Tres…

Edward

Aparqué el auto fuera de El Olimpo, vivía más en este lugar que en mi casa, necesitaba hablar con Artemisa, pero sobre todo con Selene, una de sus ninfas.

El local estaba concurrido, lo normal por ser un viernes, caminé hacia la barra, donde le pedí a Hades, que me sirviera una cerveza. El espectáculo de la madrugada estaba por comenzar y desde mi posición podía observar todo. Atenea y Afrodita hacían su puesta en escena en el tubo; Hades me dio una cerveza, al tiempo que Hestia pasaba a mi lado, era una belleza rubia de ojos color turquesa.

—¿Dónde está Artemisa? —le pregunté y ella se acercó a mí, debido a la música, para susurrar en mi oído que estaba con un cliente—. ¿Selene?

Sí, está "ocupada" —murmuró.

Ocupada era la clave para decir que estaba en uno de los reservados VIP.

—Dile que necesito hablar con ella, es urgente, usaré el despacho de Artemisa.

Hestia asintió antes de recibir de parte de Hades dos copas y se encaminó a una de las mesas, frente al escenario, donde un hombre joven la recibió y se la sentó en el regazo.

Desde mi lugar me pareció ver que era Liam Parrish, el hijo del gobernador, junto a él estaban otros dos hombres, bebiendo y engañando a sus esposas que estaban completamente seguras que estaban trabajando.

El Olimpo era un club de elite, donde se reunían los hombres más importantes de la región, pagaban una mensualidad bastante generosa para venir aquí y ser simples mortales, los hombres firmaban un acuerdo de confidencialidad, lo que se escuchaba o se veía en este lugar, aquí se quedaba, era en parte la razón del éxito de Esme.

—Ferguson, estaré en la oficina de Esme. —El hombre gruñó, la regla número uno de Artemisa: nunca se llamaba a nadie por su nombre real. Sin embargo, me encantaba sacar de quicio al viejo Fer.

Tomé mi cerveza y caminé hacia la oficina de la única mujer que se comportó como una madre conmigo, si no hubiese sido por Artemisa, no sería ni la mitad del hombre que soy ahora. Ella me descubrió robando afuera de su club, me hizo pasar y me dio un trabajo. Con catorce años no era mucho lo que sabía hacer, pero en el Olimposiempre había algo que limpiar.

Abrí la puerta de la oficina de Arte, la parte frontal era toda de cristal, lo que le permitía ver el funcionamiento de todo el recinto desde su trono, detrás del escritorio; pero absolutamente nadie podía ver lo que había o quién estaba dentro y nadie podía entrar. Afortunadamente, yo tenía una llave. Era habitual que la esperara aquí cuando venía al club, debía haber venido aquí esa noche y no quedarme en la barra con Selene.

Selene era una de las ninfas de Artemisa, nos conocíamos hacía muchos años, fue mi primera amiga y hacía un par de semanas, después de una discusión con Victoria por sus turnos de noche, había llegado al Olimpo. Me senté en la barra y pedí una cerveza, Selene se sentó a mi lado, hablamos como hacía tiempo no lo hacíamos, el bar estaba prácticamente solo y yo había bebido más de una cerveza, cuando ella se acercó, sus labios suaves atraparon los míos en un beso íntimo que debí terminar tan pronto comenzó, pero no lo hice, la culpa y el arrepentimiento pesaban como una loza de concreto en mi espalda.

Fue Artemisa quien nos interrumpió, Selene nos había dejado solos después de eso y había querido hablar con ella desde esa noche, pero siempre me evadía y, yo en cierto punto también lo estaba dejando pasar. sin embargo, no podía seguir evadiendo lo que había sucedido entre nosotros, no ahora con esta nueva perspectiva sobre mi matrimonio. Pensar en la conversación que tendríamos me hizo sentir inquieto, por lo que coloqué la cerveza en el escritorio y fui hacia la ventana, la abrí y encendí un cigarrillo.

Di la primera calada, sintiendo la nicotina tranquilizarme un poco, recordé comprar los parches de nicotina de nuevo y la recarga de mi cigarrillo electrónico, quería que esta vez realmente funcionara. Solté la colilla y cerré la ventana, volví al escritorio para recoger mi cerveza. Arte tenía varias fotografías ahí, entre ellas, una mía del primer cumpleaños de Benji; en ella, Arte estaba a mi lado mientras yo sostenía a Benjamin, los tres sonreíamos hacia la cámara.

Los recuerdos del inicio de nuestro matrimonio me obligaron a sentarme con la fotografía en la mano. En un comienzo, Victoria no quería el embarazo, pero la convencí, hablé con su padre, le dije que me haría responsable, tuvimos una boda rápida, para que ella no perdiese muchas clases en la universidad, ya que ella cursaba su último semestre de medicina.

Una semana después de nuestra boda, encontré restos de coca en nuestra mesa de la cocina. Vicky intentó convencerme de que era polvo para hornear mientras pasaba un paño de cocina por la mesa, pero ella no estaba horneando nada y yo conocía la coca, mi madre había sido una adicta asidua, solo con un buen pase podía soportar noches enteras atendiendo a sus clientes.

Benji nació con una rara enfermedad cardiovascular debido al consumo de Victoria. Era tan pequeño que se veía como un niño menos de seis meses de gestación y no de un embarazo a término, lo que corroboró la mentira que le habíamos dicho a Carlisle y Elizabeth. La primera vez que lo vi en la incubadora, tan indefenso, atado a todos esos cables que lo mantenían con vida, luchando como un pequeño guerrero; sentí mi pecho contraerse de dolor, él era mi hijo, aunque yo no hubiese sido parte de su formación genética, cuando tomó mi dedo enfundado en unos guantes de látex, creí ser el hombre más feliz de la tierra.

Pudimos llevarlo a casa dos meses después de su nacimiento. Tenía una pelusa rubia en su cabeza y los ojos tan verdes como los míos, se veía vivaz, pero sabíamos que él no podría llegar a ser un bebé normal, con el paso de los meses su problema del corazón empeoraba, se agitaba con frecuencia, tenía que usar una bala de oxígeno, pero no importaba, Victoria lo amaba y yo también… Ella dejó a un lado su carrera y se dedicó al pequeño en cuerpo y alma, pero un día, luego de veintiocho meses, Benjamín James, Masen Cullen murió, tras luchar contra viento y marea por permanecer junto a nosotros. En ocasiones me preguntaba si realmente habíamos sido felices, pero sabía que lo habíamos sido, le habíamos dado una familia. Solo nos habíamos perdido sin él.

Pensando en mi esposa, saqué mi teléfono del pantalón y marqué a su número, pero la llamada se fue inmediatamente al buzón de mensajes, supuse que estaba ocupada y que la noche sería larga. No sería bueno que ella condujera de regreso a casa.

Le envié un mensaje de texto, diciéndole que me avisara tan pronto estuviese desocupada, podría pasar por ella o pedirle que volviera a casa en uber.

La puerta se abrió y me giré, observando a la hermosa mujer que era Artemisa, esta noche llevaba un kimono negro que hacía contraste con su pálida piel y su cabello rojo, sus ojos verdes me observaban furiosos; pero sabía que, bajo su repentino enojo, Artemisa me amaba.

—¿Contra qué te has estrellado esta vez, muchacho? —La vi caminar hacia mí y empezar a inspeccionar mi rostro. Masajeó con sus pulgares con suavidad hasta estar satisfecha—. ¿Me vas a contar qué fue lo que pasó? —Miró la cerveza en mi mano y se alejó hacia su pequeño bar, colocó dos hielos en un vaso y tomó una botella de Jack, luego me tendió el vaso, dejando la botella en el escritorio frente a mí—. Necesitarás esto si voy a curar esas heridas. —Abrió el cajón de su escritorio y sacó un botiquín de primeros auxilios, antes de sentarse en mi regazo, sacó empaques y luego empapó algodón con alguna solución para desinfectar mis heridas.

—Me peleé con un pederasta. —Tomé el vaso cuando la herida en mi frente escoció y lo llevé a mi boca.

Joder, dolía más que cuando lo hizo la enfermera en el hospital.

—Siempre tienes una excusa para pelear, desde que eras un crio.

—No me regañes, Esmerald —le solicité. Ella presionó el algodón contra la herida abierta de mi pómulo izquierdo—. ¡Joder! Lo has hecho a posta—siseé más fuerte y me golpeó el brazo.

—Nunca me llames por mi nombre aquí, niño, lo sabes —dijo molesta mientras empapaba otra mota de algodón y limpiaba mi labio—. Selene venía a buscarte, pensé que ibas a hablar con Victoria sobre la terapia. —Dejó los implementos de desinfección a un lado en la mesa, se levantó de mis piernas y buscó un vaso para ella, volvió para sentarse en su trono detrás del escritorio, se sirvió una generosa cantidad de Whisky.

—Lo hice, hablé con Vicky.

—¿Y dónde está ella ahora?

—En el hospital, una emergencia. — justifique.

Artemisa rodó sus ojos.

—Siempre es una emergencia.

—Pero aceptó irnos de viaje unos días y me prometió pensar en la terapia. Siento que esta vez sí vamos a salir adelante, vamos a luchar por esto.

—Espero que esta vez sí sea cierto.

—Vamos Arte, no seas aguafiestas, cuando dos personas sienten algo, tienen que respetar eso lo suficiente como para intentar resolver las cosas.

—¿Lo crees? —Arqueó una de sus cejas.

—Tú no lo entiendes. Sé que nuestro matrimonio no fue convencional, pero Victoria me quiere y yo…

—Tú la amas, el querer y el amar son dos cosas completamente distintas Edward. —Se acercó tomando mi barbilla—. Y tú no mereces menos que eso.

Me alejé de ella, porque Esme, nunca había estado de acuerdo con la boda.

—Necesito hablar con Selene, seguramente por eso venia hacia acá, necesito que comprenda que lo que pasó hace unas semanas entre los dos fue un error.

—Un error. ¿Estás completamente seguro de que ella lo ve de la misma manera?

—Sé que no, pero voy a darme una nueva oportunidad con Victoria, Selene tiene que saber que no puedo darle más que mi amistad.

—Esa chica te ama, te ha amado durante muchos años.

—Terminé con ella cuando me enlisté.

—Y luego volviste…

—Y me casé con Victoria.

—Por salvaguardar su honor, por esconder su estupidez —bufó—, una estudiante de medicina que no sabe cómo usar métodos anticonceptivos —Artemisa satirizó y luego respiró profundamente, era leal a sus ninfas y Selene era una de sus favoritas—. Bree es una buena chica y tú…

—Bree sabe que amo a mi mujer… yo… —Bree tenía que entender que lo que sucedió había sido un error.

Artemisa levantó el teléfono ante mi incapacidad del habla.

—Ferguson, cancela las citas de la noche de Selene y dile a Hestia que lleve una botella de tequila a su recamará, la va a necesitar. —Colgó—. El hecho de que nos dediquemos a esto, Edward, no significa que no tengamos corazón y detrás de la máscara de Selene, existe Bree y a diferencia de tu mujer, ella sí te ama. —Se levantó de la silla y besó mi mejilla—. Tengo clientes que atender, le diré a Selene que la estás esperando.

Esperé a estar solo para terminar el whisky, pensando en la conversación que tendría con Bree, nos habíamos conocido un par de años después de la muerte de mi madre cuando Artemisa me acogió en el bar, solo tenía dieciocho años y yo apenas rozaba los dieciséis, ella había escapado de casa de un padrastro abusivo y una madre adicta, una noche pasamos de un par de tragos a la cama, estuvimos juntos un par de meses; luego, me enlisté; y cuando volví del ejército, herido por el ataque a mi unidad, me reencontré con Victoria. Ella me necesitaba y me casé, sabía que Selene estaba enamorada de mi o creía estarlo, pero yo tenía que ayudar a Victoria, yo amaba a mi mujer.

Me levanté, tomé mi celular y noté rápidamente que Victoria no contestó mi mensaje a pesar que había pasado poco más de media hora. Estaba a punto de marcar al hospital cuando la puerta se abrió, Selene traía una bata de seda roja, su cabello estaba suelto y me observó de frente, colgué el auricular y caminé hacia ella, depositando un beso en su mejilla.

—Hola Bree…

—Edward, Artemisa dijo que me estabas buscando.

—Sabes que sí, tenemos que hablar sobre lo ocurrido hace dos semanas.

—No hay nada de qué hablar, te besé y tú me correspondiste, no te soy del todo indiferente, no intentes hacerme creer lo contrario.

—Estaba borracho Bree, yo no quiero que tú…

—¿Qué me haga ilusiones? —me interrumpió cortante. Asentí —. ¿Cuándo vas a abrir los ojos?

—Selene.

—Para ti no soy Selene, soy Bree yo. —Se acercó—. Edward, entendí cuando te casaste con ella, lo entendí porque el niño necesitaba un padre y tú te morías por ser quien llenara ese espacio, pero él no está.

—Ella es mi esposa.

—Ella vive para trabajar.

—No voy a discutir mi vida privada contigo Bree. —Tomé sus brazos—. Eres hermosa y, sí, te quise mucho y te quise cuando era un chico, pero ha pasado tiempo. Sí, es cierto que Victoria trabaja mucho, pero su carrera es demandante y cuando consiga ser titular, las cosas cambiarán, hemos pensado en tener más hijos —mentí—. Queremos una familia y no puedes seguir enganchada a mi cuando nada nos une.

—Yo sentí, sentí al viejo Edward cuando te besé.

Sabía que lo que diría iba a lastimarla, pero era la única manera de hacer que ella dejara de pensar en un nosotros.

—Yo estaba tan borracho que pensé en Victoria en cada segundo de ese beso, fue por eso que te correspondí —le dije mirándola a los ojos para que no dudara. Ella se alejó de mí como si le hubiese dado una fuerte bofetada—. Lo siento.

Por un segundo la habitación quedó en silencio, me acerqué un paso, pero Bree retrocedió, alzó la mirada observándome con tristeza.

—Yo lo siento mucho más, Edward, porque yo sí te amo. —Dio media vuelta y antes de que pudiera decir algo más, salió de la habitación.

Me dejé caer en la silla de Esmerald, observando a Bree bajar las escaleras, caminar con determinación hasta una mesa y sentarse en el regazo de uno de sus clientes.

.

.

.

.

Las actus van a ser todos los jueves apartir de hoy.

¿les gusta la historia?

Me dejan su comentario?