Capítulo 30

Ella no se opuso. De hecho, las palabras de su primo la intrigaron. Aunque también mantuvo sus reservas y esas reservas se reflejaron en sus ojos y levantó la ceja mientras Archie se ponía de pie. Él no había sido la mejor compañía mientras había estado en Londres. La mayoría de las veces, se peleaban más que cualquier otra cosa. Archie no se había dado cuenta de que ella no era la adolescente santurrona que una vez había sido, y tampoco era como su amiga Annie, su esposa.

Annie... hubo un momento en la vida de Candy en el que realmente hubiera hecho cualquier cosa por su amiga. Todavía la quería, por todos esos años desde que crecieron juntas en el Hogar de Pony. Pero mientras dejaban atrás su adolescencia, también reconocía las faltas y debilidades de Annie y algunas de ellas, si tenía que ser franca, en el fondo, las había encontrado irritantes. Como, por ejemplo, su insistencia en seguir la etiqueta de la alta sociedad. Annie siempre había sido formal y correcta en cada situación. Desde que se casó con alguien de la familia Ardley, se había vuelto aún peor. La desaprobación de su boda con Archie por parte de la tía Elroy, la matriarca de la familia, la hizo esforzarse por convertirse en la encarnación de la esposa perfecta. Mientras Albert estuvo vivo, su actitud relajada hacia todo mantuvo su comportamiento un poco más equilibrado. Después de su fallecimiento, aunque inicialmente excusó el cambio gradual en el comportamiento de Candy como mecanismo de defensa para afrontar la pérdida de Albert, una vez que se dio cuenta de que Candy había decidido mudarse a Londres, para vivir su vida como una joven soltera, su desacuerdo fue mostrándose en sus palabras y en cada pequeña mueca de su impecable rostro.

"La querida Candy ha decidido probar la vida de una chica descocada por un tiempo...", decía en reuniones con amigos, "así que nos deja aquí en el aburrido Chicago por las brillantes luces de Londres". Candy lo guardaba todo dentro, a pesar de que su frustración aumentaba como una nube de humo en su interior. Sin embargo, estaba decidida a no pelear y viajar a Londres sin dejar atrás nubes oscuras. Una frialdad puede haber teñido su relación, pero las lágrimas cuando se despidieron fueron decididamente reales.

"¿Un trago más?" Oyó la voz de Archie mientras él estaba de pie junto al carrito de licores. Ella aceptó su oferta con un movimiento de cabeza. Sus ojos siguieron sus movimientos, mientras su silencio la hacía preguntarse si esa era la forma en que Archie buscaba que se calmara. Hacerla esperar para escuchar alguna sabia verdad, aunque en realidad estaba tomándose su tiempo, tratando de pensar qué le diría que pudiera sonar profundo. Él se sentó, y sus ojos se posaron en su cara inquisitiva.

"Sin saber qué sucedió exactamente, ¿puedo suponer que tu..." descontento" también involucra a una mujer?"

Su inesperada pregunta llenó el silencio e hizo que ella abriera mucho los ojos bajo su mirada inquebrantable. Para Archie, era el momento perfecto para que Candy escuchara algunas verdades y tal vez... sin mostrar su aversión por Christian obviamente a flor de piel, hacer que se planteara algunas preguntas mentalmente. Dejarlas crecer. Porque estaba casi seguro de que las preguntas que él le haría, no harían más que aumentar con la presencia de Terry.

"¿Cómo...?" Ella susurró y se recostó en la silla. La perspicacia de Archie no mantuvo alejada la ira de Candy por mucho tiempo. Una vez que la sorpresa se retiró como la ola arrastrada hacia el mar, ella entrecerró los ojos.

"¿Y qué si fuera así?" Ella le preguntó a cambio y tomó un sorbo de su licor, dándole la bienvenida al calor que corrió por su garganta. Archie copió su movimiento y acercó el vaso a sus labios. Se dio cuenta de que Candy estaba seriamente afectada por lo que parecía involucrar a Terry y, con toda probabilidad, a su amiga Marion. Recordaba muy bien la expresión de la cara de Candy cuando ella se la presentó.

"¿Te oyes a ti misma Candy?" La frustración se hizo evidente en su voz. "Sabes que Terry y yo nunca estuvimos realmente de acuerdo en la mayoría de las cosas, pero... ¿crees que, sea lo que sea que sientes ahora mismo, ¿está justificado?

Ella respiró hondo, absorbiendo las palabras de Archie al mismo tiempo que flotaban en el espacio entre ellas. "No lo entiendes Archie..."

"Candy... Terry está soltero... es un hombre que no le pertenece a nadie". Siguió soltando palabras que ella no quería escuchar. "¿Qué más hay para entender?"

Se sintió inquieta de repente. Inquieta y acalorada. Todo su cuerpo irradiaba calor. La hacía sentir incómoda. O tal vez eran los comentarios de su primo los que se unían a sus propios pensamientos. Ella ya había reflexionado sobre todo lo que él había dicho. Pero lo había rechazado, negándolo. Encendió un cigarrillo con movimientos apresurados y se levantó. Paseó por la habitación bajo la mirada de Archie. Dejando los rastros del humo del cigarrillo persiguiéndola.

"Podría haberse quedado en Nueva York con cualquier mujer que quisiera". Ella confesó con la misma rapidez, de corrido, una vez que se detuvo. Se encontró con los ojos examinadores de Archie. "¡Y deja de mirarme como lo haces!" protestó, alzando la voz. Él se levantó y se acercó a ella antes de que dijera algo más. Se encontraban uno frente al otro a distancia de un aliento, mientras él colocaba sus manos sobre sus hombros.

"Ven y siéntate cariño", dijo, su voz salió suave y amable. Se sintió perdida, sin reconocer ninguno de los sentimientos que se habían agitado en su interior, desde que Terry apareció en Londres. Especialmente a los que se resistía a confrontar en el momento en que Marion le había echado el ojo y todo lo demás que tenía para ofrecerle. Por supuesto, Archie tenía razón. Lo siguió sin mostrar resistencia. Ella se sentó y él se arrodilló frente a ella. Descansó sus brazos sobre sus rodillas y sostuvo sus manos entre las suyas, todo esto sin dejar de mirarla a la cara.

"Entiendo que Terry apareció de repente".

"Y sí, hay un pasado entre ustedes dos".

Con cuidado, eligió cada frase, dejando pausas de silencio entre ellas.

"¿Y qué si Marion está arrojando sus redes hacia él?"

"¿Debería importarte...?"

"Archie..." dijo ella. Realmente quería explicar el surgimiento de todos los recuerdos desagradables que había empujado a los rincones oscuros de su mente. Cuando se dio cuenta, otra mujer había reclamado a Terry. Todos esos años atrás, cuando Susana, sin invitación, había entrado en sus vidas y con todo lo que el destino les había arrojado, finalmente obligando a Terry a quedarse con ella. Por supuesto, ahora era diferente. Terry no estaba en una relación con ella. Era libre de hacer lo que quisiera con las mujeres que se le ofrecían. Simplemente no debería importarle... suspiró derrotada. Sin tener la voluntad de continuar diciendo lo que quería.

"¿No estás contenta con Christian, Candy?"

De repente, sus preguntas se hicieron más precisas, afiladas como cuchillos, tallando verdades. Ahora se daba cuenta de por qué él le había pedido que no se enojara. Un ceño profundo nació entre sus cejas.

"¿Qué estás insinuando Archie?" Preguntó mientras su cuerpo se tensaba.

Pero él no retrocedió. En cambio, apretó sus manos dentro de las suyas.

"Candy, ¿te has preguntado si aún sientes algo por Terry?"

Fue como si un rayo cayera entre ambos y en el momento en que llegó al suelo, Candy saltó como una bobina enrollada. "¿Qué?" Dijo sin dejar tiempo para pensar, su sorpresa sonó como una flecha en movimiento. Ella dejó la silla. La sangre se le subió al rostro cuando la ira agitó los lagos verdes dentro de sus ojos. "¿Qué demonios Archie?"

"Te pedí que no te enojaras, Candy" Se defendió él, alzando también su voz en respuesta.

"No, sé lo que es esto..." Dijo, sintiendo un fuego extendiéndose en su interior. Llegó el momento para que Archie se quedara en silencio. "¡Por centésima vez, Archie! ¡Me importa un comino lo que pienses de Christian!" Ella comenzó a decir. "¡No puedo creer que volvamos a pelear por esto!"

"Candy, te equivocas"

"¿Sí?" Las palabras se empujaban por salir de su boca. "¡Simplemente estás tratando de hacerme dudar de mis sentimientos por Christian!"

"¡Sí, no tengo nada mejor que hacer con mi tiempo que pasarlo pensando en formas de romper tu relación con Christian!" Él replicó, queriendo defenderse de sus acusaciones. Pero ella no escuchaba nada de eso.

"¡No puedo creer que hayas caído tan bajo Archie!"

"¡Oh! ¡No te hagas ilusiones, Candy! El mundo no gira en torno a tu emocionante vida amorosa". El sarcasmo en su voz era obvio.

Ella agarró su bolso. Fue un error visitar a Archie y estaba amargamente consciente de eso en este momento. "¡Por qué no vas con tu pequeña bailarina y dejas en paz mi agotadora vida amorosa!" le gritó.

"¡Con mucho gusto!" Comentó él a sus últimas palabras.

Llegó a la puerta y se detuvo por un momento con la mano en la manija. El tiempo justo para recuperar el aliento, recobrar la compostura. "Fue un gran error venir aquí", agregó con la cara mirando hacia la puerta.

"La verdad puede ser difícil de enfrentar, Candy"

Ella cerró los ojos con todas sus fuerzas, apretando la mandíbula. Las palabras de Archie la enfurecieron. Giró la manija y abrió la puerta. Comenzó a caminar con paso firme sin responder ni decir nada más. Oyó que la puerta se abría detrás de ella.

"Nunca respondiste mi pregunta Candy..." Él le gritó.

"Oh, vete al infierno... Archie..." Murmuró entre dientes. Ya estaba harta de esto. De Terry y las mujeres que lo habían perseguido, de Archie y su petulancia. El sabelotodo que había jodido su propia vida amorosa y jugaba al experto con la de otros. Sintió la ausencia de Christian aún de manera más fuerte ahora. Anhelaba verlo. No debería pasar mucho tiempo antes de que lo hiciera. Cualesquiera que fueran los problemas que habían surgido entre ellos, podían resolverlos. Estaba segura de eso... Pero ella tenía que hacer algo más antes de extinguir cualquier duda al respecto.

Archie dejó que su espalda descansara sobre la superficie dura de la puerta cerrada detrás de él. Seguro que había tocado un punto sensible de Candy. En el momento en que mencionó a Terry y sus sentimientos, reaccionó como un pino seco incendiándose en un caluroso día de verano. Echó un vistazo a su reloj de bolsillo. Casi la hora de dejar la oficina. Ya había tenido suficiente drama por un día. Se suponía que debía recoger a Isabel. El trabajo en el estudio de baile estaba casi completo, y pronto tendría la apertura oficial. Pero antes de eso, le había sugerido a Archie que los dos se tomaran un tiempo para estar juntos en Francia. En realidad, no recordaba cuándo era la última vez que se había tomado unas vacaciones e Isabel estaba ansiosa por mostrarle su pequeño rincón en el mundo, tal como se lo expresó. En cualquier caso, el lugar no le importaba mucho. Solo la idea de pasar un tiempo con ella, los dos lejos de todo y todos los demás, hacía que su cabeza diera vueltas, con pensamientos que nunca antes había tenido, tan lleno de cosas que un hombre casado no debería estar haciendo con otra mujer, apasionadas, llenas de vida, sintió el vello de su nuca erizarse. Ante esa perspectiva, sus labios se curvaron en una sonrisa impía, habiéndose olvidado de la furiosa explosión de Candy en su oficina.

Christian solo tardó un respiro y medio en darse cuenta de que no estaba solo. En el momento en que abrió la puerta de su departamento, algo no estaba bien. ¿Se habían movido las cosas dentro de la habitación? Pisó con pasos ligeros el suelo de madera, habiéndose quitado los zapatos. Leves susurros llegaron a sus oídos desde detrás de la puerta cerrada de su habitación. ¿Era Billy? ¿Con quién estaba hablando, pidiéndole dejar sus cosas como estaban?

Con muchísima quietud en sus movimientos, llegó al armario de la cocina, debajo del fregadero. Siempre mantenía allí un arma allí para emergencias. Completamente cargado. Ese hijo de puta de Billy... lo vendió a la banda. Podría matarlo allí mismo y luego. Enviar un mensaje a McDonald. No debería haberse metido con él. Sus ojos azules se habían vuelto de frío metal en el momento en que alcanzó la puerta cerrada. Apretó los dientes, respiró hondo y abrió la puerta.

Estiró el brazo, arma en mano, la cargó con el pulgar y dejó que el cañón descansara en la nuca de Billy, que estaba de pie, con la espalda frente a él. El tipo se congeló en el sitio.

"Hola Billy" Oyó la voz de Christian detrás, vacía y decidida a todo. Incluyendo a disparar el arma.

La mirada de Christian se disparó más allá de Billy. Sus ojos se clavaron en la mujer que estaba de espaldas a los dos, habiendo abierto su armario, husmeando entre sus cosas.

"¿Qué mierda está ella haciendo aquí?" Añadió sin moverse de donde estaba parado, la pistola todavía apuntando a la cabeza de Billy.

"El jefe la quería aquí conmigo, amigo". Él respondió la pregunta de Christian. La mujer se volvió para mirar a los dos hombres con una sonrisa que se extendía de una oreja a la otra, con sus astutos ojos abiertos, fingiendo inocente sorpresa.

"Hola Christian querido..." Dijo con una voz dulzona como la miel.

"No me llames amigo, bastardo". Christian dijo entre dientes, ignorando el saludo de la mujer. "Dime por qué no volar por los aires tu cerebro aquí mismo". Una sombra de preocupación pasó por los ojos de Alice mientras evaluaba la situación. La tranquila determinación en la voz de Christian había dado en el blanco. Notó el ligero temblor en los hombros de Billy mientras trataba de calmar su voz.

"Cálmate Christian, por favor..." Dijo sonando tan tranquilo y firme como pudo. "Todavía soy tu amigo, hombre".

"Los compañeros no se joden como tú lo hiciste"

Las palabras de Christian sonaron duras, igual que su mirada fija en Alice, que se quedó quieta, frente a su armario abierto.

"Traté de advertirte Chris... te dije que a ciertas personas no les gustaría que te retires", escuchó a Billy tratando de disculparse por lo que había sucedido, recordándole la última vez que estuvieron solos, "pero tú no querías escucharme... "

"¡Nadie me dice lo que puedo o no puedo hacer con Plumas Negras!" Christian levantó la voz, empujando el frío metal sobre el cráneo de Billy.

"¡Oh vamos Christian!" Escuchó a Alice decir, cansada de toda la escena. "¿Realmente creías que entrarías en las casas de los ricos, robando sus objetos de valor, montando tu caballo de alta moralidad, y ni siquiera pensaste una vez, que personas como Charlie no se darían cuenta?"

Cuando terminó de hablar, estaba parada a su lado. Él mantuvo el arma donde estaba. Independientemente de si ella tenía razón o no.

"Vamos Christian... sabes que Alice tiene razón..." Billy también lo enfatizó.

¿A quién estaba él engañando? Incluso si los matara a ambos, todavía así no podría escapar de McDonald y los chicos Elefante. Todo ese tiempo, sin darse cuenta, también se había convertido en uno de sus miembros. Trabajando para él. Las palabras de Alice resonaron en sus oídos. Había sido realmente estúpido, jodidamente ingenuo. Lo mejor que podía hacer era apuntar el arma a sí mismo en su lugar. De esa manera podría terminar con todo. Los planes de MacDonald, el peligro en la vida de Rose... Bajó el arma.

Su movimiento hizo que la respiración de los otros dos fuera normal otra vez. Los dejó allí de pie y caminó hacia la sala de estar.

"Hombre, no es tan malo... ya sabes". Billy dijo mientras lo seguía.

Christian se detuvo y se volvió. Sus ojos cayeron como dagas en la cara de Billy.

"No tientes tu suerte, Billy". Dijo apretando con fuerza el arma que todavía tenía en la mano.

"Está bien amigo, olvida lo que dije..." respondió Billy, mientras daba un paso atrás. Los tres estaban en la sala de estar. Christian parecía cansado. Derrotado incluso.

"Hazlo rápido y dime lo que haya que decir". Le dijo a Billy. Desesperado por un tiempo a solas, para acomodar sus pensamientos, quería que ambos se fueran lo más rápido posible.

Billy respiró hondo e intercambió miradas con Alice. "La mansión de Lord Wooster..." Dijo. Christian escuchó sin dejar que ninguna emoción o pensamiento se mostrara en su rostro. Billy permaneció en silencio por un momento antes de continuar. "Conoces el lugar...", dijo y se detuvo, "Alice conoce el lugar..." Otra pausa.

"¿Alice?" Christian volvió a mirar a la mujer que se quedó callada mirando sus cuadros. Billy a su vez, la miró. Odiaba su posición. Le habían dejado llevarse toda aquella mierda. Sabía que Christian se negaría completamente a lo que estaba a punto de decir.

"Alice irá contigo, Christian..."

Christian se quedó quieto. Su mirada se endureció. Se convirtió casi inhumana. "No" dijo.

"Esas son las órdenes de Charlie". Él escuchó su voz, llevando la confianza de una mujer que tenía el oído del jefe entre otras cosas más. Christian se volvió hacia Billy, que no intentó agregar nada a la declaración de Alice.

"Yo no trabajo con putas que pertenecen a bandas". Dijo, sin dejar alternativas, sin más discusiones. Los labios de Billy se apretaron en una línea.

"No depende de ti Chris... el jefe... no confía en ti..."

Los ojos de Christian se movieron de uno al otro. Su sangre corrió hirviendo dentro de sus venas. "Entonces, es un jodido no a todo, díselo".

Alice dio un paso adelante. Se detuvo frente a Christian, fijando sus ojos en su rostro que difícilmente podrían ocultar su ira.

"Escucha esto Christian". Dijo ella "Puedes ser un dios para muchos en este momento, y sé que me odias, pero si quieres mantener a salvo a tu amor y mantenerte vivo para pintar a mucha gente más gente rica, haz lo que Charlie dice… de lo contrario..."

Una bruma de rabia, roja y espesa envolvió su mente. Especialmente cuando Alice mezcló a Rose en sus asuntos. El control sobre sus acciones se estaba convirtiendo en delgado hielo. Sin pensarlo más, levantó las manos y agarró su cuello. Ella tenía un cuello esbelto. Suficiente para que sus manos se cerraran a su alrededor por completo. Podría haberlo roto muy fácilmente si hubiera querido. Los ojos de Billy se abrieron con miedo. Gritó su nombre, pero él no respondió. En cambio, apretó con más fuerza alrededor de las venas en su cuello, que habían comenzado a mostrarse como ríos serpenteantes debajo de su piel. "¿Crees que tengo miedo?" Le preguntó él con una mirada en llamas, con todo lo que estaba sintiendo en ese momento.

"No... creo que eres estúpido". Luchó ella por responder, con la poca cantidad de aire circulando desesperadamente bajo por su garganta. No se dijo nada más. Era como si el tiempo se hubiera detenido para los tres. Haciendo equilibrios en el filo de un cuchillo. Si Christian persistiera solo unos momentos más, su vida cambiaría para siempre. Habiendo tomado una vida humana. Notó las perlas de sudor en la frente de ella. Su rostro que se estaba poniendo cada vez más rojo. Su mirada vidriosa. Billy gritando su nombre. Estaba llegando al punto de no retorno. La adrenalina bombeaba dentro de las venas de sus manos. Podía escuchar los latidos de su corazón. Algo lo detuvo. Puede que fuera el miedo que vio en los ojos de ella por un momento. Puede que fuera la cara de Rose en su mente. Fuera lo que fuese, aflojó su agarre. Su respiración era difícil. Ella se desplomó en el suelo, tosiendo.

"Fuera, maldita sea." Dijo en voz baja. "Los dos".

Alice se puso de pie. Miró a Billy. Parecía asustado. Arrepentido incluso. Se dirigieron hacia la puerta. Christian estaba de espaldas a ellos. Desde donde estaba parado, podía ver la ventana abierta en su habitación. Estaba allí, pero su mente ya estaba volando hacia Rose. Tenía que verla.

"Dile a MacDonald que lo haré".

Billy y Alice se detuvieron en seco. El la miro. Él susurró algo y ella continuó caminando. Billy miró a Christian. Deseó haber manejado las cosas de manera diferente. Pero era verdad. A pesar de lo que pensaba de Christian, y con toda honestidad, le agradaba, había llegado a pensar en Christian como un amigo. Pero Alice tenía razón. Lo que estaban haciendo los dos, robando todas esas mansiones... la publicidad. Su jefe llegó olisqueando como un perro. Lo había arrinconado mucho antes de que Christian decidiera renunciar. Cuando le pidió a Billy que se convirtiera en sus oídos y ojos en lo que respectaba a Plumas Negras, no le dio otra alternativa. No había alternativa con Charles MacDonald. Si querías seguir respirando. Pudo haber advertido a Christian y a su manera lo hizo. Pero él no estaba escuchando. Especialmente después de que se involucró con esa muchacha yanqui.

"Realmente lo siento, Christian..." solo logró decir, tratando de verter todo su remordimiento en esas pocas palabras.

Christian no se volvió. Él ya tenía los ojos cerrados, no queriendo dejar escapar lágrimas de arrepentimiento.

"Lo sé Billy..." Dijo, con su voz sonando inexpresiva.

Billy esperó solo un momento, esperando quizás que Christian se volviera. Pero él no lo hizo. En cambio, Billy salió, cerrando la puerta detrás de él.

Era temprano en la noche cuando Terry cruzó la puerta de la galería Whitechapel. ¿Qué estaba haciendo allí? No lo sabía con certeza.

Cuando Candy partió, de la manera como lo había hecho, él había regresado al camerino para encontrar a Marion con expresión perpleja. "Espero no haberme entrometido en algo..."

"No lo hiciste". Él le había respondido pero sus puños estaban cerrados y ella se había dado cuenta. Terry puede haberle confirmado que no lo había hecho. Pero por su aspecto, alguien lo había hecho.

"¿Estás seguro?" Ella le había preguntado, sonando vacilante al mismo tiempo. "No sé cuál es la historia entre tú y Rose, pero ¿hay alguna historia?"

Terry había girado los ojos para mirarla.

Toda la escena se estaba reproduciendo dentro de su mente, mientras caminaba hacia la habitación donde estaban las pinturas de Christian. Era temprano en la noche y solo había un puñado de personas, examinando en silencio las obras del pintor.

Volviendo a lo que había sucedido en el teatro, tener a una extraña mujer interrogándolo, sobre si había una historia entre él y Candy era lo último que habría deseado en ese momento. Pero si él hubiera perdido el control frente a ella y la hubiera echado del camerino, habría confirmado sus sospechas. El comportamiento de Candy había sido, por decirlo en términos medios, increíblemente frustrante. Sin embargo, se había mudado a Londres para escapar de su pasado.

Revelar ese exacto pasado a las personas que conocían el presente Candy, era lo último que Terry quería hacer. Él suspiró. Al mismo tiempo, había puesto una cubierta sobre sus sentimientos con un control que lo sorprendió incluso a sí mismo. "No hay historia, Marion". Él había respondido con una sonrisa seca en sus labios. "Ustedes, las mujeres, imaginan cosas en cada situación".

Aun así, no parecía convencida. "Mira, odio los chismes, especialmente cuando se trata de personas que no conozco bien... pero tu amiga Rose estaba molesta con Christian anoche". El azuelo que Terry le había arrojado había sido efectivo. Marion parecía que fuera toda oídos. "No me preguntes nada más porque ella no ha dicho nada más".

Había soltado un suspiro de decepción. "La acompañé a casa y me quedé a tomar algo. Ella se calmó y yo me fui".

Marion había sonreído. "Eso suena como a ella. Desde que conoció a Christian, se ha vuelto bastante intensa".

Vio a La Rosa Escarlata desde lejos. Caminó hacia la pintura, lleno de pensamientos, aún repitiendo en su cabeza su discusión con Marion.

"¿Qué quieres decir?" había preguntado, cuidando de no parecer demasiado interesado. Quizás podría saber algunas cosas sobre Candy y Christian. Marion había chasqueado los labios, como si fuera a compartir alguna información jugosa sobre su amiga.

"Lo que quiero decir es que, desde la aparición de Christian, los sentimientos de la querida Rose, sean los que sean, han subido un nivel, o dos en este caso..." Terry no había comentada nada.

La silueta desnuda de Candy se reflejaba en las aguas turquesas al interior de sus ojos. En su mente, las palabras de Marion seguían sonando.

"Ella se volvió un poco loca. Cualquier cosa que Christian propone, ella lo hace. Ella lo sigue a ciegas". Esas palabras casi le habían quitado el aliento. Se había sentido más confundido que nunca. Estaba seguro, había sentido algo entre ellos la noche anterior, cuando estaban solos en su casa. Ella había coqueteado con él. A la fría luz del día, podría haber sido el licor el que hablaba, o incluso el hecho de que Christian la había disgustado mucho, por lo que él había intuido.

Terry no había logrado responder a lo que Marion había revelado. Había escuchado a Robert preguntar por él. Por una vez, se había sentido muy agradecido por esa llamada. Y entonces se habían separado. No antes, prometiendo a la insistente Marion que se encontraría con ella nuevamente. Así había resultado su encuentro no planeado con Marion y Candy.

La piel de Candy en la pintura brillaba. Parecía incluso translúcida. Estaba casi seguro, Christian debía haberla pintado después de haberle hecho el amor. Podía darse cuenta al mirar su cara. La tranquilidad que sigue a la satisfacción completa, sentida después de alcanzar el clímax, logrado solo por la intensidad con que se hizo el amor. Introdujo su mano izquierda dentro del bolsillo de su chaqueta. Respiró hondo. Sintió la nota que había metido dentro. Se la había dado el hombre en la recepción del hotel. Había gritado su nombre cuando pasó de camino al ascensor. Una mujer joven la había dejado allí. Había sido Candy. Disculpándose.

"Terry,

Lamento profundamente mi comportamiento de hace un rato. Creo que todavía me sentía afectada por los acontecimientos de la noche anterior, aunque ahora estoy bien. No tengo derecho y no debería importarme lo que hagas en tu vida privada. Marion es mi amiga y realmente me cae bien. ¡Ustedes dos se veían bien juntos! Espero que aún te veremos mientras pasas tiempo aquí.

Tu amiga, siempre

Rose"

Dejó salir el aire de sus pulmones. Si ella pensaba que con esa nota estaba mejorando las cosas, había fracasado. El hecho de que ella hubiera agregado que él y Marion se veían bien juntos, le decía que estaba tratando demasiado de sonar bien. Sin mencionar a Candy escondiéndose detrás de Rose.

La nota lo había llevado frente a su pintura. Él la miraba fijamente, tratando de encontrar respuestas que no podía encontrar. O tal vez no quería encontrarlas después de todo. La mujer de la pintura solo tenía un ligero parecido con la Candy que una vez conoció. Un parecido físico. El resto había cambiado. Y con eso, ella lo había dejado atrás. La expresión de su rostro, esa serenidad que se extendía suavemente sobre sus párpados cerrados, la media sonrisa dulce en sus labios... era otro hombre el responsable de todo eso.

Christian dejó su departamento, poco después de que Billy y Alice se hubieran ido. Se sentía conmovido hasta la médula. Que fuera casi hora de pasar por la casa de Rose no facilitaba las cosas. Lo hacía mucho peor. La determinación que había tomado por la mañana sobre lo que había decidido hacer se deslizaba entre sus manos como arena. La lastimaría con lo que quería decirle. Ya le dolía, solo de pensarlo. Tenía que aclarar su cabeza antes de enfrentarla. Salió a la calle, se subió a su moto. Arrancó el motor. La necesidad de encontrarse con sus pinturas surgió en su mente. Se dirigió a la Galería Whitechapel. Llegó no mucho después. Entró en la galería, como un hombre con una misión. Tan absorto en sus pensamientos, se dio cuenta de que alguien más estaba parado frente a la Rosa Escarlata, solo cuando se acercó a la pintura, se frenó un poco y caminó con pasos silenciosos un poco más.

Llegó frente al cuadro de Rose. Dejó que sus ojos descansaran en ella por un rato. Tampoco se había girado para ver quién la estaba mirando. Por el tiempo que estuviera allí, no le importaba. No tenía la voluntad de hablar con nadie más. Todo lo que podía pensar era en el día en que la había pintado así. El momento en que todo cambió para los dos. Cómo habían terminado en su cama. El que ningún otro hombre hubiera tomado su cuerpo como él lo había hecho. Su completa rendición, la confianza que había depositado en él. Su visión se volvió húmeda. Un nudo grande y difícil se había formado en su garganta. Pensamientos con dudas giraron dentro de su cabeza. Él podría protegerla. ¿Y si ambos se iban? Podrían huir. ¿Podría explicarle todo lo que había sucedido?

"Ella te ama, y lo sabes..." le dijo el hombre a su lado. Solo un puñado de palabras que apagaron todos los pensamientos y sentimientos que Christian tenía en ese momento. Dejando solo una oleada inesperada. Ambos hombres se giraron para verse. Era ese tipo, Terry. El expatriado. El cual se había comportado de la manera más extraña. El que se había llevado a su chica de vuelta a casa. El músculo de la mandíbula de Christian se contrajo.

Antes de responder a su comentario, Terry volvió su mirada hacia la pintura, dejando a Christian preguntándose si estaba tratando con alguien que había perdido la razón.

"Sé lo loco que parezco ahora... apenas te conozco... y a Rose..." Dijo, manteniendo su cuerpo completamente quieto, sin siquiera mover sus párpados. Y luego se volvió de nuevo, sus ojos se veían verdes bajo las luces de la habitación. Los fijó en Christian, que parecía desaliñado, con una mirada estupefacta en su rostro.

"Pero fui yo quien la acompañó de regreso a casa anoche..." continuó Terry.

"Lo sé." Christian le reveló de inmediato.

"Yo sé que lo sabes." Terry respondió, sorprendiendo a Christian aún más. "Intentaste esconderte a la vuelta de la esquina, alejado del camino, pero te vi por casualidad"

Los ojos de Christian se entrecerraron. No tenía idea de a dónde estaba dirigiendo Terry esta conversación. Además de eso, se sentía cansado. No había ido a la galería para resolver acertijos con un loco como lo parecía ser Terry.

"¿Cuál es tu punto, puedo preguntar?"

Terry examinó su rostro. Christian no parecía una mala persona. Sus ojos guardaban muchos secretos. Terry conocía esa mirada. No era ajeno a eso. Dios sabía el secreto que guardaba detrás de sus ojos durante años, desde que era un niño. Sintió simpatía hacia el tipo que estaba frente a él. Debían tener la misma edad incluso. La forma en que la luz cayó sobre la cara de Christian, su estructura ósea, le recordó la misma de su madre. Otro secreto detrás de sus ojos. Se quedó allí, cada vez más sin creer que en realidad no iba a golpear la cara de Christian. No solo eso, sino que, en cierto modo, admitiendo la derrota. Quizás había perdido a Candy, pero ella merecía encontrar la felicidad. A juzgar por la pintura, ella ya la había encontrado.

"Sólo intento aconsejarte... no lo arruines con ella". Dijo Terry en un momento que parecía tan surrealista, que en realidad pensó que alguien más había entrado en su cuerpo, para hablar con Christian.

Christian no podía creer lo que estaba escuchando. Le resultaba difícil pensar que un extraño comenzara a darle consejos tan personales. Y además, sobre Rose. No había forma que este tipo no tuviese ocultas intenciones. A pesar de que Terry sonaba sincero, sus palabras no disiparon la sospecha que había nublado la mirada de Christian.

"¿Y qué te importa esto a ti?" Preguntó, sonando más curioso que sorprendido. "Apenas nos conoces como dijiste..."

Terry se volvió hacia la pintura. Tenía que mirar la cara de Candy una vez más. Para confirmar lo que estaba diciendo, cuáles eran sus pensamientos. Se dio cuenta incluso que era una especie de despedida para la Candy que conocía.

"Ella me recuerda a una mujer que una vez conocí, hace mucho tiempo..." Confesó, tratando de no entorpecer su voz con lo que sintió en el momento en que le reveló algo de su pasado a Christian. "Anoche... no sé qué pasó... ella no lo dijo", continuó con su explicación a Christian que captado toda su atención, "pero lo que fuera que pasó, la lastimó".

Hizo una pausa. Volvió una vez más sus ojos y esta vez los fijó intensamente en la cara de Christian. "Me sentí cerca de ella"

Christian se sintió celoso de repente. Su mujer confiando en otro hombre. No solo eso, sino que fue él mismo quien causó eso. Al comprender cómo los eventos de la noche habían afectado a Rose, lo hizo sentir aún peor. Tenía que verla.

"Entonces esto es porque te preocupas por Rose". Le dijo de vuelta a Terry.

"No lo voy a esconder, sí". Dijo mientras apretaba la empuñadura de su bastón. Tenía que irse. "Si me disculpas ahora... me esperan para cenar".

Le dio la espalda a Christian. ¿Lo volvería a ver? Seguro que sí. Se lo había prometido a Archie. No se había olvidado del extraño comportamiento de Christian, su desaparición. Tenía que asegurarse de que todo estuviera bien. Entonces los dejaría en paz. Pero luchar por ella... En ese momento, Terry estaba bastante seguro de que había perdido incluso antes de comenzar.

"Espera..."

Terry dejó de caminar, pero no se volvió.

"¿Qué pasa si no puedo arreglar lo que pasó?" gritó Christian.

Su pregunta sonaba irónicamente familiar para Terry. ¿No se había enfrentado a esa pregunta todos esos años pasados? Quizás, su destino era evitar que este tipo repitiera su error. Dejando ir a Candy. Persiguiendo una felicidad eternamente fugaz.

"Habla con ella y arréglalo". Terry respondió y se detuvo. Luego continuó con su caminata, dejando a Christian de pie detrás de él, sin creer en la conversación que había tenido lugar allí.

Candy había estado en su casa por algún tiempo. Se había concentrado en mirar la hora de vez en cuando, obsesionada con las palabras de Christian. Pasaría por allí, había dicho, por la tarde. Ya eran casi las 8 pm. Seguramente tendría que aparecer más tarde que temprano. Su concentración en la hora y la visita de Christian no estaba exenta de sus razones. Los últimos dos días habían desbaratado sus planes tan inesperadamente, que sintió que su realidad se había vuelto fluida, sin indicación de hacia dónde se dirigía, o dónde se detendría, o hacia dónde giraría. Un estado perpetuo de no saber qué pasaría después. Era como si los eventos de esos dos días fueran como un río que la atravesara, moviendo todo, cambiando todo, cosas que pensó que había dejado de sentir y otras que ya sentía, cambiando, tomando el centro del escenario. Le hacía dar vueltas la cabeza. La hacía estar ansiosa. La hacía anhelar el tiempo en que estaba con Christian, solo los dos, disfrutando de su compañía mutua. Cuando las cosas eran simples. Mientras esperaba su llegada, se sirvió una copa de vino, recordando aquellos días. Sus excursiones al campo, ella sentada en la parte trasera de su moto. El viento soplando en su rostro, haciendo que sus mejillas brillaran rojas. Como manzanas le decía Christian , entre besos.

En la tranquilidad de su sala de estar, trajo a la mente la noche anterior. Donde Terry estuvo sentado en su sillón. Ella, frente a la chimenea. Los restos del fuego yacían fríos frente a ella. No había sido la culpa de él. Había sido su culpa, él se las arreglaba para perturbarla. Era su resistencia de dejarlo ir. Christian había tenido razón todo el tiempo. Ella debería haberlo dejado ir. En cierto modo, pensó que lo había hecho. Solo cuando apareció tan inesperadamente, solo cuando los ojos de Marion brillaron de deseo cuando lo vio, solo entonces se dio cuenta. Ella nunca lo había dejado ir. Sería justo para los dos si ella lo hiciera. Tenía que volver su atención a Christian. El hombre que había cambiado todo por ella. Escuchó el timbre y saltó de su asiento, de la misma manera que su corazón saltó dentro de su pecho. Ella se apresuró a abrir la puerta.

El hombre que vio frente a ella le quitó el aliento. Parecía torturado. La misma mirada de un hombre que se había esforzado por volver a casa después de años de luchar por encontrar su camino. Un cielo gris azuloso se extendía dentro de sus ojos. Brillaban. Una ola de intensos sentimientos se apoderó de ella. Se quedaron allí por un buen minuto, mirándose el uno al otro. Cada uno lidiando con lo que sentían, con lo que querían decir.

"Lo siento..." oyó la voz del hombre.

"Te amo..." la voz de ella siguió casi de inmediato.

Su confesión lo encontró desprevenido. Tan desprevenido que no había tenido tiempo de controlarse. El amor que había esperado, se alzó como una ola dentro de su pecho, arrastrando todo lo demás a su paso. Su resolución de separarse, sus tratos con los delincuentes, su vida secreta, todo lo que había barrido debajo de la alfombra.

Dio un paso y entró de la casa. Cayeron en los brazos del otro, como dos piezas rotas que buscaban su otra mitad. Él encontró sus labios y los tomó con una necesidad que nunca antes había experimentado. Entre besos y suspiros, continuaron repitiendo las palabras. Amor y arrepentimiento estaban juntos en un fuerte abrazo. La tomó en sus brazos. No la dejaría ir. Sentimientos convertidos en deseo. Sentir su piel sobre la de él, tanto como ella anhelaba estar cubierta por su cuerpo. Envolverse con lo que sentían el uno por el otro, justo en ese momento, esconderse detrás de sus gemidos, el agarre del cabello, el roce de la piel.

Cayeron sobre su cama. Ella comenzó a desabotonar la camisa de él, el amor ardía dentro de sus ojos esmeraldas. La vista de su torso magullado la hizo dar un grito ahogado. La trajo de vuelta al suelo como una roca pesada. Sus ojos se nublaron en un instante.

Él Tenía que decir la verdad. Tenía que hacerlo. Solo con ver la expresión de su rostro... se odiaba por hacerla sentir así, preocupada, ansiosa.

"Habla con ella y arréglalo". Las palabras de Terry resonaron en su mente.

Él tomó sus manos dentro de las suyas. "Mi amor... no es fácil lo que voy a decir". Se incorporó en su cama. Ella estaba sentada justo al lado de él. "¿Quién te hizo esto Christian?" Dijo ella con una voz temblorosa, bajo el peso de sus sentimientos, al darse cuenta de que esos moretones debieron haber sucedido mientras esperaban que él apareciera en la fiesta.

"Me he metido en deudas de juego, Rose..." confesó. En el último minuto cambió su confesión por otra mentira. ¿Cómo podría explicarle sobre Plumas Negras? Justo cuando ella le había declarado su amor por él.

"¿Te hicieron esto por las deudas?" Ella le preguntó de nuevo, sin creer ni a sus ojos ni a sus oídos. Profundos moretones de color azul oscuro y púrpura manchaban sus costados.

El asintió. "Sí." Admitió.

"Es por eso que desapareciste ayer camino a la fiesta..." Añadió, expresando su sospecha.

"Sí", agregó una vez más, sintiendo que sus ojos picaban por las lágrimas que se acumulaban en las esquinas. "Lo siento mucho... no había venido aquí para hacer esto" y miró a la cama. Luego se volvió de nuevo, su mirada dolorida se sumergió dentro de la de ella, con ojos llenos de preocupación. "No creo que sea bueno para ti Rose" Dijo finalmente.

Ella se sorprendió con tal admisión de su parte. Ella no iba a abandonarlo. Especialmente justo ahora. Ella sacudió la cabeza de un lado a otro, sin aceptar lo que él había dicho. "No, no, no." Dijo ella. "Te amo, no te voy a dejar Christian".

Él Luchó consigo mismo. Quería hacer lo correcto. Levantarse e irse. En cambio, esos ojos de ella... decididos. El amor brillaba. Él tomó su rostro entre sus manos. Antes de cubrir sus labios con los de él, antes de que se rindieran el uno al otro, en cuerpo y alma, él también confesó su amor también. Eso era cierto. A pesar de todo lo que en su interior le decía que la dejara, no podía. Él se sinceraría con ella. Hablaría. Arreglaría las cosas. Se sentía decidido a hacerlo.

Antes de perder la razón, con los sus suspiros de ella que le acariciaban la piel de su cuello. Ella mantuvo el abrazo suave sobre él, para no lastimarlo. "Ámame Christian..." Susurró sin aliento. Él la amaba mucho más ahora.