Las palabras duelen en el fondo de la garganta de Chifuyu, ácidas y estancadas ahí como si pesaran demasiado como para ser fácilmente tragadas y olvidadas. Por supuesto, no puede remediar sus acciones ni nada de lo que pronunció, aun si todo ello no era más que pura basura, una mentira que le costaría muy caro.

Ahora que se encuentra en todos sus sentidos, sin las emociones pesadas y lúgubres tiñendo su interior, puede decir con total seguridad que nada de lo que ha salido de su boca fue verdad. Absolutamente nada, jamás en la vida. Él no sería capaz, no podría tener sentimientos negativos hacia Takemichi, incluso si lo intentara con todas las fuerzas de su cuerpo.

De todos modos, el arrepentimiento que hierve en sus entrañas no le sirve de nada, porque aunque su interior se desborde de lamentos, de angustias profundas, no puede olvidar las lágrimas que se escapaban de los lindos ojos de su mejor amigo. Ojalá fuera solo eso. Es más, mucho más que una amigo, o compañero, o socio, lo que sea que implique una mera relación de cariño y respeto no basta para abarcar todo lo que él siente por Hanagaki Takemichi. Por eso es más doloroso el daño que le provocó, porque lo quiere tanto que no quiere verle sufrir y, si sufre, entonces daría todo por hacerlo feliz de nuevo. Eso solía decir.

Aprieta los puños con rabia, con desesperación, con una terrible sensación de náuseas y desamparo. Se pregunta si valió la pena toda esa mierda que soltó, si Takemichi está triste y roto y tan dañado que prefiere morir... entonces querer salvarlo de su sacrificado destino a costa del desprecio, no sirvió de nada.

Chifuyu se envuelve en pensamientos tristes, con el creciente y lamentable sentimiento de culpa, de absoluta y total devastación. ¿Qué haces cuando la persona que más quieres es lastimada por tus propias palabras, cuando todos tus deseos de verlo feliz se vuelven en tu contra causando más tristeza en unos ojos antiguamente radiantes?

Takemichi está en silencio, con los ojos secos de tanto llorar, destrozado y tan... tan vacío que Chifuyu solo quiere retroceder el tiempo, evitarle todos y cada uno de los dolores en su cuerpo y en su alma, en su corazón dañado. Las palabras antes deslizadas con facilidad, ahora están ausentes, su cabeza no es capaz de ponerle un orden coherente a las letras que se desparraman como sus eternos deseos de amor hacia su amigo. ¿Qué hago? Las manos le tiemblan, se deshacen sus puños y solo quiere ser capaz de formular unas disculpas sinceras, lo suficientemente profundas como para demostrar que de verdad lo lamenta, que se arrepiente tanto como para querer morirse. Solo eso, nada más.

Entonces él habla y le pide que se vaya, que por favor lo deje solo, y nunca le había dolido su amabilidad como en ese momento. Ahí, en ese instante, Chifuyu sabe que quizás no hay retorno, que tal vez sus palabras dolieron más de lo que pudiera esperar. Se congela, la sola idea le llena de pánico, un miedo terrible, no quiere perderlo, no, no.

Su garganta está seca y arde y todo a la vez, no puede hablar y, al mismo tiempo, queman las ganas de gritarle que lo ama, más que a nada, que de verdad no siente nada de lo que dijo, que solo quiere verlo feliz, aunque sea lejos de él, junto a Hinata, con quien sea, mientras esté auténticamente bien.

Por favor, no.

Las lágrimas se desprenden de sus ojos, cayendo como una lluvia torrencial, no puede, no quiere aceptar esto. Si él pierde a Takemichi, entonces su futuro, sin importar quién esté bien o quién esté vivo, nada de eso importa si no están juntos.

No puede hacer desaparecer el nudo en su garganta, la sensación de escozor, el llanto inminente, el corazón que late como si fuese a perder la vida ahora mismo.

"Yo... no quise decir eso", susurra, suave y quebrado. "Nada de eso, todo en general... es mentira", suelta por fin, con el alivio escapando por sus dedos sudorosos. Sujeta sus pantalones, tratando de enfocar su mente en el ahora y no en los casos hipotéticos de una vida sin Takemichi, sus ojos todavía desbordan lágrimas amargas.

Hanagaki respira, aún respira (y está tan eternamente, verdaderamente, agradecido con la vida por eso), parpadea y dirige una mirada hacia él. Chifuyu se detiene, por completo, en su totalidad. No digas nada, si es algo malo no lo digas, no, no, no.

Takemichi mueve sus pestañas, como si fueran unas mariposas, con gracia y libertad como si estuviera vivo en cualquier otra situación y no en esa, donde su mejor amigo le ha gritado que todo es su culpa y la persona que más admira le ha dejado al borde de la muerte. Chifuyu podría simplemente morir por haberlo dañado.

"Ya veo", dice, con los ojos recuperando el brillo usual. "Eso es un alivio", balbucea, porque está llorando, otra vez, pero es distinto porque ahora se ve feliz, incluso así, en ese estado.

"No, no me perdones tan fácil. Digo, sé que es lo que más deseo ahora mismo, lo sé, pero... no es justo, te hice llorar, todavía lo hago", Chifuyu se enrosca torpemente con sus palabras, ansioso pero del mismo modo angustiado. No puede perdonarse dañarlo.

"Es cierto", expresa, con una sonrisa melancólica que se desliza por su labios. "Pensé que, de todas las personas, tú de verdad me habías comenzado a odiar y... siendo honesto, no hubiera podido soportar eso".

Matsuno extiende sus manos en un momento, como por instinto, las entrelaza con las del chico frente a él, y sonríe, tragándose la culpa, la desesperación.

"Te amo, más de lo que siquiera puedes llegar a considerar", murmura, "Tanto que siento que debería alejarme de ti por lastimarte, pero... por eso mismo, no puedo dejarte".

Suelta una risa nerviosa, esperando que se evaporen en el aire las nebulosas de su memoria, la sensación de miedo que anida en su pecho. Incluso si Takemichi no le ve de la misma forma, tiene que decirle, hacerle saber que lo atesora demasiado.

"Deseo que seas feliz, que tu futuro sea radiante, que no te lastimes nunca más. Quiero que nadie te haga daño... solo, de verdad, quiero que estés bien", pronuncia, la verdad que siempre ha querido decir, la cual disfrazó de esa mentira ridícula que casi le cuesta la felicidad a quien más aprecia.

Takemichi posa sus ojos en él, sonriendo con cansancio, como si hubiera estado esperando tanto por eso que no le sorprende como debería. Chifuyu se siente un poco avergonzado.

Él acaricia sus manos, las mantiene juntas, transmitiéndole calidez.

"Yo también te amo, tú, grandísimo imbécil", Takemichi le responde, con una evidente molestia que apenas puede ocultar su agotamiento. "Espero que estés listo, porque, de ahora en adelante, tendrás que esforzarte mucho para conseguir mi perdón", le burla el ojiazul, dejando una rápido beso en su mejilla.

Chifuyu explota en color rojo, y piensa, piensa que, aunque sienta que no merezca a Takemichi después de lo que hizo, aun así se esforzará por merecerlo, todos y cada uno de los días de su vida hasta que envejezcan juntos.