La historia está preservada bajo derechos autor!
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Siete.
Edward.
Isabella Swan… Isabella Swan… Isabella Swan…
Ese era el nombre de la chica, mi única pista, lo único que me tenía a un paso de encontrar a los culpables de la muerte de Victoria.
Isabella Swan.
Encendí un cigarrillo mientras conducía hasta hospital a donde había sido trasladada la chica, consciente de que estuve fumando esta mañana más de lo que lo hice en los últimos meses. Mi celular repicaba sin cesar, con un único nombre en la pantalla.
«Carlisle»
Sabía para que llamaba.
Se suponía que debía estar junto a él, con Vicky en la funeraria, pero lo único que podía pensar era en interrogar a Isabella Swan.
Aparqué el auto a las afueras del hospital y tiré el cigarrillo al suelo, apagándolo con la punta de mi zapato antes de entrar al edificio blanco.
—Detective Edward Masen, división de narcóticos y crimen organizado —dije mostrando mi placa.
La joven rubia de la recepción aguantó la respiración unos segundos.
—¿En qué puedo colaborarle, detective? —murmuró incómoda.
—Isabella Swan.
La recepcionista tecleó un momento antes de asentir y mirarme nuevamente.
—Ella se encuentra en la unidad de cuidados intensivos, su pronóstico es reservado.
—¿Cuál es su estado? —Sabía que Jasper me lo había dicho, pero necesitaba confirmarlo.
—Su estado es delicado, está siendo atendida por la doctora Green.
—Necesito hablar con la doctora encargada, llámela.
—En estos momentos se encuentra en quirófano.
—Maldición —golpeé el mesón con fuerza haciéndola saltar. El sonido del celular en el bolsillo de mi pantalón volvió a distraerme, no podía seguir evadiendo a Carlisle—. ¡Masen!.
—¿Dónde demonios estás? —dijo Carlisle con voz controlada.
—Estoy en el hospital, Carlisle, necesito información sobre el estado de salud de Isabella Swan.
—¡Tu obligación es estar aquí! —ordenó.
—¡Mi obligación es encontrar al culpable! —Por un segundo la línea quedó en silencio, solo roto por nuestras respiraciones aceleradas. Me pasé la mano por el cabello, al tiempo que Carlisle suspiraba.
—Necesitas estar junto a ella. En este momento tienes que estar con tu esposa.
—Ella no está ahí, ¡se fue! ¡Es solo su jodido cuerpo! —escupí, porque era cierto, Victoria no estaba ahí. Mi garganta se cerró y contuve el deseo de golpear una pared.
—La gente está empezando a murmurar…
—¡La gente me importa una mierda! —farfullé—. Lo único que quiero es poner mis manos sobre el hijo de puta que me arrebató a la mujer que amo.
—¿¡Realmente la amabas?!
—No te permito… —dije entre dientes, era mejor la rabia que la tristeza, que la impotencia por estar tan en blanco como hace dos días.
—Es lo que me demuestras, Edward, cuando Eliza murió no pude despegarme de ella y tú…
—No puedo… —dije la verdad, no podía—. No puedo sentarme ahí y verla metida en esa caja de madera, mientras el hijo de perra que acabó con su vida está afuera, disfrutando y respirando el aire que debería estar respirando mi esposa —gruñí—, no puedo sentarme ahí y soportar estoico las lamentaciones y demostraciones de pesar de personas que les vale una mierda que Victoria esté viva o muerta. ¡No puedo simplemente resignarme de una vez por todas a que llegaré esta noche a casa y ella no estará ahí, aunque sea para discutir!
—¿Y crees que yo sí puedo estar aquí? —agonizó Carlisle—. Es mi hija… Yo también perdí una esposa, Edward, y ahora he perdido a lo único que me quedaba de mi Elizabeth, es tu deber, incluso sobre tu dolor. —Dio un suspiro de derrota—. Hijo, sé lo que estás sintiendo, puedo entender tu dolor, sé lo que se siente, Eliza fue arrebatada de mis brazos por esa enfermedad y a Vick… Por favor, hijo, te necesito aquí.
—Carlisle…
—Yo estaré contigo, eres mi hijo, Edward.
Me sostuve de una pared, intentando no decaer. Antes de Victoria, yo no tenía nada, tenía a Bree que era mi mejor amiga y a Esme pero ellas no eran mías; Esme es un alma libre y, Bree… Ella cree amarme, pero no es cierto, solo Victoria era mía.
Ahora estaba solo.
—Voy para allá, Carlisle, solo dame algunos minutos. —Sorbí—. Amé a Victoria, amo a Victoria y por ella tengo que encontrar a quién hizo esto.
—Lo encontraremos, Edward, pero este es el lugar en el que tienes que estar. Pronto será el sepelio.
—Encargaré al agente Rupert para que me mantenga informado sobre el estado de la chica y llegaré ahí, Carlisle —dije en voz baja antes de colgar.
Salí de la clínica, marcando al celular de Micah Rupert
—Detective Masen —murmuró cuando contestó su celular.
—Rupert, quiero todos y cada uno de los detalles de Isabella Swan, si sangra si no sangra, si recae si deja de respirar, todo, quiero que seas la sombra de la doctora Green.
—Entendido, señor.
—Gracias…
—Es mi trabajo… Y señor, lamento mucho su pérdida.
—Gracias Micah. —Guardé mi celular y subí a mi auto, dispuesto a enfrentarme a algo para lo que sabía no estaba preparado, el camino fue una especie de borrón, mi mente estaba completamente en blanco, concentrado solo en conducir y en aspirar la nicotina que desprendía de mi cigarrillo, sería tan fácil girar bruscamente el volante y acabar con el dolor.
¿Quién lloraría por mí?
¿A quién le haría falta? La respuesta era simple… Nadie.
Carlisle aprendería a seguir, Esme se concentraría en su trabajo, el departamento de policía dejaría a Hale como encargado.
Todo muy fácil, pero el asesino de Victoria seguiría afuera, comercializando el Cristal Azul y matando más chicas como a las estudiantes de la universidad de Seattle.
Detuve el auto frente a la casa fúnebre donde descansaban los restos de mi esposa, miré el cigarro a medio acabar, observando cómo la punta se quemaba, no supe cuánto tiempo pasó desde que detuve el auto hasta que me bajé, solo supe que la colilla se había quemado completamente.
Pasé las manos por mi rostro cuando llegué a la puerta de la sala, donde se llevaba a cabo el velorio. Carlisle estaba junto al ataúd, pensé en un momento salir corriendo y no detenerme hasta estar lejos del lugar y, cuando estaba a punto de hacerlo, los ojos de Carlisle se encontraron con los míos; entonces, me di cuenta de que estaba siendo egoísta, él estaba ahí con los hombros caídos y el rostro crispado por el dolor, sus ojos estaban rojos por las lágrimas no derramadas, impecablemente vestido con un traje negro de tres piezas, aguantando estoico cada comentario y mirada de pesar.
Caminé con pasos lentos hacia él y nos dimos un abrazo en el que sin lágrimas ni palabras expresamos nuestro dolor y condolencias. Y luego estaba ella, la mujer que hacía treinta horas antes me había dicho que pensaría en tomar una terapia de parejas, metida en aquel brillante ataúd de color ocre, con interior blanco y mullido. Parecía dormida y pacífica, me recordó aquella vez que compartimos la cama por primera vez, pasé toda la noche mirando cómo su pecho subía y bajaba, o las sonrisas involuntarias que adornaban su rostro.
Ya no había nada de eso, era ella, pero no dormía, estaba pálida y su cabello parecía sin vida, de niño miraba su cabello rubio como el sol y era la luz para mis días tristes, solo verla hacía que en mi rostro apareciera una sonrisa tonta… qué importaba si luego su novio me golpeaba, valía la pena si ella solo sonreía en mi dirección.
—Vicky.—Coloqué mi mano en el vidrio del ataúd, mientras sentía la mano de Carlisle en mi hombro—. Hay que abrir esto, Carlisle… Ella no podrá respirar.
—Edward…
—¡No! —Abrí la tapa—. Así está mejor, cariño. —Acaricié su fría mejilla—. Sí, así está mejor, cariño… duerme, amor mío. —Sabía que me estaba volviendo loco, sabía estaba siendo observado, pero no me importaba, solo ella.
Las personas llegaban hasta donde Carlisle; los oía, pero no los escuchaba, mis ojos estaban fijos en su perfecto rostro con forma de corazón, su nariz respingona y sus labios dulces y suaves.
El sepelio fue más doloroso de lo que pensaba, interiormente, me derrumbé una y otra vez; al final, juré sobre su tumba, lo que ya había jurado cuando la encontré sin vida.
Esa noche no fui a casa de Esme ni a mi casa, conduje mi auto por horas hasta llegar a un hotel de carretera, viejo y desgastado, pagué por un par de noches y me encerré en una habitación de sábanas roídas y olor a moho, con el único amigo que podía entender el dolor que sentía, el único que podía aliviar todo lo que sentía: Una botella de Jack.
La mañana siguiente mi teléfono sonó con fuerza, la cabeza me dolía, pero me dolía mucho más el alma, el corazón.
Esme intentó comunicarse conmigo dos veces más, no contesté ninguna de sus llamadas, volví a casa, luego de que Mike dejara un mensaje en mi buzón de voz. Él y dos de sus oficiales estaban ahí. Abrí la puerta para ellos pero no entré, no podía hacerlo, no sin ella.
No había dicho a Mike mis intenciones de hacer que narcóticos se hiciera cargo completamente de este caso, Victoria fue encontrada cerca de un laboratorio ilegal de narcóticos, podía tomar el caso, necesitaba hacerlo, quería ser yo quien atrapara a ese hijo de puta.
Desde el marco de la puerta vi cómo Mike y los oficiales revisaban la casa, llevándose con ellos la computadora portátil de Victoria, tenían su celular, los necesitaban para la investigación. No pregunté a Newton si había algún cambio en el estado de salud de Isabella Swan mientras me conducía a la estación para una declaración formal.
Carlisle y Demetri estaban ahí.
Una vez más contesté las preguntas que tanto del fiscal, como Mike lanzaron hacia mí.
Mi matrimonio no era perfecto, pero yo amaba a mi esposa, nunca le haría daño.
Volví a casa esa noche, pero como en la mañana, no pude poner un solo pie dentro de ella, así que conduje a El Olimpo y lloré de nuevo entre los brazos de Esmerald mientras mi cabeza se llenaba de dudas y me carcomía no tener idea de por qué Victoria estaba en ese lugar.
«¿Atendía a un paciente a domicilio?
¿Por qué desvió su camino?
¿Qué hacía mi esposa en un callejón húmedo en un barrio del centro cerca a uno de los más grandes laboratorios de estupefacientes?»
Dos días después de mi declaración volví a la oficina, necesitando mantener mi mente ocupada en algo o enloquecería. El fabricante de Cristal Azul seguía ahí afuera, armando otro laboratorio, habíamos dado un duro golpe a sus negocios, el golpe de mi vida, pero a cambio de la vida de mi esposa.
El mundo no se detenía, aunque mi mundo quedó quieto desde hacía un par de días.
—¡¿A esto llamas informe?! —Grité a McCarthy—. ¡No hay nada aquí! ¡Llevas meses de incognito en esa maldita universidad y no hay nada! —Estaba seguro de que mis gritos se escuchaban hasta la recepción, no es como si me importara, quería resultados.
Envié mi petición sobre tomar el caso de la muerte de Victoria al comisionado, pero seguía sin respuesta y entre más pasaban los días, más impotente y frustrado me sentía.
—Estoy siguiendo protocolos, no puedo exponerme sin más, detective. Hemos atrapado a varios distribuidores, pero ninguno parece conocer al tal Daddy, ninguno asegura haberlo visto o tenido tratos con él, todos argumentan comprar las drogas de diferentes chulos, en parques, centros comerciales y campus universitarios.
—¡Quiero nombres!
—Estoy trabajando en ello, señor, solo tiene que darme más tiempo.
—Tiempo es lo que no hay, Mc Carthy, cada segundo que pasa miles de estas pastillas salen a la venta, cada minuto que transcurre, más chicos la consumen, elevando su nivel de dopamina al punto de que todo el cuerpo colapsa y muere, así que no, no tenemos tiempo. Sal de aquí, McCarthy, si no entregas resultados para dentro de dos semanas, se te relevará de esta misión.
—Pero, señor…
—Sal ahora. —Emmett se levantó de la silla, abandonando mi cubículo y yo solté la carpeta que estaba sosteniendo con desdén. Antes de mirar el cuadro de evidencias que habíamos colgado en una de las paredes.
¿Quién demonios era Daddy? ¿Y cómo lograba que tantas personas le cubrieran la espalda?
La puerta se abrió y Mike entró con cara de pocos amigos, se sentó frente a mí, en la silla que hasta hace segundos, ocupaba McCarthy
—¿Alguna novedad?
—No te hagas el estúpido, Edward —me reprochó. Lo miré sin entender—. Te dije que te haría participe, que te mostraría todos los avances, ¿acaso no confías en mí? En que te informaría, sobre todo.
—No sé de qué hablas.
—Estoy fuera del caso de tu esposa y Jacob Black… hablamos de corrupción cuando la tenemos entre nosotros mismos.
—Yo no. —Mi teléfono sonó y le pedí un segundo a Newton para contestar.
—Señor…Isabella Swan despertó hace unas horas.
—¡¿Cuándo?!
—Pocas, han estado haciéndole estudios, pero al parecer está más consciente ahora, es por ello que lo estoy llamando, Will ya ha informado al comisionado.
—Estaré ahí. —Colgué y miré a Newton, si él no estaba en el caso, era seguramente porque el comisionado había leído mi carta; antes de preguntar algo más, tomé la chaqueta de mi traje y salí de la oficina sin importarme los llamados de Newton o Hale.
Coloqué la sirena con tal de que pudiese pasarme los semáforos en rojo y no conducir a la velocidad permitida. Llegué al hospital, exactamente, veinte minutos después de la llamada de Stuart
No fui a recepción, caminé directamente hasta cuidados intensivos, una chica menuda se encontraba detrás de un escritorio y le exigí ver a Isabella Swan.
—La señorita Swan tiene las visitas prohibidas, señor—justificó suavemente, apoyé mis manos en su escritorio antes de hablar.
—¡Necesito ver a Isabella Swan! ¡Ahora! —grité. Una chiquilla molesta como la que tenía al frente, no me separaría de la única pista que tenía para lograr mi objetivo.
—Señor…
—¡Dije ahora!
—¡¿Qué demonios está pasando aquí?! —gritó una mujer, me giré, completamente molesto, observando a la mujer de tez morena y bata médica—. Se encuentra en un hospital, señor, se comporta o…
—¿Llamará a la policía? —dije con sorna, enseñando mi placa—. Detective Edward Masen. —La mujer me miró de arriba abajo—. Exijo ver a Isabella Swan.
—¿Tiene usted una orden? —exclamó con autoridad, maldije internamente por no pensar en ello antes de salir al hospital—. Vamos a calmarnos, oficial Masen. —Extendió su mano—. Soy la doctora Green, la médica tratante de Isabella Swan, en este momento el estado de salud de mi paciente no es el mejor. Está estable pero desorientada y le hemos administrado un calmante, puesto que estaba alterada.
Tomé su mano.
—Detective Edward Masen, unidad de narcóticos, la chica es testigo del asesinato de Jacob Black y Victoria Cullen —preferí omitir que ella era Masen—, es crucial para la investigación que hablemos con ella.
—Como le dije, en este momento le hemos administrado un sedante, la chica despertó del coma al cual la habíamos inducido, le practicamos los exámenes de rutina, pero estaba alterada y necesita descansar. Sus tutores han suspendido las visitas y se encuentran con ella ahora mismo.
¿Tutores?, eso no lo sabía, de hecho, no revisé el expediente de la chica, me limité a revisar su edad y sus heridas.
—¿Cómo está ella? —El enojo no me llevaría a ningún lado, así que, opté por ser tranquilo y agradable.
—Lamentablemente, una de las esquirlas de la bala perforó la arteria subclavia, por lo que perdió mucha sangre mientras era trasladada al hospital, hicimos las transfusiones pertinentes y la estabilizamos; aun así, la paciente tuvo un choque hipovolémico que causó un paro respiratorio unas horas después de la intervención. —La doctora pasó la mano por sus cabellos—. Esta chica no la tiene fácil por ahora, oficial, tuvimos que inducirla a un coma para que sus heridas sanaran mucho más rápido, pero es posible que debido al estado crítico en el que se vio envuelta, la señorita Swan tenga algunas complicaciones posteriores. Tendrá que contar con el apoyo de un familiar en todo momento. La cirugía que le practicamos también puede dañar los ligamentos y la articulación correspondiente, puede tener cierto grado de inmovilidad; su cerebro pasó un periodo de tiempo considerable sin el riego sanguíneo correspondiente, eso puede llevarnos a algún problema neurológico posteriormente, le hablo de mil escenarios distintos desde la hemiplejia, parálisis, y un sinfín más. Estos son algunos de los puntos que debe tener en cuenta.
—¿Amnesia?
—Señor…
—Le pregunto si ella puede padecer algún tipo de amnesia, doctora.
—Aún no podemos asegurarlo, detective Masen, pero es posible que…
La interrumpí
—¡Esa chica es nuestra única pista en dos asesinatos y usted me está diciendo que no está segura si será apta para colaborar! —Sentía mi enojo crecer nuevamente.
—Detective Masen, agradezco que baje la voz, le recuerdo que esto es un hospital —dijo con tono enérgico—. En estos momentos la paciente no puede ser sometida a ningún tipo de estrés, tiene que valorarla un especialista en psicología, aparte del shock neurológico, debemos pensar en el trauma creado.
—Ella necesita estar bien. —Tiré de mi cabello—. Ella es nuestra única pista. ¡Ella tiene que recuperarse!
—Detective, tenga por seguro que haremos todo lo posible por ayudarla.
—Necesito verla.
—En este momento no es posible, le diré lo mismo que le dije al otro oficial.
—¿Otro oficial?
—Sí, hace unas horas estuvo aquí el detective Aro Vulturi—«¿Qué carajos quería Vulturi aquí?»—. De la unidad de Homicidios sin resolver, insistía en ver a Isabella, pero le dije lo mismo que le he dicho a usted, mi paciente no está apta para dar ningún tipo de declaración, quizá en un par de semanas cuando…
—¡Semanas! —la interrumpí.
—Días, todo depende de la evolución de Isabella y; detective, sin una orden, ninguno de ustedes se acercará a mi paciente. Tenga usted muy buenas tardes.
La vi alejarse y no pude hacer más que empuñar mis manos, antes de girar sobre mis pies y salir del maldito hospital.
Iba a conseguir una orden y con ello la declaración de Isabella Swan, pero antes tenía que averiguar por qué demonios Vulturi estaba metiendo sus narices en donde no lo habían llamado.
-En el próximo ya sabremos de Isabella.
Gracias por comentar.
