Capítulo 13
Camino Tottenham Court
Club de tanto La Cumparsita
El lugar estaba repleto. Archie miró alrededor impregnándose de la atmósfera. Nunca había estado en un lugar como éste antes. La luz era suave, difusa debido a los dos grandes candelabros de bronce y las paredes terracota claro en este magnífico club de baile de dos niveles. Columnas de mármol negro sostenían el nivel superior desde donde una gran escalera curva, con baranda de metal dorado llevaba a la pista de baile. Estaba lleno de gente que se había reunido para bailar las canciones de Gardel. La impresión que este solo era igualado por la corriente de trajes coloridos, atrevidos y extravagantes que usaban la mayoría de las mujeres. Los hombres estaban vestidos de forma clásica con sus smokings. Pero para las mujeres… la moda parecía ser bastante atrevida enesta parte del charco porque no había visto tanta piel a la vista antes.
El gran grupo de los amigos de Candy estaban todos sentados a la mesa del piso superior con vistas a la pista de baile lleno de parejas bailando. Eran un grupo de personas muy alegre, quienes habían hecho sentir a gusto a Archie, desde el primer momento en que se conocieron, por lo cual estaba agradecido. Gardel todavía no había aparecido, pero la banda estaba tocando una música muy hermonas al compás de la cual Candy y Christian estaban moviéndose al ritmo, abrazados muy estrechamente.
Archie los observaba mientras se movían en la pista de baile. Se preguntaba si Candy se había notado la similitud de Christian con Terry. Porque para él, en el momento en que abrió la puerta de su suite y se cencontró cara a cara con el amante de Candy, por la forma como hablaba y se movía, sus gestos… todo de él le recordaba a Terry. Decidió no decirle nada a Candy… aunque era obvio, al menos para él, que Candy había encontrado para sí alguien parecido a Terry para pasar el tiempo. Era amable, educado y sabía cómo mantener el interés en una conversación. Como sea, lo encontraba irritante… quizás porque podía sentir mucho de Terry en él… pero todo se resumía en que Christian se comportaba de una manera que dejaba claro qué tan seguro se sentía de sí mismo. ¡Excelente!, otro arrogante cretino inglés, pensó. Definitivamente algunas cosas no habían cambiado, y la habilidad de Candy para escoger a sus novios fatidiosos era una de ellas.
Y él no podía dejar de percibir el entusiasmo de Candy o su obvio enamoramiento por Christian. Él sabía que ella seguiría sonriendo aun cuando las circunstancias dieran un difícilvuelco su vida. Sin embargo, al lado de Christian su cara estaba inundada de felicidad como el gato que se comió al canario y se estaba relamiendo . Él trató de descubrir alguna señal de comportamiento fingido por parte de Christian hacia Candy, pero no pudo ver nada. Comprometidos o no, esos dos se veían, con toda honestidad, muy enamorados. Así que por ahora, Archie estaba también contento con su primera impresión de Christian, incluso si lo encontraba un poco molesto. Demonios, no a todo el mundo le le cae bien a cada persona que conoce, y si Candy era feliz y Christian la trataba bien, entonces no había nada importante para que Archie lo desaprobara.
La canción había terminado con un fuerte aplauso de las parejas que bailaban y el público. Candy y Christian volvieron a la mesa. Ella se sentó al lado de Archie, secando su frente, comentando sobre la música.
"¿Te estás divirtiendo querido Archie?", se volvió y le dijo.
Archie le sonrió, quiriendo asegurarle que se lo estaba pasando bien.
"¡Claro que sí querida!", le dijo con entusiasmo.
"No te he visto bailar aún…. Eso es raro en ti", le respondió.
"¡Oh!, ¡No te preocupes por eso!, solo me estoy calentando… y para ser honesto, hace tiempo que no he intentado bailar el tango con Annie, así que me siento un poco nervioso", le dijo y se rio.
"La práctica hace la perfección…", le escuchó decir a Christian mientras se sentó al lado de ella.
"Así es…" dijo Archie con una media sonrisa.
Maldito inglés… tiene una opinión acerca de cada cosas, pensó para sí.
"¡Tonterías!, ¡Archie es un gran bailarín!", protestó ella y se volió para mirar a su primo.
"¡Lo harás perfecto Archie!, no hay necesidad de estar nervioso", le dijo y le mostró una gran sonrisa que le hizo sonreír también.
"Puedo ver por tu forma de bailar que has practicado bastante"
"Me conoces… siempre me encantó bailar", le respondió.
En ese momento Gardel salió al escenario, tomando su lugar al frente de la orquesta. La multitud estalló en miles de aplausos y vivas. Para los aficionados del tango este hombre era un dios. Después de decir algunas palabras de estima por estar allí, agradeciéndole a todas esas personas vinieron a escuchar sus canciones, las notas de "Mi Buenos Aires", la canción que lo identificaba empezó a flotar en el aire. Candy se volvió y miró a Archie con entusiasmo.
"¡Vamos!", le dijo y lo tomó de la mano.
"¿Qué?", dijo Archie sorprendido con sus ojos muy abiertos.
"¡Vamos a bailar mi querido primo!, ¡Venga!", le dijo mientras ya estaba de pie, esperando por Archie.
"¡Oh, por Dios, está bien!", respondió y se levantó, mientras miraba a Christian sonriendo.
"Lo sé, lo sé… la práctica hace la perfección…", le dijo Archie en respuesta a su sonrisa.
"¡Me quitaste las palabras de la boca Archie!, ¡Diviértanse!", respondió Christian antes de pedir algunos Martini secos al camarero que se acercaba a la mesa.
Los dos entraron a la pista de baile. Archie no tardó mucho en sentirse más relajado mientras ella le daba una que otra indicación aquí y allá. El bailar se sentía muy bien. Por primera vez él podía dejarse mover al ritmo de la música sin tener ninguna preocupación por el mundo alrededor. Una sensación de calma se propagó completamente dentro de él.
"¡Entonces…", él escuchó la voz de ella susurrando a su oído. "¿Qué piensas de Christian, Archie?"
Él empezó a reírse cuando escuchó la pregunta.
"¡Yo sabía que tenías segundas intenciones cuando me empujaste a bailar!", le respondió Archie.
"¡Archie!, ¡Sabes que eso no es verdad!", objetó ella.
"Lo sé… solo te estoy tomando del pelo… me conoces Candy", le confesó y respiró hondo antes de continuar. "Tú también sabes que no tengo una gran simpatía por las idiosincrasias inglesas… pero él no está mal…", respondió Archie de la manera más honesta que pudo.
Ellos giraban alrededor de la pista de baile entre una maraña de cuerpos y rostros en movimiento. Gardel había encantado a todos con su voz aterciopelada llena de melancolía fusionada con pasión.
"Porque te conozco, también sé que no podría pedir más Archie", le respondió, "Él es un tipo estupendo y me hace feliz", añadió.
"Puedo ver eso… por eso es que me agrada…", le respondió y dejó salir una débil risa.
La canción terminó. Candy observó a su primo mientras aplaudía.
"¿Ves?, ¡no fue tan difícil!", le dijo.
¡No, no lo fue!", admitió Archie.
"Quieres que nos quedemos a un lado, ¿para escuchar cuál será la próxima canción?", le preguntó ella.
Archie accedió y salieron de la pista de baile. A la distancia, uno de sus previos admiradores, Alexander, la vio y se acercó rápido hacia ella.
"¡Rose!, ¡Qué bueno verte por aquí!", le dijo y le dio un rápido beso en la mejilla.
"¡Alexander!, ¡Qué agradable verte aquí también!, ¿Cómo has estado?"
"¡Bailando por las noches como siempre!", le respondió
Ella le presentó a Archie antes de que él le pidiera tener el honor de bailar la siguiente pieza con ella. Candy miró a Archie, preguntándole con los ojos si estaba de acuerdo. A él no le molestaba. Después de todo, él ya había tomado unas cuantas copas y se sentía acalorado. Un descanso era bien recibido en ese momento.
Las notas de una canción lenta y melancólica se escucharon desde la orquesta. El conmovedor sonido del bandoneón argentino perforó el aire. Una música muy intensa. Archie se enamoró de ella. Estando allí de pie, hizo una nota mental para comprar algunos discos de tango cuando regresara a Chicago. Haciendo presente a Chicago en su mente, mientras escuchaba la música, viendo a las parejas bailar lo llenó de una repentina y profunda tristeza. Sintió resquemor en sus ojos. Apretó su mandíbula. Allí, no había tiempo para sentir pesar por él o por su vida allá en casa.
Elevó su mano en un intento de aflojar su corbata. Mientras lo hacía, divisó a una mujer joven, de pie al lado de las escaleras, mirándolo. Parecía mediterránea y era hermosa. "Quizás es española", pensó para sí mientras la miraba. Tenía una figura menuda de reloj de arena, y usaba un vestido negro con flecos brillantes con medias de malla. Gruesas ondas de cabello negro azabache caían hasta su cintura. Mirando sus grandes ojos brillantes color avellana y sus expresivos labios rubí, sobre su piel oliva, pensó que era muy sexy. A pesar de su mirada fija, ella no había esquivado su mirada. De hecho, parecía como si ella lo estuviera estudiando desde lejos. Una ola de escalofríos corrió por su espina dorsal. Sin saber por qué, metió su mano izquierda en el bolsillo de su pantalón, escondiendo el anillo de casado que llevaba en su dedo, sintiéndose nervioso.
Necesitando una distracción para su vista y sus pensamientos se volvió a mirar a Candy quien todavía estaba bailando con Alexander, hasta que sintió una presencia a su lado.
"Es una pena tener a Gardel que ha venido hasta aquí desde tan lejos… y no bailar…", escuchó una voz de una mujer ligeramente ronca pero sensual a su costado.
Se dio la vuelta. La mujer a la que estaba observando antes estaba ahora a su lado, mirando a las parejas bailando igual que él. Por su acento se dio cuenta enseguida que era francesa.
"¿Cree usted?, algunas personas puede que no sean tan buenos bailarines como otros…", respondió. Su corazón latía salvajemente. Él pensó que aquello no estaba ocurriendo.
Sin quitar sus ojos de la pista de baile, los dedos delgados de ella apretaron la pierna de él. Su gesto provocativo lo descolocó completamente. Nunca habría esperado que una mujer lo dejase totalmente sin palabras, por lo que no tenía ni idea de lo qué responder a su gesto.
"Discúlpeme… le vi moverse antes y tienes piernas fuertes por lo que puedo sentir", dijo ella viendo que él se mantenía en silencio y rió. Se giró y lo miró directamente a sus profundos ojos azules. "Soy profesora de baile", dijo pidiendo disculpas por su gesto anterior, y alargó su mano para presentarse.
"Isabelle Dupin", le dijo a Archie con una amplia sonrisa. Él tomó su mano para estrecharla, sintiendo su suave y fría piel. "Archie Cornwall", respondió.
"Un Yanki…", dijo un tono de voz de burla. "Hmmm… a pesar de cuánto nos disgusta ese término… sí, lo soy", le respondió como un comentario desenfadado. Ella siguió riendo haciendo que Archie se sintiera más a gusto. Él no era un hombre que se impresionara fácilmente, pero esta mujer llamaba su atención de una forma bastante inesperada.
"Yo podría decir el apodo que tienen los franceses…pero no lo diré… considerando que usted no se parece para nada a una rana", le devolvió la broma y soltó una risa sincera que se mezcló con la de ella una vez que escuchó que él le devolvía la burla.
"¡Oh!... ¡un yanqui… y con humor!, ¡Esta debe ser mi noche!", respondió.
Por unos segundo sus ojos regresaron a la pista de baile repleta. Él se sentía nervioso de pedirle que bailara siendo ella profesora de baile, pero decidió dar el paso.
"Como no soporto ser la vergüenza del club de tango por no bailar, ¿me haría el honor de bailar conmigo?, no quiero causarle más ofensa al gran Gardel, quedándome más tiempo a un lado", se volvió y le dijo con un brillo de esperanza en sus ojos.
"¡Pero por supuesto!", respondió ella a su propuesta, "y yo no trataré de no hacer ningún paso sofisticado…", adicionó sintiendo su nerviosismo. Él tomó su mano y la llevó a la pista de baile, poniendo su mano alrededor de su cintura, apretándola fuerte a su cuerpo.
"¡Vaya, vaya… una francesa… y con modestia. Noche de suerte, de verdad!", continuó coqueteando con ella, mientras sus cuerpos se movían al unísono del sonido lento y arrastrante del bandoneón, antes de sentir su suave risa en sus oídos.
Las canciones se sucedieron una tras otra. Candy se había reunido de nuevo con Christian en su mesa, después de haber visto con una sonrisa que Archie había encontrado una pareja de baile para la noche. Embarazoso como era de admitir, Archie no quería que el baile acabara. Él junto con Isabelle estaban perdidos en la música. Teniéndola entre sus brazos, guiándola en la pista de baile. Los movimientos de Isabelle eran elegantes y fluidos. El espejo reflejada la imagen de ambos, que le llenabade un despertar desentimientos, como si electricidad pasara a través de su cuerpo. Todos sus sentidos se habían intensificado. Su cabello olía a jazmines, y la piel desnuda de su espalda se sentía como terciopelo y llena de vida bajo las puntas de sus dedos. Justo como con el tango, que era una bien afinada, sensual batalla entre el cuerpo de amantes; él podía sentir la fuerte atracción de los suyos por la forma como se separaban y se unían de nuevo, tocándose, y sin dejar espacio entre ellos. Él sentía el inmenso calor del cuerpo de ella, quemándolo internamente.
La cuarta canción que bailaron juntos llegó a su fin. Se separaron, mirándose el uno al otro con ojos febriles, sonriendo. Isabelle suspiró hondo, con su rostro y piel brillando por una leve transpiración.
"Archie… ¡parece que te estabas infravalorando! Eres un buen bailarin", le dijo.
"Creo que esto se debe a la profesora…", le respondió con una media sonrisa.
Él sabía que tenían que separarse, al haber venido cado uno con su grupo de amigos. Él decidió dar el primer paso. "Y fue un real placer bailar con usted Isabelle", añadió. "Es mejor que vaya y vea que están haciendo mis amigos… deben estar pensando que desaparecí"
"O que yo le he secuestrado…", adicionó y estalló en risa.
"Eso también…", dijo él, mientras pensaba que hubiera sido un placer.
Él se sonrojó ante aquel pensamiento. No era algo común en él… siempre conservando el control, manteniendo sus sentimientos controlados, tratando siempre de no revelar mucho y ahora… la escandalosa posibilidad de ser secuestrado por esta mujer francesa, que acababa de conocer, lo hacía sentir muy extraño, pensando que no hubiera mostrado ninguna resistencia. Su boca se sentía seca y todo el nerviosismo anterior volvió con fuerza. Le gustaría volver a verla, pero el anillo de casado en su dedo no le permitió traducir eso en palabras. Hubiera sido totalmente inapropiado hacia ella.
"¡Espere un segundo Archie!", dijo repentinamente y desapareció antes de que él pudiera responder.
Él esperó por unos pocos segundos mientras su incomodidad aumentaba. Quería abofetear su cara por haber sido tan estúpido. Allá en Chicago cuando pensaba que su vida con Annie no podría ser peor, se consideraba como un muerto viviente… y ahora, cuando una mujer atractiva bailaba unas pocas piezas con él, sacándolo de su miseria por un rato, todo lo que quería era esconderse bajo una roca y quedarse allí. No había hecho nada malo. Los desconocidos bailaban todo el tiempo… sin embargo su mente estaba haciendo sonar campanas de alarma como si hubiera habido un incendio y estuviese nadie para apagarlo. En la distancia el vio a Isabelle corriendo de vuelta hacia él.
"Tenga…", le dijo y alargó su mano, sosteniendo una tarjeta.
Él la tomó y la miró. Su nombre, la dirección del estudio de danza donde enseñaba y el teléfono se mostraban en una caligrafía elegante. Por algún motivo su corazón se hundió. Levantó sus ojos y la miró. "Captando estudiantes esta noche Miss… Dupin…?", le preguntó con un tono de un evidente sarcasmo.
En su interior se arrepintió de haber dicho esas palabras en el exacto momento en que salieron de sus labios. Supo que había sonado increíblemente grosero. Ella abrió mucho los ojos. En ese par de segundos que le tomó asimilar la respuesta de Archie se formó una tormenta en ellos. "¿Es lo que cree?", le preguntó, pareciendo casi lista para abofetearlo. Su mirada brillando bajo las suave luces.
Él no respondió. Algo lo mantuvo allí en vez de simplemente marcharse, olvidando por completo aquella noche. "Connard… (=pendejo en francés)", atinó a decir ella entre dientes, moviendo su cabeza de lado a lado en gesto de desaprobación y se fue sin decir nada más.
Archie se quedó allí paralizado en el sitio. Un abrumador sentimiento de lo mucho qué se había equivocado lo envolvió como una marea. La culpa por sentirse como un completo canalla dejó su lugar a una urgencia que no pudo negar. Era imposible. -Asqueado consigo mismo corrió tras ella, chocando contra la gente sin pararse a pensarlo. Su corazón se aceleró hasta su garganta. La alcanzó y tiró de su brazo, forzándola a girarse y mirarlo. Él estaba seguro de haber visto odio en sus ojos.
"Lo lamento honesta y verdaderamente…", pudo decirle con su último aliento, antes de tratar de calmarse. La actitud de ella no cambió. Él supo que ella se había arrepentido incluso de haber hablado con él en primer lugar. Pero él no quería rendirse, a pesar de que su mente y sentimientos estaban hechos un lío también.
"Es solo que… que… yo no he…", empezó a decir, tratando con desesperación de encontrar las palabras. Quería dejarla saber que incapaz era para leer las señales de una mujer, dado que él había estado atrapado por su esposa desde que era un adolescente.
Él echó su pelo hacía atrás. Estaba mojado. El sudor goteando por sus sienes. Él se veía como completo desastre delante de ella. Ella tomó aire una vez impaciente y lo miró duramente a los ojos.
"¿No has qué Archie?... ¡no hemos hecho nada inapropiado! Solo bailamos por el amor de dios!", las palabras salieron como una tormenta de sus labios.
Archie retrocedió un paso. Hubiera sido más fácil si lo hubiera abofeteado con su mano y no con sus palabras. Él quería desparecer debido a su bochorno en ese momento.
"Yo… yo", continuó diciendo, casi susurrando.
Isabelle pudo ver la confusión en sus ojos, y su furia se empezó a disipar en el caluroso y húmedo aire del club. Su cara se relajó.
"Me di cuenta de tu anillo Archie… y no, no vine aquí para conseguir estudiantes", empezó a decir en una voz más suave, explicándose mejor, "Te dí mi tarjeta de presentación… porque sí, me gustas y te iba a preguntar si te gustaría que te mostrara los alrededores de Londres alguna vez… eso era todo", terminó y le ofreció una débil sonrisa, mostrándole su descontento.
Archie no podía creer que equivocado había estado en su percepción. El darse cuenta lo tiró para atrás, haciendo que su cuerpo cayera en la silla vacía que estaba detrás suya, como si el aire lo hubiera abandonado
"No tengo ni idea entonces…", dijo y levantó su mirada del suelo de vuelta al rostro de ella. Ella sonrió y se arrodilló frente a él, tomando sus manos en las de ella.
"No es que no tengas ni idea Archie… estás casado… y por tu reacción parece que hace mucho tiempo", le respondió ella a su preocupación con una sonrisa.
A Archie, sus últimas palabras no lograron calmarlo. A pesar de los miles de millas de distancia, su vida de Chicago lo dejaba incapaz de comportarse de manera racional en una situación como ésta. Al menos lo había tranquilizado el que ella se hubiera calmado. Y esa idea de que Isabelle le mostrara los alrededores de Londres le parecía divertida, pensándolo ahora que ya podía hacerlo de manera más clara. Si él quería resolver su vida en común con Annie, tenía que empezar a vivir su propia vida durante el tiempo que estuviera en Londres. Para conocer algunas cosas sobre sí mismo, más que dejar que su relación forzada con Annie lo definiera. Sus ojos estaban titubeantes cuando le preguntó a Isabelle si podían volver a empezar desde el comienzo como amigos. Ella le sonrió de vuelta y se levantó de nuevo, ofreciéndole su mano para que él se levantara.
"Siempre y cuando no tengas otra crisis…", le respondió, aceptando su sugerencia. Para Archie fue como si una pesada piedra fuera levantada de su corazón.
"¿Podríamos bailar un poco más?", le preguntó ella
"¡Oh, de verdad que tengo que ir a ver a mis amigos… hace rato que no he estado en nuestra mesa", le respondió. Sin embargo no quería abandonar su compañía.
"¿Te gustaría acompañarme por un rato?, así puedo presentar a la chica que casi me secuestro si yo no hubiera abierto mi estúpida boca", le preguntó de manera repentina con una amplia sonrisa.
La risa de ella, llena de vida, tocó sus oídos una vez más. Ella le dio su mano y la dejó guiarla hasta su mesa. En su camino él pensó que esta mujer estaba hecha para reír… en otra vida, él podría ser el hombre que sería responsable de hacerla reír. Subieron las escaleras en donde podía ver la mesa en donde estaban Candy, Christian y el resto del grupo sentados. Todos ellos llevaban un rato bebiendo al observar su animada conversación y su fuerte risa. Él se volvió hacia Isabelle.
"Son ellos, me temo…", le dijo. Ambos rompieron a reirr mientras se acercaban al alegre grupo. Lo que había pasado un rato atrás estaba olvidado. Candy los vio de lejos y agitó su mano. Archie e Isabelle caminaron hacia la mesa. Una vez hechas las presentaciones, ella se sentó mientras Archie ordenó bebidas para ellos.
Isabelle era una persona muy agradable, encajando desde el comienzo al grupo de amigos de Candy. El alegre aire del lugar, la música y el alcohol del que había en abundancia en los vasos, que se vaciaban y se llenaban durante su continua charla ayudaron que esta nueva incorporación a la mesa se sintiera a gusto en la mesa en un corto espacio de tiempo. Archie se mantuvo tan caballeroso como siembre, haciéndose cargo de su nueva amiga con mucho entusiasmo.
"Y no es que él necesite mucha persuación en lo último ", estaba pensando Candy al observarlos. Parecía que ellos se conocían desde hacía mucho tiempo. Ella podía ver que Archie bajaba su guardia, riendo y diciendo chistes, sintiéndose totalmente relajado. Ella nunca lo había visto así antes.
En lo que respeta a explosiones de cólera, Archie quedaba solo segundo puesto después de Terry. La ira lo consumía muy rápido, de la misma forma imparable que un incendio arrasaría altos perennespinos. Pero la espontaneidad de Archie se detenía allí. Ella no sabía si era por su crianza estricta o un rasgo de su propia personalidad, pero ella no recordaba nunca haber visto que su primo se dejara libremente sentir felicidad al punto de comportarse tontamente o fuera de lugar. El alegre y descarado carácter de su difunto hermano, Alistair, se compensaba con un comportamiento más mesurado de Archie. Incluso de adolescentes, él era el más reflexivo de los chicos y ella, que planeaban algo travieso por diversión. Ella aún recordaba a la tía abuela Elroy diciéndole que albergaba una alma vieja, siendo el más serio del grupo, confiando en él ciegamente. Algunas veces ella sentía tristeza por él. Cargando tal peso sobre sus hombros, siempre siendo el que tenía que mantener el control del grupo. El perder a Anthony, su primo de alma noble, después Alistair, su hermano quien era su total opuesto, y era espontáneo, divertido y dispuesto para casi cualquiera de las locura que se les venían a sus mentes… y después más recientemente a Albert, quien había sido la cabeza de la familia y un hombro sabio sobreel cual todos se apoyaban, solo hicieron acrecentar la seriedad de Archie hacia la vida.
Candy se sentía algo achispada. Había tomado unas cuantas bebidas hasta ese momento, pero a pesar de la confusión inducida por el alcohol, una molesta preocupación se había alojado en su corazón al ver a Archie comportándose de una manera que no lo caracterizaba. Pero por supuesto, ¿quién era ella para hablar de comportamientos inapropiados? Sin embargo ella era soltera, y Archie estaba casado y no solo eso. Él estaba casado con Annie, su mejor amiga desde los tiempos del orfanato. ¿Qué pasaría si el se enamorara por esa chica que acababa de conocer?, y por quien, en espacio de un par de horas ahora su primo parecía que no le importaba el mundo, coqueteando de una manera obvia con Isabelle. Sus miradas se sonreían mutuamente.
Se levantaron para ir a bailar. Isabelle sostenía la mano de Archie. Christian le pidió a Candy que fueran también a la pista de baile. Ella dejó sus pensamientos y preocupaciones para otro momento. Todavía había muchas parejas que se seguían en la pista de baile. El aire se había vuelto pesado por el sudor y el humo. Las luces se veían difusas sin embargo. Todo se transformó en un collage de sonidos y miradas, mientras sus corazones se tocaban entre sí, latiendo con el ritmo sensual del tango.
"Como te fue anoche Christian?, no he tenido tiempo de preguntarte…", le preguntó Candy mientras bailaban.
"¡Oh!... cariño… me fue bien… mucho mejor de lo que pensaba…", le respondió el con una sonrisa.
No dijeron nada más… alimentados por el sentimiento despreocupado de la noche, y con su baile haciéndose más íntimo.
Christian abrazó con fuerza. Presionando el cuerpo de ella en el de él con su mano abrazado a su espalda. Ella dejó que su cabeza descansara sobre su pecho, dejándolo llevarla a través de la canción. Sus dedos escondidos bajo su cabello, sintiendo la piel sobre el cuello de su camisa, y acariciándolo suavemente. Ella podía sentir el efecto que su pequeña cariciatenía sobre él, por la forma en que su abrazo se hacía más fuerte, sus movimientos más lentos, disfrutando su contacto.
"Rose…" él le susurró en el oído.
"Hmmm…", ella le respondió bajo el hechizo de su baile, sin parar de dibujar suaves círculos con su pulgar en el cuello de él.
"Estás jugando conmigo…", continuó él.
"¿Yo?", le respondió ella con una risa tenue.
"Si…", le dijo él, mientras la hizo girar con un movimiento rápido.
"Bien…", le dijo ella.
La embriaguez la hacía más atrevida que lo usual y continuó con lo que estaba haciendo. Le encantaba provocar a Christian. Ellos se movieron a un extremo de la pista de baile, al lado de la gran escalera curva. Los ojos de Candy observaron por un breve momento a Archie, el cual bailaba con Isabelle y solo tenía ojos para ella.
Sin poner atención a los movimientos de baile de Christian, él giró una vez más con ella, llevándola debajo de la curva de la escalera. Allí estaba mucho más oscuro que en el resto de la pista de baile, ya que la escalera proyectaba su sombra sobre ellos. No podían ser vistos fácilmente por la multitud.
Gardel había vuelto a salir después de un receso. Con su voz sumergida en miel, él empezó a cantar las letras de una vieja y lenta canción de amor. La espalda de Candy tocaba la fría superficie de la pared de la escalera. Christian no le dejaba mucho espacio para moverse. Sus ojos grises se veían más intensos que nunca por la forma como brillaban en su rostro acalorado mientras la observaba. Ella también se sentía en llamas. El sudor se deslizaba por su espalda.
Él tomó sus labios lentamente, mientras susurraba algo relacionado con no poder controlarse debido a sus juegos previos. Ella se abandonó al disfrute de sus besos que se hacían cada vez más profundos, con sus lenguas enredándose y probándose mutuamente. Ella se estaba poniendo más nerviosa cuanto más sentía que sus sentidos se activaban más bajo sus besos. Él estaba mordisqueando el lóbulo de su oído, rozando su cuello con sus labios. Su aliento sobre su piel era como fuego instantáneo.
"Christian…", dijo ella sin aliento. Él respondió no respondió a su llamada. "¿Qué estás haciendo?, nos verán…", le advirtió.
"¿y…?", él le preguntó a ella, sin detener sus besos. "No puedo resistirme a ti… está más allá de mi poder", su voz sonaba opacada por su rostro anidada en su cuello. Su mano empezó a subir su vestido, sintiendo su muslo desnudo sobre su liguero. Ella entró en pánico.
"No está bien…", le respondió ella, apartando la mano de él, pensando que su resistencia no duraría mucho. Christian escapó su interferencia y empezó desde donde ella lo había apartado. Sus dedos se fueron deslizando más arriba, penetrando bajo su ropa interior, acoplándose a su trasero. Ella dejó salir un rápido suspiro, con su cuerpo tensándose bajo su caricia.
"¿Desde cuándo algo que te hace sentir tan bien está mal Rose?", le susurró él, manteniendo sus ojos cerrados. Sus caras estaban a una distancia de un aliento, mientras que la mano de él continuaba su juego, tentándola a un punto de no retorno.
"¿Se siente bien…, ¿no es verdad...?", le preguntó él. No había forma de que ella dijera otra cosa por la forma en que él estaba acariciándola[RV1] . Él la cubrió completamente con su cuerpo, manteniéndola oculta de la vista de todos.
"Dos gardenias para ti, que tendrán todo el calor de un beso. De esos besos que te dí y que jamás te encontrarán en el calor de otro querer", le dijo él lentamente, recitando en inglés la letra de la canción que estaban escuchando.
El aliento de ella se volvió pesado, escuchándolo decir esas palabras. Ella empujó su mano bajo la chaqueta de él, sintiendo su fuerte espalda tensándose sobre su camisa mojada. Dejó salir un suave gemido al lado de su oído, mientras la mano de él se movía desde la parte de atrás, alrededor y bajo sus bragas, sintiendo sus húmedos rizos en una caricia lenta, que no tenía ninguna intención de detener. Ella elevó su muslo un poco, rozándolo sobre el de él, queriendo sentir el cuerpo de él sobre ella tanto como fuera posible.
"A tu lado te hablarán y te dirán, como cuando estás conmigo, y hasta creerán que te dirán te quiero", su voz profunda se sentía como el aire del desierto en sus oídos.
Sus dedos se deslizaron hacia abajo, frotando su clítoris. Todo lo que ella podía escuchar era su voz y la música, con sus latidos mezclándose con ellos. Ella gimió. Su cuerpo tembló con ondas de lujuria, sosteniéndose fuertemente a él en el momento en que él introdujo dos dedos dentro de ella.
"Pero si un atardecer las gardenias de mi amor se mueren, es porque han adivinado que tu amor me ha traicionado, porque existe otro querer…", escuchó ella que él le decía.
Ella se estremeció y susurró su nombre, que se perdió en el aire en el momento que abandonó sus labios. Él sacó sus dedos y los llevó a sus propios labios, empujando la punta de su índice entre ellos, saboreándola. Mientras sus ojos se mantenían firmes en los de ella, con una mirada juguetona. Él la estaba volviendo loca con cada cosa atrevida que hacía con ella.
"Mm…", le dijo después, "Me gusta como sabes", admitió él con una sonrisa pícara antes de dejarla saborearse a sí misma en su beso. La canción terminó al mismo tiempo que ellos se detuvieron y se miraron entre sí. El pequeño juego de Christian había puesto todo patas arriba. Todo lo que ella quería era estar con él en otro lugar, a solas. Él le dio su mano.
"Salgamos de aquí", le dijo y la sacó de su escondite.
Empezaron a subir rápido las escaleras. La mente de ella estaba nublada por el nivel de alcohol en su cuerpo y la excitación que la consumía por las formas de Christian, habiendo olvidado completamente a Archie y sus amigos. Fueron a su mesa, ahora vacía porque todos habían bajado a la pista de baile. Christian sacó una de sus tarjetas, escribió algunas palabras en ella, y la dejó en la mesa. Tomaron sus cosas y dejaron la Curmparsita con solo una cosa en sus mentes.
Archie había terminado de bailar con Isabelle. La había llevado de vuelta a su mesa para que recogiera su cartera antes de regresar con sus amigos. Todos estaban allí excepto Candy y Christian. Sin sentarse, preguntó a una chica si los había visto, ya que él no los había visto en el club por un largo rato.
"Sí… ellos dejaron un mensaje Archie…", le dijo la chica y le dio la nota de Christian. Él la tomó de su mano. Christian solo había garabateado que ellos se iban… sin darles otra explicación. El bajó la tarjeta, sintiéndose un poco molesto con Candy por haberse ido de aquella manera, sin haberle dicho una palabra. La chica vio que su rostro se volvía irritado.
"No te preocupes Archie… yo los observé por casualidad en un momento mientras bailabay no podían quitarse las manos de encima…", le dijo, soltó una risita.
A Archie no le parecía divertido en lo más mínimo. Cada insinuación y carcajada de ellos solo avivó el combustible de su ira en ese momento. En todo caso él nunca hubiera creído que Candy fuera tan grosera o ávida de lujuria . Por supuesto, él había aceptado el hecho de que ella se estaba divirtiendo con Christian, siendo más atrevida en su vida, pero había unos límites en su mente hasta los cuales podía llegar. Y la forma como sus amigos se reían disimuladamente por su repentina partida, insinuando que ellos solo se habían ido a casa para follar[NMA2] , le parecía demasiado inapropiado al punto de pensar que Candy había perdido su dignidad, dejándolo muy avergonzado. Odiaba ese pensamiento que le hacía palpitar la sangre bajo la piel de sus sienes.
Isabelle se mantuvo callada mirando la expresión de su rostro. Él se volvió hacia ella. Todas las emociones despreocupadas que albergaba su mirada hacía solo algunos minutos se había dio, como si alguien hubiera apagado la luz con ellos. Él le dio a ella su cartera.
"Déjame acompañarte de nuevo a tu mesa", le dijo con un tono reprimido en su voz.
"Está bien Archie… puedo ir yo sola… no hay necesidad de que tú…", le dijo tranquilamente.
"¡No!, ¡ nsisto Isabelle!", le respondió, cortándola antes de que terminara la frase.
El apretón de su mano fue más fuerte que antes. Empezaron a alejarse de su mesa. Su cuerpo estaba tenso, sus movimientos controlados, y su rostro como un muro de piedra. En el momento en que bajaban las escaleras ella se paróen seco. Archie se volteó para mirarla.
"¿Qué?", le preguntó él, casi gritando.
Ella tenía una mirada seria en su rostro. Parecía como si su mal humor fuera infeccioso porque Isabelle para nada se veía contenta. "Nada Archie… solo me preguntaba si ibas a correr tras tu prima para vigilarla… como si sintieras algo por ella…", lo dijo de corrido, desafiándolo con su mirada.
"¿Qué?!, le respondió él, pensando que Isabelle debería agradecer ser mujer, porque realmente tenía que controlarse para no abofetearla. "Olvídalo Archie!, no es algo que me concierna", le dijo ella.
"¿Cómo te atreves a decir eso si solo me has conocido desde hace cinco minutos?", le respondió él con fuerza.
" Olvidas que en de mi trabajo yo veo como se mueven los cuerpos, las expresiones que se muestran en el rostro… puedo leer el lenguaje corporal muy bien Archie… y nosotros no estuvimos juntos solo cinco minutos … fue mucho más que eso", le respondió.
Él no hablaba. Solo siguió escuchando, pero sus sentimientos no cambiaron. Lo que había pasado había arruinado una de las mejores noches de su vida y la única razón por la que él permanecía de pie allí era aquella mujer que le decía cómo las cosas eran. Archie siempre perdía el control cuándo Candy estaba involucrada o amenazada. Incluso si sus sentimientos por Candy habían cambiado, todavía se mantenían profundamente arraigados y fuertes. Solo que en esta ocasión su ira se había dirigido directamente a ella y su acciones irreflexivas.
"Puedo verlo Archie… o la amas en secreto todavía o la amaste en el pasado, es seguro que es algo profundo lo que sientes por tu prima", le dijo con una voz más calmada.
La mente de Archie nadaba en pensamientos. Sus ojos estaban en otra parte cuando vio la mirada interrogativa de Isabelle. Ella tenía razón hasta cierto punto. Escucharlo de una mujer que solo hacía un momento era una completa extraña, le impactó. Él nunca pensó que sus sentimientos por Candy se eran visibles, cuánto se preocupaba por ella. Ella podía verlo luchando consigo mismo. En el momento en que el pronunció una disculpa a medias, ella supo que su próxima acción sería dejarla allí. De pie sola, mientras él dejaba el club con solo sus pensamientos y sentimientos contra los que batallar durante la noche.
