Nada me pertenece los personajes son propiedad de Stephanie Meyer.

La historia está preservada bajo derechos autor!

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Once

Edward.

Al borde del abismo, así me sentía, sin Victoria, sin la estación, sin poder atrapar al culpable de que ella no estuviese viva.

Pasé un par semanas de mi licencia forzosa en la casita de Esmerald en Sawtooth, pero no podía seguir ahí, así que volví al Olimpo, recluyéndome en la que fue mi habitación antes de Victoria; pasaba los días bebiendo y buscando alguna noticia por internet. Si tan solo hubiese sacado de mi oficina la copia que el forense me entregó, si tuviera al menos acceso a la investigación, pero no tenía nada, nada para al menos empezar a investigar.

Las semanas pasaban sin ninguna pista, me sentía maniatado y en un punto muerto. Solo tenía un nombre, uno en que podría empezar a desanudar todo, pero ni siquiera podía acercarme a la jodida Isabella Swan.

¡Maldito comisionado Lewis!, ¡Maldito sea, Vulturi!

No veía a Carlisle desde nuestra reunión con el comisionado Lewis, tampoco es como si él me estuviera buscando, estaba seguro de que también estaba completamente ciego en todo lo que concernía al caso de Victoria.

La puerta de la habitación que había estado ocupando en el Olimpo se abrió, y Esme entró con una levantadora del color de la grana con ribetes dorados.

—Esta habitación huele a muerto —susurró, descorriendo las cortinas para así abrir la ventana, la luz del sol quemó mis ojos, por lo que los cerré por unos segundos—. ¿Puedo saber cuánto tiempo pretendes estar en ese estado?

—Si te molesto, solo tienes que decirlo, Esme —respondí con desdén—. Bien puedo irme a un hotel o alquilar un departamento.

—No seas ridículo, niño. Lo que te quiero decir es ¿hasta cuándo te vas a autocompadecer? La lástima nunca ha sido lo mío… —Le di una sonrisa irónica. Ella se acercó a la cama y miró sus uñas—. Levántate y date un baño, por amor a Jesucristo, no hay más botellas para ti. —Pateó las botellas—. Yo no crie a un borracho.

—Mi mujer está muerta y yo estoy aquí, agarrado de las putas pelotas, eso me da un pase para convertirme en un jodido alcohólico si me da la gana. —Me senté en la cama, observándola.

—¿Y es en eso lo que te quieres convertir, en un borracho?, todos estamos jodidos de diferentes maneras, Edward, llevó demasiado tiempo en este negocio como para saber que al final, el alcohol no resuelve nada. —Se agachó y recogió un par de camisas del suelo antes de girarse hacia mí—. Dime qué diría tu mujer de tu deplorable trasero.

—Esme…

—No, Esme no, querido, quieres hacer justicia, entonces sal y haz lo que estás destinado a hacer, no te quedes aquí bebiendo y muriéndote en vida, fue Victoria quien murió, no tú.

—¡Basta ya! No hables como si estuvieses refiriéndote al cartero, Victoria fue mi esposa. —Me levanté quedando frente a ella—. Sé que ella no te caía bien y que la soportabas por mí, pero eso no te da derecho de ser una maldita arpía. —Escupí con desdén, los ojos de Esmerald se abrieron con sorpresa, nunca había perdido los estribos con ella. Me pasé la mano por el cabello, respirando con fuerza antes de intentar enmendar lo que ya había dicho.

—Esme, yo…

—No vuelvas a llamarme arpía, Edward Masen, si quieres justicia, sal ahí y busca al culpable, se supone que eres la puta ley, usa el amor que le profesabas a Victoria para levantarte de una buena vez. ¡levántate y haz algo, maldita sea! ¡No te quedes aquí tirado dando lástima, no lo hiciste cuando tu madre murió, no lo hiciste cuando tu hermano te abandonó y no lo hiciste cuando volviste de la guerra y tu pelotón estaba muerto, no lo hagas ahora! Porque lo único que cae del cielo, Edward, es la lluvia —su tono de voz se levantó como nunca—. Tienes ropa limpia en los cajones, Bree ha estado trayéndola cuando duermes… Te espero para desayunar. —Salió de la habitación sin decir una palabra.

Mientras me duchaba pensé en las palabras de Esme, necesitaba hacer algo con mi vida y no seguir sumergiéndome en la compasión, quizá comenzar mi propia investigación sobre la muerte de Victoria o retomar desde fuera la búsqueda de Daddy.

Salí del baño, busqué mi celular que no lo había visto desde que llegué al club, busqué entre la ropa sucia, entre las almohadas de la cama; pero no estaba en ningún lugar, ajustando la toalla a mi cintura, abrí la puerta de la habitación y fui al comedor del club.

Abrí la puerta y toda actividad se detuvo en la habitación, Esme estaba en la silla principal del comedor, rodeada de sus ninfas, cuyos ojos cayeron en mi pecho desnudo.

¡Joder!

—Bueno, al menos te bañaste, hubiese sido mejor si hubieses bajado ya vestido. —Las chicas se rieron, pero Bree se levantó, la vi caminar hacia mí, pero yo volteé mi mirada hacia Esme.

—¿Has visto mi celular?

—El aparato no dejaba de sonar y tú no le prestabas atención. — Felix salió de la estancia y volvió minutos después con mi celular, afortunadamente, tenía batería y un par de llamadas perdidas de Emmett y Jasper, ninguna de Carlisle.

—Gracias.

—Ve a ponerte ropa, Edward; y baja antes que el desayuno se enfríe, no necesito que subas la libido de mis ninfas a esta hora de la mañana. —Hizo un ademán con su mano para que me fuera. Cerré la puerta detrás de mí, pero Bree salió.

—Edward…

—Hola Bree, ¿cómo estás?

—Bien, tuve pocos clientes anoche.

«¿Qué demonios decía a eso?»

—Pensé que podríamos hablar, que me buscarías ahora que…

—Mi esposa murió, Bree —la interrumpí—, pero eso no quiere decir que yo la haya dejado de amar. —Me acerqué y acaricié su mejilla, Bree era preciosa, tan preciosa como Esme en sus tiempos de juventud.

—Atiendo pocos clientes en caso de que necesites hablar, quiero que sepas que aún sigo siendo tu amiga.

Le di un beso en la frente.

—Deberías dejar de trabajar aquí, eres joven y bonita, tienes potencial para ser más que una…

—Más que una prostituta—bajó el rostro unos segundos —Sabes que no tengo a dónde ir, Esme, Félix y las ninfas son mi familia, el club es mi casa.

—Al menos, deberías dejar de vender tu cuerpo, estoy seguro de que Esme puede ubicarte en cualquier otra parte del club, si es lo que deseas.

—¿Eso me daría una oportunidad contigo? —Iba a hablar, pero ella no me dejó—. No tiene que ser hoy, Edward. —Se acercó, pegando su pecho al mío, sus pezones estaban duros como piedras—. Pero tuvimos algo bueno antes de Victoria, yo puedo ayudarte a…

Negué con la cabeza, porque no podría olvidar a mi esposa hasta que el culpable de su muerte estuviese tras las rejas.

—Quiero que seas feliz, quiero que tu suerte cambie, eres mi amiga y te quiero, pero no te amo.

Su rostro se descompuso, como si la hubiese golpeado en el estómago.

—Pero yo sentí el beso.

—Bree…

—Bree, tu desayuno se está enfriando. —La mirada de Esme se enfocó en la mía—. ¿Qué diablos haces aún casi desnudo? Vas a pescar una jodida neumonía, ve a cambiarte ahora. —Llevó las manos a su cabeza y volvió al comedor.

—Ve…

—¿Me llamarás esta noche? Para hablar, podemos ser solo amigos. —Había anhelo en su mirada, Esme tenía razón, no tenía derecho a romper su corazón—. ¿Edward?

—Bree, es mejor que no pasemos tiempo juntos, piensa en lo que te dije, pero no por mí, por ti. Mereces más que ser el cuerpo en el que un hijo de puta con dinero desfoga sus sucias fantasías.

—Ella no te merecía, Edward, ella…

—¡Bree! —llamó Esmeralda.

—Ve, no dejes que tu desayuno se enfríe —dije con suavidad antes de encaminarme hacia las escaleras, mientras marcaba a Hale, luego hablaría con McCarthy.

Entré a la habitación al tiempo que Jasper contestaba mi llamada.

Detective, estoy en servicio. ¿Podría llamarlo en dos horas?

—Prefiero que nos veamos, sabes la cafetería que está en la 1535.

Sí, señor…

—Te veo ahí en dos horas.

Perfecto.

No sabía qué quería Jasper, pero si sabía lo que yo quería de él.

Isabella.

La agente Brandon ya estaba en casa cuando salí del baño, atendía una llamada telefónica cuando nuestras miradas se encontraron, sonrió, pero por primera vez desde que nos habían trasladado del hospital, hacía una semana, su sonrisa no era real, parecía preocupada, esperaba que Jasper, su esposo estuviera bien.

—Sí señor, estaré pendiente. —Colgó y caminó hacia mí—. Buenos días, Isabella, espero que hayas dormido bien —murmuró. Casi no dormía por las noches y, cuando lo hacía, seguía experimentando esas horribles pesadillas, pasaba las horas mirando hacia el techo o leyendo, en estas dos semanas había leído más libros que en toda mi vida, bendito sea Amazon.

—Pude dormir un par de horas, terminé el libro.

—Genial. —Ella se había convertido en una buena amiga—. ¿Por qué no vas a cambiarte y desayunamos juntas?, Seth y Tyler ya se han ido y Alec está haciendo revisión del perímetro.

Hice lo que Alice me dijo, desenredé y sequé mi cabello antes de buscar que colocarme, Eleazar envió a la estación de policía la mayoría de mi ropa y artículos personales. La investigación por el asesinato de Victoria y Jake seguía su curso, pero el hombre parecía haberse esfumado, o eso era lo que escuchaba decir a Alice, cuando ella y Seth cambiaban de turno por la mañana.

Salí de la habitación vestida con unos vaqueros y una camisa de mangas largas, estos últimos días la temperatura había descendido; el invierno se notaba cada vez más cerca.

Había una torre de panqueques sobre la mesa, un bote de jugo de naranja. La agente Brandon parecía revolver unos huevos sobre la estufa, no había vuelto a cocinar desde la muerte de mis padres; en la mansión de Eleazar no tenía que hacerlo y tampoco era que fuese un genio en la cocina, sabía seguir una receta y había cocinado un par de veces con mamá para Navidad o Acción de Gracias.

—Cuéntame el final del libro —pidió la agente Brandon sin girarse.

—No fue él, fue una de las actrices segundarias, el padre de la actriz odiaba al actor antagónico; así que cambió las balas de fogueo por balas reales. Hank era inocente. Él y Julie se casaron, y tuvieron un bebé.

—¡Qué hermoso! —Caminó, dejando dos platos con huevos revueltos con espinaca.

—Sí, el felices por siempre de todos los libros… La vida real apesta.

—No, en ocasiones te enamoras de un compañero de servicio, se casan y hacen lo posible por verse un rato y disfrutar de esos instantes. — La agente Alice Brandon era una loca enamorada por la lectura romántica; fue ella quien me sugirió leer, ya que la casa no tenía televisión, lo que era terrible porque me estaba perdiendo la nueva temporada de Grey Anatomy—. Por cierto, tenemos que ir a la estación por la tarde.

El corazón se me saltó un latido y tragué con mucha dificultad los huevos que apenas me había llevando a la boca.

—Lo… ¿Lo atraparon? —mi pregunta no sonó como tal, mi voz y mis manos temblaban.

—Anoche hicieron una redada en Red College y atraparon a un hombre que guio a parte del equipo de narcóticos a uno de los laboratorios de Daddy. Siete hombres estaban ahí, necesitamos saber si alguno de esos hombres estaba la noche de la muerte de Victoria y Jake, por lo que harán una rueda de reconocimiento.

—Entonces sí lo atraparon.

—No estaremos cien por ciento seguros hasta que tú no hagas el reconocimiento, siempre que creemos saber dónde está, él simplemente desaparece. Si al menos tuviéramos su verdadera identidad sería más fácil buscarlo, pero solo contamos con su apodo y los retratos hablados.

Me tensé y ella agarró mi mano con fuerza cuando empezó a temblar sobre la mesa.

—No te preocupes Bells, sé que no es fácil, pero estarás bien. Lo que harás será observar a los hombres y verificar si alguno de ellos estaba ahí esa noche, ellos no podrán verte, ya que estarás detrás del espejo espía, además, ningún criminal haría algo en una estación donde hay más de cien policías. —Sus palabras me dieron un poco de tranquilidad.

—¿Qué pasará si es él?

—Harás una nueva declaración y todo quedará en manos del fiscal, sé hará un juicio donde tendrás que testificar, el departamento de narcóticos tiene muchas pruebas en contra de Daddy, con tu testimonio y las pruebas que se han recopilado estoy segura de que le darán muchos años de prisión. Cuando el juicio terminé, te darán una nueva identidad y empezarás de nuevo en otra ciudad.

—¿Y mientras todo eso pasa?

—Serás custodiada por los Marshal Seth y Alec; yo también estaré aquí, tú eres la estrella del momento, te cuidaremos y protegeremos Isabella, no hay nada qué temer. Ahora come, tenemos que estar en la estación dentro de dos horas y no sé cuánto tiempo te tendrán ahí.

Las dos horas que dijo la agente Brandon, pasaron muy rápido o al menos así las sentí. Descargué un nuevo libro en mi lector electrónico, pero no había podido pasar del prólogo, los últimos ciento veinte minutos estuve pensando en qué haría si alguno de los hombres que habían capturado estuvo ahí esa noche y me veía. Pensarlo hacía que me sintiera ansiosa, asustada y muy nerviosa.

—Bella, el agente Riley y el agente Cayo nos llevaran a la estación —dijo la agente Brandon.

Me bajé del alfeizar de la ventana y miré a los dos hombres en la puerta de mi habitación.

—Señorita Swan.

Tragué el nudo en mi garganta y respiré profundamente.

—¿Dónde están el agente Seth y el agente Tyler? —dije, notando que mis dos guardas de planta no estaban.

—Por su seguridad, es preferible que los agentes de planta no sean vistos en la estación, señorita Swan —habló el hombre que Alice presentó como el agente Cayo—. No se preocupe, está en buenas manos. Hemos armado un buen operativo para salvaguardar su vida.

Tragué el nudo en mi garganta antes de hablar:

—Necesito unos minutos.

Los tres agentes asintieron, el corazón me latía aprisa y mis manos temblaban mientras intentaba colocarme el chaleco antibalas que los agentes me habían entregado, llevé las manos a mi rostro y respiré otra vez.

—Bells, tenemos que irnos, pequeña. —Alcé el rostro y Alice se acercó a mí—. Ven, déjame ayudarte —ajusto el velcro a mi cintura y luego tomó mi chaqueta ayudándome a colocarmela —no tienes que estar nerviosa, cuatro patrullas encubiertas más van con nosotros: dos por delante y dos por detrás, te cuidaremos. Además tu tío estará esperándonos en la estación.

Asentí y salí al recibidor, los agentes estaban sentados en el sofá bebiendo una taza de café, pero se levantaron tan pronto me vieron, eran apuestos: el agente Riley tenía unos hermosos ojos color miel, alto y con brazos musculosos, a diferencia del agente Wash que, aunque también tenía fuertes músculos, era mucho más bajo.

El agente Riley me mantuvo en custodia hasta que ingresé en un coche, conducido por el agente Cayo. El agente Riley se subió de copiloto dejando a Alice a mi lado; detrás de mí, un auto nos escoltaba; me sentía como en una película de policías y ladrones.

El camino hacia la estación fue rápido; y una vez en ella, fui llevada una especie de salón. Eleazar estaba ahí, junto al asistente del fiscal, detective Vulturi y dos oficiales más que se presentaron como agentes de la DEA, me explicaron brevemente que iba a suceder y cómo debía proceder, tal como me lo había explicado Alice. En la última redada el departamento de Policía de Seattle capturó a siete hombres en una bodega del puerto de Port Ángeles, se creía que entre esos hombres estaba Daddy.

Uno de los agentes de la DEA junto con el detective Vulturi me garantizaron que ninguno de los hombres que pasarían durante los siguientes minutos, tenía conocimiento de que estuviera aquí, además de que no podrían verme; aunque mi corazón latía como caballos a galope, le creí.

Unos momentos antes de que empezara el reconocimiento, Eleazar se acercó solicitando unos minutos para hablar conmigo en calidad de abogado, pero el agente de la DEA que, no había hablado hasta el momento, se lo impidió, ya que los hombres estaban listos.

—¿Lista Isabella? —preguntó el asistente del fiscal y respiré profundamente antes de asentir, no estaba lista, no creo que estaría lista algún día para encontrarme con ese hombre, pero ya estaba aquí y ellos entrarían en tres grupos de cuatro personas, algunos hombres no habían sido capturados esa noche, solo eran una coartada de despiste, o algo así.

Las luces en el salón contiguo se encendieron y un oficial de policía entró, trayendo consigo a cuatro hombres. Sus caras no me parecían familiares, la agente Brandon se acercó a mí, colocando una mano en mi hombro.

—Solo míralos bien… —susurró en mi oído, bajo la atenta mirada de todos los hombres del lugar.

—¿Reconoce a alguno de estos hombres, señorita Swan? —La voz del detective Vulturi me hizo dar un salto. Miré a Eleazar que negó con su cabeza—. ¿Señorita Swan?

—No. —Me giré para mirarlo—. Ninguno de esos hombres estaba esa noche.

Él levantó un auricular y murmuró «Siguiente» los hombres salieron y un nuevo grupo entró a la sala, no miré a mi tío esta vez, porque tampoco reconocí a nadie.

—¿Señorita Swan?

Negué con la cabeza y nuevamente los hombres salieron, solo para dar paso al último grupo.

El aire salió de mi cuerpo al encontrarme con unos familiares ojos azules muertos y glaciales. Di un paso atrás, los recuerdos de esa maldita noche se agruparon en mi memoria como una cinta de video, recordé a Jake pidiendo que corriera, la manera en cómo tiraba de mi chaqueta, el cuerpo de Victoria Grey tendido en el suelo, el disparo en mi hombro y luego en mi pierna, el hombre del medio sonrió como si me estuviese observando y un lamento salió de lo más profundo de mi pecho, cuando este se contrajo con fuerza.

—¿Isabella?

—Señorita Swan…

Los oía, pero no podía escucharlos, el sonido de los disparos rebotaba en mis oídos, mi cuerpo entero se estremeció ante los recuerdos.

—Es el tres… ese es Daddy —murmuré mientras las lágrimas descendían de por mis mejillas y seguía recordando la voz de Ben, pidiéndome que corriera.

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Y ahora…..

Nos vemos el jueves