¡Hola a todos! Voy fatal, he tardado demasiado en actualizar y no tengo excusa más que el hecho de que tengo muchísimo trabajo y se me ha acumulado. De aquí a finales de mayo estaré a tope, pero trataré de sacar tiempo para publicar, que tengo los siguientes capítulos muy claros en mi cabeza. Solo adelanto que se vienen curvas, así que estad preparados.
Como no tengo mucho tiempo ahora, que he quedado con mis amigas, publicaré ahora corriendo y a la noche os contestó en privado a los me adelanto a escribir a Ana1991, que me dejó review sin loguear y esta es la única forma de responderle :)
Ana: Para mí los merodeadores también merecen una saga propia, desde luego me caen mejor que el pobre soso de Harry jejeje. Pero también temo que los James y Sirius de JK empañen a todos los que tenemos en la cabeza con los fanfics, es decir, que ella cayera en el juego de todas esas personas que ahora aman a Snape y le pondría a él como el héroe trágico y a James y Sirius como los malos. Sería estropearlo todo y no encajaría, pues durante toda la saga ha dejado claro que no simpatiza con ninguno, pero que al menos James y Sirius siempre estuvieron en el bando correcto por convicción. Aunque la presión social podría hacer mucho, y eso es lo que temo...
Muchas gracias por la felicitación cielo, :D La verdad es que el Gobierno no para de tratar de fastidiarnos la vida con sus leyes, pero hay que tratar de tirar adelante como sea. Y yo he dado con unos jefes estupendos que me hacen sentir muy a gusto en un trabajo que encima es mi vocación. Soy afortunada :D Es un medio local, así que sobre todo voy a estar muy liada hasta que pasen las elecciones autonómicas, pero trataré de sacar tiempo para escribir, prometido :)
Este fic es mucho más oscuro, y seguirá poniéndose peor a medida que avance. Pero los merodeadores siempre harán de las suyas, por supuesto :) Hoy no hay mucho de James y Lily, pero les sigo teniendo en mente. Son la parejita hermosa de todos mis fics :)
Sigo haciéndoos sufrir con Sirius y Grace, ¿eh? jejeje Ya queda menos para averiguarlo. ¿Ni siquiera lo sospechas? :P
A Regulus le verás de malo, tranquila, aunque también más descafeinado. Empieza a dudar de sus lealtades, y eso se tiene que reflejar. Con Severus a veces no sé si no consigo pillarle, pero es que me parece un fanático preocupado solo por dos cosas: Hacerse grande con la magia oscura, y Lily. Y la segunda de momento no se ha cruzado del todo en su camino, pero pronto lo hará. ¿Quieres beso entre Marlene y Fabian? jejeje Hoy hay una escena muy reveladora de ellos, ya me dirás qué te parece :P Un besazo enorme guapísima y muchísimas gracias por tus buenos deseos! ;)
Os dejo con el capítulo, ya no espero más. ¿Qué os dice el título? Pues no andáis muy equivocados :)
Capítulo 5: Luna tras luna
Una semana después de estos sucesos, la Orden del Fénix celebró otra reunión. Todos menos Caradoc, que continuaba ingresado en San Mungo, acudieron.
Había sido una semana tranquila. Después del asesinato de casi toda la familia de mestizos, y del posterior arresto del principal encargado de sus laboratorios, Voldemort parecía estar a la expectativa, en una calma latente.
Gideon había tenido tiempo de recuperarse y salir del hospital. Ahora lucía con orgullo un brazo en cabestrillo y una sexy cicatriz en la mejilla que, aseguraba, le hacía ligar más que nunca. Rachel y Remus eran los únicos que no encontraban graciosas sus bromas sobre las cicatrices y lo atractivo que le hacían ver a un hombre.
Nadie podía culparles, por supuesto. Rachel había sufrido un ataque por parte de varias compañeras de colegio cuando aún estudiaban en Hogwarts del que nunca se había recuperado del todo. Le habían escrito la palabra 'impura' en la cara con un hechizo cortante, y aunque Madame Pomfrey había hecho un buen trabajo de curación, ella había tardado demasiado tiempo en ir a la enfermería. Los cortes habían empezado a cicatrizar, y esas cicatrices ahora cruzaban su cara por todas partes, a pesar de que esa palabra ya no era prácticamente legible.
Así que si alguien podía decir claramente que las cicatrices no eran cosa de risa, esa era ella. Su posterior mordedura y conversión en licántropa no ayudaron en absoluto a mejorar su aspecto, sino que lo asalvajaron. Sus rizos castaños, antaño encantadores, ahora eran incorregibles. Su piel, blanca y llena de pecas, ahora era pálida y llena de heridas antiguas y más recientes. Sus ojos eran más oscuros, había perdido el tono miel que tenía de niña, y su cuerpo había madurado a partes desiguales, haciéndola más alta pero no más esbelta.
La historia de Remus era de sobra conocida. Pese a ser de carácter más paciente que su novia, no dejaban de irritarle bromas que los demás no veían con maldad. Claro que los demás no habían crecido temiendo la llegada de un nuevo ciclo lunar, sabiendo que eso solo traería otra dolorosísima transformación y nuevas mordeduras y heridas autoinfligidas.
También su cuerpo estaba lleno de recuerdos lunares, aunque su cara no estaba tan machacada como la de Rachel. Su pelo también estaba más castigado, y ya tenía principios de canas que no correspondían a alguien de su edad.
Ambos aguantaron el momento con la máxima paciencia posible, teniendo en cuenta que esa noche era luna llena y los nervios estaban a flor de piel. Mientras los demás reían las bromas de Gideon, ellos se mantuvieron en un tenso silencio que se alivió un poco cuando Dumbledore les ofreció asiento y pidió la palabra.
- Buenas tardes a todos –saludó el comandante de la Orden-. Espero que estos días de calma hayáis aprovechado para descansar y recuperar fuerzas, porque sin duda Voldemort volverá en cualquier momento con más saña que nunca. Lo primero que quiero deciros es que Caradoc está bien, y que posiblemente la semana que viene le den de alta en San Mungo. Os manda recuerdos a todos.
Esa declaración provocó un murmullo tranquilizador entre los presentes, que empezaron a comentar lo nerviosos que habían estado al saberle grave. Sin embargo, Dumbledore alzó la mano silenciando la sala de nuevo.
- También tenemos noticias de los últimos detenidos por el Ministerio. Alastor…
Le cedió la palabra a Moody, que se levantó bruscamente y les miró con fiereza, sin dejar ver lo satisfecho que se sentía con los nuevos acontecimientos.
- El Ministerio ha iniciado ya el proceso judicial contra los pocionistas detenidos. Ya están analizando las pruebas obtenidas, y en pocos días se celebrará el juicio. Con lo que hay, servirá para encerrarles a los dos. Además, Tyler ya se libró una primera vez por las influencias de su familia, pero ni siquiera el más ciego del Wizengamot podrá hacer oídos sordos a una reincidencia tan evidente. Así que solo queda felicitaros a todos, especialmente a Bones que ha sido el que ha dirigido en este caso la operación.
Todos comenzaron a aplaudir emocionados, y Anthony se sintió algo avergonzado. Mientras su padre, Edgar, y Gisele, uno a cada lado, sonreían orgullosos y le daban codazos cómplices, él se sonrojó furiosamente. Y fue a peor cuando Sirius y Gideon le obligaron a ponerse en pie y saludar a los presentes, que aplaudieron más fuerte con evidente buen humor. Dumbledore era uno de los más entusiastas, y hasta Moody se permitió una sonrisa.
- Realmente yo no he hecho nada –dijo Tony torpemente-. Fue Alice quien recogió todas las pruebas y quien me cedió la oportunidad para hacer méritos delante de los compañeros. Gracias, Alice, de verdad.
Ella le sonrió con humildad.
- Ya te tocaba destacar. Hay demasiadas veces que has desperdiciado la oportunidad de hacerte valer en el departamento en beneficio de la Orden. Te tocaba a ti.
- Necesitamos más aurores considerados –añadió Frank-. Está bien que sepan lo que vales.
Anthony desechó sus palabras con un manotazo y se apresuró a sentarse y dejar de ser el centro de atención. Enseguida la conversación giró para otros temas menos gratificantes.
Cuando acabaron, media hora después, Remus y Rachel se prepararon para marcharse cuanto antes. Aún quedaban varias horas para que anocheciera, pero esa noche era luna llena, y debían tenerlo todo preparado.
- Ey, esperaos –les pidió James, uniéndose a ellos junto con Sirius y Peter-. Tenemos que ver cómo nos organizamos hoy.
- No os preocupéis, chicos. Nosotros solos nos apañamos –les tranquilizó Remus pasándole un brazo por los hombros a Rachel para dirigirle a la salida.
- Pero siempre nos encargamos nosotros –protestó Peter, quien tenía un parche ocupando toda su frente, fruto de la herida de la batalla-. De verdad que lamento tener que hacer inventario esta noche, es un jaleo.
- Yo si queréis paso de seguir estudiando –se prestó Sirius-. Sinceramente, los exámenes me dan igual, seguro que los saco con la gorra.
- Ya no estás en Hogwarts, Sirius. No lo tendrás tan fácil para superar la Academia de Aurores sin estudiar –le censuró Rachel frunciendo el ceño.
- Ya pero, ¿cómo lo hacemos? –preguntó entonces James, que había estado tan dispuesto como Sirius a dejar su última noche de estudios antes de los exámenes trimestrales.
El problema consistía en que, hasta ese momento, todos o al menos alguno de ellos tres había tenido tiempo de vigilar los cambios lunares de Remus y Rachel. No habría habido problemas al principio porque Dumbledore les había ido cediendo la poción experimental que estaba desarrollando su amigo Damocles Belby, la poción matalobos.
Sin embargo, ese surtido terminó varios meses atrás cuando el Ministerio confiscó todas las pruebas de esta poción hasta que hubieran investigado que no servía para favorecer a los licántropos en una posible lucha con los magos. En aquella época la política contra las criaturas híbridas estaba en su máximo apogeo, y no sería hasta años después que Belby pudo finalizar su trabajo y la poción podría comercializarse, aunque a un precio muy alto.
Así que, durante esos meses, James, Sirius y Peter se habían turnado, cuando no lo hacían juntos, para proteger el departamento de Remus y Rachel, mantenerles bajo control y pasar la noche vigilándoles. Por desgracia ya no tenían un bosque cerca en el que perderse, e irse tan lejos de Londres no era una opción.
- Os he dicho que no hace falta –bufó Remus con voz dura, más irritado de lo normal por la influencia lunar-. Rachel y yo somos perfectamente capaces de embrujar la sala y hechizar unas cadenas potentes que nos aguanten toda la noche.
- Aun así no me siento cómodo dejándoos solos, Lunático –insistió James con paciencia mientras Sirius rodaba los ojos y Peter se encogía ante el tono de su amigo.
En ese momento aparecieron en el círculo de amigos Fabian y Gideon, que había escuchado la conversación.
- Yo puedo quedarme con ellos –se ofreció el primero-. Mi deber como padrino también incluye cuidar a mi buen amigo Remus en sus momentos privados.
Pese a su tono bromista era evidente que se ofrecía en serio. Gideon hizo una mueca de dolor.
- Yo me ofrecería también, ya lo sabéis. Pero he quedado con la rubia del bar de abajo esta noche, y dicen que ésa solo da una oportunidad. Si cancelo la cita me quedo sin…
- ¡Oh, por favor! –bufó Rachel incómoda mientras tenía un escalofrío.
Los demás, menos Remus, le rieron la broma a Gideon.
- Os he dicho que no hace falta –insistió el licántropo entre dientes.
Estaba al borde de la paciencia y todos lo notaron, pero Fabian lo ignoró palmeándole la espalda.
- Tonterías. Será un placer pasar la noche en tu casa asegurándome de que no os coméis las paredes.
- ¿Qué plan es ese, Fabian? –preguntó Benjy llegando en ese momento.
- Hoy es luna llena, y Jimmy y yo tenemos exámenes, y Peter trabaja hasta tarde –le resumió Sirius.
- Así que yo ejerceré de buen padrino.
- ¿Necesitas ayuda? –le preguntó Benjy-. No tengo nada mejor que hacer, y también puedo ejercer de buen padrino.
- ¡No!
Todos se giraron hacia Rachel, que estaba más alarmada e inquieta de lo normal. La joven trató de regular su respiración y de parecer calmada, pero su novio la miró extrañado.
- En serio, Ben. Preferiría que no vinieras –titubeó, evitando la mirada de Remus-. No me sentiría cómoda.
Él se quedó algo cohibido, preguntándose por qué se sentiría incómoda con él pero no con Fabian, ya que ambos siempre habían sido más cercanos que la mayoría de las parejas de la Orden. Pero solo atinó a asentir con la cabeza mientras levantaba las manos en son de paz.
- De acuerdo, no iré.
- Pero alguien tiene que acompañar a Fabian durante toda la noche. Menudo muermo –comentó Peter.
De repente en ese momento apareció Grace, de la nada, arrastrando a una reticente Marlene.
- Estoy segura de que Marlene lo hará –ofreció alegremente.
La aludida la fulminó con la mirada, mientras Fabian dio un paso atrás incómodo. Sin embargo, su hermano gemelo compartió una mirada cómplice con Grace, y James y Peter se miraron, para después darse cuenta de que Sirius se había pirado en cuanto su ex novia había aparecido.
- Me parece una gran idea –comentó Gideon con tono sugerente.
- Pero…
- Estoy seguro de que Marlene no dudará en echar un cable a Remus y Rachel –dijo James con una sonrisa completa, cortándole en su protesta-.
Remus iba a decir algo pero su mejor amiga le dio un pisotón y abrazó a Marlene con camaradería.
- Ella siempre está dispuesta a ayudar a los demás. Además, hoy no tienes guardia y acabas de decirme que no tienes más planes, ¿no?
Rachel estaba tan aliviada de que Benjy se hubiera salido de los planes que no protestó, Remus se cruzó de brazos ofendido pero no insistió, y los demás no pararon de presionar a la pareja hasta que aceptaron.
- Supongo que está bien –concedió ella de mala gana, evitando mirar a Fabian.
- Claro, ¿por qué no? –dijo él fulminando a su hermano con la mirada, quien le guiñó un ojo con descaro.
Los dos se marcharon enfurruñados, cada uno por un lado, y los demás aguantaron la risa todo lo que pudieron.
- Perdonad, pero les vendrá bien pasar la noche juntos –les dijo Grace a Remus y Rachel.
- ¿No han vuelto a hablar tras la discusión del otro día? –preguntó Peter rascándose cuidadosamente donde tenía fijado el parche.
Grace y Gideon negaron con la cabeza.
- Son dos cabezotas. Buenos reflejos, Grace. Voy a acabar pensando que las rubias tenéis un buen cerebro que ofrecer al mundo.
Ella le sonrió con ironía.
- Sigue con esos comentarios y se los diré a la camarera de abajo. Ya veremos si la "rubia tonta" decide dejarte con las ganas.
Faltaba poco para la puesta de sol cuando Fabian y Marlene terminaron de atar a Remus y Rachel. Esos días tenían que tener especial cuidado con los preparativos. Ya que no podían abandonar su destartalado piso al no tener cerca un bosque controlado como lo era el de Hogwarts, ellos habían preparado una habitación para esas noches del mes.
En ella no había mobiliario ni ningún instrumento decorativo. Solo cadenas fuertemente arraigadas a las paredes, donde ambos eran inmovilizados, uno frente al otro, para que en esas dolorosas noches no tuvieran la opción de echar las puertas abajo y cometer alguna atrocidad.
Las cadenas estaban especialmente reforzadas con magia. Estaban destinadas concretamente a contener bestias mágicas de gran fuerza, y costaban más dinero del que podían permitirse juntando todos sus ahorros. Era lo único que le habían permitido a James que les pagara, y eso fue porque él había amenazado con ponerse al otro lado de la puerta y correr el riesgo de sufrir las consecuencias si conseguían echarla abajo.
Remus y Rachel compartieron una mirada preocupada, mientras observaban a Fabian y Marlene terminando de organizarlo todo sin mirarse. No habían hablado entre ellos desde que llegaron al apartamento. Realmente no recordaban haberles visto juntos desde la batalla de la semana anterior, cosa extraña pues ambos mantenían una relación de lo más estrecha e inexplicable.
- Bien, esto ya está ajustado –dijo Fabian incorporándose y probando las cadenas con su varita-. A prueba de dos licántropos furiosos.
Remus le sonrió levemente por la broma, pero Rachel y Marlene le ignoraron.
- Recordad insonorizar bien todo el piso. En este bloque viven muggles y…
- Tranquila, Rachel. Lo tengo solucionado –le prometió Marlene echándole un mechón fuera de la cara de forma cariñosa. Se agachó a su lado y la miró a los ojos-. Entraremos en cuanto salga el sol para ayudaros con las heridas. Lily ya me ha dado algunas pociones.
- Gracias –le sonrió un poco, y cuando Fabian la miró rodó un poco los ojos-. A los dos.
- Aunque insisto en que no era necesario todo esto -protestó Remus.
Fabian terminó de pronunciar los hechizos de insonorización y le dio una cariñosa patada a Remus.
- Ya te he dicho que no me importa. Es mi deber de padrino.
Esta última frase la dijo con tanto rentitín que Remus y Rachel no pudieron evitar una pequeña carcajada. Marlene, por otro lado, bufó sonoramente y salió de la habitación con la nariz bien arriba. Fabian fingió que no se había enterado pero Remus le dio una suave patada para llamar su atención.
- Aprovecha esta noche para hablar con ella –le aconsejó.
Fabian pareció ofenderse de verdad, algo insólito de ver.
- Te recuerdo que fue ella quien me golpeó. En fin, pasad buena… -titubeó al notar lo que iba a decir y la mirada de censura que ambos le dedicaron-. Quiero decir, hasta mañana.
Salió de la habitación y cerró la puerta. Ambos escucharon pequeños ruidos durante un par de minutos, y luego todo se envolvió en un silencio sepulcral. Los hechizos de insonorización habían dado resultado.
- ¿Crees que aprovecharán esta noche para solucionar sus problemas? –preguntó Rachel mirando aún la puerta.
Remus se encogió de hombros.
- Creo que sus problemas solo se arreglan con sinceridad y una cama de por medio. Tú y yo no vamos a usar hoy la nuestra, así que…
Estaba sonriendo pícaramente, pero se cortó cuando se dio cuenta de que su novia no le continuaba la broma. Ahora en pocas ocasiones lo hacía, y sin duda nunca antes de la luna llena. Aun así quedaban varios minutos para que la luna saliera e hiciera efecto, y no quería esperar el momento en silencio.
- ¿Has hablado con Gis hoy? –preguntó con cautela.
Rachel le miró seriamente.
- ¿Por qué quieres saberlo? –cuestionó a su vez, a la defensiva.
Remus se encogió de hombros.
- Es tu mejor amiga, Rach. Y está esperando a hablar contigo para poner fecha al bautizo de su hijo. Ya sabes que quiere que seas la madrina.
Rachel bufó con desprecio.
- Mi mejor amiga –dijo con retintín- estaba hoy demasiado pendiente de su perfecto marido. Cuando decida poner fecha al bautizo de su perfecto hijo no necesitará la aprobación de ninguna licántropa.
Él la miró profundamente dolido por el desprecio que demostraba hacia Gisele y hacia sí misma.
- ¿De verdad crees eso, crees que todos son perfectos y que Gis no te necesita?
Ella no respondió, sino que giró la cara rezando porque el tiempo pasase más rápido y llegase la luna llena otra vez.
- Dime Rach –insistió Remus-. ¿Ya odiabas tanto esta condición antes de que te mordieran a ti? De ser así, ¿por qué estabas conmigo? La primera vez que supiste que era un licántropo me dijiste que era un monstruo. Luego te desdijiste, me pediste perdón y fuiste tú quien quiso estar conmigo pese a todo. ¿Por qué, si tanto odias a los licántropos?
- Yo no odio a los licántropos –le respondió en voz baja, sin querer hablar del tema.
- Lo parece. Parece que tienes un horrible complejo, que te sientes inferior solo por serlo. Y no te culpo porque muchas veces yo me siento así. Pero también piensas que los demás te ven inferior, y eso no es cierto. Gis jamás ha dejado de tratarte como a su mejor amiga, eres tú la que has cambiado.
- ¿Vas a darme lecciones ahora, Remus? –le preguntó con voz dura.
A pesar de estar atada al otro lado de la habitación, Remus pudo ver el brillo de las lágrimas en sus ojos.
- No soy nadie para dar lecciones. Ni a ti, ni a nadie –reconoció-. Pero he luchado muchísimo contra mí mismo por esos pensamientos que tienes. Los reconozco como propios y solo trato de ayudarte. Gisele no tiene una vida perfecta, aunque puede que sí sea más fácil que la nuestra. Pero no puedes culparla por ello.
- ¿Y a ti?
- ¿Qué? –preguntó extrañado.
- Que si puedo culparte a ti.
Remus se quedó momentáneamente sin habla. A pesar de que el carácter de Rachel se había agriado en el último año como consecuencia de la mordida, jamás le había acusado a él de lo que le había ocurrido. Era de lo poco que no había salido por su boca. A pesar de la culpa de Remus, ella siempre había sabido que lo sucedido no había sido culpa de él. Si acaso, sería culpa suya el que ella continuara con vida y Greyback no hubiera acabado su trabajo.
Por ello, esa acusación tan fría le dejó sin habla, y le hizo empalidecer en cuestión de segundos. Tuvo que aclararse la garganta dos veces para poder responderle con voz lúgubre:
- Puedes culparme a mí. Nunca lo has admitido, pero si te encuentras en esta situación es culpa mía. Al menos en parte. Y créeme, jamás me lo perdonaré.
El bufido de Rachel le llegó por sorpresa.
- No digo eso. Deja de auto compadecerte –le espetó, irónicamente-. Me refiero a si puedo culparte por tener una vida más fácil que la mía.
- ¿Crees que mi vida es más fácil que la tuya? –Remus estaba empezando a enfadarse. Bastante paciente estaba siendo, teniendo en cuenta que la luna llena estaba saliendo y no taba su influencia en su sangre.
Rachel no dio muestras de ver su enfado, o al menos de preocuparse por él. Se encogió de hombros y le miró indiferente.
- Creo que tienes más posibilidades de que tu vida mejore que las que tengo yo.
- ¿De dónde sacas esa gilpollez?
- De David.
Remus la miró sin comprender.
- ¿Qué tiene que ver el hijo de Gisele en esto?
- Tiene todo que ver –espetó con furia, echándose hacia adelante y haciendo sonar las cadenas-. Muestra lo que ella puede tener, que puede avanzar en su vida, seguir el ritmo. Tener hijos, y luego nietos…
- No creí que eso te importara tanto –declaró él sintiéndose miserable-. Cuando empezaste a salir conmigo, no parecía importarte.
- Era una cría, no lo tomé en cuenta. Creo que, en el fondo, nunca pensé en un para siempre. Pero eso es lo que tengo ahora, un para siempre. Y ni siquiera tú tienes algo así.
- Tengo la misma maldición que tú –gruño Remus intentando evitar que la amargura de un posible hijo que nunca se daría se introdujera en su pecho, y tratando de evitar llevar su mente a la confesión que Rachel le había hecho sobre que nunca pensó en estar con él toda la vida-. La misma.
- Sí, y no. Biológicamente tú puedes tener hijos, Remus. No hay nada que te lo impida. Eso sí, con otra mujer.
- ¿Crees que me arriesgaría a pasarle nuestra maldición a un ser inocente?
- No sabemos seguro que eso ocurriría. No hay estudios al respecto. Pero lo que está claro es que si escogieras a una mujer normal, podrías tener hijos. Biológicamente yo estoy incapacitada. Soy estéril desde el momento en que Greyback me mordió. Así que perdóname si no quiero estar cerca de un bebé ni conformarme con el título de madrina.
Después de su perorata, ninguno de los dos habló durante un par de minutos. Remus habría seguido discutiendo, argumentando por qué él estaba tan incapacitado como ella para la paternidad, pero sería inútil. Ahora sabía lo que había estado torturándola durante meses, qué le había llevado a agriar tanto su carácter que era irreconocible.
No era de extrañar que se hubiese dejado arrastrar por la amargura. Y ahora tampoco le extrañaba que se hubiese enganchado tanto a las drogas que le dieron en ese refugio para licántropos, donde pasó los primeros meses de transformación hasta que él pudo ir a buscarla. Lo que más le dolía era la confirmación de que ella nunca había pensado en él como un "para siempre".
¿Era solo un novio excéntrico y cariñoso con el que pasar sus años en Hogwarts? ¿O es que simplemente no pensaba en el futuro mientras estaba con él? Desde que se había visto atrapada en su condición, también se sentía atrapada en su relación. No tenía más opciones que él para no estar sola. Le hacía sentirse tan poca cosa…
Con la voz pastosa rompió el silencio, obligándola a mirarle.
- ¿Por qué nunca me has dicho todo esto?
Rachel sintió un apretón de culpa en el estómago, pero la amargura pudo con ella.
- Hay muchas cosas que me he estado callando, Remus. Por no hacerte daño. Y aun así todos creéis que soy una mala bruja y una amargada.
"No, todos no", le recordó una voz en su interior a la que Rachel ponía rostro sin pretenderlo. Se removió inquieta, mirando por la ventana. El sol estaba desprendiendo sus últimos rayos antes de ocultarse. Quedaban pocos segundos, lo notaba inminente en el picor en las palmas de sus manos y las plantas de sus pies.
Quizá podría acabar por sincerarse justo antes de que saliera la luna. No habría más tiempo a discusiones o reproches, tendrían que postergarlo. Sería increíblemente cobarde por su parte pero, ¿acaso no pensaban ya lo peor de ella?
- Remus, tengo algo que decirte…-él alzó la cabeza, mirándola interesado por su cambio de tono. Su voz desprendía culpa. ¿Iría a disculparse por sus duras palabras? Rachel le miró con pena antes de soltar la bomba-. Creo que me estoy enamorando de otra persona…
A Remus se le descolgó la mandíbula de la sorpresa. Se le formó un nudo tan fuerte en el estómago que le dejó sin respiración. La miró incrédulamente durante varios segundos, y cuando abrió la boca para hablar, de ella solo salió un gemido de dolor. La transformación había comenzado.
Y Rachel jamás había agradecido tanto a la luna llena su presencia, pese al intenso dolor que le atravesó el cuerpo cruzando su columna vertebral.
- Es la hora –comentó Fabian quedamente cuando los últimos rayos de sol se apagaron entre los edificios de Londres, y Marlene iluminó la habitación con un golpe de varita.
Los dos se quedaron momentáneamente en silencio, tratando de escuchar un indicio de lo que podría estar pasando al otro lado de la pared. Pero no se oía nada. Los hechizos silenciadores de Fabian eran realmente buenos.
- Sí –contestó Marlene al rato, incómoda por el silencio pero sin querer dar su brazo a torcer y tener con él una conversación normal.
No habían vuelto a hablar desde el día del ataque, desde esa violenta discusión que tuvieron. Él se sentía insultado por la falta de confianza que ella había puesto en él, y a ella aún le duraba el miedo en el cuerpo de cuando le vio rodeado y creyó que no llegarían a tiempo para salvarle.
- Me pregunto si será tan doloroso como me lo imagino –comentó Fabian como para sí mismo, mirando fijamente a la puerta que les separaba de Remus y Rachel.
Marlene bufó enfadada.
- Deberías pedirle a alguno de ellos que te muerda y lo compruebas por ti mismo. Como te gusta tanto jugártela…
Fabian rodó los ojos.
- Así que volvemos a continuar la conversación, ¿eh? Como siempre la perfeccionista tiene que ponerle la puntilla a todo.
- No te atrevas a acusarme de nada –le espetó, girándose sobre sí misma para mirarle por encima del sofá en el que estaba sentada-. No te diría nada si no hubieses sido tan imprudente.
Él se movió a zancadas hasta ponerse delante de ella. La miró con una sonrisa arrogante y dura. En ese momento ella, que se vanagloriaba de ser de las pocas personas en diferenciar a los gemelos Prewett, no habría encontrado ninguna diferencia con Gideon.
- Tú llamas imprudente a cualquiera que se salte tus rígidas normas. A cualquiera que se afloje un poco la corbata y viva de verdad.
- ¿Estás diciendo que yo no tengo vida? –Marlene se levantó elevando su voz.
Aún de pie, Fabian le sacaba dos cabezas, pero eso jamás había sido un problema para ella. Ni siquiera cuando no le conocía y solo veía en él a ese gran hombre de 1,90 de estatura se había sentido intimidada por él. Fabian tampoco titubeó ante la furia de sus ojos, que prometían venganza.
- ¿Ves, querida? Por algo eres la primera de la clase. Pillas las indirectas al vuelo.
Marlene tuvo ganas de tirar la varita y golpearle con fuerza. Con más de la que tenía, sin duda, si quería hacerle daño. Apartó la mirada de su dichosa sonrisa y se paseó por la sala como un león encarcelado.
- Te juro que, si no fuese por Remus y Rachel, ahora mismo me marcharía y no te volvería a dirigir la palabra.
- Me partes el corazón –ironizó él, sentándose donde acababa de estar ella, y poniendo los pies en una mesita desvencijada.
Marlene buscó alguna frase hiriente, insultante, y que al mismo tiempo no pareciese un chiste en su boca. Ella, tan correcta siempre al hablar, quedaría fatal si de repente pareciese una verdulera desentrenada. Necesitaba que Grace le diese algunas clases de cómo insultar a un hombre sin perder la compostura.
Como no encontró una expresión para ofenderle, se limitó a dar vueltas por la casa, frustrada consigo misma. Contra más relajado y orgulloso parecía Fabian, más se enfadaba ella.
- ¿Se puede saber cuál es tu problema? –quiso saber él al cabo de un rato-. ¿Por qué estás ofendida? Te recuerdo que eres tú quien me pegó a mí.
- ¿Todavía lo preguntas? –exclamó ella, dirigiéndose hacia él-. ¿Has escuchado algo de lo que te he dicho, acaso?
- Mira –intervino él algo más calmado-. No espero que lo entiendas, pero si yo veo a mi hermano herido y a punto de ser rematado…
- ¡Esto no tiene nada que ver con Gideon! –exclamó ella sin calmarse ni un poco-. Él estaba a salvo, te la jugaste sin necesidad solo por tu maldita obsesión de tomar el camino más difícil.
- ¿Y se puede saber qué coño te importa a ti eso? –preguntó dejando su pose relajada, aunque sin levantarse del sofá.
Ella estaba frente a él, con los brazos en jarras y fulminándole con la mirada. Su cabello, castaño claro, estaba despeinado y mal recogido en un deshecho moño en su nuca. Vestía a lo muggle, algo raro en ella, aunque no le sentaban mal los pantalones y el jersey ajustado. Seguro que Grace se los había prestado para que no diera el cante en ese barrio muggle.
- ¿Cómo no me va a importar? –le preguntó ella a él incrédula, olvidándose por un momento que estaba enfadada.
Le recorrió el rostro con la mirada, buscando un signo de entendimiento. Su mandíbula cuadrada, sus labios finos y sus centelleantes ojos azules. Su pelo, castaño, estaba corto, al contrario que el de Gideon, aunque aún había algunos mechones que le caían por la frente. Un toque gamberro que cuadraba con su actitud tan insoportable y la chaqueta de cuero que vestía ese día.
Fabian chasqueó la lengua apartando la mirada, mientras se recostaba en el sofá frustrado. Parecía que no conseguirían solucionar esa discusión. Y eso le agobiaba, tenía que reconocérselo a sí mismo. Echaba de menos sus ratos de colegueo con Marlene. Ni siquiera Gideon podía igualar esos momentos de diversión cuando la chinchaba.
- No entiendo por qué insistes tanto en vez de dejarlo estar –dijo con amargura mientras miraba la noche ceñirse sobre Londres-. Ni que estuvieras loca por mí para alterarte tanto por lo que me pueda ocurrir.
Era un comentario más como los que siempre hacía para sonrojarla. Marlene no podría contenerse a eso, le daría una colleja, o le tiraría con un cojín. Y al final se le escaparía la risa mientras intentaba que no se viera su cara tan roja como la de un tomate.
Pero cuando pasaron cinco segundos y no hubo reacción, él se volvió hacia ella con curiosidad. Marlene estaba sonrojada sí, pero le miraba con sorpresa y parecía alterada. De repente ella apartó la mirada y se dirigió tropezando a la cocina. Fabian creyó comprender lo que acababa de pasar y la incomodidad se abrió paso. Eso no podía ser nada bueno…
Abril se les había echado encima, y con ese mes la cercanía de los exámenes. Y no solo en la Academia de Aurores. En la Academia de Sanadores y la Escuela de Abogados Mágicos también tenían diferentes pruebas esos días. Pruebas muy diferentes y mil veces más difíciles que los EXTASIS.
Lily estaba histérica. Literalmente. Sus misiones con la Orden del Fénix le habían hecho perder demasiadas clases, estaba retrasada con respecto a otros compañeros como Marco, y aunque dominaba la materia tenía miedo que sus profesores tomaran sus ausencias como desinterés. Tenía que estar brillante en sus exámenes para demostrarles que estaba implicada.
- ¡Oh, por favor! No puedo creer que me haya organizado tan mal. ¡No me va a dar tiempo! –se lamentaba mientras trataba de ordenar los innumerables pergaminos que copaban la mesita del gran salón.
Grace la miraba aburrida, sentada en el otro sofá sujetando en su regazo un gran libro sobre historia de derecho mediador entre criaturas mágicas en los conflictos del VII.
- Lily, tienes que dejar de hacer eso. Estoy segura de que ya te lo sabes todo de memoria. ¿Quieres que llame a Marco para que lo repaséis juntos?
- ¡No! –exclamó la pelirroja más alterada-. Solo serviría para que me ponga aún más nerviosa hablándome de sus prácticas.
La parte más competitiva de Lily no había superado aún que el italiano le ganara en conseguir hacer antes las prácticas en San Mungo. Grace rodó los ojos ante su pequeño resentimiento.
- No te agobies, estoy segura de que en esta siguiente temporada te escogen a ti. Marco me ha dicho que McArthur te considera brillante a pesar de todo lo que faltas.
Se levantó, dejando el pesado libro sobre la mesa y dirigiéndose a la cocina.
- Voy a hacerme un bocadilllo. Tengo la cabeza llena de discusiones entre duendes y centauros del siglo VII. Ya me dirás tú para qué necesito aprender eso.
- En tu carrera deberás lidiar con todo tipo de criaturas –le explicó Lily sin levantar la vista de sus apuntes-. Conocer los errores y aciertos del pasado nos indica el mejor modo de actuar. Para eso sirve la historia.
Grace sonrió de espaldas a ella. Lily, como siempre, tenía la respuesta perfecta para cada momento. Se hizo un bocadillo de pavo frío con salsa de arándanos y se lo llevó en un plató, acompañado de un vaso relleno de zumo de calabaza. No se molestó en ofrecerle nada a Lily, sabía que los nervios no le dejarían comer nada.
- De todas formas yo no necesitaré lidiar con todo tipo de criaturas –dijo con una sonrisa traviesa-. Cuando me saque el título mi padre me colocará un despacho elegante en el Callejón Diagon y me dedicaré a llevar casos de herencias y divorcios millonarios de gente como los Malfoy.
Lily ya se conocía ese chiste, así que solo rodó los ojos, sin dejar de leer, y puntualizó:
- La gente como los Malfoy no se divorcia. Se soportan estoicamente hasta que un cónyuge averigua el modo de matar al otro en un desgraciado e inocente accidente.
Grace sonrió, concediéndole veracidad a esa afirmación, pero su mente se había quedado atascada. Ese chiste que había hecho era uno que le gustaba mucho repetir a Sirius. Él siempre bromeaba sobre lo bien que vivirían a costa de los casos millonarios en los que trabajaría Grace mientras él podía ser altruista y salvar al mundo sin cobrar un gran sueldo. Remus siempre le recordaba que la palabra altruista no estaba en su vocabulario.
- No puedo creer lo borde que ha sido hoy –bufó, con la mente puesta en él.
Lily por fin bajó los apuntes, mirándola con poca paciencia.
- ¿Otra vez con el tema? Te lo he dicho mil veces: ¡Habla con él!
- ¡No digas tonterías! –se ofendió la rubia frunciendo el ceño-. Además, es él el que no quiere hablarme. Tendrías que haberlo visto esta tarde cómo huyó en cuanto yo aparecí. Fue tan patético…
- No sé por qué te ofende tanto –comentó la pelirroja de forma irónica-. Si alguien le gusta eso de salir corriendo es a ti.
- ¡Lily! –exclamó Grace tirándole un cojín, que Lily hizo rebotar con solo un toque de varita-. Hablo en serio. Desde el día de la batalla está insoportable. Se niega a estar en el mismo grupo que yo y solo me habla con monosílabos, y eso cuando le obligan. Parece que quiera haceros elegir entre uno de nosotros.
Lily negó con la cabeza.
- Él sabe que no vamos a elegir entre ninguno de vosotros. Solo se siente herido, déjalo estar unos días. O habla con él.
El bufido de Grace la interrumpió. La rubia volvió a recoger el pesado libro y a colocárselo en su regazo.
- Qué insistencia… Prefiero leer las discusiones de los duendes y los centauros.
- Luego no digas que yo no te aconsejé. Y ahora cállate, que no me concentro.
A pesar de las ganas que tenía de seguir quejándose en voz alta por la actitud de Sirius, Grace suspiró y procedió a seguir estudiando en silencio. A fin de cuentas, sus exámenes comenzarían al día siguiente y en París no había tenía tanto tiempo de ponerse al día como le hubiera gustado.
Sus pensamientos en contra de la falta de madurez de su exnovio tendrían que esperar. A fin de cuentas, seguro que él no estaba pensando en ella en absoluto.
Y lo cierto es que no lo estaba haciendo. Sirius y James estaban en el apartamento del primero tratando de reunir grandes fuerzas entre ambos para seguir estudiando la teoría de sus exámenes. La mente de Sirius estaba muy alejada de la de cualquier rubia, e incluso James olvidaba por momentos a Lily.
- Es una putada que haya coincidido así la luna llena –se lamentó James-. Si solo Dumbledore pudiera seguir dándole la poción…
- Bueno, ya sabes que la ministra está paranoica, buscando enemigos por todas partes. Por eso la Orden debe ser clandestina, entre otras cosas –murmuró Sirius-. Pero no me habría importado saltarme este tocho y quedarme con ellos.
- Ya, pero hay que hacerlo. Este tocho es una parte vital para el examen…
Si algo les había disgustado a ambos de la Academia de Aurores fue averiguar que tenían que estudiar mucha teoría. Debían hacerse expertos en pociones, encantamientos, transformaciones, herbología… No era simplemente realizar grandes duelos y tener buenos reflejos. Ser diestro con la magia no bastaba, había que dominarla en diferentes campos.
- Estoy seguro de que Moody sería menos exigente si le enseñáramos lo que somos capaces de hacer en transformaciones –aseguró Sirius pateando un libro de 'Pociones atacantes ultra-avanzadas y cómo combatirlas'.
James se rio.
- Eso, o acabamos en Azkaban. Depende de cómo le pillemos de humor.
- No me digas que no morirías por ver la cara de Alastor Moody si un estudiante de primero al que se empeña en llamar inconstante de repente se convierte en Bambi frente a sus ojos –le picó su amigo con un brillo de diversión en sus ojos.
James sonrió traviesamente solo de pensarlo.
- De todas formas Moody solo me ha llamado inconstante una vez, y fue para decirme que era brillante pese a mi inconstancia en las clases. Y él sabe por qué falto tanto. Pese a todo, me considera el mejor.
- Tampoco te lo creas tanto –le avisó Sirius sin darle mucha importancia.
Lo cierto era que Moody sí consideraba a James el mejor de la promoción y, a pesar de que no le quería subir los humos, no hacía nada por ocultarlo. No le caía especialmente bien, al igual que Sirius, porque les consideraba arrogantes, confiados y presuntuosos.
"Todo ese talento que tenéis queda eclipsado con vuestra actitud. Sois carne de cementerio si no aprendéis a tener un respeto por el enemigo". El respeto al que se refería el jefe de aurores era, obviamente, dirigido a conocer los puntos fuertes del oponente y cuidarse de ellos, no a guardar algún tipo de educación hacia esos asesinos.
Y aunque James y Sirius se habían encontrado en un par de ocasiones, durante sus misiones en la Orden del Fénix, en las que esas palabras estuvieron muy presentes, jamás lo reconocerían en voz alta. Sirius no se sentía ofendido por ser el segundo mejor de la promoción, bastante por detrás de James. Su amigo siempre había tenido una gran predisposición natural para luchar en los términos que le gustaban a Moody, y él debía luchar contra sí mismo por no dejar que la actitud malévola con la que había sido criado le afectara en su forma de luchar con sus compañeros.
Sin embargo, sí le gustaba picar a su amigo. Y James era increíblemente fácil de provocar.
- ¿Quieres que comprobemos quién es mejor? –preguntó, subiéndose las gafas con chulería.
Sirius aceptó el reto de su amigo, cansado de estudiar teoría.
- ¿Tan deseoso estás por perder contra mí, Potter?
James sonrió con arrogancia y recogió las varitas de encima de la destartalada mesa. Le lanzó a su amigo la que le correspondía e hizo rodar la suya en sus manos.
- Black, no sé si algún día aprenderás algo de pociones ultra-avanzadas, pero hoy verás cómo se las gasta todo un auror.
Sincronizándose con la mente, ambos apuntaron con la varita al sofá y los muebles, y en menos de diez segundos la pequeña sala que hacía las veces de comedor, salón y habitación de Sirius estuvo despejada.
- Mañana nos arrepentiremos de perder el tiempo en duelos en vez de estudiar para esta mierda de examen –adivinó James muy divertido y nada preocupado.
Sirius le sonrió arrogante, haciendo una pomposa reverencia.
- ¿Se arrepiente Su Majestad?
James soltó una carcajada y se inclinó haciendo un movimiento con la varita que provocó que le salieran chispas rojas por la punta.
- En el fondo te encanta que te humille, Canuto.
Y ambos comenzaron a luchar sin perder el tiempo. No lanzaban hechizos peligrosos, ni siquiera medianamente. Lo hacían para despejarse, para entrenar. Pero sobre todo para divertirse. James disfrutó poniéndole a su amigo unas orejas de burro, y Sirius le lanzó un encantamiento de cosquillas que mantuvo a James riéndose en el suelo durante al menos cinco minutos.
Los libros de pociones quedaron olvidados, relegados, y ambos amigos disfrutaron como niños pequeños de sus inofensivos duelos. Cuando la madrugada cayó sobre ellos, ambos solo recordaron parar para comer algo, pues se habían saltado la cena. Los exámenes seguían fuera de su mente. Nunca se habían preocupado excesivamente de sus estudios, y jamás habían sufrido las consecuencias. Esta vez no sería menos.
Eran las dos de la mañana cuando Peter acabó el inventario. El callejón Diagon estaba silencioso a esa hora de la noche. Solo se oían voces en el Caldero Chorreante, ecos vacíos que se perdían entre los ladrillos de las paredes que componían los edificios.
En el Emporio de la Lechuza, los animales ululaban y gemían en su oscuridad, escudriñando las calles con sus brillantes ojos, vigilando al joven mientras abandonaba el lugar.
Peter se apresuró a llegar al Caldero Chorreante antes de que la ligera, aunque insistente lluvia le empapara por completo. Con las dos manos se cerró el abrigo y se subió el cuello de la chaqueta. Eran tiempos aún fríos a esas horas de la noche.
Podía regresar a su casa a descansar, estaba realmente agotado. Pero no quería correr el riesgo a encontrarse con su madre, que debía llevar horas acostada. En los últimos meses había estado ahorrando todo lo posible para poder independizarse, aunque fuera a un cochambroso estudio como el de Sirius. Todo con tal de librarse de su madre y el férreo control que tenía sobre su vida.
Ni siquiera le había hablado de la Orden del Fénix. Pondría el grito en el cielo y aseguraría que estaba buscando matarse en su inutilidad; y luego culparía a James o Sirius, o ambos, de jugar su vida de manera absurda, como siempre.
Su madre no aprobaba a sus amigos. Solo apreciaba a Remus, y porque gracias a él Peter había conseguido aprobar sus asignaturas en Hogwarts. Ella miraba siempre mal a James y a Sirius, y estos no ayudaban en nada sonriéndola con arrogancia y provocando su mal humor.
Entró por la puerta trasera del Caldero Chorreante, saludó a Tom y a un par de borrachos que jugaban con snaps explosivos, y salió al Londres muggle rápidamente. Decidió que iría a ver cómo llevaban los estudios sus amigos. La luna llena ya había salido hacía horas, y sabía que todos le echarían la bronca si osaba entorpecer esa trampa que les habían puesto a Fabian y Marlene. Ya vería a Remus por la mañana.
Recorrió Charing Cross en busca de un callejón oscuro y solitario, y una vez en él se desapareció a Newham. El barrio en el que vivía Sirius era de lo peor de la ciudad. A varios kilómetros del centro de Londres, Newham estaba poblado sobre todo por población en exclusión social: Inmigrantes, desempleados y drogadictos. Era un lugar donde la violencia y los delitos se amontonaban, y que siempre estaba olvidado por la policía.
Peter sabía que no podía utilizar magia contra los muggles a no ser que su propia vida corriese peligro, pero siempre que paseaba por el barrio sujetaba la varita con fuerza dentro de su bolsillo. Era la única manera de caminar por el lugar sintiéndose medianamente seguro, o al menos sin que las piernas le temblaran horriblemente.
Fue una suerte que tuviera la varita a mano, pues cuando llegó al portal donde estaba el apartamento de su amigo vio una trifulca.
- ¡No! –gritaba una chica a la que reconoció enseguida como April.
Dos hombres estaban sobre ella, uno sujetándola por los hombros y amenazándole con una navaja, y otro tiraba de su bolso, tratando de robárselo. Ella luchaba con fiereza, con su larga y descuidada melena castaña despeinada y revuelta mientras sus manos aferraban con fuerza el asa. Tenía los dedos blancos del esfuerzo.
- ¡Maldita zorra! ¡Trae la pasta! –gritó el que la tenía sujeta, acercando la navaja a su cuello.
Peter reaccionó al instante. Sacó su varita, dudó al saber que se metería en problemas por usar la magia contra unos muggles, pero gritó para hacerse oír.
- ¡Eh, vosotros, dejadla!
Los tres dejaron de forcejear y miraron en su dirección. Peter aprovechó que estaba medio a oscuras para esconder su varita en su manga. Notó que April le reconocía y se relajaba un poco, y el pecho se le llenó de orgullo.
- ¿Vas a obligarnos tú? –dijo el de la navaja, soltando a la chica de un empujón y avanzando hasta Peter.
Él sabía que su tamaño y constitución corporal no impresionarían a ningún maleante, así que tiró de ingenio. Apuntó con la varita hacia el parque vacío e hizo que de ella saliera un sonido similar al tiro de una pistola.
- Pues sí –dijo con toda la seguridad que pudo encontrar.
Se sentía como el héroe de esas películas que veían en casa de Remus cuando eran más jóvenes y la madre de éste aún vivía. Películas de acción, dijo Lunático que eran. Había muchas persecuciones de automóviles y se disparaban mucho con pistolas. Sirius la disfrutó más especialmente que los demás en la secuencia de las carreras de motos. Y Peter había sentido gran admiración por el protagonista por su aspecto de tipo duro.
Su tono no quedó tan seguro e intimidante, pero al menos el ruido sí que les hizo retroceder de miedo.
- ¡Tiene una pipa! –gritó el que tiraba del bolso, soltándolo y haciendo que April cayera al suelo.
En unos alborotadores segundos los dos salieron corriendo. Por lo que había podido saber por Sirius, habían tenido suerte de que solo habían sido rateros de poca monta. Otro tipo de ladrones habría sacado una pistola de verdad y hubieran estado en grandes apuros.
Afortunadamente no fue el caso, y Peter guardó rápidamente la varita, yendo hacia April quien en ese momento se levantaba y trataba de volver a colgarse el bolso del hombro, aunque éste tuviera el asa rota.
- ¿Vas por ahí con una pistola? –le preguntó frunciendo el ceño.
Peter tardó en averiguar que le miraba con censura, y con toda la tranquilidad que pudo reunir conjuró en su bolsillo una pistola de juguete y se la mostró.
- Es de mentira. Pero al menos ha colado –dijo con una inocencia que esperó que fuera convincente.
April sonrió.
- Bien jugada, Peter. ¿Vienes a ver a Sirius?
Él asintió.
- Está con James, estudiando. Mañana empiezan los exámenes.
- ¿Estudian? –preguntó April mientras abría la puerta del portal y le invitaba a pasar junto a ella-. ¿Qué carrera están haciendo?
- En realidad están estudiando en la Academia de Policía –mintió él, agradecido de todas esas películas y cultura muggle que Remus les había proporcionado en su momento.
- ¿Sirius policía? –preguntó April conteniendo la risa.
Peter la comprendió. No había nada en lo que Sirius pegara menos que en un puesto de policía muggle. Afortunadamente, los aurores no eran tan estrictos con la vestimenta y la actitud. Antes de que se dieran cuenta los dos estaban riéndose de la imagen mientras subían hasta el ático.
- ¿Regresas ahora de trabajar? –preguntó Peter, extrañado por la hora.
April le sonrió.
- He ido a tomar algo con unos amigos. ¿Acaso has acabado tú ahora?
Peter se encogió de hombros.
- Tocaba inventario.
- Pobre –se compadeció April haciendo un gracioso morrito-. ¿Quieres tomar algo en mi casa antes de adentrarte en la sala de estudios? Te debo una copa por ser mi héroe.
Peter se sonrojó furiosamente, y fue a rechazar la invitación con vergüenza. Pero cuando llegaron al piso donde estaban ambos apartamentos, ambos escucharon ruidos desde el de Sirius que indicaban que aquello era todo menos una sala de estudios. Peter resopló. Seguro que ya estaban de nuevo haciendo duelos. El piso debía estar hecho un desastre. Y a falta de Remus, seguro que le obligaban a ayudarles a limpiar.
- Me apunto a esa copa –le dijo a April con cara de miedo, ganándose una risotada por su parte.
Apenas salieron los primeros rayos de sol cuando Fabian y Marlene entraron a la habitación. Los dos estaban silenciosos e incómodos, no habían vuelto a hablar después de que Marlene saliera corriendo a la cocina.
Lo que encontraron era peor de lo que podían haber imaginado. Siempre habían sospechado que Remus y Rachel sufrían muchísimo con la luna llena, pero hasta que no vieron los resultados por sí mismos no pudieron hacerse a la idea de lo que suponía para ellos.
Ambos estaban tirados en el suelo, desmadejados y solo sostenidos por las fuertes cadenas que les ataban a la pared. Las túnicas estaban deshilachadas, destruidas, y tenían heridas por todo el cuerpo. Ambos estaban conscientes, pero no parecían tener fuerzas para decir nada.
Pese a que los dos estaban fatal, Remus presentaba muchísimo peor aspecto. Parecía que había luchado fieramente consigo mismo, pues tenía brazos, piernas y cara en carne viva. En silencio, Marlene le pasó a Fabian las pociones que había hecho Lily para curarles. Necesitarían gran parte de ellas solo para curar a Remus.
- Ey hermano, mírate –dijo Fabian con lástima, incorporándole para que su espalda se apoyará en la pared-. ¿Siempre es tan horrible?
Al oírle, Rachel levantó la mirada del suelo. Estaba magullada, pero dentro de la normalidad de cada mes. Al ver el estado de Remus supo que se había hecho todas esas heridas por su culpa, porque le había alterado justo antes de la transformación. Con la poca fuerza que le quedaba se echó a llorar ruidosamente, siendo torpemente consolada por Marlene.
Ésta, al ver que Rachel no apartaba los ojos de su novio y cada vez lloraba más, no encontró más opción que apuntarla con la varita y sacarla de la habitación. Ambos necesitaban dormir, pero estaba claro que Rachel no podía soportar ver a Remus con ese aspecto.
Una vez la tuvo en el cuarto de la pareja, la posó en la cama y la curó las heridas una a una.
- Fabian se encargará de curarle –trató de animarla-. Lily nos ha dado pociones, en unas horas estaréis bien. Ahora necesitas dormir.
La arropó y se dirigió a la salida, donde se giró para ver que seguía llorando más silenciosamente. Marlene suspiró.
- Es absurdo lo que sufrimos las mujeres por amor, ¿eh?
Con una mueca salió de la habitación, apagando la luz. No vio que sus palabras provocaron que Rachel llorara más fuerte, sintiéndose muy miserable.
Marlene regresó a la habitación en silencio, y se quedó en la puerta mientras veía a Fabian encargarse del manojo de huesos y carne que era Remus. Ninguno de los dos la vio.
- Parece haberte afectado más que a ella. ¿Suele suceder? –le preguntaba el mayor, cerrando una buena herida con mucho díctamo.
Remus apenas tuvo fuerzas para sacudir la cabeza, aunque en ningún caso le miró a la cara. Se sentía realmente destruido, y no solo físicamente.
- ¿Ha ocurrido algo, Remus? –preguntó Fabian más serio de lo que le había visto en los meses que le conocía.
El joven licántropo suspiró, sabiendo que su padrino estaba genuinamente preocupado por él. Pero no tenía tanta confianza en él como para contarle la verdad. Lo cierto era que agradecía que ninguno de sus amigos estuviera presente, pues averiguarían que algo le había atormentado esa noche además de la luna llena.
No estaba de humor para aguantar las preguntas insistentes de Peter, las bromas sin gracia de Sirius que trataba de sacar una verdad de una mentira o las miradas profundas de James mientras le leía la mente como solo él sabía. No, no quería la lástima de nadie. No era la primera vez que perdía el amor de alguien, y tampoco sería la última.
Con las últimas fuerzas que le quedaban en el cuerpo, y tratando fieramente que sus ojos no se aguaran, volvió a sacudir la cabeza y siguió mirando al suelo. No permitiría que nadie le tuviera lástima.
Hacía varios días que no había habido ningún ataque. Inglaterra estaba en una calma latente, sabiéndose aún en peligro y mirando por encima del hombro esperando que en cualquier momento se retornaran los ataques. Y es que Voldemort estaba reagrupando a los suyos, recolocando los puestos después de perder a su mejor pocionista y su principal sede de brebajes.
Los mortífagos se encontraban todos juntos, permanentemente en la guarida esperando órdenes. Nadie había osado hablarle después de que no pudieran evitar las detenciones y la incautación de las pociones. Su ira había sido temible para aquellos que tuvieron que informarle de esa gran baja en sus filas.
Regulus se había desaparecido al instante en el cuartel y había movilizado a los mortífagos presentes, pero cuando volvieron al lugar comprendieron que era inútil presentar batalla. Ni siquiera Bellatrix discutió al ver lo bien pertrechados que estaban los aurores y que ya no había rastro de los detenidos. El lugar estaba tomado, perdido para ellos el mejor laboratorio que habían tenido en meses.
Desde entonces, las pocas noticias que conocían del exterior eran a través de El Profeta, así que cuando Rabastan Lestrange llegó con el ejemplar matinal bajo el brazo todos le miraron expectantes. Él hizo una mueca, y les indicó con un gesto que se acercaran mientras se sentaba en la gran mesa que había en ese sótano. Regulus no hizo ademán de levantarse, sino que siguió apartado del grupo, como llevaba días haciendo.
- Ya han puesto fecha para el juicio –informó Rabastan señalando el periódico, en voz tan alta que el joven Black no tuvo problemas para escucharle-. Será el martes.
- ¿Este martes? –preguntó extrañado su hermano Rodolphus.
- Sí que se dan prisa esta vez –comentó Lucius con la mente distraída.
- No querrán darles a los Tyler la oportunidad de volver a comprar a los jueces –sugirió Rabastan sonriendo, aunque nadie estaba de humor-. No permitirán que vuelva a ocurrir lo del juicio de Hogsmeade, ahora que Amanda es reincidente.
- ¿Quién presidirá el juicio? –preguntó Evan Rosier mientras le quitaba el periódico y buscaba la noticia para leerla por sí mismo.
- Amelia Bones –le informó Rabastan.
Rosier levantó la cabeza, mirándole fijamente, y su expresión se rompió de pura furia. Cegado por la rabia arrugó el periódico y lo tiró al suelo.
- ¡Será perra! –gruñó, lamentándose por su mala suerte.
- ¿Tan malo es? –preguntó uno de los aurores más jóvenes.
- Es incorruptible –le informaron-. Lleva meses luchando por presidir un juicio contra alguno de nosotros, y por fin lo ha conseguido. Con ella al frente, es imposible que O'Donell y Amanda eludan la condena.
- Entonces ya podemos darles por perdidos.
Rosier le dio una patada a la mesa, moviéndola y tirando varias cosas que había posadas encima. Regulus le miró desatar su frustración desde su rincón, esperando que no cargara contra él. No sería de extrañar, Rosier era el prometido de Amanda. Por supuesto, era un matrimonio de conveniencia, éste le sacaba a la novia más de cuarenta años, pero así se hacían las cosas siempre entre los de su clase.
Regulus siempre se había preguntado cómo llevaría la chica tener que casarse con un viejo verde como ese, que además ya había quedado viudo dos veces en situaciones muy misteriosas. Pero eso era algo en lo que ya no tenía por qué pensar, pues Amanda estaría en Azkaban durante muchísimo tiempo, si es que salía de allí algún día.
- Debes sentirte una mierda, ¿no, Black? –Severus Snape se sentó a su lado sin que Regulus le viera venir.
No le había dirigido la palabra en todos esos días, como tampoco lo había hecho Rosier y alguno más. La mayoría no le juzgaban por marcharse sin ellos, pero los más cercanos sí habían descargado con él su ira. A él no le había importado lo más mínimo. Entre los mortífagos existía una regla no escrita que decía que el que se queda atrás, se deja atrás. No había héroes entre ellos.
- ¿Por qué crees eso, Snape? ¿Por salvar el trasero? Me siento bastante bien por ello.
- O'Donell era el mejor –le espetó Severus con rabia-. El mejor pocionista. Con él, nuestra victoria estaba asegurada. Y tú no has hecho nada por impedir su detención.
- Discúlpame, pero yo no tengo ningún complejo de héroe –pensando incómodamente que el propio Snape le había salvado el culo unas semanas antes cuando él cayó herido-. No habría arriesgado mi vida por tratar de liberarlos, sabiendo que era imposible. Y tú tampoco eres tan santo para hacerlo cuando todo está perdido. No intentes convencerme de lo contrario. Incluso te alegrarás de este final cuando el Señor Oscuro te dé el lugar de tu gran ídolo.
Snape bajó la mirada, algo avergonzado de sus pensamientos. Pese a su preocupación y rabia, algo dentro de él sentía la ligera esperanza de el Señor Tenebroso percibiera su valía, ahora que había perdido el gran talento de O'Donell y gran parte de las pociones que preparaba. No podía quitarse esa ambición de la cabeza.
A fin de cuentas O'Donell no era un mortífago, no estaba en sus filas oficialmente. Solo les ayudaba porque le daban la oportunidad de continuar con sus extraños experimentos sin preguntar por la ética. Sería una gran pérdida pero, a fin de cuentas, él era más fiel a la causa.
Regulus notó que había hecho diana cuando la vergüenza y la ambición se reflejaron en los ojos de Severus, y se sintió satisfecho, aunque no lo dejó a ver. El ambiente estaba demasiado tenso para añadir más leña al fuego.
- ¿Qué quieres decir con venganza? –le oyó preguntar a Rookwood mientras Rosier se paseaba firmemente por la estancia.
- Tal y como suena –confirmó éste, que después se volvió hacia Regulus y caminó hasta él, enfrentándole-. ¿Estás seguro de que Anthony Bones era el responsable de ese comando?
Regulus le enfrentó, leyendo sus perversas intenciones en sus ojos.
- Scrimgeour era el que dirigía el grupo –le corrigió tranquilamente-. Pero está claro que la información provenía de Bones. Scrimgeour le dio las gracias por avisarles.
- Y, sin duda, esa información la obtuvo por Dumbledore o cualquiera de sus cómplices –aventuró Rodolphus.
- Los Bones se han propuesto ocupar todos los estamentos para luchar contra nosotros –musitó Rabastan con rabia.
- Sí, y alguien debería darles una lección antes de que se crean que pueden vencernos. Esa familia ya nos ha dado demasiados problemas.
- ¿Qué insinuas, Rosier? –preguntó Malfoy con calma, sin levantarse del lugar-. El Señor Oscuro no nos ha dado ninguna instrucción. Dudo que quiera que actuemos sin su permiso.
- No le importará siempre y cuando salgamos victoriosos y no haya bajas por nuestra parte –le dijo Bellatrix sentándose en la mesa y balanceando sus piernas como si fuese una inocente niña que planea el próximo juego del recreo-. ¿Tienes algo en mente, Rosier?
Este sonrió perversamente, una mueca sádica que tenía algo más que le puso a Regulus los pelos de punta. Descuidadamente sacó del bolsillo de su túnica una vieja y arrugada fotografía y se la mostró a Bellatrix, que se puso a reír como una loca. El joven estiró un poco el cuello, pero no pudo averiguar de quién era y por qué le hacía tanta gracia a su prima.
- ¿Cuánto hace que la guardas? –le preguntó divertida.
- Desde el día que matamos a sus padres –reveló sin avergonzarse por su pequeña obsesión-. Propongo una solución familiar. Y dado que tú nos has dado el nombre del culpable, Regulus, te otorgaré el placer de participar en ella.
Le miró de una forma cómplice y tan sucia que Regulus tuvo que reprimir un escalofrío y esforzarse en que su expresión se mantuviera impasible. Algo le decía que no le gustaría participar en esa "solución familiar".
Y hasta aquí puedo leer. ¿Tenéis alguna teoría? Solo daré una pista (y creo que es una pista muy grande): Capítulo 30. Ahí lo dejo. El próximo capítulo será un pequeño paréntesis entre la acción, pero pasarán cosas importantes. Conoceremos por fin qué ocurrió entre Sirius y Grace, veremos cómo reaccionan Remus y Rachel a la confesión de ella, nos iremos de bautizo, habrá celos y consecuencias... Y también nos iremos a un juicio :)
¿Opiniones? Porfis :) Un besazo y nos leemos pronto ;)
