¡Hola a todos! Os traigo el sexto capítulo, algo más largo de lo que esperaba (lo cual no creo que sea queja de nadie jejeje).Quería aprovechar y obsequiaros algo chulo, y de paso dejaros con los dientes algo largos esperando el segundo...
Se vienen curvas en este capítulo. Una pequeña continuación de los sucesos con Marlene y Fabian y con Remus y Rachel, y ¡sí! Por fin sabremos qué ocurrió con Sirius y Grace. ¿Tenéis curiosidad? También comienza la trama de James y Lily, que Deny14 me ha dicho que está perdiendo interés por ellos y eso es porque les había dejado un poco de lado, cosa que no puede ser. Son mi pareja predilecta.
Aviso que hay alguna escena subida de tono. La historia es Rated M pero si hay algún despistado que no quiera leer sobre estos temas, queda avisado.
Solo os adelanto una cosa, no me odiéis. El título va por dos cosas que ocurrirán en este capítulo. Es también el título de una preciosa canción cantada por David Bustamante y Shaila Durcal.
Capítulo 6: No debió pasar
Grace estaba repasando sus apuntes mientras terminaba de desayunar. En menos de una hora estaría haciendo su primer examen del trimestre. El primero de los nueve a los que tenía que enfrentarse.
Lily revoloteaba histérica por el piso mientras buscaba su otro calcetín. La pelirroja no había calmado sus nervios frente a los exámenes en estos estudios superiores; al contrario, habían ido a peor.
- ¡No me acuerdo de nada! ¡Tengo la sensación de que no me acuerdo de nada! -se lamentaba mientras se agachaba para buscar debajo del sofá.
Grace no se molestó en contradecirle, aún estaba demasiado dormida y era evidente que su amiga no hablaba con ella, sino consigo misma. Sí le ayudó conjurando el calcetín que salió volando desde el baño, y poniéndoselo a la pelirroja frente a la cara.
- ¡Gracias!- exclamó ésta entrecortadamente, mientras cojeaba luchando por no caerse al colocárselo sosteniéndose en pie solo con una pierna-. Tengo que irme. Tengo que estar allí en media hora.
Al mismo tiempo que Lily recogía su bolso y sus apuntes y se iba hacia la puerta, alguien comenzó a tocar esta insistentemente por fuera. La pelirroja abrió de un tirón y una mujer de cabellera castaña clara entró como una exhalación.
- ¡La he liado, la he liado! –gritó la recién llegada corriendo hasta la cocina, donde se derrumbó dramáticamente sobre la encimera, al lado de Grace.
Lily la miró sorprendida, aún con la mano en la manilla de la puerta abierta.
- Pasa Marlene, como si fuese tu casa –dijo sarcásticamente.
La aludida levantó la cabeza y las miró a ambas, Lily aún de pie en la entrada y Grace sentada en un taburete con el desayuno a medias y un libro delante abierto de par en par.
- Perdón –dijo con vergüenza-. Debí identificarme antes pero… Ahora que lo pienso; ¡Lily, no me has pedido que me identifique!
Era increíble cómo podía pasar rápidamente de una joven desesperada e histérica a una mentora firme que la miraba con censura. La pelirroja se encogió de hombros, cerrando la puerta.
- En este edificio viven varios políticos de alto nivel del Ministerio con sus familias. Si has conseguido pasar los dos controles de los guardianes de la entrada es que eres inofensiva.
Marlene hizo una mueca, aceptado la explicación dada por Lily. Después miró a Grace y volvió a adoptar una pose desesperada.
- ¡La he liado! –repitió.
- Eso ya lo has dicho –le recordó Grace masticando tranquilamente su desayuno, aún demasiado dormida para ponerse a su altura-. Pero ayúdame un poco. ¿En qué la has liado?
Marlene miró un segundo a Lily, sin saber si continuar esa conversación en presencia de ella. Pero necesitaba tanto hablar con Grace que no se pudo contener.
- Creo que me he declarado –dijo escuetamente.
Pero la reacción de Lily no fue la esperada, sino que dejó caer los apuntes y se lanzó hacia ella emocionada.
- ¿A Fabian? –casi gritó de la ilusión.
Marlene la miró boqueando durante un par de segundos antes de fulminar a Grace con la mirada.
- ¿Se lo has contado? –preguntó acusadoramente.
- ¡No! –gritaron ambas a la vez.
- No –insistió la pelirroja-. Lo he adivinado solita, te lo juro.
- Ella y todos los demás –puntualizó la rubia rodando los ojos-. Hay apuestas en la Orden sobre cuánto tardaréis en acabar con esta tensión sexual no resuelta. Dime, ¿por fin te has acostado con él?
- ¡Grace, por favor! –gritó Marlene escandalizada.
La rubia rodó los ojos con dramatismo.
- Vamos, que tu concepto de liarla es tan puritano como tú misma. Explícamelo, anda.
Marlene dudó un poco, claramente incómoda. Lily carraspeó y decidió que allí sobraba.
- Tengo que irme al examen. Deseadme suerte.
Lo hicieron, aunque ambas concentradas en la conversación que se avecinaba. Cuando se cerró la puerta tras ella, Marlene suspiró y se mesó el pelo varias veces, antes de enfrentar a Grace.
- Anoche discutimos. Otra vez. Por lo mismo, claro. No quiere entender lo muchísimo que me asustó, lo inconsciente que fue… De verdad que los Gryffindor sois unos orgullosos.
- No es algo exclusivamente nuestro –la interrumpió Grace picada.
Marlene la ignoró y siguió hablando.
- De repente me echó en cara que no debía importarme tanto lo que le ocurriera. "Ni que estuvieras loca por mí", dijo. Y yo me quedé en blanco. No supe reaccionar… Creo que se ha dado cuenta.
Grace la miró inalterable.
- ¿Eso fue todo? ¿Qué hiciste tú?
- ¡Pues marcharme a la cocina y evitarlo el resto de la noche! –le contestó, como si fuese obvio.
- ¿Y él, te dijo algo? ¿Ni siquiera esta mañana habéis hablado nada?
Marlene negó con la cabeza.
- Nos hemos limitado a ayudar a Remus y Rachel. Y no, él no ha dicho nada. Me miraba mucho, eso sí. Como si sospechara, o como si no supiera cómo reaccionar conmigo ahora que lo sabe… ¿Cómo he podido ser tan estúpida?
Volvió a lanzarse contra la encimera dramáticamente, mientras su tez se sonrojaba por el recuerdo. Grace casi podía verla de ese color la noche anterior mientras trataba de ocultar sus emociones.
- No eres estúpida –repuso-. Y lo mejor sería que no le evitaras. No es propio de ti. Eres más valiente que todo eso.
- No para este tipo de cosas –la contradijo su amiga-. Me siento tan torpe…
- Es normal. Lo justo es que ahora sea él el que reaccione. Si no, me enfadaré. No puede dárselas de gran valiente y huir de esto.
- Quizá no sabe cómo rechazarme amablemente.
Grace volvió a rodar los ojos.
- Todo el mundo se ha dado cuenta que lo vuestro es mutuo, Marlene. Solo queda que a ti se te meta en la cabeza que también le gustas.
Pero su madrina no la escuchaba ya a estas alturas. Estaba paseándose, nerviosa, por todo el piso. No podía dejar de rememorar el momento en que se había quedado en blanco delante de Fabian. Y tantos momentos previos…
- ¿En qué momento cambió todo? ¿Cuándo decidí complicarme tanto la vida?
Grace la miró comiéndose la cabeza, pero una vez más no tenía explicaciones para ella. Marlene debía acostumbrarse a que la vida era así, el amor te viene cuando menos te lo esperas. No todo se averigua con certeza, como ella hacía con las investigaciones. Jamás lograría dar con el momento en que Fabian dejó de ser un compañero, un padrino, un amigo, para convertirse en algo más profundo.
Dos semanas después, Grace estaba enfadada con Fabian tal y como había predicho. Hacía una hora que había acabado su último examen, y acababa de hablar con Marlene. Él no había reaccionado en absoluto, se comportaba con su amiga como si nada hubiese ocurrido. Aunque, encima, más distante de lo normal. La pobre Marlene estaba muy hundida.
Grace iba paseando por el callejón Diagon, buscando la melena pelirroja de Lily desde la distancia. La taciturna de Marlene no tenía ganas de hablar, y le había dicho que no la necesitaba. Cuando preguntó por Gideon, le dijeron que le encontraría allí con su mejor amiga.
Finalmente los vio, en la terraza de la heladería de Florean Fortescue. La terraza estaba bastante llena, teniendo en cuenta que era viernes y que hacía una temperatura agradable. Estaba los dos sentados, uno frente al otro, hojeando dos tacos inmensos de documentos que últimamente llevaban a todas partes. Grace se sentó entre ambos, dejando caer su bolso encima de los pergaminos, y haciendo que ambos levantaran la vista a la vez.
- ¿Qué hay, rubia? –le preguntó Gideon con su sonrisa patentada.
- ¿Cómo ha ido el examen de Normas y Reglas de Azkaban? –le cuestionó Lily a su vez.
La pelirroja había terminado sus exámenes el día anterior. Grace bufó.
- Bien, creo. Da igual. Gideon, tu hermano es un capullo.
Él se echó a reír, apartando finalmente su taco de documentos.
- ¿Has estado con Marlene?
- No veo dónde está la gracia –murmuró la rubia cruzándose de brazos y reposando la espalda contra el respaldo de la silla-. De verdad que lo está pasando mal.
- El caso es que no sé qué le ocurre –se sinceró Gideon-. No ha movido ficha con ella, pero es que tampoco ha sacado el tema conmigo. Tengo la sensación de que me está evitando; y además está muy serio.
- Cualquiera está serio en comparación contigo –le recordó Lily sin apartar los ojos de los documentos.
Gideon sonrió, arrancándole los pergaminos de las manos.
- Descansa un poco, o te quedarás tan ciega como tu novio, pelirroja.
- ¿Con qué estáis ahora? –preguntó Grace con curiosidad, alargando la mano hacia un pergamino.
El padrino de Lily lo apartó de su camino.
- Top secret, rubia. Ya conoces las normas. Un equipo no puede meter las narices en los asuntos de otro equipo.
- De acuerdo –concedió ella con un bufido.
Era una norma básica en la Orden del Fénix. Dumbledore y Moody les encargaban misiones para cada equipo formado por dos personas, y los demás no podían estar enterados más que de lo básico para no correr riesgos. Así, si alguien era secuestrado y torturado hasta revelar sus secretos, como mucho solo correría peligro una de las misiones, y no todas.
Lily no pareció conforme en dejar el tema, pero como Gideon estaba al mando no le quedó más remedio que obedecer. Él colocó los pergaminos con cuidado, y los guardó en un maletín de cuero que últimamente llevaba siempre consigo.
- En fin, si veo que esto se alarga mucho y no suelta prenda, yo mismo sacaré el tema. No es propio de Fabian callarse las cosas, sobre todo conmigo.
- Hazlo pronto –le suplicó Grace-. De verdad que Marlene está muy hundida. No es capaz ni de mirarle a la cara.
Gideon asintió seriamente. O, al menos, todo lo seriamente que sabía estar él en un ámbito social. Era un descarado y casi nunca entablaba una conversación en serio, a no ser que fueran temas de la Orden. Pero parecía que se preocupaba de verdad por lo que ocurriera entre su hermano gemelo y Marlene, así que Grace decidió darle una oportunidad.
- En fin, será mejor que nos vayamos. Tengo que darle parte a Dumbledore de esto –aseguró él, al tiempo que levantaba la mano para llamar a la camarera.
Ésta apareció enseguida. Era pelirroja, pero de un tono mucho más apagado que el de Lily, y también era mayor que las chicas, al menos veinticinco años. Su cuerpo voluptuoso y su seguridad al atender a los clientes denotaban mucha experiencia.
- ¿Se os ofrece algo más? –preguntó, retirando las copas vacías que había junto a Gideon y Lily, y asegurándose de rozarle a él con un pecho en el proceso.
Gideon le lanzó una mirada que indicaba que lo que quería no estaba en el menú, y la camarera se alborotó un poco. Incluso Grace se alteró. A veces le sorprendía cuánto le recordaba Gideon a Sirius, pero con mucho más descaro y experiencia. Su ex novio, a su lado, era un niño asustado e inexperto. Y lo cierto era que Sirius nunca había necesitado adquirir grandes dotes de seductor para llamar la atención de las féminas, su físico ya hacía todo el trabajo.
- Nada que esté a la venta, cielo. Hazme el favor de traerme la cuenta.
Alargó la mano para rozarle los dedos y la chica dio un pequeño respingo, como si le hubiera dado un calambre. Se apresuró a marcharse, y menos de un minuto después volvió con la cuenta apuntada en un pequeño pergamino.
- Invito yo –se apresuró a decir Gideon, sacando cinco galeones y poniéndoselos a la chica en la mano-. Son mis hermanitas, no estaría bien que pagaran ellas, ¿no crees?
- Sí, digo no…
Gideon sonrió, ignorando a Lily y a Grace, y agarró con fuerza la mano de la camarera.
- Oye nena, ¿qué vas a hacer luego?
Por sus mejillas coloradas y su expresión soñadora, parecía que la chica también había olvidado la presencia de las dos muchachas.
- No lo sé –volvió a titubear.
Gideon amplió su sonrisa, dándole un toque mortal. Lily negó con la cabeza. Deberían prohibir que se usase esos métodos contra las mujeres. Por desgracia, aún quedaban muchas que eran demasiado sensibles a esa actitud, y Gideon era devastador cuando se lo proponía.
- Yo sí que lo sé –aseguró él tirando de la mano de la chica para pasarse las yemas de los dedos por sus labios, guiñándole un ojo-. Te vengo a buscar cuando cerréis, ¿de acuerdo?
La camarera solo atinó a asentir con la cabeza, y se dio la vuelta, aún perpleja por lo que acababa de vivir. Lily rodó los ojos, y Grace miraba a Gideon sin dar crédito.
- ¿Me estás diciendo que eso te funciona siempre?
- Siempre –se lamentó Lily, abrochándose el abrigo para ponerse en pie.
- No puedo creerlo –zanjó la rubia sin entenderlo.
Gideon la sonrió, acercándose a su silla con cuidado.
- Eso es porque nunca he usado esos trucos contigo, rubia.
Grace sonrió con más ganas y no se apartó, sino que se inclinó para acercarse más a él. Gideon estaba demasiado acostumbrado a Lily y a su manía de poner distancia con la gente. Ella no reculaba tan fácilmente.
- Son trucos baratos, rubio. Conmigo hace falta mucho más que eso.
Durante unos segundos, él sintió la tentación de aceptar el reto. Grace no hablaba en serio, pero quería marcar terreno, asegurarse que supiera que sus trucos no funcionarían con todas. Y tenía razón, pero con mujeres como Lily o Marlene. Alguien como Grace, tan segura de sí misma y acostumbrada a tenerles a todos a sus pies, era precisamente el tipo de chica que sabía cómo manipular. Si hubiera querido, en menos de una hora la tendría siguiéndole impaciente hasta su casa.
Claro que, obviamente, jamás utilizaría sus armas con ella.
- Preciosa, estoy seguro de que sería un placer enseñarte lo equivocada que estás –la dijo-. Pero yo no soy como mi hermano, no me gustan las jovencitas. Además, jamás me metería con la chica de Sirius. Es uno de los pocos tíos a los que le respeto la novia.
Grace se envaró, dispuesta a dejar claro lo inexacto de su afirmación, pero no le dio tiempo. Gideon se levantó de la silla, le guiñó un ojo a Lily, y se aventuró dentro del local, probablemente a poner más nerviosa a la camarera.
- Y no pararán con el tema… -se lamentó la rubia, dejándose caer contra el respaldo.
Lily guardó silencio. No estaba dispuesta a volver a sacar el tema de Sirius para no tener otra discusión. Ya se caería su amiga del guindo, tarde o temprano.
También James y Sirius habían acabado sus exámenes, y ambos habían corrido al cuartel de la Orden, donde Remus y Peter debían estar a esas horas, para informarles de que volvían a ser hombres libres. Ahora se arrepentían seriamente de haberlo hecho.
- Alice, esto en otros países se considera tortura –se quejó James saltando sobre sí mismo para evitar un haz de luz que provenía de la pared y que a saber qué le podría hacer de alcanzarle.
La aurora había fingido amistad e inocencia durante las dos semanas que habían tenido los exámenes, pero ahora que estos habían finalizado y aún quedaban un par de semanas para la próxima luna llena, procedió al castigo que tenía reservado para esos cuatro. ¿El motivo? Igual los muy ilusos se habían creído que iba a fingir que no habían aparecido en la última batalla medio borrachos, arriesgando sus vidas y las de los demás.
- Sabes que yo siempre acato los castigos cuando los merezco pero, ¿no crees que es contraproducente cansar hasta el extremo a cuatro combatientes y arriesgarte a que no estemos en forma si Voldemort ataca de repente? –preguntó Remus tratando de sonar lógico.
Su respiración estaba agitada, y por su cara caía muchísimo sudor, mezclada con la sangre de dos cortes que se había hecho en la frente. Llevaban una hora esquivando los hechizos y maldiciones que la pared falsa les emitía. Esta pared era obra de Frank, que la había elaborado ayudado por el ingenio de Marlene. En vez de practicar duelos entre ellos, esa pared les permitía mantenerse en forma solos.
Alice había considerado que una práctica algo extrema les aclararía las ideas y les haría desistir de ser tan irresponsables en el futuro. Les observaba con parsimonia, sentada en una silla con otra delante para apoyar sus pies, y controlando con la varita el grado de peligrosidad de los hechizos que mandaba la pared.
De reojo vigilaba a Marlene, que estaba trabajando en el fondo de la sala apartada y silenciosa.
- No conseguiréis que os tenga lástima –les avisó-. Incluso si nos atacan ahora, el otro día ya demostrasteis que podéis salir vivos de una batalla sin estar al cien por cien de vuestra capacidad.
James, Sirius y Peter continuaron protestando enérgicamente, aunque ninguno de los tres apartaba la vista de la pared ni soltaba su varita. El artilugio estaba diseñado para atacar y defenderse, pero Alice lo mantenía a un ritmo tan bestial que no podían más que aplicar los hechizos defensivos. Ese castigo estaba destinado a agotarles físicamente.
Remus, en cambio, no volvió a abrir la boca. Era el único que de vez en cuando se permitía atacar a la pared mientras gruñía. También era el único que había salido herido por no defenderse lo suficiente. Parecía estar descargando su frustración con ese ejercicio, aunque nadie sabía por qué motivo estaba tan silencioso y alterado.
Alice oyó tras de sí unos pasos y a los pocos segundos Dorcas arrastró una silla y se sentó a su lado.
- ¿Cuánto tiempo piensas tenerles así? –le preguntó en voz baja, aprobando sus métodos.
Alice sonrió.
- Al menos hasta que uno de ellos se desplome agotado. Ya verás cómo les quito las ganas de beber alcohol para el resto de su vida.
Dorcas se rió en voz baja.
- Cinco knuts a que el primero en caer será Peter. Sigue en muy baja forma.
Alice la miró un segundo. Dorcas era la madrina de Peter, le conocía mucho mejor que los demás, aunque también era la más crítica con él. Después echó un vistazo al grupo. Peter seguía en baja forma comparado con los demás, tal y como había dicho Dorcas, pero en los últimos meses había adelgazado bastante y había adquirido más experiencia con la varita. Sirius había mejorado muchísimo también, y ya era bueno cuando entró en la Orden bajo su protección. Y James siempre había sido un espectáculo digno de ver, incluso cuando se saltaba las reglas, perdía las formas e ignoraba las órdenes. Frank le consentía todo eso porque tenía una gran intuición y jamás se había equivocado ni puesto en peligro a nadie. De hecho, era el único que el otro día había mantenido sus cinco sentidos a pesar de la resaca.
Y Remus seguía siendo el que tenía mejor técnica, pero también arriesgaba poco y se concentraba demasiado en el juego limpio. Eso en un duelo era adecuado, pero en una batalla era contraproducente. No era la primera vez que había salido herido por ser demasiado condescendiente con el enemigo. Pero su debilidad ese día era justo la contraria. Estaba alterado, lleno de energía, y había tenido varios fallos importantes. Era el único herido y el que más rápido se estaba cansando.
- Yo digo que Lupin –asintió, mirando a Dorcas. Ésta sonrió y estrechó su mano.
Diez minutos después, Alice estiró su mano y tomó los cinco knuts que Dorcas le tuvo que dar a regañadientes. Ambas se levantaron a la vez y ayudaron a James, Sirius y Peter a cargar con un Remus casi inconsciente.
- ¿Aún no se ha recuperado de las heridas de la luna llena? –preguntó Peter preocupado, ayudando a su amigo a sentarse.
James negó con la cabeza mientras Marlene llegaba rápido con un estuche de pociones curativas.
- Imposible que sea eso. Vale que este mes quedó muy mal, pero Lily se ha asegurado de curarle hasta el último rasguño.
- Lleva días rarísimo, pero no hay forma de que cuente nada –bufó Sirius mirando a su amigo con el ceño fruncido.
Horas después, la noche había caído sobre Londres y el intenso calor se había transformado en una tormenta primaveral. La lluvia caía sobre el pavimento de las calles, hacía huir a los transeúntes y golpeaba con furia los cristales de las ventanas. En un lujoso apartamento del centro, dos de ellos se quejaban ruidosamente mientras se estiraban en sendos sofás.
- Nunca podré volver a volar. Hoy es un día negro en la historia del Quidditch –se quejaba James.
- Lily, haz que incineren mis restos y los esparzan por Zonko. Es mi última voluntad –expresó Sirius dramáticamente.
La pelirroja se acercó a ellos, removiendo un pequeño caldero y aguantándose la risa.
- Debo decir que en este momento respeto muchísimo a Alice. Ha conseguido en pocos meses lo que no consiguió McGonagall en siete años.
- Oh, la añorada Minerva. Esa mujer sí que era justa y equitativa –exclamó James soñadoramente.
- Se me ha caído un mito. Jamás esperé esto de Alice, jamás…
Pobre Sirius. Apenas hacía dos semanas que había colocado a la mujer de Frank Longbottom en un altar y ésta se lo pagaba así. Qué cruel.
- Bebed esto –les dijo Lily tendiéndole a cada uno un vaso lleno de una poción grumosa y color amarillento.
James obedeció al instante, aunque Sirius miró el vaso de forma sospechosa.
- Parece vómito –comentó, echándole una mirada desconfiada a la novia de su mejor amigo.
Ella se encogió de hombros.
- Si tienes una mejor opción…
James parecía bastante mejor después de tragarse aquel mejunje, así que Sirius se resignó, aguantó la respiración y trató de bebérselo de un trago.
- ¿Por qué no han venido Remus y Peter? ¿No han quedado tan mal como vosotros?
- Al contrario. Lunático ha quedado para el arrastre –le contó James quitándose la camiseta para que su novia le tratara los rasguños que tenía en el pecho, la espalda y el estómago-. Pero no ha querido venir. Está muy raro últimamente, no sé qué le ocurre pero no quiere contarlo.
- Habrá que preguntarle a Fabian. Quizás se lo haya dicho a él.
- Mal vamos si le tiene más confianza a un conocido que a sus mejores amigos –bufó Sirius tratando de no vomitar el brebaje, y sintiendo a la vez como se le renovaban las fuerzas.
- Es distinto –le defendió Lily-. A veces uno prefiere sincerarse con su mentor que con sus amigos. Todo depende de qué se trate.
James frunció el ceño, apartando su mano.
- ¿Lo dices por experiencia?
Lily rodó los ojos. Ahí volvían los celos de James. No entendía cómo podía estar celoso de Gideon, siendo éste tan contrario a lo que le gustaba a ella en un hombre, pero esto había sucedido prácticamente desde el primer día. Olvidándose de Sirius por un momento, se inclinó hacia él, casi apoyándose sobre su pecho.
- ¿Eso crees tú? –le preguntó con tono sugerente, acercando su boca a su oído y besándolo en el cuello.
A James se le pasó el malhumor en un momento, la tomó con fuerza de la nuca y la besó de tal manera que la dejó sin respiración. Justo cuando empezaban a meterse mano por encima de la ropa, Sirius decidió recordarlos que seguía allí.
- Me parece que me voy a ir. Hemos llegado a un punto en el que tres son multitud.
Al oír su voz, James y Lily pegaron un bote. Verdaderamente se habían olvidado de él. Al ver el sonrojo de ambos, Sirius sonrió con picardía.
- A no ser que estéis pensando en montarnos un trío. En ese caso me apunto, pero con la condición de que apaguemos las luces. Pensar en Cornamenta desnudo me corta el rollo, y Lily se merece que dé la talla.
Lily se echó a reír por su forma de romper el hielo, mientras James se lanzó sobre él para darle una colleja. Sirius se incorporó de golpe para evitarlo y se dio cuenta de que no le había dolido.
- Pelirroja, de verdad que sabes hacer magia –comentó estirándose para comprobar la elasticidad de sus músculos-. Gracias por curar mis heridas de guerra.
- ¿No te quedas a cenar? –le preguntó ella, levantándose del sofá e ignorando a James, que trataba de que volviera a la misma posición-. Grace tiene guardia con Marlene, si eso es lo que te preocupa. No volverá hasta la madrugada.
Sirius frunció el ceño al oír el nombre de su ex, pero no comentó nada. De hecho, fingió que se lo pensaba.
- ¿Vas a cocinar tú, Lily?
Ella soltó una carcajada irónica. Apenas sabía freír un huevo, cosa que todos sabían. El arte que tenía para las pociones no se había trasladado a la cocina.
- Ni loca. Pediremos una pizza o algo así.
Sirius fingió pensárselo dos segundos más, y suspiró con dramatismo.
- Una pizza siempre es sugerente, pero he de rechazar la invitación. Alice me ha dicho antes que va a hacer bistec, y tiene que volver a ganarse mi perdón después de lo que nos ha hecho.
James se incorporó lo justo para abrazar la cintura de Lily, y miró a su amigo con poco disimulo.
- Una lástima, Canuto. Te echaremos de menos. Cierra la puerta al salir.
Sirius se echó a reír ante una invitación tan directa para que se marchara, y se acercó a recoger su cazadora de cuero.
- Disfrutad de la soledad, pareja. Pero con protección, a no ser que queráis hacerme tío tan pronto.
James se echó a reír obligando a Lily a sentarse en sus rodillas, incluso antes de que su amigo se marchara. La pelirroja siempre se avergonzaba cuando los demás averiguaban lo que iban a hacer, pero al poco rato de estar besándose y metiéndose mano en el sofá encontró un modo de aprovechar la 'emoción' de James.
Hasta ese momento él había estado tumbado sobre ella, con una mano recorriendo su estómago bajo la camisa y otra acariciándole la pierna por encima del pantalón. Ella le obligó a darse la vuelta y, colocándose encima de él, le comenzó a besar la mandíbula, bajó por el cuello y se acercó poco a poco a su pecho.
Cuando escuchó el primer gemido de James se incorporó y le miró a los ojos.
- Cariño, tenemos que hablar.
- ¿Ahora? –preguntó James con voz aguda.
Tras las gafas los ojos le brillaban muchísimo, y todavía los tenía más grandes de lo habitual. Ella lanzó una risita, intentando jugar bien sus cartas. Le dio un beso en el cuello, justo debajo de la oreja y le susurró al oído:
- Bueno, no tiene por qué ser una conversación larga. Solo quería decirte que mañana nos han invitado a comer a casa de mis padres.
- ¿Solo eso? No hay problema –repuso él dando por zanjada la conversación y tirando de su camisa para quitársela.
Lily se lo impidió unos segundos, y le miró inocentemente.
- Sí, solo eso. Una comida agradable con mis padres y Petunia.
Y se sacó la camisa por la cabeza con rapidez, esperando que él no le diera más importancia al tema y se concentrara en verla en ropa interior. Sin embargo, a James se le cortó la respiración y se incorporó.
- Ah, ¿que tu hermana también estará? –preguntó irritado.
- Bueno, ella vive allí. Y mi madre dice que hay algo que ella y Vernon tienen que contarnos a todos –comentó mirándole con inocencia.
- ¿También estará la foca de su novio? –se ofendió James-. No, paso. La última vez que quedamos con ellos tuve que pagar yo la cena y luego nos atacaron unos mortífagos. Paso.
Trató de incorporarse, pero Lily le retuvo debajo de ella. Le miró con un profundo puchero.
- Por favor, James… Solo serán unas horas, ni siquiera nos quedaremos a dormir.
- Obviamente, el domingo es el bautizo del hijo de Gisele –repuso James como si eso lo zanjara todo.
Lily asintió con fuerza.
- Sí, y ya sabes que tengo que ir. Solo vamos a comer, por favor. No puedo darle el disgusto a mi madre de faltar.
James suspiró dramáticamente, quedándose callado. Se estaba ablandando, pero aún tenía reticencia. Desde que Petunia y Vernon habían sido tan maleducados en la cena que compartieron juntos el año anterior, habían hecho lo posible por evitarlos e ir a visitar a los padres de Lily cuando ellos no estaban.
Lily se inclinó sobre él, pasando los brazos por su cuello y presionando su pecho contra el suyo. Le besó la punta de la nariz y luego suavemente en los labios mientras le miraba de cerca.
- Por favor. Hazlo por mí…
Y James finalmente aceptó. No podía negarle nada a Lily cuando le miraba con esos profundos ojos verdes. No podía negarle nada a Lily cuando estaba sobre él medio desnuda, besándolo con pasión. ¡Bah! ¿Para qué se engañaba? No podía negarle nada a Lily Evans.
A la mañana siguiente había una gran actividad en el Ministerio de Magia. Por costumbre durante los últimos años, se dedicaba la mañana de los sábados a una sesión especial en el Wizengamot; y ese día lo era más aún porque se juzgaba a dos mortífagos. Llevaban meses sin pillar a ningún seguidor de Voldemort, y los funcionarios del Ministerio estaban alborotados.
Casi todo el cuerpo de aurores quería estar presente, sobre todo para felicitar al héroe del momento. Anthony Bones se encontraba junto a Frank y Alice Longbottom, recibiendo, azorado, los elogios. Cuando el último de sus compañeros se marchó, suspiró hondo.
- El precio de la fama –le dijo Frank risueño-. Pasará en unos días, cuando otro se cuelgue otra medalla. Pero acostúmbrate, que será bueno para tu carrera.
- Frank ya está más que acostumbrado –le confesó Alice inclinándose hacia él, mientras miraba a su marido con diversión-. Ya averiguarás que es casi imposible quitarle el puesto de favorito entre los nuestros.
- ¿Celosa, cariño? –preguntó Frank inclinándose hacia Alice dándole la espalda a Tony.
- En absoluto, amor –le respondió ella con retintín, inclinándose a su vez, casi rozándole los labios.
Anthony tuvo ganas de volatilizarse en ese momento. Temía que en cualquier momento fueran a besarse y olvidar que él estaba con ellos, pero en ese momento le salvó la llegada de Sirius, que tenía un aspecto horrible.
- Vaya, mira quién nos honra con su presencia –exclamó Alice separándose de su marido y haciéndole un sitio entre ambos.
Anthony oyó a Frank gruñir mientras se erguía de nuevo, mirando a su mujer pasándole un brazo por encima de los hombros de Sirius, que se sentó en la tribuna claramente agotado.
- ¿Estás cansado? –preguntó Alice, fingiendo inocencia.
Sirius la miró con el ceño fruncido.
- Te odio –declaró.
- Mentiroso –repuso ella tranquilamente. Le revolvió el pelo cariñosamente y le miró con una sonrisa-. Venga, anímate. He preparado pastel de calabaza para comer.
- ¿No tuvo bastante con comerse anoche todas las patatas? –gruñó Frank disgustado, ganándose la risa de Tony y que los otros dos le ignoraran.
- ¿Pastel de calabaza? ¿Receta casera? –preguntó Sirius dejándose convencer fácilmente.
Alice asintió con la cabeza.
- Y les puedes decir a tus vándalos amigos que están invitados. Para resarcirlos del castigo que, por otro lado, era más que merecido.
Sirius se lo pensó unos segundos y después aceptó la invitación, claramente contento. A él se le ganaba fácilmente por el estómago.
- Aunque ellos no vendrán. James se ha ido a Manchester para comer con los padres de Lily, Peter tiene turno en su tienda y Remus estos días está desaparecido. Seguro que tiene algo que ver con su novia.
Anthony arrugó el entrecejo ante la mención de Rachel, pero lo dejó pasar.
- Ya empieza –avisó, poniéndose recto en su asiento al ver entrar a Amelia Bones.
Todo el Wizengamot se puso en pie por respeto, y el grupo vio de lejos a Dumbledore unirse a sus compañeros del Consejo. Amelia Bones, la tía de Anthony, era la encargada de llevar el caso a juicio. A pesar de su juventud (apenas tenía 30 años), Bones era muy respetada en su círculo por su eficiencia y seriedad. Nadie dudaba de que sería justa e implacable.
- Que traigan a los presos –ordenó con voz autoritaria.
Los aurores irrumpieron en la sala arrastrando a Amanda Tyler y a Horacius O'Donell, aunque este último no ponía ningún tipo de resistencia. Les obligaron a sentarse en unas sillas, donde les encadenaron, y Bones comenzó su acusación particular.
- Horacius O'Donell, se le acusa de tráfico de pociones ilegales y participación con banda terrorista al suministrarle dichas pociones al ejército de El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado –Tyler rio en voz alta, divertida porque las predicciones de su señor comenzaban a cumplirse y cada vez más personas temían pronunciar su nombre-. También se le acusa de dirigir personalmente los laboratorios y redes desde donde se elaboraban y distribuían estas peligrosas pociones cuya lista se ha presentado ante este Concilio. ¿Cómo se declara?
Con una calma inusitada, O'Donell miró directamente a los ojos a Bones, sin alterarse. Como si no se enfrentase a una condena en Azkaban, como si no le miraran cientos de ojos acusatoriamente.
- Inocente, señor. Soy solo un humilde pocionista que gusta de experimentar y jugar con las posibilidades de mis pócimas. No daño a nadie con ello.
Las protestas comenzaron a oírse en las gradas y a Amelia le tomó un minuto entero sofocarlas.
- Curiosa confesión. ¿Y toda esta lista de las pociones confiscadas en su casa qué dicen? ¿Pócimas para controlar la voluntad de las personas, para provocarles alucinaciones, dolores insoportables, locura, ¡muerte…!?
Y comenzó a enumerar una larga lista, desde las aparentemente inofensivas como la poción de multijugos (que, sin embargo, había conseguido que los mortífagos se infiltrasen en algunos estamentos haciéndose pasar por otras personas), o la amortentia (que había servido para que algunos altos políticos del Ministerio de Magia cayeran bajo el influjo de amor de desconocidos por los que creían que lo darían todo, como documentos secretos sobre las identidades de aurores de incógnito o espías que se habían infiltrado en el bando de Voldemort y que posteriormente habían acabado muertos); hasta las más graves como potentes venenos, pociones que provocaban una explosión devastadora donde se vertían o incluso el Filtro de los Muertos.
Éste último había causado un gran pánico las últimas navidades cuando se había descubierto que varios magos y brujas mestizos o de sangre muggle habían sido enterrados vivos al creerlos muertos (de forma natural). Había sido muy tarde para ellos cuando se descubrió la verdad, y habían tardado días en morir en agonía, bajo tierra.
Desde entonces se realizaban todas las pruebas necesarias para confirmar la muerte de las personas y, por si acaso, se las enterraba con su varita para que pudieran escapar en caso de haber alguna equivocación. Lo que había provocado, a su vez, una oleada de profanación de tumbas para iniciar un mercado ilegal de varitas robadas. Eran tiempos de caos donde una solución llevaba a otra barbaridad cometida por malhechores sin escrúpulos.
Alice sintió que Sirius tenía un escalofrío al ir enumerando la lista de pociones y sus consecuencias, y le tomó de la mano. Entendía su motivo particular, aunque a ella también le provocaba repulsión todo lo que se podía conseguir con algo tan aparentemente inofensivo como las pociones. Ni siquiera debían ser ilegales, solo elaborarlas con malas intenciones.
Tras terminar de enumerarlas, O'Donell no dijo nada, aunque no parecía afectado ni sorprendido. Después Bones dirigió su atención a Amanda Tyler.
- Amanda Tyler, se le acusa de ser una partícipe necesaria en esta red de elaboración de pociones. Se le acusa de elaborarlas en plena conciencia de su mal uso, y se le acusa también de pertenencia a la banda terrorista de El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado. Además, sus actos tienen el agravante de reincidencia, pues hace un año fue acusada de participar en la matanza de Hogsmeade que le costó la vida a 25 magos y brujas.
- ¡Y exculpada por falta de pruebas! –le interrumpió a gritos Tyler, mirándola con fiereza, cosa que no afectó a Amelia ni un ápice.
- ¡Esta vez tu familia no te salvará! –gritó alguien desde la tribuna donde observaban el juicio el resto de aurores.
- ¡A Azkaban con ella! –exclamó otra voz.
Y el juicio volvió a agitarse con las voces de los que exigían justicia por aquel hecho de hacía más de un año. Esta vez costó más aún acallarlas. Sirius gruñó cuando Amelia Bones lo consiguió, y siguió enumerando las acusaciones de Tyler. Verla era como volver a revivir ese trágico día. Era como volver a ver el cadáver de Kate, cómo volver a sentir el miedo corriendo por sus venas al ver cómo mataban a sus compañeros delante de él sin que pudiera hacer nada.
- Tranquilízate –le dijo Alice en voz baja.
Él frunció el ceño, sin dejar de mirar al frente.
- Esto es una pantomima. La otra vez les liberaron a todos por las presiones de sus familias. Lo que deberían hacer es enviarles directamente a Azkaban, sin juicio.
- Por muy seguros que estemos de su culpabilidad, yo me siento más tranquila sabiendo que se les concede un juicio –le confesó Alice apretando su mano-. Al menos así sé que ha ocurrido un proceso público donde se han presentado las pruebas y han probado su culpabilidad. Así no tengo dudas de que hayan metido en Azkaban a un inocente por no darle la oportunidad de explicarse.
Sirius bufó ante eso. Alice siempre tan dispuesta a darle a todo el mundo el beneficio de la duda… Él apoyaba que les encerraran directamente y tiraran la llave en casos en que todo estaba tan claro.
No soportaba saber que estaban libres después de lo que habían hecho, después de la muerte de Kate… Todavía no había tenido la oportunidad de enfrentarse directamente a Bellatrix por el asesinato de su ex novia, pero sabía que algún día conseguiría hacerle pagar por su muerte. Aunque fuera lo último que hiciera en la vida.
Cuando acabaron las acusaciones, Bones procedió a pedir una pena, que fue aprobada por la mayoría del Wizengamot, aunque hubo protestas. Como no habían podido probar que hubiera directamente delitos de sangre, les condenaron a diez años en Azkaban.
Sirius no estaba conforme. Kate seguiría bajo tierra y Tyler sería libre antes de cumplir 30 años. Le gustaba más el futuro que le había quedado a Samantha Hinkes, amiga de Tyler y otra perra de Slytherin que participó ese día en la matanza. Hinkes había fallecido el pasado otoño en un enfrentamiento entre los pipiolos de Voldemort y algunos aurores. Creían que había sido una maldición perdida la que le había dado, sin duda no por parte de los aurores que tenían prohibido lanzar las letales. Pero aun así habían celebrado su muerte. Lo merecía.
- En fin, se acabó por hoy –repuso Frank levantándose-. No les demos más tiempo de nuestra vida de la que merecen. Además, mañana tenemos bautizo.
Eso hizo que los otros tres cambiaran sus gestos y sonrieran, sobre todo el orgulloso padre.
- No faltéis. Gis y mi madre están histéricas con los preparativos.
- Tú asegúrate de que hay buena comida y me tendrás allí –le prometió Sirius de buen humor mientras abandonaban el hemiciclo.
- Y tú asegúrate de que James y Lily vuelven de Manchester a tiempo. David necesita a su madrina.
- Tranquilo, que Lily no se lo perdería –le aseguró Sirius.
Tras intentar concretar con su mejor amiga hasta el último momento, Gisele había aceptado por fin que a Rachel no le interesaba ser la madrina de su hijo. Con todo el dolor de su corazón se quitó la idea de la cabeza y se lo pidió a Lily. Nunca habían sido tan íntimas como Rachel y ella, pero Lily siempre era una amiga en la que se podía confiar y que siempre estaba ahí cuando la necesitabas. Y era mucho más de lo que podía decir de Rachel durante el último año…
Lily miró a su madre de reojo mientras servía los postres. Amanda Evans no había hablado en meses de las pruebas que le controlaban periódicamente su cáncer, una enfermedad que parecía controlada. Pero estaba tan delgada desde la última vez que la había visto, y la veía con tan mal aspecto que no podía evitar sospechar que algo no iba bien. Las ojeras de su padre no ayudaban a esa sensación que llevaba todo el día retorciéndole el estómago. James lo notó, y apretó su mano por debajo de la mesa.
- ¿Y a ti cómo te van las clases, James? –preguntó Amanda tratando de crear buen ambiente, aunque era difícil.
Petunia y Lily apenas se dirigían la una a la otra con monosílabos desde su último intento, el pasado verano. Y James y Vernon ni siquiera miraban en dirección al otro.
- Bien, muy bien señora Evans –respondió él algo incómodo.
Ella le hizo un gesto como quien espanta una mosca.
- Te he dicho que me llames Amanda, cielo. ¿Cómo se llamaba eso que estás estudiando?
- Auror. Es parecido a un policía –explicó de nuevo.
Vernon bufó con desdén y James le miró con el ceño fruncido. Amanda volvió a nuevo al rescate.
- Oh, pero vosotros no sabéis las buenas noticias, claro. Han ascendido a Vernon. Ni más ni menos que a director de la empresa, ¿qué os parece? Está claro que tu padre confía mucho en ti para darte un puesto de tanta responsabilidad.
- Así que el jefe es el padre. Eso lo explica todo –le susurró James y Lily, que tuvo que taparse la cara con la servilleta para que no se le viera reírse.
Petunia, que tenía un oído privilegiado para los cotilleos, algo debió oír porque se envaró y se dispuso a enfrentarlos. William Evans, que vio los ánimos encenderse, se incorporó en la silla y por primera vez en la comida tomó la palabra.
- Pero estamos aquí porque Petunia y Vernon tenían algo que decirnos, ¿verdad chicos?
Amanda se sentó frente a su esposo, mirándole con agradecimiento. El recordatorio de lo que iban a anunciar calmó a Petunia, que relajó el gesto por completo. La rara de su hermana y el engendro de su novio no le iban a estropear ese magnífico día.
Cogió la mano regordeta de Vernon, que se había erguido en su asiento. Ella le asintió con la cabeza, animándole.
- Dado que mi nuevo puesto me va a dar estabilidad y unos buenos ingresos con los que poder mantenernos, le he pedido a Petunia que se case conmigo. Y ha aceptado –anunció orgulloso.
Hubo un momento de silencio en que a Lily y a su padre se les resbalaron los cubiertos de las manos, haciendo un gran ruido contra el plato, y un segundo después la madre de las chicas se incorporó de la mesa llorando y abrazando a los futuros novios.
- ¡Oh, es tan maravilloso! ¡Es magnífico, magnífico!
- ¿Te lo has pensado bien? –le susurró su padrea Petunia, que le fulminó con la mirada e hizo como si no le hubiera oído.
Amanda ni siquiera le escuchó, demasiado emocionada para centrarse en nada más.
- Es tan buena noticia, ¿verdad Lily?
La pelirroja tuvo serias dificultades para sonreír con naturalidad. Su madre y ella distaban tanto de lo que consideraban magnífico… De reojo pudo ver que James tenía la boca arrugada y no ocultaba su desagrado. Afortunadamente, eso solo lo notaron ella y su padre que tenía una expresión muy parecida.
- ¿Y cuándo será el enlace? ¿Habéis pensado algo? ¿El sitio, la música? ¡Oh, cómo vamos a disfrutar las tres eligiendo el vestido de novia?
- ¿Las tres? –preguntó Petunia alarmada.
Si Amanda lo notó, no había nada que lo indicase.
- Sí, claro. Lily, tú y yo. ¡Voy a llorar tanto ese día! Mi niña mayor se casa y mi niña pequeña será su dama de honor, como siempre soñé.
Nadie supo nunca si eso fue una estratagema de esa mujer que jamás se cansaría de tratar de unir a sus hijas, o solo se había hecho ilusiones de la nada. Pero ni Petunia ni Lily tuvieron fuerzas para contradecirla. Ambas se habían dado cuenta de su deterioro físico, no importaba cuánto quisiera ocultarlo Amanda Evans.
Al día siguiente Lily seguía enfadada por tener que ser la dama de honor de su hermana.
- El problema es que no me siento capaz de negarme. Le rompería el corazón a mi madre –les explicó a Gisele y Grace mientras vestían a David para su gran día.
- Lo cierto es que no te envidio en absoluto, Lily –le confesó la joven madre haciendo una mueca.
Gisele tenía unas ojeras muy amplias, típicas de la madre primeriza de un bebé que se pasaba las noches llorando. Aun así, se notaba que estaba cogiendo destreza y era capaz de vestir a su hijo con una sola mano mientras el bebé jugaba con la pulsera que llevaba en la otra.
- Pues habla con tu hermana y que sea ella quien se niegue –sugirió Grace-. O simplemente quédate en la misma habitación que ella durante un rato. No parece necesitar muchas excusas para atacarte.
Lily frunció el ceño pero no respondió ya que aquello era indiscutible. Sin embargo, decidió cambiar la conversación a algo más agradable.
- Bueno, dejemos de lado a la jirafa de mi hermana. Hoy es el día de este señorito, ¿verdad David?
Llegaba el momento de poner voz de niña pequeña y hablarle al pequeño como si tuviera alguna tara mental. Le tendió las manos a Gisele y ella le dejó cargar a su hijo.
- Ven con la madrina –le susurró Lily abrazándole contra su pecho mientras el niño gorjeaba contento.
Gisele miró la estampa y se le saltaron un par de lágrimas silenciosas, que rápidamente secó con las manos. No era esa la imagen que siempre había proyectado. Era Rachel la que debía estar cargando a su hijo y siendo su madrina. Y, sin embargo, ella ni siquiera había ido a su bautizo.
- La madre del niño también tiene que lucir radiante hoy –le aseguró Grace con una sonrisa sin decir palabra del momento de debilidad que había presenciado.
La apartó a un lado, la apuntó con la varita y murmuró algunos hechizos de belleza. Gisele no protestó ni intentó impedirlo. Grace era la que más sabía sobre ese tipo de hechizos. Un minuto después, su piel estaba tersa, sus ojeras habían desaparecido al igual que las bolsas bajo sus ojos, y parecía fresca y recién descansada. Incluso ella misma se notó más recuperada al ver mejorar su imagen.
- Bueno, dejemos de esperar a Rachel. Creo que es evidente que no va a venir –declaró en voz alta, haciendo que sus amigas se entristecieran un poco.
Grace y Lily se miraron de reojo cuando Gisele cargó a su hijo y se dirigió al jardín de sus suegros, el mismo en el que se había casado pocos meses antes.
La ceremonia fue bonita e íntima. Solo acudieron la familia de Anthony, algunos de sus amigos, los amigos de Gis y sus conocidos de la Orden del Fénix. El padrino fue el mejor amigo de Anthony, quien le guiñó un ojo a Lily cuando posaron los cuatro con David para la foto de familia. James se tomó ese gesto como su orden de presentación, y se colocó al lado de su novia, de la que no se separó durante el resto de la velada.
- ¿Y se puede saber por qué no ha venido Rachel? ¿Dónde está? –le preguntó Sirius a Remus tiempo después, al ver que su amigo no pensaba contarlo por sí mismo.
Remus llevaba todo el día aislado, con su traje raído, su corbata mal hecha y bebiendo de la misma copa. Se encogió de hombros ante su pregunta.
- Ni idea. Salió antes que yo, supuestamente arreglada para el bautizo. No sé dónde se habrá metido.
Lo más preocupante de todo no era que no lo supiera, sino que no parecía importarle. Remus llevaba días apático, desinteresado. Tal y como se comportaba siempre que algo le dolía pero no quería dejarlo ver. Sirius miró a Peter, que estaba a su lado, y no supo qué hacer. Su amigo se encogió de hombros en silencio, indicando que él tampoco sabía cómo proceder.
Cuando voltearon a ver a Remus, le vieron alejarse hacia la mesa de bebidas para volver a servirse.
- Lo que sea que le pasa tiene que ver con Rachel, desde luego –pensó Peter en voz alta y con semblante preocupado.
- Sí, pero no suelta prenda –gruñó Sirius con la frustración de ver que Remus no se dejaba ayudar-. Odio cuando se pone tan hermético. Va a haber que sacárselo a golpes.
- Canuto, déjale. Este no es el mejor sitio. ¡Canuto!
Sirius siguió avanzando hasta la mesa de bebidas e ignorando los llamados de Peter. Él no pensaba tener más paciencia, dijeran James y Peter lo que quisieran. Remus llevaba dos semanas casi sin hablarles (sin hablar con nadie en realidad), auto aislándose y con aspecto alicaído. El mismo tiempo en que Rachel llevaba evitando acudir a las reuniones de la Orden, aunque le había costado una buena bronca por parte de Dumbledore.
Cuando llegó a la mesa se detuvo de golpe al ver que no era el único que había tenía la idea de hablar con Remus. A la misma distancia que él, pero llegando desde el otro lado del jardín, Grace también se quedó parada, mirándole. Remus aprovechó que ambos se estudiaban el uno al otro para marcharse de allí sin necesidad de tener que hablar con ninguno.
Sirius frunció el ceño y se dio la vuelta, dispuesto a marcharse. Podría haber sucedido lo de siempre y cada uno se habría mantenido en una punta de la fiesta, pero Grace no paraba de escuchar la voz de Lily sugiriéndole que hablara con Sirius. Él no podía seguir huyendo de ella eternamente. Apresuró el paso y salió a su encuentro.
- Otra vez escurres el bulto cuando yo aparezco en el lugar –le dijo alcanzándole.
Sirius aflojó el paso, y se dio la vuelta para encaminarse de nuevo a la mesa de las bebidas esperando perderla. Pero ella le siguió.
- ¿Te importa acaso? –preguntó apuntando un vaso con la varita y rellenándolo de cerveza de mantequilla.
Grace suspiró, tratando de mantener la calma.
- Es una actitud muy inmadura por tu parte.
Sirius se echó a reír sin un ápice de humor.
- Perdóname, la próxima vez me marcharé a París dejando una discusión inacabada –le espetó con toda la ironía que pudo almacenar, y después se bebió su cerveza de un trago.
Grace cerró los ojos ante el golpe de la indirecta. Ella tenía el carácter tan fuerte como él, si se dejaba llevar ambos tendrían una discusión demasiado desagradable en el bautizo del hijo de Gisele. Ni era el momento, ni era el lugar.
- Mira, no pienso discutir aquí –le dijo-. Estoy tratando de que tengamos una relación cordial, y jamás lo lograremos si nos evitamos como la peste.
- Es increíble que precisamente tú hables de cordialidad –la interrumpió Sirius fulminándola con la mirada.
- No voy a discutir contigo otra vez, Sirius –repitió-. No he venido a eso.
- ¿Y a qué has venido? –la preguntó levantando los brazos con gesto irónico-. ¿Qué quieres, Grace? ¿Que seamos amigos? Yo no quiero ser amigo tuyo.
- ¿Por qué te muestras tan ofendido? –le preguntó en voz baja empezando a enfadarse de verdad-. Cualquiera que te vea pensará que eres la víctima de todo esto.
- ¿Y realmente soy el verdugo, no es así? –insistió él removiendo en la herida. En la propia y en la de ella.
A Grace le empezaron a picar los ojos. Habían llegado al principal problema.
- Lo único que está claro de todo esto es que no es culpa mía –declaró convencida-. Yo fui la única que realmente no tuvo culpa de nada.
Sirius bufó en voz alta.
- Sí, ya. Marcharte a París durante tres meses sin siquiera avisar, dejándolo todo en el aire. Menuda víctima eres.
Estaba tan ofendido que realmente parecía que se creía la víctima de todo ese asunto. Grace por fin estalló de rabia. Después de todo lo que había pasado no le parecía demasiado esperar un poco de humildad, de culpa, o de entendimiento por su parte. Sin embargo, Sirius se comportaba como si ella se hubiera marchado sin motivo, como si no le hubiera hecho un verdadero e irreparable daño.
- ¡Me engañaste! –gritó de golpe, sintiendo que sus ojos se le aguaban pero negándose a que sus lágrimas se derramaran-. ¡Me pusiste los cuernos! ¡Tú a mí! ¡No yo a ti! ¡No te las des de víctima ahora!
Los que estaban más cerca de ellos se les quedaron mirando al captar trozos de la conversación. Grace se aclaró la garganta para aguantar las lágrimas, y miró a Sirius, que se había quedado momentáneamente callado ante su reacción. Cuando volvió a hablar, él tenía un tono más suave pero también más amargo. Nadie más que ella pudo escuchar su contestación.
- Está claro que te repetirás eso a ti misma toda la vida, y no hay nada que pueda hacer para que cambies de opinión, ¿no? Pues disfruta auto compadeciéndote. No es la primera vez que te obcecas en juzgarme injustamente.
Y en ese momento le dio igual que estuvieran en medio del jardín de los Bones, en medio de una celebración y que lo justo era que se quedaran allí por Gisele. No podía aguantar en el mismo sitio que ella ni un segundo más. Su mirada acusatoria y dolida le quemaba por dentro. Y él tampoco podía hacer gran cosa por defenderse, pues los cargos de los que le acusaban eran ciertos, aunque las circunstancias fueran completamente eximentes. A pesar de saberlo, Grace era una jueza implacable y jamás cedería. Quizá era verdad que la había hecho demasiado daño.
En pocas zancadas atravesó el jardín, entró a la casa de los Bones, recogió su chaqueta de cuero y se marchó de allí sin despedirse de nadie.
Grace se apoyó en la mesa y se llevó una mano a la cara, tratando de contener las lágrimas. ¿Para esto querían todos que hablaran? Estaba claro que jamás podrían tener una conversación normal. Ambos se habían hecho demasiado daño el uno al otro.
Cogió un vaso vacío, lo apuntó y se sirvió una copa de ponche. Fue bebiéndolo a sorbitos, tratando de tranquilizarse y de controlar su respiración. Sin embargo, todo se fue al garete cuando levantó la vista y a pocos metros, en la mesa de los aperitivos, vio a Emmeline Vance mirándola de reojo mientras que un amigo de Anthony trataba de retener su atención. Su larga melena negra estaba peinada con un semirecogido que caía en ondas por su espalda, y se había puesto una elegante túnica amarilla con escote a la espalda que le favorecía mucho.
Grace había hecho muchísimos esfuerzos por ignorarla desde que había vuelto, y de hecho la chica había hecho un gran trabajo quitándose de su camino. Pero era evidente que había escuchado su discusión con Sirius, o al menos una parte. Y todavía tenía la poca vergüenza de mantenerse en el sitio y mirándola de soslayo. No pudo contenerse y fue hacia ella enfadada.
Emmeline la vio venir y trató de apartarse de su camino, pero no fue lo suficientemente rápida.
- ¿Te ha divertido la escena? –le preguntó la rubia a bocajarro.
La morena la miró incluso algo asustada. Con esa maldita inocencia que tan bien sabía fingir. A Grace le exasperaba todo de ella. Se volvió hacia el chico que la acompañaba y se dirigió a él con maldad.
- ¿Y tú, tienes novia? Porque si no la tienes te adelanto que no le interesas. A ella solo le gusta meterse en medio de las parejas.
Emmeline cerró los ojos y sus mejillas se sonrojaron con fuerza. Con toda la calma que pudo reunir se volvió hacia su acompañante y le dijo:
- Jason, perdona, pero esto es privado. ¿Te importa?
- No, claro –repuso él inseguro, alejándose.
Cuando estuvo a una distancia prudencial, Emmeline se volvió hacia Grace con la mirada dura.
- Mira, me importan poco o nada los problemas que tengas con Sirius. Pero a mí mantenedme al margen.
- El único gran problema que tengo con Sirius eres tú –le espetó Grace.
- ¿Qué problema es, Grace? Conoces perfectamente la historia, sabes todo lo que ocurrió, cómo y por qué. Creo que Sirius fue bastante sincero contigo. ¿Qué más querías?
- ¡Te acostaste con mi novio! –la acusó Grace sin más, pues en su opinión el caso no revestía más complejidad.
Emmeline aguantó su grito con estoicismo. Aún se descomponía cuando recordaba aquel episodio, y no se sentía nada bien sabiendo qué más consecuencias había tenido. Quizá por eso le costaba discutir con Grace, porque se sentía culpable a pesar de saber que no tenía la culpa.
- No fue algo que ninguno de los dos quisiéramos precisamente –explicó frustrada-. Lo sabes, es que lo sabes perfectamente. Fue una situación tan extraña que no debería ni contar como si hubiese ocurrido.
- Pero ocurrió –gruñó Grace con dolor.
- ¿Crees que no lo sé? –la preguntó con voz rota-. ¿Crees que no me he tirado meses obsesionada con el tema, tallándome el cuero para olvidarlo y sintiéndome sucia? ¿Alguna vez te has acostado con alguien contra tu voluntad? –Grace no dijo nada, pero no hacía falta. Emmeline agitó la cabeza-. No es agradable. Hemos estado tres meses tratando de fingir que nunca ocurrió y, sin embargo, ahora vuelves tú y te sigues torturando a ti misma y a nosotros con ello. No podemos cambiarlo, ¿qué más quieres?
A veces Grace no sabía siquiera qué quería sacar de ese tema. Solo sabía que le dolía más allá de la coherencia. La miró acusatoriamente, negándose a creer que Emmeline no se alegraba de que hubiera sucedido.
- En Hogwarts tú formabas parte de todas las que iban detrás de él, ¿verdad? No me lo niegues, recuerdo verte mirándole más de una vez por los pasillos.
Emmeline rodó los ojos. Aquello era obsesivo. Estaba claro que Grace había pasado muchas horas sola, montándose sus historias y haciendo suposiciones. Ellas dos no habían ido a la misma casa en el colegio y ni siquiera al mismo curso. No recordaba ni una sola ocasión en que hubiera coincidido en la misma habitación, que no fuera una común, con Grace, Sirius y sus amigos. Las ideas de Grace no se sostenían por ningún lado.
- Si alguna vez crees recordar que le he mirado, fue por casualidad. Sirius no era más que otro chico guapo de Hogwarts, nada que llamara mi atención. Y, si había una cola de chicas que pretendían levantarte el novio, sin duda yo no formaba parte de ella. Deberías dejar de obsesionarte con el tema –le sugirió-. Deja de imaginarnos a los dos revolcándonos entre pociones, pasa página y mira la situación desde lejos. Puede que entonces veas por fin que lo que ocurrió esa noche no solo te hizo sufrir a ti.
Y se marchó de allí lo más rápido que pudo, confiando en que Grace no la siguiera. No quería tener que sacar su varita, pero si debía defenderse lo haría. Estaba tan harta de ese tema…
Grace se quedó en silencio, con las palabras de Emmeline bailando en su cabeza. Sin embargo, la morena no tuvo el efecto esperado y la imagen de Sirius y ella desnudos sobre el suelo de un laboratorio ilegal de pociones no dejaba de torturarla. Era más que lo que podía soportar. Se le revolvió el estómago y a duras penas llegó al baño de los señores Bones para vomitar la comida que habían servido en el bautizo.
El bautizo acabó dos horas después, cuando los invitados comenzaron a marcharse. James y Lily aún aguantaban porque la recién estrenada madrina quería ayudar a recoger, pero estaba algo alterada porque su novio no la dejaba ni a sol ni a sombra.
- Cariño, ya vale –le dijo exasperada-. Ya le has demostrado a Jeremy que no estoy disponible, ya puedes dejarlo.
Su novio no se dio por aludido sino que la abrazó por la espalda, besándola en el cuello.
- Pobre David, menudo padrino le ha tocado. No sabía que Tony tuviese amigos tan gilipollas.
- Ni yo que tenía un novio tan pesado –enfatizó ella rodando los ojos.
Giró el cuello para mirarle de frente y le dio un suave beso con el que esperaba calmarle y que la dejara respirar tranquila. En ese momento Gisele se acercó a ellos, risueña.
- Venga pareja, que esta fiesta es para bebés. James, ya has marcado tu territorio suficientemente. No hace falta que le hagas pis a Lily encima.
Ninguno de los dos pudo evitar reírse ante esa frase.
- Ya sabes que el de los instintos caninos es Canuto –le recordó James.
Tanto Lily como Gisele dejaron de reírse ante la mención de Sirius, recordando el espectáculo de horas atrás.
- Por cierto, ¿dónde fue Sirius? –preguntó la madre del año-. Desde que discutió con Grace se fue, pero no sé a dónde. ¿Tenéis idea de lo que se dijeron? Solo les vi de lejos.
- Yo tampoco escuché la discusión, pero me parece que por fin se han dicho las cosas a la cara –sospechó Lily.
- Pues la cosa no ha ido tan bien como queríamos –comentó James refunfuñando.
- La probabilidad estaba ahí –repuso Gisele con tristeza-. En fin, deberíais llevaros de aquí a Grace antes de que maldiga a Jeremy.
El padrino había intentado ligar con numerosas chicas de la fiesta después de quedarle claro que Lily tenía novio, y ahora estaba dándole la murga a Grace. Ella estaba a su lado, pero mirando al suelo con el ceño fruncido.
- Menuda pesadilla de tío –murmuró James aún picado con él.
Gis se echó a reír.
- Está muy salido y desesperado, pero es un buen tío. Tony le quiere mucho –James bufó, y Gisele se volvió hacia Lily divertida-. En serio, marchaos y lleváosla. Os agradezco mucho que hayáis estado, y sobre todo que hayas aceptado ser la madrina de David.
- Me hace mucha ilusión –le confesó la pelirroja-. ¿Estás segura de que no quieres que te ayude a recoger?
Gisele lo desechó con un gesto de la mano.
- Tendré bastante ayuda, tranquila. Tus obligaciones como madrina han acabado por hoy. De ahora en adelante solo tendrás que mimarle, hacerle regalos caros por el cumpleaños y hacer de canguro siempre que su pobre madre lo necesite.
Lily se echó a reír.
- Cuenta con ello. Así James practica para el futuro.
Pretendía incomodar a su novio, pero cuando vio la alegría con la que James recibía esa noticia la que se alarmó un poco fue ella.
- Bueno, vamos a rescatar a Grace. Hoy no ha tenido un buen día –dijo cambiando rápidamente de tema.
- Lunático y Colagusano también se han marchado –se dio cuenta James-. Menudos cobardes, ni siquiera han avisado. Y a saber dónde se ha metido Canuto…
Rachel llevaba toda la tarde mirando por la ventana. Solo eso. Con su vestido verde botella, su incontrolable pelo recogido en una coleta alta, bien apartado de la cara, y su rostro maquillado, de modo que no se le notaban las cicatrices.
No había hablado durante horas, y Benjy había sido muy paciente. No la había presionado ni había tratado de averiguar qué le ocurría. Ni siquiera se había movido ni había hecho amago de marcharse al bautizo.
Se había quitado la túnica de gala, y se había quedado con el pantalón oscuro y la camisa blanca que llevaba debajo. Ya estaba listo cuando ella había llegado a su casa demasiado nerviosa para hablar, pero ni siquiera había pensado por un momento en dejarla sola. Después de ofrecerle un vaso de agua y rehusarse a hablar, Rachel se había perdido en sus pensamientos acomodada en el asiento junto a la ventana francesa de su piso. Mirando hacia la calle. Y él no había querido molestarla.
Llevaba horas leyendo El Profeta de arriba abajo y de abajo arriba. Incluso la sección de sociedad. Ahora que el sol comenzaba a perder intensidad, suspiró y miró por la ventana. La luz anaranjada bañaba el rostro de Rachel, cuyos ojos ya estaban calmados y secos. Él se perdió unos minutos en los rizos que se escapaban de su nuca, pero pronto dio un respingo y se reprochó por haberse abstraído.
- Bueno, al menos vamos a cenar algo –propuso, rompiendo el silencio por primera vez. Rachel pareció despertar de un extraño sueño, pues parpadeó repetidamente y pareció costarle enfocarle. Benjy la sonrió inocentemente-. Ya que me has tenido aquí toda la tarde sin pronunciar palabra, me lo debes.
Rachel no le devolvió la sonrisa. Suspiró, y apoyó la cabeza en el alfeizar mientras le analizaba los gestos con la mirada.
- Sé que no apoyas que haya faltado al bautizo.
Benjy torció un poco la boca, un gesto muy típico suyo.
- No, no lo hago. Creo que eres más valiente que todo eso –la reprochó.
Ella seguía mirándole fijamente, con esos ojos tan oscuros e impenetrables que nunca dejaban ver sus verdaderos sentimientos.
- Pero aquí estás, conmigo –dijo, como si no se lo creyera-. No me has dejado sola.
Su tono relajó a Benjy, que se rio en voz baja mientras se acercaba a ella.
- Te has colado en mi apartamento, Rachel. No pensaba dejarte aquí sola y que hurgaras entre mis cosas –bromeó-. Además, confiaba en que quisieras hablar.
- Llevo cuatro horas callada –le recordó ella.
Él se encogió de hombros.
- Soy un hombre paciente.
Rachel parecía de mejor humor y, aunque no sabía qué le había ocurrido para llegar tan alterada a su casa, Benjy se alegró de que contara con él. Llevaba un par de semanas evitándole, evitando ir a las reuniones de la Orden (Dumbledore la había reñido por su inconstancia e irresponsabilidad), y ahora volvía de nuevo a confiar en él.
- Siempre estás ahí cuando te necesito –dijo Rachel pensando en voz alta-. Desde que nos conocimos no me has fallado ni una sola vez.
Parecía conmovida. A veces Benjy no entendía por qué a Remus o a sus amigos les costaba tanto comprenderla y apoyarla. Rachel se sentía muy sola, y muchas veces Benjy creía que era el único capaz de entenderla. Sintió ganas de acariciarla, pero se quedó dónde estaba por miedo a asustarla.
- A ti no te fallaría nunca –le susurró mirándola a los ojos-. Ya lo sabes.
Los ojos oscuros brillaron, y parecía que iba a ponerse a llorar. Benjy se alarmó y avanzó rápidamente hasta ella, tomándole las mejillas con las manos.
- Tienes que decirme qué te ocurre. Te ayudaré.
Rachel agitó la cabeza pero no le apartó.
- No es nada que tú puedas hacer. Son tantas cosas…
- Algo podré hacer.
- Ya sabes por qué no podía ir al bautizo –le dijo.
Benjy volvió a torcer la boca.
- El niño. La idea de ser madre, sí. Pero creo que eso no es…
- Se lo he contado a Remus –le interrumpió, mirándole fijamente. Benjy aún sostenía su cara entre sus manos.
- ¿En serio? ¿Qué parte? –le preguntó con curiosidad.
- Todo. Por qué me martiriza tanto que mi mejor amiga sea madre, cómo me siento con respecto a nuestra situación…
Se quedó callada, y Benjy acarició su mejilla con el pulgar, instándola a mirarle.
- ¿Y cómo reaccionó? –quiso saber.
- Con sorpresa. Y… Creo que le he hecho un daño irreparable. Y me siento tan mal por ello.
Esta vez las lágrimas saltaron de sus ojos sin que pudiera evitarlo, y Benjy se descompuso. La abrazó por los hombros y tiró de ella hasta que apoyó la cabeza sobre su pecho.
- No llores. ¿Por qué dices eso? No ha podido ser tan horrible.
- Le confesé la verdad –dijo ella con la voz rota.
- ¿Y cuál es? –preguntó él ya algo exasperado. Rachel tenía que dejar de ser tan hermética.
Lentamente, ella levantó la cabeza de su pecho y le miró a los ojos. La diferencia de altura era notable desde esa posición. Con el pelo recogido y las lágrimas limpiando el maquillaje de su rostro parecía más joven de lo normal. El corazón le dio un vuelco ante esta imagen. Rachel le miró con los ojos, tan imposiblemente oscuros, y se sonrojó.
- Que me estoy enamorando de otra persona –le confesó.
No sabría describir qué sintió en ese momento. Vértigo, mareo, confusión, enojo… Pero entonces vio sus ojos y comenzó a comprender cómo le estaba mirando. Y su semblante se relajó, aun cuando no sabía que estaba tenso.
No pudo evitarlo. Sabía que estaba mal, que no era propio de él y que se culparía más tarde. Pero eran demasiados meses fingiendo que no sentía lo que sentía. Y más si había alguna probabilidad de ser correspondido. Joder, nunca le había pedido nada a nadie, siempre había hecho lo correcto en cada momento.
Por una vez no lo hizo, no pensó en las consecuencias. La tomó del cuello con suavidad, enterrando los dedos en sus rizos, le inclinó la cabeza hacia atrás y la vio abrir la boca tentadoramente mientras se acercaba. Cuando por fin la besó, todo su cuerpo se estremeció y se sintió completo por primera vez en mucho tiempo.
Ni siquiera supo cómo había llegado hasta allí. Cuando estaba bien, le encantaba ir al Soho con James y perderse en esos 'antros de pecado', como los llamaría su querida madre. La música ruidosa y alternativa, hombres y mujeres besándose entre ellos sin importarles el sexo del otro, el rock&roll en estado puro, la peligrosidad en las calles… Todo eso era como una droga para Sirius.
Mientras se servía el enésimo vaso de tequila, Sirius escuchó cómo la voz de Mick Jagger comenzaba a cantar y la gente gritaba enfebrecida. A Sirius se le escapó una sonrisa. Los Rolling Stones eran el mejor invento muggle de la historia, por mucho que Lily prefiriese a esos extinguidos de Los Beatles.
Bebió el tequila de un trago y se aclaró la garganta. Entendía tan bien a Jagger… Él tampoco lograba encontrar satisfacción en su locura de vida. Odiaba a Grace. Odiaba su terquedad, su orgullo, su carácter, su rencor… Y, al mismo tiempo, seguía siendo ella, y seguía teniendo poder sobre él. Solo tenía que acercarse a él para que su piel se pusiera de gallina. ¿Cómo era posible?
Decidió pasar a algo más fuerte cuando descubrió que el tequila aún no le dormía todas las neuronas. Quería acabar la noche vomitando su hígado a los pies de la estatua de Nelson en Trafalgar Square. Quería olvidarse de todo…
En el local había más gente de la adecuada. Los cuerpos saltaban descompasados, sudando, rozándose y pisándose entre sí. Gritando partes inconexas de la canción, tratando de hacerles un coro decente a los Rolling. Era un ambiente decadente. Y decadente era la imagen que de repente se abrió paso en su campo de visión. Era imposible que no llamara la atención.
No sabía si la chica era guapa, llevaba demasiado maquillaje y demasiado oscuro para verle la cara como era debido. Tenía un peinado alternativo, con una larga melena negra a la espalda y los costados de la cabeza casi rapados. Llevaba un vestido completamente negro, con una minifalda que poco dejaba a la imaginación y tan ceñido en la parte de arriba que dejaba en evidencia que no llevaba sujetador.
Y le estaba mirando. Fijamente. Mientras bailaba. Mientras movía con fuerza las caderas, juntaba y abría sus sudorosas piernas, mientras agitaba los brazos y se mordía el labio. Y él la miró también. Observó cómo se agitaba su cuerpo, atento a todos sus movimientos.
Cuando Jagger se calló, él no había dejado de mirarla en toda la canción. Era todo un espectáculo. Y ella se lo tomó como una invitación. Se acercó a él moviendo mucho las caderas y se colgó de su cuello en cuanto llegó a su lado.
- ¿Buscas compañía, sexy? –le preguntó al oído por encima de la música.
Sirius no la respondió, sino que dio otro trago de su copa sin dejar de mirarla a los ojos. Ella volvió a morderse el labio, dándole un repaso de cuerpo entero que no hizo nada por disimular.
Cuando ella acercó su boca a la suya, Sirius no hizo nada por evitarlo. Quizá fuera el último ingrediente que necesitaba para dejar de pensar en Grace…
Hubo un espacio en blanco en su mente.
Claramente estaba muy borracho. Tanto que no recordaba nada del camino hasta su casa. Cuando fue un poco consciente de sí mismo se dio cuenta de que estaba en su apartamento con la chica del bar colgada de su cuello.
El ambiente olía a alcohol y sudor, y la chica se retorcía mientras le besaba con fiereza, pasándole la lengua por toda la cara. No era capaz de pensar, así que simplemente le correspondió, llenándola a ella de saliva.
Ella parecía desatada. El pelo negro le caía en cascada por la espalda, y su minifalda estaba subida a la altura de las caderas, dejando al descubierto su ropa interior negra. No se sentía con fuerzas como para resistirse, así que la tiró al sofá y cayó sobre ella mientras metía las manos por debajo de sus bragas y las arrancaba de un tirón.
La chica gruñó y se subió encima de él, quitándole la chaqueta de cuero y después la camisa mientras le arañaba el pecho con sus largas uñas negras.
- Te he estado observando desde la otra punta del bar toda la noche –le confesó enredando las manos por el vello de su pecho.
Sirius no encontraba mucho sentido a sus palabras, así que hizo un ruido indiferente mientras la arrancaba los botones del vestido. En ese momento no quería pensar.
- Llegué a pensar que no te habías fijado en mí –insistió ella ayudándole a quitárselo, e inclinándose para morderle el cuello-. Afortunadamente lo has hecho.
Tenía que callarse. Le molestaba el sonido de su voz. Era demasiado extraña, desconocida. No tenía el tono ni el timbre adecuado, así que la volvió a besar asegurándose de llenar su boca con su lengua para que no pudiera decir nada más.
Otro momento en blanco.
El alcohol debía ir subiendo grados aún después de ingerirlo porque de repente no recordaba cómo habían pasado del sofá a la cama. Estaban los dos completamente desnudos y la chica botaba sobre él con una energía que no sabía de dónde la había sacado. Sintió algo metálico en el pecho, y descubrió que ella tenía piercings en los dos pezones, que iban arañándole a medida que se inclinaba sobre él. Tenía un tatuaje negro bajo el pecho izquierdo, en las costillas. Una serpiente.
Tras observar sus pequeños pechos subió la mirada hacia su cara, que estaba sudorosa y desencajada por el placer. Su larga melena morena estaba totalmente despeinada y echada a un lado, y su maquillaje oscuro corría por toda su cara. Aquella visión, totalmente diferente a lo que su cuerpo y su corazón necesitaban, le bajó la libido por completo.
No sabía cómo parar aquello, así que simplemente la dejó seguir haciendo hasta que ella terminó, intentando no escuchar sus gemidos mientras inundaban todo el piso. Cuando la chica se derrumbó sobre él, Sirius se quedó inmóvil, mirando las manchas de humedad del techo y sintiendo el sudor de esa desconocida mezclándose con el suyo, al igual que sus piernas que estaban enredadas entre sí. En ese momento sintió asco de sí mismo.
La chica se incorporó y se tumbó a su lado. Se apartó el pelo de la cara y le miró de reojo con una sonrisa.
- Tengo que reconocer que pensé que te lo sabrías montar mejor, sexy. He tenido que hacerlo todo yo.
Sirius la miró seriamente, aún sin entender cómo había llegado a esa situación. Ella debió malinterpretar su gesto pues se echó a reír.
- No te pongas así. Estás muy bueno, y eres joven. Solo necesitas más práctica. Si quieres una profesora particular, puedes contar conmigo.
Le guiñó un ojo mientras con su mano recorría se pecho, su estómago y la hundió bajo la sábana. Sirius dio un respingo y se apartó. No quería que le tocara ahí ni un segundo más. Ella no pareció molestarse.
- Mensaje captado. Ya no se te levanta por hoy. Es un milagro que lo haya hecho una vez con la borrachera que llevas encima.
Se incorporó y paseó desnuda por el apartamento, sin complejos, removiendo su ropa como si buscara algo. Cuando dio con su bolso, volvió con él a la cama y sacó un cigarro que parecía hecho a mano. Lo encendió, le dio una calada y se lo tendió a Sirius.
- ¿Te colocas? –preguntó.
Él no entendió la pregunta, pero se incorporó de igual modo y dio una profunda calada. Esperaba sentir en su paladar el sabor del tabaco, pero aquello era distinto. Más pastoso. Además, lo que fuera que tenía dentro se le subió directamente a la cabeza, mareándolo, y le provocó un profundo picor en su garganta.
La chica se echó a reír cuando empezó a toser.
- ¿Nunca habías probado la marihuana? –le preguntó sin dar crédito.
Sirius escuchó su nombre de pasada, mientras luchaba por dejar de toser. Aquello era fuerte. Le recordaba a cuando James y él se colaban en el invernadero de la profesora Sprout y fumaban hojas de mandrágora. Sintió que la cabeza le daba vueltas.
- Tómatelo con calma. Yo los cargo fuertes –le avisó ella mirándole risueña.
Cuando pudo dejar de toser le quitó de nuevo el cigarro y dio otra calada. Con eso tenía más que suficiente. La chica continuó fumándolo como si no fue más que tabaco, como si no tuviese alguna propiedad que hacía que los muebles bailaran a su alrededor. Él se perdió en sus pensamientos, con la mente embotada por el alcohol y las drogas. Intentaba no analizar lo que acababa de hacer, porque comenzaría a sentirse muy miserable.
- Vaya, sí que coloca esta hierba que me parece ver moverse la fotografía –dijo ella carcajeándose.
Sirius se giró hacia ella con curiosidad y vio que había estado removiendo en el cajón de la mesilla. En sus manos había un retrato de Grace. Se lo había hecho en Hogwarts, en el último curso. Justo después de Navidades hicieron una sesión de fotos en la que todos posaron con su uniforme. Grace estaba preciosa en esa fotografía, engalanada con la túnica negra y la corbata y el escudo rojos y dorados de Gryffindor. Siempre le había gustado esa imagen. Cuando ella se marchó, la escondió en la mesilla, en el mismo cajón donde guardaba un álbum de fotografías de Kate, y durante semanas había luchado por no abrir el baúl de los recuerdos. Llevaba tiempo sin recordar que estaba allí.
- ¿Es tu hermana? –preguntó la chica acercándose la fotografía a la cara, afortunadamente demasiado afectada como para darse cuenta de que se movía de verdad, y no bajo su imaginación.
La imagen de Grace le miró con censura, frunciendo el ceño y cruzándose de brazos, y Sirius sintió muchísima vergüenza. De ahí pasó a la rabia rápidamente. ¿Quién era ella para juzgarle? Le arrancó la fotografía a la chica de las manos.
- No la toques –gruño.
Ella se sorprendió por la dureza de su tono, y extendió la mano en son de paz.
- De acuerdo, vale. La devolveré a su sitio.
Hizo un ademán de volver a tomarla, pero Sirius la apartó con fiereza, acercándosela al pecho.
- ¡Te he dicho que no la toques! ¡Lárgate! –ella le lanzó una mirada confusa y él agarró el cigarro y lo tiró al fondo de la habitación-. ¡Que te pires de mi casa!
Sin pensar en las formas se levantó, desnudo como estaba, y la agarró de un brazo mientras con el otro reunía agarraba su vestido y su bolso.
- ¡Lárgate de aquí!
No le importó que estuviera desnuda cuando abrió la puerta del apartamento y la empujó al rellano, tirándola su ropa encima. Ella le miró con miedo, totalmente paralizada.
- ¡Fuera! –gritó Sirius totalmente desquiciado.
La chica agarró su ropa y bajó corriendo por las escaleras, perdiéndose por el rellano del piso de abajo. Con la respiración agitada, se quedó en la puerta, pendiente de oírla cerrar la puerta del portal.
En ese momento se abrió la puerta del piso de April y Sirius se encontró cara a cara con un Peter despeinado, con la ropa removida y un amplio chupetón en el cuello. La expresión de Peter pasó de alerta a totalmente avergonzado en cuanto se percató de la desnudez de su amigo.
- Peter, ¿qué…? –fue a preguntar April detrás de él.
Sirius atinó a ver a la chica tratando de asomarse a su lado, antes de que Peter cerrara la puerta de golpe. Con un gruñido él también cerró, demasiado borracho para analizar lo que acababa de presenciar.
El retrato de Grace seguía encima de la cama. Él se tumbó con cuidado, repasando sus rasgos con los dedos, y antes de que se diera cuenta estaba bajando la mano por su estómago…
¿Qué tal? ¿Qué os parece? Espero que os haya gustado y no me odiéis demasiado. Sí, Rachel está empezando a sentir cosas por Benjy y él parece que la corresponde. Se han besado, lo que deja a nuestro pobre Remus en un terreno horrible...
Y Sirius se ha emborrachado y se ha acostado con otra tía, ¡lo que hace el despecho! Ya se supo la razón por la que Grace dejó a Sirius y se marchó a París. ¿Qué os parece? No está la explicación concreta pero os he dejado varias pistas durante el capítulo. De todas formas, ya en su momento aclararé cualquier duda con un flashback de los que me gustan a mí :) Por cierto, Deny14. Cuando me mencionaste lo de Gideon y Grace me hizo mucha gracia porque en este capítulo hay un tonteo inocente, qué casualidad jejeje.
¿Cómo veis lo demás? Fabian huyendo de Marlene... ¿por qué será? Petunia ha anunciado su boda y a la pobre Lily le ha tocado de dama de honor forzada... Su hermana la torturará. Y parece que a James no le ha hecho gracia, ¿por qué será?
Ya ha tenido lugar el juicio. ¿No os ha sonado irónico que Sirius pida que les envíen a Azkaban sin juicio? Soy cruel, pero me pega en su personalidad :) Anthony está en el mejor momento de su vida: Haciendo méritos en su carrera, bautizando a su orgulloso hijo, todo feliz... Lástima que se le vaya a complicar tanto la vida. Pero eso será en el próximo capítulo. El próximo será duro, lo aviso de antemano.
Actualizaré más adelante, hasta el día 24 estoy hasta arriba de trabajo y solo he podido sentarme a escribir porque me han dejado unas horas libres por la tarde jeje. Después del 24 me queda descansar algo y escribiré. Trataré no tardar mucho, prometido.
¡Un besazo a todos!
Eva.
