¡Hola a todos! Sé que vengo un poco retrasada pero mucho me temo que durante un par de meses la inspiración se me fue. Totalmente. Me sentí ajena a la historia y hubo ratos en que ni siquiera entendía a los personajes. Supongo que ha sido una etapa de bloqueo. Ahora he vuelto a pillar el ritmo, afortunadamente. Hay un antes y un después de ese momento en el capítulo, espero que no lo notéis mucho. Siento este parón, pero supongo que lo necesitaba para reconectar con los personajes.

Lo había dejado el día en que Gis despertó de su bloqueo (no soy la única en tenerlo), y ahí seguirá. La mayor parte estará centrado en el hospital, pero también, como ya adelanté, habrá un gran protagonismo de Sirius y Grace. A ver qué se traen entre ellos :) Venga, contesto a los reviews anónimos y os dejo:

Ana1991: ¡Hola cielo! ¡Muchísimas felicidades por tu compromiso! ¡Qué emocionante!, y qué envidia nos entra a las que no acabamos de encontrar al chico adecuado :( jeje. Disfruta muchísimo de ese día. Me alegro que te hayan gustado los capítulos y, de verdad, muchas gracias por tus palabras. Animarían a cualquiera :) Yo estoy contigo en querer castrar a Rabastan, y más que lo harás con este capítulo, verás. Lo de Lily no adelanto spoilers, prefiero que sea una sorpresa :) Bueno, a Fabian no le durará mucho la tontería, tranquila. Y en este capítulo tendrás más de Sirius y Grace. De Rachel y Remus hoy no hay mucho, pero tengo algo grande preparado para ellos. Entiendo tu violencia, creéme :) Un besazo.

Anonimo: Tranquilo/a, no abandonaré la historia. He tenido un periodo de bloqueo y se ha juntado con mucho trabajo. Las campañas electorales don mortales para los periodistas, pero también emocionantes.

Claudia: ¡Hola guapa! Bienvenida a la parte visible de la historia, espero que vengas para quedarte y seguir contándome tu opinión jeje. Yo también me odié al tener que matar a Sadie, pero me hacía falta para crear a este Regulus. Él no se detendrá ante nada, aunque se haya quedado solo por todas partes. Si te sirve, yo estoy enamorada de James pero tengo una atracción especial con los Black, con su historia. Han tenido una infancia curiosa, por no decir otra palabra. En cuanto a Sirius y Grace... bueno, ellos son complicados. Ninguno tiene la madurez de James y Lily para tener una relación estable y sin altibajos, y aunque a veces dan ganas de matarlos por ello, hay que recordar que son casi adolescentes con más hormonas que cerebro. A esas edades todos éramos una hormona con patas, con cambios de humor incluido y odio al mundo en general. Incluye una guerra y todas sus responsabilidad por medio, y tiene que estallar fijo.
Siento especialmente hace sufrir a Remus, pero siempre digo lo mismo: vi tanta diferencia entre el joven de 15 años de los recuerdos de Snape, que era alegre y despreocupado, y entre el hombre que 30 y pocos que conoció Harry, tan amargado, y pienso que ahí tuvo que haber algo más que la muerte de James y Lily. Tenía que haber guerra y muchos desengaños. Además, para valorar a Tonks como se merece, tiene que tener una sucesora de altura. Rachel no es mala, pero no ha tenido una vida justa y cada vez es más egoísta. No puedo culparla por ello.
Tomo nota de tu sugerencia sobre el punto de vista de Regulus en las batallas ;) Me "alegra" que compartamos la opinión sobre lo ocurrido a Gis. Es un tema que siempre se da en la vida real, y no quería dejar de denunciarlo. Gracias por tus palabras, de verdad :) Espero saber tu opinión de este capítulo.


CAPÍTULO 9: Labios compartidos

La tarde que Gisele despertó, la sala de espera de San Mungo se llenó de sus amigos, compañeros y familiares que querían comprobar por sí mismos que estaba a salvo. Sin embargo, los sanadores apenas dejaron entrar a sus suegros, por lo que Lily iba saliendo poco a poco de la habitación para informar a los demás.

Hacía ya dos hora que había avisado a todos de la mejoría de su amiga, pero aún no habían llegado todos. Remus y Rachel sí estaban, al igual que James; pero aún no se sabía nada de Peter, Sirius y Grace. Había un pequeño grupo de sus compañeros de trabajo que los demás no conocían en la esquina de la sala, colocados en un corro y hablando en susurros. Y, de la Orden del Fénix, Marlene, Emmeline y Benjy apenas acababan de llegar.

- ¿Qué han dicho los sanadores? ¿Se pondrá bien del todo? -le preguntó Remus a Lily una de las veces que salió.

Ella les miró a él y a Rachel con un poco de frustración, y compartió una mirada cómplice con James, quien le abrazó por los hombros para confortarla.

- Aún es pronto. Es bueno que haya salido de su estado, pero aún no dice mucho. Ni siquiera ha preguntado por el niño...

- Los Bones cuidarán de ella, ya veréis -añadió James, tratando de sonar positivo.

La triste mirada de Rachel se desvió hacia Tony, quien estaba sentado solo, apartado y ausente, con la cabeza entre las manos. Apenas se había movido durante esas dos horas, y se había negado a entrar a ver a su mujer. Tenía pánico de que volviera a rechazarle. Dejando a su novio y sus amigos, avanzó hacia él con cuidado de no sobresaltarle. Tony no necesitó levantar la vista para reconocerla.

- Eres su mejor amiga, no deberías querer estar cerca mío. No me extraña que ella no soporte estar en la misma habitación que yo -dijo con voz rota, la garganta raspándole tras tantas horas llorando.

Rachel quiso consolarle, pero no sabía qué podía decirle para apaciguar su dolor.

- Es culpa mía -resolvió Tony-. Es todo culpa mía...

- No lo es -acertó a decir Rachel, intentando con todas sus fuerzas no llorar-. No lo es. Tú no tienes la culpa de nada.

Tony levantó la cabeza, pero no se atrevió a mirarla. Sus ojos estaban completamente rojos.

- Es por mi culpa que hicieron esto. Querían vengarse de mí. -insistió-. Yo tendría que haberla protegido...

- No podías saber... Hiciste lo que pudiste.

Rachel se sentía muy inútil. ¿Qué consuelo podía dar alguien que tenía sus propios demonios que, como él, sabía perfectamente lo que era la culpa del superviviente? ¿Qué credibilidad tenía cuando ella había pasado meses culpando a su novio de haber sido transformada en licántropo? No podía tratar de convencerle de que Gisele no le culparía, cuando ni siquiera sabía si no lo haría.

Ella había odiado a Remus. Aun sabiendo que él le había salvado la vida, que no había sido culpable de su desgracia, algo egoísta dentro de ella le repetía que aquello jamás habría ocurrido si no hubiera sido por Remus. Era probable que Gis reaccionara igual que ella. Y tampoco podía culparla, no después de lo que le había sucedido. No podía convencer a Tony de que entrara a su habitación, porque entraba dentro de lo posible que su amiga volviera a reaccionar culpándole.

Así que se limitó a acariciarle la espalda mientras él volvía a enterrar la cabeza en sus manos y volvía a sucumbir al llanto. No podía culparle a él, y al mismo tiempo no podía evitar comprender a Gis si le rechazaba. Impotente, suspiró y miró alrededor. Remus la estaba observando con interrogación, y ella se limitó a encogerse a hombros y dedicarle una triste sonrisa. Él suspiró con pesadez y siguió hablando con James.

Lo cierto es que las cosas entre ellos habían mejorado los últimos días. Desde el día del ataque a Gisele y Anthony, el día del bautizo, todo había cambiado. Besarse con Benjy le había hecho sentir tan culpable, sentir dudas por él... Había hecho lo que mejorar sabía: negarse la realidad y huir. No había vuelto a hablar con Benjy más que lo necesario para la Orden, y siempre estando más personas delante. Y se había volcado en Remus. No de un modo emocional, cuyo interior seguía siendo un mar de dudas, pero sí de un modo físico. Probablemente habían hecho el amor más esos días que en todos sus años de relación. Y él parecía más tranquilo, más relajado. Al menos eso merecía la pena. Quizá así compensara lo mal que lo había tratado esos meses.

Pero ahora al que estaba tratando mal era a Benjy. Le estaba haciendo sufrir, lo sabía. Le había visto mirarla de reojo varias veces desde que había llegado, aunque no había hecho amago de acercarse. Continuaba hablando con Emmeline y Marlene, al otro lado de la sala, lanzándole escuetas miradas que pretendían ser amistosas pero tenían el dolor en sus ojos. Él, que había sido su apoyo esos meses, ahora era el ignorado. Parecía haberse vuelto una experta en dañar a los hombres de su vida...


Sirius tenía clara una cosa: No soportaba a Gillerman, ese patán que solo estaba en la Academia de Aurores para enseñar la historia de la institución. Era, al igual que la de Binns, la asignatura más inútil a la que se había enfrentado. ¿De qué le serviría en una pelea con cuatro mortífagos saber el número 96.3 del Reglamento Interno?

Encima, el muy entrometido, le había tenido una hora extra interrogándole por la ausencia de James en clase. Una vez más. Su amigo debería dar la cara de una vez. Últimamente había faltado varias veces a clase para estar con Lily, que estaba bastante afectada tras la recaída de su madre y el estrés de sus prácticas en San Mungo. Pero resulta que era a él a quien le tocaba dar explicaciones. Por su culpa llegaba tarde a San Mungo, donde ya hacía horas que estaban los demás esperando ver a Gis, ahora que parecía que iba a recuperarse.

Estaba anocheciendo cuando salió de su casa después de pegarse una ducha y cambiarse de ropa. Muy tarde. Seguramente se estarían preguntando dónde diablos estaba. No había ruidos en el piso de al lado, por lo que April no estaba en casa, así que Peter seguramente continuaría en el hospital. Últimamente era más fácil encontrar a su amigo en casa de su vecina que en cualquier otro lado. No es que pudiera culparle, sabía lo que para Peter significaba tener novia de una vez por todas. Pero se estaba haciendo muy pesado con el tema.

Bajó de dos en dos las escaleras y salió del portal como una exhalación, camino al callejón donde se desaparecía siempre. Sin embargo, cuando salió del edificio pegó un bote, sobresaltado al ver a Grace esperándole en la esquina. Hacía tanto que no la veía allí, y le parecía tan fuera de lugar que tuvo que pestañear varias veces.

- ¿Qué haces aquí? -preguntó bruscamente, al dar cuenta de que no la había imaginado.

Ella le miró un segundo, pareciendo buscar las palabras adecuadas. Se retorcía las manos y en su rostro Sirius percibió que estaba alterada. Y se preocupó. La última vez que habían hablado se habían gritado a la cara y se habían dicho cosas muy hirientes. Pero habían pasado muchas cosas desde entonces. ¿Y si había ocurrido algo más?

- ¿Están todos bien? -preguntó acercándose rápidamente a ella.

Grace se aclaró la garganta.

- Los chicos están bien. Están en San Mungo, ya les he avisado que no puedo ir.

Sirius frunció el ceño.

- ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

- Tienes que venir, hay algo que... que tienes que ver -le dijo ella decidiéndose finalmente.

Para su sorpresa, alargó la mano y tomó la suya, comenzando a arrastrarle hacia el parque que estaba al otro lado de la calle. Se quedó tan sorprendido que no la rechazó, sino que la siguió en silencio. Grace atravesó el campo de fútbol abandonado y las mesas donde los drogadictos solían sentarse, y se internó en los árboles, donde había una total oscuridad.

Entre las sombras, Sirius distinguió un bulto al pie de un árbol, y con la mano que no sujetaba a Grace agarró su varita dentro de su bolsillo. Sin embargo, Grace se acercó al bulto sin temor y se agachó para darle la vuelta. Era un cuerpo. Un cuerpo inconsciente.

- ¿Qué coj...?

La pregunta murió en sus labios al reconocer en la oscuridad el rostro del herido. El aire se le atoró en la garganta y se arrodilló en el suelo.

- ¡Regulus! ¿Qué le ha ocurrido?

Le agarró del cuello de la túnica y tiró de él para incorporarlo, pero su hermano no reaccionó. A pesar de la penumbra pudo ver que estaba muy golpeado. De no ser porque sentía los latidos de su corazón contra la palma de su mano habría pensado que estaba muerto.

- Vino a buscarme -le explicó Grace, obligándole a soltarle y acomodando a Regulus contra el árbol-. No sé qué le ha ocurrido ni quién se lo ha hecho. Le he encontrado prácticamente inconsciente en la entrada de la facultad, y ha perdido el conocimiento del todo al desaparecernos. No sabía qué hacer con él.

- ¿Que no sabías? Necesita un sanador, hay que llevarlo a San Mungo.

- ¡No! -exclamó ella quitándole la varita cuando iba a usarla para pedir ayuda-. Si no ha ido él por su propio pie es que no es seguro. Ambos sabemos en qué está metido, Sirius, podrían detenerle si va a San Mungo. Por eso no le he llevado a mi piso. Con la seguridad que hay allí, le habrían descubierto. Me ha buscado porque confiaba en mi discreción, no podemos fallarle. Sea lo que sea lo que le haya ocurrido, tenemos que esconderle y encargarnos nosotros de curarle.

- ¿Y dónde vamos a esconderle? -preguntó él alterado. La mirada de Grace le bastó-. ¿En mi piso? ¿Y si le encuentran?

- Nadie sospecharía, Sirius. Todo el mundo sabe que no os habláis.

Él se incorporó, paseándose de un lado a otro. Estaba indeciso, pero no podía dejarle allí.

- Sé que en este tiempo ha podido hacer cosas terribles, pero es tu hermano -le dijo Grace, como si le estuviera leyendo el pensamiento.

Finalmente suspiró derrotado.

- Tendrás que ayudarme para que los demás no sospechen. No podemos arriesgarnos a que la Orden descubra que le estamos ocultando. Dumbledore no haría nada, pero no acabo de confiar en Moody habiendo un mortífago por medio.

Grace asintió en silencio, y sacó la varita para trasladar a Regulus, como había hecho hasta el momento. Sirius la detuvo.

- Este barrio es completamente muggle, no nos arriesguemos. Esto está lleno de drogadictos, a nadie le extrañará que metamos a un hombre inconsciente en mi piso, pero no puedo asegurarte que no haya algún pirado por las esquinas espiándonos mientras le haces levitar.

Tenía razón. Guardó de nuevo la varita y puso toda su fuerza en ayudar a Sirius en cargar a su hermano pequeño. Aún no se recuperaba del susto de encontrarle en la calle malherido, y claro que desconfiaba de él por lo que había estado haciendo el pasado año. Pero una vez le prometió que estaría ahí para él siempre que la necesitara. No podía fallarle.


Tras despedirse de los demás en San Mungo, Emmeline llevó por fin a Marlene a conocer el piso que había encontrado y que ambas compartirían.

- Sé que no es grande, pero no podía pagar más -se excusó cuando ésta se asomó a la pequeña y vieja cocina-. Gracias de nuevo por esto. Dumbledore no me habría dejado tranquila si me hubiera mudado sola.

Marlene dejó de lamentarse mentalmente por el estado de abandono que tenía el piso y la sonrió.

- Deja de agradecérmelo. Yo también necesito esto. Llevo demasiado tiempo encerrada con mis padres y mis abuelos, necesito reconectar con los jóvenes. Ya ni me acuerdo de lo que era vivir con más gente de mi edad.

- ¿Qué te han dicho en casa? -preguntó la morena indicándole las dos diminutas habitaciones que componían el piso. Al menos cada una tendría su cuarto.

Marlene rodó los ojos con diversión.

- Han puesto el grito en el cielo, claro. Mi familia es muy tradicional. Ellos suponían que no saldría de casa más que para casarme, y ahora les digo que me mudo con una amiga para hacer vida de soltera. Creo que mi abuela tenía miedo de que tú y yo...

Hizo un gesto de unión con los dedos índice y corazón, y Emmeline soltó una risa poniéndose colorada, y sintiendo una alegría interior por oírle llamarle su amiga.

- ¿En serio? -preguntó.

- La tengo preocupada por no haberle presentado nunca ningún novio -hizo como que le confesaba en voz baja, antes de echarse a reír-. De igual modo se acostumbrarán. Se han acostumbrado a que hago siempre lo que hay que hacer, igual que todos los demás. Quizá llegue el momento de no ser tan buena.

- ¿Es que te vas a alistar a los mortífagos? -bromeó Emmeline cuando volvieron a salir a la pequeña salita que daba a la puerta de entrada-. En fin, esto es todo.

- ¿Cuándo nos mudamos? -preguntó Marlene ganándose una amplia sonrisa de Emmeline.

Ambas abandonaron el piso entre planeando su vida como futuras compañeras. Emmeline no se había dado cuenta de cuando Marlene se había agarrado de su brazo, pero aquello le recordó a otros tiempos. Tiempos en que tenía amigas en Hogwarts, en que era parte de algo. En sus meses en la Orden muchos habían sido amables, y especialmente Alice se había empeñado en integrarla. Pero con ese gesto por fin se sentía una más. Claro que era Marlene, precisamente. La misma que era mentora de Grace, que era su amiga íntima. Dudó un instante y después le hizo ralentizar el ritmo del paseo.

- Marlene, quiero asegurarme de que esto no te va a traer problemas con Grace. Lo último que quiero...

- Eso ya está solucionado -la interrumpió ésta tranquilamente, echando hacia atrás su melena de rizos.

- ¿En serio? -preguntó insegura.

Ella le sonrió tranquila.

- Hablé con ella después de que te marcharas. Créeme, ella entiende mis motivos mejor que nadie. En cuanto a tu tema, intentaré suavizarlo. Pero no se lo tengas en cuenta, solo está dolida. No es culpa tuya.

- Si tú lo dices... -murmuró desconfiada.

Marlene la miró de reojo mientras seguían caminando, y sonrió recordando la charla que había tenido con Grace ese mismo día. Su amiga era puro carácter, pero también se desinflaba rápidamente. Solo había que saber qué puntos tocar con ella.


- ¡No puedo creer que me hayas hecho esto! -exclamó Grace cuando ambas por fin se quedaron solas-. ¡Tú eres mi amiga, y ahora te vas a vivir con esa... esa...!

- Grace, por favor, déjame explicártelo -le suplicó, haciéndola sentarse a su lado-. Necesito esto. Necesito salir de mi casa, hacer un cambio drástico en mi vida.

- Si tanto necesitabas mudarte, podías habérmelo dicho. En mi piso...

- No pienso vivir de prestado en tu casa, Grace -respondió tranquilamente-. El piso lo pagan tus padres, y comprendo que Lily pueda aceptar, porque a cambio de eso ella cuida de ti, y tus padres la conocen desde hace años. Pero no puedes imponerles la presencia de una extraña.

Grace bufó al captar su tono. Marlene rara vez perdía los nervios, pero era inflexible cuando tomaba una decisión. Y ya la había tomado.

- ¿Por qué esa urgencia por mudarte de repente?

No pareció notar la tristeza que inundó a su amiga cuando esta le dijo:

- He hablado con Fabian esta tarde.

- ¡Así que por fin dio la cara el muy cobarde! Ahora lo entiendo -dijo con una sonrisa de oreja a oreja, guiñándole un ojo-. Así que quieres tener tu piso de soltera para poder entrar y salir con él cuando quieras, ¿eh?

- Me ha dejado claro que solo quiere ser mi amigo –confesó, hundida.

- ¿Qué?

- Lo que oyes. Me ha dicho que no cree que la situación pueda ser igual que antes, ahora que sabe lo que siento, pero que siempre podré contar con él.

- Pero...

- Tu radar no funcionó esta vez -le reprochó medio en broma, con una sonrisa triste en los labios.

Grace salió de su estupor y la abrazó con fuerza.

- ¡Será cobarde el muy...!

- Grace, déjalo. No puedes obligarle a sentir nada por mí.

- Vamos, es evidente que él... -protestó separándose de ella.

- No quiero oír más esas historias, por favor -la suplico mirándola a los ojos-. Por favor. Solo quiero dar un cambio a mi vida. Si tengo mi propio piso quizá pueda tener más vida, más intimidad, o conocer a alguien con quien me lo saque de la cabeza y... No sé. Tengo que intentarlo. ¿Lo entiendes, verdad?

¿Que si entendía la necesidad de hacer un cambio radical en su vida para olvidar un desengaño amoroso? Se lo estaba preguntando a la mujer que tomó sin pensarlo la oportunidad de marcharse a París cuando supo que su novio la había engañado. Si alguien comprendía esa necesidad, esa era ella.

- Tienes razón. Te apoyo. Incluso aunque hayas decidido vivir con esa...

Volvió a morderse la lengua para no decir una palabra horrible en referencia a Emmeline. Marlene la abrazó con fuerza, agradecida por tenerla de apoyo.


Habían pasado horas, ya era de madrugada cuando consiguieron entrar a ver a Gis. Los Bones abandonaron la habitación alicaídos, pero esperanzados. Gisele no había preguntado por Tony ni por su hijo en ningún momento, pero había hablado cada vez más y los sanadores eran optimistas. Solo tenían que darle tiempo. Y así se lo trasladaron a su hijo, que siguió sin querer entrar a ver a su mujer, pero tampoco quiso marcharse a casa con ellos. Simplemente no quería moverse de la sala de espera.

Lily, James, Remus y Rachel entraron a verla con permiso de los sanadores que, a pesar de las horas intempestivas, renunciaron a conseguir que la paciente volviese a dormir. Peter se había marchado ya, trabajaba al día siguiente. Grace había avisado que no podía ir y nadie sabía nada de Sirius.

- Tienes mejor aspecto -le dijo Remus sonriendo tentativamente.

Gisele no le devolvió la sonrisa, pero sí trató de hacer una mueca. Rachel, sentada a su lado en la cama, le apretó la mano con fuerza.

- Te ayudaremos a superarlo. Te prometo que esta vez no te voy a fallar.

Quizá esa promesa no era la más adecuada o venía a destiempo, al menos así les pareció a los demás que suspiraron en silencio. Gisele miró seriamente a su mejor amiga, pero cuando abrió la boca para decir algo la puerta se volvió a abrir.

Era de nuevo el sanador, y esta vez venía acompañado de Marco, que lucía ya cansado. Lily sabía que llevaba varias horas de guardia y que debería estar ya en casa. Le agradeció con la mirada que se hubiera quedado para asegurarse de que Gis estaba bien, sabía que lo había hecho por eso.

Grace era la amistad común que tenían, además de ir juntos a la Academia de Medimagia, pero él siempre se había preocupado de ellos cuando alguno caía herido en batalla. Además, siempre había sido muy discreto.

- Bien, señora Bones. Sé que no son horas para ofrecerle esto, y que lo mejor hubiera sido que su familia estuviera aquí con usted -dijo el sanador jugueteando con su varita-. Pero tengo algo que proponerle, algo que me ha sugerido la propia administración del hospital.

Gis soltó la mano de Rachel y se irguió sentada en la cama.

- ¿A qué se refiere?

El sanador se mojó los labios.

- Tras los informes psicológicos, hemos pensado que lo mejor en su caso sería desmemorizarla. Forzarle a olvidar lo ocurrido. Creemos que será lo mejor para su recuperación.

- No -respondió ella tajantemente al instante.

Los demás la miraron divididos y aún sorprendidos por esa propuesta del hospital.

- Piénselo. Esa opción se elige a menudo, no afectaría a un próximo juicio pues sus recuerdos serían extraídos previamente y...

- ¿Qué juicio? Si ni siquiera han atrapado a los culpables -murmuró Rachel con veneno.

Gis miró a su amiga, y se reafirmó, mirando seriamente al sanador. Lily suspiró y se sentó en la cama, tomando su otra mano.

- Al menos considéralo. Te extraerán los recuerdos y los analizarán, por si consiguen dar con alguna pista o algún nombre. Pero no es necesario que te sigas torturando con esto -le aconsejó.

- Creo que Lily tiene razón -intervino Marco, ganándose una mala mirada de su jefe, que no le había dado permiso para hablar-. Solo digo que podría ayudarle.

- ¿Cómo voy a vengarme si no me acuerdo de lo que ocurrió? -insistió la joven con mirada dura.

El sanador bufó.

- No creo que ese tipo de pensamientos sea el mejor en este momento -opinó, ganándose una mala mirada de James.

- Pues yo creo que ella también tiene sus motivos. Tiene derecho a ser ella, y no otros, la que busque venganza, justicia o como quieran llamarlo. ¿O es que también pretenden quitarle eso?

Detrás de él, Remus suspiró. Notó la mirada de Gisele. Era el único que no había hablado y, por algún motivo, quería conocer su opinión.

- Olvidar sería fácil, y no criticaría que optaras por ello, Gis -dijo-. Pero esto implica demasiadas cosas... Tu caso ha trascendido, tu nombre está en boca de todos, igual que lo que te han hecho. Sé que tus suegros te lo han contado.

Gis asintió con la cabeza, con lágrimas contenidas en los ojos.

- Lo que quiero decir es que no podrán desmemorizar a todo el mundo. Y tú estarás más preparada para enfrentar a todos sí sabes a qué te enfrentas.

El silencio que siguió a la declaración de Remus fue tan largo que todos supieron que no había modo de rebatir eso. Gis suspiró finalmente y miró al sanador.

- Estoy decidida. Quiero recordarlo todo. Absolutamente todo.

Éste, tras el argumento de Remus, no se sintió con fuerzas de insistir. Suspiró y asintió, acatando su decisión. Con unas palabras escuetas se despidió, e instó a los demás a abandonar la habitación. Ya eran cerca de las dos de la madrugada y, aunque habían sido comprensivos, no debían estar merodeando por las habitaciones. Ellos se despidieron enseguida de Gisele y abandonaron la habitación.

- ¿Se puede saber dónde se ha metido Sirius? -preguntó James a nadie en particular, al comprobar la hora que era-. Estoy empezando a preocuparme.

Remus le dio una palmada en la espalda.

- Si quieres puedo pasarme a verlo antes de ir a dormir -propuso-. Pero con la condición de que acompañéis a Rachel a casa.

Ésta iba a protestar por esa sobreprotección, cuando entraron en la sala de espera y vieron a Tony. Los cuatro suspiraron. No se irían de allí en breve mientras no llegara alguien a acompañarle a él.


Regulus despertó poco a poco. Se sentía sin fuerzas, le pesaban los ojos, le dolía cada músculo del cuerpo. Jamás había sentido un cruciatus con tanta intensidad, aunque bien es cierto que no había sido solo uno. Ni se había limitado a torturarle solo mágicamente. Sentía las patadas en las costillas como si aún estuviese propinándoselas, por no hablar de las quemaduras que le había hecho.

La conciencia le llamaba poco a poco, pero le costaba centrarse. Estaba en un sitio iluminado, lo notaba a través de sus párpados. Y había gente a su alrededor. ¿Había llegado Grace a verle?

No se le había ocurrido nadie más a quien acudir. Ella le prometió en su momento apoyarle si necesitaba ayuda. ¿Habría cumplido su palabra? Sintió que algo le rozaba la espalda, justo donde la carne estaba quemada, y se encogió de dolor.

- ¿Estás seguro de que lo estás haciendo bien? -escuchó la voz de Grace preocupada-. Quizá deberíamos llamar a Lily.

- No -dijo otra voz bruscamente, y todo el alivio que había sentido se desvaneció cuando reconoció a su hermano-. Te dije que no quiero involucrar a nadie más en esto. Sé lo que me hago.

Volvió a tocar la misma zona y Regulus consiguió emitir un quejido ahogado, apretando duramente los dientes.

- Les estás haciendo daño, Sirius -insistió Grace impaciente-. Mírale.

- ¡Le estoy viendo, Grace! Tenemos que limpiarle esto antes de que cicatrice. No tenemos las pociones necesarias, así que déjame improvisar en paz. A no ser que me ofrezcas otra idea mejor...

Regulus suplicó internamente a Grace que diera otras opciones, pero ella no debió encontrarlas. El dolor persistió. ¿Esa era la ayuda que le había prometido? ¿Entregarle a su hermano para que siguiera torturándolo? Sirius jamás le ayudaría, jamás cuidaría de él. Ya habían demostrado hace años que no quedaba nada que decirse entre ellos.

- Regulus, ¿puedes oírme? -escuchó la voz de su hermano más cerca de él.

Se obligó a abrir los párpados, lo que le costó un esfuerzo titánico. Su ojo izquierdo apenas se movió, estaba demasiado hinchado, y por el ojo derecho pudo distinguir borrosamente la cara de Sirius. Le miraba de cerca, y parecía genuinamente preocupado por él. Aquello le sorprendió.

- Tengo algo para el dolor, pero no creo que sea suficiente -le avisó-. Te aviso que tengo que seguir curándote pero va a doler.

Notó que le incorporaba, poniendo una mano firme en la parte posterior de su cabeza. Le puso un frasco en los labios rotos y le obligó a beber.

- ¿Qué es? -preguntó la voz de Grace.

Regulus trató de enfocarla y la vio junto a él, sentada a los pies de la cama, inclinada, observando ansiosa. Apenas había tenido tiempo de observarla cuando la buscó. No la había visto desde hacía meses, antes de que se marchara a París. Aunque no se habían hablado desde Hogwarts, el día que ella le dio el guardapelo, le había seguido la pista. Estaba tan guapa como siempre, siempre supo que su hermano tenía suerte.

- Es una poción que me dio Lily hace unos días para las agujetas y las heridas. Pero me dijo que perdía su efecto con el paso del tiempo, y de todas formas solo es para calmar el dolor de heridas leves. Pero es lo único que tengo elaborado. Habrá que hacer más después. Ya tengo los calderos calentando.

- ¿Quieres que adelante trabajo? -se ofreció ella.

Regulus vio que su hermano apartaba la vista de él para mirarla socarronamente.

- ¿Con tu habilidad para las pociones? Mantente lejos de mis calderos.

Grace bufó, pero no protestó, lo que le llevó a Regulus a pensar que Sirius estaba acertado. Y agradecía entonces que no hubiera insistido. Apenas atisbó nada a su alrededor, pero era una habitación algo grande, decorada de manera muy bohemia. Él estaba en lo que parecía ser la única cama, y a lo lejos distinguió, a su izquierda, un sofá y varios sillones con un gran ventanal de fondo, y a la derecha una barra que parecía dar a una cocina. Era demasiado sencillo para Grace, aquella debía ser la casa de Sirius. No, no podía quedarse allí. Su madre le buscaría pronto, y Sirius podría tener problemas si le encontraba allí.

- Ahora túmbate -dijo su hermano-. Espero que sirva como un poco de anestesia, porque lo que tengo que hacerte en la cara te va a doler. Te han roto la nariz, y prefiero no contarte cómo tienes el ojo.

Quiso preguntar a qué se refería, pero la voz no le salió. Vio a Sirius apuntarle con la varita y las cuerdas vocales revivieron en forma de grito desgarrador. Lo siguiente que vio fue la oscuridad.


Tras despedirse de Emmeline y sintiéndose demasiado desvelada para irse a casa a dormir, Marlene decidió regresar a San Mungo. Necesitaba ser de utilidad, mantener la cabeza ocupada. No pensar en Fabian. Benjy ya se había marchado cuando entró en la sala de espera donde había pasado las últimas horas de la tarde, pero el pobre Anthony seguía allí, inmóvil en la misma silla donde había permanecido todo el día. Sintió lástima por él, todos la sentían, pero era poco lo que podían hacer por ayudarle aparte de no dejarle solo.

Los amigos de Gisele estaban con él, aunque no vio a Grace en el grupo. Una figura grande entró por la otra puerta, llevando un café que dio a Tony. A Marlene se le detuvo el corazón durante dos segundos hasta que se dio cuenta de que era Gideon. Normalmente los identificaba al instante, incluso antes de que Fabian comenzara a arreglarse más como el adulto treintañero que realmente era. Puede que a los demás les costara, pero ella percibía la diferencia entre ellos en el mismo olor del cuerpo, y en la hilera de tres lunares que Fabian tenía en el cuello, justo debajo de su oreja, y que su hermano gemelo no tenía. Era por saber ese tipo de cosas por las que se odiaba a sí misma.

Inspiró hondo y se obligó a a avanzar hacia el grupo. Lily fue la primera en verla, y le sonrió.

- También ha llegado Marlene -dijo a los demás cuando ella terminó de acercarse-. ¿Te importa quedarte? Nosotros tenemos clase mañana y Remus y Rachel deben trabajar.

- No es necesario que nadie se quede -protestó débilmente Tony, aunque nada de lo que decía en los últimos días tenía convicción y nadie hizo especial caso de su queja.

Marlene hizo una mueca tranquila y les despachó con un gesto.

- Claro. Yo tengo guardia en la Orden a primera hora y había pensado en ir a dormir allí de todas formas. Marchaos, Gideon y yo nos quedamos a hacerle compañía a Tony.

Este resopló y se levantó para comenzar a dar vueltas por la sala como un león enjaulado. Los cuatro chicos se despidieron rápidamente.

- ¿Dónde está Grace? -le preguntó Marlene a Lily antes de que se fuera.

- Mandó un patronus hace horas -le dijo en voz baja- Le surgió un problema y no podía venir.

Asintiendo con la cabeza, ésta se despidió y se sentó juntó a Gideon, dejando libre entre ellos el asiento que había ocupado Tony. Ambos se quedaron unos segundos en silencio, observándole. No sabían cómo iban a hacer para ayudarle a él y a Gis. Las cosas estaban más o menos tranquilas esos días, pero cuando comenzara de nuevo la acción no podrían estarse con miramientos. Deberían resolver solos sus problemas. Sin poder aguantar más la curiosidad, Marlene explotó.

- ¿Dónde has dejado a tu hermano? -preguntó a Gideon sin atreverse a mirarle. Si lo hacía, él podría captar su vulnerabilidad.

- Ha ido a casa de Molly a dejar nuestra ropa para lavarla.

Eso hizo reaccionar a Marlene que se volvió de golpe hacia él.

- ¿Vuestra hermana aún os hace la colada? -preguntó incrédula. Él no se avergonzó, sino que se encogió de hombros sonriendo-. Por favor, Gideon, ya tenéis edad para cuidar de vosotros mismos. Y Molly ya tiene 5 hijos de los que hacerse cargo. Acaba de tener gemelos, pensad un poco en ella.

- Molly podría cargar con un regimiento si quisiera -dijo sin arrepentimientos-. Seguro que no para hasta que tenga una niña. Además, disfruta cuidando de nosotros.

- Sois imposibles -bufó ella.

Gideon la miró de reojo y compuso una sonrisa traviesa.

- Ahora que estamos relativamente solos y no está Fabian cerca, ¿por qué no nos sinceramos?

Marlene se tensó. Le miró con algo de miedo y se mojó los labios con la lengua.

- ¿De qué hablas?

- ¿Qué os traéis mi hermano y tú? Los demás ya no aguantamos esta tensión. Tenéis que volver a ser los mismos de siempre y terminar de liaros de una vez. Y ya que él parece que tú le paralizas deberías ser tú quien tome las riendas. No sigas dándole vueltas, le tienes destrozado.

Marlene se habría sorprendido por su sincera declaración si no hubiera estado un año aguantando las bromas de Gideon y si Grace no le hubiera repetido hasta la saciedad que todos, incluido él, estaban convencidos de la mutua atracción que sentían ella y Fabian. Sin embargo, fue lo último que dijo lo que la hizo reaccionar. ¿Que ella le tenía destrozado? Si había sido él, el que le acababa de romper el corazón esa misma tarde.

No pudo evitar que se le aguaran los ojos de la rabia, aunque sí consiguió no derramar ninguna lágrima. Gideon se dio cuenta y pareció algo sorprendido por su reacción.

- Puede que tu hermano esté incómodo conmigo y con la situación, pero créeme, no está destrozado. Me lo ha dejado muy claro -le dijo.

Gideon no entendía nada. Fabian no era el más abierto de los dos con respecto a sus sentimientos, y no le había dicho las cosas claramente. Pero a él nunca le había hecho falta para saber lo que Marlene significaba para él.

- Pero, ¿qué ha ocurrido?

Al final ella se lo contó. ¡Qué demonios! Conocía a Gideon desde hacía tanto como a su hermano, y aunque parecía que no se le podía tomar tan en serio nunca le había fallado. La tensión acabó con su autocontrol y no pudo evitar llorar de rabia, con Gideon abrazándola para consolarla y Tony observándoles desde el otro lado de la sala tan confuso que no acertó ni siquiera a acercarse.

Así se los encontró Fabian cuando llegó unos minutos después. Abrazados, más cerca de lo que les había visto nunca. Por lo visto Gideon no perdía el tiempo, pensó sintiendo un vacío instalarse en el pecho. Su hermano nunca lo había perdido con ninguna chica, y aunque Marlene no era exactamente su tipo no le costaba ver que no se resistiría mucho a una chica que estaba loca por él. Además, el único inconveniente que podía haber, él, ya se había quitado de en medio.

Fue su gemelo quien le vio el primero. Gideon inclinó la cabeza hacia Marlene y le susurró algo, mientras le fulminaba con la mirada. Cuando ella levantó la cara y se giró a mirarle, sus ojos estaban rojos y llenos de lágrimas, aunque trató de ocultarlas rápidamente. Sintió que le fallaban las rodillas. ¿Por eso Gideon le estaba mirando mal? ¿Lloraba por su culpa, porque le había dicho que no podían ser tan amigos como antes? Pensar en seguir teniendo esa intimidad con ella tras conocer sus sentimientos por su hermano le ponía enfermo. Pero tampoco quería que ella lo pasara mal por su distanciamiento.

- Me alegro de que estés aquí, hermano. Tengo que marcharme, mañana tengo que reunirme con Dumbledore por la mañana y tengo que preparar algunos documentos. Tú te quedarás acompañando a Tony y Marlene, ¿verdad?

Fabian aceptó a regañadientes, mientras le veía incorporarse, tomar la cara de Marlene y susurrarle algo tan íntimamente que le obligó a apartar la mirada. Cuando pasó a su lado le miró seriamente y negó con la cabeza, como si le hubiera decepcionado de algún modo. Fue la primera vez en su vida que Fabian tuvo ganas de darle un puñetazo a su gemelo.

El silencio inundó la sala en cuanto Gideon se marchó. Un par de minutos después, Marlene inspiró hondo, ya recompuesta y sin rastro de lágrimas, y se acercó a Tony. Este seguía recluido de pie, al otro lado de la sala, y ella se puso a hablar con él en voz baja y apremiante. Fabian se quedó cerca de la puerta, sin saber muy bien qué pintaba allí ni cómo se había metido en esa situación.

Él estaba allí para ayudar a Dumbledore, para luchar contra Voldemort y su panda de hijos de puta. No tenía tiempo ni ganas de participar en ese circo que más parecía la vuelta a los pasillos repletos de hormonas de Hogwarts que a una organización extra militar defensiva. No podía permitirse desconcentrarse de esa manera con una chica a la que le sacaba más de diez años, ni siquiera era propio de él.

Pero Marlene había sido una sorpresa para él. No le había atraído desde un primer momento, como a veces ocurría, sino que se había abierto paso a través de los meses, de la intimidad. Tendría que haberse percatado desde el primer momento que ella, aunque excepcionalmente inteligente y madura, no era diferente a las demás sobre su influencia bajo los encantos de Gideon. Lo había visto la primera vez...


Llevaban tiempo defendiendo la casa de los McKinnon, aunque la mayoría de ellos solo habían tratado con el patriarca de la familia. Era una familia mágica con más influencias intelectuales que políticas, pero se habían mantenido firmes contra Voldemort y de algún modo se habían convertido en un objetivo. Todos ellos: el señor McKinnon, sus padres, su esposa, y su hija Marlene.

La mayoría se sorprendieron cuando Dumbledore les dijo que la pequeña Marlene se uniría a sus filas. Solo Fran, Alice y Tony habían coincidido en Hogwarts con ella, aunque los primeros eran algunos años mayores y Tony, aunque estaba en su mismo curso y casa, nunca la había conocido lo suficiente. No les constaba que tras terminar el colegio hubiese estudiado algo más o se hubiese caracterizado por ser buena en los duelos. Sin embargo, Dumbledore aseguró que era excepcionalmente inteligente y que tenía ideas muy revolucionarias que podrían ayudarles en la lucha, así que obviamente ninguno protestó.

Cuando la vio por primera vez en una reunión, Fabian se divirtió al ver que no era más alta que Alice, aunque sí más delgada y con una apariencia nerviosa e indefensa. Un mortífago se relamería al verla, como un león a una gacela. Esperaba que pudiera defenderse lo mínimo, porque si no le tocaría a él hacer el trabajo duro. Dumbledore le había encargado la tarea de apadrinarla y eso le ponía algo nervioso. Era la primera vez que un novato quedaría a su cargo.

Cuando se la presentaron ella pareció nerviosa, pero logró ocultarlo bastante bien. Parecía ansiosa por comenzar, y eso le gustó de inmediato. Diez segundos después, Gideon apareció con su chulería habitual.

- Así que aquí tenemos a la carne nueva, ¿eh? -dijo mirándola de arriba abajo como si efectivamente no fuera más que carne.

Fabian no se lo tomó en serio. Gideon coqueteaba hasta con las farolas, le gustaba poner nerviosas a las chicas pero nunca se fijaba en las que eran tan jóvenes. Notó con diversión que Marlene se sonrojaba bajo el escrutinio de su hermano y luchó por contener la risa.

- Te advierto, Marlene, que no estás viendo doble. Este es Gideon, mi hermano gemelo -dijo con una sonrisa, apreciando que ella estaba analizando a su hermano y tratando de ocultar, sin éxito, su sonrojo.

- Lo había adivinado -dijo tratando de bromear.

Gideon soltó una risita y le cogió la mano y se la besó. Alguien tenía que decirle que ya comenzaba a tener edad para no hacerle eso a las más jóvenes.

- No le hagas caso -le susurró con complicidad, guiñándole un ojo-. Es imposible que vieras doble con esos ojazos. Claramente yo soy mucho más guapo que él. No hay lugar a equivocaciones, ¿verdad?

Marlene se echó a reír y apartó la mano suavemente.

- Ya me habían advertido de los gemelos Prewett antes, chicos -avisó divertida.

Fabian la sonrió, apreciando a una de las pocas chicas que había visto conservar intacta la capacidad del habla tras un coqueteo de Gideon.

- No hagas caso de todo lo que oigas. Gideon es tal y como dicen las malas lenguas, pero yo soy claramente el gemelo bueno.

- Te lo concedo -intervino Gideon-. Pero yo soy el gemelo que está bueno -añadiendo puntualizando el verbo.

- ¡Los dos tenemos el mismo aspecto! -le recordó Fabian a punto de echarse a reír, cosa que sí hizo Marlene. Después se volvió a ella-. Este mendrugo y yo siempre vamos juntos en las misiones, pero dame una sola queja y se queda fuera.

- Qué pronto me cambias por una mujer guapa -protestó Gideon falsamente ofendido.

Marlene volvió a sonrojarse al escuchar el cumplido, pero siguió sonriendo.

- Creo que me lo voy a pasar muy bien con vosotros dos -afirmó.

Gideon la guiñó un ojo.

- Créeme, en Hogwarts habrías sido la envidia de cualquier chica. Tener a los gemelos Prewett a su disposición y solo para ella.

Marlene volvió a reírse, y esta vez tuvo que taparse la boca con la mano, tratando de ocultar su sonrojo. Fabian rodó los ojos divertido. Otra más a la lista de adoradoras de Gideon. Algún día le preguntaría cómo lo hacía.


Entonces le había parecido divertido, pero Marlene era una chica seria y sus sentimientos se habían convertido en algo serio. Por desgracia, no fue consciente de cuanto ella comenzó a afectarle hasta que fue demasiado tarde para remediarlo. Y ahí estaba el resultado: se había enamorado de una chica que encima era una gran amiga suya, que le necesitaba, pero que estaba colada por su hermano. Lo preocupante era que no creía que Gideon se enamorara de ella. Haría mismo que con las demás, se acostaría un par de veces con ella y pasaría a la siguiente. Ella quedaría con el corazón destrozado, él sería un espectador pasivo (si conseguía evitar agredir a su hermano) y, si no quería hacerle llorar más de lo que lo haría la propia situación, tendría que volver a ser el mismo de siempre. Un amigo.


- Tengo que reconocer que sabes hacer milagros. No lo habría creído posible -reconoció Grace ya más relajada.

Sirius y ella estaban sentados juntos, en el sofá de este, mirando como a lo lejos Regulus descansaba en la cama. Seguía teniendo un aspecto horrible, pero Sirius había conseguido curarle todas las heridas. No había sido fácil porque no contaba con las pociones adecuadas, pero había improvisado algunas y parecía haber funcionado.

Él se encogió de hombros, apartándose el sudoroso pelo de la frente y mirando a su hermano respirando profundamente en su sueño inducido. No pensaba reconocer que por un momento había creído que la situación superaba sus capacidades.

- Son solo los conocimientos básicos que se me exigen para mi profesión -dijo con falsa modestia, como si recomponer a Regulus lo hubiera hecho moviendo un solo dedo y no empleando todo su empeño físico y mental.

Grace captó el tono, tan habitual en él, y consiguió esconder su sonrisa bajando la cabeza contra su pecho.

- No disimules. Dumbledore te dijo una vez que podrías haber estudiado perfectamente medimagia, y tú y yo sabemos que tiene razón. Sabes improvisar, igual que el día que le salvaste la vida a Remus.

Sirius sonrió vagamente ante el recuerdo de aquel susto, aunque solo la miró de reojo. Seguía vigilando críticamente a su hermano, temeroso de que la poción calmante que había improvisado no fuera suficiente. No tenía hojas de adelfa en casa, así que había tenido que usar ortigas secas. El efecto no sería tan profundo y puede que despertase antes de lo recomendable, pero esperaba que le quitara el dolor lo suficiente para dejarle descansar.

Grace sí miró directamente a Sirius. Había dudado si acudir a él cuando se había encontrado a Regulus malherido, pero la urgencia y la gravedad de la situación le obligaron a dejar fuera todo lo ocurrido entre ellos. Llevaban dos semanas soportando en silencio la presencia del otro, intercambiando monosílabos y con la discusión que habían tenido en casa de Gisele flotando entre ellos. Pero era el único al que podía acudir en ese tema, y él no le había fallado.

- Gracias por ayudarme -susurró, mesándose el cabello hacia un lado y apoyando la cabeza en un brazo contra el respaldo del sofá.

Esa vez Sirius se giró para mirarla.

- ¿Creías que no lo haría? A fin de cuentas es mi hermano.

Y volvió a mirarle de nuevo, tan pendiente y preocupado por él que a Grace le costaba creerlo. Su mirada también se centró en Regulus.

- ¿Crees que se lo habrán hecho los mortífagos? ¿Por desertar, quizá? -se preguntó en voz alta.

Escuchó el suspiro de Sirius aunque no se giró a mirarle.

- Es posible. No me le imagino desobedeciendo abiertamente. En casa nunca lo hizo. Pero tampoco me le imagino haciendo cosas como lo que le han hecho a Gis. Simplemente no puedo creer que Regulus fuera capaz. Quizá se esté desencantando de ese mundo.

- ¿Deberíamos ayudarle? Ya sabes, a que consiga desligarse de ellos y salir con vida.

- Eso deberá decidirlo él cuando despierte -repuso Sirius con amargura, sabiendo que no había nada que pudiera hacer para presionar a su hermano si él quería seguir lamiéndole el culo a Voldemort. Y no podría entregarlo a los aurores. Por desgracia, eso era algo que ya había aceptado. Desesperado, se levantó y se acercó para volver a revisarle.

Grace se quedó en el sofá mientras lo hacía, observándole. Mirar a Regulus le recordaba todas esas emociones contradictorias que había sentido al verle herido, al removerle la ropa para palparle las heridas y descubrir su guardapelo, como prueba final de que él siempre había confiado en ella. Como si el hecho de que hubiera acudido a pedirle ayuda no fuera suficiente.

Luego estaba Sirius. Volver a estar a solas con él, sin gritarse, hablando como dos personas normales, le provocó un fogonazo de melancolía. Le echaba de menos. ¿Por qué no se sentía capaz de perdonarle? Bufó, frustrada consigo misma y se talló los ojos con cansancio. Ya era de madrugada.

- ¿Estás cansada? -preguntó Sirius volviendo a sentarse a su lado, y mirándola con el ceño fruncido-. Puedes marcharte a casa. Yo me encargaré.

- No -protestó ella, irguiéndose-. Me quedo. Simplemente... bueno, estaba pensando en que quizá deba disculparme contigo.

Sirius alzó una ceja sospechosamente y Grace tuvo que luchar para que no se le escapara una sonrisa.

- Por la bronca que tuvimos en casa de Gis. Soy consciente de que estoy haciendo una montaña de un grano de arena pero es que, simplemente, no puedo...

- Grace -la interrumpió Sirius, tomándole una mano y haciéndola tensarse-. En el fondo te entiendo. No es que no piense que estás exagerando, pero puedo entender que estés dolida. Solo quiero decirte que aquella situación fue una excepción. Jamás te habría engañado conscientemente.

- Lo sé -admitió ella mirándole a los ojos.

En el fondo lo sabía. Ya había desconfiado de él en el pasado y demostró estar equivocada. Pero esta vez sí había pasado. Había sido él el que le había confesado que se había acostado con Emmeline. Puede que Marco tuviese razón y las circunstancias fuesen eximientes. Incluso Sirius demostró lealtad al confesárselo todo, aun cuando Alice y James le habían aconsejado que no lo hiciera. Pero es que era imaginársele con ella y no podía soportarlo.

Sirius notó que se iba alterando por momentos, y estaba seguro de que su mente le estaba torturando con esos pensamientos maliciosos que solía tener. Pero él tenía que aprovechar. La tenía allí, con él, a solas (o casi), y parecía que suficientemente calmada como para razonar. Le apretó la mano y le hizo mirarle de nuevo.

- Emmeline no significa nada. Ninguna otra significa nada. Ni hace tres meses ni tampoco ahora.

¿Podía ser más claro? Creía que no. La comprensión y la emoción se hizo paso en los ojos marrones de Grace. Solo necesitaba darle un empujón, se lo notaba en la mirada. En el fondo estaba deseando creerle, confiar en él, olvidarlo todo. Tenía tantas ganas de superar ese tema como él, todo en su cuerpo se lo decía. Así que se arriesgó y se inclinó hacia ella. Cuando estaba apenas a unos centímetros de sus labios, Grace inspiró hondo y le posó los dedos sobre los suyos.

- Dejemos las cosas claras. Durante estos meses no ha habido nadie. Reconozco que estando en París quería pagarte con la misma moneda, pero simplemente no he podido. Y quiero que me digas si en tu caso ha habido alguien o no. Podré entenderlo, de verdad. Pero necesito saberlo todo.

Sirius pensó en la vida de monje amargado y adicto al alcohol que había tenido eso tiempo y, durante un instante, recordó a la chica del bar. Una chica de la que ni se acordaba, que fue más producto de una borrachera y que llegó de una situación que se le fue de las manos, más que porque quisiera. Estaba casi inconsciente cuando se acostó con ella. Había días en que pensaba que ni siquiera había sido real. ¿Se arriesgaba a hablar de ella, con todas las absurdas explicaciones y ataques de celos que supondría? Ya había visto la reacción de Grace ante algo que ocurrió producto de la amortentia, dudaba de que admitiera el alcohol como excusa. Esa chica para él no existía, Grace no tenía por qué saber tampoco de ella. No era necesario que sufriera más.

Agitó la cabeza y le besó la punta de los dedos.

- Nadie. Nunca ha habido nadie excepto tú -le dijo, sintiendo esa realidad muy adentro en su pecho.

Grace sonrió emocionada y fue ella la que acortó la distancia. Le besó con ansia, con más ganas de las que había tenido nunca. Sirius pasó una mano por su cuello para sujetarla por la nuca, y la otra por la cintura, para aproximarla a él. Podrían haber pasado meses pero ambos seguían perfectamente compenetrados. Sin separarse de él, Grace se puso de rodillas en el sofá y se subió a su regazo. Ni siquiera recordaban que Regulus estaba en la misma habitación.

Estuvieron así, abrazados y besándose durante un buen rato. Disfrutando de volver a tenerse cerca, del calor de sus cuerpos, el sabor de sus bocas, el tacto de sus cabellos revueltos. Se habían echado de menos incluso cuando estaban en la misma habitación. Sirius se apartó de ella, pero solo para seguir besando su mejilla hasta llegar a la zona detrás de la oreja, un lugar que sabía que era una debilidad de Grace. La escuchó suspirar mientras la estrechaba contra él, apretando los dedos contra su camiseta.

Ansioso, la tumbó en el sofá y se colocó sobre ella, buscando una postura que le permitiera estar más cerca de ella. Grace se echó a reír y le estrechó con brazos y piernas. Volvió a besarle otra vez, con más ganas que nunca, y notó su impaciencia cuando metió las manos bajo jersey y le acariciaba el estómago. Hasta ese momento no había sido consciente de cómo había extrañado el tacto de sus manos.

- Te quiero -le susurró al oído, consiguiendo que él se separara un poco de ella para enmarcar su cara con las manos y volver a besarla suavemente.

- No voy a dejar que te vuelvas a marchar -declaró, y ella supo que si le metieran en Azkaban no podría estar más prisionera.

Le enseñó sus manos juntas, como si estuvieran esposadas y sonrió con picardía.

- Tú eliges los grilletes -le dijo divertida, ganándose un travieso mordisco en el labio.

Sirius agarró sus manos y las echó hacia atrás, sobre su cabeza, posándolas sobre el sofá. Entonces atacó su cuello sin piedad y, al sentir el mordisco, Grace se encogió sobre sí misma y gimió en voz alta. Quizá demasiado alta, porque de esta forma despertó al tercer ocupante de la habitación.

Regulus estaba aturdido y veía mal, pero aún recordaba donde estaba y los sonidos que llegaban hasta él eran demasiado explícitos. Avergonzado, se quedó quieto esperando que su hermano y Grace estuvieran suficientemente ocupados para no darse cuenta de que había despertado. Y también esperaba que acabaran pronto y lo más silenciosamente posible. Tenía que esperar a que ellos estuvieran distraídos para marcharse, no podía ponerlos más en peligro y ya habían hecho suficiente por él.

El golpe de sensaciones fue tan repentino y tan novedoso tras meses de abstinencia que Grace se retorció en el sofá y se agarró a éste para sostenerse. Arrañaba la tela, la pellizcaba, tiraba de ella... hasta que metió la mano en uno de sus huecos y en uno de sus arrebatos arrancó un trozo. Se asustó, pensando que había roto el sofá, pero cuando se la llevó a la cara comprobó que esa prenda negra no tenía nada que ver con el tapizado azul del sofá. Estirándola frente a sus ojos, con Sirius demasiado ocupado besando entre sus pechos, se dio cuenta de que eran unas bragas. Unas bragas negras. Unas bragas que no eran suyas.

A la incomprensión le sustituyó el recuerdo fugaz de una frase que escuchó la semana anterior, en medio de una broma sobre una mudanza. "Si las bragas son negras, fijo que son mías. No uso de otro color". Emmeline...

- ¡Qué hijo de puta! -gritó quitándoselo de encima.

Sirius se apartó bruscamente y la miró confundido.

- ¿Qué pasa? -preguntó.

Grace le tiró las bragas a la cara con el rostro contraído de la ira.

- ¡Esto pasa, pedazo de desgraciado! Pasa que me has mentido, y ni siquiera te has dignado a borrar las huellas después de follarte a otra.

Sirius se apartó las bragas de la cara y las miró sin entender nada. De repente lo entendió y sintió que le caía un peso sobre los hombros.

- Mierda -murmuró entre dientes. ¿Por qué tenía que tener tan mala suerte?

Grace estaba que echaba chispas por los ojos.

- Soy estúpida por dejarme engañar, otra vez por ti. ¡Estúpida!

Furiosa como estaba se olvidó de que Regulus estaba allí y comenzó a recoger su bolso y su abrigo.

- Grace, espera -le pidió Sirius-. Todo esto tiene una explicación muy absurda. Si me das cinco minutos...

- Claro que tiene una explicación -le cortó colocándose el abrigo y yendo hacia la puerta-. Lo que ocurre es que me has visto cara de tonta. Te gustó la primera vez y has estado repitiendo, ¿eh? ¿Querías tenernos a las dos a la vez, y por eso me has mentido descaradamente cuando te he pedido la verdad?

- ¿Qué? ¡No! -exclamó cuando vio que lo había entendido todo mal. Pero ella no se quedó a escuchar más, sino que salió corriendo por la puerta, lanzándose sobre las escaleras-. ¡Grace!

Tardó solo unos segundos en coger un abrigo y su varita, pero cuando salió al rellano ya no la vio por el hueco de la escalera.

- ¡Grace, por favor, deja que te lo explique todo! ¡He metido la pata, pero era para no hacerte daño con algo sin importancia!

Siguió gritando mientras bajaba las escaleras de tres en tres, pero ella le llevaba ventaja y estaba claro que no quería escucharle.

- Dame cinco minutos y te lo contaré todo -le siguió gritando cuando la siguió a la calla-. Si es que al final te vas a reír.

Los que sí se rieron fueron un grupo de drogatas, que se entretuvieron en ver la escena y silbaron a Grace cuando ella pasó a su lado. Sirius les fulminó con la mirada pero no perdió el tiempo. La vio girar hacia el callejón donde se desaparecían y se precipitó hacia él. La escuchó gritarle por encima de su hombro.

- ¡Ni se te ocurra volver a hablarme!

Sirius tropezó y tuvo que sujetarse a la pared para no caer al suelo cuando intentó atraparla justo en el momento en que ella se desapareció. Enfadado golpeó la pared con puños y patadas y apoyó la cabeza contra la fría piedra.

- Soy imbécil -se dijo a sí mismo.

Suspiró y se giró para regresar a su casa. Se había olvidado de Regulus y le había dejado solo. Por la mañana trataría de hablar con Grace, pero su hermano era ahora su prioridad. Arrastrando los pies desandó lo andado y pasó de largo al grupo de yonkis que se burlaron de él. Otro día habría tenido humor para comenzar una pelea con ellos, pero ahora estaba demasiado aturdido.

Subió lentamente las escaleras del apartamento y se metió en su piso, ensayando mentalmente lo que le diría a Grace cuando le obligara a escucharle por la mañana. De repente se detuvo de golpe al descubrir que el piso estaba vacío. Regulus no estaba. Estaban sus huellas en la cama, y la suciedad en sus sábanas y en el suelo, pero no había rastro de él.

Nervioso, Sirius fue hacia el baño por si su hermano se había levantado, pero tampoco había nadie. ¿Qué había pasado? Se dirigió a la cama, esperando encontrar alguna pista. Su varita tampoco estaba, ni sus botas. En su lugar, Sirius encontró que había revuelto el cajón de su mesilla y había sacado la fotografía de Grace que tenía guardada, así como una pluma. Estaba dada la vuelta, y parecía haber usado la pluma para escribir en el reverso.

"Gracias por todo. No puedo quedarme, os pondría en peligro. Lo siento. R.".

Suspirando, Sirius se sentó en la cama y apoyó la frente en la fotografía. ¿Cómo iba a poder ayudar a Regulus si no sabía dónde encontrarle?


Minutos antes, Remus se había aparecido en el barrio buscando a su amigo, preocupado porque no hubiera dado señales de vida en todo el día. Fue cuestión de segundos que no se encontrara a Grace y a Sirius corriendo por la calle. Sí se encontró con el grupo de drogadictos que le gritó un par de insultos y hasta le tiró una piedra.

Hastiado, Remus la esquivó con facilidad y se encaminó al portal de su amigo. Estaba apenas a veinte metros cuando se abrió la puerta y una figura de pelo negro se deslizó fuera, trastabillando. Por un segundo se le paró el corazón al creer ver a Sirius herido, y dio dos pasos ágiles en su dirección, dispuesto a ayudarle. Sin embargo, el hombre giró la cara en su dirección durante un segundo y Remus cayó en su error. Rápidamente se ocultó para que éste no le viera, pero el joven estaba demasiado concentrado en salir de allí rápidamente.

Descartando a Sirius, a Remus no le costó reconocer a Regulus. Parecía estar huyendo, pero venía de casa de Sirius. Parecía herido. De repente se preocupó. ¿Y si había acudido allí para atacar a su hermano? ¿Le había herido Sirius defendiéndose? ¿O había ido a espiarle? Sacó la varita, pendiente de si veía la calavera en el cielo. Justo cuando comprobó que no había nada, alguien cruzó la calle pasando por delante de su escondite sin verle. Era Sirius.

Extrañado, Remus le observó entrar por el portal, serio y distraído pero ileso. Así que no se había enfrentado a su hermano. No parecía herido y, conociéndole, habría estado agitado de haberlo hecho. Parecía más bien preocupado. Mientras elucubraba sobre lo ocurrido, Sirius entró en el edificio y él se quedó un segundo sin saber qué estaba ocurriendo allí. Pero otra posibilidad era que alguien hubiese enviado a Regulus a espiar o registrar el apartamento de Sirius. Y eso suponía que el lugar no era seguro. Tenía que advertirle.

Subió las escaleras hasta el ático y llamó a la puerta. Sirius le abrió a los pocos segundos, apuntándole con la varita y mirándole con cautela. Se relajó cuando le reconoció.

- ¡Lunático! ¿Qué haces aquí a estas horas? -preguntó, y Remus observó que no le había abierto la puerta directamente para que entrara como hacía habitualmente.

- No has ido al hospital. Estábamos preocupados -le dijo con tono condescendiente.

Sirius pestañeó, y su amigo supo que estaba pensando rápidamente.

- Vaya, se me ha pasado. He vuelto muy tarde de clase, y me he quedado dormido.

Remus enarcó una ceja.

- Perdona, ¿te he despertado? -preguntó fingiendo inocencia.

Sirius pestañeó otra vez y sonrió languidamente.

- No te preocupes, has hecho bien. La culpa es mía por no avisaros. Siento haberos preocupado.

- Así que, ¿no has salido de aquí en toda la noche? -preguntó frunciendo el ceño-. ¿Has estado aquí solo?

Sirius asintió.

- ¿Con quién iba a estar? -probablemente era la primera vez que le mentía a un amigo, pero no podía permitir que ninguno supiera que Regulus había estado allí.

Remus frunció el ceño, y parecía que iba a hablar, pero en el último momento suspiró, metió las manos en los bolsillos y le sonrió falsamente.

- Sí, claro. Tienes razón. Perdóname, estoy cansado de tantas horas en el hospital y me has preocupado. La próxima vez que vayas a faltar, avisa. Cornamenta también estaba preocupado.

Sirius asintió, sonriendo.

- Perdonad por eso. Ahora le mando un patronus para decirle que todo va bien. ¿Te veo mañana en San Mungo?

- Claro. Mañana nos vemos.

Y, con una mirada de desconfianza, Remus comenzó a bajar las escaleras. Durante todo el trayecto hasta el callejón que usaban para desaparecerse su cabeza estuvo llena de preguntas. Nada encajaba. ¿Por qué iba a decirle Sirius que estaba durmiendo si acababa de verlo por la calle? ¿Por qué no le había dejado pasar? ¿Qué hacía Regulus Black realmente allí? Con un nudo en el estómago, Remus decidió que aquella era una situación inocente que estaba malinterpretando. Decidió rechazar esos pensamientos y esas dudas que le habían entrado, porque era sencillamente imposible. Sirius jamás jugaría a dos bandas, eso seguro. Su amigo no era ningún traidor.


Siguiendo los instintos de un despecho del que se arrepentiría horas después, Grace se desapareció directamente en el apartamento de la persona que estaba buscando. Eran las cinco de la mañana, pero sabía que le encontraría en casa. Cuando aporreó la puerta, Marco la abrió con cara de cansancio y enseguida mostró preocupación.

- ¡Grace! ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?

Sin decir nada, ella le hizo apartarse y entró por la puerta del piso, llegando justo al oscurecido salón.

- ¿Y Elena? -preguntó, acordándose de su amiga de repente, e ignorando esa punzada de remordimiento.

- Se acaba de marchar al Ministerio, hoy llegaban mandatarios japoneses y ya sabes que les encantan las reuniones de primera hora -explicó Marco, que aún lucía su túnica de sanador-. Yo acabo de llegar del turno de noche.

Grace le observó, y tragó de golpe.

- ¿Qué es lo que va mal? -preguntó su amigo, conociéndola perfectamente.

Grace dudó un momento, pero echó a un lado su conciencia y se lanzó sobre él sin avisar. Marco retrocedió, golpeó con la espalda el respaldo del sofá y se quedó unos segundos paralizados mientras Grace se hacía dueña de su boca.

- ¡Para, para! -la apartó-. ¿Qué está pasando aquí?

- Pasa que quiero vengarme. Elena tenía razón el otro día, tengo que devolverle la misma moneda -y volvió a echarle los brazos al cuello.

Marco se echó hacia atrás mientras trataba de desenredar sus manos sin hacerle daño.

- Ya te dije que eso no era una buena idea.

- ¡Me da igual! -exclamó Grace.

- ¡Pero a mi no! ¡No pienso hacerle eso a mi novia!

Comprendiendo lo absurda que estaba siendo, Grace dejó de forcejear. Se apartó, le miró con pena y se derrumbó en el sofá.

- Grace, ¿qué ha pasado? -insistió él con una paciencia que desconocía tener hasta meses antes.

Ella enterró la cara en las manos, demasiado avergonzada para dar la cara.

- Quiero pagarle con la misma moneda. Perdona por haberte puesto en ese compromiso. Solo recordé lo que me dijiste el otro día, lo de que en Hogwarts estabas interesado por mí y... me he precipitado. Tengo que buscar a otro.

- No te vas a ir de aquí hasta que me cuentes qué ha ocurrido -le advirtió él-.

Ella suspiró.

- Me ha vuelto a engañar. He estado a punto de perdonarle. Estábamos en su piso, besándonos en el sofá y... me he encontrado con unas bragas de ella.

- ¿De ella?

- De Emmeline -confesó, y Marco hizo una mueca-. Solo unos minutos antes me había asegurado que tras esa noche no hubo nada, ni con ella ni con ninguna otra. Y después me encuentro la prueba de que ha habido más veces con ella.

- ¿Cómo sabes que son suyas? -preguntó Marco interesado, sin ganas de defender más a Sirius. Aquello era indefendible.

- Solo lo sé.

- Y... ¿Y seguro que no son de aquella noche?

Grace negó con la cabeza.

- Aquello no sucedió en casa de Sirius. Ya lo sabes. Fue una misión que salió mal. Estaban ellos solos registrando una laboratorio cuando les atraparon, y escaparon de allí haciendo explotar varias pociones, con la mala suerte de que...

- Sí, la amortentia les cayó encima -completó su amigo por ella, acariciándole la espalda.

- El efecto fue casi inmediato. Se desaparecieron en una calle cercana al cuartel por la propia inercia y... allí mismo lo hicieron. En un callejón. Explícame tú cómo han llegado sus bragas a su sofá.

Marco suspiró, pero no había explicación posible. Estaba claro que había habido otras veces después de esa. No podía culpar a Sirius porque fue Grace quien le dejó y durante esos meses había sido libre, pero podría haberle confesado la verdad. Él no podía justificar algo así, por mucho que el código entre hombres le empujara a buscar una razón coherente.

- No merece la pena -dijo, aunque sabía que solo era un comentario cliché, y que eso no impedía que doliera.

Grace inspiró hondo y volvió a mirarle.

- Quiero devolvérsela -insistió.

Marco negó con la cabeza.

- Tú no eres así. Es la decepción la que habla por ti.

Su amiga rió irónicamente.

- Creo que me conoces muy poco, Marco.

- No lo creo -protestó él.

- ¿Cómo crees que volví con Sirius? -le preguntó-. Tenía todo más o menos superado, pero yo salía con un chico, Derek. Descubrí que solo salía conmigo para acostarse conmigo, o para decir a los demás que lo hacía. Esa noche Sirius llegó a la torre borracho, y yo le utilicé en un acto de despecho. Ni siquiera me importó que estuviera saliendo con una amiga mía, y tampoco me habría importado Elena si tú me hubieras aceptado. Así volvieron mis sentimientos por él. No me digas que yo no soy así, porque es exactamente como soy. Egoísta, manipuladora y vengativa. Y no sé por qué estos meses he tardado tanto en autocompadecerme en vez de actuar como yo misma.

Recordando esos tiempos en Hogwarts y sintiendo desprecio por todos sus poros, se levantó y aprovechó que él se había quedado momentaneamente sorprendido por su declaración. Si él no quería participar lo entendería, pero se buscaría a otro.

- ¡Ey, Grace, espera! ¡No hagas ninguna locura! -gritó Marco levantándose del sofá, pero ella ya había cerrado la puerta.

¿A quién podría recurrir? Pasaba de volver a intentarlo con amigos. Claramente James y Peter estaban descartados; el primero porque jamás le haría eso a Lily y el segundo porque... bueno, ya que iba a vengarse, mejor que fuese con una alegría para su cuerpo. Y Remus ni siquiera se le pasó por la cabeza, le quería de una forma demasiado fraternal. Tendría que ensanchar el círculo, ¿quién estaría dispuesto a que se acostara con él por despecho?


Ya era mediodía cuando Lily llegó al departamento de los gemelos Prewett. Gideon debía haberse reunido ya con Dumbledore, y ella tenía novedades con su investigación. Afortunadamente, las clases ya habían finalizado y esos días los tenía libres en San Mungo, porque estaba empezando a obsesionarse con el tema. Esa noche, mientras James dormía, ella no había parado de darle vueltas al pasado de Voldemort. Sentía que tenía en sus manos algo grande, algo que podía significar el final de esa pesadilla. Y eso le animaba a seguir más y más con el tema. Eso, y que así no pensaba más en la enfermdad de su madre. No había dormido esa noche, pero no estaba cansada.

No sabía si Gideon estaría de vuelta de su reunión o si el propio Fabian estaba en casa, pero decidió que era más probable encontrarle allí que en el cuartel. Afortunadamente, fue el propio Gideon quien le abrió.

- ¡Lily! ¿Qué haces aquí? -preguntó sorprendido, sosteniendo una taza de café.

La pelirroja pasó dentro sin ser invitada, y enarbolando el fajo de documentos.

- Creo que he encontrado algo -exclamó-. ¿Te acuerdas del orfanato donde...?

De repente se detuvo, y miró alrededor con cautela.

- ¿Está tu hermano en casa?

- No, no ha dormido aquí -contestó Gideon paseando delante de ella, bebiendo de la taza y sin preocuparse de vestir solo en camiseta y calzoncillos. Tampoco Lily se preocupó, ya acostumbrada-. Escucha, pelirroja, estaba a punto de darme una ducha. No he dormido mucho y he llegado tarde a la reunión con Dumbledore. ¿Por qué no te adelantas al cuartel, mientras yo termino de arreglarme? Tardaré veinte minutos.

Rodando los ojos, Lily señaló con la mirada el bolso de mujer que había encima de la mesa del comedor.

- Tu falta de sueño, como siempre, tiene nombre de chica. Este tema es serio, Gideon. Presiento que estamos ante algo grande, por favor, relaja un poco en el tema de los ligues.

Gideon se echó a reír, apartándose el desordenado y largo cabello de la cara.

- Si yo te contara -dijo, empujándola suavemente hacia la puerta.

Lily iba a seguir echándole la bronca pero de repente se quedó estática.

- Un momento -dijo, zafándose de su agarre y volviendo sobre sus pasos-. Yo conozco ese bolso.

- Seguramente fabricaron más de uno igual -repuso él, quitándoselo cuando ella ya lo había tomado entre sus manos.

Lily frunció el ceño, y su atención recayó entonces en el abrigo que estaba colgado de la silla. También le conocía.

- ¿Qué demonios...?

Esquivó a Gideon, que extrañamente azorado trataba de cortarle el paso y se precipitó hacia la que sabía que era su habitación. Abrió la puerta de golpe y miró a la chica que estaba durmiendo entre las sábanas. A pesar de estar tapada y con el pelo sobre la cara, la reconoció sin problemas.

- ¡Grace! -gritó sorprendida.

La aludida se despertó de golpe, y Lily agradeció que llevara puesto su sujetador porque se incorporó al instante, destapándose aún aturdida.

- ¿Qué está pasando aquí? -preguntó la pelirroja, mirando a su amiga y a Gideon alternativamente.

Grace se llevó una mano a la cabeza y compuso un gesto de dolor. Lily la había visto demasiadas veces de resaca para reconocerlo. Gideon se adelantó para hablar, mostrándose, qué menos, avergonzado, pero ella fue más rápida que él y le cruzó la cara de un bofetón.

- No te vuelvas a acercar a ella -le amenazó, invocando la ropa de Grace y tirando del brazo de su amiga. A pesar de sus protestas y de los intentos de Gideon por explicarse, en menos de un minuto la había sacado de la casa. Estaba demasiado enfadada para hablar, y Grace parecía demasiado mareada para explicarse.


¡Y se acabó! No me odiéis por daros a Sirius&Grace y luego quitároslo. Era necesario. ¿Por qué? Porque, irónicamente, esta situación salvará dos pájaros de un tiro. Atentos al siguiente capítulo que va a ser muy novelón, pero va a estar bien.

¿Qué os ha parecido lo de Sirius y Grace? ¿Y lo de Fabian y Marlene (esto se resolverá en breve, prometido)? ¿Y lo de Gis y Tony? ¿Y los líos mentales de la pobre Rachel? No odiéis a Lily por el bofetón a Gideon. Respeta la intimidad de sus amigos, pero al haber percibido que su amiga había bebido, que está hecha un lío y que Gideon no rechaza una falda da igual en qué estado le venga... Yo también pegaría a un tío que creo que se ha aprovechado de mi mejor amiga.

En fin, auguro un siguiente capítulo lleno de enredos. Pero para eso necesito que me ayudéis con eso de la inspiración y buenos capítulos. Porfi :D

Eva.