Capítulo 29
La risa de Terry se congeló a mitad de camino. Él sabía quién era la mujer con su chaqueta. Fue suficiente para que su estómago cayera hasta sus pies. Su corazón palpitaba contra su pecho. Esto se vería muy mal, podía apostar su vida. Quería hacer sentir a Candy celosa, pero encontrar a Marion en su camerino no era lo que había tenido en mente.
Entre el golpe del conserje en la puerta y la respuesta de Terry al otro lado, un pudor inesperado afloró en la cara de ella al escuchar su voz, aunque también debía decirse que sentía curiosidad. Por supuesto, no era asunto suyo pero se preguntó quién haría reír tan de buena gana a Terry como lo estaba haciendo. La anticipación brilló en sus ojos mientras el señor Norman la dejó entrar.
"Hola, Terry", su saludo, al igual que su cuerpo, se detuvieron en seco, como si se hubiera encontrado con una pared. Su mirada se encontró a medio camino con la de Marion, quien a su vez parecía tan sorprendida como la cara de Candy debería verse, con sus cejas elevadas, ojos muy abiertos, una amplia sonrisa, y con los labios abiertos conteniendo el aliento.
"¡Cielos, Rose!", Marion corrió a la puerta para saludarla. Se besaron en el aire, mientras Candy trataba de volver a la realidad, pues sentía que toda la situación era una experiencia extra corporal. Una ola de sangre llegó hasta su cara. Sudaba hasta las raíces de su cabello. Debía tomar una decisión instantánea. En el pasado, cuando era una niña, había pisado algunas ramas no muy firmes, creyendo equivocadamente que soportarían su peso. En cambio se rompían bajo sus pies, dejándola en el aire. La sorpresa y el temor corrían por sus venas, y el estómago le saltaba a la garganta. Estaba cayendo. Todavía estaba aprendiendo en esa época. Pero a estas alturas, debería haber aprendido.
No debería haber venido al teatro. Visiones de su vida anterior tomaron forma como una película muda. Cuando de nuevo otra mujer lo reclamaba. No había mucho tiempo para sopesar. Necesitaba dar excusas. "¡Marion!", exclamó, su voz subiendo de tono al menos una nota más alta de lo que hubiera deseado.
"No esperaba verte aquí Rose"
"Oh… no es nada realmente…"
Terry se había mantenido en silencio. ¿Tenía algo para decir?, su sentido de la oportunidad con Candy nunca iba a ser bueno. Un sentimiento de temor lo invadió. Ya sabía que el que Marion estuviera allí le mandaría el mensaje equivocado a Candy. ¿Era de nuevo ese círculo fatídico del destino?, acercarse a la mujer que había amado, y después negársele un futuro con ella. Porque ciertamente, parecía que era así. Ella estaba ya en una relación. Un océano de años entre ellos. Tiempo perdido. Su mirada siguió el movimiento de sus pensamientos en su cabeza, mientras miró al suelo casi como siendo arrastrado por la gravedad. No se había dado cuenta que estaba mirando abstraídamente a la alfombra, cuando escuchó su nombre en los labios de ella.
"Terrence me escoltó a casa anoche…", dijo. Se giró para mirarlo. Se encontró con su intensa mirada a medio camino. ¿Se veía como si se estuviera disculpando?
"No me sentía bien… ", continuó diciendo, mientras mantenía su mirada fija en la de él, "y no quería arruinarle la noche a Christian". Terminó de dar su excusa, mientras se giró hacia su amiga. Candy sintió la mirada inquisidora de Marion sobre su cara enrojecida.
"¡Ah!, eso explica tu partida repentina, Terry…", le dijo, finalmente entendiendo la razón de su misteriosa desaparición de la fiesta.
El sonido de la voz de Marion llamándolo por el nombre con que solo sus amigos más íntimos solían hacerlo, irritó a Candy. Enojo se mostró rápidamente en sus ojos. Una oleada de rabia empezó a crecer en su interior. Quizás se había entrometido en ese momento. Terry se veía molesto.
"De todos modos… olvidaste tu chaqueta". Le dijo sin emoción en la voz y alargó la mano que sostenía la chaqueta hacia él. Lo suficiente para mostrar que era una cosa más que hacer durante el día. Él la tomó, siendo muy consciente de su rabia. Sin embargo, era un poco exagerado para ser honesto. Sí, no era la mejor de las situaciones, lo sabía. Pero tampoco es que estuvieran haciendo algo que justificara la rabia que estaba viendo encender sus verdes ojos. No obstante, le agradeció con el mismo tono medido de su voz. Si ella quería mostrarle que esta era solo una transacción rutinaria entre ellos, que así fuera.
Un momento de silencio llenó la pequeña habitación. Suficiente para que Candy sintiera que se ahogaba en ella. Tomó una bocanada de aire. Añorando aire fresco, lejos de allí. Lejos de ellos dos.
"Bueno, debo apresurarme…", dijo forzando una sonrisa.
"¿No te vas a quedar?...", Marion preguntó enseguida. Por la forma como Candy se veía, le dio la impresión de que había pisado un terreno en el que no debería haberse adentrado.
"No querida…", le respondió Candy sonando apurada y el "querida" arrastraba un tono de amargura mayor que el que hubiera deseado. Le asustó la manera como sus sentimientos habían surgido en su interior, como aguas termales. Se dio cuenta en seguida por la expresión que mostraba Marion. Realmente se sentía desconcertada, para decir lo menos. "Iba en camino de encontrarme con Christian…", le dijo y se giró para enfrentarse con la mirada de Terry. El azul en sus ojos se había oscurecido.
"Bien… Terence… nos veremos por ahí en algún momento…", le dijo, mientras sentía que su espalda se ponía rígida.
"Te acompaño fuera", le dijo presionando sus labios en una línea.
"No hay necesidad…"
"Oh, pero insisto", le dijo Terry de vuelta, sin dejarle ninguna oportunidad para objetar. No obstante, mientras se giró para excusarse con Marion, Candy ya había salido de la habitación. Un montón de palabrotas se acumularon en su boca, pero apretó en su lugar los dientes.
Corrió fuera, persiguiéndola, gritando su nombre. Candy no estaba desacelerando su paso. Todo lo que veía de ella era su espalda. La rabia se acrecentaba dentro de él. Estaba subiendo como la marea, llenando cada espacio de su interior. Candy podría haber cambiado como decía, para había algo que se mantenía igual. Ella corría. Exactamente como hacía todos aquellos años. La última vez que ella se había alejado corriendo de él fue cuando…
El personal del teatro estaba ocupado en sus obligaciones, pero él pudo sentir sus miradas de reojo. Él odiaba hacer un espectáculo en frente de extraños. Ella estaba a su alcance.
El caminar apurado de Candy se detuvo al sentir que Terry la tomaba por el brazo. La empujó hacia él, forzándola a enfrentarlo. Realmente se esforzó en no decirle nada demasiado fuerte que pudiera potencialmente destruir todos los buenos sentimientos, con los que pensaba los dos se habían quedado, después de conversar la noche anterior en su apartamento.
Ella trató de mostrarse indiferente, pero había rastros de rabia en sus ojos. "¿Puedes explicarme tu urgencia por irte tan rápido?", le preguntó, controlando la frustración de su voz.
Ella lo miró. Su corazón todavía palpitaba fuertemente en su pecho. El aire se apretujaba en su garganta. No iba a permitirse a sí misma mostrar que le importaba. Y ¿Por qué le iba a importar? ¿Tenía algún derecho sobre él?, ¿No era ella feliz y estaba enamorada de Christian, como le había admitido la noche anterior a Archie?, el hombre al que tenía que ayudar y acompañar ahora más que nunca. Sabía que había hecho enojar a Terry. Él no era alguien que mostrara sus asuntos personales en público. Era consciente de que la gente los estaba mirando. Marion también no tardaría en salir del camerino. Su entrenamiento como enfermera la ayudó grandemente en aquel momento. Se calmó inmediatamente.
"¿Qué hay que explicar?", le respondió, sonando confusa. "Te traje tu chaqueta. Tenías compañía y yo me fui", añadió. "No tengo mucho tiempo de todas formas".
Terry presionó sus labios, frunció el ceño, tratando con todas sus fuerzas de no mostrar sus sentimientos en su cara. "¿Esta es tu excusa entonces?", le replicó.
"¡Terry, no hay nada que tenga que excusar!", le respondió, sonando frustrada. Ella quería irse y no quería mantenerse allí por más tiempo. Lo que fuera que él quería hacer con Marion, podría hacerlo. Ella no se preocuparía por ello ni un minuto más.
"Entonces estás bien… esto no tiene nada que ver con que Marion esté aquí…", continuó él, no dejando que su mirada se alejara de la de ella. Aparte de aquella mirada de ira que él creyó ver cuando ella se giró, ella no dejaba ver nada más.
Ella agitó sus pestañas, en un intento por entender de qué estaba hablando él. Internamente, ella batallaba con un nudo en su garganta. Llegarían las lágrimas pronto, pero de frustración. Ella tenía que terminar esto tan pronto como pudiera. Era tan tonta…
"Porque no está pasando nada con ella, Candy", él agregó, impulsado por su silencio.
"Lo que hagas con Marion no es de mi incumbencia Terry", afirmó. "¿Y ahora, puedes excusarme?, voy tarde y es Marion quien aún está en tu camerino. Será descortés dejarla esperando", le dijo bruscamente, en un intento para que la dejara ir.
Él no hizo ningún comentario sobre lo que ella había dicho. Por un momento se mantuvo inmóvil, mirando su rostro. Desesperadamente intentando leer algo en él. Ella había dicho su nombre, haciéndole salir de ese corto trance en el que había caído. Él apagó todo lo que sentía. Como un interruptor en su habitación. Un interruptor apagando todo, para que la oscuridad se esparciera.
"Haz lo que te plazca", le dijo sonando frío. "Gracias de nuevo por traer mi chaqueta", añadió y dejó su brazo libre.
Fue algo estúpido pero ella se sintió de repente sola. Incluso vacía. "No ha sido nada", le dijo con una voz apagada. Él no dijo nada. "Hasta pronto entonces", añadió ella antes de darle la espalda.
"Adiós, Candy", le respondió. Para cuando lo dijo ella ya había partido, e iba caminando hacia la puerta. Él respiró hondo. Estaba todavía enojado. Y tendría que hacerse cargo de la mujer que estaba en su camerino. Se llevó las palmas a la cara y respiró. Más que nada estaba enojado con su mala suerte de nuevo. Deseaba que el destino no le jodiera las cosas de nuevo. Se calmó y caminó hacia el camerino.
Era el final de la tarde. A pesar del hecho de que la mitad de su vida estaba en el aire, sin saber qué le traería el día siguiente, el sueño de Christian, profesionalmente hablando, estaba despegando de una manera espectacular. Sir Witt le había dado la bienvenida en su oficina. Él incluso sonaba muchos más entusiasmado por el éxito de la exposición de Christian, sobre su trabajo, que el artista mismo. Almorzaron en el Rules, él, Robert y otras figuras de gran influencia en el mundo del arte de Londres.
La ausencia de Rose no había pasado desapercibida. Después de todo, la Rosa Escarlata había causado un gran revuelo. Christian nunca había escondido el hecho de que ella había sido su musa, su inspiración. Su mentor la había visto algunas cuantas veces y se mostraba efusivo con ella. Como con todos los demás con los que ella entrara en contacto, se había entusiasmado también. Christian no podía hacer más que dar excusas. Mentir a través de sus dientes. La decisión que había tomado hacía unas pocas horas, durante la mañana, había empezado a dolerle. El polvo sobre los eventos de los días previos se estaba asentando y como un corte reciente sobre la piel, todo, incluyendo terminar con Rose, estaba empezando a sentirse demasiado doloroso.
Él le pertenecía. Todos lo decían. Él sabía qué fugaz era todo en los círculos que él frecuentaba, en donde el interés de todos aquellos jóvenes ricos de Londres era pasarlo bien. Nada menos, nada más. Él y Rose eran la pareja del momento. Pero él quería más que sólo eso. Ella podría ser la mujer con la cual pasar el resto de su vida. La facilidad con la que había tomado la decisión anterior se estaba disipando como la bruma de la mañana en el aire.
Y entonces, el encuentro con el jefe de la banda más famosa de Londres despertó su mente. Ellos sabían ya demasiado sobre su vida. Si, Dios no lo quiera, y algo le pudiera pasar a ella, el no dudaba que podría seguir viviendo, sabiendo que él habría sido la causa de cualquier mal que ella pudiera encontrar. Una batalla como la que nunca antes había experimentado estaba creciendo en su interior.
Con esto, su decisión de terminar todo nexo con ella, aunque antes se sentía fuerte, en su interior lo hacía temblar. Su agarre sobre el manillar de su moto se hizo más fuerte mientras se dirigía a casa. El pensamiento sobre su encuentro más tarde con ella hizo que su respiración se acelerara en su pecho.
Ella entró en la oficina de Archie como una ráfaga de viento, inesperado. La puerta se abrió de golpe, cortando abruptamente la conversación que tenía en el teléfono. La mirada de su rostro le hizo dar una rápida excusa a quien estuviera del otro lado de la línea para terminar la llamada.
"Y buenas tardes a ti también Candy". Le dijo mientras colgaba el auricular. Ella ya estaba abriendo la pesada botella de cristal que estaba sobre el carrito de licores. Mientras se sirvió dos dedos de whiskey, giró su mirada hacia él.
"¡Hola Archie!", le dijo y tomó el licor de un trago. El calor hizo que sus ojos brillaran. Si Archie tuviera que ser honesto, la nueva personalidad que su prima había asumido desde que se había mudado a Londres lo tenía sin palabras. Él sabía que Candy no era una mujer fría. De ninguna de las maneras. Él conocía el fuego en su corazón por todo lo que le apasionaba. Pero hasta ahora, la mayoría de las veces, ella había logrado controlar sus sentimientos. Incluso en los momentos en los que el comportamiento de Eliza hacía todo tan difícil en su relación con Terry, sus intrigas, Candy supo cómo controlarse. Comparada con la de ahora, parecía un huracán.
"¿Qué ocurre Candy?"
Hizo la pregunta y caminó hacia ella. Examinó su cara al acercarse. Había tribulaciones en su mirada.
"Oh… no es nada Archie, de verdad", le dijo y lo besó en ambas mejillas antes de girarse y tomar asiento en una de las sillas de cuero que estaban frente al escritorio. Tomó su pitillera, encendió un cigarrillo y esperó a que su primo se sirviera un trago antes de regresar también a su escritorio. De alguna forma, él sintió que necesitaría una bebida también, por la forma como Candy había entrado a su oficina. Al menos, él se sentía más calmado que antes. Sabía que era porque Isabel había aparecido de nuevo en su vida. El encuentro la noche anterior era uno que no iba a olvidar fácilmente. Así que lo fuera que le hubiera ocurrido en la vida de Candy, estaba preparado para escucharlo. Incluso le daría algún consejo útil sin añadir ningún comentario quisquilloso. Y tenía una corazonada sobre lo que podría ser la crisis que ella quería ahora ahogar con el whiskey y el cigarrillo. O mejor dicho, quién estaba involucrado.
"Nada no te hace irte de cabeza directamente por una botella justo al llegar", le comentó. Ella siguió fumando sin decir una palabra.
"Candy, no te juzgaré…", añadió, tratando de alentarla para que sacara todo lo que la estaba atormentando. Ella lo miró directo a los ojos. Después de todo lo que había pasado entre ellos, desde que él se había mudado a Londres, ella no estaba segura de si Archie era la persona correcta para abrir su corazón. Pero dada la situación en la que se encontraba, no había nadie a quien más acudir. De hecho, de camino a la oficina de Archie, una sensación de soledad se estaba esparciendo en su interior, como un charco que crecía constantemente, hasta transformarse en un océano en el que ella se había encontrado, nadando en el medio, y un sentimiento de estar completamente sola. La emoción era demasiado avasalladora, tuvo que respirar hondamente para no dejar que las lágrimas empezaran a inundar su cara. Este no era el momento para una crisis nerviosa. Y es verdad, había una parte dentro de ella que le preguntaba constantemente si no estaba exagerándolo todo. ¿Y qué si la reacción de Christian la noche anterior era más que extraña? Aún si tuviera asuntos con otra mujer, ¿no era ella la que quería que las cosas fueran casuales? ¿Vivir día a día? Y acerca de Terry… bien. Si había habido un momento en que ella había ido demasiado lejos, fue definitivamente ese. Él era un hombre muy atractivo, con una actitud para seguirle el juego. Marion habría tenido que ser ciega para no sentirse atraída.
"No creo que puedas ayudarme Arch", le dijo y tomó una calada de su cigarrillo, antes de acercar el cenicero y aplastarlo en él. Él no trató de contradecirla. Ella exhaló el humo y lo miró de nuevo. Se desplomó en la silla con una mirada de rendición en su cara. Se sentía cansada. "Está bien, es sobre Terry". Admitió.
Esa admisión por su parte no lo sorprendió. Candy seguramente había cambiado pero el tema de "Terry" en su vida era prácticamente una constante, y él estaba tan seguro de ello que él podía apostar toda la fortuna Ardlay en ello. Aún si ella no estaba enamorada de él, Archie entendía cómo su presencia la había intranquilizado. Había demasiada historia entre ellos, para que ella se sintiera indiferente hacia él.
"¿Qué pasa con Terry?", le preguntó, tomando otro sorbo de su licor. Candy se detuvo por un momento y simplemente miró a Archie. "¡Vamos Archie!, no me hagas sentir peor de lo que ya me siento".
Él respiró hondo, tratando de no sentirse frustrado con ella. "Candy, ¿por qué viniste exactamente aquí?"
Su pregunta la tomó por sorpresa. Era verdad lo que él le había preguntado. ¿Qué necesitaba ella de él?, ella no tenía una respuesta. "¿Qué quieres lograr?", continuó él. Viéndola toda confundida decidió continuar. "¿Respondo por ti?", le preguntó sin esperar una respuesta. "Pero por favor no te enojes".
