¡Hola a todos! Ya estoy de vuelta, esta vez con un capítulo bastante extenso. 24 páginas word :) Este está muy centrado en los hermanos Black, en un suceso que les involucra a ambos. Ese suceso del que iba a tener noticia Regulus al finalizar el anterior capítulo. Los dos se encontrarán cara a cara, pero tal y como dice el título habrá un periodo´de bandera blanca entre ellos. Si os gustan Sirius y Regulus, os gustará este capítulo :)

Voy a responder un par de reviews y vamos adelante:

SusieBones: ¡Hola guapa! Mi adorada Popis me sugirió que avisara por Cartas Enlazadas de esta nueva historia, y menos mal que le hice caso, y os tengo aquí :D Ya ves que los personajes han perdido la inocencia y se han vuelto más tenebrosos, incluso los buenos. Por supuesto que Regulus quería a Sadie, ¿lo dudabas? Tranquila, que verás romance y del bueno. Especialmente entre Lily y James. Sobre Grace y Sirius aún hay una incógnita aunque admito apuestas. Se sabrá pronto lo que ocurrió, tranquila ;) Lo de Gisele lo verás muy pronto, no será una historia para todos los públicos me temo :( Sobre los planes de Voldemort, las pociones y Snape verás más en este capítulo. Y ya empieza bien la trama de Voldemort, así que dame tu sincera opinión :) Muchas gracias por tu apoyo y espero que tú también tengas un gran año :D

Serena Mileto: Hola guapa, y tanto, ha pasado mucho tiempo! Espero que te guste la continuación y me des tu opinión, un besazo inmenso ;)

En fin, contestados los anónimos, sigamos con la historia, que empieza a ponerse interesante. Por cierto, aviso de que hay una parte de lenguaje malhablado, por si tenemos presentes a personas sensibles con el tema. Disfrutad :)


Capítulo 3: Bandera Blanca

Mientras los miembros de la Orden del Fénix pasaban jornadas diarias en el cuartel, no era extraño que la radio estuviera encendida. Fabian y Gideon disfrutaban especialmente del programa de música mixta que presentaba Salith McArthur, de nueve de la mañana a doce del mediodía. Era un programa tan variado que tan pronto podían ponerles música clásica como los acordes más atronadores del rock mágico.

Remus ya se había acostumbrado al ruido durante los siete años que había compartido habitación con James y Sirius, por lo que no le importaba trabajar mientras Fabian movía la cabeza al ritmo de una canción que él, particularmente, no le veía mucha concordancia musical. Además, disfrutaba especialmente cuando podía compartir la jornada con alguno de sus amigos, a los que últimamente veía menos por las responsabilidades de cada cual. Y así era en esa ocasión. Así que tener a James de fondo, obligando a Emmeline a dar una vuelta sobre sí misma con sus torpes pies, era realmente agradable.

No había habido clase ese día en la Academia de Aurores. El profesor responsable de la práctica avisó de un compromiso a última hora, por lo que la habían cancelado. Algo cada vez más común en tiempos de guerra, por supuesto. Así que James había decidido pasar a echar una mano al cuartel, ya que Lily sí que tenía clase en la Escuela de Sanadores. Lo raro era que Sirius no se le hubiera unido, aunque Remus temía que su amigo estuviera intentando esquivar los lugares donde podría coincidir con Grace ahora que ella había vuelto.

El caso es que él era el que más estaba trabajando en el papeleo que las distintas investigaciones habían acumulado, aunque realmente ese día podían permitirse tener un ambiente algo más ligero.

- Jamás entenderé vuestro gusto musical –bufó de buen humor, observando cómo Emmeline corría a sentarse con él en la mesa; huyendo de un James que, divertido, seguía intentando hacerla bailar.

La joven morena sonrió ante su declaración, pero no dijo nada en voz alta que confirmara su acuerdo. James le sonrió con chulería y le robó un taco de papeles, que se dispuso a clasificar mientras continuaba con ese baile tan ridículo.

- Y yo jamás entenderé que realmente tengas dieciocho años, Remus –dijo Fabian sin levantar la vista del documento que estaba escribiendo-. Permítete vivir un poco, lobito.

James se echó a reír ante el calificativo de Fabian, y Remus rodó los ojos. Ni siquiera pensó en responderle porque Fabian, al igual que James y Sirius, tenía una lengua demasiado rápida y demasiada poca vergüenza.

El corte repentino de la música llamó la atención de los cuatro, que levantaron a la vez la vista de los documentos y miraron al pequeño reproductor radiofónico que estaba encima de un alto estante. En ese momento la rasposa voz de Andy Smudgley, encargado de los informativos, se hizo eco en las ondas.

"Interrumpimos la programación para informar de que la ministra Millicent Bagnold ha confirmado su asistencia al funeral de Orion Black, que tendrá lugar esta tarde en el cementerio de Highgate.

Como ya se ha informado en el boletín de primera hora de la mañana, Black, aristócrata muy conocido en el mundo político por sus grandes aportaciones a la economía del Ministerio de Magia, falleció en su domicilio la pasada noche, acompañado por su esposa, su heredero, Regulus Acturus Black, y el resto de su apenada familia.

Con la confirmación de la asistencia de la ministra, este funeral contará con las máximas medidas de seguridad, y el Departamento de Aurores…".

Con un golpe de varita Fabian bajó el volumen de la radio al percibir las caras de incredulidad de James y Remus.

- ¿Vosotros lo sabíais? –preguntó al ver que estaban tan perdidos como él.

- Oh, mierda –dijo James golpeándose la cabeza-. Así que por eso no ha aparecido en clase. Creí que me estaba evitando por… ya sabes.

Remus asintió con la cabeza, comprendiéndolo.

- Estará en su casa, entonces –conjeturó, dejando de lado los documentos y levantándose-. Vamos a buscarle. Si viene Peter, le decís que estamos allí.

Fabian y Emmeline asintieron con seriedad mientras él y James se ponían sus abrigos y abrían la puerta para marcharse. Sin embargo, al otro lado del rellano estaba Lily, justo a punto de llamar. Parecía acalorada, como si hubiera llegado corriendo desde la Escuela de Sanadores, y llevaba El Profeta debajo del brazo.

- ¿Os habéis enterado? –les preguntó, dejando caer el periódico en la mesilla que había cerca de la entrada.

- ¿De lo del padre de Sirius? –preguntó su novio retrocediendo un poco para dejarle pasar-. Acabamos de oírlo por la radio.

- ¿Ahora? –preguntó ella extrañada-. ¿Es que no leéis en el periódico? Lo he leído esta mañana pero no he podido escaparme antes de clase. ¿Dónde está Sirius?

- No ha ido a clase, así que supongo que estará en su casa –dijo Remus haciéndoles un gesto de urgencia para que ambos se pusieran en marcha.

Sin embargo, Lily volvió a detenerles.

- Acabo de pasar por allí, no hay nadie. Pensé que estaba con vosotros.

Vio las caras de extrañeza de ambos amigos y se giró hacia Fabian y Emmeline, que les miraban sin saber cómo reaccionar. Fabian se encogió de hombros.

- Por aquí no ha aparecido.

- Entonces, ¿dónde se ha metido? –preguntó James a nadie en particular.


No podían imaginar dónde se encontraba Sirius Black en ese momento. Ni siquiera él mismo comprendía qué hacía allí, en el parque que quedaba frente a su antigua casa. Estaba sentado en los columpios donde jugaban los niños muggles del barrio, aquellos con los que su madre nunca le permitió relacionarse.

Estaba claro que su padre había renovado la seguridad cuando él se había marchado de casa, porque no podía ver la señorial mansión que se erigía entre el número 11 y el 13. Sin embargo, sabía que estaba allí. De vez en cuando percibía alguna presencia extraña, con una ropa algo extravagante, incluso para los gustos muggles. Les veía llegar, y de pronto desaparecían sin que los demás viandantes se percataran de nada.

También él había tomado medidas de seguridad. Evidentemente, no era tan estúpido como para plantarse frente a una casa que ese día sería frecuentada por toda su familia, que le había repudiado, sin la protección adecuada. Por ello se sobresaltó cuando sintió que una mano se posaba sobre su hombro. Se incorporó rápidamente, y convocó un escudo incluso antes de girarse, tal y como le habían enseñado en la Academia de Aurores.

Frank Longbottom le dedicó una sonrisa orgullosa y él se relajó, bajando la varita.

- Buenos reflejos –le felicitó, sentándose en el columpio de al lado.

Observando lo ridículamente grande que se veía Frank en ese columpio infantil, tuvo una idea de la imagen que debía proyectar él también, con su abrigo de cuero y sus grandes botas moteras.

- ¿Qué haces aquí, Longbottom? ¿Comprobando de nuevo si soy un espía y venía a llorar al viejo?

El rubio le miró de reojo, y sonrió tranquilamente-.

- Relájate. Ya dejé todo eso atrás hace meses. Me manda Moody, por si a algún mortífago le da por aparecerse por aquí a dar el pésame. La Ministra va a ir al funeral, así que supongo que si quieren dar sus condolencias lo harán en casa. ¿Puedes verla, por cierto?

Sirius negó con la cabeza.

- Ya te dije que no guardan un buen recuerdo de su primogénito. Debieron reforzar la seguridad cuando me marché. Un fidelio, probablemente.

- Sí, eso parece –comentó Frank chasqueando la lengua-. Una lástima. Habría sido una gran ventaja que tú fueras mis ojos. Por cierto, ¿no deberías estar en clase?

Como respuesta recibió un bufido, aunque un minuto después Sirius suspiró. Parecía tener un debate interno. No le miraba, su vista estaba fija en la fachada que no podía ver y en la acera, esperando ver alguna cara conocida desaparecer al acceder a la vivienda.

- Lo leí esta mañana en el periódico y… En realidad no sé qué hago aquí.

- Bueno, al fin y al cabo era tu padre –dijo Frank comprensivo.

Sirius rodó los ojos.

- Un bastardo clasista. Eso es lo que era. Puede que no tan desequilibrado como mi madre, pero eso no le exculpa de todo lo que ha hecho y le ha dejado hacer a ella.

- Vislumbro una feliz infancia en esa casa –comentó Frank con todo el sarcasmo posible.

- No te haces idea…

El auror le notó tan decaído que no quiso continuar esa conversación. Estaba claro que había veces que no se debía desenterrar el pasado.

Estuvieron en ese parque alrededor de una hora, hablando solo cuando Sirius reconocía a algún asistente, pero no apareció ninguno de los que ellos buscaban. Obviamente eran más inteligentes de lo que Moody creía. Su "alerta permanente" a veces era más que exagerada.

- Muy despegado por parte de tu prima Bellatrix el no venir a dar el pésame. ¿No es muy familiar, no? –lamentó Frank en un momento dado, cuando ya debía quedar poco para que la familia se marchara al cementerio a dar su último adiós al fallecido.

Sirius se echó a reír, aunque sin una pizca de humor. Frank ya había notado que le encantaba hacer bromas sobre su familia, especialmente sobre la loca de Bellatrix, pero que no disfrutaba con ellas. Lo usaba como recurso, para darle a entender al mundo lo apartado que estaba de su familia. Pero por mucho que alguien se aleje de los suyos, por muy diferentes que sean, la sangre al final está ahí, para gloria o desgracia. Y, en este caso, la sangre de los Black era algo que le pesaba mucho a Sirius.

- Si ha declarado abiertamente su afiliación a las filas de Voldemort y aún no la habéis atrapado en todos estos años, es prueba de que de tonta no tiene un pelo. Si ha venido, probablemente lo haya hecho por otros medios. Dudo que la vayas a ver aparecer por la acera sin más.

- Lástima... Me encantaría tenerla delante hoy. Ha aparecido el cadáver de Thompson, y estoy seguro de que ella tiene algo que ver.

Sirius apreció la rabia de Frank, y endureció la mandíbula al enterarse de esa noticia. Cada vez morían más aurores.

En ese momento apareció la comitiva que estaban esperando. Pero era tan numerosa que Sirius no entendían cómo los vecinos no se volvían a mirarlos. Ellos podían verlos, por lo que no tenían puesto un hechizo muy protector, aunque conociéndolos probablemente llevaran puesto un repulsivo anti muggles. Su familia era de los que consideraban que esos indignos no merecían ni siquiera posar sus ojos sobre ellos.

Se incorporó lentamente, olvidando el perímetro de seguridad de su hechizo, y avanzó un par de pasos, con la vista fija en el grupo. Desde allí podía ver a su madre, atractiva y fría como siempre. Su cabello moreno estaba recogido en un tirante moño, la capa, negra y visiblemente cara, destacaba con su piel blanca, y el hilo dorado que hacía dibujos en las mangas no le cabía duda de que era de oro.

A su lado, cual perrito fiel, iba Regulus. No le había visto desde que había acabado Hogwarts, aunque sí había sabido que no había vuelto para finalizar su último año. Había crecido por lo menos un palmo desde la última vez que habían coincidido, sin duda ya sería más alto que él. Seguía igual de delgado, no había sacado la complexión fuerte que Sirius había heredado de Orion. Se había cortado el cabello bastante desde la última vez. Igual que él. Parecía una broma que, pese a tener tan mala relación, ambos solieran coincidir en esas pequeñas cosas.

Walburga caminaba del brazo de su nuevo heredero, con esa actitud tan estirada que parecía que le habían metido un palo por el culo. A su lado, Regulus daba la imagen de hijo perfecto. No tan recto ni tan seguro como ella, pero aguantaba muy bien el tipo. Su hermanito estaba haciéndose mayor.

Cuando giró la cara para estrechar la mano de un tío de su madre, Sirius pudo percibir que Regulus le había visto. Se le quedó mirando varios segundos, durante los cuales él no apartó la vista. Sus miradas conectaron, y ambos se reconocieron. Pero la expresión de Regulus no lo delató, nadie más se percató de que el primogénito de Orion Black estaba allí.

Podía haberle descubierto, y las consecuencias podían no haber sido buenas. Su familia tenía ganas de vengarse de su última oveja negra. Por otro lado, Sirius iba acompañado de un auror y podría reventar el funeral si así lo quisiera con solo dar un par de datos sobre su hermano.

Pero ambos llegaron a un acuerdo silencioso. Izaron una especie de bandera blanca y mantuvieron la paz por el momento. Regulus apartó la mirada y siguió caminando, y Sirius les vio desaparecer mientras se relajaba.

- ¿Te ha visto? –preguntó Frank tras él, después de guardar un tenso silencio.

Sirius asintió con la cabeza.

- No dirá nada –aseguró convencido.

Frank asintió, sin preguntar el por qué. Era hijo único, pero podía entender la clase de vínculo, incluso no intencional, que se formaba entre hermanos. Sin embargo, sí le pareció que ese era el momento de sacar un tema que había rumiado en silencio desde hace meses.

- Nunca hemos podido averiguar si realmente tiene conexiones con Voldemort o no. Sé que es un crío, pero también dejó Hogwarts antes de tiempo. Y hay rumores que le relacionan con los mortífagos.

Sirius también tenía dudas, y suponía mucho. En su mente permanecían los recortes de prensa sobre Voldemort que Regulus guardaba en su cuarto con reverencia. No le cabía duda de que su hermano menor se había unido a los mortífagos en cuanto tuvo edad para hacerlo. Y más con las conexiones que tenía, con Bellatrix tan cerca de ese pirado por la magia oscura. Ya habían sucedido cosas durante el último curso que le habían hecho sospechar de él.

Sin embargo, se encogió de hombros.

- Por lo que sé, mi padre lleva más de un año enfermo. No es extraño que mi madre haya querido tener a su nuevo heredero a mano, en vistas de que pasara lo inevitable.

- Así que tú no sabes nada que nos lo pueda confirmar, ¿no? –preguntó Frank con suspicacia.

- Solo conjeturas. No he podido confirmar nada. Regulus siempre ha sido un libro cerrado…

Y ese era un tema espinoso. Comprendido. Frank no quiso insistir más. Tras los primeros meses en los que había desconfiado abiertamente de Sirius, ahora ya no se cuestionaba sus motivos. Le conocía lo suficiente como para saber que si tuviera confirmación ya habría entregado a Regulus Black, aunque eso le torturara interiormente el resto de su vida. Tenerle cenando en su casa cuatro días por semana había hecho que le conociera lo suficiente como para afirmar eso.

- En fin. No sé qué harás tú durante el resto del día, pero yo tengo que dar reporte de una mañana totalmente improductiva.

- Dale mis saludos a Moody –comentó Sirius con una pequeña sonrisa torcida, mientras se volvía a sentar en el columpio-.

- Supongo que te quedarás aquí un rato más. Te veo después en el cuartel. O en casa. Alice preparará pollo.

- Suena bien.

Pero esa noche no le verían. No querría preocupar a Alice más de lo necesario. Eso también le quedó claro a Frank por su tono distante. Le dio un amistoso golpe en el hombro y comenzó a alejarse.

- Oye, Frank –le detuvo Sirius, por lo que se giró a mirarle-. ¿Cómo me has encontrado? Tenía puesto un escudo.

Frank sonrió, meneando con la cabeza.

- Aún te queda mucho por aprender para llegar a mi altura, Black. Trabaja duro y puede que algún día seas tan buen auror como yo.

Y no esperó al siguiente comentario de Sirius para desaparecerse, dejándole solo con sus pensamientos.


Esa mañana Grace no acudió a la Escuela de Derecho Mágico. Había faltado durante tres meses con un permiso oficial, un día más no le iba a resolver nada. Además, aparte de Lily, tenía a un amigo que visitar ahora que estaba de vuelta en Londres.

Entró a San Mungo como si fuese su segunda casa, aunque apenas había estado en el hospital un par de veces antes. Sin embargo, al enterarse de que Marco Manccini había comenzado allí sus prácticas como sanador, acudió allí sin pensárselo dos veces.

Marco fue su compañero en Hogwarts durante el último año cuando llegó, gracias a la beca Merlín de Intercambio, desde Italia. A pesar de que Marco había caído en Hufflepuff, había surgido una conexión muy rápida entre ellos. Aunque quizás debería ser llamada por su nombre: atracción.

En aquella época, ella aún no había comenzado una relación con Sirius y Marco era el chico nuevo asediado por la población femenina Hogwarts. Era más atractivo que guapo, con su pelo castaño y sus ojos oscuros. Su estatura quizá era algo inferior de lo que se consideraba adecuada para un hombre, pero la solventaba con una voz de locutor de radio y un acento italiano que encandilaba a todas.

Tras un pequeño encuentro en un armario de las escobas y un par de citas bastante inocentes, lo cierto es que su relación se había enfriado. Ella había admitido sus sentimientos por Sirius y él se había apartado elegantemente, centrado en algunas de otras tantas chicas que tenía alrededor. Pero ambos habían conservado una amistad sana y verdadera, que había continuado cuando Marco decidió seguir estudiando Medimagia en Inglaterra.

Y ahora había sabido que, tras medio año estudiando el primer curso, ya estaba realizando prácticas en San Mungo. Lily se lo había confesado con una mezcla de celos y admiración, aunque a Grace no le cabía duda de que la pelirroja sabía que solo la había superado porque ella no le estaba dedicando a sus estudios todo su tiempo. Su actividad en la Orden la perjudicaba y le hacía escoger entre las clases y las misiones, siendo estas últimas más importantes. Marco, simplemente, estaba dedicado en cuerpo y alma a su carrera. Aun así, lo que había hecho era una proeza y tenía que felicitarle.

Preguntó por él en recepción a una bruja rubia que estaba muy atareada limándose las uñas y recibió una respuesta borde y una mirada glacial. Siguió sus escasas indicaciones mientras se reía por su reacción. Obviamente, esa mujer no era la alegría de la huerta, pero por el repaso que le había dado seguro que le había echado un ojo a su amigo y se preguntaba si ella era la afortunada que le esperaba en casa todas las noches. Si supiera…

Marco se encontraba en la zona de curas, llevando a cabo trabajos menores y aprendiendo a nivel práctico los hechizos y las pociones de curación de enfermedades. Le encontró solo, mezclando un par de pociones mientras leía atentamente un libro de recetas. Su atractivo se realzaba cuando estaba concentrado y sus largas pestañas parecían a punto de enredarse cuando fruncía el ceño.

- Me parece rarísimo que a ti se te complique alguna poción, Marco –comentó con una sonrisa mientras se apoyaba en el umbral de la puerta.

Él se sobresaltó y casi dejó caer las pociones cuando escuchó su voz. La miró durante dos segundos, sin acabar de creerse que estuviera allí, y sonrió con alegría.

- ¡Grace! ¡Estás aquí! –exclamó mientras posaba los frascos sobre la mesa y corría a abrazarla.

Ella se dejó querer mientras apretaba los brazos en torno al cuello de su amigo e inspiraba su aroma. Le había extrañado.

- He vuelto –declaró mirándole con una sonrisa.

- ¡Pero entra! –dijo él para hacerle pasar dentro de la estancia y cerraba la puerta tras ella-. Así que ya no has podido huir más tiempo. ¿Te han obligado a volver?

Grace hizo una mueca por su broma, pero le sonrió con nostalgia mientras se sentaba en la silla que él le cedió.

- Dumbledore insistió. Y yo ya había acabado mi investigación allí.

Marco volvió a sentarse en su silla, pero olvidó momentáneamente su trabajo para observarla.

- Seguro que has puesto excusas. Cualquiera era buena para escaquearte de volver y enfrentarte a Sirius.

- ¿Tú también vas a empezar con el tema? –preguntó fastidiada, rodando los ojos.

Marco se echó a reír. Alargó el brazo y tiró de la silla de su amiga para acercarla a él.

- No te enfades –dijo al verla fruncir el ceño. Dejó de reírse y la miró más seriamente-. Vas a hablar con él, ¿no?

Grace le miró directamente.

- ¿Por qué todos insistís en ello? No le veo a él corriendo a mi encuentro.

- Porque estáis así por tu orgullo, principalmente –respondió tranquilamente, a lo que ella bufó.

- Tendría que haber supuesto que te pondrías de su parte. Todos los hombres hacéis piña. ¿Te tengo que recordar que él no te soporta?

Marco no se mostró afectado por una declaración que ya conocía, sino que le sonrió con su encanto natural.

- Ya sé que no me soporta. Tiene celos de mí, aunque nunca ha querido admitirlo. Pero no me pongo de su parte porque tenga la misma testosterona que yo. Hablé con Lily del tema y de verdad creo que es algo que podríais solucionar.

Ella empezó a mosquearse ante esa revelación.

- ¿Así que ahora os dedicáis a esto en clase? ¿A meteros en mi vida? Menudos sanadores vais a ser. Ya estoy más tranquila por mi salud…

- Solo nos preocupamos por ti –dijo rodando los ojos ante su dramatismo-. Además, Lily casi no aparece últimamente por clase y, desde que he empezado las prácticas aquí, yo no voy mucho tampoco. Así que no tenemos mucho tiempo para cotillear sobre ti.

Grace suspiró, relajándose un poco por el cambio de tema.

- Sí, cada vez le dedica más tiempo a la Orden. Por eso me he vuelto, entre otras cosas. Todo se está complicando mucho y cada vez hay menos gente dispuesta a ayudar.

Marco asintió con cuidado. Era un tema espinoso para él. Al contrario que la mayoría de la población, conocía la existencia de la Orden del Fénix, pero no quería saber nada de participar en ella activamente. Él no era un buen duelista, todo era demasiado peligroso y su familia estaba demasiado expuesta aunque fuese a cientos de kilómetros de distancia. La única colaboración que le había ofrecido a Dumbledore eran sus habilidades como sanador y algún favor encubierto en cuanto obtuviera su plaza en San Mungo.

- Elena lamentará que hayas vuelto –dijo cambiando de tema-. Ahora no tendrá a nadie a quien visitar en París.

Grace sonrió divertida.

- Yo también echaré de menos irme de fiesta con ella a ligar con chicos franceses sin que tú estés detrás cortándonos el rollo.

Se echó a reír y esquivó la mano de Marco, que pretendía pellizcarle el brazo como castigo. Elena Fernández era la novia de Marco. La chica, un par de años mayor que ellos, española y más sexy que atractiva, trabajaba en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional. Por ello, en su trabajo, viajaba a menudo, sobre todo al país vecino. Y, durante los meses que Grace había vivido en París, ambas habían aprovechado que estaban solas para pasárselo bien y salir de fiesta, aunque nada había sido como ella le había dicho a Marco. Eso solo lo decía para torturarle.

Aun riéndose sin parar volvió a sentarse y le miró fruncir el ceño.

- Te juro que no me acostumbro a verte enamorado. El don Juan de Hogwarts ha salido definitivamente de circulación.

Marco rodó los ojos ante ese calificativo.

- Habría jurado que el don Juan de Hogwarts era tu novio.

- Sirius ya no es mi novio –le aclaró, perdiendo el buen humor-. Asumidlo, y ya está.

- Eso será cuando deje de importarte. Aún sigues colada por él. Seguro que, discretamente, ya habrás investigado cómo ha estado estos meses.

- El hecho de que me preocupe por él no significa que siga enamorada de él –dijo, sin negarlo-. Hemos estado juntos un año, no soy de piedra. Pero todo lo que pasó y mi posterior reacción son prueba suficiente de que no estamos hechos para estar juntos. Mejor que cada uno vaya por su lado.

- Lo que ha pasado solo es prueba de que sois dos orgullosos. Y tú eres aún peor –la acusó con el dedo.

- ¿Yo? –ella se señaló a sí misma incrédula.

- Sí, tú. Como hombre, me exaspera tu actitud. Y como amigo, te mataría. La que has liado por un…

- Vale, se acabó –le interrumpió Grace poniéndose en pie-. No debería haber venido. Además, estás trabajando.

Fue a coger el bolso que había dejado posado encima de la mesa, pero Marco se lo arrebató antes.

- No te enfades conmigo ahora. Solo quiero que reacciones –suplicó.

- Y yo quiero pasar página. ¿Tan difícil es de entender? –preguntó, mostrando por primera vez lo mucho que el tema le afectaba.

Marco suspiró, mirándola a los ojos.

- No. Muy bien, te dejaré equivocarte solita. Pero quiero que sepas que puedes hablar conmigo siempre, ¿de acuerdo?

Grace le sonrió, algo más relajada, mientras le arrebataba el bolso y se lo colocaba al hombro.

- Por supuesto. Por algo tú eres mi confidente masculino. Remus sería muy poco objetivo en este aspecto.

- Yo no soy tan objetivo. Siempre acabo poniéndome de tu lado –declaró él, levantándose y acompañándola a la puerta.

- Precisamente lo que cualquier chica necesita –le dio un beso en la mejilla y sonrió-. Me alegro de volver a nuestras charlas.

- Y yo. Te he echado de menos. Pásate esta semana por casa. Sé que Elena te ha visto más estos meses, pero se alegrará de verte de vuelta. Así averiguaré qué hay de cierto en vuestras excursiones por la noche parisina.

- ¿Es que tu novia no te ha contado que los franceses usan muy bien la lengua? –le preguntó supuestamente incrédula, para picarle. Le guiñó un ojo y se echó a reír al ver su cara.

Marco alargó la pierna, tratando de darle una amistosa patada en las posaderas, pero ella se apartó risueña.

- Lárgate, Sandler. Algunos tenemos un trabajo que mantener.

Grace le lanzó un beso y su risa siguió haciendo eco en el blanco pasillo de San Mungo mientras se alejaba camino a la salida. Él la observó unos segundos, realmente contento de tenerla de vuelta, y después volvió a entrar a la sala donde continuó enfrascado en el libro de pociones curativas.


- Nada, no se ha llevado el espejo –se quejó James guardando su espejo mágico al no haber tenido respuesta a su llamada por tres veces-. Sinceramente, no creo que haya ido al cementerio.

Remus, Lily y él recorrían las calles cercanas a la guarida de la Orden del Fénix.

- Bueno, era su padre a fin de cuentas –dijo la pelirroja dudosa.

Remus negó con la cabeza.

- No, Lily. Yo tampoco creo que haya ido al entierro. Seguramente está por ahí, dándole vueltas a la cabeza o quién sabe. Además, no es tan tonto como para arriesgarse a ir y que le vea su familia.

Los tres suspiraron al tiempo, compartiendo una misma pregunta en su momento. Fue Lily quien la pronunció.

- ¿Y entonces?

En ese momento Peter llegó corriendo hacia ellos, visiblemente agitado. Dada su forma de jadear y de apretarse el costado del tórax fue evidente que había llegado corriendo.

- Ya estoy aquí ¿Habéis encontrado a Sirius? –preguntó con la voz entrecortada.

- ¿Ya lo sabes? –le preguntó James, sorprendido de que les hubiese encontrado tan pronto.

- No, aún no –le respondió Remus al mismo tiempo, dejando que Peter se apoyara en él para recuperar el aliento.

- Sí, Fabian me lo ha contado –confirmó-. Personalmente creo que estará celebrándolo en cualquier sitio. Eso es más propio de Canuto.

James se carcajeó ante esa idea, pero con una sonrisa cariñosa, mientras pensaba en su hermano postizo, tuvo que aceptar que tenía sentido. Mientras asentía con la cabeza, Remus torció el gesto, dándose cuenta de que esa opción era la más plausible. Lily, sin embargo, se cruzó de brazos aún preocupada.

- Aun así no me quedaré tranquila hasta que le encontremos –miró su reloj de muñeca y resopló-. Y tenía clases prácticas esta tarde…

- Lily, márchate –insistió Remus-. Nosotros nos encargamos. No es un tema grave.

Pero ella no estaba de acuerdo.

- Ha muerto su padre y él no aparece. No me parece que sea algo leve.

James la abrazó por la cintura, apartándola un poco de los chicos para que centrara su atención en él.

- En serio, princesa, seguro que Peter tiene razón y está en algún bar destrozándose el hígado para celebrarlo, y rezando porque su madre sea la siguiente.

Remus sonrió, rendido.

- Eso suena a nuestro Canuto –reconoció, a lo que Peter asintió firmemente con la cabeza.

- Vete a clase –insistió de nuevo su novio-. Ya has perdido demasiadas por culpa de la Orden, y ese maldito italiano ya te ha adelantado, no podemos permitirlo.

Lily sonrió ante la inmortal competencia de James, que ni siquiera se relajaba cuando el tema no le concernía a él.

- Cuando tengamos a Marco infiltrado en San Mungo agradecerás que sea un alumno aventajado –le aseguró golpeándole la punta de la nariz con el dedo índice.

- Espero no tener motivos –le confesó él besándola en ese dedo-. Venga vete, te aviso en cuanto le encontremos.

Resignada, y sabiendo que no podía permitirse perder más clases, Lily se apartó para desaparecerse, y volver a la Escuela de Sanadores. Aun así, no pudo evitar mandarles una mirada preocupada. Odiaba dejarles solos cuando una de las patas del grupo fallaba, y ella estaba realmente preocupada por Sirius.

Cuando desapareció, los tres chicos formaron un círculo y acercaron sus cabezas para conspirar. Enseguida Remus se puso al mando.

- Bien, si seguimos la pista que se le ha ocurrido a Colagusano, que por desgracia parece la más probable, tenemos que pensar en sitios donde haya podido ir a emborracharse.

- Yo iré a Candem –se apresuró a decir James antes de que añadiera más-. Hay unos cuantos garitos que solemos frecuentar cuando los dos estamos libres.

Remus y Peter asintieron, conscientes de que James sabría mejor que nadie qué locales podría preferir Sirius para pasar el rato.

- De acuerdo. Yo rastraré por Piccadilly –se ofreció Remus, pues Piccadilly Circus era la zona más concurrida de Londres, y a Sirius jamás le habían afectado las multitudes en absoluto.

- ¿Y yo? –preguntó Peter al no tener una misión asignada.

- Tú vete a su casa y asegúrate de que no ha vuelto. Y si no lo ha hecho te quedas hasta que llegue, y nos avisas –le ordenó James haciéndole fruncir el ceño.

- ¿Sabéis que también puedo hacer algo más que quedarme todo el día sentado en la escalera hasta que aparezca, no? –comentó visiblemente picado.

Ante su molestia, Remus intervino conciliador.

- Claro que sí, Colagusano. Pero necesitamos que alguien vigile por si vuelve a casa. No vaya a estar tumbado en su sofá mientras nosotros nos pateamos Londres como unos gilipollas…

Peter bufó en voz baja, aún poco convencido, pero cedió.

- Muy bien…

Como un buen amigo obediente, Peter se apareció cerca del barrio donde vivía Sirius, un sitio bastante chungo de Newham. Sin dudarlo mucho, llegó al edificio enseguida, sorteando a mendigos que dormían en cajas de cartón, y a yonkies que estaban tirados en el portal tan colocados que no reaccionaron cuando les pasó por encima. Subió las escaleras de los tres pisos de dos en dos. Cuando llegó al ático, se dirigió a la puerta de la izquierda y comenzó a aporrearla sin paciencia ninguna.

- ¡Sirius! Si estás ahí abre la puerta. Llevamos todo el día buscándote y no me apetece estar esperándote en el rellano.

Ante su negativa a abrir, o que quizá era cierto que no estaba en casa, Peter decidió que no iba a estar todo el día sentado esperando a que su amigo diera señales de vida. Sacó su varita y estaba dispuesto a tirar la puerta abajo cuando la puerta del piso de al lado se abrió, y una joven de largo cabello castaño y cara redonda asomó la cabeza.

- Se marchó esta mañana, y no ha vuelto –le dijo mirándole fijamente.

Durante un segundo ambos se miraron a los ojos, reconociéndose. A pesar de saber que Sirius tenía una vecina, Peter nunca había coincidido con ella. Era tal y como Sirius la había descrito: Curvilínea, pálida, pecosa, y en cierto modo atractiva. Vestía con ropa ancha y colores chillones, y su pelo estaba lleno de trencitas, como las que Gisele se ponía a menudo cuando estaban en Hogwarts.

Salió de su ensoñación cuando se percató de que ella también le estaba analizando.

- Debes de ser Peter, ¿me equivoco? –le preguntó.

- Y tú la famosa vecina, April. Ya empezaba a creer que no existías. ¿Cómo me has reconocido?

Ella sonrió, sintiéndose en confianza por lo que sabía de Peter por boca de Sirius, y se apoyó en el marco de su puerta.

- Sirius siempre habla de sus tres amigos, pero a James y a Remus ya les he conocido. Contigo aún no había coincidido.

- Sí –admitió él, sonrojándose por su evidente escrutinio. ¿Le estaría comparando con sus amigos? Al ser vecina de Sirius seguro que tenía el listón muy alto con los tíos-. ¿Estás segura de que no ha vuelto?

April negó con la cabeza.

- A no ser que se haya materializado dentro de su piso… -bromeó, aunque Peter miró desconfiado la puerta del piso por encima de su hombro-. Eres el primero que aparece por el rellano hoy. Y llevo todo el día en casa.

- Vaya… -comentó sin saber qué decir. Se miró los pies un segundo, y luego la enfrentó-. Bueno, voy a esperarle aquí, si no te importa.

April abrió más la puerta de su piso.

- Hombre, no esperes en la puerta. Entra, desde mi piso le oiremos llegar.

- ¿Estás segura? –titubeó él inseguro.

- Bueno, si todo lo que Sirius ha dicho de ti es cierto, eres bastante inofensivo –dijo con una divertida sonrisa, entró a su apartamento y mantuvo la puerta abierta como invitación-. Me arriesgaré. Vamos entra.

Tras dudar un segundo, Peter lo hizo. Sirius no parecía en casa, y no tenía ganas de pasarse todo el día sentado en la escalera.

- No quiero molestarte –insistió, entrando en la sala de estar.

La casa de April podría estar en el mismo edificio y lugar que la de Sirius, pero no parecía un tugurio a punto de caerse. Era cálida y acogedora. El color era diferente en cada pared, pero todos eran suaves y relajantes, y había muchas flores y adornos naturales. Lo que llamó la atención fueron la cantidad de cuadros pintados con el dedo que había allí.

- Tranquilo –respondió April sentándose en el sofá, y animándole a tomar asiento en la butaca frente a ella. Cogió un trozo de tela que estaba tejiendo y continuó, mientras hablaba-. Estoy trabajando, pero la ventaja de hacer artesanía es que puedo recibir visitas y hablar mientras lo hago.

En ese momento Peter se fijó en que la mesa del centro estaba llena de objetos hechos a manos.

- ¿Esto lo has hecho tú? –preguntó, cogiendo un bolso hecho de tela.

- Sí. Los vendo en el mercado los fines de semana. ¿Vas mucho a Portobello?

- La verdad es que no demasiado –admitió avergonzado por no saber qué sitio era aquel.

Pero ella no pareció percatarse.

- Yo tengo un puesto allí. Hay un ambiente fantástico, y con todos los turistas que está habiendo últimamente… La verdad es que tengo suerte de poder pagar el alquiler con ello. ¿Tú a qué te dedicas?

- Trabajo de dependiente en una librería –respondió escuetamente.

- ¿Ah sí? –April parecía emocionada-. Me encanta leer ¿Dónde está?

- Cerca de Charing Cross –respondió esquivo, y temiendo que en su cara se percibiera la mentira. Obviamente no podía nombrar al Callejón Diagon bajo ningún concepto-. Pero es muy pequeña y está muy especializada. No vendemos novelas.

- ¿Y en qué os especializáis? –preguntó ella, haciéndole tragar saliva. Afortunadamente, parecía tan emocionada con la conversación que no se calló para escucharle, sino que siguió hablando-. Yo disfruto mucho de los libros esotéricos, y sobre cuestiones paranormales. Ya sabes, apariciones, muertos vivientes, fantasmas, magia… ¿No sería fantástico que todo eso existiera de verdad?

- Bueno, según qué cosas… -dijo con una pequeña sonrisa divertida. Sin ella supiera.

A partir de ahí, ambos pasaron horas hablando sin parar, solo deteniéndose cuando creían oír algún ruido por las escaleras. Sin embargo, Sirius no apareció en toda la mañana, y la tarde se les echó encima. Ninguno reaccionó al paso de las horas, sino que April le invitó a comer y Peter aceptó encantado.

No recordaba haberse sentido tan cómodo hablando con una chica. Era cierto que le divertían muchas de sus declaraciones, y tenía que tener cuidado con lo que decía él, pero jamás se le habría ocurrido que una muggle fuese tan interesante como esa chica. Ahora comprendía porqué Sirius había estado tan insistente en presentársela, mientras que él evitaba siempre ese momento avergonzado.


Cuando el funeral acabó, Regulus se despidió rápidamente de su madre y del resto de su familia, y se marchó rumbo a la guarida donde las fuerzas oscuras se habían emplazado recientemente.

Necesitaba estar solo, necesitaba pensar. Durante el último año la salud de su padre había sufrido altibajos. Ya había creído perderle la primavera anterior, aunque se recuperó milagrosamente y pasó un verano bastante tranquilo. Sin embargo, él y su madre habían sabido que su salud no duraría para siempre.

Por ese motivo Walburga le había pedido hacerse cargo de la representación familiar en casi todos los actos del último año. Como heredero era su obligación. También lo habría sido el asegurarse, tan pronto como saldría de Hogwarts, en proporcionar una continuidad a la saga de los Black, cuyo apellido dependía de él en exclusiva (por supuesto, jamás se aceptaría en su familia a ningún posible hijo que tuviera Sirius algún día).

Pero él había maniobrado para librarse de ese compromiso que su madre había acordado para él. Abandonó Hogwarts un año antes para integrarse en las filas de Voldemort, con el beneplácito de sus padres, y abandonó a la futura novia bajo la promesa –que él sabía que era falsa-, de encontrar una unión más ventajosa para los Black cuando consiguiera un puesto relevante en el nuevo mundo que se erigiría tras la victoria absoluta de Voldemort.

Afortunadamente Yaxilia Selwyn no había dado demasiados problemas, como toda buena chica de alta sociedad. En privado había rabiado, gritado y roto cosas, pero en público solo declaró que el compromiso se había roto de mutuo acuerdo por diferencias irreconciliables. A estas alturas se encontraba cursando su último año de escuela, ajena a la guerra, y ya se encontraba felizmente comprometida con otro compañero suyo. En fin, Maxwell Nott era suficientemente mayor como para saber dónde se metía…

Sin ganas de desaparecerse recorrió las calles adyacentes al cementerio. Aún tenía unos minutos antes de tener que presentarse obligatoriamente frente al mismísimo Voldemort, que había exigido su presencia y la de Bellatrix.

Reprimió un escalofrío. Lo cierto era que no disfrutaba de estar en la misma habitación que su Señor. Le ponía nervioso, alerta. Cuando estaba frente a él, sus barreras instintivamente se levantaban, y la oclumancia le salía casi natural. En esos momentos agradecía que su padre les hubiera instruido a él y a Sirius desde muy pequeños. "Nuestra ancestral familia tiene muchos secretos, y no podemos arriesgarnos a que los descubran aquellos que no comparten nuestra pureza", había dicho entonces.

Sirius… No esperaba encontrársele ese día. Claro que había pensado en él, era imposible no hacerlo. La huida de su hermano mayor le había cedido el puesto de heredero y sucesor de su padre. Un puesto que en su momento había aceptado con alegría y orgullo, y que ahora le pesaba como una losa.

Era el peor momento de su vida para asumir ese rol dirigente en su familia. Aún no había encontrado pistas suficientes que le llevaran al asesino de Sadie, y cada vez tenía menos excusas para no participar activamente en los ataques. Pronto tendría que hacer más, o descubrirían que estaba más interesado en vengar la muerte de su amiga que en ayudar a forjar ese nuevo mundo mágico.

¿Por qué Sirius había estado vigilando la puerta de su casa? A pesar de tener muchas y más importantes preocupaciones no podía evitar pensar en eso. ¿Intentaba prender a algún compañero de bando que fuese a darle el pésame, o quizá a él mismo? Había sabido que estaba estudiando para convertirse en auror, y también que participaba activamente en esa Orden del Fénix. Sin embargo, dudaba que Sirius fuera directamente a por él. A ambos les había quedado claro que ninguno de los dos podría dañar conscientemente al otro. Les unía demasiado.

Por eso fingió no haberle visto en ese momento. Quizá estuviera rodeado de aurores, esperando una oportunidad. Pero Sirius era tan inconsciente que no le costaba imaginársele solo ante el peligro. Y si hubiera alertado de su presencia había demasiados familiares con ganas de hacerle pagar el haber traicionado a los Black. La primera Bellatrix, aunque ni siquiera ella era tan loca como para descubrirse en ese momento, siendo una de la fugitivas más buscadas.

Intentando dejar de pensar en su hermano, pues le estaba empezando a doler la cabeza, se metió al primer callejón que vio y, dando una vuelta sobre sí mismo, se desapareció. El lugar donde apareció era más oscuro y sombrío, y el ambiente más frío. Las guaridas que Voldemort escogía para su bando siempre eran similares, pero era el precio que pagaban por la clandestinidad. Cuando ocuparan el poder podrían contar con la confortabilidad de las oficinas del Ministerio de Magia.

Revisando su reloj vio que llegaba a tiempo, por lo que se relajó. Si algo no toleraba el Señor Oscuro era la impuntualidad. Tras recorrer un par de pasillos, llegó a la puerta que daba a las estancias privadas de su Señor, donde Bellatrix ya esperaba impaciente. No le dirigió la palabra, ya que acababa de verle en el funeral. Aunque, de todos modos, Bellatrix no le hacía mucho caso normalmente. No al menos desde que quedó claro que no iba a formar parte de los favoritos del Señor Tenebroso a corto plazo.

La puerta se abrió sola en ese momento, señal de que ambos podían pasar. Bellatrix se precipitó dentro de la estancia rápidamente, como si tuviera miedo de que la oportunidad de una audiencia se esfumara. Regulus la siguió con paso más tranquilo.

El Señor Oscuro estaba frente a ellos, sentado en un lujoso sillón antiguo que estaba situado cerca del fuego. Apoyada en el reposabrazos, con la cabeza relajada y los ojos cerrados mientras recibía gustosa unas caricias en su fría piel, estaba su fiel mascota: Nagini.

Regulus no estaba seguro de sentirse cómodo en compañía de ese animal. Era de Slytherin, por lo que apreciaba enormemente las cualidades de las serpientes en cuanto a astucia, sigilo y oportunidad. Pero una cosa era eso y otra que le gustara acariciar sus frías pieles en sus ratos libres o verla devorar animales enteros.

Bellatrix avanzó ansiosa, se arrodilló frente a Voldemort y le besó una mano con reverencia. Regulus notó que, aunque le divertía esa exagerada reverencia por parte de Bellatrix, puso cara de asco cuando ella tocó su piel sin su permiso. Sin embargo, era su colaboradora más fiel, por lo que no hizo más que apartar la mano e instarla a levantarse. Cuando Bellatrix se puso junto a él, Regulus se obligó a mirarle a los ojos con la mayor tranquilidad que podía.

Estaba seguro de que en el pasado había sido un hombre atractivo. Sus rasgos aún contenían belleza y elegancia, aunque algo dentro de él parecía pudrirse y salirse por sus poros. Solo eso explicaría que su cara se fuera deformando, sus ojos se hubieran vuelto rojos y su piel cada vez tuviera mayor parecido con la de Nagini.

- Bellatrix me ha informado de tu pérdida, Regulus –Voldemort se dirigió directamente a él con su voz grave y seseante.

Él se obligó a prestarle toda su atención.

- Por supuesto, quiero aprovechar este triste momento para apoyarte y motivarte a honrar a tu padre, muchacho. Fue para él motivo de orgullo el que te unieras a mí, y aunque en vida no pudo apreciar nada extraordinario en tu colaboración, estoy seguro de que podrás honrarle en la muerte. Eres un Black, un apellido lleno de estirpe y pureza. Y como tal, tu lucha contra los impuros es obligatoria. Estoy convencido de que, ahora que eres el cabeza de familia, harás todo lo necesario para llevar la gloria a tu casa, así como ya ha hecho mi querida Bella en incontables ocasiones.

Bellatrix en ese momento se deshizo en agradecimientos y halagos hacia su superior, casi llegando a arrodillarse de nuevo en el suelo. Regulus tuvo que reprimir un gesto de asco ante esa pérdida total de orgullo. Sin embargo, siguió mirando a los ojos a ese hombre y asintió firmemente.

- Le aseguro que trabajaré duramente para honrar la memoria de mi padre y su causa, mi Señor. Estoy completamente comprometido con esta lucha.

- Estupendo –exclamó Voldemort, ignorando los gemidos de Bellatrix y avanzando hasta él.

Le puso una mano en el hombro y Regulus consiguió retener el escalofrío que le produjo el frío que emanaba.

- Estoy seguro de que lo harás. Por ello, sé que pese al dolor que debes sentir, ahora mismo volverás al laboratorio a colaborar con el resto de tus compañeros. Mis magníficas pociones no se realizan solas. Ah, y participarás con Bellatrix en el próximo ataque que orquestaremos mañana por la mañana. Sin excusas.

- Por supuesto, señor.

Sentía la boca seca. Voldemort se había dado cuenta de que había retrasado lo máximo posible colaborar activamente con los ataques, y se había centrado solo en participar en los laboratorios de pociones. Desde el ataque a Hogsmeade del año anterior no se sentía preparado para volver a la batalla. Había visto demasiado ese día.

Pero las excusas se habían terminado, y debía afrontar sus deberes. Cuando El Señor Tenebroso le obligó a marcharse para quedarse a solas con Bellatrix, él no perdió el tiempo. Decidió obedecer y no llamar la atención sobre sí mismo durante un tiempo, pasar desapercibido hasta que esa impresión de que se escaqueaba muriera, y pudiera ganarse los favores del Señor Tenebroso, tal y como les había prometido a sus padres. Quizá en esa situación pudiese encontrar más fácilmente la respuesta al enigma de quién mató a Sadie ese día.

Salió de allí y se dirigió al laboratorio de pociones, aquel que regularmente iban cambiando para evitar que los aurores o la Orden del Fénix les descubrieran. Era una casa grande y aparentemente normal, junto al río, pero por dentro había tres plantas de estancias en las que los pocionistas más avanzados del ejército oscuro se dedicaban a elaborar brebajes que su bando usaba en la guerra.

En la planta baja estaban almacenadas las que ya estaban terminadas y probadas, y estaban custodiadas por dos de los más jóvenes, e inexpertos. Dos compañeros de clase de Regulus que, como él, habían decidido no volver a su último año de escuela. Les saludó con la cabeza y subió a la segunda planta, donde el viejo señor O'Donell, el encargado del laboratorio y experto en pociones, preparaba un complicado brebaje junto a Severus Snape, alumno aventajado donde los hubiera.

Regulus no estaba en absoluto a la altura de Snape. Probablemente ninguno lo estaba, y pronto O'Donell se quedara atrás si el joven seguía progresando tan rápidamente. Pero sí había sido bastante notable durante sus clases de pociones, y por ello había acabado colaborando en los laboratorios. Cosa que prefería antes que una batalla, aunque no era malo tampoco en los duelos.

- Black, ¿qué haces aquí? –preguntó O'Donell cuando le vio.

Snape levantó la cabeza un segundo, pero volvió a cortar sus ingredientes con desinterés, lo que Regulus agradeció. Él fingió que era un día más, y avanzó por la estancia, recogiéndose las mangas de la túnica.

- Me envía el Señor Oscuro para serle útil, señor. ¿Quiere que vaya con Tyler a continuar con el Filtro de los Muertos?

- No seas absurdo –desechó en anciano adelantándose y dejando a Snape solo con la poción-. Acabas de enterrar a tu padre. Márchate a casa. Amanda puede encargarse perfectamente de una poción tan sencilla.

- Pero señor, el Lord ha insistido. Él en persona me ha mandado aquí –protestó él, sorprendido porque alguien osara desobedecer a Lord Voldemort.

El señor O'Donell, sin embargo, no parecía asustado. Hizo otro gesto de indiferencia y le empujó hasta la puerta.

- Muy bien, pues has venido. Se lo diré y no tiene por qué saber que te has ido a casa. Aquí no me sirves de nada, con lo que has vivido hoy solo vas a distraerte y a estropearme las pociones. Y eso sí que no voy a permitirlo. Vamos muchacho, mañana será otro día.

Anonadado, Regulus tropezó mientras bajaba las escaleras. Sin saber por qué no opuso más resistencia y abandonó el lugar, sintiendo una nueva admiración por ese anciano loco que se atrevía a desafiar los mandatos de su señor.

Siempre le había considerado un personaje extraño y más centrado en las pociones que en las personas, sobre todo en las peligrosas. Estaba tan obsesionado por superar los límites de la magia, que no se detenía nunca a medir las consecuencias. Carecía de moral, y sin duda esa era su característica más preciada por Voldemort. Mientras le cortara las restricciones que le imponía el Ministerio de Magia, O'Donell estaba dispuesto a apoyarle incondicionalmente. Solo le interesa experimentar, no el propósito de cada bando.

Sin embargo, parecía que había algo más. O se consideraba demasiado viejo para tener miedo a una amenaza por su vida, o su obsesión por las pociones era tal que no le importaba desafiar a Voldemort con tal de proteger su elaboración. Era un hombre muy peculiar.

Sin darse cuenta, Regulus se había desaparecido y estaba delante de su casa en Grimmauld Place. Supo que había sido un error volver cuando entró, y el silencio se abalanzó sobre él como si el techo se derrumbase.

Toda la familia se había marchado, y supo al instante que su madre se había encerrado en su habitación, negándose a mostrar su debilidad a los demás. Desde la cocina le llegaban los gemidos lastimeros de Kreacher, que le hicieron tragar saliva con dificultad. ¿Qué iba a hacer a partir de ahora? Y, para colmo, debía participar en una batalla al día siguiente. No creía poder pegar ojo esa noche…


El sol estaba comenzando a caer cuando por fin Peter y April oyeron ruido en las escaleras. Dado que solo había dos apartamentos en todo ese cochambroso edificio, ambos supieron que solo podía tratarse de Sirius.

Dejaron las tazas de té en la mesa, interrumpieron su conversación y ambos fueron hasta la puerta. La imagen que había en las escaleras no era exactamente la que ella había esperado, aunque no le extrañó en absoluto a Peter.

Sirius estaba como una cuba. Él había acertado cuando supuso que reaccionaría a la muerte de su padre exigiendo una celebración a lo grande. James y Remus le habían encontrado, aunque ignoraba cuál de ellos, y ambos tiraban de él escaleras arriba, casi sin obtener colaboración por su parte. Al lado de Remus habían estado volando bolsas llenas de botellas, y otras tantas repletas de comida al lado de James. Afortunadamente, ambos tenían suficientes reflejos para quitar los encantamientos y tomarlas en sus manos antes de que April se percatara de ese hecho.

Al verles pasar apuros, Peter se adelantó para sujetar a Sirius de la chaqueta de cuero y tirar de él escaleras arriba.

- ¡Colagusano, amigo! Tómate una copa conmigo, que por fin soy huérfano de padre –exclamó este con el aliento apestando a alcohol muggle.

- Le hemos encontrado en Candem, como suponía James –le relató Remus posando las bolsas frente a la puerta de su amigo.

- Sí, pero son unos sosos y no se han querido tomar una conmigo. Al menos me he colado en una tienda a comprar más alcohol. Y comida, me muero de hambre.

- Solo tienes líquido en el estómago, Canuto. ¿Te extraña? ¿Qué tal, April? –le saludó James componiendo una sonrisa encantadora de niño bueno.

Ella le sonrió e iba a devolverle el saludo, cuando Sirius se dio cuenta de su presencia.

- ¡Vecinita! Tienes que venir a mi piso, vamos a montar una fiesta. ¿Te he contado que ha palmado mi padre? Vente, te invito a una copa y te cuento lo hijo de puta que era.

- Mejor otro día –respondió ella incómoda, tratando de quitársele de encima.

Peter y Remus le ayudaron, y James hacía equilibrismos con todas las bolsas de comida, deseando que ella se quitara de en medio para poder hacer magia.

- ¿Estabas aquí esperando, Colagusano? –preguntó Sirius mirando con picardía a su amigo mientras él se sonrojaba furiosamente-. Así que por fin has conocido a April, ¿eh pillín? Ya te dije que te gustaría si te atrevías a venir y hablar con ella. Le he hablado muy bien de ti, April. Eres de las pocas mujeres que ahora mismo me cae bien.

April parecía tan deseosa como ellos de pasar ese momento. Le sonrió con incomodidad a Sirius y miraba de reojo como Remus se afanaba por encontrar las llaves del apartamento.

- En serio, tenía muchas ganas de que os conocierais –siguió insistiendo Sirius dejando caer su peso sobre Peter, a quien le temblaban las rodillas, y mirándoles a él y a April con alegría. Le dio unos golpes en la mejilla a Peter y le atrapó el cachete como si fuese una abuela orgullosa-. Es un chico estupendo. Deberías darle una oportunidad, April, que sé que no tienes novio.

- Sirius –advirtió Peter dándole un pisotón que su amigo no notó.

- Suficiente –dijo Remus abriendo por fin la puerta-. Sirius deja de incomodar a tu vecina. Perdona, April.

- No pasa nada –dijo ella, quién se había sonrojado con los últimos comentarios de Sirius.

Remus y Peter tiraron de Sirius para adentro, y James les siguió deseando soltar su carga. Sin embargo, antes de que cerrara la puerta el alcoholizo gritó:

- ¡En serio, April, dale una oportunidad al chico! ¡Que conste que no le llamo Colagusano porque no llene bien los pantalones, que el muchacho cuenta con un trabuco importante!

Peter cerró la puerta de golpe, rezando porque la chica no hubiera oído ese último comentario. Sin embargo, unas risas y el sonido de la puerta al cerrarse dieron al traste con sus esperanzas. Completamente avergonzado apoyó la frente contra la puerta mientras se dejaba caer al suelo.

- Acabará rendida ante ti, Peter, ya verás –insistió Sirius desde el sofá donde Remus le había obligado a tumbarse.

- ¿Me recordáis por qué aún soy su amigo? –preguntó el más pequeño a sus otros dos amigos.

Remus estaba abriendo las bolsas de comida, utilizando su varita aliviado de tener campo libre, y James parecía haber decidido que, para soportar a Sirius, tenía que ponerse un poco más a su altura. Destapó una botella de ginebra y le dio un largo trago sin usar ningún vaso. Después se la tendió a Peter.

- Porque si no nos soportamos entre nosotros, nadie más lo hará –le recordó, secándose la boca con la manga del abrigo.

- Amén a eso –dijo Peter dando otro largo trago.

- ¡Ey, yo también quiero! –exclamó Sirius con voz llorosa, extendiendo las manos hacia él.

- Tú ya has bebido bastante –le riñó Remus pasándole un bocadillo grande lleno de pavo y mahonesa que acababa de hacer-. Come algo anda, que si no mañana vas a estar fatal.

- No, no. Tenemos que montar una fiesta. Hoy vemos amanecer, ¿eh? Descansamos un poco y vamos por ahí a liarla.

- Para eso estás tú –rió James sentándose a su lado en el sofá, junto a otra botella de ginebra que acababa de abrir-. ¿No has bebido demasiado para ser solo una celebración por lo de tu viejo?

- Ninguna celebración será suficiente, Cornamenta. Llevo tres años esperando este momento. Solo lo mejoraría si mañana al levantarme descubriera que también ha palmado la vieja hurraca.

James se echó a reír, aunque Remus, sentando en un sillón frente a ellos, no le encontró la gracia.

- Como sigas a este ritmo, igual palmas tú antes que ella. ¿Has estado todo el día en ese bar?

- Claro que no, Lunático. Me he pasado toda la mañana en el parque que hay frente a Grimmauld Place.

- ¿Has vuelto a tu casa?

- Habla con propiedad, Lupin –espetó Sirius ofendido-. Esta es mi casa. Aquello era un centro de torturas.

- ¿A qué fuiste? –quiso saber James.

Incluso Peter se había acercado, ignorando lo molesto que estaba con su amigo por el ridículo que acababa de pasar.

- ¡Yo que sé! –exclamó Sirius tratando de robarle la botella, aunque al no conseguirlo le dio un mordisco furioso a su bocadillo y siguió hablando con la boca llena-. A asegurarme de que estaba muerto, supongo. Oye Jimmy, ¿y si después vamos al cementerio y ponemos un encantamiento a su tumba? Así, si el muy cabrón vuelve de la muerte, no podrá salir de allí.

Ninguno de los tres pudo reprimir una carcajada ante esa declaración. Hasta a Peter se le escapó la risa, aunque quería conservar su ofensa intacta. Sirius no estaba tan borracho como para no darse cuenta.

- No me odies, Colagusano. Aún tienes probabilidades con April, lo sé yo que la conozco.

- ¿Y tú qué sabes qué quiero yo con tu vecina? –le respondió este a la defensiva.

Sirius le dedicó una encantadora sonrisa con sus blancos dientes de marfil.

- Porque es la chica perfecta para ti. Hasta Remus lo cree, ¿verdad Lunático?

Este no quería meterse en las intenciones casamenteras de Sirius, pero no pudo evitar una sonrisa mientras se servía un vaso de ron.

- Lo cierto es que pegáis mucho. Cuando la conozcas más, lo descubrirás.

Peter se puso colorado ante la sola idea, ganándose las carcajadas de James.

- ¡Si se ha puesto como un tomate! –y empezó a canturrear-. ¡A Peter le gusta April, a Peter le guste April!

Los cuatro amigos estallaron en carcajadas, incluso Sirius se cayó al suelo desde el sofá de la risa. Cuando logró volver a subirse a él, parecía un poco más consciente de sí mismo, pero no demasiado.

- Es una tía de puta madre, en serio. Gracias a ella y a Lily aún no le he cogido a las tías en general.

- ¿Y qué me dices de Alice? –le picó Remus comiéndose una bolsa de patatas mientras ponía los pies sobre la mesa.

Sirius sonrió como si le hubiera mencionado a un ser superior.

- Alice no es una chica. Es Alice. Una mujer como de las que ya no quedan.

- Si te escuchara Frank se mosquearía más de lo que ya lo está –le avisó Peter.

Sirius le restó importancia con un gesto de su mano.

- Frank que lo supere. No voy a dejar de visitar a mi hermanita porque el tipo no lleve bien que se le comparo conmigo.

- Y, por cierto, a Lily no la catalogues como chica –le advirtió James-. Ahora que vuelves a estar en el mercado mejor que la catalogues como un ser asexual intocable. Que nos conocemos.

Sirius meneó las cejas varias veces, sugestivamente.

- ¿Tienes miedo de que tu pelirroja descubra lo que es un hombre de verdad, Potter?

James le dio un puñetazo en el pecho, y Sirius rodó sobre sí mismo encima del sofá. Peter soltó una carcajada.

- Yo no me preocuparía, Cornamenta. Ahora que Grace ha vuelto, Sirius limitará mucho el tiempo que pasa con Lily.

Sirius hizo un gesto de hastío cuando mencionó a su ex novia.

- Tenía que volver y joder el grupo –murmuró.

- Sirius –dijo Remus como advertencia, aunque su amigo le ignoró.

- No podía haberse quedado en Francia, tenía que volver. Con lo bien que le habría ido allá, donde habría pillado a otro imbécil. Aunque dicen que los franceses son bastante cabrones, igual alguno le daba de su medicina.

- Ya vale, Sirius –repitió Remus poniéndose serio.

Él le miró perezosamente, a través de todo el alcohol que se almacenaba en su cuerpo, y sonrió con languidez.

- Tranquilo, Remus, no me meto más con tu amiguita. Desde luego… ¿Os acordáis en Hogwarts? Hasta había algún gilipollas que me tenía envidia por estar con ella. Peter, por ejemplo.

Peter se atragantó con la ginebra, y tosió varias veces avergonzado. No le gustaba que le recordaran ese maldito enamoramiento que había tenido con Grace, o con cualquier chica guapa que se le cruzaba. Eran cosas que se le notaban y solo le servían para hacer el ridículo, porque ninguna de ellas le correspondió de vuelta jamás.

- Si esos imbéciles supieran que no hay nada que envidiar…

- ¿No ibas a dejar el tema? –preguntó Remus claramente incómodo.

Sirius era uno de sus mejores amigos, y estaba para él en todo lo que necesitase. Pero no llevaba bien cuando apoyar a Sirius significaba criticar a Grace, una de las personas más importantes para él.

- Tenían que haberte envidiado a ti, Lunático. Rachel es una tía de puta madre.

Remus, James y Peter miraron a su amigo irónicamente, hasta que este cayó en el error. Le arrebató por fin la botella a James y dio un trago largo.

- Bueno, lo era hasta que la sustituyó su gemela malvada. Si es que al final todas se vuelven locas… La única que merece la pena es Lily. ¿Seguro que tengo que verla como un ser asexual, Cornamenta? A ti también te envidiaban mucho, y en tu caso no les faltaban motivos.

- No vayas por ahí si no quieres perder lo que tienes entre las piernas, Canuto –respondió su amigo con una sonrisa peligrosa.

- Asúmelo, cuatro ojos, en cuanto la pelirroja entienda que estoy disponible se lanzará a por mí. En el fondo siempre me ha deseado.

Aunque estaban en el terreno de las bromas y todos sabían que Sirius quería a Lily como la hermana que nunca tuvo, al igual que a Alice, Remus decidió que era terreno pantanoso. De sobras eran conocidos por todos los celos de James, y con sus mejillas coloreándose cada vez más por el consumo de alcohol decidió enfocar la conversación a un tema menos peligroso.

- Tengo una idea para mejorar esta noche y aprovechar la borrachera de Sirius –declaró.

- ¿Cuál? –preguntaron los otros tres, aunque el aludido algo más retardado.

- Una ronda de pocker.

- ¡Eso! –exclamó James emocionado-. Y apostando. Te vamos a desplumar, borrachuzo.

Sirius lanzó una carcajada que parecía un ladrido.

- Sueña, Potter. Hace falta más que un poco de alcohol para que tú puedas ganarme al pocker.

Y así iniciaron los cuatro una partida tras otra, hasta que la noche se les echó encima y el alcohol iba afectando a su organismo cada vez más. Poco a poco, los tres igualaron el estado de Sirius, y las apuestas iban perdiendo sentido, pues ninguno sabía de quién era cada moneda o qué cartas tenían en las manos. Ya era de madrugada cuando acabaron perdiendo la conciencia, cada cual en una postura más incómoda que el de al lado.


¡Y se acabó por hoy! ¿Qué os ha parecido? Los nuevos habéis conocido a otro personaje, Marco. Y seguro que las que me seguís desde Cartas Enlazadas os alegraréis de verle de nuevo. Es un personaje adorable, y Grace necesita un amigo, que el frente a favor de Sirius es más amplio :) Por cierto, en el próximo capítulo no podrán evitarse más y se encontrarán por fin. Ya veremos en qué acaba eso, que a ella se le ve dolida y a él lleno de rabia. ¿Apuestas sobre lo que ha pasado? Flor, no vale que tú digas nada, que juegas con trampas :)

Como habréis adivinado, en el próximo capítulo habrá un ataque. El primero de Regulus desde lo que ocurrió en Hogsmeade hace un año, y el primero verdaderamente real de otro personaje importante. Por otro lado, no sé cómo estarán nuestros chicos para pelear después de semejante borrachera. ¿Creéis que habrá consecuencias? Ya me he puesto manos a la obra con el siguiente capítulo, trataré de tenerlo lo antes posible. Estará cargado de acción, de romance y de tensión (de varios tipos). Nada como una escena de peligro para empezar a vislumbrar algunas parejas ocultas.

Nos leemos pronto, dejadme saber vuestra opinión. ¡Un besazo a todos!

Eva.