Nada me pertenece los personajes son propiedad de Stephanie Meyer.

La historia está preservada bajo derechos autor!

.

OCHO

Isabella

«—¡Pues no quiero ir a Seattle, papá! ¡Mi vida está aquí! —grité llena de frustración. Jamás pensé que acompañar a mi madre al JFK a buscar a mi padre luego de su viaje a Seattle, se convertiría en esto. Era tarde y mamá odiaba conducir sola de noche—. ¿¡Si quiera me estás escuchando!? ¡Mamá! —Era injusto, injusto. Faltaban solo diez meses para que cumpliera veintiún años, ya no era una niña.

Harry pasó su carro de juguete por mi pierna y lo aparté de un manotazo. Dándole una mirada furiosa, él abrió su boca y luego me tiró un besito, era un bribón, apenas tenía cinco años y ya tenía en su mano a mi mejor amiga y a todas las amigas jóvenes de mamá.

¿No vas a decirle algo?

Ella giró su cuerpo para observarme mejor.

Esta es la razón por la que no puedes quedarte aquí, "Bella"

Mamá, puedo quedarme en casa de la tía Kate y cuando cumpla la mayoría de edad, buscar un departamento en el campus… La tía Kate era la mejor amiga de mi madre—. Solo son un par de meses, ¿por lo menos han pensado en mí?

Por supuesto que estoy pensando en ti—justificó papá.

Llevándome a la punta del país, papi, me pediste un año para pensar bien que es lo que quería para mi vida, quiero bailar, quiero presentarme en el Lincoln Center al lado de una buena academia de baile… Jessy y Angie van a la universidad de Arizona y Chicago, yo elijo una universidad en casa y quieres llevarme lejos, esto es Nueva York, no hay mejores escuelas de ballet que las de aquí.

Patrañas, el que tiene talento es bueno donde sea que vaya, Seattle también tiene escuelas de medicina, y también academias de ballet muy buenas, Isabella, esto no es una pregunta, mi niña, nos iremos en un mes y no pienso discutir más sobre esto; he tomado una decisión, nos iremos a Seattle junto a tu tío Eleazar. Es familia.

¡Una familia que nunca se interesó por nosotros! Por favor, papi, eres el hijo bastardo de mi abuelosatiricé—, arruinarás la vida de los demás por ser un bastardo que nunca ha estado con ellos.

Basta, Isabella —terció mamá.

Me dejé caer contra el asiento.

Sigues siendo el niño que siempre quiso que su papá lo aceptara y no te importa si arruinas la vida de tus hijos con ello, eres un Swan papá, nunca serás un Denali.

¡Isabella, más te vale cerrar la boca, señorita, o estarás castigada indefinidamente! —rumió mi mamá.

¿Por qué? Porque digo la verdad, arruinaras mi vida por la aceptación de una familia que siempre te verá como el hijo de la amante.

Papá frenó el auto de repente, haciendo que todos nos moviéramos hacia adelante, se quitó el cinturón para poder girarse con mayor libertad y mirarme mientras hablaba conmigo.

Sé que estás molesta, Isabella; y sé que tienes muchos amigos en la ciudad y los extrañarás, has decidido muchas cosas, saliste de la escuela y te dedicaste año y medio al ballet y luego fuiste a pre medicina para asegurarte de que era a esto a lo que querías dedicarte. He sido flexible y comprensivo, pero eres infantil e inmadura, esas son las razones por la que no te puedes quedar sola en la ciudad, actúas como una niña.

Cumpliré veintiuno pronto, seré lo suficientemente madura para...

¡No! —me interrumpió—. La madurez no va de la mano con la edad, la madurez es no hacer un berrinche injusto cuando tus padres toman una decisión familiar. Cuando te comportes como una adulta, quizá puedas vivir sola en una ciudad como esta. Te daré toda la libertad que tanto pides, pero mientras te comportes como una niña, vivirás donde yo te diga y … —Un chirrido estruendoso nos hizo observar hacia la hummer que se acercaba a gran velocidad. Primero las luces nos cegaron, luego todo ocurrió muy rápido, el auto se sacudió con fuerza, mi hermanito gritó, cerré los ojos mientras éramos levantados en los aires y caímos, una, dos, tres veces para luego quedar volteados sobre la orilla de la carretera.

—Parece que empieza a despertar —dijo una voz que no reconocí.

—¿Cree que ella estará bien? —La voz de mi tío Eleazar se escuchó y tuve un pequeño déjà vu, de meses atrás luego del accidente.

« ¿Dónde estaba? »

Abrí los ojos, pero la luz era demasiado brillante, tanto que me obligó a cerrarlos de nuevo.

—Poco a poco, Isabella —me dijo esa voz que no conocía. Me dolía la cabeza, me dolía todo, justo como la última vez—. Necesito que abras los ojos. —Volví a hacerlo.

Cermen, la esposa del tío Eleazar, sostenía mi mano, tenía lágrimas en los ojos, la habitación giró sobre mí y cerré los ojos por segunda vez.

—¿Qué sucede? —pregunté mirando a los doctores que estaban junto a mí.

Nuevamente la sensación de déjà vu me embargó.

—Está desorientada, es normal —respondió la voz desconocida—. Soy la doctora O´Hara. Estás en el Hospital Northwest Seattle, ¿me escuchas bien? —asentí—. ¿Puedes abrir los ojos para mí, por favor? — Hice lo que me pidió—. Has estado dormida por casi dos semanas.

«¿Semanas?»

—Entiendo que estés un poco dispersa, pero fuera de eso, ¿cómo te sientes?

—Me duele un poco la cabeza —murmuré, mi garganta se sintió carrasposa e intenté tragar saliva, pero mi boca estaba completamente seca.

—¿Recuerdas tu nombre? —asentí.

—Isabella S… Swan —carraspeé.

—¿Tienes sed? —Asentí y la doctora me pasó un vaso con un pajilla—bebe con calma, solo un par de sorbos. —El agua se sintió bien en mi garganta seca. La enfermera me quitó la sábana y mis pies quedaron expuestos—. Necesito que muevas el pie izquierdo. —Lo hice—. Bien, ahora el derecho. —Moví mi pie y ella sacó una especie de lapicero mientras la enfermera descubría mis piernas y ella deslizaba el esfero en mi piel.

—Auch —me quejé cuando presionó mi muslo, ella sonrió y asintió hacia la enfermera que volvió a cubrirme.

—Bueno. —Se giró hacia Eleazar—. Sus reflejos son buenos y los exámenes que le he practicado muestran que, al parecer, no hay daño neurológico, sin embargo, tengo que hacer exámenes más profundos. ¿Isabella? —Me observó—, ¿recuerdas qué te trajo hasta aquí?

¿Qué me trajo al hospital?

Mis ojos se desplazaron a Eleazar y su esposa.

Imágenes borrosas llegaron a mi memoria, la fiesta, la policía llegando, la libertad que sentía cuando iba en moto, la risa de Jake mientras caminábamos, la mujer, la discusión, un disparo, sus ojos fríos cuando me observó sin vida, más disparos…

—¡Jake! ¡¿Dónde está Jacob?! —Carmen empezó a llorar—. ¿¡Donde está Jake? —Arranqué la intravenosa y traté de bajar de la cama; una enfermera entró mientras la doctora daba una orden—. ¡Jake!

A ese hombre lo siguió otro calvó y con un dragón tatuado, algo perforó mi piel y…. Giré el rostro para ver a la doctora empujar un émbolo y las dos enfermeras me colocaron bien en la cama.

Eleazar, el hermano de mi padre, se acercó, grité, grité y me removí hasta que mi cuerpo se sintió demasiado pesado y un segundo después la oscuridad me envolvió.

Cuando desperté nuevamente solo Carmen estaba en la habitación, fue como volver al pasado, cuando perdí a mis padres por mi estupidez. Ella se acercó a mí con cautela y tomó mi mano, apretándola con cariño.

—¿Quieres un poco de agua?

Asentí y ella me dio del vaso del que había tomado antes o uno nuevo, no lo sabía, bebí con calma solo dos sorbos antes de devolverle el vaso.

—¿Qué sucedió?

—Tuvieron que sedarte, estabas alterada.

—¿Dónde está Jake? ¿Está aquí? —supliqué saber. Ella no dijo nada—. Tía Carmen. —Nunca la había llamado tía, pero sabía que ella no se resistiría a eso, siempre estuvo tratando de agradarme desde el día que salí del hospital, sin familia.

—Él está… —Carmen parecía nerviosa—. Está bien, en otra habitación.

—Quiero verlo, ¿está herido? No pude hacer nada por él, ese hombre mató a esa mujer y luego ordenó que nos… Mi ritmo cardíaco empezó a aumentar, podía sentir cómo si me estuviera ahogando casi que al mismo tiempo que las maquinas a las que seguía conectada empezaron a emitir sonidos

—Tienes que calmarte, Bella —susurró y ni siquiera me importó que me llamara Bella, solo quería ver a Jake, necesitaba cerciorarme de que estaba bien—, podrás verlo cuando estés mejor, ahora tienes que recuperarte, estuvimos a punto de perderte, has estado en coma por dos semanas…

La puerta se abrió y una enfermera entró junto con dos hombres.

—Es bueno que estés despierta, tenemos que realizar unas tomografías.

Carmen asintió. Los hombres me trasladaron de camilla y luego me sacaron de la habitación, noté al oficial de policía en la puerta, pero solo podía pensar en Jake mientras en mi mente repetía el momento en el que Daddy había disparado a su mujer.

Edward.

Isabella Swan… Isabella Swan… Isabella Swan…

Dos semanas desde que enterré a mi esposa.

Veinte días desde que la vi sin vida en un húmedo callejón.

Cuatrocientas ochenta horas sin pistas.

Pedí a Hale una orden para interrogar a Isabella Swan. Carlisle aún no volvía a la estación, no contestaba mis llamadas telefónicas. No me había tropezado con Vulturi y Newton estaba en un nuevo caso, un hombre que encontraron en el puerto de la ciudad, por el grado de descomposición del cuerpo, al parecer, llevaba varios días sin vida.

No tenía noticias del comisionado, sobre mi petición de que el caso de Victoria y Jacob fuese tratado conjuntamente entre el departamento de narcóticos y el departamento de homicidios.

No tenía nada.

Leí dos veces el informe final de la autopsia que Jasper consiguió extra oficialmente para mí de ambos cuerpos, incluso el de Stephan Suez, pero seguía sin entender qué hacía mi esposa en ese lugar y en qué se relacionaba con las otras víctimas; habíamos interrogado a todas las enfermeras; al doctor Green, el jefe de Victoria, pero no tenía nada que me indicara qué hacía mi esposa justo en ese callejón a esa hora.

También investigaron mi coartada: Esme, Felix y algunas chicas del Olimpo atestiguaron que estaba ahí.

Me levanté de la silla, llevándome las manos al cabello, había estado durmiendo en el Olimpo, aún no sabía qué demonios iba a hacer con la casa, pero era seguro de que ya no quería vivir ahí.

Miré la foto de mi esposa en el portarretrato que tenía en la oficina.

«¿Qué hacías ahí Vicky?»

A mi mente llegaron los recuerdos de esa noche, dos meses después de la bodacuando encontré a Victoria consumiendo un par de líneas.

«¿Estaba Victoria en ese lugar por drogas?»

No, ella las había dejado, estaba seguro de que no estaba consumiendo, de hecho, en su informe decía que su cuerpo estaba limpio.

¿Entonces?

Tomé el teléfono, alcé la bocina y marqué rápidamente al jefe de Victoria, contestó al tercer timbrazo.

—Edward.

—Hola doctor Green, necesito hacerle unas preguntas, ¿tiene cinco minutos…?

—Ya le dije a tu compañero todo lo que sabía, Edward. La doctora Cullen no tenía enemigos, al menos no en el hospital… ella era una gran compañera, Edward, todos en el hospital lamentamos lo que sucedió.

—Sí, lo sé… ¿Sabes si ella tenía algún paciente que visitar ahí? ¿Casos de beneficencia? —Muchas veces yo fui uno de esos casos.

—No podría decírtelo, los pacientes que los médicos atienden en su tiempo libre no están registrados en las agendas del hospital, pero dudo que a Victoria se le diera por visitar un paciente a esas horas de la madrugada.

—Ella me dijo que se dirigía al hospital.

—No sé porqué mintió, no puedo responderte a eso, Edward, la única que puede hacerlo es Victoria.

—¿Notaste algo extraño en el comportamiento de Victoria en los últimos meses?

—¿Extraño? ¿A qué te refieres?

—¿Quiero saber si la veías ansiosa o quizá confundida, irritada…? ¿Tenía cambios de conducta o sus pupilas…?

—¿Quieres decir si ella consumía algún tipo de estupefaciente? —su voz era entre irritada y confusa—. Conozco a Victoria desde que era una niña, sé que tuvo un episodio con las drogas, la escuela de medicina puede ser intensa para algunos, pero ella se detuvo. ¿Sabe Carlisle lo que estás insinuando?

—No, yo solo…

—Victoria luchó contra su adicción y lo superó, Edward, lo sabes tanto como yo.

—Lo sé, solo intento comprender.

—Ella no era una drogadicta, era una excelente profesional y una maravillosa trabajadora, perdió a su madre y a su hijo y nunca perdió la sonrisa para con los pacientes, tú deberías conocer eso.

—Lo sé, lo sé.

—Si no es más tengo que colgar Edward, tengo pacientes que atender. —Colgó, en el examen toxicológico de Victoria no habían hallado muestras de estupefacientes, pero no encontraba otra razón del porqué mi esposa estaba en ese callejón.

Dos golpes en la puerta me hicieron cerrar la carpeta del caso de Victoria y abrir la del último golpe al fabricante de Cristal azul.

Hale asomó la cabeza y con un gesto le hice pasar.

—Llamó el oficial Uley, intenté comunicarle la llamada, pero su extensión estaba ocupada.

—¿Le pasó algo a Isabella Swan?

—No, ella está bien. Él dice que el detective Vulturi llegó con una orden.

—¡Mierda! —Rodeé el escritorio, tomé mi chaqueta y salí de la oficina.

—Hale, sigue llamando al comisionado, consigue la maldita cita y busca al teniente Cullen —grité mientras me dirigía hacia la salida.

Me tomó mucho menos tiempo llegar al hospital que la última vez, sentía la ira salir de mi cuerpo cuando bajé del auto y camine hacia la entrada del hospital, esta vez no pasé por recepción, por Sam Uley sabía exactamente en qué habitación estaba Swan.

El agente Uley perdió los colores cuando me vio llegar.

—Señor.

—¿Dónde está Vulturi? —pregunté con los dientes apretados.

—El detective Vulturi se fue hace media hora.

—¿Habló con Swan? —negó—. ¡Habla!

—No señor, ella se encuentra con sedación, yo lo dejé pasar porque traía una orden firmada por el comisionado y el teniente Cullen, habló con la tía de Isabella, es quien está con ella hoy, al parecer, su tutor está fuera de la ciudad y…

—Apártate.

—Señor, no puedo dejarlo entrar sin una orden, usted lo sabe, es el protocolo.

—Samuel, voy a entrar a esa habitación, con o sin tu cooperación —dije moviéndolo con mi brazo.

—Tengo que reportar esto, señor.

—Haz lo que tengas que hacer. —Giré la perilla y entré a la habitación, inmediatamente dos mujeres se giraron para verme.

—¿Isabella Swan? —dije mirando a las dos mujeres, sobre todo a la que yacía en la cama, tenía el brazo escayolado y su rostro demacrado, recostada sobre la camilla, podía asemejarse a una chiquilla y no a la joven de veinte años que había imaginado cuando leí el informe.

—¿Quién es…? —Su voz se escuchaba ronca y sus ojos asustados—. Tía…

—Soy el oficial Edward Masen. —Saqué mi placa mostrándosela—. División de narcóticos.

—¿Qué quiere de mí?

Reconocí el temor en su mirada, no el temor normal que en ocasiones proporcionábamos por ser de la fuerza armada, no, ella me temía, sus ojos estaban trancados en los míos, pero ella me miraba con absoluto terror.

—Señorita Swan, necesito hacerte unas preguntas. —Fui al grano sobre la noche del diecisiete de septiembre.

—Yo no sé nada.

—Señorita Swan.

¡No sé nada! —gritó con voz contrita—, dile que se vaya, Carmen —La mujer intentó calmarla antes de dirigirse a mí.

—Por favor, váyase. —Miré a la mujer de mediana edad mientras ella acariciaba los cabellos de la chica—. Ya le he dicho al otro oficial que ella no recuerda nada de esa noche.

—No hay otro oficial —sentencié con dureza acercándome a la cama, la joven se encogió tanto como pudo en el costado de la mujer—. Isabella, eres la única testigo de las muertes de Victoria Cullen y William Jacob Black..

La mujer se tensó considerablemente.

—¿Jake murió? —Su cuerpo se tensó, miró a la mujer y luego a mí, sus ojos se llenaron de lágrimas—. ¡No!... —Ella miró hacia la mujer y de vuelta a mí—. Jacob no está muerto, me dijiste que estaba en otra habitación, me dijiste… —Ella empezó a negar con la cabeza en un ataque de pánico o histeria—. Jake no está muerto, él no está muerto, él no…

—¡Isabella! —grité llamando su atención, sus ojos grandes y redondos se fijaron en mí—. Es por esto que te necesitamos, tu testimonio es lo que tenemos para atrapar a los responsables de las muertes de dos personas inocentes —la incité.

Un grito agónico escapó de su boca, el dolor se ramificó en cada parte de su rostro y empezó a sollozar con fuerza, mientras negaba con su cabeza.

—Tienes que decirme todo lo que ocurrió esa noche, todo lo que…

—¡Váyase! ¡Váyase! él no puede estar muerto, él también, él no puede… —Ella seguía negando con su cabeza, completamente en shock.

—Necesita irse teniente, mi sobrina tiene que mantenerse en calma, ella. —No dejé que siguiera hablando di dos pasos más cerca de Isabella hablé solo para ella.

—¡Tienes que colaborar, Isabella! —En ese momento no me importaba ella, ni los gritos que su tía me estaba dando, yo necesitaba respuestas—. Tienes que decirme lo que sabes, tú estabas ahí, los viste morir...

—¡Detective, suéltela! —La voz de Paul, el compañero de Sam, me sacó de mi estupor, me di cuenta de que tenía a Isabella Swan tomada por los hombros mientras le exigía información.

La chica era una masa temblorosa entre mis manos, la solté bruscamente mientras ella gritaba entre el terror y el desespero.

—Salga de aquí, detective Masen o me veré obligado a arrestarlo por infringir la ley —gritó el oficial.

Miré a Isabella, parecía completamente inestable. Dio un grito que me erizó la piel y luego se desvaneció ante mis ojos justo cuando la doctora entraba en la habitación.

—¡¿Qué está pasando aquí?! ¡Salga todo el mundo! —dijo a nadie en particular mientras se movía con agilidad hacia la cama donde reposaba la chica.

Paul Ateara me sacó de la habitación casi a empujones para encontrarme de frente con Carlisle.

—¿Qué ha sucedido, oficial Ateara? —demandó con voz de barítono.

—Teniente. —Me soltó con premura—. El detective Masen ingresó a la habitación de Isabella Swan, Sam Uley intentó detenerlo, pero…

—Ella tiene toda la información que necesitamos —gruñí.

—¡Fuera del hospital, detective Masen! —ordenó Carlisle con voz severa.

—No pienso moverme de aquí hasta que ella hable —sentencié. Carlisle se giró hacia mí, su rostro era de piedra.

—¿Prefieres pasar veinticuatro horas en una de las celdas de la estación por desacato a tu superior, detective?

Lo miré por unos segundos ¿él no podía estar hablando en serio? Pero su rostro serio y su cuerpo tenso me dijeron que sí. Golpeé la pared a mi lado y me encaminé hacia la salida, esto no podía quedarse así. En vez de ir a mi auto, me quedé fuera del hospital, las ganas de encender un nuevo cigarro latieron en mi interior, había fumado más estos ultimo días que en todo lo que llevaba de vida; a este ritmo me ganaría un jodido cáncer de pulmón en un par de años.

Carlisle no salió inmediatamente; aun así, esperé, conteniendo las ganas de fumar y simplemente me recosté en el coche, esto no podía quedarse así, no iba permitir que Vulturi fuese quien entrevistara a mi testigo.

Vi a mi suegro salir del hospital acompañado por el oficial Uley, hablaron unos segundos y luego Carlisle le dio una palmada en la espalda y el hombre volvió dentro del hospital.

La mirada de Carlisle se encontró con la mía y negó con la cabeza solo para encaminarse en mi dirección.

—¿Cómo demonios llegaste tan rápido? —acusé.

—Estaba en la cafetería del hospital, tuve una reunión con el comisionado y sabía que Vulturi estaría aquí para hacer el primer contacto con Swan.

—¿Vulturi? ¿Qué hace Vulturi aquí? ¿Por qué él estaría haciendo el primer contacto, qué sabes que no sé yo?

—No sé nada, Edward, por eso estaba aquí, ve a casa, sé que no has estado ahí… —Observé unos segundos al padre de Victoria; tenía bolsas oscuras bajo sus ojos, su mentón estaba cubierto por una fina barba y su cabello estaba desordenado. Carlisle parecía haber envejecido diez años—. Tienes que disponer de las cosas de mi hija; entre más pronto lo hagas será mejor, lo digo por experiencia.

—Carlisle, eso no es importante, esa chiquilla tiene que hablar, ella es la única...

—¡Edward! —me interrumpió—. ¿¡Qué demonios está pasando contigo!? Interfieres en una investigación en curso, te inmiscuyes extra oficialmente en algo que no te corresponde.

—¡Que no me corresponde! ¡Fue mi esposa a quien asesinaron!

—¡Fue mi hija! Y acató ordenes de mis superiores y dejo que mis compañeros hagan su trabajo.

—Pues yo no puedo hacerlo, no puedo quedarme de brazos cruzados, no lo haré

—¡Maldición, ve a casa, es una orden!

—Carlisle…

—Te espero el lunes a mi oficina, Edward, a primera hora, el comisionado quiere hablar con los dos. No te acerques a este hospital y esta es la última vez que te ordeno que vayas a casa, tu casa, no al club de Artemisa. —Mi sorpresa debió reflejarse en mi rostro—. Lo sé, Edward, sé muchas cosas, lamentablemente, no sé quién mató a mi hija, pero sé que tú has estado ahí, sé que has encontrado refugio ahí, con las ninfas.

No había estado con nadie, pasaba las noches solo en mi habitación.

—No quiero ir a casa si mi esposa no está ahí —sentencié—. Y he estado solo en El Olimpo, no he faltado a la memoria de Victoria, si es lo que estás pensando.

—No pienso nada Edward—argumentó con tranquilidad — no quiero pensar, solo sé que mi hija encontró una camisa tuya manchada de lápiz labial unas semanas antes de su muerte, intenté tranquilizarla, diciéndole que, a lo mejor, era de Esmerald. —Saber que Victoria había visto esa mancha fue agridulce, una parte de mí le tranquilizaba saber que ella buscó refugio en su padre, la otra se sentía culpable por lo que había sucedido con Bree—. Sé que es difícil volver a un lugar que está tan lleno de recuerdos, créeme, si Elizabeth estuviera aquí, ella, se haría cargo de las cosas de mi hija; pero no está y es tu deber como esposo.

—Lo haré, solo necesito volver ahí adentro.

—¡No lo harás! Te he negado el ingreso al hospital.

—¿¡Qué tú que!? ¡¿Quién te dio el derecho?!

—¡Soy tu superior! —gritó, perdiendo la compostura—. ¡Acaso no viste cómo se puso esa jovencita! Sam y Paul te arrestarán si te acercas a la habitación de Isabella Swan, conoces los procedimientos, no forzamos a las víctimas.

.

.

.

Primer encuentro que les pareció….

¿les gusta la historia? Como saben fanfic no me envía notificaciones y se que a muchas tampoco.

Espero sus comentarios de este cap.