la primera de varios —el director le aseveró—. Hay otros chicos que te pueden asignar en cualquier momento. ¿Recuerdas el caso Winslow que salió en los periódicos el año pasado?

Cómo podría olvidarlo. Había sido doloroso para ella conocer aquella noticia, en especial porque la niña de casi cuatro años había atestiguado lo que esa bestia que tenía por padre le hizo a su madre, o que por poco también hubiese terminado como ella. Esperaba que el tipo se pudriera en prisión. La niña debía tener ya como cinco años, ¿recordaría todavía lo ocurrido?

—¿Van a traerla aquí? ¡Espera! ¿Van a dármela a mí?

—Los sicólogos dicen que ya está bien, pero necesita aire fresco y un ambiente más tranquilo, menos estresante. Te advierto, me contaron que le da por morder a las personas cuando se siente amenazada o ansiosa.

De pronto pensó en algo.

—¿Dónde queda Royal Woods?

—En la parte este del estado, cerca de Hazeltucky. Es un lugar muy tranquilo por lo que sé, donde casi nunca pasa nada, contrario a la ciudad.

Sin duda sonaba como un ambiente propicio para encargarse de los niños, Andrea pensó.

—También están considerando darte a Brian…

¿Teniendo ya a dos niñas bajo su cuidado? Esto sorprendió a Andrea. Sentía pena por lo que le ocurrió al niño con sólo cinco años, pero aunque ya tuviera ocho, había ciertas estadísticas preocupantes al respecto.

—¿Es seguro?

—Parece ya haberlo superado.

—Esas cosas nunca se superan, George.

—Lo sé y sé qué es lo que te preocupa, aunque te repito que sólo siguen considerándolo, igual serán órdenes si deciden su traslado contigo cuando se pongan de acuerdo en qué hacer con él. De todas maneras, el chico es silencioso y sigue evadiendo el contacto físico lo más posible. Eso de cierta forma es bueno, al menos para las niñas, supongo.

—Entiendo.

—A todo eso, súmale a Lesly y la atención especial que encima requiere —Andrea comprendió a qué se refería—. Vas a recibir visitas de profesores particulares para apoyarte cada semana con los chicos, uno particular para Lesly que se especializa en niños con debilidad visual.

—Sí, está bien… Tal vez el cambio la ayude a superar la perdida de sus amigos.

Ese asunto la tenía preocupada. No era exactamente como a ella le sucedió, a no ser que esos bribones se salieran con la suya antes de irse y consiguieran que la niña se enamorara de ambos. Lo ponía en duda… aunque Lesly conocía su historia. De pronto temió que por eso acudiera con ella a desahogarse hace unos instantes. Los gemelos eran los únicos con los que parecía haber hecho una auténtica conexión sobre el resto de los niños o niñas en ese lugar, quienes intranquilos se apartaban al temer lastimarla o no saber cómo tratarla.

—Tal vez lo haga —mencionó el director Stevens—. Ya puedes retirarte. Tienes cosas que alistar y me imagino que querrás ser tú quien le dé la noticia a Lesly.

Vaya que era fácil de leer. Esperaba que a la pequeña la noticia le gustara.

—Te advierto que seguirá siendo Lesly "Doe", como antes fuiste tú, así que no intentes cambiarle el apellido a "Hepburn", que entonces ni yo podré sacarte de cualquier problema que tengas después.

—¡Ya, George! ¡No voy a intentar algo así de nuevo!

—Los profesores que vayan a visitarlos me informaran a mí de cómo están todos. Además y sin aviso, los de Servicios Sociales pueden mandarte cada tanto a un inspector para revisar que todo esté en orden, así que mejor mantén cierta informalidad entre los niños y tú, en especial con ella.

Andrea suspiró. Ahí iba su oportunidad de darle la opción a Lesly que la llamara "mamá" con mayor libertad, pese a que hace mucho no le decía así ni por accidente.


—¡Le juro que fue un accidente! Sólo… sólo se tropezó.

Andrea ayudaba a Lesly a ponerse de pie. No vio lo que ocurrió, pero los demás sí y se lo contaron. La niña todo lo que había hecho fue felicitar a Brian por su cumpleaños once con un abrazo y un beso en la mejilla sorpresivo. El chico reaccionó mal y la había empujado haciéndola tropezar hasta caer al suelo.

—Perdón, Brian —ella se disculpó—. No quería molestarte.

Una de las niñas se sintió indignada.

—¡No te disculpes tú con ese bobo!

—¡Heidi, basta! —La señorita Hepburn la regañó—. Pero sí. Brian, discúlpate con Lesly.

El chico realmente parecía avergonzado.

—Lo lamento, Lesly.

—Está bien, Brian. No me pasó nada malo.

En sus brazos, Andrea escuchaba todavía el acelerado palpitar del corazón de la niña por el susto que tuvo.

—Que esto no arruine el día. Vayan a ver televisión. En un momento les repartiré otra porción de pastel.

El chico suspiró aliviado que no pasara a mayores lo que le hizo a Lesly. De verdad no fue su intención lastimarla y se sintió mal al respecto, tal vez tendría un año menos que ella, pero él era más alto y fuerte. De verdad odiaba que lo tocaran de esa manera sin aviso. La señorita Hepburn entendía el por qué y quizás también por eso no lo regañó. A diferencia de Margue que había por lo menos preservado su inocencia ante las agresiones de su padre, Brian no había corrido con la misma suerte a manos de aquél cerdo que vivió cerca de las calles donde el chico solía dormir cuando era mucho más pequeño.

"Valiente Ace Savy que estoy hecho", pensó el chico reprendiéndose a sí mismo.

Aunque Adam y Mallory se asustaron por lo ocurrido, los pequeños lo olvidarían pronto. Simon y Carl fueron comprensivos con él y lo apresuraron para seguir jugando. Margue le gruñó mirándolo con cara de pocos amigos. Brian tragó saliva, mucho menos le gustaba que lo mordieran.

En la habitación de la señorita Hepburn, la mujer le peinaba a Lesly su muy larga y extensa cabellera, un mimo que la ayudó a tranquilizarse bastante. La mujer notó que el largo vestido rosa claro se le estaba descosiendo por un hombro.

—Antes de irte a dormir me das tu ropa para que la zurda. Deberías de ponerte otra prenda.

—Pero esta es muy cómoda. ¡En serio!

Con lo apretados que a momentos estaban en gastos, Lesly prefería que la señorita Hepburn no gastara tanto en ella. Además, realmente le gustaba mucho esa prenda. Andrea sonrió.

—Extiende la mano.

Al hacerlo, Lesly sintió que le puso cuatro papeles rectangulares.

—¿Qué son?

—Cuatro dólares que me sobraron. El fin de semana saldremos esta vez al parque. Tal vez quieras comprarte un helado o algo así.

—¿En serio? —se sintió emocionada—. Pero no…

—O cualquier cosa que quieras siempre que te acomplete. Ya va siendo hora que tengas una mesada, aunque sea sólo un poco.

—¿Amanda vendrá?

La señorita Hepburn suspiró.

—Por supuesto.

No era que le cayese mal la estudiante de la universidad local que estaba estudiando precisamente para ser una educadora. Por el contrario, su ayuda le había venido bastante bien y se sentía agradecida con Servicios sociales porque le permitieron trabajar con ella tres días a la semana para que tomara experiencia. Le recordaba un poco a ella misma cuando joven.

La joven tenía apenas unos veinte años, pero parecía tener los pies en la tierra al mostrarse bastante responsable y cuidadosa con los chicos, en especial con Lesly. En unos cuantos meses se había encariñado mucho con la niña en particular, lo que no era tanto de extrañarse, pues la pequeña se hacía fácil de querer, aunque a momentos no podía evitar sentirse celosa ante la idea que Lesly prefiriese pasar más tiempo con Amanda que con ella. No podía competir con la chica, en especial tras que al celular que Andrea le regaló hace tiempo, ella se lo llenara de música y audiolibros aficionándola bastante. Aquél aparato la docente se lo había adaptado para que pudiera usarlo como una especie de radio, pero Lesly no le había hecho mucho caso, sino hasta que Amanda le enseñó a cómo sacarle provecho. Eran pensamientos absurdos y egoístas que no debería de tener, estaba consciente de ello y por eso la mujer prefería la amaba, lo sabía, aunque suponía que no del modo en que preferiría que lo hiciese. Constantemente tenía que recordarse que ya no podría ser su madre, tampoco que le pertenecía realmente.

Sobre Brian… no quise molestarlo. De verdad, sólo…

—Descuida, Lesly. Sé que no querías hacer eso y que Brian tampoco quiso lastimarte en serio. De todas maneras, ten cuidado. Eres tranquila, lo sé, pero sí él o cualquier chico vuelve a hacerte daño, me enojaré y mucho, ¿entiendes?

—¡Sí! No volverá a pasar.

—Bien. Vamos, no querrás que los chicos nos dejen sin pastel.

Lesly asintió y la acompañó a la cocina.

—Señorita Hepburn… ¿puedo usar el dinero que me dio para comprarme una liga para el cabello?

—Si te alcanza, puedes hacerlo. Es tu dinero.

Pensó que tal vez con el cabello agarrado se vería todavía más adorable como la pequeña niña inocente que era.


La señorita Hepburn en compañía de Amanda y otros instructores que los acompañaron en el autobús, vigilaban que Brian y Simon no se metieran en problemas con los otros niños del orfanato con quienes estaban jugando a la pelota. Parecían tener algunos conflictos, aunque nada grave. De vez en cuando le daban un vistazo a las niñas que se apartaron del grupo para formar el suyo y jugar con unos viejos juguetes. Le hubiera gustado que Lesly se juntara con las pequeñas, pero ella había preferido descansar y disfrutar de la brisa columpiándose en un neumático colgado de un árbol cerca de los bebederos.

"Ya soy mayor para jugar a esas cosas", le había dicho a la señorita Hepburn cuando le sugirió que se juntara con ellas, lo que le pareció ridículo. Sólo tenía doce años, incluso aparentaba menos que eso. Tal vez la hizo sentirse algo engreída el haber entrado a esa tienda en la que pararon para que comprara ella sola aquella liga para el cabello como Amanda le indicó. El asunto le dio cierta simpatía a Andrea.

—¡Señorita Hepburn! —de pronto Adam y Mallory aparecieron alterados—. ¡Lesly se está peleando con un niño! —Esto tomó de inmediato la atención de Andrea. Justo al mismo tiempo, por accidente Carl de una patada había arrojado el balón a la cara de Margue.

—¿¡Qué!?

—¡Ajá! Lesly le pegó y lo tiró al suelo. ¡El niño le está gritando!

Recordó de pronto cuando Brian le había hecho algo parecido la semana pasada. ¿Se estaba desquitando, o algún mocoso idiota la estaba provocando?

Alarmada, la mujer buscó a Amanda con la mirada, pero ella estaba ocupada con otros chicos. Luego se ocuparía de ver que Margue estuviese bien. Lesly era su prioridad. Corrió hacia donde la había dejado.

Cerca del neumático columpio, Lesly estaba agachada frente a un chico que estaba poniéndose de pie… cuyo cabello era tan blanco como el de ella, lo que la desconcertó bastante inicialmente. Por su piel, no parecía ser albino como la niña.

—¿Qué ocurrió aquí?

Preguntó al aproximarse más provocando que Lesly se sobresaltara asustada. Aún no estaba segura de quién empezó la pelea.

—¿Quién es usted? —preguntó el muchacho que ante su presencia.

Extrañamente había reaccionado al instante colocándose frente a Lesly en una posición que a Andrea le pareció defensiva, como si buscara proteger a la niña. Calculó que tendría entre trece y catorce años.

"¡Soy la mamá de ella!", estuvo a punto de soltarle para amedrentarlo, aunque con algunos de los miembros de Servicios sociales acompañándolos, consideró que esa no sería una prudente idea precisamente. Con la mirada buscó en los alrededores a los padres del chico sin éxito. No parecía encontrarse ningún otro adulto cerca, por lo que resignada habló directamente con él.

—Los niños me dijeron que se estaban peleando, ¿es eso cierto?

—No señorita Hepburn —Lesly le contestó preocupada—. Fue un ac…

—¡Me caí! —el chico la interrumpió—. Iba a tomar agua y me tropecé. Ella escuchó lo que me pasó y por mi culpa se estaba cayendo del neumático cuando intento ver… ¡digo!... saber lo que me ocurrió. Supongo que desde esa distancia pensaron que me pegó, pero no fue eso.

Ambos sonrieron nerviosamente. Andrea enarcó una ceja preguntándose qué le estaban ocultando.

—¿Eso fue lo que pasó, Lesly?

—¡Sí! Me confundí y pensé que eran Adam o Heidi quien se lastimó, por eso me asusté y me le acerqué.

A la señorita Hepburn le pareció que a esa historia le faltaban algunos detalles. Esperaba encontrar a Lesly agitada, pero no lo estaba, sólo tenía sucias las rodillas, era el muchacho quien parecía más sucio y quien estaba respirando algo agitado. Tal vez por Lesly debería separarlos por si acaso. Ese chico claramente no era ninguno de los chicos huérfanos que los acompañaban y no estaba del todo segura cómo podría seguir comportándose con la niña.

—Si quieres puedes descansar en el camión, o puedo pedirle al señor Rooney…

—¡Estoy bien! —Lesly exclamó molesta— De verdad puedo arreglármelas por mi cuenta. Confíe en mí.

Tal vez se debiera a la influencia de Amanda esa rebeldía, o quizá fuese otra cosa, supuso Andrea. Estaba por tomar a Lesly de la mano para que la acompañara al autobús de regreso, cuando un alarido la sobresaltó. Se trataba de Carl, que a lo lejos se le veía agitarse asustado con una niña cuya boca estaba prendida de su brazo.

—¡Santo cielo, Margue!

Prioridades eran prioridades. Tuvo que dejar a Lesly para ir a quitarle al chico a Margue de encima.

—¡Deja de morderlo, niña!

—¡El empezó! —Exclamó tras soltarlo.

—¡Te pegué sin querer! —se defendió el chico indignado sujetándose el brazo—. ¡Estoy seguro que me arrancaste un cacho de carne y te lo comiste!

Ella le gruñó mostrándole los dientes. El brazo de Carl estaba por fortuna entero, aunque la marca de la mordida quedó muy bien impresa en él.

Durante las siguientes dos horas Andrea se mantuvo ocupada; primero intentando calmar a ambos niños, después tuvo que ayudar a Mallory que tuvo un "accidente", así que la llevó a buscar un baño para ocuparse de ella, al terminar fue a auxiliar a uno de los consejeros con una disputa entre dos chicos mayores del orfanato. De vez en cuando volteaba hacia donde Lesly se encontraba todavía, sentada en el neumático en compañía de ese chico. Mientras se preguntaba dónde habría conseguido el helado que la niña se estaba comiendo, Amanda se le acercó.

—Señorita Hepburn, el señor Rooney y los otros están terminando de preparar todo para regresar. Le piden que ya vaya subiendo a nuestros chicos.

—Bien. Amanda, por favor ve a buscar a Lesly en lo que me ocupo de los otros.

Media hora después, mientras de nuevo pasaba lista a todos los chicos en el autobús ya a bordo y en camino, miró a Lesly hablar con Amanda en los asientos. La niña parecía abochornada, pero su expresión denotaba felicidad, ¿sería por el muchacho que conoció? En fin, un día más había terminado.

De pronto le inquietó algo que por un instante se le ocurrió. Fue una suposición que descartó al cabo de unos segundos. Se trató de algo tonto y muy exagerado por su parte. Esto no fue como con los gemelos que estuvieron en el orfanato hace algunos años. Esos dos mocosos precoces todo lo que hicieron fue jugar y juntarse con ella. Lesly era ya mayor que en aquél entonces y más prudente. Incluso y pensándolo bien, no sería la primera vez que durante alguna salida, algún chico se le acercaba con interés, pero por fortuna sólo se trataban de breves momentos donde no pasaba más allá de una corta charla, casi siempre se trataba de algún muchacho del orfanato.

Además, no era necesario que Lesly experimentara la pérdida de forma más grave como a ella misma le tocó. Era un sentimiento que tenía muy lúcido y no le deseaba a la pequeña. La ventaja de Lesly es que aún era muy joven como para interesarse en cosas de mayores, así como también era más inocente que ella misma a esa edad.

Aquél encuentro con ese chico fue cosa de una sola vez. No tenía nada por qué preocuparse.


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Tal vez era algo distinto a lo que muchos esperaban, pero que mejor momento que este para narrar parte una buena parte del inicio anterior al principio.

Feliz día de la madre, colegas. :-)