¡Hola a todos! Por fin he reunido la inspiración para acabar el capítulo, que llevaba semanas faltándole solo las dos últimas escenas. No sé si quedará alguien por ahí, la verdad, y entendería que no... Solo espero que la historia aún os llame la atención y tengáis ganas de saber cómo acabó la cosa entre Grace y Gideon, o entre Grace y Sirius, o con Lily, James, Remus, Rachel, Gis, y todos los demás...

Yo he estado unas semanas ausente, dedicada al trabajo y un poco a la vida social, que falta me hacía. Pero ahora estoy más centrada y quiero pensar que eso ayude a mi inspiración. Lo cierto es que me han dado la grandísima noticia de que mi trabajo se ha vuelto permanente, de que la empresa cuenta conmigo e incluso me han subido el sueldo jeje. Soy muy feliz, dedicada a lo que me gusta, en un lugar en el que estoy a gusto y con proyección de futuro :D Los que no seáis españoles puede que no entendáis la importancia de esto, pero es que en este país la mayoría de jóvenes no tiene trabajo, ni mucho menos fijo y en lo suyo. De mis amigas soy la única en esta situación, el resto están o en paro, o en trabajos temporales y directamente han tenido que emigrar porque la situación económica es insostenible. Así que espero que mi suerte impulse mi inspiración jeje.

Aquí viene el capítulo 10, cargado de novedades. 'A mi manera', como la canción del gran Frank Sinatra. Porque todos amamos a nuestra manera. Unos de la forma más pura, otros de un modo más ingenuo, otros más maliciosamente, otros desconfiados, otros no lo demuestran suficiente, u otros deben esconderlo. Pero siempre amamos a nuestra manera ;)

Espero que os guste.


Capítulo 10: A mi manera

Lily arrastró a Grace hasta el cuartel de la Orden del Fénix nada más abandonaron el piso de Gideon. Esta consiguió no vomitar cuando ambas se desaparecieron en el lugar, pero frunció el ceño ante el furioso análisis de su amiga pelirroja. Claramente Lily le estaba juzgando, y ella no tenía muchas ganas de explicarse.

- ¿Quieres quitar esa cara? No sabes lo que ha pasado.

- ¿Con Gideon, Grace? Te creía más inteligente -respondió su amiga tirando de ella para entrar al bloque de la Orden.

Grace no tenía fuerzas para forcejear, pero protestó.

- ¿Por qué me traes aquí? Quiero ir a casa, me duele la cabeza. Quiero dormir.

- No te dolería si no te hubieras emborrachado. Y he quedado con James aquí, así que te fastidias.

- Lo cierto es que preferiría no recordar el momento de la borrachera -confesó la rubia mientras subía perezosamente por las escaleras.

Lily frunció el ceño ante su comentario, pero no dijo nada. La esperaba al final de cada tramo, ya que su amiga caminaba lentamente y bufó varias veces, pero se abstuvo de decir más. Su censura era evidente en su rictus pero estaba claro que su amiga ignoraría cualquier razonamiento en ese estado. Cuando llegaron al último piso de ese destartalado bloque, Lily llamó a la puerta y pasó el examen rutinario. Frank le abrió la puerta seriamente.

- Llegáis pronto -dijo dejándolas pasar.

- ¿Pronto? -preguntó la pelirroja confusa.

- Sí, Dumbledore ha convocado una reunión. Acabo de avisarle a Gideon, supongo que él te lo habrá dicho.

Lily rodó los ojos y empujó a Grace adentro. Precisamente de su padrino era el último de quién quería hablar. En el cuartel ya se encontraban ya Dorcas, Caradoc y Edgar, además de Frank. Lily y Grace pasaron unos minutos hablando con el padre de Anthony, antes de que la pelirroja se apiadara de su amiga y la llevara a un rincón, donde la obligó a sentarse y la ofreció una poción de mala gana. Grace tomó el frasco rosa desconfiada.

- ¿Es para la resaca? -preguntó mientras abrió el tapón y lo olisqueaba.

Lily suspiró.

- Debería dejarte sufrir las consecuencias durante todo el día. Así serías más responsable. ¿Cómo se te ha ocurrido?

Grace aceptó sus palabras como un sí y se bebió el frasco de un trago, antes de responder.

- La parte de Gideon es lo menos malo que me ha pasado anoche, créeme.

- No entiendo.

Su amiga parecía confusa, pero al menos estaba interesada. Grace decidió comenzar desde el principio, aunque su historia fue algo incongruente porque evitó mencionar a Regulus en todo momento. Simplemente dijo, entre bostezos, que fue a buscar a Sirius para ir juntos a San Mungo, algo que Lily encontró raro pero decidió no cuestionar, que comenzaron a hablar y decidieron entrar en su apartamento. Después relató todo lo demás omitiendo cualquier comentario sobre el hermano de Sirius.

Tenían tiempo, los miembros de la Orden aún no había llegado y ellas estaban sentadas en una de las mesas de trabajo, alejadas de los demás. Grace no había acabado de contar toda la historia cuando el timbre volvió a sonar. Ninguna le dio importancia, ya que todos irían ese día, así que siguieron hablando, indignadas, de cómo Grace había encontrado las bragas de Emmeline en el sofá de Sirius.

Lily iba a asegurar que no creía que fuese la ropa interior de Emmeline cuando vio que los recién llegados eran Benjy y Gideon. Su expresión cambió. Grace aún no le había contado cómo había acabado con él, aunque dado lo que había pasado antes no le costaba imaginárselo. Sentía mucha rabia y decepción de su padrino por aprovecharse así de la debilidad de su amiga.

Evidentemente él notó la mirada de odio que le mandó, pero no se acobardó. Dejó a los demás hablando y se acercó a ellas con paso firme. Lily se incorporó enfadada.

- Ni se te ocurra -le avisó antes de que pudiera hablar-. Lárgate de aquí.

- Lily, no seas cría -la riñó Gideon como si él fuera un adulto responsable o algo así. Después se volvió hacia Grace, que estaba algo avergonzada-. ¿Te ha dado algo ya para la resaca?

- No te atrevas a comportarte ahora como un adulto -le acusó Lily, hablando en voz baja, aunque su expresión estaba llamando la atención de los demás, que iban multiplicándose a medida que los miembros de la Orden iban llegando.

Gideon lo percibió y trató de ocultarla con su cuerpo para que no vieran su cara y se dieran cuenta de que estaban discutiendo.

- ¿No le has contado la verdad, Grace?

- No había acabado -respondió ésta absolutamente bostezando mientras esperaba que la poción hiciera efecto.

- Claro que me lo ha contado -respondió Lily a la defensiva-. ¿Sabes cuántas veces te he defendido y he asegurado que, en el fondo, eres buen tipo? Estoy tan decepcionada, simplemente no me entra en la cabeza que hayas sido capaz de hacer algo así.

Gideon la miró pasmado.

- Vamos Lily, emborracharla ha sido el mal menor -repuso Gideon con simpleza-. Es más fácil manejar a un borracho que a un sobrio tozudo.

- ¡Eh!

Lily no podía creérselo, y Grace se puso de pie ofendida por haberla llamado tozuda.

Pero la pelirroja fue más rápida y le soltó un sonoro bofetón, haciendo que Grace diera un paso atrás sorprendida por la reacción de su amiga.

- ¡No puedo creer que admitas con esa ligereza que emborrachaste a Grace para acostarte con ella! -exclamó Lily más alto de lo que pretendía.

Hubo varias exclamaciones ahogadas entre los presentes, que claramente la habían oído. Pero lo peor fue escuchar la exclamación de Sirius, que se escuchó por encima del resto.

- ¿Qué has dicho?

Lily se sorprendió, no había visto llegar a su amigo, que en ese momento se encontraba entrando por la puerta junto a James. Antes de que ninguno pudiese reaccionar, Sirius se lanzó sobre Gideon, le derribó de un puñetazo y saltó sobre él. Le pilló por sorpresa, pero él también siguió la pelea al recibir los golpes. Lily y Grace tuvieron que apartarse para que no les pillara en medio.

- ¡Pero haced algo! -exclamó Dorcas viendo a Sirius y Gideon rodar por los suelos, dándose patadas y puñetazos.

Aquello pronto se convirtió en un caos. James y Frank trataban de separarles, mientras los demás les gritaban y trataban de convencerles de parar. En algún momento llegaron también Remus y Peter, que se unieron a sus compañeros. Consiguieron separarles, Frank y Remus tirando de Gideon mientras que James y Peter lo hacían de Sirius. Todos habían recibido golpes, pero estos dos tenían las marcas más visibles en la cara. Y aun así no dejaban de tratar de golpearse con saña mientras se gritaban cosas que nadie entendía entre todo aquel griterío.

- Pero, ¿qué está pasando? -preguntó por encima de las demás la voz de Fabian.

Estaba en la puerta, acompañado de Marlene y los dos llevaban sendas expresiones de horror.

- ¿Os han dado poción del odio, o algo así? -sugirió ella sin comprender nada.

- ¡Este desgraciado se ha aprovechado de mi novia! -gritó Sirius encolerizado.

- ¡No digas gilipolleces!

- ¡No soy tu novia!

Las protestas de Gideon y Grace se solaparon y luego se perdieron entre la retahíla de insultos que exclamó Sirius que, sin escuchar a Grace, se zafó de James y Peter y volvió a golpear a Gideon. Este trató de desasirse de sus captores para defenderse, y Fabian dio un paso adelante para defender a su hermano.

- Haya paz -pidió-. Esto tiene que tratarse de un error.

- No lo hay -repuso furiosamente Lily, que echaba chispas por los ojos-. Me ha admitido sin avergonzarse que la emborrachó para aprovecharse de ella.

- ¡Mira que sois pesados! -gritó Gideon escupiendo sangre el hablar.

Marlene se llevó una mano al pecho, observando a su amiga que se estaba tapando las orejas con las manos y mantenía los ojos cerrados. No sabía si por esa borrachera de la que hablaban o porque verdaderamente le habían hecho algo tan horrible.

- Por favor, Gideon, dime que no -suplicó mirando a su amigo-. No te considero capaz de algo así, menos después de lo que ha pasado con Gisele.

Esa comparación les congeló a todos, principalmente al acusado, pero enardeció de nuevo a Sirius, que se volvió a revolver. James estaba tan enfadado como él y le habría soltado si Frank no le hubiera mirado duramente desde el otro lado.

Fabian miró la cara de decepción de Marlene y luego a su hermano, que se estaba riendo irónicamente, como si no se pudiese creer la escena que estaba viviendo. Se inclinaba por defender a su hermano, sabía que él no caería en algo tan sucio. Pero la expresión desolada de Marlene le cegó y en menos de un segundo cruzó la habitación y estampó un puño en el rostro ya maltrecho de Gideon. Este se tambaleó entre los brazos de Frank y Remus y le miró con furia, con la nariz torcida.

- Pero, ¿a ti qué cojones te pasa ahora?

- ¡Debería matarte por decepcionarla así! Es una chica única, no te mereces la suerte que tienes.

- ¿De qué estás...?

- Ponte a la cola, aún no he acabado con él -exclamó Sirius fuera de sí, con el ojo derecho hinchándose cada vez más.

- ¡Oh, por favor, CALLAOS YA!

La voz de Grace acabó con todas las discusiones. La rubia se había quitado las manos de los oídos, aún estaba algo verde pero parecía más furiosa que enferma.

- No me he acostado con Gideon, Sirius. Y, aunque lo hubiera hecho, no es asunto tuyo. Más después de encontrar las bragas de Emmeline en tu sofá.

- ¿Mis bragas? -exclamó la morena que les observaba al lado de Alice.

Nadie sabía cuándo habían llegado, pero eso era lo de menos. Grace perdió el tono verdoso de las mejillas y se puso pálida. En un solo segundo cruzó la habitación y la agarró del pelo.

- ¡Eres una guarra! -exclamó.

Emmeline intentó librarse de ella a manotazos, mientras Lily y Alice se lanzaron separarlas a la vez. Todos se quedaron tan alucinados que dejaron solos a Gideon y Sirius, que quedaron tirados en el suelo. Ambos se miraron, pero ninguno tenía ganas de continuar la pelea. De hecho, la atención de Sirius estaba más centrada en Grace, que seguía gritándole cosas a Emmeline y que parecía a punto de empezar a morderla al ver que Alice y Lily le agarraban las manos. Emmeline tiraba desesperada de su pelo mientras le gritaba de vuelta.

- ¿Y tú de qué chica hablabas? ¿Me has pegado solo porque todos lo hacían o qué? -preguntó Gideon a su hermano incorporándose poco a poco.

Parecía que a Fabian le había dolido más la mano al pegarle que él al recibir el golpe. Le miró ceñudo pero se acobardó algo cuando notó que Marlene estaba pendiente de su conversación.

- No te hagas el idiota, Gideon -dijo bajando la voz-. Sabes que ella está enamorada de ti. Sé que no eres de comprometerte pero espero, por su bien, que lo reconsideres. Yo no me he echado a un lado para nada.

Gideon estaba alucinando.

- ¿Que te has...? ¿No creerás de verdad que Marlene está colgada por mi, verdad?

La susodicha apareció ante ellos en un segundo, haciéndose oír por encima de los gritos de las chicas.

- Pero, ¿tú de dónde has sacado que me gusta tu hermano?

De repente Fabian estaba inseguro, dio un paso atrás y tartamudeó, algo insólito en él.

- Yo pensé... Ese día, en casa de Remus...

Marlene lo comprendió todo de golpe y se enfadó.

- ¡Eres tú, idiota! ¡Es de ti de quien me he enamorado! ¡Prácticamente te lo dije a la cara! ¡Serás gilipollas!

Fabian se quedó con la boca abierta, miró a Gideon que meneaba la cabeza tratando de rodar los ojos a pesar de que los golpes arruinaban su expresión irónica, y después a Marlene, que estaba que echaba chispas. Ante su nula reacción, la castaña pegó un bufido y prefirió ignorarle y ayudar a separar a Grace de Emmeline.

De mientras, Grace se resistía a dejarla escapar. Parecía que el dolor de cabeza no era tan importante. Solo quería vengarse de ella.

- ¡Todo este tiempo has ido de mosquita muerta, y os estabais liando en secreto! ¡No mientas, anoche encontré tus estúpidas bragas!

- Pero, ¿de qué bragas me hablas? ¡Ayudadme, por favor, que está loca! -respondió Emmeline tratando de librar su pelo de sus dedos.

- ¡Grace, suéltala! -suplicó Lily tirando de sus dedos, tratando de aflojarlos.

- ¡Ya vale, chicas, por favor! -insistió Marlene llegando hasta ellas, y uniéndose a Lily, Alice y Rachel. Era increíble la fuerza que podía tener Grace cuando se empecinaba.

De repente un pitido insoportable estalló en el aire y todos tuvieron que soltarse para llevarse las manos a los oídos y gimieron en protesta. Cuando el sonido cesó, al cabo de un minuto, vieron a Frank con la varita en alto.

- Se acabó -sentenció con voz calmada-. Esta pelea múltiple de patio de colegio termina aquí. Fuera de estas paredes podéis acostaros todos con todos, o hacer vuestras escenitas de celos. Pero aquí sois guerreros. El último bastión que le queda al bando de la luz ahora que los nobles empiezan a influir en el Ministerio en favor de Voldemort. Y no consiento que ningún problema personal afecte a vuestro rendimiento, ¿ha quedado claro?

El murmullo de asentimiento se extendió por la habitación, y todos los jóvenes se miraron avergonzados por la escena que habían montado.

- Estupendo -continuó Frank-. Tenéis diez minutos para solucionar esto pacíficamente y aseguraros de que no queda ninguna pista de lo que ha ocurrido aquí. Porque como Moody y Dumbledore se enteren de que ahora os peleáis entre vosotros por líos de cama, entonces sí que estáis jodidos.

Un escalofrío recorrió a todos al imaginar la furia de Moody, por lo que se apresuraron a recomponer la zona y a sí mismos. Benjy se acercó a Gideon.

- Vamos, te ayudaré a recomponer tu cara antes de que se te quede como un cuadro de Picasso.

- ¿De quién? -preguntó el joven Prewett aguantándose un pañuelo contra su maltrecha nariz.

Benjy se rió.

- No, nadie. ¿Al menos has sacado provecho de algo?

Gideon rodó los ojos.

- Eso es lo peor. Nunca me habían pegado tantas personas a la vez por ser totalmente inocente de los cargos.

Por su parte, Emmeline se acercó a Grace con cautela, aún frotándose el cuero cabelludo.

- Que te quede claro de una vez, ahora que ya has publicado delante de los demás lo que pasó: Solo he estado con Sirius esa vez, y no fue culpa mía.

Grace bufó, sin ganas de seguir discutiendo, y con Lily tirando de ella.

- Anoche me encontré unas bragas negras en su sofá. ¿Intentas decirme que no son tuyas?

Emmeline se encogió de hombros.

- No porque sean bragas negras deben ser mías. Pregúntale, y que te sea sincero, cuántas más chicas ha habido. Pero deja de pagarlo conmigo.

Grace frunció el ceño ante su contestación. Parecía sincera. Apartó la mirada, buscando a Sirius, y le vio acercándose. Estaba lo suficientemente cerca como para haberlo oído. Y parecía tener una expresión culpable.

- ¿Podemos hablar? –la susurró.

Su expresión y su tono le dijeron sin lugar a dudas que él no le había sido en absoluto sincero la noche anterior.

- Necesito tomar el aire -murmuró con voz queda, deshaciéndose de Lily.

La pelirroja tiró de ella.

- Grace, Frank ha dicho...

- Estaré aquí en 10 minutos, prometido -aseguró ella de modo ausente, yendo hacia la puerta. Sirius se había quedado paralizado a pocos pasos de ella. Esta vez estaba más decepcionada que furiosa, y eso no podía ser bueno.


- Maldito Gideon, siempre has tenido la cara durísima -murmuró entre dientes Fabian mientras ponía el puño debajo del agua fría.

Ese baño siempre había sido demasiado pequeño para él y ahora, agachado frente al lavabo y tratando de quitar la inflamación de sus nudillos enrojecidos, se sentía como un gigante en una casa de muñecas.

- ¿Eso significa que no es la primera vez que le pegas?

Pegó un respingo, pues no había oído llegar a Marlene, pero enseguida volvió a poner la misma expresión neutra, mirándose los nudillos y evitando mirarle a los ojos. No sabía si aún estaba enfadada y, la verdad, se sentía algo avergonzado por la escenita que habían montado.

- Un par de veces, pero siempre se lo había merecido -respondió lacónicamente.

Ella rió levemente, y él se atrevió a mirarla. Estaba recostada contra el marco de la puerta abierta, mitad iluminada por la luz del baño, mitad cubierta por la sombra del pasillo. Su pelo estaba despeinado, con su moñete bajo habitual de cuando buscaba apartarse el pelo de la cara despreocupadamente, y varios rizos sobresalían por detrás de las orejas, enmarcándole la cara. Su ropa se hallaba arrugada después de que ambos pasaran la noche en la sala de espera del hospital haciéndole compañía a Anthony. Pero además de cansada no parecía seguir enfadada.

- ¿De dónde has sacado la idea de que estaba enamorada de tu hermano? -le preguntó, ya más calmada de lo que había estado minutos antes.

Siempre al grano. Esa era la Marlene a la que él estaba acostumbrado, y no la chica insegura con la que había convivido los últimos meses. Lo que pasa es que él tampoco había sido él mismo. Y ahora que sabía la verdad se sentía terriblemente avergonzado de su comportamiento de niño pequeño. Cerró el grifo, se secó la mano con cuidado y respiró hondo.

- Soy un desastre -reconoció-. No entiendo qué me pasa contigo. Jamás he sido inseguro, y sabes que no soy el típico que se monta escenas en su cabeza. Simplemente... desde el principio di por hecho que te gustaba mi hermano, como a la mayoría. Solo que no sé cuándo empezó a importarme, y de repente empecé a actuar de forma absurda.

Marlene dio un paso al frente y entró al baño, haciendo que aún pareciera más pequeño entre los dos.

- No sé de dónde sacaste que en principio me gustaba Gideon. Te reconozco que esto no es algo que sintiera desde el principio, pero siempre tuve claro que te prefería a ti. Tú eres quien siempre me apoyaba en mis ideas descabelladas, quien me tomaba en serio y se quedaba conmigo hasta la madrugada fiándote solo de mi instinto.

- Es que tu instinto nunca falla -susurró él acercándose otro paso a ella y notando la gran altura que le sacaba.

Marlene sonrió de medio lado al ver la picardía en sus ojos.

- En algunas cosas sí que lo hace -reconoció en voz baja, apoyando suavemente la mano en su pecho y poniéndose de puntillas.

Fabian sonrió, y mientras una de sus manos rodeaba su cintura, con la otra le apartó un mechón de la cara.

- La verdad es que yo tampoco ayudé mucho -reconoció.

Marlene soltó una risita.

- Bueno, al final los malentendidos siempre se aclaran, ¿no?

La risa se le cortó cuando Fabian la agarró de golpe la nuca y la besó con un ímpetu que no había conocido en él. No es que le disgustara, de hecho le correspondió con ganas poniendo en ello toda la frustración de días pasados. Nunca antes se habían besado, así que les costó coordinarse, se enredaron, les costó ponerse de acuerdo y ella se dio un tirón en la espalda al estirarse para alcanzarle. Pero cuando encontraron la postura, se adaptaron el uno al otro y acoplaron sus cuerpos, consiguieron acomodarse. Y de repente uno aplausos secos les interrumpieron.

Se apartaron de golpe y miraron a la vez a la puerta que habían dejado abierta. Allí estaba Gideon, con las heridas ya curadas aunque la cara aún un poco hinchada, y mirándoles las cejas enarcadas y con la boca convertida en una línea recta.

- Muy bonito. Podíais haberos aclarado antes de que este me rematara la cara, ¿no? Porque menudo día llevo.

Fabian y Marlene se echaron a reír a la vez.


Cerca del bloque de edificios donde se hallaba la sede de la Orden del Fénix se encontraba una plaza algo envejecida y descuidada donde los niños muggles de la zona solían jugar al fútbol o los adolescentes la usaban de lugar de reunión de borrachera las noches de los fines de semana. Los bancos de madera estaban rotos, astillados y con la pintura caída, las viejas losas de piedra estaban resquebrajadas y la fuente que presidía el centro de la plaza hacía muchos años que no funcionaba. Un lugar como ese, a las afueras, empobrecido y mayoritariamente con población extranjera, no era el que más preocupaba conservar a las autoridades.

Los habitantes de la zona estaban poco acostumbrados a ver a forasteros o turistas desviarse por aquel área, y al final todos se conocían entre ellos. Por eso las miradas de los que allí se encontraban, charlando en la plaza o bebiendo en la terraza del cochambroso bar de la esquina, miraban de reojo a la chica rubia que se había sentado en uno de los solitarios bancos y llevaba varios minutos con la cara enterrada en las manos. Guapa y poco arreglada, la joven llamaba la atención de los presentes que no se atrevían a acercarse a ella, aunque algún raterillo lo habría intentado de no haber tantos testigos.

Y aún se sorprendieron más cuando a su lado llegó un atractivo joven vestido con una cazadora de cuero y un paso elegante que desprendía seguridad por cada uno de sus poros. Él se acercó a ella con cautela y finalmente se sentó a su lado, guardando las distancias.

- Grace, tienes derecho a odiarme. Pero, por favor, no podemos estar otros seis meses sin hablar. Resolvamos esto ahora, como sea -suplicó en voz baja, sin atreverse a alargar la mano y tocarla.

Ella levantó la cara y miró a Sirius con asco.

- Anoche te di la oportunidad de decirme la verdad -le reprochó-. ¿Se puede saber por qué me mentiste? ¿Has disfrutado haciéndome quedar en ridículo ahí dentro?

Sirius hizo una mueca.

- Yo también he hecho el ridículo. Me he pegado a golpes con Gideon por...

- ¡Por nada! -le interrumpió ella en voz más alta, ganándose las miradas de los presentes-. Por nada, porque entre Gideon y yo no ha pasado nada. Sin embargo todo aquel que no supiera lo tuyo con Emmeline, ya lo sabe. Y de regalo también todos se han enterado que llevo los cuernos de otra tía, por lo menos. ¿O ha sido más de una?

- Fue solo una, Grace -respondió rápidamente, en tono de súplica, haciendo el amago de tomarla las manos pero arrepintiéndose-. No te lo dije porque... no estoy orgulloso de ello. Casi me había convencido de que no había ocurrido. Sucedió el mismo día que atacaron a Gis. Tú y yo habíamos discutido, me emborraché y apenas me acuerdo de nada. No fue algo que hiciera intencionalmente, y tampoco quería vengarme de ti ni nada por el estilo. Fue un error enorme, y no quería hacerte sufrir al contártelo.

- Pues lo averigüé igualmente... -le dijo ella amargamente, bajando de nuevo el tono.

Sirius suspiró, mesándose el pelo. Había algo que le carcomía por dentro.

- No hiciste nada con Gideon pero, ¿querías hacerlo? ¿Te habrías acostado con él solo por despecho? -preguntó finalmente.

Grace le miró seriamente durante unos segundos, considerando la idea de levantarse y marcharse sin contestarle. Pero decidió que él tenía que saberlo. Ya que no había completado su venganza, solo le quedaban las palabras para hacerle tanto daño como él le había hecho a ella.

- Sí, lo habría hecho -le confesó-. Antes lo intenté con Marco, pero me rechazó. Gideon fue más listo, me emborrachó para que me quedara inconsciente en su casa en vez de buscar en la calle lo que también él me estaba negando. Creo que me desmayé cuando intentaba hacer un streeptease.

Hubo un silencio prolongado. Sirius no sabía qué decir y Grace estaba analizando su expresión. Al final suspiró.

- Soy patética, lo sé. He llegado a un punto en que me rechaza el hombre que se acuesta con todas mujeres.

Sirius hizo una mueca, pensando en todos los golpes injustos que le había dado a Gideon.

- Tendré que disculparme y agradecerle por respetarte. Te habrías arrepentido, Grace. Te conozco. Los despechos nunca te han sentado bien.

- Eso está claro -Grace soltó una carcajada irónica-. La segunda vez que me volví a enredar contigo empezó con un despecho por lo que me había hecho Derek.

Sirius se tensó ante el nombre de su ex novio.

- No me nombres a ese...

Realmente su enemistad con Derek Rumsfelt había sido anterior a su romance con Grace. Derek era de su mismo curso, pero pertenecía a Ravenclaw. Como a él, las chicas admiraban su físico y autoconfianza. Como James, Derek había sido capitán y un gran jugador de quidditch. Realmente los tres habían vivido una gran competencia y sus fuertes caracteres habían imposibilitado que se llevaran bien desde bien jóvenes. El que hubiera salido con Grace durante su sexto curso, un año después de que ellos rompieran la primera vez, solo había sido la guinda del pastel.

Grace volvía a estar molesta.

- ¿Qué pasa, que tú puedes acostarte con todas y yo no puedo ni nombrar a mi ex?

- Solo hubo una, Grace -repitió con un suspiro-. No significó nada. Fue por una borrachera, y no es que trate de responsabilizarte pero esa borrachera me la cogí por ti.

Grace abrió la boca para responderle algo hiriente, pero después se calló. Prefirió hacerlo porque de repente se sintió identificada. Ella también se había emborrachado esa noche por él, ella también había intentado cometer una locura. Que lo hubiera llevado a cabo o no era lo de menos. Aquello era demasiado tóxico para ambos.

Bajó los hombros y se miró los dedos, jugueteando con ellos para evitar mirarle a la cara.

- Nos estamos en haciendo mucho daño, Sirius -dijo al cabo de unos minutos con voz más calmada-. No podemos seguir así. Nos hacemos daño y acabará afectando a nuestro rendimiento en la Orden. Y eso puede perjudicar a los demás. Tenemos que mantener al menos una relación cordial. Aunque sea eso.

Sirius la miró fijamente durante unos segundos. Había dolor en su mirada.

- Yo no quiero tener solo una relación cordial contigo. Te quiero, Grace. Te quiero de verdad.

Oh, por favor. Diciéndole eso, mirándola así... Tuvo que esforzarse por no llorar porque la situación le estaba sobrepasando de verdad.

- Y yo a ti -dijo con sinceridad-. Todo sería más sencillo si ya no te quisiera. Pero necesito tiempo para que todo esto deje de dolerme. Ahora no puedo pensar con coherencia, no sería justo. No sería sincera.

Sirius suspiró. Cerró los ojos, aguantándose la desilusión y asintió solemnemente con la cabeza.

- Bien, te daré el tiempo que me pides- accedió-. Pero quiero que recuerdes que estamos en medio de una guerra, y que puede que no tengamos tanto tiempo como para desperdiciarlo. No quiero tener que arrepentirme después, espero que tú tampoco lo hagas.

Tras decir eso se levantó y volvió a la Orden con paso lento. Grace se quedó allí sentada, con las últimas palabras resonando en su mente. Estaba demasiado confundida.


Con todo lo ocurrido en la Orden, Marlene y Fabian no habían podido dar la gran noticia que habían recibido en San Mungo, por lo que nadie estaba presente cuando Gisele fue dada de alta ese día. Solo Tony estaba allí cuando el sanador le dio unos últimos consejos a su mujer mientras ella recogía sus cosas para marcharse de allí de una vez por todas. No hablaron entre ellos en ningún momento, ni una sola vez se miraron a los ojos.

Cuando finalmente estuvo preparada, mientras esperaban la cosa de la red flu para trasladarse, Gisele inspiró hondo y le enfrentó.

- ¿Cómo está David? -preguntó con un toque tembloroso en su voz.

Eso hizo que Anthony levantara la mirada del suelo. Era la primera vez en semanas que Gis preguntaba por su hijo.

- Bien -respondió-. Mi madre se ha hecho cargo de él.

Gis asintió con la cabeza y no dijo más en su camino a casa de sus suegros. Sin hablarlo, los dos habían tenido claro que no querían volver a su casa. Esperaron en silencio la cola en la red flu de San Mungo y llegaron a una casa que estaba vacía. La madre de Tony se había llevado de allí a los niños para que Gis no estuviera agobiada en su regreso a casa, y Edgar estaba en la reunión de la Orden. La soledad de la vivienda les cayó encima como una losa.

- Gracias por acompañarme -dijo Gis mirando incómodamente alrededor.

El lugar que se había convertido en su segunda casa ahora le parecía demasiado ajeno.

- Para nada -respondió su marido-. De hecho, apenas he estado en casa estos días. No podía entrar a verte pero...

No acabó la frase y tampoco ella se lo pidió. Sabía que había estado cerca, su suegra se lo había dicho. Dejó sus cosas en el sofá y cruzó los brazos alrededor de su cuerpo, en un claro signo de defensa. Tony no sabía cómo cruzar esa barrera. No lo entendía, desde el mismo momento en que se conocieron jamás tuvieron problemas para hablar. Ella había sido mucho más impulsiva y comunicativa, y él había caído prendado enseguida por su forma de ser tan extrovertida. Y ahora parecía una extraña para él. Unos desgraciados les habían arrebatado su confianza mutua.

- Tony no... yo no creo que pueda quedarme -dijo finalmente.

- ¿Qué quieres decir? -preguntó él envarado.

- En esta casa. Con tus padres. Contigo. Es demasiado.

La decepción fue evidente en su rostro.

- Entiendo -le dijo él-. Supongo que me lo esperaba...

- No te estoy culpando -aseguró ella, adivinando sus pensamientos-. Sé que no tuviste la culpa y que eres tan víctima como yo. Y si alguna vez lo pareció fue solo por el trauma posterior. Pero ahora mismo esto se me hace insoportable. Quiero ver a David, pero no sé si voy a poder ser su madre por ahora. Y te quiero, pero no sé si podré seguir siendo tu mujer. Ya no me siento yo misma. Necesito encontrarme, superar lo ocurrido y...

- Podrías reconsiderar lo que te sugirió el sanador -la interrumpió-. Lo de borrar tu memoria.

- No, eso no -dijo tajante-. Necesito vengarme, y para ello debo recordarlo todo.

- Yo también estoy buscando vengarme -dijo él, más serio-. No creas que lo he dejado de lado.

Gis sonrió por primera vez, pero apenas fue una sombra de sus sonrisas de antaño.

- Lo sé. Sé que puedo contar contigo para ello. Y sé que me darás tiempo para reencontrarme.

Él asintió con la cabeza, sintiendo el ánimo algo rendido.

- ¿Dónde quieres ir de mientras? -le preguntó.

Ella se encogió de hombros.

- Le pediré a alguno de mis amigos que me acoja en su casa. E iré al trabajo a reportar que estoy restablecida para trabajar, al menos. Quizá recuperando una rutina todo sea más sencillo. ¿Puedo venir luego a ver a David?

Tony le sonrió e incluso se atrevió a rozar su mano.

- Esta es tu casa.

Gis le miró agradecida. Después salió de allí, dejándole solo con sus cosas. Una a una, fue a las casas de todos sus amigos, pero ninguno estaba allí. Finalmente comprendió que algo relacionado con la Orden les había llamado, así que dejó esa decisión para más tarde y fue directa a su trabajo.

Aparecer en el Ministerio se le hizo extraño. Había sido una rutina por todo un año que de repente parecía fuera de lugar. Además estaba esa sensación... Al principio pensó que era su propia impresión pero luego entendió que la incomodidad no estaba solo dentro de ella. Los murmullos y los cuellos girando a su paso eran una realidad. La gente susurraba y la miraba, hablaban de ella, todos los sabían. Sus suegros se lo habían advertido, y también Remus. La gente no era estúpida y habían sumado dos más dos.

- ¡Bones! -exclamó una compañera casi tropezando con ella. La miró con nerviosismo y forzó una sonrisa-. ¿Co-cómo estás? El jefe nos dijo que te tomarías unos días libres por tu maternidad. ¿Ya regresas?

El tartamudeo y el nerviosismo en su voz eran evidentes y esa excusa de su jefe... Ella ya se había tomado sus días por maternidad, todos lo sabían. Y esa condescendencia le estaba alterando. Forzó de mala manera una sonrisa y se propuso despacharla enseguida.

- Sí, todo va mejor. Venía a hablar con el jefe de ello. Si me disculpas...

Y no dejó que mencionara nada más. Hizo como que no oía los murmullos y se precipitó con paso largo hasta el ascensor. Tenía que hablar con su jefe, era evidente que necesitaba más tiempo alejada y, dado lo ocurrido, él no se lo negaría...


Por fin había un nuevo plan. El Señor Tenebroso les había reunido esa misma tarde para informarles de la acción que llevarían a cabo ese fin de semana. Una acción que había planeado él solo y que tenía como objetivo uno de sus mayores dolores de cabeza a la hora de alcanzar el poder.

Ahora que los nobles comenzaban a hacer campaña dentro del Ministerio para implantar sus políticas, solo unos pocos magos y brujas instalados en puestos privilegiados eran un peligro para su éxito. Con la próxima muerte de Imelda Follet, mano derecha de Barty Crouch, el camino al poder estaría más despejado. La idea era dejar a ese desgraciado sin círculo ni protección. Y una fuente fiable le había dicho al Señor Oscuro dónde se encontraría Follet ese domingo por la noche. Su muerte sería un desgraciado suceso de los que les ocurren a aquellos que están en el lugar y el momento equivocados. Nadie sabría jamás que ella era el principal objetivo.

Y aunque su Señor no había querido decir quién era esa fuente tan fiable, Rabastan había recibido el encargado de prepararlo todo con entusiasmo. Estaba deseando volver a la acción tras semanas recibiendo castigos y pasando a un trabajo de papeleo. Las catacumbas que formaban su guarida retumbaban ante su paso firme, y su presencia llenaba de sombras los pasillos de piedra.

Todo se escuchaba en aquel túnel, y sin embargo él no escuchó llegar a nadie hasta que un dolor intenso y conocido le atravesó el pecho. Aguantó apenas los gritos que le provocaba el cruciatus, y durante varios minutos sufrió la agonía de la tortura retorciéndose en el suelo y viendo apenas la figura encapuchada cerniéndose sobre él.

De repente, el dolor pasó y la figura dio un paso atrás. Jadeando, Rabastan se llevó una mano al pecho. Entonces su atacante, sin dejar de apuntarle con la varita, se quitó la capucha de la túnica.

Mentiría si dijera que no le sorprendió ver a Regulus Black, aún malherido, apuntándole y mirándole con fiereza. Le había visto de lejos en la reunión, y en el fondo le sorprendió encontrarle con vida a pesar de su mal aspecto. Pero reconocía que tenía el suficiente coraje para volver a aparecer. ¿Y ahora le atacaba? Eso ya no era coraje, era estupidez.

- ¿Qué tal, Rabastan?

- ¿A ti qué cojones te pasa, niñato? -exclamó escupiendo saliva.

Regulus volvió a apuntarle y sin decir nada el cruciatus volvió a atravesarle el cuerpo entero. Con los espasmos aún recorriéndole, Rabastan le miró desde el suelo.

- No sabía que controlabas tan bien las imperdonables -dijo con dificultad. Era sorprendente que a su edad Regulus no tuviera que pronunciar ni una palabra para provocarle semejante tortura. Si tan solo no fuera tan débil de mente...

- Hay muchas cosas que no sabes de mi -le respondió Regulus mirándole impasible-. Sin embargo, yo sí sé que fuiste tú quien quisiste mandarme a la tumba. No sé por qué te empeñaste en ocultar tu rostro si ya me habías amenazado previamente. ¿Temías que Bellatrix se vengara de ti?

- Mi cuñada no perdería el tiempo en pelear conmigo por vengar tu muerte -repuso Rabastan con una risa irónica.

Regulus también rió.

- Cierto. Pero nunca dije que la necesitara a ella para defenderme -respondió-. Ahora te tengo en mis manos pero, ¿sabes? Prefiero que seamos buenos amigos. Como antes. Torturándonos mutuamente no servimos bien a la causa, ¿no crees?

Pese a sentir el sabor metálico de la sangre en su boca al haberse mordido para acallar los gritos, Rabastán sonrió.

- ¿Así que vuelves al redil? ¿Ya no eres un amigo compasivo de los traidores a la sangre?

- Yo jamás me fui del redil, Rabastan. Solo que, al tener la sangre más pura, tengo más clase que vosotros -respondió fríamente-. Sois vosotros los empeñados en hacerle un hijo a las mujeres de los aurores. Yo valoro más mi sangre para mezclarla de esa manera.

Rabastan se echó a reír y Regulus sintió asco pero disimuló bien. De repente, el cuñado de su prima extendió una mano desde el suelo y lazó las cejas mientras le sonreías.

- ¿Entonces quedamos en paz, no? Estamos en el mismo bando, ayúdame a levantarme.

Regulus dudó pero al final lo hizo. Afortunadamente estaba preparado cuando Rabastan trató de doblegarle y apuntarle con la varita. Ambos quedaron muy cerca, apuntándose mutuamente con las varitas apretadas a sus respectivos cuellos. Rabastan abrió su boca llena de sangre y, con los dientes teñidos de rojo, gruñó.

- Te estoy vigilando, chico. Que no se te olvide que te estoy vigilando. No me acabo de fiar de ti.

Apretando la quijada Regulus alzó la barbilla, y aunque era algo más bajo que su oponente no se amedrentó. Sus oscuros ojos grises brillaron cuando le miró con determinación.

- Sin embargo, yo de ti no me fío ni un pelo, Lestrange. Solo eres algo que tengo que soportar dentro de mi bando.

Empujándole, Rabastan le dejó marchar mientras se reía. Regulus se alisó la túnica y frunció el ceño. Iba a necesitar ayuda.

Una hora después estaba cómodamente sentado en la sala de estar de la mansión Malfoy, y recogía una copa de vino que le tendía un jovencísimo elfo cuyas manos y una oreja estaban heridas y pobremente vendadas.

- Me alegro de que hayas venido a verme, Regulus, pero me sorprende tu urgencia -le dijo su prima Narcisa, sentada frente a él y recogiendo un vaso de agua sin mirar al elfo, que se desapareció de allí con una mirada atemorizada.

- Lo cierto es que debería haber venido antes a verte -respondió él-. No te veo desde el funeral de mi padre. Querría haberte visitado antes pero he tenido algunos problemas.

- Tú me dirás en qué puedo serte útil.

Narcisa sabía captar las cosas sin necesidad de decirlas. Siempre era fácil hablar con ella: era directa, sin rodeos y muy intuitiva. Regulus dejó la copa de vino en la mesita.

- Mi vida corre peligro.

Una sombra de preocupación cruzó los ojos de su prima, que se inclinó hacia él.

- ¿Te persiguen los aurores? ¿Cómo han podido descubrirte? Nuestro apellido debería protegerte, jamás has estado tan expuesto como mi hermana.

- No, no tiene nada que ver con la guerra. Es más bien dentro de mi mismo bando. Tengo algún problema para integrarme, y hay quienes no me perdonan que tenga un límite.

- ¿A qué te refieres?

- Seguro que a tus oídos habrá llegado lo ocurrido con los jóvenes Bones.

Narcisa hizo una mueca de asco y se recostó de nuevo en el sillón de la butaca.

- Sí, lo sé. Bella estuvo aquí, riéndose y burlándose junto a su marido. Afortunadamente Lucius no estaba allí.

Un escalofrío le recorrió y cerró los ojos un segundo para contenerse. Por eso era su prima favorita, Narcisa era la más cercana a su edad, pero pese a que sabía mantener el control y la dignidad de sí misma a diferencia de Sirius y Andrómeda, Narcisa sí tenía moral. Ella jamás aprobaría algo como lo que había ocurrido esa noche. No sabía si podía decir lo mismo de Lucius, pero debía reconocer que este respetaba lo suficiente a su esposa como para no participar en ese tipo de actos.

- Yo sí estuve, pero me negué a participar en ello -repuso-. Y desde entonces he caído en desgracia.

Narcisa frunció el ceño.

- ¿Quieres decir que esas marcas que tienes te las han hecho ellos mismos? -preguntó señalándole las cicatrices a medio curar de la cara.

Regulus hizó una mueca y Narcisa apretó los labios.

- ¿Y yo cómo puedo remediarlo?

- Yo me sé defender solo, Cissy. Pero para que me tengan respeto tengo que subir puestos entre la confianza del Señor Oscuro. Tengo que adentrarme más en su círculo. Y Bella y Lucius no harán nada por ayudarme a no ser que tú medies por mi. Al menos tu marido te escuchará.

Narcisa se llevó las manos a su vientre, pensativa. Un vientre vacío y que había permanecido así desde que se casó, nada más terminar Hogwarts. A esas alturas comenzaba a preocuparse por su fertilidad. Con un hijo tendría muchísima más autoridad para imponerse ante Lucius, aunque su esposo había demostrado ser más dócil de lo que aparentaba, o ella al menos le importaba más de lo que hubiera creído. Seguro que encontraba un modo influir en su marido, y sin duda sería más sencillo que hacerlo en Bellatrix.

- Haré lo que pueda, Reg. Te lo prometo -aseguró.


Obviamente su jefe le permitió faltar al trabajo hasta que se sintiera preparada para volver. Gisele supo que el hombre, de mediana edad, calvo, fortachón y con mal carácter, se sentía mal por no haber podido colaborar a que su nombre quedara en el anonimato. Era un hombre de difícil trato pero justo en sus decisiones. Y por ello comprendió que ella necesitaba mucho más tiempo que el que le había llevado sanar físicamente. El dolor y la humillación eran demasiado fuertes, las habladurías demasiado intensas. No le pidió una fecha para volver, y ella agradeció su comprensión.

Sintió alivio cuando salió del Ministerio, y sin saber qué hacer fue a buscar a Rachel. Su amiga y Remus tenían un apartamento muy pequeño para ambos, obviamente ella estaría mejor con Grace y Lily que seguro que la acogerían sin problemas. Pero en esos momentos necesitaba a su mejor amiga, recuperar a la que había sido su mayor apoyo en sus tiempos en Hogwarts, y que parecía que con su ataque había vuelto a ser la misma.

Esta vez sí la encontró en casa, aunque de milagro. Rachel bajaba corriendo las escaleras justo cuando ella subía, y ambas se quedaron paralizadas al verse.

- Gis -dijo Rachel como quedándose sin aliento.

Ella solo atinó a sonreír vagamente.

- No-no sabía que habías salido del hospital. Siento no haber ido hoy -se disculpó con el arrepentimiento en su cara.

Ella lo desechó con una mueca.

- Solo estaban Fabian y Marlene cuando me dieron el alta. Bueno, y Tony.

- Claro -respondió pensativamente-. ¿Y cómo es que no estás en casa?

De repente la cara de Rachel se le ensombreció con un mal pensamiento.

- Por favor, dime que no vienes a recriminarme -se apresuró a decir, bajando un par de escalones para acercarse a ella-. Sé que he sido una estúpida estos últimos meses. Este año en general, y desde que me dijiste que esperabas a David... Pero te juro que te lo voy compensar, eres mi mejor amiga y...

- Rach, tranquila -dijo ella levantando las manos-. No vengo a recriminarte nada. Solo... le he pedido a Tony que me dé algo de tiempo, y necesitaba hablar contigo. Necesito una amiga.

La comprensión se abrió paso en la expresión de Rachel, y la miró dolorosamente.

- ¿Has dejado a tu marido?

- Le he pedido tiempo -matizó, sin querer ser tan definitiva.

Rachel asintió con la cabeza.

- ¿Necesitas un lugar donde quedarte? -preguntó, y miró escaleras arriba en dirección a su piso-. Remus y yo estamos algo apretados pero...

- No te preocupes, pensaba pedírselo a Grace. Ellas tienen más sitio libre. Solo quería hablar contigo. Ya sabes, tener una noche de chicas como las que solíamos tener en Hogwarts.

Rachel la miró con culpabilidad y se subió el bolso que estaba cayendo por su brazo.

- Gis, lo siento... Entro a trabajar ahora. Sabes que en cualquier otro momento lo haría pero la semana que viene es luna llena y ya pedí tiempo libre.

Gisele hizo una mueca.

- Se me había olvidado que hoy es sábado -dijo con rabia, pero de repente su expresión se iluminó-. ¿Y no puedo acompañarte?

Rachel se quedó paralizada.

- ¿A mi trabajo?

No es que no pudiera, a fin de cuentas trabajaba en un lugar público y algunos compañeros llevaban compañía de cuando en cuando. Pero no era un ambiente en el que imaginara a ninguno de sus amigos. Ella se había acostumbrado a él a duras penas, por pura necesidad. Pero era tan lejano a lo considerado normal en los términos del mundo mágico que no les imaginaba a ninguno de ellos.

Gisele la miró con cautela.

- Bueno, a no ser que te moleste...

- No -dijo rápidamente-. No, claro que no me molestas. No me lo esperaba, pero claro. Sí, ven. A mi jefe no le importará, vamos.

Tardaron algo más de veinte minutos en llegar hasta el local donde trabajaba Rachel. Fue la primera vez que Gisele tomó el metro, una experiencia que le sacó una pequeña sonrisa que alegró a su amiga, aunque después del divertido recorrido de las máquinas de entrada no le gustó tanto el tren atestado de gente ni los olores que había dentro de los vagones. Rachel no pudo evitar reírse ante la cara de alivio de Gisele cuando ambas salieron por la boca del metro de Piccadilly Cyrcus, que estaba repleto de gente a esas hora, y comenzaron a andar en dirección al Soho.

- Con el tiempo te acostumbras a la aglomeración y los malos olores -dijo, y Gisele la miró desconfiada.

Diez minutos después entraban por la puerta del local donde trabajaba Rachel, una pequeña discoteca de ambiente, que en esos momentos comenzaba a recibir a los primeros clientes de la noche. La acompañó a una salita reservada para empleados, donde se encontraron a algunos de sus compañeros fumando y preparándose para la noche.

- Buenas noches a todos -dijo Rachel con una voz más animada a la que Gis se había acostumbrado a escuchar en el último año-. Hoy he traído a una amiga. ¿Creéis que al jefe le importe?

- Si no le ha importado cuando este se trae sus ligues, yo creo que ya lo aguanta todo -dijo uno de sus compañeros señalando despectivamente a otro con el cigarro que tenía en la mano. Su compañero le enseñó el dedo corazón.

Gisele se sentía como pez fuera del agua. Jamás había conocido a gente como ellos, tan raros vistiendo, tan estrafalarios y con unas formas de comportarse tan dejadas. No sabía cómo comportarse, y le extrañaba la naturalidad con la que lo llevaba Rachel que siempre había sido más tímida y menos sociable que ella. De repente se sobresaltó al notar a una chica algo mayor que ella examinándola muy de cerca. Tenía la mitad de su cabeza rapada y la callebera restante rizada y teñida de morado. Además, tenía varios tatuajes en el pecho y los brazos y piecings por toda la cara.

- ¿Se vuelven a llevar las túnicas? -dijo tomando entre sus manos la falda de su túnica, que hasta ese momento había considerado como apropiada-. En fin, dicen que todo vuelve. Un color un poco soso, preciosa, un sábado por la noche deberías arreglarte un poco más, que tienes cuerpo para ello. Así no vas a pillar nada -añadió, guiñándola un ojo.

Era la ropa con la que había salido de San Mungo, y de repente le pesaba como una losa. Tenía la garganta seca así que solo atinó a sonreírle y hacer un sonido vago con la garganta.

- No la agobies, Leney, no ha venido a "pillar" nada. Solo quería despejarse un poco mientras su marido y su hijo se quedaban en casa -intervino Rachel rescatándola.

La cara de Leney hizo una mueca de pena.

- Siempre me pasa igual, qué buen ojo tengo.

Rachel se rió y Gisele imitó a su amiga, aunque no había comprendido ese intercambio. Rachel la guió hacia una caseta ubicada a la entrada del local, con un montón de perchas vacías a sus espaldas y se sentó en el taburete de una barra, mientras la invitaba a tomar asiento a su lado.

- Hoy te toca ayudarme, aunque puedes bailar luego si quieres. Mientras no des problemas al jefe no le importará.

Gisele lo hizo, se sentó a su lado y fue observando el ambiente en silencio durante un rato mientras Rachel se encargaba de guardar los abrigos de los recién llegados, dándoles un ticket para recogerlos a la salida.

- Así que esto es lo que haces -dijo al cabo de un rato-. Trabajas en el guardarropa.

Rachel asintió con la cabeza, sin mirarla.

- Así es.

- Supongo que no era esto lo que me esperaba cuando dijiste que trabajabas en un bar de copas.

Rachel la miró con condescendencia.

- ¿De verdad crees que alguien querría una chica como yo en la barra de un bar de moda? -preguntó, señalándose la cara donde se vislumbraban las cicatrices a pesar del gran maquillaje que llevaba encima-. Bastante con que puedo trabajar de cara al público. Y eso porque aquí son muy abiertos de mente.

- Ya me he fijado -observó ella-. Oye, ¿a qué venía el comentario de antes de Leney?

La cara de Rachel volvió a verse divertida.

- ¿Aún no te has dado cuenta? Este es un bar de ambiente.

Gis la miró sin comprender, y luego paseó su mirada por el local, bastante concurrido a esas horas, y con la música cada vez más alta.

- ¡Son gays! -explicó Rachel divertida-. ¡Homosexuales! Hombres con hombres y mujeres con mujeres.

Gis la miró sorprendida, y quizá algo escandalizada. En el mundo mágico era algo muy tabú, no era común, no estaba bien visto. Obviamente no había locales donde parejas del mismo sexo fueran a bailar juntas. Y de repente se dio cuenta del modo en que bailaban muchas de ellas y se sonrojó furiosamente, sintiéndose estúpida por no haberse dado cuenta antes. Rachel se echó a reír.

- ¿De verdad no te diste cuenta de que Leney estaba coqueteando contigo?

La expresión de Gisele solo le hizo reír más.

- ¡Qué raro! ¿Leney coqueteando? -dijo otra voz sarcástica de espaldas a ellas.

Ambas se sobresaltaron y se giraron al mismo tiempo. Mientras Gisele se sintió cohibida ante el corpulento hombre de dos metros con barba y tatuajes que estaba frente a ella, Rachel sonrió abiertamente.

- Buenas noches, Dylan. Hoy hay muy bien ambiente.

- Se nota que llega el verano -coincidió él-. Dime Scar, ¿quién es tu amiga?

- Gisele. Gis, te presento a mi jefe, Dylan -dijo relajadamente.

- Encantada, espero que no le moleste que esté aquí.

Dylan daba menos miedo cuando sonreía.

- En absoluto, dos manos más en el guardarropa. También puedes salir a bailar un rato. No quiero presumir, pero tenemos la mejor música de la ciudad.

Gis sonrió y asintió, y de hecho al rato tuvo que salir a bailar con él ante su insistencia. No esperaba que su primera noche fuera del hospital fuera tan divertida, se rió y se relajó de verdad. La gente bailaba y bromeaba con ella, ninguno la miraba con lástima y nadie sabía nada de lo que le había ocurrido. Era como empezar de cero. Allí podía ser ella misma, no había nadie mirándola y analizando su pasado y sus traumas.

A medianoche volvió hacia el guardarropa de Rachel, con un par de copas de más y una sonrisa pintada en la cara. Su amiga la miró sonriente.

- Me alegra verte tan contenta -dijo.

- Aquí es fácil. Ahora entiendo por qué te veo aquí más relajada. Con ellos es más sencillo.

Rachel asintió.

- La verdad es que los muggles, o al menos estos muggles, son más modernos que los magos. Es fácil estar con ellos, solo quieren divertirse y olvidarse de sus problemas. Ellos también sufren sus persecuciones personales, pero aquí son ellos mismos, y tienen una mentalidad mucho más abierta. No juzgan.

Gis miró a su amiga seriamente, y finalmente el alcohol le tiró de la lengua y le hizo preguntarle algo que en otras ocasiones tendría suficiente tacto como para no hacerlo.

- ¿Qué les has dicho para que te contrataran? Digo, con las cicatrices y la luna llena, es raro que te haya durado tanto el trabajo.

Rachel hizo una mueca y Gisele pensó que se había enfadado, pero después suspiró.

- De las cicatrices les dije que me las hice de niña, en un incendió en mi casa donde murieron mis padres -hubo un pequeño silencio donde ambas recordaron a la fallecida madre de Rachel y a su padre, en estado vegetativo en San Mungo-. Y como aquí son muy de apodos, enseguida me cayó el de Scar. Y lo cierto es que mientras haga horas extra y no cobre demasiado, Dylan no pregunta cuando le pido unos días libres al mes. A él solo le interesa que las recupere.

Gis asintió, mirando de nuevo la pista de baile.

- Este sitio ayuda a quitar todas las penas. Tengo que volver. Y tenemos que traer a Grace para que se anime de una vez por lo de Sirius.

Rachel hizo una mueca recordando la escenita de esa mañana, pero decidió no contárselo a Gisele.

- ¿Tú crees que acabarán arreglándolo? -preguntó su amiga, y ella negó con la cabeza recordando sus expresiones heridas.

- La verdad es que me sorprendería. Se han hecho mucho daño el uno al otro...

Gis hizo un mohín, pensando en Tony. Sabía que su decisión le había hecho daño, pero ella también sufría cada que le miraba a la cara, oía su voz y recordaba. Suspiró.

- ¿Y tú qué? -preguntó de golpe.

- ¿Y yo qué? -cuestionó Rachel confusa.

- Tú y Remus. Sé que pasa algo. Lleva pasando meses.

Rachel desvió la mirada y hundió los hombros.

- Siento algo por otro tío -confesó-. Se lo dije a Remus hace un par de meses, y su reacción fue apartarse y no hablarlo. Pero tampoco me ha dejado.

- ¿Y en eso estáis? ¿Qué pasa con el otro, quién es? -preguntó Gisele acercándose a ella.

Rachel tragó fuerte. Ni en sueños le confesaría que el otro hombre era Benjy. Pero sí le dijo algo.

- Le besé. Nos besamos, más bien. Y después de eso le he ignorado y he tratado de solucionarlo con Remus porque me sentía culpable. Remus sabe que algo va mal pero no hace nada por hablarlo. Ahora mismo nuestra relación es casi puramente sexual.

Gis la escuchaba negando con la cabeza, sintiendo pena por su situación también.

- Esto es un desastre... Al final solo Lily va a tener su "felices para siempre" -dijo.

Y Rachel asintió pensativamente. Al menos una de las cuatro lo conseguiría.


Pero la vida de Lily no estaba en su mejor momento, y claramente ella no se sentía capaz de ver si su "felices para siempre" llegaría pronto. Más bien se sentía al borde del abismo, a punto de caer en la más absoluta oscuridad.

Esa tarde se había aparecido en Manchester, sabiendo que Petunia no la quería cerca en los preparativos de su boda pero queriendo ver a su madre. Y no se había encontrado algo bonito.

Amanda Evans estaba sola, acomodada en el sofá de la pequeña salita con una manta sobre las piernas y tratando de buscar la mejor combinación para el ramo de flores que llevaría su hija en la ceremonia. Desde la cocina podía escuchar a Petunia hablar con sus amigas del resto de planes. Faltaba solo un mes para el gran evento. Lily no quería unirse al grupo que la miraba con la nariz en alto y el ceño fruncido como si oliese mal, por lo que se sentó junto a su madre en el sofá.

Entonces fue cuando se dio cuenta de que sus manos temblaban al tratar de abrir los pétalos con suavidad.

- ¿Estás bien, mamá? -preguntó, tomándoselas y notando su piel fría.

Su madre la sonrió para tranquilizarla, pero eso solo resaltó sus ojeras y su palidez.

- Claro que sí, cariño. Estos días me están doliendo un poco las extremidades y los huesos, nada especial. Debe ser el clima.

Y continuó eligiendo entre la multitud de flores que tenía esparcidas en la mesita.

Lily la miró alarmada. El dolor de huesos y de extremidades no era por el clima, y menos cuando el verano ya estaba notándose cada vez más en el ambiente. Eso significaba que el cáncer estaba extendiéndose. Era una mala señal, el tiempo se acababa. Y ella seguía sin avanzar en sus investigaciones, logrando encontrar una cura en la magia que los muggles aún no habían hallado. Si no se daba prisa, su madre moriría y ella no podría evitarlo.

- ¿Y tú estás bien, cielo? Te veo cansada -preguntó su madre mirándola fijamente.

Ella era consciente de que no tenía su mejor aspecto. Entre sus prácticas en San Mungo, su investigación secreta con Gideon y su indagación para lograr una poción que curara, o al menos frenara el avance el cáncer, lo cierto es que llevaba días prácticamente sin salir a la calle. Estaba pálida y hacía semanas que no dormía más de cinco horas al día.

- Claro. Solo cansada por las prácticas, pero muy feliz -respondió forzando su sonrisa más convincente.

Si su madre era capaz de callarse y aguantar los terribles dolores que debía tener por el cáncer, qué menos que ella apretara los dientes ante un simple cansancio general. Pero Amanda siempre fue muy suspicaz, y no se acabó de creer las explicaciones de su hija pequeña.

- ¿Segura? ¿Todo está bien con James?

A Lily le extrañó esa pregunta. Precisamente con James era con el único que no tenía problemas. Si bien hacía unas semanas que se veían poco, al menos él se mantenía firme, como una roca, a su lado. Le había apoyado cuando su madre recayó en su enfermedad, y también comprendió sus horarios en San Mungo. Lo cierto era que, ahora que lo pensaba, lamentaba haberle dejado solo en Londres esa tarde, en el único día que tenía libre. Pero ella quería visitar a su madre y él no protestó mucho cuando se lo dijo.

- Con James todo estupendamente, mamá. Es fantástico.

Su madre la sonrió, dejando las flores de lado.

- Yo también lo creo -dijo con una sonrisa cómplice-. Sabes que él me encanta. Se nota que te quiere y te respeta y, sobre todo, que tú le quieres a él. Eso es lo más importante para mi. Me deja muy tranquila saber que le tienes a él.

La sonrisa de Lily flaqueó.

- Mamá, no me gusta el tono que estás empleando.

Amanda hizo una mueca y pasó un brazo alrededor de los hombros de su pequeña.

- Cariño, eres inteligente. Es una conversación que no he tenido con Petunia, porque bastante agobiada está con la boda. Pero tú y yo sabemos que no me queda mucho tiempo. Sé que lo has hablado con papá y sabes lo que me ha dicho el médico.

Los preciosos y verdes ojos de Lily comenzaron a aguarse. Eso era algo que se había negado a sí misma, empeñada en que conseguiría encontrar la cura a tiempo. Simplemente la realidad de un cáncer terminal era algo que no podía aceptar. Ni siquiera le había dicho a James que su madre estaba tan grave. Desde que su padre se lo había confesado, ella no había vuelto a hablar del tema.

- No pierdas la esperanza, mamá. Estoy estudiando duro, investigando todo lo posible. Te prometo que encontraré la cura antes de que sea tarde.

Amanda le sonrió, limpiando la lágrima rebelde que había escapado de sus ojos.

- No quiero que pongas más presión sobre tus hombros, Lily. El destino es el que es, y yo lo he aceptado. Estoy en paz conmigo misma, solo lamento dejaros tan pronto. Afortunadamente, no es un adiós para siempre.

En otra ocasión Lily habría discutido con su madre por utilizar un tono tan religioso, basándose siempre tanto en una fe en la que tenía devoción y que le venía de familia. Ella, cerebral como su padre y ayudada porque el mundo mágico daba explicaciones que negaba el muggle, era muy ajena a ese tipo de cosas. Pero, por un momento, deseó creer en lo sobrenatural tal y como lo hacía su madre, porque parecía que realmente le daba fuerzas. Y si era así, ella era capaz de pasar por alto lo absurdas que consideraba sus creencias de un más allá.

- Solo pido que esta enfermedad me de tregua hasta la boda de Petunia, y poder irme con la imagen de ella vestida de novia y de mi pequeña Lily acompañándola en el altar, las dos unidas como cuando eráis pequeñas. Aunque me da mucha rabia saber que no podré ver tu boda ni conocer a mis nietos.

La pelirroja estuvo a punto de echarse a llorar de verdad. No solo por el tono de despedida que estaba usando, sino por todo lo demás. Todo lo que su madre se perdería si no conseguía la cura a tiempo, y todo lo que soñaba alcanzar a ver. En ese momento incluso se sintió capaz de dejar todo atrás con Petunia y tener con ella la relación que su madre soñaba.

- Mamá, ya vale -la interrumpió-. No estás a las puertas de la muerte, aún quedan medidas por aplicar.

Amanda sonrió con su calma habitual y le guiñó un ojo, retomando la tarea con las flores.

- Tranquila, cielo. Ya sabes que yo no soy de rendirme fácilmente. Ha sido solo un momento de bajón.

Sí, y eso era lo que le preocupaba a Lily, que alguien con la fortaleza de su madre tuviera esos momentos de bajón. Eso significaba que se veía mal, y no le ayudaba a calmarse precisamente. Algo le decía que el tiempo de su madre estaba acabándose rápidamente. Y ella jamás se había sentido tan impotente.


El domingo amaneció soleado, y la vida hervía en un ir y venir en el gran barrio londinense de Camden. Con un colorido, variado y más que animado público, el mercado más famoso de la ciudad abría sus puertas a los londinenses y los turistas, que se mezclaban entre los puestos fijos y ambulantes que serpeteaban por las calles y la plaza.

Peter atravesó el gentío que llenaba los puestos de ropa y calzado de la zona del Camden Market y se introdujo en el Camden Lock, donde el mercado estaba más centrado en antigüedades, arte y artesanía. Allí era donde April tenía su puesto fijo en la plaza, con el que se ganaba humildemente la vida. Y allí se encontraba ella, con sus ropas coloridas, sus flores en el pelo y su sonrisa enérgica.

- ¡Ey! ¿Qué haces aquí? -preguntó encantada al verle aparecer.

Él se mostró un poco azorado, pero ya no era lo mismo que al principio. Ya podía hablar con ella sin sonrojarse continuamente, la intimidad entre ellos era mayor.

- Tenía curiosidad por ver cómo es el mercado del que siempre hablas. Así que esto es Camden.

- ¿Nunca habías venido? -preguntó April abriendo exageradamente los ojos.

Peter quiso haberse evitado ese comentario que le hacía quedar tan mal, teniendo en cuenta que residía en la ciudad desde que era pequeño.

- Creo que Sirius me trajo una vez, pero yo estaba algo borracho para recordarlo -dijo con una sonrisa avergonzada, frotándose la nuca con una mano.

April se echó a reír.

- Menudo grupo estáis hecho -dijo rodando los ojos divertida.

Peter apreció su risa en silencio por unos segundos. Le encantaba esa chica. Era tan abierta, tan alegre, tan despreocupada... Precisamente lo contrario a él, por eso le fascinaba. Cuando se dio cuenta de que llevaba varios segundos mirándola en silencio y que ella le miraba divertida, carraspeó.

- Así que aquí vendes todo lo que haces. La verdad es que está muy bien montado, ¿necesitas ayuda?

- Claro, quédate -propuso ella, abriéndole la tienda por detrás para que pudiera entrar dentro con ella.

Le recibió con un beso en los labios que él respondió contento, y le fue enseñando cómo ayudarla a medida que atendía a clientes. Enseguida Peter se vio rodeado de bolsos, pulseras, pendientes, cajas, cojines y demás productos hechos a manos, y que su novia elaboraba durante toda la semana. La afluencia de clientes era enorme y él estaba empezando a liarse con el dinero muggle.

- Peter, ese bolso vale tres libras -le dijo April mientras atendía a otro cliente.

- Sí -respondió él vagamente, contando las monedas desconocidas.

- La chica te ha dado cinco, y tú pretendes devolverle siete -insistió su novia.

Peter miro boquiabierto los billetes y luego a la muchacha que le iba a comprar el bolso, y que le sonrió con inocencia. Aunque se hubiera llevado el cambio que le daba de más sin protestar.

- Ah, tienes razón. Perdona -dijo azorado, dando la vuelta bien y despachando a la chica. Se volvió hacia April cuando el puesto se quedó más tranquilo-. No me termino de aclarar con el dinero.

- ¿Con el dinero? -preguntó ella confusa y divertida-. ¿Por qué? Cualquiera diría que vives en otro país, con otra moneda.

Peter se echó a reír para ocultar su incomodidad.

- Ya, es que yo soy un desastre, ya lo sabes.

- ¿Cómo te las apañas en la librería? -preguntó ella con curiosidad.

- ¿En la librería? -preguntó él, tratando de pensar deprisa-. Bueno, utilizamos otro sistema.

- ¿No funcionáis con dinero?

- No... Es más bien... como un intercambio -dijo vagamente, sin que se le ocurriera nada mejor.

Sin embargo eso pareció emocionar a su novia.

- ¿Trueques? ¿En serio? Oh, cuéntame más. Nunca hablas de ti mismo más allá de tus amigos. Cuéntame sobre la librería. Bastante rabia me da que no quieras llevarme.

Otro tema tabú más. Esa conversación se estaba volviendo realmente incómoda.

- No es por mi, es que mi jefe es un cascarrabias. No quiero darle opciones a que me eche una bronca o me despida -dijo recordando a su jefe, que en realidad era bastante blando e indulgente.

Pero April desechó la idea con despreocupación.

- No te preocupes, no insistiré -le prometió-. No necesito que me lleves a tu trabajo para integrarme. Hay más cosas.

- ¿Ah si? -preguntó, temiendo lo siguiente que se le hubiera ocurrido.

- Claro -dijo ella con obviedad-. Como tus amigos. Les conozco bien, sobre todo a Sirius, pero sé que hay más gente en el grupo, otras chicas. Me encantaría conocerlas, tener más relación con todos ellos.

Sí claro, no quería ni pensar en ella entre sus amigos magos y brujas. Lo veía tan fuera de lugar...

- April, ¿tú crees que es necesario? -preguntó inseguro.

Ella dejó de colocar las carteras sobre el mostrador y le miró haciendo un puchero.

- Vamos Pete, tú conoces a mis amigos. Solo pido que me ayudes a sentirme más como tu novia. A veces creo que me escondes.

- Por supuesto que no -respondió con vehemencia-. Tú eres lo mejor que me ha pasado.

Ella sonrió.

- ¿Y entonces?

- ¿Entonces qué? -preguntó él.

- ¿Que cuándo piensas presentarme a tu madre?

¡¿Qué?! Su chica no se lo había pensado bien. Obviamente ella no conocía a su madre pero si lo hiciera sería consciente de que aquello era una malísima idea. La tradicional Jocelyn Pettigrew no era una persona racista ni que se creyera superior por ser bruja, pero de ahí a parecerle bien que la novia de su único y decepcionante hijo fuese una hippie muggle era ser muy optimista. Peter temblaba solo de imaginarse su reacción.

- ¿Qué te parece si organizo un encuentro con mis amigos? -propuso como mal menor. April se echó a reír al haberle cazado.


- Entonces, ¿has hablado con Gis? -le preguntó Remus a Rachel esa tarde.

Había sido una sorpresa que su novia apareciera a buscarle en el supermercado en el que trabajaba, pero como últimamente ella parecía tan empeñada en compensar los errores de meses pasados, él no quería estropearlo. Andaba con ella con pies de plomo. No había vuelto a mencionar al otro hombre por quien parecía que sentía algo, y tampoco tocaba temas controvertidos de su relación. Ambos preferían hablar de temas ajenos, como sus amigos; pero él no rechazaba a Rachel siempre que se lanzaba hacia él. La abrazaba y le hacía el amor con pasión y ternura, evitando mostrar que se daba cuenta cuando la mente de ella se ausentaba. Tenía miedo de que en esos momentos ella estuviera pensando en el otro.

Rachel caminó a su lado, observando el ambiente del West End en la tarde soleada de un domingo. Sus manos se rozaban al caminar juntos, pero no terminaban de estrecharlas.

- Sí, he hablado con ella. Pero no parece que vaya a volver a casa pronto, y yo no quiero presionarla después de lo que ha pasado.

- Tony está fatal -dijo él, pues había ido a verle.

- Y ella también. Después de lo que han vivido, no sé si podrán superarlo.

Remus asintió pesadamente. En esos tiempos cada vez parecía más difícil conservar pura una relación sentimental, y a las pruebas que tenía a su alrededor y en su propia vida se remitía. Quizá le tenía que preguntar a James el truco, pues parecía que él y Lily eran los únicos inmunes a ese efecto desastroso que había la guerra con sus vidas.

Iba a tomar su mano y proponerle tomar un atajo hasta su piso, pero en ese momento unos gritos al final de la calle les distrajeron. La gente comenzó a correr hacia ellos, escapando de algo, y de lejos pudieron ver una serie de chispas que no parecían muy muggles. Guiados por su instinto, ambos se miraron y en el mismo momento decidieron correr contra corriente.

Apenas habían avanzado unos metros, internándose en el callejón, cuando una enorme explosión les levantó en el aire y les tiró al suelo, provocando un mayor pánico entre la multitud.

- ¡Rach! -gritó Remus levantándose con dificultad y tratando de ver a través del denso humo que ocupaba las calles.

- ¡Remus, aquí!

Entre unos cubos de basura, su novia avanzó hacia él cojeando, a tientas y con la varita en la mano.

- ¿Estás bien? -le preguntó, llegando hacia él, y Remus la tomó de los hombros para comprobar que no estaba herida. Solo tenía un rasguño en la ceja.

- ¿Y tú?

Rachel sacudió la cabeza.

- Saca la varita. Esa bomba no la ha producido un muggle -le dijo entre un ataque de tos.

- Avisaré a Fabian -dijo él, sacando la varita de su bolsillo.

Rachel le cubrió, tratando de poner orden en su cabeza a pesar de que casi no veía, los ojos le picaban y la garganta le ardía. La gente les empujaba al pasar por su lado, ciegos de pánico, buscando huir de algo que no comprendían. Los cuerpos se amontaban por esa calle transversal y estrecha que daba a Picadilly Circus.

Apenas a 20 metros de ellos parecía estar el foco de la batalla, de dónde salían los gritos más desgarradores rodeados de un silencio sepulcral. Los haces de luces se mezclaban con el ladrillo de la pared, y un par de personas trataban de arrastrarse fuera del local con dificultad entre los cuerpos inmóviles. Parecía un restaurante, por las mesas y sillas destrozadas y esparcidas por el lugar, pero aquello estaba absolutamente destrozado después de que la cristalera que daba a la calle hubiera explotado.

- Están torturando a alguien -le susurró a su novio, pegándose contra la pared para que no se les viera desde dentro del local.

Una vez conjurado su patronus, Remus miró alrededor con el ceño fruncido.

- Algo está mal aquí.

- ¿Qué?

Remus siguió inspeccionando el lugar durante unos segundos hasta que la realidad le golpeó y abrió los ojos alarmado.

- No está. El edificio no está. Donde viven Lily y Grace.

Rachel le miró con los ojos muy abiertos y miró alrededor.

- No es esta calle -aseguró.

- Sí que lo es. Y el edificio tendría que estar justo aquí delante, y no esta pared de ladrillos.

Palpó la pared, pero parecía sólida. No parecía que la explosión le hubiera afectado. Todo eso no tenía sentido.

- Remus, no bromees con eso. Gis está allí con Grace ahora allí.

- Yo solo digo...

- Ey, miren quiénes están aquí de paseo -siseó una voz a sus espaldas.

Ambos se giraron al mismo tiempo que tres mortífagos encapuchados les apuntaban con las varitas. No habían reconocido la voz pero estaba claro que los otros sí sabían quiénes eran. No les dio tiempo a conjurar un escudo, Remus saltó sobre su novia para tirarla al suelo justo un segundo antes de que un rayo verde golpeara el punto de la pared donde había estado su cabeza.

Apenas habían levantado la mirada cuando oyeron unos gritos al fondo de la calle y dos de los encapuchados cayeron desplomados. Rachel pasó un brazo por debajo de Remus y apuntó al tercero.

- ¡Desmaius!

El aludido conjuró un escudo a tiempo, pero no llegó a evitar el codazo que Gideon le metió en la nariz cuando llegó a su lado.

- Justo a tiempo -exclamó Remus poniéndose de pie de un salto.

Fabian y Marlene llegaron justo después, internándose corriendo en el local tras los gritos de tortura que aún persistían. Un poco rezagado, Benjy se quedó a inspeccionarles.

- ¿Estáis bien?

El grito de alerta de Marlene los distrajo de contestar, y de repente la calle se había llenado de mortífagos. ¿Cuándo habían llegado? Las conversaciones quedaron olvidadas y todos se pusieron en acción. Los escombros volaron cuando uno de los encapuchados dirigió su varita al suelo, y Remus y Gideon tuvieron que apartarse para no ser aplastados por una columna de piedra.

- ¿Se puede saber cómo lo hacéis para encontraros siempre en medio de cosas como esta? -le preguntó el gemelo, haciendo explotar la columna que les había aislado.

- Llevo un año preguntándome lo mismo -repuso Remus, haciendo un giro de muñeca y provocando que el mayor trozo que había quedado cayera contra los dos mortífagos que luchaban contra Benjy y Rachel.

- ¡Ahí llega la caballería!

Y era cierto, tan solo unos minutos después esa calle fue controlada por agentes del Ministerio de Magia y estudiantes de la escuela de Aurores. James y Sirius estaban entre ellos, aunque fingieron no conocerles cuando pasaron a su lado.

- Vamos -dijo Fabian guiando a Marlene con un brazo sobre sus hombros y agarrando del codo a Remus-. Dejemos que Moody y los demás se encarguen.

Ese era el modo a seguir de la Orden, colaborar y quitarse de en medio. Nadie debía reconocerles ni hacerse preguntas. Y, aunque había quien podía sospechar al encontrarse siempre las mismas caras, lo cierto es que tener en el cuerpo de Aurores a gente como Moody, Alice y Frank y, en breves, a James y Sirius, favorecía mucho la carrera.

- ¿Sabéis qué objetivo podían tener? -preguntó Benjy en voz baja.

- Han estado torturando a Imelda Follet, la mano derecha de Crouch -repuso Marlene fingiendo atarse la cazadora para retrasar su partida, aunque miraba con disimulo alrededor-. No sé si sobrevivirá. Dentro debe haber como una doce de cadáveres.

- Esto es un restaurante mágico bastante conocido -dijo Benjy señalando el letrero caído-. Viene gente importante, y suelen controlar mucho la seguridad. Debe haber habido una filtración.

- Eso ya lo averiguarán los aurores -insistió Fabian empujándolos.

Remus se dejó llevar pero agarró a Gideon de la pechera de su túnica.

- El edificio -le dijo con urgencia-. Aquí debería estar el edificio de la casa de Grace y Lily.

El padrino de su amiga frunció el ceño y miró hacia arriba, donde la pared de ladrillos se extendía varios metros.

- No, está en una calle más ancha.

- ¡Que no! -exclamó Remus ya nervioso-. Lo conozco perfectamente, esta pared no estaba aquí, y la calle era más ancha.

Los demás comenzaron a contagiarse de su nerviosismo, y Marlene se saltó la norma de pasar desapercibidos para hablar con uno de los aurores que estaban llevando las pocas detenciones que habían podido realizar.

- ¡Eh! En este lugar había un edificio que...

- Sí, el de los peces gordos -repuso otro auror saliendo del restaurante, permitiendo que el anterior siguiera con su trabajo-. Tiene su propio mecanismo de seguridad. ¿Cómo conocen ustedes su ubicación?

- Una amiga mía vive aquí. Me he acercado preocupada -repuso Marlene sin titubear, acostumbrada a mentir con facilidad.

Si el auror sospechó algo no dio muestras de ello. Les hizo un gesto y los guió a un punto más alejado donde varios aurores estaban hechizando la pared.

- El edificio está diseñado para repeler los ataques. Al percibir hechizos ofensivos en un área cercana ha desaparecido, se ha bloqueado y ha hecho aparecer esta pared de ladrillos. Creemos que es lo que ha provocado la gran explosión. La seguridad en este caso es total.

- Entonces, ¿no se han enterado de nada? -preguntó Fabian.

El auror agitó la cabeza, esquivando un cadáver que había en el suelo.

- Ni ellos pueden ponerse en contacto con el exterior, ni nosotros con ellos hasta que se desbloquee. Ya hay aurores especializados en ello, tardarán unos minutos. Ustedes quédense aquí, no molesten y antes de acceder deberán ser registrados.

Y les dejó allí a los seis, que quedaron incómodos al haberse expuesto. Sin embargo, nadie parecía sospechar de ellos. Los aurores seguían trabajando en desbloquear la seguridad, observados de cerca por varios estudiantes. James y Sirius estaban entre ellos, mirando el lugar nerviosos y cuchicheando entre ellos.

Tardaron unos minutos, pero pronto los hechizos parecían ir funcionando y se abrió un boquete en la pared. De ella fueron saliendo hombres, mujeres y niños desorientados. Cuando Grace y Gisele caminaron hacia el exterior, Marlene y Rachel se adelantaron corriendo hasta ellas. Parecían confusas y perplejas, pero aun así sus amigas las abrazaron.

Remus se acercó sigilosamente hacia James y Sirius, que trataban de mantener la compostura.

- ¿Y Lily? -le preguntó a James preocupado.

Su amigo sacudió la cabeza.

- En San Mungo, de guardia. Está bien, ya me he asegurado.

Sirius no habló, pero Remus siguió su mirada y comprendió que se había preocupado realmente al conocer la ubicación del ataque. Grace también miró en su dirección, y a Remus le hubiera gustado que aprovechara ese momento para que hubiera algún avance entre sus amigos. En vez de eso, Grace se acercó y fue a él al que abrazó con fuerza. Él la correspondió y, al mismo tiempo, mandó una mueca a Sirius por encima de la cabeza de Grace. Este se había puesto una máscara de indiferencia mientras que James le acariciaba el brazo a su amiga.

- No sabíamos qué ocurría. Oímos gritos y hechizos, pero de repente el propio edificio se bloqueó y no nos dejaba escapar. Los de seguridad parecían tranquilos, pero se ha hecho eterno estar ahí dentro sin poder hacer nada -les contó ella.

- A mí al menos me tranquiliza saber que la seguridad funciona -respondió James con una pequeña sonrisa.

- Venga -intervino Remus-. Están revisando a todo el mundo para asegurarse de que estáis bien. Vamos a ello.

Pasó un brazo por los hombros de Grace y la guió hacia el grupo en el que se había integrado también Gisele.

Entonces todo sucedió a cámara lenta. Uno de los cuerpos que estaba en el suelo, aparentemente muerto o inconsciente, sacó la varita y apuntó hacia la pared abierta. Al mismo tiempo Grace se abrazó a su mejor amigo e invocó un escudo protector. Desde la distancia, Remus vio que Fabian tiró a Marlene y Gis al suelo para protegerlas, y también que Gideon trataba de alcanzar a Rachel mientras que Benjy gritó una advertencia a los aurores más cercanos, dando un paso hacia ellos.

Y de repente todo explotó.

El caos fue total, y las voces y los gritos se confundían en el aire. Saliendo del escudo tras de incorporarse y asegurarse de que Grace estaba bien, Remus buscó a su novia con la mirada. Estaba tratando de zafarse del abrazo de Gideon, que la alejaba de varios de los cuerpos que estaban esparcidos entre los restos de la pared. Rachel lloraba, pataleaba, gritaba y extendía las manos tratando de agarrar algo indefinido.

Siguiendo su desesperada mirada, Remus logró reconocer a Benjy inconsciente entre los cascotes y trozos de ladrillo. Un reguero de sangre salía de su cabeza, y varios escombros lo tenían semi enterrado La preocupación se hizo paso en su pecho pero, entumecido, volvió a mirar a su novia, que arañaba a Gideon tratando de soltarse.

- ¡Benjy, Benjy! -gritaba entre lágrimas mientras su amigo tiraba de ella para dejar paso a los sanadores y el resto de aurores.

Y de repente lo entendió, de un modo tan claro que se sintió absurdo por no haber visto algo tan obvio y que había estado frente a él todo el tiempo.


Horas después, la Orden estaba reunida de madrugada. Tras el caos del ataque habían sido expulsados de la zona y se encontraron con varios compañeros que llegaban en ese momento a ayudarles.

Aprovechando el descontrol, la mayoría de los mortífagos habían huido, y la fachada del edificio había quedado seriamente dañada, aunque las inquilinas habían recibido el aviso de que ya podían volver a sus casas.

Cuatro aurores habían muerto en la explosión, y una quincena de personas estaban heridas de diversa consideración o desaparecidas bajo los escombros. Sirius llegó una hora después al refugio de la Orden, lleno de polvo y con sangre en la cara. Grace no se contuvo de abrazarle junto a Remus. y ninguno lo tomó de una forma extraña, porque la preocupación que tenían todos era algo serio. James no venía con él. Su amigo contó que se habían separado durante la explosión y no había vuelto a verle. No le habían dejado quedarse a buscarle.

Paulatinamente también llegaron Peter, Alice, Lily, Dorcas y los demás. Frank también había estado en el ataque, y nadie sabía nada de él. Moody había mandado un mensaje para pedir calma a primera hora de la noche, pero no les dijo nada ni de James, ni de Frank ni de Benjy. Tampoco había vuelto a mandar señales.

Lily, a la que habían mandado a casa tras superar su límite de horas de guardia, estaba desmejorada, con grandes ojeras, y llevaba más de 24 horas sin dormir. Solo la intensa preocupación la mantenía aún despierta. Pasó horas lamentándose de no poder estar en San Mungo, pero poco después cayó en un mutismo absoluto, sin apartar la mirada de la puerta. Alice y Grace, una a cada lado suyo, le sostenían las manos con fuerza.

Rachel se paseaba como un león enjaulado, con las lágrimas derramadas surcando sus ya secas mejillas, por lo demás cubiertas de polvo. No había querido ayuda para limpiarse ni para arreglarse. La preocupación y la desesperación de no tener noticias era evidente en su rostro. Sentado en una silla, solo y callado, Remus observaba cada una de sus reacciones. A su lado, resignados a que él no hablara, Sirius y Peter cuchicheaban preocupados por el paradero de James.

Pasaban las dos de la mañana cuando la puerta se abrió, dejando paso a Albus Dumbledore. La mayoría no se movió, aunque Rachel avanzó un par de pasos con una expresión intensa en su mirada. Sin decir nada, Dumbledore abrió más la puerta y dejó paso a las dos personas que le seguían. Frank ayudaba a James a caminar, pues cojeaba bastante de la pierna izquierda, pero los dos llevaban las mismas sonrisas cansadas impresas en el rostro y se notaba que habían sido atendidos.

Como sincronizadas, Alice y Lily se pusieron de pie de golpe y corrieron a sus brazos aliviadas. Los demás se acercaron paulatinamente a ellos.

- No vuelvas a hacerme esto, imbécil -le reprochó Sirius a James al abrazarle-. Casi me muero del susto cuando me he levantado y no estabas.

James le sonrió, con una labio partido y las gafas torcidas.

- Ya sé que me quieres Canuto, pero no seas tan efusivo.

- Casi estaba peor que Lily, Cornamenta. Creo que hoy tendrás que dormir con los dos para tranquilizarles -propuso Peter ganándose una risa de su amigo.

Dumbledore carraspeó para atraer la atención del grupo.

- Que sepáis que Benjy está bien. Se ha debido quedar ingresado esta noche para controlar el golpe que se ha llevado en la cabeza, pero seguramente en unos días le den el alta -hubo un suspiro generalizado, y Remus vio que los hombros de Rachel se relajaban-. Deberíais ir a descansar todos. Ya es tarde y hoy ha sido un día muy largo.

Con un murmullo el grupo se fue dispersando. Alice se colgó del cuello de su marido, asegurándose de no dejarle ir lejos, y Lily enlazó su brazo con el de James, recargando la cabeza en su hombro y venciéndose a la somnolencia. Remus, por su parte, se acercó a Rachel por primera vez en horas.

- Deberías ir al hospital -le susurró. Ella le miró confusa-. Lo sé Rachel, lo entiendo. Deberías ir a verle.

Algo en su expresión amarga le hizo ver a Rachel que esa tarde había revelado demasiado de sí misma. Durante unos segundos se dividió entre la culpa por hacerle daño a su novio y de las ganas que tenía de ir a comprobar que Benjy estaba bien. Se acercó a él titubeante, le dio un tímido beso en los labios y, con una mirada de disculpa, se marchó corriendo escaleras abajo. Remus fue el último que abandonó el refugio esa noche con una intensa sensación de vacío en su estómago.


¡Y hasta aquí puedo leer! No me odiéis, por favor. Sé que ya queríais ver cómo avanzaba lo de Remus y Rachel, y aquí lo tenéis. Él lo ha descubierto y, de nuevo, resurge nuestro Remus siempre sacrificado, que asume que a él le suceden las cosas malas porque se las merece. Dan ganas de abrazarle y de pegarle a partes iguales. ¿Qué creéis que pasará ahora?

¿Qué os ha parecido el resto del capítulo? Porfa, contadme vuestra opinión. Soy mala pero he amado escribir la macro pelea en la que todo el mundo ha acabado pegando a Gideon jeje. El pobre... Al menos eso ha servido para que Marlene y Fabian ya estén juntos.

Sirius y Grace han hablado aunque no terminan de resolverse... Aunque ella tiene razón. Cuando vuelvan deben tener claro que ya está superado el dolor, sino seguirá ahí, esperando a volver hacer daño a su relación. ¿Qué os ha parecido lo de Gis? El trabajo de Rachel tendrá su miga. Me preguntaba dónde podría ir su amiga para respirar tranquila y no sentirse juzgada por una sociedad tan tradicional como la mágica, y pensé que no habría sitio con menos ganas de juzgar a los demás que un bar de ambiente a principios de los 80. Así que volverá allí cuando no esté buscando a los responsables de lo que le ocurrió.

Y la pobre Lily... A su madre se le acaba el tiempo, y ella estará más agobiada que nunca. Encima hoy se ha llevado un gran susto con James, aunque todo haya salido bien. Ahora empieza su trama más trágica antes que la felicidad venga a su vida. Y es lógico, muchos de los que hoy reímos, ayer lloramos. Y viceversa. Esto es la vida.

¿Qué me decís de Regulus? Ahora empezará a involucrarse más en el círculo íntimo de Voldemort, lo que a su vez le acercará a su caída (que no sé si estoy preparada para escribir...). En fin, han pasado muchas cosas, ¿me regaláis un review para saber si lo estoy haciendo más o menos bien?

Gracias a todos por la paciencia, y un besazo. Espero volver pronto.

Eva.