¡Hola a todos! Aquí estoy de vuelta.

Lamento el retraso, pero es que he estado muy liada. Os contaré una gran noticia: ¡El lunes firmo el contrato! :D Tengo trabajo de momento para los próximos 15 meses, aunque ya me han dicho que cuentan conmigo a largo plazo :D Los que no sois de España quizá no os hacéis a la idea de lo que significa esto, pero conseguir un trabajo medianamente estable en este país es más difícil que conseguir un horrocrux :S Más aún si es trabajando de lo tuyo, y con unos jefes tan guay como los míos :D jeje.

Por eso voy a estar liada y solo podré escribir lo fines de semana, pero voy a intentar seguir un ritmo, prometido. Además, el fic ya empieza a arrancar a partir de este capítulo. Eso significa que pasarán cosas más interesantes pero también más angustiosas. Este es un fic de guerra, y se tratarán estos temas, aunque también habrá drama, amor, aventura y algún momento de risa.

En fin, contesto a los reviews anónimos y seguimos:

Susie Bones: ¿Tú crees que a Sirius le dio pena la muerte de su padre? Yo creo que quería asegurarse de que estaba muerto, y ver cómo lo llevaba Regulus jejeje. Yo también creo que en el fondo se quieren, y es lo que me parte el corazón :( Regulus no es tan malo. Ya lo dijo Sirius cuando habló con Harry. Cuando empezó a colaborar con Voldemort se dio cuenta de lo que suponía y trató de salirle. Algo así veremos con él. En este capítulo ya empieza a verse la incomodidad de Regulus con los temas de torturas y asesinatos.

Jajaja intenta no enamorarte de Peter, sería difícil jeje. Creo que él nunca dejó de ser ruin y cobarde, aunque hasta esas personas son capaces de amar. A su manera... En fin, ya verás cómo avanza la historia de él :)

En cuanto a lo de Sirius y Grace... En fin, lee el capítulo. Por fin se reencontrarán :) A Gis no la he abandonado, aunque no había nada interesante de ella que contar. Hoy saldrá un poquito también, aunque su trama fuerte empieza en el siguiente capítulo. Marco es un amor, simplemente no podía renunciar a él :D Gracias por tus buenos deseos, ya ves que todo marcha estupendamente :D Disfruta del capítulo ;)

Guest: ¡Hola, hola! Tranquila, no te disculpes. Yo también he tardado con mi vida de trabajadora (suena taaaan bien jejeje). A mi también me encanta la idea de los padrinos, desde que se me ocurrió no puedo evitar pensar en ellos como parejas de lucha. Y Marlene y Fabian 3 En fin, todo se irá haciendo cada vez más tangible entre ellos. Hoy tienen una escenaza :D

Pues Mary no saldrá en este fic, o si lo hace lo hará un capítulo aislado de forma esporádica. Pensaba contar su historia de pasada, pero no será importante así que te la puedo adelantar. Se marchó al extranjero a estudiar, con la excusa de que aún no estaba preparada para unirse a los mortífagos. Y cuando se sintió libre de sus padres escapó, y no saben nada de ella. Digamos que se las apañó para librarse de la guerra y vivir una vida libre. Es una chica lista :)

April es un amor, y la verdad es que sería perfecta para Peter si él fuese mejor persona. Como tú dices, ya va sacando sus debilidades. Habrá algo tangible entre ellos, April marcará un antes y un después en su vida.

Pues lo que ha pasado entre ellos no ha tenido algo directamente relacionado con Kate, pero como tú dices desde su muerte algo no va bien entre ellos desde entonces. El recuerdo de Kate también se interpone, y de un modo indirecto tiene que ver. Pero ya lo diré pronto, tranquila :)

La historia de Remus y Rachel te adelanto que será de infarto. Llegará un momento en que me odiaréis, lo sé. Pero Tonks es el amor de su vida, y Remus tiene que conocer el infierno para saber que ella es su cielo.

El tema de Gis es tan descabellado que casi no puedo creerlo, pero ocurre jejeje. Yo misma tengo a una de mis mejores amigas que ahora es madre, y si me lo preguntas hace dos años te habría dicho que era la última persona que podría serlo. La vida trae esos cambios :)

Para el embarazo de Lily aún queda muchísimo tiempo, antes tiene que haber boda jeje. Y aun así habrá caña, porque ya has dicho que él es un merodeador y ella es tan cabezota como su hijo :)

La historia de Regulus ya sabíamos desde el principio que era trágica. Sadie es un colorante más de esa tragedia. El pobre ni siquiera podrá completar su venganza, y esa otra parte de su tragedia...

Y de nada por lo de Marco. Es Marco, no hay más que decir 3 jeje. Disfruta del capítulo, ya me dirás :) Un besazo! ;)

En fin, pasemos directamente al capítulo. Hay batalla con resaca, no digo más :)


Capítulo 4: Si amanece que sea lento

La mañana siguiente trajo al apartamento de Sirius más luz y claridad de la que necesitaba ese cuarteto de amigos. Como siempre, Remus fue el primero en despertar, aunque no consiguió abrir los ojos ni moverse de la incómoda posición en la que se había quedado dormido.

La cabeza le dolía horrores, y se odiaba a sí mismo por haberse dejado liar una vez más. No debía haber tomado la última copa. O las diez últimas en realidad. Ese día sería muy largo, y no se sentía preparado para afrontarlo en su estado. Tenía que ir a trabajar en un sitio que odiaba, y seguro que Rachel no se tomaba bien el que hubiera pasado la noche fuera sin avisar.

De fondo escuchaba los ronquidos de sus amigos sonando al compás, como una sinfonía desafinada. Peter roncaba con fuerza, tanto para inspirar como para expirar. Sus kilos de más le afectaban para respirar mientras dormía. Escuchar a Sirius, era como escuchar a un perro con vegetaciones. Todo en él era canino, incluso la forma de dormir. Estaba tirado en el mismo sofá que James, bocarriba, con las extremidades extendidas y un cojín sobre el tórax que parecía haber estado babeando o mordiendo.

James, por otro lado, era el que menos ruido hacía. Se notaba que era el deportista, el que tenía el diafragma más despejado. Solo roncaba cuando expiraba, y normalmente se debía a que se había dejado las gafas puestas, y estas le molestaban en la nariz. Como era el caso.

Apenas había conseguido abrir los ojos y acostumbrarse a la luz del día para observar a sus amigos, cuando el patronus de una leona atravesó la ventana. Remus la miró, tratando de hilar pensamientos, y acertó a taparse los oídos antes de que la voz de Alice se pusiera a gritar.

- ¡Sirius! ¿Dónde cojones se supone que estás? ¡Mueve el culo y ven a Bach! ¡Y espero que tus amigos estén contigo porque no aparecen por ningún lado!

Sirius, James y Peter se despertaron al mismo tiempo con sus gritos. El primero se levantó de golpe y apuntaba a todas partes con la botella (que había confundido con su varita) en busca del peligro que le acechaba. El segundo se recolocó las gafas y miraba el patronus sin saber si eso era un sueño o aún seguía borracho. Y el último de ellos se tomó la cabeza entre las manos, y escondió la cara en un cojín.

- ¿Qué coño ha sido eso? –preguntó Sirius con voz rasposa mientras seguía mirando a todas partes.

Remus se quitó las manos de los oídos. Pese a haber amortiguado los gritos, el agudo sonido le había revuelto más el dolor de cabeza.

- Creo que es Alice enfadada.

- ¿Alguien ha entendido algo de lo que ha dicho? –preguntó James con voz monótona mirando aún el sitio que había ocupado el patronus.

- Creo que algo de ir a Bach -murmuró Remus-. Ni idea. Es cosa de Sirius.

Se volvió a recostar en el sillón y tanteó en el suelo en busca de la manta, que posteriormente se puso encima de la cara. Sin embargo, un segundo después esta desapareció.

- También os buscan a vosotros, así que pringáis conmigo –repuso Sirius apuntándole aún con la varita.

- Decid que yo estoy enfermo –suplicó Peter aún con la cara enterrada en el cojín.

- ¿Quieres un poco de ginebra para desayunar, Colagusano? –le ofreció James risueño, dándole un golpe en la pierna.

Tuvo que sortear una patada de parte de Peter.

- Vete a la mierda. Odio el alcohol muggle…

- Pues no parecías pensar igual anoche –le respondió con una carcajada.

Finalmente Remus consiguió bajar al mundo real. Comenzó a hilar pensamientos y se puso en pie, con muchísima dificultad.

- Ha debido pasar algo grave. Si no, no nos buscarían a los cuatro. Venga chicos.

- Canuto, espero que tengas a mano poción anti resaca porque yo no hoy no soy persona –comentó James.

- Pues no me mates, Cornamenta. Pero creo que no me queda.

- Sácala de dónde sea –le amenazó Peter levantando por fin la cara -. Es culpa tuya que estemos así.

- No es culpa mía que hayas tratado de ponerte a nuestra altura, Colagusano. Claramente no tienes el mismo aguante.

Para reafirmarlo, abrió una botella de ron y la puso bajo las narices de su amigo, que rápidamente adquirió un tono verdoso y tuvo que salir corriendo al cuarto pequeño y oscuro que Sirius llamaba baño. Encogiéndose de hombros, él dio un trago a la botella y compuso una mueca de asco.

- ¿Aún te entra más alcohol? –preguntó Remus apuntando con la varita a la máquina de café para que se hiciera más rápido.

- Dicen que lo mejor para la resaca es probar de lo mismo que te has emborrachado –se disculpó.

- Eso te lo acabas de inventar –le acusó James, que sin embargo le quitó la botella y dio otro trago con idéntico resultado-. Se nota que ya no montamos fiestas todas las semanas. Nuestro cuerpo se ha desacostumbrado. ¡Joder, parece que Peter vaya a echar el hígado!

De fondo se seguían escuchando las arcadas del joven Pettigrew. Remus compuso una mueca de asco y se concentró en su café. No quería seguir los pasos de su amigo, y sin prestaba demasiada atención a sonidos u olores desagradables acabaría cayendo. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan mal. El resultado de la luna llena era demoledor en él, pero nada como una borrachera de ese calibre para hacerle estallar la cabeza.

- Creo que no tenemos tiempo de elaborar poción anti resaca –se lamentó tomando el café, y rezando porque eso fuese suficiente.

- ¿Nos daría tiempo a pasar por el callejón Knockturn a comprarla? –preguntó James con un poco de esperanza, porque realmente se sentía incapaz de asumir el resto del día sin ella.

La respuesta se la dio el patronus en forma de cierva de su novia, que apareció por la ventana y se plantó delante de él, gritando con la voz más enfadada de Lily Evans.

- ¡James Charlus Potter! ¡Más te vale que tú y tus estúpidos amigos tengáis una excusa muy buena para preocuparme de esta manera! ¡Han atacado a los Cooper, y estamos en desventaja! ¡Aparece por aquí de una vez antes de que nos maten a todos!

James, Remus y Sirius se miraron los unos a los otros con los ojos muy abiertos, dándose cuenta de la gravedad del asunto.

- ¡Joder! –gritaron a la vez, poniéndose rápidamente los abrigos, agarrando las varitas y preparándose para marcharse.

- ¡Peter muévete, ha habido un ataque! –gritó Remus abriendo la puerta y precipitándose al exterior, seguido por sus amigos.

Aparecerse en Bach no supuso mucho problema. Algo más difícil fue localizar la casa de los Cooper, donde sin duda se estaba librando la batalla. Ninguno de los cuatro había acudido nunca a la casa franca donde Dumbledore había ayudado a ocultarse a esa familia de mestizos, y Bach no era precisamente el sitio más pequeño de Inglaterra.

Sin embargo, cuando los cuatro estuvieron juntos no perdieron más el tiempo. Cada uno echó a correr en una dirección, con el acuerdo de mandar un aviso a los demás si localizaba la batalla. Y fue Remus el primero que lo consiguió. Con un rápido vistazo tuvo claro que la Orden del Fénix iba perdiendo terreno rápidamente, por lo que no se entretuvo. Con la varita invocó su patronus de lobo, que salió dividido en tres partes por las desiertas calles de la ciudad, y se metió en medio del combate.

De un salto se introdujo en mitad de la batalla y se hizo cargo de uno de los dos mortífagos que asediaban a Marlene McKinnon. Ella solo le miró de reojo para asegurarse de que no era un enemigo, y al reconocerle le hizo un gesto de asentimiento.

- Ya era hora, ¿dónde os habíais metido?

- No preguntes –le sugirió, pues la adrenalina no era suficiente para eliminar ese bonito dolor de cabeza con el que había amanecido.

Ella no se detuvo a más conversaciones y siguió atacando a su oponente, al que redujo con facilidad. A su vez, Remus aprovechó con el suyo cuando se distrajo por la caída de su compañero.

- ¡Desmaius! –gritó, y el mortífago cayó el suelo como un saco de patatas.

Antes de buscar otro oponente comprobó cómo iban sus compañeros, y localizó la melena rojiza de Lily moviéndose con soltura al otro lado de la calle, sin parecer tener problemas para mantener a raya a su rival.

- ¡Impedimenta! –gritó de repente la voz de James pasando por su lado, salvándole de un mortífago que iba a atacarle por la espalda-. ¡Lunático, no te distraigas!

Era alucinante lo rápido que podía meterse en batalla. Mientras a él aún se sentía aturdido y con la boca espesa, James parecía en su elemento. Puede que él tuviese más técnica, pero James se movía en una lucha igual que con la escoba: Como si flotara. Le vio dar un par de saltos, sorteando maleficios, y enseguida localizó a Frank, junto al que se puso a luchar sin perder el tiempo.

Le hizo caso y se centró de nuevo, percibiendo que Sirius y Peter llegaban también a la batalla. Rápidamente le echó una mano a Benjy Fenwick, aturdiendo a uno de los dos mortífagos con los que luchaba, y llegó hasta Rachel, que estaba perdiendo terreno con un mortífago especialmente diestro.

- ¡Expelliarmus! –gritó inútilmente, haciendo reír a su rival.

Rachel le miró de reojo, ceñuda, y supo que si hubieran podido relajarse le hubiera caído una buena bronca por haber desaparecido sin avisar. Sin embargo, ambos estaban claramente en desventaja aunque le superaran en número. El mortífago se ajustó la máscara y les enfrentó a los dos con fuerza.

De repente un grito de dolor atravesó la calle, y el corazón de todos se paró el identificarle. Incluso parecía que los combates se detuvieron un segundo, durante el que todos se volvieron para ver cómo Gideon Prewett caía al suelo sujetándose el hombro. Había estado luchando con dos mortífagos a la vez, que avanzaron hacia él con la intención de rematarle.

- ¡No! –gritó de repente su hermano Fabian, interponiéndose entre ellos.

Y de repente todo se reanudó. Lily tuvo que agacharse para evitar una maldición que le rozó el pelo. Se había distraído. Lo de Gideon había sido culpa suya por estar más preocupada buscando a James con la mirada que atendiendo a la lucha. Dio un giro sobre sí misma, y apuntó con la varita a Gideon, que aún estaba retorciéndose en el suelo.

- ¡Cave Inicoum! –gritó, envolviéndole en una burbuja protectora para evitar que le hicieran daño.

En ese momento su novio apareció a su lado, como si le hubiera invocado con el pensamiento.

- ¿Necesitas ayuda, preciosa?

Y con dos movimientos de varita lanzó al mortífago al otro lado de la calle, y le estampó contra una pared, dejándole inconsciente.

- Y de ahí la definición: Caen como moscas.

- ¡James! –exclamó Lily furiosa sin reirle la broma-. ¿Se puede saber dónde te habías metido?

- Noche larga, pelirroja. Luego te lo explico. No tienes idea de cómo me duele la cabeza.

Le robó un beso y se marchó, corriendo tal y como había llegado. Si se encontraba tan mal como decía no lo parecía en absoluto. Dado que le había librado de su rival y que Gideon se encontraba a salvo, Lily se permitió dos segundos para hacerse una coleta mejor y volvió de nuevo a la acción.

Por su parte, Sirius estaba peleando con un mortífago y con las náuseas al mismo tiempo. Incluso en algún momento pensó en si habría algún hechizo que convirtiera su vómito en un arma mortal, para así sacar ventaja de una situación que se le estaba dificultando. De reojo también vigilaba a Peter, que parecía tener suerte de enfrentarse a un tipo bastante torpe, porque apenas se tenía en pie después de haber echado todo el estómago por la boca.

Y fue por estar pendiente de Peter que su oponente consiguió pillarle distraído. Vio el haz de luz acercarse a él, y le faltaron reflejos para apartarse a tiempo. Cuando le golpeó en el costado derecho sintió como si mil cuchillos le atravesaran el cuerpo a la vez, dejándole en carne viva. Era una sensación conocida, como volver a casa. Justo un día después de morir su padre la casualidad le devolvía a la vida en sus recuerdos. Qué irónico.

Su grito se escuchó, como minutos antes se había escuchado el de Gideon. Hizo esfuerzos sobrehumanos para no soltar la varita, pero no pudo evitar caer al suelo, restregándose y buscando apartarse del dolor.

De repente éste cesó, y le pareció que todo se había quedado momentáneamente en silencio. Rodó sobre sí mismo y trató de reunir fuerzas para levantarse. Miró al cielo oscuro, que amenazaba lluvia, y volvió a escuchar el ruido de la batalla. De pronto un rostro se cernió sobre él, buscando comprobar que estaba bien.

Y de golpe volvió a tener 15 años, y acababa de hacer el ridículo frente a la chica que le gustaba. Se había caído, haciendo una patética exhibición mientras corría hacia el mar, y la arena frenó el golpe aunque no lo hizo menos humillante. Y ella, risueña, le miraba desde arriba, burlándose y tentándole como siempre hacía con su sola presencia.

Pero fue solo un segundo. Los gritos y las maldiciones se volvieron a oír, y el rostro de Grace cambió del de una adolescente risueña a una joven preocupada.

- ¿Sirius? ¿Me oyes? –le preguntaba con una alarma no oculta en su voz, mientras le ayudaba a levantarse.

Aún se sentía demasiado aturdido como para rechazar su ayuda. Le dolía el cuerpo y el dolor del cruciatus seguía en su organismo.

- Estoy bien –murmuró, no sabía si humillado o aliviado.

Miró detrás de ella y vio al mortífago fuera de juego. Así que había sido ella quien le había salvado. Era propio de Grace, desaparecer durante tres meses y volver por la puerta grande. Si pasara desapercibida, simplemente no podría ser ella.

Le seguía observando sin esconder su preocupación, pero él no quería su compasión. Apretó los dientes para resistir el dolor y volvió a empuñar la varita.

- Hay trabajo, vamos.

Y se marchó de su lado sin volver a mirarla.

Cerca de ellos, aunque no lo suficiente como para presenciar ese incómodo momento, Severus Snape acudía a su primera batalla oficial. Durante los meses que llevaba al servicio de Voldemort su labor se había centrado en explotar sus dotes con las pociones; un don que Voldemort había descubierto cuando aún era un alumno de Hogwarts y que tenía en alta estima.

Pero el Ministerio se estaba armando mejor, y la Orden del Fénix resultaba demasiado molesta para lo poco numerosa que era. Así que les necesitaban a todos en la lucha. No estaba acostumbrado a batallar en la vida real, aunque siempre había sido un duelista notable. Entre las filas enemigas había hombres y mujeres muy diestros, pero también gente muy joven.

Era imposible que no siguiera el ritmo de una melena pelirroja moverse entre maldiciones y hechizos. Sabía que iba a estar allí, llevaba meses siguiendo sus pasos. Lo que no esperaba era que pareciera tan profesional. Lily era una mujer pacífica, ¿en qué momento se dio cuenta de que debía dejar sus ideales de lado y empuñar la varita? Porque lo hacía con demasiada destreza.

También distinguió a muchos de ellos. Potter, que seguía tomándose todo como un maldito juego, o Pettigrew, quien estaba teniendo la suerte de enfrentarse al inútil de Goyle porque de otro modo no le duraría ni un asalto a un mortífago medianamente decente.

Perkins estaba cambiadísima, no reconocía en ella a la dulce e inocente chica que se sonrojaba cuando un profesor le preguntaba algo en clase. Con su pelo imposible, sus cicatrices en la cara y esa mirada de loca… Eso es lo que pasa por liarse con un licántropo. La maldición le había afectado a ella y había quedado irreconocible, destruida. Tan patética como Lupin.

No podía estar muy pendiente de los demás hasta que no se librara de ese viejo que le estaba plantando batalla. Él era suficientemente bueno como para detener sus ataques, pero no podría vencerle. Caradoc Dearborn era uno de los más longevos en las filas de Dumbledore, y según había podido observar sus compañeros trataban de evitar enfrentarse a él o a Edgar Bones.

Afortunadamente Rookwood llegó en su ayuda y, juntos, pudieron vencerle. No le remataron, porque la Orden del Fénix estaba cercándolos contra la casa. Así que le dejaron en el suelo, malherido. Y pasaron al siguiente. Con suerte moriría antes de acabar la batalla.

Por algún motivo no le costaba reconocer a sus compañeros pese a las máscaras. Sus formas de moverse, las partes de su cuerpo que se veían, incluso su forma de vestir las túnicas oscuras… Todo eso dejaba pistas. No podía entender cómo los demás no lo veían tan claro.

Por ello no le costó localizar a Regulus Black. En realidad no le había perdido de vista. No se fiaba demasiado de su pericia. Al contrario que él, había pasado los últimos meses usándose de su apellido y su filiación a Bellatrix para dar vueltas y escapar de la batalla.

Al igual que otros muchos antiguos compañeros de Hogwarts, Severus se sentía decepcionado por Regulus Black. Había parecido un líder cuando estaban en el colegio, pero desde que estaban en la guerra real no hacía más que eludir responsabilidades y se había revelado como un mago mediocre.

Llevaba toda la lucha evitando acercarse demasiado al otro Black o hacia la propia Grace Sandler. A Severus no le había costado mucho adivinar que ésta era una especie de debilidad para él, quizás por ser la novia de su hermano. Lo cierto es que no había hecho un gran mérito esa mañana, pero en esos momentos Remus Lupin le había asediado y estaba venciéndole con demasiada facilidad.

Pese a su decepción, Severus echó a correr en su ayuda en cuanto se dio cuenta de ese hecho. Le mandó un hechizo a Lupin, que éste tuvo que desviar, dándole así una oportunidad a Regulus para contraatacar. Sin embargo, antes de poder llegar hasta ellos un hechizo se dirigió a él, obligándole a rechazarlo.

Otra conocida: Gisele Mendes, aunque según creía ya había cambiado de apellido. Parecía recién llegada. Severus no dudó un instante y la atacó con fiereza, haciéndola trastabillar y obligándola a esconderse tras un árbol para no recibir una maldición letal. Se escuchó un quejido y vio a Black caer de rodillas mientras se llevaba las manos a la cara, y en ese momento Lupin arremetió contra él.

Mendes, o como quiera que se apellidara ahora, y el licántropo se unieron en un frente común. No les tenía miedo, podía vencer a ambos con una mano a la espalda. Pero en ese momento la voz de Dolohov se elevó por encima de los demás.

- ¡Los aurores!

En efecto, el refuerzo de la Orden del Fénix llegó cuando decenas de aurores aparecieron en el lugar y comenzaron a luchar contra los encapuchados. Muy cerca de él, Bellatrix, que nunca cubría su rostro, ordenó a todos que se mantuvieran en sus puestos.

- ¡Aún no les hemos matado a todos!

Severus le mandó un maleficio de piernas de gelatina a Mendes, que cayó el suelo sin poder sostenerse. A su lado, Lupin perdió el tiempo en cubrirla con un escucho protector, pero Severus no llegó a aprovecharse de ese momento de debilidad pues otra voz le distrajo.

- Nos vamos –ordenó Lucius, de nuevo con una voz que no era la suya. Aún tenía muchas razones para no revelar sus lealtades en público.

- ¡No! –exclamó furiosa Bellatrix mientras que Lupin volvía a atacarle y Severus rechazaba lo que, estaba seguro, era un incarcerus.

- ¡Sí! –gritó Lucius-. Son demasiados. Nos atraparán a todos. ¡Retirada!

Y pese a los rebuznos de Bellatrix todos comenzaron a dejar sus duelos y desaparecerse. A él le alcanzó un hechizo cortante de Lupin que le atravesó el pecho, pero acertó a sujetar a Black y desaparecerse con él antes de que el licántropo hiciera algo más.

En cuestión de un minuto todo recuperó una extraña calma. Los aurores apenas habían tenido tiempo de cansarse, y los heridos estaban esparcidos por la zona. Remus se limpió el sudor de la frente y deshizo el escudo protector que estaba sobre Gisele, quitándole la maldición.

- ¿Estás bien, Gis? –le preguntó mientras la ayudaba a levantarse.

A ella aún le costaba mantenerse en pie, pero le sonrió.

- No estoy herida. Gracias por la ayuda.

- ¡Gis! –gritó de repente Anthony, saliéndose del bando de los aurores y abrazando a su mujer.

- Estoy bien. Tony –repitió ella rodando los ojos-. Ni siquiera me ha dado tiempo a hacer gran cosa. No he podido escaparme antes del trabajo.

Remus les dejó solos mientras buscaba a Rachel y a sus amigos con la mirada. Caradoc Dearborn parecía haber sido el peor parado en esa ocasión, dado su aspecto. Alice y Edgar estaban inclinados sobre él, y hablaban de llevarle urgentemente a urgencias. Sin embargo, él le miró y le sonrió tranquilizadoramente para indicar que no estaba tan mal. El charco de sangre que había a su alrededor parecía indicar otra cosa.

- ¡Son civiles! –escuchó que Rufus Scrimgeour gritaba a Frank mientras les señalaba y, señalando a James, que estaba detrás de él, añadió-. ¡Y estos ni siquiera han salido de la Academia! ¿Qué coño tienes en la cabeza, Longbottom? ¿Quieres que caiga en desgracia todo el departamento por tu culpa?

- ¡Cállate ya, Rufus! –exclamó Frank que, ante la fiereza de la batalla, había perdido su habitual calma-. ¡Hace más de un cuarto de hora que he dado aviso sobre este ataque, y aparecéis ahora! ¡He tenido que tirar de los voluntarios que había!

- ¿Voluntarios? ¿Y cómo puedes saber que no eran espías del otro bando que os hubieran traicionado cuando más les interesara? –agarró a Remus del brazo, que trataba de pasar discretamente por su lado y le dio un buen meneo-. A ver, ¿de qué conoces a este chico?

- ¡Es amigo mío! –exclamó James, que había estado mordiéndose la lengua para no intervenir en la conversación.

- ¡Tú te callas, Potter! ¡No tienes permiso para estar aquí, esto te puede costar la expulsión de la Academia!

- Eso tendré que decidirlo yo, ¿no crees, Scrimgeour?

Alastor Moody llegó en ese momento, tras ordenar a dos aurores a que entraran en la casa de los Cooper y se encargaran de los supervivientes. Scrimgeour palideció cuando vio el rostro del auror.

- Je- jefe. Le estaba diciendo a Longbottom que no puede decidir por su cuenta el meter a civiles y a estudiantes sin formación en una batalla. Eso es cosa nuestra. La ministra es muy clara en ese aspecto.

- Sin embargo, el Departamento de Aurores sigue siendo mi territorio –le fulminó con la mirada-. Longbottom tiene razón. Habéis tardado mucho. Si hubiera sido por vosotros no quedaría nada en Bach a estas alturas. Y suelta a ese chico, hoy ha sido bastante más útil que tú.

El auror no parecía haberse dado cuenta de que seguía sujetando a Remus del codo, pero en cuanto su jefe se lo dijo le soltó de golpe. Remus no tardó nada en poner distancia. No quería que se fijara mucho en su cara.

Scrimgeour había estado a cargo de la investigación de la matanza del pasado febrero, y había reaccionado muy violentamente cuando había descubierto que Dumbledore había accedido a introducir a un licántropo en Hogwarts. Le había acosado muchísimo en su interrogatorio, seguro de que era culpable debido a su condición. Aunque ahora no parecía haberle reconocido. Mejor. Cuantos menos puntos relacionara, mejor.

En cuanto localizó a Rachel sorteó a todos los heridos y aurores que acababan de aparecer, y corrió hacia la tapia donde estaba sentada, mientras Benjy la revisaba con la varita. Estaba herida.

- ¿Qué te ha pasado? –le preguntó preocupado cuando llegó a su lado.

Rachel tenía un brazo estirado por encima de su cabeza y Benjy estaba auscultando cerca de su axila, donde había una profunda herida abierta.

- Estoy bien –le aseguró suspirando-. Un diffindo me pasó rozando, pero no es grave.

- Ni siquiera tendrá que ir a San Mungo. No te preocupes, Remus –le dijo Benjy sonriéndole afablemente.

Él se relajó. Benjy solo sonreía cuando verdaderamente no había motivos para preocuparse. No era de los que fingía para tranquilizar a los demás. De entre todos los miembros de la Orden él era el mayor experto en medimagia, lo que les había servido en muchas ocasiones. Agradecía diariamente el momento en que Dumbledore decidió emparejarle con Rachel.

- Tenemos suerte de tener a nuestro propio sanador privado –bromeó más relajado.

- Hasta que Lily me supere –le respondió el aludido con una sonrisa-. ¿Tú estás bien?

- Sin un rasguño –dijo alzando los brazos para que lo viera.

- Aunque si tienes algo para la resaca seguro que te lo agradece –bufó Rachel.

Remus la miró interrogante pero ella rodó los ojos.

- Por favor, no has aparecido en toda la noche y habéis llegado los cuatro a la vez y con una pinta horrible. Y puedo oler tu aliento desde aquí.

No supo si estaba enfadada o no, porque no le miró a la cara. Seguía observando cómo Benjy cerraba su herida poco a poco.

- Además –añadió éste-, hoy has estado inusualmente torpe. Sin contar con que a Peter lo ha herido un mortífago bastante mediocre y a Sirius le ha alcanzado un cruciatus. Hoy ninguno tenéis buenos reflejos.

- ¿Qué dices? ¿Están bien? –se giró para buscar a sus amigos.

Rachel resopló.

- Sirius solo está herido en su orgullo. Y a Peter se lo llevará Dorcas a San Mungo en cuanto acabe con él.

- Por cierto, deberías rescatarlo –añadió Benjy señalándole hacia donde su amigo soportaba la bronca de su madrina mientras trataba de contener la hemorragia de la herida que tenía en la cabeza.

Remus le localizó y dio un paso hacia él, preocupado. Pero se detuvo y miró a Rachel. Como de costumbre, ella volvió a rodar los ojos.

- Yo estoy bien. Lárgate.


Edgar Bones acababa de llevarse a Caradoc a San Mungo. La cosa parecía grave, pero al menos se mantenía consciente y dando la guerra habitual. No era un hombre que le gustara mostrarse débil.

Alice, con las manos aún manchadas de su sangre, se inclinó junto a Gideon, que ya estaba siendo atendido por su hermano. Marlene estaba de pie, detrás de Fabian, aunque parecía algo ausente, y Lily se paseaba mirándole y revolviéndose el pelo de desesperación. No parecía que pudieran contar con ellas como ayuda.

- ¿Cómo estás? –le preguntó Alice a su compañero, que sangraba profundamente del hombro.

Gideon le dedicó su habitual sonrisa de caradura. Incluso pálido y derrotado como estaba, con la coleta desecha y su melena castaña rojiza manchada de tierra, seguía siendo un hombre muy atractivo.

- He estado mejor. Aun así no estoy tan mal como para tener este cortejo fúnebre alrededor. Afortunadamente solo ha sido el hombro.

- Si no llego a intervenir a tiempo, no lo cuentas –le riñó su hermano con el ceño fruncido.

Nadie dudaba de que Gideon y Fabian Prewett eran gemelos idénticos. A pesar de contar cada uno con una forma de ser distinta, lo que se evidenciaba en su estilismo, ambos tenía los mismos ojos claros, los mismos 1,90 centímetro de altura, la misma anchura de hombros, el mismo pelo castaño rojizo y la misma sonrisa blanca.

Cuando eran más jóvenes se habían parecido más. Con los años, Gideon había seguido manteniendo el aspecto de chico malo que tan bien le funcionaba con las chicas en general. El pelo largo, la coleta, la barba desaliñada y la actitud de 'perdona vidas' era su seño de identidad. Fabian había madurado mucho durante el último año. Había cortado su cabello, recortado su barba y ahora tenía un carácter algo más serio y menos despreocupado que su hermano.

Sin embargo, ambos mantenían esa fiera sobre protección sobre el otro. Fabian le fulminaba con la mirada por atreverse a asustarle con perderle, y Gideon le golpeó en el pecho con el brazo bueno por exponerse de esa forma para salvarlo.

- Estaba herido, pero lo suficientemente consciente como para ver lo que has hecho. ¿Eres un puto suicida?

- Mira quién habló…

- Bueno Gideon, lo mejor será que te acompañe a San Mungo –intervino Alice-. No me gusta el aspecto de ese hombro.

- Yo le llevaré –dijo su hermano.

- No. Os harían demasiadas preguntas. Yo puedo saltármelas. Ayuda a los demás a evacuar cuanto antes, y que nadie se ponga en el camino de los aurores. Recordad que hay que mantener un perfil bajo.

Entre los dos ayudaron a Gideon a incorporarse y a apoyarse en el hombro de la aurora. Tres segundos después, ambos desaparecieron envueltos en una luz dorada.

Soltando todo el aire contenido, Fabian se giró y observó a las dos chicas que le miraban fijamente. Se dirigió a la de su derecha.

- Gracias, Lily. Por el escudo protector. Si no llegas a ponerle…

- No, perdóname –interrumpió la pelirroja alterada-. Tendría que haber estado más pendiente. Esto ha pasado por mi culpa.

Él negó con la cabeza, recolocándole un par de mechones despeinados tras las orejas.

- Estas cosas ocurren en una batalla. Y tú has sabido reaccionar a tiempo. Bien hecho, en serio.

La pelirroja parecía estar aguantándose las ganas de llorar, pero asintió sin refutar más. Reteniendo un poco de aire, Fabian se giró hacia Marlene, que parecía aún en estado de shock.

- Marlene… -murmuró acercándose a ella poco a poco.

Cuando estiró la mano para acariciarle la mejilla, ella reaccionó levantando la mano y pegándole un sonoro bofetón. Todo fue tan rápido e inesperado que Lily ahogó un grito y retrocedió dos pasos. Fabian no reaccionó en absoluto.

- ¿Eres gilipollas? ¡Te has aislado, te has enfrentado tú solo a tres mortífagos! ¡Ya te estaban rodeando cuando Edgar y Anthony llegaron! ¿Tienes idea de lo que podría haber pasado?

A cada palabra la propinaba un golpe en alguna parte del cuerpo. Incluso le soltó alguna patada. La escena podría ser cómica de no ser por lo afectada que se la veía con la respiración entrecortada y las lágrimas empezando a asomarle por los ojos. Una chica bajita de revueltos cabellos castaños y rubios golpeando a un hombre que parecía una pared de ladrillos, inamovible a sus golpes.

- ¿Crees que tienes derecho a asustarme de esa forma? –le espetó soltándole otro bofetón, que esta vez sí le hizo reaccionar.

- Bueno, ¡ya basta! –exclamó sujetándole las manos-. ¿Qué creías? ¿Qué me quedaría tan tranquilo viendo como mataban a mi hermano?

- ¡Y la solución es jugártela tú! –bufó tirando de sus brazos para soltarse. Él la dejó libre al momento-. ¡Han estado a punto de matarte! ¡DE MA-TAR-TE!

- ¿Tan inútil crees que soy, Marlene? ¿Tan fácil crees que es matarme?

- ¡Sí! –gritó ella de los nervios, con las lágrimas rodándole por las mejillas-. ¡Solo hacía falta que te acertaran una vez, estaban tirando a matar!

- ¡Pues me parece que he hecho un buen trabajo defendiéndome! ¿No estabas tan preocupada cuando era Gideon quien se enfrentaba a ellos, no? ¿Le crees más capaz que yo?

- ¡No he dicho eso!

- ¡No, pero lo has insinuado! ¡Crees que sabe defenderse mejor que yo! ¡Qué patético soy, siempre el gemelo torpe!

- ¿Te estás oyendo? ¡Casi matan a tu hermano y tú sintiéndote ofendido por no seguir el mismo camino!

- ¡Estoy harto de que me consideres el menos capacitado!

- ¡No digas gilipolleces!

Lily les observaba con los ojos muy abiertos. Después del sobresalto inicial por el bofetón de Marlene vio con estupor cómo los dos comenzaron a discutir a gritos, como si no tuvieran alrededor a un grupo cada vez más numeroso presenciando su numerito.

- Me voy tres meses y siguen igual. ¿No hay ningún hechizo para que se besen de una maldita vez? –le preguntó Grace llegando junto a ella.

Lily la estudió un segundo. Despeinada, con la ropa sucia y las manos magulladas, probablemente de haber caído al suelo. Pero estaba bien.

- Quizá podríamos encerrarlos en un armario. Eso funcionaba con otros en el colegio.

Grace sonrió de forma ausente, como si eso le hubiera traído a la mente un viejo y agradable recuerdo.

- ¿Cómo está Gideon?

- Creo que sobrevivirá. Pero el susto no me lo quita nadie. Estoy convencida de que si no hubiese estado tan pendiente de James…

- No digas eso, Lily, no ha sido culpa suya –le dijo su mejor amiga pasándole un brazo por los hombros.

La pelirroja agitó la cabeza.

- No. Yo no puedo distraerme en medio de una batalla, y James no puede llegar tarde y en el estado en que… Esto no puede ser.

Y antes de que Grace pudiera evitarlo se apartó de su lado y echó a andar a zancadas lejos de ella, y de los gritos de Fabian y Marlene.


A medida que se acercaba a Peter, Remus pudo ir escuchando los gritos que le profería Dorcas. Ella estaba ilesa, aunque realmente enfadada porque su protegido hubiera aparecido en esas condiciones al campo de batalla.

- ¡Era un mortífago muy torpe, Peter! ¡Muy torpe! ¡Y aun así permitiste que te hiriera! ¿Se puede saber qué tenías en la cabeza para venir así?

Este no respondía, se limitaba a quedarse sentado, con un paño presionando la herida de su cabeza y con su tez poniéndose cada vez más verde. Remus sospechaba que si abría la boca acabaría vomitando.

- Tienes resaca, ¿verdad? Mira que me lo imaginaba. ¡Tarde y borracho! ¿No os podéis tomar en serio las cosas? ¿No te das cuenta de que te podrían haber matado?

Remus estaba buscando el momento de dejarse ver y compartir la bronca que la veterana miembro de la Orden le estaba echando a su amigo. En ese momento, James se puso junto a él.

- ¿Tú también vienes a compartir las culpas? –le preguntó.

- ¿Ya se ha acabado la discusión entre los aurores? –respondió él con otra pregunta.

James se encogió de hombros.

- Mientras no sospechen, todo va bien. Por cierto, te he visto hoy lento, Lunático.

Remus le devolvió la sonrisa.

- Con el dolor de cabeza que tengo, da gracias a que estoy de una pieza y he ganado mis duelos. ¿Se puede saber cómo lo has aguantado tú?

- Esto es como el quidditch. Mientras dure la acción, la adrenalina adormece el dolor –le confesó James tras una carcajada. Después se llevó una mano a la cabeza, torciendo el gesto-. Pero luego vuelve…

- ¿Cómo pude ganarte yo en un duelo a ti? –le preguntó Remus solo medio en broma.

Potter se encogió de hombros con naturalidad con su sonrisa chulesca tan característica.

- Era un concurso escolar y tú eres mi amigo, Lunático. No iba a jugar sucio contigo. Pero tú sí que no te fías ni de mí.

Los dos rieron un poco por la broma, sin darse cuenta de la verdad que encerraban esas palabras. La debilidad de James eran sus amigos, y algún día pagaría con su vida el bajar la guardia con ellos. Y la vida de Remus siempre se vería marcada por la desconfianza hacia todos, incluidos los que más le querían.

- ¿Todavía tenéis ganas de reír después de la que habéis montado?

Por un momento pensaron que Dorcas había dejado de sermonear a Peter y les había visto, pero enseguida vieron que era peor. Lily, con el pelo revuelto, la túnica sucia y la cara manchada se acercaba a ellos a grandes zancadas. Ya no quedaba rastro ni de Dorcas ni de Peter. Debía haberle llevado a San Mungo cuando no miraban.

- ¿Estás bien, Lily? –le preguntó su novio, avanzando hacia ella preocupado.

La pelirroja le empujó el pecho mientras le taladraba con sus fieros ojos verdes.

- ¿Tienes idea de lo preocupada que he estado, James Potter? ¡Ayer no disteis señales de vida en todo el día y hoy no llegabais! ¡Y luego aparecéis así, con esas pintas de no poder teneros en pie! ¿Crees que es justo que viva angustiada de esta manera?

- Ey, tranquila Lils –exclamó James alzando los dos brazos en señal de rendición-. Sabías que estábamos con Sirius. La cosa se complicó. Y míranos, estamos bien. ¿Verdad, Remus?

Él solo asintió repetidamente con la cabeza sin hablar. No le gustaba llevarle la contraria a Lily cuando se enfadaba. Ella le fulminó también con la mirada. Una mirada que, además de enfado, contenía dolor y preocupación.

- ¡He estado vigilando cada paso tuyo, James! –exclamó volviendo a empujar a su novio-. Me da igual lo resuelto que te creas, y que te sientas muy seguro por haber salido ileso. Se notaba que no estabas al cien por cien y yo he estado demasiado pendiente de ti. ¡Y por culpa de eso han herido a Gideon! ¡Has hecho que me desconcentre y un compañero lo ha pagado!

- Lily, Lily cálmate –la suplicó consiguiendo abrazarla pese a que se había alterado mucho según iba hablando.

Ella se resistió un poco, pero se fue calmando mientras su novio seguía abrazándola.

- Gideon está bien, ¿de acuerdo? Se pondrá bien. Y tú no has hecho nada malo. Perdóname por llegar así. No nos esperábamos que ocurriera esto y anoche nos pasamos.

- Es verdad, Lily –intervino Remus-. No lo hicimos a posta.

Ella se separó de James, ya más calmada. Incluso aceptó un beso de su parte.

- Sé que no lo habéis hecho a propósito, pero aun así… No podéis relajaros de esa manera.

- No tienes idea de cómo estaba Sirius ayer. Simplemente fue una emergencia.

- Y como seguro que él llegó borracho, vosotros tuvisteis que poneros a su altura, ¿verdad? –preguntó poniendo las manos en sus caderas.

James y Remus hicieron un gesto ambiguo y ella rodó los ojos.

- Hombres… Da igual, voy a hablar con él. ¿Dónde está?

- No, Lily. Ahora mismo déjale solo –dijo Remus mirando por encima de su hombro.

James y Lily se giraron, buscando ver qué le había llamado tanto la atención. Los dos contuvieron el aliento a la vez cuando vieron a Sirius y Grace hablando.


- Así que has vuelto –murmuró Sirius cuando Grace se llegó hasta él.

La había estado observando de lejos, aún confuso, luchando con las ganas de acercarse y echarle en cara, o discutir, o… ¿quién sabe? Pero no había pensado en hablar con ella hasta se le acercó con paso lento e inseguro.

Grace suspiró, mirando a cualquier lugar excepto a sus ojos.

- Sí –contestó escuetamente en voz baja.

El silencio que siguió fue largo e incómodo. No habían vuelto a hablar después de esa mañana. Ambos se habían informado del otro a través de terceros, pero todo había quedado en el aire. No había habido una conversación final, nada que cerrara etapas. Era como si se hubiesen vuelto a encontrar en medio de una conversación inacabada.

Finalmente Sirius habló, diciendo lo único que le pareció correcto en ese momento.

- Me has salvado la vida. Creo que me toca agradecértelo.

Grace agitó la cabeza con indiferencia.

- No es nada, Sirius. Tú habrías hecho lo mismo por mí.

- Pues sí. Lo habría hecho.

La seriedad con la que respondió fue tan inusual en él que por fin se atrevió a mirarle a los ojos. Él la taladraba con su mirada gris, como si buscara ver más allá de lo obvio. Siempre había sido así, mucho más directo que ella. Era Grace siempre la que huía de las situaciones incómodas, Sirius no tenía tantos reparos para enfrentarlas cuando debía hacerlo.

Lo que vio en sus ojos fue tan determinante, y al mismo tiempo tan frío que la heló. Parecía imposible que hacía solo tres meses la hubiera mirado de otra forma, mucho más cálida y tierna. Habían pasado demasiadas cosas, o quizá demasiado pocas.

- Bueno… -comenzó ella.

- Nos veremos por aquí, supongo –concluyó él.

Grace asintió con la cabeza.

- En la próxima reunión o…

- En la próxima batalla –terminó Sirius por ella-. Quizá entonces pueda devolverte el favor.

Ella compuso una sonrisa débil, muy inestable. Fue a mirarle de nuevo y dedicarle un gesto amable, pero Sirius ya se alejaba de ella en dirección a James y Lily, que les observaban con cara de circunstancias.

Sintió en el pecho un vacío que nada tenía que ver con la indiferencia que presumía de tener en ese tema. No quería pensar en el tema pero seguía sintiendo ese picor en los ojos que le molestaba y la hacía sentir débil.

- ¿Grace? ¿Estás bien?

Como caído del cielo, Remus se materializó a su lado. Le había echado tanto de menos que no dudó un segundo en abrazarle con fuerza. Y confiaba en que la excusa de no haberle visto en tres meses bastara para cubrir que ese abrazo era lo único que la mantuvo en pie en ese momento de debilidad.

Remus le correspondió, manteniéndola contra su pecho. Él también la había extrañado mucho. Ya no tenían la relación de antes, y de hecho ella solo le había escrito una vez durante los meses que estuvo fuera. Pero seguía siendo su Grace.

Era esa pequeña de once años tan segura de sí misma que le abrumaba. Tan consentida como James, tan insolente como Sirius pero diferente, con su propia forma de ser. Para un Remus de once años, tan emocionado por estar en Hogwarts y muerto de miedo porque sus nuevos amigos descubrieran su secreto, ella era una rareza que le costaba entender.

Actuaba como si relacionarse con los demás fuese pan comido, como si no hubiera nada que se interpusiera entre ella y sus objetivos. Y cuando decidió que su objetivo era conseguir los apuntes de Historia de la Magia de Remus, no paró hasta obtenerlos. Se convirtió en su sombra, le agobiaba, le hacía gracia, le perseguía. Y Remus claudicó, porque estaba acostumbrado a complacer a todo el mundo. No solo eso, sino que encima le explicó las dudas que tenía sobre Defensa contra las Artes Oscuras.

Ahí se ganó para siempre la amistad de Grace. Ella decidió que le gustaba tener un amigo entre los chicos, y que él sería su mejor amigo. Y él no se atrevió a contradecirla. Con el tiempo también sintió esa conexión con ella, algo que no tenía ni siquiera con Lily. La seguridad de tener una amiga entre las chicas que jamás pasaría de ahí.

Muchos dicen que es imposible la amistad entre un hombre y una mujer, pero Remus sabía que eso no era cierto. Aunque Grace había pasado la adolescencia siendo una de las chicas más perseguidas y admiradas, él jamás sintió ningún tipo de atracción. Y, obviamente, ella no la sintió nunca por él. Pero siempre se preocuparon por el otro y se quisieron de un modo sincero. ¡Vaya si era posible esa amistad!

Grace le estuvo abrazando varios minutos, con la cara enterrada en su cuello. Cuando se separaron, sus ojos ya no estaban húmedos.

- Te he echado de menos –le confesó, dándole un beso en la mejilla.

- Y yo a ti –respondió él con una sincera sonrisa.

Podría haberle reprochado que no le hubiera escrito, que lo sucedido con Sirius les hubiera separado. Pero Remus no era de echar las cosas en cara.

- Ahora que he vuelto nos veremos más. Prométemelo.

"Prométeme que no me harás de lado porque Sirius sea tu amigo, que no elegirás entre los dos. Prométeme que no me abandonarás", parecía querer decir implícitamente. Remus sonrió.

- ¿Lo dudas? Aún me debes una copa. Te recuerdo que yo invité a la ronda de Navidad.

La sonrisa de Grace estalló.

- Primero sería aconsejable que te recuperaras de tu última borrachera –le aconsejó picándole en la frente.

Remus la miró sorprendido.

- ¿Qué tipo de radar tenéis las mujeres para detectar la resaca? –preguntó anonadado.

Grace se echó a reír, abrazándole de nuevo con cariño.


- Bueno, ya estás –dijo Benjy guardando su varita satisfecho-. Y sin cicatrices.

Rachel mantuvo el brazo en alto, observando el lugar donde minutos antes había habido una profunda herida cortante.

- Perfecto, como siempre –comentó con una sonrisa-. Aún no puedo entender que no trabajes en San Mungo, Benjy.

- Bueno, no tener licencia de sanador lo dificulta bastante –respondió él riéndose y quitándole importancia.

Rachel se volvió a reír, y le invitó a sentarse junto a ella en la valla. Desde ahí podía ver a Remus y Grace abrazándose y a James y Lily tratando de hablar con Sirius.

- Nunca te he preguntado por qué no te la sacaste –murmuró mirándole de reojo. Él la miró extrañado y ella añadió-. La licencia.

De nuevo Benjy compuso una risa irónica.

- ¿No he tenido la oportunidad de contarte la increíble historia del huerfanito repudiado por su padre que, obviamente, no tenía ni un knut para estudiar?

Ante la mirada horrorizada de Rachel él hizo un gesto indiferente, restándole importancia.

- No te preocupes, no es ningún trauma. Mi madre murió en el parto y mi padre no quiso saber de mí. Pude asistir a Hogwarts gracias al fondo de caridad del colegio. Y, cuando terminé, mi padre contactó conmigo, supuestamente arrepentido. Ya sabes, por la vida que llevé en el orfanato y todo eso. Pero ya era tarde y yo era mayor de edad, así que no quise nada de él. Cuando murió me dejó su piso, y es lo único que he aceptado de él. A fin de cuentas no estoy para rechazar una vivienda gratis.

Rachel le miró durante un rato sin saber qué contestar a esa revelación. Benjy no se lo había contado para darle pena, eso seguro. Pero sintió un agujero en el estómago por su relato.

- Cada vez tenemos más en común, ¿te has fijado? –dijo sintiendo cada vez más afinidad por su padrino-. Huérfanos de madre, sin la oportunidad de hacer lo que nos gusta, con una vida de mierda…

- Vaya dos pringados –concluyó él soltando una carcajada, a la que ella se unió-. Pero me alegro de que no me juntaran con nadie de vida perfecta. No habría podido soportarlo con suficiente falsedad.

Rachel le sonrió, apoyando la cabeza en su hombro.

- Lo mismo digo, pringado.


Los acontecimientos de ese día marcaron profundamente el destino de Regulus Black. No se había visto capaz de alcanzar las expectativas puestas en él. Se sentía cansado, aturdido y poco convencido de la vida que estaba llevando.

La visión de los Cooper siendo masacrados, con la única excepción del hermano del patriarca y el hijo mayor, no le había producido más que repulsión. Él no se había unido a las filas de Voldemort para ser cómplice de aquello, solo quería un mundo donde no tuviera que esconderse para hacer magia, pero no disfrutaba con el asesinato y la tortura de inocentes.

Aunque nadie más entendía eso. Ni siquiera le comprendía Severus Snape, en cuya inteligencia había confiado más que en la de los demás. Todos estaban demasiado obcecados con la pureza de sangre y con quitar de en medio a los que no eran dignos.

Severus concretamente tenía una obsesión insana por acabar con la vida de Potter o alguno de sus amigos, entre los que incluía a su hermano, si pudiera atraparle. Hasta tal punto llegaba su obnubilación con Lily Evans. Y el muy ingenuo se creía que nadie se había percatado de su secreto…

No es que a él le preocupara mucho lo que le ocurriera a Sirius. Ambos habían separado sus caminos hace años, eso estaba claro. Pero Sadie tenía razón, era su hermano. No podía fingir que no le importaba en absoluto.

Y también estaba Grace. Así que había vuelto a Inglaterra. Cuando la vio aparecer en la batalla sintió que el corazón le daba un vuelvo y que le empezaban a sudar las manos. Tenía la sensación de que iba a descubrirle con cada gesto que hacía. Seguro. Le conocía demasiado como para no hacerlo.

Es cierto que había bajado la guardia, que se había distanciado de ellos deliberadamente y que no había estado a la altura de sus duelos. Lupin le había vencido fácilmente, y eso no se lo perdonaría. Le había subestimado. Snape consideraba una afrenta el que hubiera perdido en duelo contra él, le consideraba si cabe el más indigno de los cuatro. Probablemente porque era un licántropo.

Lo que jamás le perdonaría a Severus Snape, y estaba seguro de que había abierto una brecha irreparable entre ellos, era que le había dejado en evidencia cuando se habían desaparecido en las inmediaciones de su escondite.

Snape había cargado con él y le había ayudado a marcharse antes de que los aurores les detuvieran, cierto. Pero cuando Bellatrix, llena de ira por haber tenido que huir, le preguntó a gritos cómo había llegado a herirse, Snape le dijo toda la verdad.

- ¿Qué te ha vencido un puto licántropo? –exclamó Bellatrix profundamente ultrajada-. ¡Eres una vergüenza para esta familia, tu padre estaría avergonzado de ti, Regulus! Si la escoria más insípida de Dumbledore puede contigo, ¿cómo vamos a confiar en ti?

Y había seguido gritándole durante media hora. Él ni siquiera se le enfrentó. Estaba demasiado enfadado consigo mismo y se sentía profundamente humillado por los gritos que Bellatrix se estaba asegurando que todos oyeran.

Se marchó de allí en cuanto tuvo permiso de hacerlo. No quería volver a casa, por lo que pasó la noche en el laboratorio del señor O'Donell, vigilando la elaboración del Filtro de los Muertos que Amanda y él estaban preparando.

Al día siguiente despertó por el ruido de un tumulto que se estaba desarrollando en la planta baja de la casa. Se oían gritos y maldiciones. Rápidamente se incorporó, frotó sus ojos para despejarse y sacó su varita. Se apuntó a sí mismo y pronunció el Encantamiento Desilusionador.

Cuando bajó silenciosamente a la planta baja, con la varita preparada para defenderse, y observó que un grupo de aurores se habían materializado en el lugar y estaban deteniendo al señor O'Donell y a Amanda Tyler.

- Esto es un error, señores –protestaba O'Donell con aparente calma-. ¿Puedo saber por qué han irrumpido en mi casa de esa manera?

- ¿Su casa? –preguntó irónicamente uno de los aurores, el que parecía llevar la voz cantante-. Hemos sabido que este es un laboratorio ilegal de pociones que trabaja para el líder terrorista que se hace llamar Lord Voldemort. ¿Se va a hacer el tonto usted ahora?

- No sé de qué me hablan –exclamó O'Donell fingiendo indignación-. Este es mi propio laboratorio privado. Soy pocionista, estoy experimentando nuevas pociones destinadas al uso sanitario

- Por supuesto, y la poción draconics tiene un gran uso para curar la Viruela de Dragón, ¿cierto? –ironizó otro auror más joven, mientras alzaba un cazo y dejaba caer el contenido de uno de los calderos-. Aquí por lo menos hay diez pociones prohibidas, señor.

- Y esta es Amanda Tyler –confirmó otro joven apuntándola con la varita-. Todos la recordamos. Formó parte del bando que atacó Hogsmeade el año pasado y que provocó la muerte de 25 personas. Fue expulsada de Hogwarts y juzgada, pero se le declaró inocente entonces. Ya vemos que continúa con grandes compañías.

El auror que estaba al mando asintió.

- Bien, ya he escuchado bastante. Horacius O'Donell y Amanda Tyler, quedan detenidos por tráfico de pociones ilegales y colaboración con banda terrorista. Todos estos cargos serán presentados y confirmados por las pruebas que hemos recogido en un juicio ante el Wizengamot, donde tendrán derecho a una defensa adecuada. Bien hecho, Bones. ¿Cómo conseguiste el chivatazo?

El que apuntaba a Amanda con la varita se encogió de hombros.

- Pura casualidad, señor.

- Bien, lleváoslos y requisad todo esto. Quiero que detengáis como sospechoso a todo el que se acerque a este lugar.

Regulus se aseguró de colarse entre los aurores que se llevaban a los detenidos. El encantamiento desilusionador aún le duraba, pero no sabía cuánto más aguantaría. Y necesitaba salir de allí antes de que le atraparan.

O'Donell no se resistió en ningún momento al arresto, pero Amanda se revolvía y trataba de golpear al hijo de Edgar Bones, quien la sujetaba con fuerza mientras mantenía la varita contra su cuello.

Regulus se alejó con cuidado del lugar mientras escuchaba las amenazas de Amanda, que en ningún momento pensó en fingir inocencia. Ya le había salido mal la primera vez.

- Te arrepentirás de esta, Bones –le dijo al joven Anthony, a quien Regulus solo conocía de vista y por la fama que precedía a su padre-. Te juro que si yo voy a Azkaban, van a vengarme. Y golpearán a lo que más te importa.

El joven auror se echó a reír sin humor.

- Amenazar a un funcionario del Ministerio de Magia también quedará muy bien en tu defensa en el juicio, Tyler. Qué inteligente eres.

Y fue lo último que Regulus acertó a escuchar, pues cuando se vio lejos de la mirada de los aurores echó a correr hasta encontrar un sitio donde le pareció seguro desaparecerse.

En esos momentos solo lamentaba no haber podido salvar las pociones, ni haberse encontrado acompañado por algún compañero, y así haber podido enfrentarse a los aurores. Algo así le habría venido genial de cara a la opinión de los demás, después del fiasco del día anterior.

No le dio importancia a las palabras de Amanda, ni tampoco lo hizo Anthony Bones, quien en ese momento no fue consciente de hasta qué punto lamentaría poco después no haber tomado en serio sus funestas amenazas.


Y hasta aquí puedo leer... ¿Qué os ha parecido? Os adelanto el título del próximo capítulo: Luna tras luna. Hagan sus apuestas :)