Capítulo 31
(traducido al español por las queridas Anneth y Nuria)
Junio 26, 1925 (Viernes)
El inspector Melvin Grable entró a la estación de policía del distrito de Highgate esa tarde del viernes, y cerró apresuradamente la puerta tras de sí, cortando el fuerte viento junto con otros restos que arrastraban escombros del camino fuera del edificio. Sus oídos todavía zumbaban con el constante crujido de las hojas mientras caminaba hacia la estación, viendo las ramas arañar y rascarse unas contra otras, como si los árboles hubieran desenvainado sus espadas con ese viento fuerte que había aparecido, atacando Londres desde el mediodía.
Se quitó el sombrero, arregló su cabello desordenado y se dirigió hacia los escritorios ocupados por sus colegas. Tenía que comenzar su servicio. No era su turno el patrullar el barrio de Highgate, pero uno de los inspectores encargados de la patrulla de la tarde había caído enfermo. Su esposa, Bertha, no estaba particularmente contenta por esta eventualidad, pero a Melvin no le importaba. De hecho, estaba bastante entusiasmado. Se había unido a la policía soñando con aventuras, misterios, persecuciones policiacas, y el pináculo de sus logros había sido perseguir una vez a un carterista, a quien agarró porque el tipo se había quejado de una rodilla mala después de atraparlo y acompañarlo a la estación de policía. Así que la patrulla nocturna le parecía bien. ¿Quién sabe?, si tenía suerte, podría encontrarse frente a frente con el Cuervo... si él decidía aparecerse después del largo periodo de ausencia de sus actividades. No había habido señales del Cuervo durante meses. El Comisario de la Policía había decidido inclusive relajar las patrullas nocturnas. Incluso había pensado que quizás el Cuervo había decidido retirarse... pero nadie tenía la certeza.
Lo voy a hacer por mi cuenta, le dijo ella con una confianza desafiante que enfatizaba su voz ronca.
Entonces eres mucho más estúpida de lo que pensaba, le dijo él. Sus ojos grises no se movían una pulgada de ella, mientras ella se paseaba de un lado a otro en la sala de estar.
Se había aparecido, sin avisar delante de la entrada de su apartamento, al mediodía. La mujer no estaba solo loca, sino que también era peligrosa por la forma como se comportaba sin que le importara nada. ¿La habían seguido? ¿No pensó ella que quizás su chica quizás podría estar con él? ¿O si tenía alguna visita siquiera...?
Cálmate, le había dicho despreocupada. Te he estado vigilando. Y sobre si me están siguiendo... ¿Quién crees que soy?, ¿Una chiquilla que se calienta jugando al policía y al ladrón?
Sonrió, con una sonrisa difícil y con un delgado cigarrillo colgando de sus labios pintados de rojo.
La idea de ser vigilado por los secuaces de MacDonald y su gente, en particular, le daba escalofríos. Haciéndolo sentir incómodo en su propia piel.
¡Es el momento perfecto! Esos ricachones estarán en la casa de Lewis. Esta noche... siguió insistiendo. Se veía entusiasmada mientras seguía caminando, dejando anillos de humo detrás, los que se hacían más grandes mientras flotaban hasta el techo, como ondas en un estanque.
Él se sintió impaciente. El movimiento constante de ella lo hacía sentirse peor. Él tomó su muñeca cuando pasó delante suyo por la enésima vez. Como un resorte retrocedió. Su cara osciló hacia la de él. Lo miró sorprendida.
Yo – Digo – que No.
Dijo las palabras una por una, manteniendo sus ojos firmes en los de ella, los cuales se tornaban más molestos cada segundo. ¿Por qué tuvieron que echarle encima a esa mujer? Sintió que el aire se había vuelto agrio desde el momento que la conoció. Su sonrisa arrogante, sus profundos ojos fríos. No dejando que nada se escapara. No podía saber lo que ella sentía, si decía la verdad o no. Con Alice Diamond nadabas en la oscuridad, porque no sabías absolutamente nada de lo que ella pensaba o en qué términos estabas con ella.
¿Crees que me preocupa lo que digas? ¿O el jefe? Sus ojos se habían vuelto ranuras y sus labios se curvaron en una sonrisa retorcida. Acorralándolo con una amenaza, haciendo que se sometiera a ella.
De todas formas, sería imposible para él seguirla. Tenía que estar con Rose esa misma noche. Edward Lewis, el padre de Marion realizaría una pequeña fiesta para la compañía Stratford. Solo faltaban tres días para el gran lanzamiento de Hamlet y no podía permitirse que estando el gran John Barrymore en Londres, no se organizara una recepción en su honor.
Él liberó su muñeca de su agarre.
Te das cuenta de que habrá patrullas por la zona, le dijo.
Un último ruego al sentido común.
Pff...
Respiró hondo. Estaba cansado. Habían pasado diez días desde que le había mentido a Rose. Pensar en ella le hacía encoger el estómago. Las mentiras... las odiaba. ¿Cómo podría sincerarse sin embargo?, ¿Confesar que era un ladrón? ¿Que se codeaba con los matones de Londres?, de hecho con los más notables.
Me lavo las manos Alice... que pase lo que tenga que pasar. Billy pudo haberlo dicho aquí, en esta habitación la última vez, pero no recuerdo que MacDonald me hubiera dicho en mi cara que te siguiera a ti o a nadie más. Nuestro acuerdo fue que yo hiciera algunos pocos trabajos para él. Eso fue todo.
Él sonaba firme. Sonaba decidido. Pero ella no quería saber nada.
Mantenlos ocupados cariño. Yo haré lo que sé hacer mejor, y tú has tus arrumacos, le respondió a sus palabras.
Él podía verlo, ella estaba entusiasmada con la emoción de la posibilidad de robar una mansión. Él también la había sentido la primera vez que lo había hecho. Había sido como una droga. Lo hacía sentir eufórico después. Pero tenía que detenerse. Quería detenerse ahora que Rose estaba en su vida. Quizás tendría que inclinarse ante MacDonald, rendirse y convertirse en su peón por un poco más de tiempo, pero no iba a arriesgar su vida por la loca de Alice, sin importar que fuera la chica del jefe.
Se mantuvo en silencio cuando ella aplastó completamente el cigarrillo en el cenicero, al que solo le había dado dos grandes caladas. Se mantenía en constante movimiento, pareciendo inquieta. La fiebre bañaba sus ojos. Se puso su sombrero cloche y caminó hacia la puerta. Él se levantó y la siguió. Debería sentirse aliviado de que se fuera, pero no podía alejar la sensación de preocupación que estaba aumentando en su interior. ¿Y si la atrapaban?, ¿Podría denunciarlo al ser interrogada por la policía?, ella podría entregarlo a la policía para pedir su libertad a cambio. Mientras su mente estaba ocupada con todas las cosas que ella podría hacerle, casi se cayó sobre ella cuando se detuvo y se giró hacia él. Justo antes de que abriera la puerta ella fijó sus ojos en su cara...
Realmente, es mejor que te quedes en la fiesta esta noche...
Consejo de amiga... mantén un ojo sobre el actor. Hay algo entre él y la chica esa yanqui tuya. Nosotras las mujeres podemos ver esas cosas, le dijo, sin mostrar ninguna expresión en su cara.
Parecía que ella disfrutara apretándole las tuercas. Él cerró los puños como respuesta, enterrando sus uñas en sus palmas. La había agarrado por el cuello dos veces antes y estaba a punto de hacerlo por tercera vez. Pero se contuvo con todo su ser.
No hay necesidad de que te preocupes por mis asuntos. Mantente fuera de ellos, le susurró entre dientes.
No tienes nada de qué preocuparte... le respondió como si estuvieran compartiendo un secreto, mientras me cubras, Christian, mi amor. Frunció sus labios, con sus ojos abiertos y por un momento con mirada inocente, se giró y se fue. Él escuchó su risa mientras bajaba las escaleras.
Hasta luego, chico de las Plumas...
...
De pie, frente al espejo vertical, Terry se mantenía fútilmente acomodando su corbatín, tratando de ponerlo recto. Cuanto más lo intentaba, más torpes se hacían sus dedos para hacerlo bien. Con su mal genio, que aumentaba con cada minuto, desarmó el nudo y gruñó.
Para empezar, no estaba particularmente de buen humor. Se quedó quieto por un minuto, mirando su reflejo en el espejo. Durante los diez días que habían pasado desde que recibió la nota de Candy, había estado caminado por una bruma de pensamientos.
Durante esos días, se mantuvo ocupado con las preparaciones de la obra. Puede que no tuviera un papel como actor, pero seguía siendo el suplente de Barrymore. Y aun así, si ni siquiera tuviera eso, observar a tal leyenda ensayar y verlo prepararse para su papel icónico era uno de los mejores talleres de aprendizaje que un joven actor podría tener. La forma como John era capaz de olvidarse de todo y sumergirse en el papel era sorprendentemente inspirador. Parecía como si el hombre estuviera poseído. Llegaba por la mañana siendo John Barrymore, iba directo a cambiarse y se transformaba en Hamlet. Incluso cuando se detenían para un descanso, pero aún llevando el vestuario, John seguía siendo Hamlet. Con una mirada que contenía una tormenta formándose, solo decía unas pocas palabras, las absolutamente necesarias. Solo los más talentosos podían mantener internamente el rol sin romper el hechizo aún durante un descanso, de la manera como él podía hacerlo. Terry lo había comparado con un buceador de las profundidades, un buscador de perlas. Alcanzando el fondo del océano con una sola bocanada de aire, conteniéndola tanto como podía para buscar el tesoro. Terry estaba realmente muy agradecido por esas lecciones. No solo aprendía mucho, sino que se las había arreglado para mantener la agitación de su vida privada guardada también, por al menos unas pocas horas cada día.
Marion seguía acosándolo, presentándose en el teatro para ir a almorzar. En realidad había llegado a agradarle. -Cuanto menos la chica era persistente. No se daba por vencida fácilmente. Él fingía estar ocupado.
¡Oh, estupideces!, ¿ocupado? ¡Pamplinas!. Puedes alejarte una hora de tu "amor", decía ella y lo sacaba del camerino, tirándole del brazo. Prácticamente arrastrándolo fuera del teatro.
Él no podía más que reír al final. Hacía la vista gorda, viendo la expresión de la cara de Robert. Por supuesto que había sido interrogado pero, había mantenido la información en lo mínimo. Después de todo, tener a Robert pendiente de sus asuntos sería demasiado para Terry.
Una vez Marion y él habían salido a tomar el sol, ella tomó un respiro y se giró para observarlo.
¿Ves?, ¿no es mejor dejar que tu bello ser sea visto por el sol?, estando oculto en la oscuridad todo el día.
Almorzaron y ella no paraba de hablar. Haciéndole preguntas.
¿Cómo terminó siendo actor?
¿Cómo era su vida en Nueva York?
¿Le gustaba London?
Algunas preguntas eran dejadas sin respuesta. Ella sabía por las sombras que caían sobre su mirada que no podía presionarlo más.
¿Por qué había dejado Londres en primer lugar?
¿Tienes familia aquí?
Pero ella no insistía por mucho tiempo. Como una abeja, se movía entre tópico y tópico, manteniéndolo entretenido, sin mencionar que él tenía que poner toda su atención para seguir la conversación.
¿Candy? Había visto a Candy, oh sí. Mantuvieron las apariencias. Ella era la amiga de Marion, después de todo. Bailando todas las noches. Pero desde aquella nota, fue como si algo hubiera cambiado en ella.
Ella había mantenido sus distancias. La emocional más que nada. Todo se había mantenido en un ambiente cordial. Típico. Ausente de cualquier significado profundo. Y aún peor, se había mantenido tan superficial por parte de ella, que él no podía más que pensar que ella estaba actuando. Más tarde él se reprendería a sí mismo por darle demasiadas vueltas a las cosas. Trataría con todo su ser de olvidar a Candy. Ella estaba con alguien más. ¿No había sido él quien le había dado su "bendición" a Christian? Él también había sido cortés con él. Bromas amigables. Sin mucha sustancia. Sus ojos mostraban que estaba preocupado por algo. Se movían, mirando a su alrededor. Buscaban en la distancia.
Y aquí estaban. El padre de Marion siendo anfitrión de una reunión en honor de la compañía Stratford y John Barrymore como el invitado de honor. Tres días más para el estreno Terry se estaba cansando. Le dolía la cabeza tratando de leer las señales. Procesando los movimientos y las palabras.
Se sirvió un trago y lo tomó de un golpe. Él había cruzado la mirada con ella algunas veces. Solo brevemente, había visto melancolía en su interior. Archie con unas pocas palabras en privado le había asegurado que ella no se había sobrepuesto a su amor por él. Pero Archie era Archie. Siempre precipitándose. Sin mencionar que estaba nadando en la bendición de un nuevo amor. Por un momento, Terry se preguntó qué pasaría con Annie allá en su casa. Cómo las cosas habían cambiado...
Se anudó el corbatín de nuevo. Esta vez sus dedos supieron cómo hacer un buen nudo. Estaba casi listo para irse y viajar de vuelta a casa. Pero meciéndose como un péndulo incesante sin poder detenerse entre los pensamientos y acciones, había decidido esto. Candy merecía escucharlo. Él se lo debía a lo que fuera que habían tenido juntos en el pasado. Amor, podría llamarse. Entusiasmo juvenil. Aferrarse a alguien en tiempos de necesidad. Ella necesitaba a alguien para olvidar a Anthony, él necesitaba a alguien que creyera en él... lo que fuera que tuvieran, tenía que decírselo. Lo que él aún sentía. Poner su corazón en blanco y negro frente a ella. Y después irse. Listo para continuar su vida sin importar la reacción que ella tuviera.
Salió a la calle y miró el auto Amilcar negro azabache, un regalo en préstamo de Archie ni más ni menos.
Tonterías, había exclamado él. Un amigo debería ayudar a un amigo. De todas formas no te lo estoy regalando. Te lo presto por todo el tiempo que estés aquí.
Terry de pasada le había dicho que estaba pensando en alquilar un auto para andar por Londres. Y quizás manejar por las afueras. Sentir aire fresco. Al día siguiente Archie había llegado manejando este.
Por los viejos tiempos, amigo, había añadido Archie y le tiró las llaves en el aire a Terry.
Su viejo adversario estaba lleno de sorpresas, y ahora amigo... quizás él necesitaba amar y ser amado por una mujer, de la manera que la chica francesa lo había hecho después de aparecer en su vida. Para que él se ablandara. Terry sonrió. Miró al cielo. El viento era excepcionalmente fuerte para ser verano. Estaba formándose una tormenta. Las copas de los árboles se balanceaban de un lado para otro como campanas en una iglesia, mientras que las nubes corrían y rodaban por encima de su cabeza. Se sentó en el auto, puso la llave en motor de arranque. Sabía que Conocía Highgate lo suficientemente bien. Una de las mansiones de los Grandchester estaba allí. Ocupada por su padre cuando él estudiaba en el San Pablo. Se preguntaba cómo se sentiría manejando al travesar su viejo "vecindario". El motor rugió, las ruedas giraron sobre el camino. Partió.
Como se esperaba, la noticia de que Edward Lewis organizaba una fiesta en honor a Barrymore y la compañía de teatro se expandió, como fuego en un matorral, dentro del círculo de moda de Londres y todos los que tenían nombres que se mencionabas en las columnas de chismes querían asistir. A sir Lewis le había sido difícil controlar a Marion, precisamente su hija, quien seguía añadiendo invitados, actuando como si fuera su fiesta. Habiendo dicho eso, había sido idea suya... preparar este evento para la compañía, siendo tan astuta como lo era, había sido planeado todo como si su padre hubiera sido quien lo hubiera sugerido en primer lugar.
Sir Edward Lewis era un hombre muy ocupado, manteniendo el Tesoro de su Majestad en orden, y un hombre muy responsable, lo que iba muy bien con su alta posición en el gobierno, pero cuando tenía que ver con su familia, le costaba mantener a su hija a raya. Con mayor frecuencia que lo contrario, sus acciones y las de Beth, su madre, se encaminaban a controlar el daño de cualquier cosa loca que su hija se hubiera propuesto hacer. De cualquier manera, esta vez, ellos se habían propuesto organizar este evento, y él había sido firme. Solo estarían unos pocos de sus amigos, y se comportarían de manera respetable.
Un taxi avanzaba con velocidad a través de Camden, de camino a la casa de Marion. Christian conocía esa área demasiado bien, solo por razones que mantenía para sí solamente. Siendo un pueblo hasta la era victoriana, Highgate era una de las áreas más ricas de London, con las mansiones de los aristócratas y los súper ricos, compitiendo en la escala para impresionar y ostentar.
Si hubiera dependido de Christian, no habría seguido a Rose. Y trató de decírselo desde el comienzo. Hacer un viaje a través de las ricas casas de Londres no era la mejor idea, cuando estaba casi seguro de que sus movimientos serían reportados a MacDonald. Y lo había confirmado al final. La visita de Alice a su casa el mismo día, lo había perturbado, inclusive si lo ocultaba bastante bien. Pensar en la reacción de MacDonald a su rechazo por ir con ella... se había resistido a eso. Su plan original era actuar en la noche del estreno, cuando todos estarían en Londres. No en Highgate. Estaba seguro de que la policía local estaría en alerta. El Cuervo no se había dejado ver por algún tiempo. Billy le había dicho que las patrullas se habían relajado, pero ¿podía arriesgarse?
Esos diez días probablemente habían sido los más duros de su vida.
¿Por qué no me dejas ayudarte? Rose le había preguntado muchas veces. Y todas las veces él lo rechazó. En algunas ocasiones ellos inclusive se pelearon solo para hacer las paces un poco después. Era como si estuvieran en un bote navegando sobre las olas, a través de una tormenta silenciosa.
Parecía que ya había pasado mucho tiempo desde la noche de sus confesiones. Eso debería haberlos acercado, pero al contrario, una distancia llena de silencios se había empezado a crear entre ellos. A pesar de su deseo de sincerarse, él le había mentido. Encontró una excusa para los golpes que había recibido y las magulladuras de su cuerpo. Le debía dinero a gente. MacDonald diría que le debía mucho más que eso. Su propia vida, y probablemente la de ella. A menos que le obedeciera. Y se convirtiera en parte de su banda. Christian estaba atrapado. Entre la espada y la pared ¿no era ese el dicho? Haciendo malabarismos -Así pasaba el tiempo durante los últimos días. Un movimiento equivocado y podría perderlo todo, y sobre todo a ella. No podía relajarse. Se sumergió en el trabajo. Reuniones con patrocinadores, clientes que le hacían encargos. Permanecía en la galería hasta que cerraba. Todo para evitar las preguntas, y la preocupación que él sabía ella trataba, sin mucho éxito, de ocultar tras su mirada, sonrisas forzadas, movimientos ensayados
Su mirada se llenó con su imagen, sentada al lado de él en el asiento de atrás del taxi. Callada, como lo había estado toda la semana en la que habían estado juntos. Las palabras de Alice corrían por su mente. Ten cuidado con el actor. Algo pasa entre Rose y él... él se sentía intrigado, pero considerando las actuales circunstancias en las que se encontraba, dejó esas palabras de Alice guardas en alguna parte de su mente. Había cosas mucho más importantes por qué preocuparse ahora.
Ella estaba pensativa. Su mirada se escapaba a alguna parte, mirando hacia fuera de la ventana del auto. El viento que se arremolinaba dentro del auto, despeinaba su cabello. Su mente regresó a Alice. Una tormenta de verano podía ser buena y podía ser mala, ya que el continuo silbido del viento podría enmascarar no solo el ruido que ella podría hacer al irrumpir en la casa y entrar, pero también el ruido que otros pudieran hacer. En esencia, daba un sentido falso de seguridad y eso era peligroso. Podía oler la hierba húmeda en el aire. No tardaría mucho en empezar a llover. A pesar de eso, era una noche cálida y se mostraba en las mejillas enrojecidas de su amante, y el verde en sus ojos, que brillaban y se movían como verdes aguas bajo el sol. Era un cliché, pero ella le quitaba el aliento cuando la miraba.
Te vez hermosa...
Con el sonido de su voz ella se giró. Dentro del carro en movimiento, se encontró con el gris oscuro de sus ojos. La mañana después de aquella noche dramática pasó rápidamente por su mente.
Ella se había despertado entre sus brazos con la cálida esencia de su cuerpo. Estaba en casa. Cuando abrió sus ojos, y vio sus magulladuras, oscuras y amenazantes, con sus bordes expandiéndose hacia los lados de su pecho, el miedo sacudió fuertemente su interior, dejó de respirar. Declararle su amor había ocurrido dentro de una oscura nube magullada. Fui difícil eliminar esa imagen durante toda la semana.
Le sonrió, una sonrisa que arrastraba todos los pensamientos que intentaba mantener en silencio. Tenía la esperanza de animarse. Realmente había estado esperando con ilusión esa noche, pero cuando vio el rostro de Christian, cuando llegó a recogerla... él estaba allí solo físicamente. Su mente, estaba segura, había sido robada por Dios sabe quién.
Christian no estaba interesado en asistir desde el momento en que ella le habló de la invitación para él, pero al final le había dejado claro su deseo. Necesitaban animarse. No es que se hubieran mantenido encerrados. Al contrario. Habían salido casi todas las noches. Algunas de esas noches Terry estuvo allí también con Marion. Parecía que se estaban divirtiendo. Marion colgada de su brazo cada vez que encontraba la oportunidad. Tenía ojos solo para él. Pero bajo la mirada de Archie, la presencia de Christian y la mirada ocasional de Terry, Candy se había mantenido fría. Había escrito esa maldita nota e intentaba cumplir lo que le había dicho a Terry allí. La vida privada de Terry no era su asunto. No eran una pareja y él estaba soltero y libre para hacer lo que quisiera y con quien quisiera.
En su lugar, ella había puesto toda su atención en Christian, quien la había apartado desde que le reveló la fuente de sus problemas. Él rechazó todos sus esfuerzos para persuadirlo a dejarse ayudar por ella.
Un escalofrío subió por la espina dorsal de Christian. Lo hizo tomar su mano en la suya y rozar su pulgar sobre la suave piel de sus nudillos. Interrumpió su mirada fija y trajo su mano a sus labios, acariciando sus dedos delgados. Él giró su cabeza hacia ella, se acercó y tomó sus labios en un tierno beso. Si él pudiera beber sus preocupaciones y alejarlas. Un suspiro leve abandonó la boca de ella cuando él alejó su cabeza hacia atrás. Él dejó su espalda caer sobre el asiento trasero. Cerró sus ojos mientras presionó sus labios, sentimientos de frustración empezaban a formarse tras ellos.
Por favor amor... deja de preocuparte, le había dicho, sabiendo muy bien que ella seguía mirándolo con esos grandes ojos en donde dejaba ver todo lo que sentía. "No ha sido fácil tal como están las cosas en los últimos días"
Pareces preocupado Christian... lo confrontó ella una vez más.
Rose, este no es el momento ni el lugar...
Ella no continuó. Él estaba en lo correcto, ella ya lo sabía. Ella tenía que encontrar en su interior la forma de frenarse. Creció ayudando a otros. Era lo que había hecho durante toda su vida, resolver problemas. Entrometiéndose, manejando crisis, cargando con las culpas, protegiendo. De nuevo, había dejado a todo el mundo atrás y vino a Londres para ayudarse a sí misma. Ese sería su primera gran prueba. Aprender a ser egoísta, incluso confiar que los demás podrían arreglárselas sin que ella se metiera en sus problemas. Christian vivía solo antes de que la conociera y había construido su vida como mejor le parecía. Ella solo tenía que confiar en él completamente. Respirar hondo. Se acercaban a la casa de Marion.
Tienes razón Christian. No lo mencionaré de nuevo. Confío en ti.
Sus palabras llevaban la luz de la primera amplia sonrisa que él había visto formarse en su cara desde que la recogió. Las nubes se apartaron también de la mirada de él. Cuando el auto se detuvo, él pensó que quizás no sería una mala noche después de todo. Con algo de buena suerte y un plan cuidadoso, podría quizás arreglárselas para salir de esta, sin ningún peligro para nadie, especialmente para Rose.
Salieron del auto, con Christian siguiéndola. Bajo la última luz de la tarde veraniega, las lentejuelas plateadas de su vestido azul claro de crepé de China oscilaban y brillaban, siguiendo el movimiento de su cuerpo, cuyos contornos él podía ver a través de su tejido transparente. Se apresuró y tomó su muñeca antes de que alcanzaran la puerta. La empujó hacia él. Ella se giró para enfrentarlo. En ese momento él preferiría tenerla en su habitación, más que pasando la noche con otros. Antes de que ella pudiera decir algo, tomó su boca en un beso profundo, respondiendo la pregunta que había visto en sus ojos.
¡Ustedes, tortolitos!
Marion, de pie en la puerta, actuó sorprendida, pero su cuerpo entero se movía con su sonriente voz.
Maldita sea, lo estaba disfrutando... le susurró Christian a su oído, antes de levantar su cara y mirarla de frente. Rose sonrió y pensó que nunca había esperado que una sonrisa antes le quitara tal peso de sus hombros.
¡Querida Marion!, las dos jóvenes mujeres se abrazaron. Ella se giró hacia Christian quien las seguía, vestido en un smoking negro, viéndose tan atractivo como siempre, aunque un poco cansado, si había que describirlo.
Y el hombre del momento, exclamó ella cuando él llegó frente a ella. Su exposición había sido un gran éxito y Londres todavía estaba vibrando con su nombre.
Marion, me estás echando a perder con tus halagos, le dijo, antes de besarla en la mejilla.
Tonterías, querido. Lo mereces, ella se volvió y sonrió.
Un Bentley impresionante giró en el camino de la entrada y se detuvo delante de ellos. Eran Archie con Isabel.
Genial... ¿podemos irnos a casa?, Christian se giró y le susurró a Rose, quien tenía cara de felicidad en ese momento.
Para Christian, respondió ella entre dientes. La risa los invadió. Las oscuras nubes fueron empujadas a la parte posterior de la mirada de Christian, y solo se mostraron cuando su mirada seguía el perímetro de los terrenos de la mansión. Se preguntaba en donde podrían estar Alice y Billy. Después de que ella había dejado su apartamento, Christian había llamado a Billy y le había explicado la situación. Por la reacción de su amigo, él sabía que estaba moviendo su cabeza en desaprobación, pensando que la novia de su jefe era más un dolor de cabeza que otra cosa. Así que tuvo que acceder a que fuera con ella. Manteniendo un ojo en la patrulla de policía.
Rose estaba más que sorprendida. La verdad, ella no había visto a su primo desde el día que él la había sacado de sus casillas en su oficina, de nuevo, con su comportamiento. Su insistencia en hablar mal de Christian cada vez que tenía la oportunidad, la enervaba. Y para hacerlo más insufrible, desde que Terry había aparecido, era como si hubiera encontrado a su viejo amigo, su medio hermano, haciéndose bromas entre ellos. Si no los conociera a ambos, podría inclusive decir que coqueteaban entre ellos. ASÍ de íntimos. Se dio cuenta en los pocos segundos que le tomó a Archie salir del auto, que obviamente había comprado, habiendo traído a Isabel con él. Ella no había respondido a su pregunta...
Archie nunca se había visto mejor. Ella podía decir que inclusive se veía más joven que diez años atrás. Londres parecía que lo había transformado, como había obrado su magia sobre ella dos meces atrás. Archie y Candy estaban recorriendo trayectorias vitales similares. Los dos siguiendo un destino que no habían podido elegir. Por largo tiempo lo siguieron a ciegas. Debido al honor, debido a las expectativas, a la manera como las cosas funcionaban. Ella se había negado a sí misma el único amor que sabía no volvería a encontrar de nuevo, porque otra mujer lo necesitaba más. Archie nunca siguió a quien amaba, porque otra mujer lo necesitaba más. Los dos habían obedecido las circunstancias dictadas por las necesidades de otros. Allí estaba él. Lejos de la mujer que lo necesitaba. Viéndose feliz, con los ojos llenos de vida siguiendo un cambio, y sus necesidades. Porque él necesitaba a Isabel en su vida. Podía decirse con solo ver como la observaba. Su total dedicación a ella. Él estaba vivo y presente en todo momento. Su primo estaba enamorado...
