Capítulo 12

Soho, Londres

Restaurante L´Escargot, 9pm

El elegante y pequeño restaurante francés le daba un aire campestre francés con sus paredes amarillo claro, los grandes candelabros de caoba y las gruesas mesas vestidas con blancos y almidonados manteles. Candy y Archie estaban compartiendo una tranquila cena, habiendo terminado su plato principal.

"¡Se dice que los franceses sirven porciones pequeñas, pero estoy repleto Candy!", exclamó Archie y se dejó caer en el espaldar de la silla.

Candy sonrió ante su comentario.

"¿Entonces no habrá postre para ti, hmmm?, le bromeó mientras miraba al menú de los postres.

Archie estiró su mano para tomar el menú de postres. Lo observó por un minuto y lo bajó.

"A pesar de lo apetitosos que suenan los postres solo pediré un café", dijo "Y si me apetece probarlo, tomaré un poco del tuyo", le respondió a su broma y sonrió.

"¿Quién dice que lo voy a compartir?", le preguntó Candy.

"No me digas, que te negarías a darle un bocado a tu primo – al cual no has visto por sabe Dios cuánto tiempo", le respondió con una dulce mirada burlona en sus ojos.

Candy empezó a reírse.

"Está bien, está bien, tú ganas. De la forma que lo propones, mi corazón sufre por rechazar que le des un mordisco Archie!", le dijo entre risas, haciendo como si se agarrara el corazón.

Pidieron y un poco rato después estaban removiendo sus cafés mientras compartían un trozo de pastel de merengue de limón.

"Entonces… las cosas no van bien con Annie…", dijo Candy tomando la conversación en donde la habían dejado anteriormente.

"Infortunadamente como están las cosas, no, Candy… y no se siente bien decirlo ya que es tu mejor amiga", le dijo, con su mirada volviéndose triste y pensativa.

Candy no habló. En su rostro, iluminado por el suave resplandor de la lámpara de metal que estaba sobre su mesa, él podía ver la culpa asomando por sus ojos y sintió que su corazón se oprimía. Tomó sus manos en las de él.

"No deberías sentirte culpable Candy. Si alguien se equivocó aquí, ese soy yo… Yo debí haber dicho algo… pero nunca lo hice…", dijo manteniendo sus ojos en los de ella.

"¿Y has pensado qué pasará ahora?, ¿Qué vas a hacer?, y si yo puedo ayudar de alguna manera…", le respondió Candy, sonando casi compasiva.

Archie soltó su mano y se recostó en su silla una vez más, dejando escapar un gran suspiro.

"No… tengo ni idea… por eso me sentí tan entusiasmado por viajar hasta aquí. Y que estés tu aquí lo hace todavía más maravilloso", dijo y mostró una sonrisa que se tiñó con amargura.

"No te preocupes Archie… las relaciones tiene una forma de resolverse para bien o para mal… lo verás", le respondió Candy, tratando de confortarlo de cualquier forma que pudiera.

"Lo sé, lo sé…", le dijo mientras agitaba su café con su mente viajando a otra parte durante unos pocos segundos.

Se detuvo y dejó su cuchara a un lado antes de poner su mirada de nuevo sobre ella.

"Suficiente sobre mis problemas… tú me dijiste que estabas viendo a alguien…", le dijo, con su voz volviéndose de nuevo entusiasmada.

"Sí, él es pintor Archie, y su nombre es Christian. Lo conocerás mañana. Fue invitado a una cena por su mentor esta noche por lo que desafortunadamente no le fue posible acompañarnos", dijo con un brillo en sus ojos.

Al sonido de otro "artista" en la vida de Candy, Archie frunció el ceño casi en el acto.

"No puedo decir que no me siento feliz porque vuelvas a salir con alguien Candy, ¿pero otro artista…?", la criticó sabiendo que sonaba un poco desaprobador.

A decir verdad, le preocupaba. Recordaba su historia con Grandchester muy bien. Se mantenía al corriente de su vida de vez en cuando, pero nunca había tratado de contactarlo. ¿Por qué habría de hacerlo?, Archie todavía guardaba rencor por lo que había ocurrido y cómo Terry había manejado todo. Que Susana fuera un secreto, y que Candy lo descubriera de la peor forma posible. Y por esto Archie tenía gran dificultad para compadecerse de él.

"Archie…", escuchó la voz de Candy que no quería que fuera más lejos.

"Siento tener que decirte esto, pero siempre has escuchado mi sincera opinión. Este tipo de gente es impredecible Candy. Son famosos y hay admiradoras que andan tras de ellos… ¿Por qué este tipo Christian habría de ser diferente?", Archie dejó que sus preocupaciones afloraran.

"Tú saliste lastimada una vez con algo similar…", le dijo, aunque evitando mencionar el nombre de Terry. Sería demasiado empezar una discusión en su primera noche juntos después de tanto tiempo.

Candy se mantuvo en silencio. Él podía ver sus ojos con una mirada decidida a defender sus elecciones. Y por esto, al menos, la admiraba, porque él tenía la certeza de que ella ya sabía todo lo que le estaba diciendo. Ella elevó sus ojos y lo observó.

"¿Recuerdas que en la estación te dije que algunas cosas habían cambiado Archie?", le respondió lentamente con una pregunta.

"Sí, lo recuerdo. Te quise preguntar en ese momento…", él respondió.

"Soy yo quien ha cambiado Archie… y tú puedes desaprobarlo pero he decidido desde algún tiempo y hasta ahora vivir mi vida como me parezca, sin pensar en el futuro y solo disfrutando el presente… así que por ahora Christian se ajusta perfectamente a mi vida", concluyó mientras mantenía su mirada en él.

"¿Por ahora?", le repitió Archie.

"Sí, me estoy divirtiendo y no tengo expectativas de futuro. No veo rosas y pétalos, no veo bodas y familias si es lo que te preocupa. Así que estoy manteniendo las cosas sin complicaciones Archie. Estamos pasándolo muy bien, pero no estoy comprometida con nada ni con nadie, ¿de acuerdo?"

Archie sintió como su boca se mantenía muy abierta. Las palabras de Candy pegaron en sus oídos como un golpe inesperado y sorpresivo.

"Ay Dios… Si eso no es atrevido para ti Candy, no sé qué es. No he escuchado a muchas mujeres diciendo eso"

"¿Así que es… lujuria… entonces?", la desafió con su pregunta.

Candy sintió sus mejillas enrojecer un poco y bajó sus ojos.

"Podrías decir eso también… sí… pero es un poco más que eso Archie… no es solo sexo todo el tiempo", dijo Candy con una voz baja.

Él todavía no podía creer lo que estaba escuchando. Candy hablando de sexo de manera abierta, sin querer comprometerse en una relación formal… no sabía qué sentir. Quizás ese tipo Christian era un formidable manipulador de mujeres que acarreaban una carga emocional. Sintió que la sangre le subía a las sienes y trató de suprimir este pensamiento peligroso, escogiendo darle el beneficio de la duda, hasta que pudiera encontrarse con él, cuando la oportunidad llegara.

Aquello no era algo que escuchara a menudo de ninguna mujer, si acaso alguna vez. Por supuesto que las cosas habían cambiado. El negro velo de la Gran Guerra recién se había levantado. Había regocijo en el aire, las convenciones sociales se habían hecho más liberales, atrevidas, la gente realmente estaba empezando a divertirse. Podría describirse como una reacción en masa contra las pesadillas que solo la guerra podría haber producido. ¿Y ellos?, ellos ya eran mayores. Ya no eran adolescentes, tímidos, jóvenes sin saber qué hacer o cómo comportarse. Candy tenía todas las excusas para tomar la ruta que quisiera tomar… ¿la iba a juzgar?, entenderla chocaba contra todos los principios de la clase social alta con los que él había crecido. Esos mismos principios que lo mantuvieron encadenado a un matrimonio sin amor, con una mujer que estuvo obsesionada con él desde el primer día que se conocieron. ¿Podría él ignorar esos principios que podía ver algunas veces causaban más dolor que realmente hacerle un favor a alguien?

Candy podía ver la lucha de él por aceptar sus convicciones. Ella se sentía agradecida de que su primo no se hubiera subido al carro de la moral desde el principio. Ella sabía que sería difícil aceptarla como una mujer de mente abierta, viviendo su vida en sus propios términos, en una sociedad que solo ahora había empezado a librarse de las garras de una etiqueta social sofocante. Sintió un poco de pena por Archie. Ella le había lanzado todas esas cosas y necesitaría un poco para pensar por su parte y digerirlas. Ella respiró hondamente.

"Una última cosa…", dijo ella, sonando titubeante, ya que no quería abrumar a Archie con esta conversación sobre la nueva Candy.

Él la observó, pareciendo perplejo.

"Mi nombre es Rose… White"

Sus ojos se abrieron con sorpresa. "¿Qué?", respondió, "¿Por qué?".

"Es una larga historia y ya hemos dicho demasiadas cosas esta noche mi querido primo"

Respiró hondo antes de terminar con las revelaciones de la noche.

"No me he vuelto loca, así que no te preocupes por eso… es solo que…", empezó con una voz pausada, tratando de encontrar las palabras correctas, "Una vez que pisé Londres, y habiendo decidido despojarme de mi antigua vida… me pareció natural utilizar otro nombre".

"Eso también hizo que sintiera a Albert más cerca de mí…"

"Algo así como seguir su ejemplo cuándo él vivió aquí con una segunda identidad"

Archie estaba escuchando con atención. En el momento en que salió el nombre de Albert de sus labios cruzaron miradas. Las heridas por su muerte no habían cerrado enteramente. Los dos sintieron lágrimas asomando por sus ojos.

"Lo entiendo Candy… no hay necesidad…", le respondió.

"¿Damos la noche por terminada?, ¿Tendrás que empezar temprano mañana por la mañana, para visitar la rama de las oficinas de los Ardlay en Londres?", le preguntó con un tono de voz cariñoso, aclarando su garganta, como si quisiera sacar los oscuros pensamientos de sus mentes.

Archie sonrió internamente, sintiendo la ironía. Él sabía que tendría que levantarse temprano en la mañana al siguiente día. No sabía cómo podría dormir con todas estas nuevas de Candy. Sentía que tenía mucho en que pensar. Pero lo haría en su momento, en privado… y quizás si tuviera suerte, se dormiría en algún momento seguramente. El cansancio de su viaje se encargaría de eso… al menos eso esperaba. Él asintió, aceptando su sugerencia. Candy puso su brazo alrededor de Archie mientras salían, observando su rostro callado. Una vez estuvieron en la acera ella se volvió hacia él.

"¿Puedes hacerme un favor querido primo?"

"¿Qué cosa… Rose?", "dime"

Ella puso dos dedos a cada lado de las mejillas de él y curvó sus labios en una sonrisa.

"¡Relájate por favor! ¿Lo harías por mí?", le dijo y sonrió, "No es como si el sol hubiera dejado de existir, ¿de acuerdo?", dijo y sonrió.

Los dos se estuvieron mirando por unos segundos antes de estallar en una carcajada.

"¡Tienes razón querida!, algunas cosas no han cambiado en ti. ¡Puedes hacerme reír de cualquier manera posible!", le dijo.

Entraron a su pequeña "tortuga", como Archie había decidido apodar su auto y tomaron el camino de regreso al Savoy, a pesar de su conversación, sentían la felicidad de su reunión volando por el aire de la noche.

Covent Garden

En el restaurant Rules, 11pm

La cena con Sir Robert y sus amigos había desviado a beber vino continuadamente, vaso tras vaso, por lo que muchas caras enrojecidas color remolacha y ojos vidriosos se empezaron a revelar. Todos lo estaban pasando muy bien. Christian se estaba asegurando de eso, encargándose de llenar los vasos vacíos en el momento en que los veía. En particular, el vaso que estaba delante de una bella chica de cabello castaño que estaba a su lado. Ella había dejado claro desde el comienzo de la cena su interés en él. A medida que la noche se acababa, ayudada por la cantidad de vino consumido, sus señas y comentarios se habían hecho más evidentes y notorios. Sir Robert trató de ayudar a Christian atrayendo su atención hacia la exhibición.

"Así que amigo mío… ¿estás trabajando a toda velocidad para tu exposición?", le preguntó.

Christian miró a Sir Robert agradecido por ofrecerle un descanso a la presión que la mujer, pasada de copas, lo estaba sometiendo.

"Por supuesto, Sir Robert… ¡me ciño a lo acordado!", respondió, acercándose al hombre mayor.

"Y sobre todo le agradezco especialmente por organizar todo, dadas las infortunadas circunstancias de mi previa reserva…", agregó. Christian le había ya hecho saber a Sir Robert sobre los chanchullos del dueño de la galería y la novia del pintor que le había costado tener que posponer la fecha inicial de su exposición.

"Oh!, ¡ni lo menciones amigo! Tú conoces mi opinión y pienso que ya era hora para tener tu primera muestra al público. ¡Estoy encantado de haberte podido echar una mano con eso!", le respondió a las palabras de aprecio de Christian, mientras enrollaba los lados de su grueso bigote soltándole una pesada sonrisa.

"Bien, digamos que también yo estoy muy contento de que usted haya podido hacerlo", respondió Christian.

Sacó su reloj de bolsillo. Era tarde y tenía que irse. Sintió una mano que rozaba su rodilla. Se volvió a su izquierda solo para ver la juguetona y desvergonzada mirada de Louise Becket, la joven y rica mujer que se le había insinuado toda la noche. Ella quería ver su reacción ante su caricia oculta. Él le sonrió deliberadamente, con sus ojos brillando pícaramente. Su mentor notó aquello y aclaró su garganta, rompiendo el contacto visual entre ellos dos.

"Pienso que Miss Becket necesita ir a casa…", dijo sir Robert con un tono de desaprobación por los modales de ella.

"Me quitó las palabras de la boca Sir Robert", dijo Christian.

Se levantó y dio las buenas noches a los que estaban en la mesa girándose hacia Sir Witt.

"Escoltaré a Miss Becket a su casa, si usted me lo permitiera, ya que también yo me marcho. Tengo que comenzar temprano en mi estudio mañana por la mañana."

Sir Robert tiró de él por el borde de la manga de su camisa.

"Confío en que te comportarás Christian… odiaría tener que escuchar que hiciste algo para lastimar a la exquisita compañía tuya… La señorita White", le susurró como una advertencia.

"¡Pero por supuesto, Sir Robert¡ no podría pensar de otra forma… ¡por favor confíe en mi sobre eso!, le respondió Christian.

Él se giró hacia la mujer que todavía estaba sentada en su silla y le puso su capa de visón sobre los hombros.

"Miss Becket, ¿me haría el honor de escoltarla hasta su casa?, es muy tarde para que una mujer deambule sola por Londres", le dijo con una voz formal.

Con el sonido de su proposición sus ojos se iluminaron. Ella se levantó en el instante, sosteniéndose en él para encontrar su equilibrio. Ella, por su parte, dio las buenas noches a todos en la mesa, quienes se veían perplejos por el espectáculo que estaba ofreciendo. Christian tomó su brazo bajo el suyo y los dos salieron del restaurante.

La noche estaba fresca y él agradeció la brisa fría sobre su cara. A pesar de que todos estaban bebiendo, él se había mantenido discretamente sobrio. Se giró y miró a la mujer que colgaba de su brazo, batiendo sus pestañas, mirándolo de una forma seductora. Él sonrió. Sus dedos trazaron la mandíbula de ella, elevándola y mirando directamente dentro de aquellos ojos llenos de promesas sobre toda clase de cosas.

"¿A mi casa entonces…? le dijo arrastrando las palabras, sonando provocativa.

La mano de Christian se deslizó hacia abajo por su espalda, le acarició la columna y sintió el temblor de su cuerpo.

"Pensé que nunca lo preguntarías…", sus palabras salieron lentamente, sonando de forma deliciosa y traviesa en los oídos de ella.

Ella se puso de puntillas y le susurró de vuelta.

"Estuve esperando por ti toda la noche…"

Christian divisó un taxi vacío, entraron y desaparecieron en la noche.

27 de abril de 1925

Camden Town

Era la tarde de un largo y tranquilo día y Candy no se sentía cansada. Al contrario. Se sentía llena de energía. ¿Y por qué no iba a estar así?, pensó para sí mientras se maquillaba en frente del espejo de su tocador, en su habitación. El tener a Archie durante los siguientes seis meses, le daba una última, e incluso, una especial adición a la cadena de buenas cosas que estaban ocurriendo en su vida últimamente. Se miró por última vez. Aprobando su reflejo, abrió su armario, todavía en ropa interior y medias. Sacó un brillante traje azul verdoso de Charleston, con detalles dorados y se lo puso.

"Hecho", pensó, mientras se sentaba para ponerse sus dorados zapatos Mary-jane, "puede que no viviera de manera convencional en el sentido de tener un esposo y familia a los 24, en todo lo que trabajaba era como voluntaria en Los Buenos Samaritanos", su cadena de pensamientos continuó a todo trapo mientras se levantaba de nuevo. Se sentó delante de su tocador una vez más para ponerse una diadema de diamante en su cabeza, sobre su cabello alisado.

"Muy alejada del propósito en la vida que había escogido en el colegio, una vez Terry la había dejado para seguir su propio camino", continuó pensando. "¿Necesitaba un propósito en la vida?", se preguntó, mientras rociaba perfume en sus muñecas y detrás del lóbulo de sus orejas. "Seguro que sí… pero en este momento no tenía ningún apuro por encontrarlo", admitió para sí. Miró alrededor para buscar su cartera. "Si ser enfermera era su propósito en la vida estaba segura de que volvería a ello tarde o temprano… lo había extrañado un poco, si quería ser honesta consigo misma", pensó mientras escuchó el timbre de la puerta sonar. Se puso su abrigo de terciopelo negro a la altura de la rodilla. Con su cartera en la mano se miró una vez más al espejo y sonrió.

"Y en lo relativo a una familia… bien… quizás ese no era su destino… y en este momento no le importaba mucho… con la mano en el corazón ella se sentía contenta", ese fue su último pensamiento antes de apagar las luces y abrir la puerta en donde Christian, vestido en un elegante traje negro, luciendo sumamente apuesto, apareció delante de ella y entró en su mente.

The Strand, Hotel Savoy

9pm en la habitación de Archie

El anochecer… detrás de una de las altas y anchas ventanas de su lujosa suite en el hotel estaba de pie, con su mirada divagando a través de las luces brillantes y la conmoción nocturna de las calles de Londres. La gente y los autos seguían su camino, cada uno a su destino. Para Archie sería una noche de baile en un club de tango. Se rumoreaba que Carlos Gardel, el famoso cantante de tango, aparecería con su banda mientras se quedaba algunas noches en Londres, para cantar en el Albert Hall. Estaba pensando que sería agradable, mientras trataba de recordar la última vez que Annie y él habían salido, porque sí, por el simple hecho de pasarlo bien. Ellos solo lo hacían principalmente por compromisos sociales, bailes de beneficencia, o eventos organizados por la compañía para concretar negocios.

Él se giró y caminó hacia el sofá con un vaso de whisky con hielo en la mano. Miró hacia el gran espejo real que colgaba sobre la chimenea. Pasó sus dedos por su cabello rubio, alejándolo de su cara. Se había dejado llevar. Su cabello había crecido más de lo que debía. Debería cortárselo uno de estos días pensó en el momento en que tomó un sorbo de su licor y se sentó en el sofá, mientras esperaba que Candy y Christian lo recogieran.

El día había transcurrido bien hasta ahora. Le había gustado lo que había visto en las oficinas de Londres. Cuanto menos habían contratado gente competente para sus negocios. Eso tenía que agradecérselo a George. Ese hombre tenía sus ojos y oídos puestos en todo lo que involucrara el "imperio" Ardley. "Imperio…", repitió en su mente y sonrió. No había nada que le señalara que había un "imperio". Era más bien duro y continuo trabajo lo que tenía en mente. Algunas veces se cuestionaba si ese ritmo de vida le convenía pero seguía al pie del cañón. Archie podría tener sus reservas sobre ser uno de los jefes de las empresas, pero era la verdad. Unos pocos movimientos exitosos, algunas sabias decisiones y todo prosperaba.

Inclinó su vaso de un lado a otro, escuchando los cubos de hielo teñidos de ámbar golpeando dentro de las gruesas paredes de cristal. Se preguntó qué estaría haciendo Annie en ese momento. Debería ser por la tarde en Chicago. Esperaba que ella tomara la oportunidad para entretenerse también un poco sin él estando allí. Dejó salir un gran suspiro. ¿A quién estaba engañando?, Annie solo pasaría el tiempo preocupándose, enfurruñada, porque él se había mantenido firme en su decisión de hacer este viaje solo. Bien, ahora él estaba en Londres solo, y no había nada que él o Annie pudieran hacer sobre eso, así que esperaba que ella lo aceptara más pronto que tarde.

Tomó otro sorbo de su whisky y posó el vaso en la mesa. Ajustó el nudo de su corbata negra de seda y miró al reloj de la chimenea. Las nueve y cuarto… Candy y su acompañante estarían pronto allí. Después de la última conversación con Candy, él había decidido no invadir su cabeza con preocupaciones. Tenía mucha curiosidad por conocer a Christian; eso tenía que decirlo. Pero se mantendría a un lado observando… tenía bastante tiempo para tomar una decisión sobre si este tipo era bueno para su querida prima. No podía negar que Candy se veía muy bien, sin importar lo poco convencionales de sus ideas, y no había nada en sus ojos que revelara que aún estaba sufriendo por su pasado con Terry. Si ella necesitaba un ligero titilante romance para sacar completamente de su mente a ese maldito actor, que así fuera. Si por algún motivo Christian le hiciera algo inapropiado a Candy, tendría que responderle a Archie. De eso estaba seguro.

Sus ojos cayeron en el periódico doblado. Ahora, había algo sobre lo cuál quería advertir a Candy. Leyendo las noticias locales de la mañana, parecía que un moderno "Robin Hood" andaba suelto. La mansión de un tal Lord Valentine había sido robada la noche anterior. Candy no estaba viviendo con tanto lujo, pero aún así, lo ponía nervioso pensar en ella salía por las noches estando un delincuente peligroso vagando por las calles de la ciudad. Quién sabe si Christian fuera capaz de defenderla si algo malo pasara.

El teléfono sonó. Estaban allí. Archie le indicó al recepcionista que los dejara subir a su habitación. Terminó su bebida y fue a la puerta tan pronto como escuchó el toque desde el otro lado.