La historia está preservada bajo derechos autor!
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TRECE
Isabella.
La agente Brandon me arrojó al suelo del auto.
—¡Conduce, maldición! —le gritó al agente Riley mientras aceleraba a fondo y Cayo empezaba a llamar por los refuerzos, el auto chocó con algo y los neumáticos hicieron un chirrido cuando el agente Riley maniobró el volante con fuerza, lo que nos precipitó hacia otro golpe, esta vez más fuerte.
—¿Qué está pasando? —pregunté completamente asustada.
—Nos siguen —dijo con sequedad.
—¡Cayo, sigue pidiendo refuerzos! —gritó cuando una nueva ráfaga de disparos se escuchó—. Prepárate para responder —dijo la agente Brandon al agente Cayo. Él sacó su arma y bajó el vidrio a su lado, solo un poco; pero, hubo otro golpe aún más fuerte, haciendo que todos saltáramos en nuestros asientos. Gracias a eso pude ver cómo una furgoneta de color negro nos seguía de cerca—. ¡Agáchate! Mantente en el suelo, Isabella, no levantes la cabeza. El auto es blindado y se han dado cuenta, así que intentan volcarnos. —El agente Riley aceleró, sentía cómo si estuviéramos volando a pesar de que sabía que no era posible.
Era consciente de lo que estaba pasando, esos hombres, ellos…
—Alice… —Ella me miró, a pesar de que era quien estaba a cargo, podía ver el temor en su mirada—. Alice vienen por mí. —Ni siquiera fue una pregunta.
—No dejaremos que nada te pase —farfulló—. Dobla por Lauridsen —gritó hacia el agente Riley—, trata de perderlos.
¿Y qué crees que he estado haciendo desde que empezaron a disparar? —Riley tomó la curva para ir hacia la SD Street. Todo transcurrió en un segundo, quizá fue más: La furgoneta nos golpeó tan fuerte que el auto prácticamente voló por los aires. En medio de la confusión, pude sentir cómo dimos vueltas antes de golpear contra el pavimento, seguido del chirrido del metal y una lluvia de disparos.
Por un segundo todo fue silencio, me dolía todo el cuerpo, un déjà vu azotó mi cuerpo, meses antes, la nieve, mis padres… el mundo me daba vueltas, quizá porque estaba de cabeza o el auto lo estaba… ¡Dios! Algo corrió por mi cabeza y llevé mi mano al lugar, encontrando un gran chichón viscoso: sangre.
—¿Estás bien? —Alice no se veía mejor que yo, tenía una herida en el pómulo de donde manaba sangre—. ¿Isabella?
—Bien, solo me duele un poco la cabeza…
—Tenemos que salir de aquí. —Di una mirada, tanto Cayo como Riley parecían inconscientes. Quería creer sí estaban inconscientes. Vi a Alice mirar sobre el vidrio antes de abrir la puerta.
—Sal, Isabella, mantente agachada. —Buscó su arma y le colocó un nuevo cargador, ella fue la primera en salir, con el arma agarrada fuertemente, disparó en dos oportunidades y luego nuevamente había un infierno de balas cayendo en nuestra dirección—. ¡Sal del maldito auto! —me gritó, agarrándome de la camisa mientras me obligaba a salir—. Quédate abajo. Tenemos que movernos rápido, ¿ves la construcción a menos de diez metros? —asentí—. A la cuenta de tres corremos.
¿Correr?
—¿Y Cayo y Riley? ¡Tenemos que ver si están bien! —grité, perdiendo el control.
—¡No!
—¿Qué has dicho?
—Lo que escuchaste: no. Ellos están bien, tienen que estar bien, tenemos que creer que están bien; Isabella, no sé qué mierda está pasando, pero esto va más allá de un simple homicidio. —Una puerta se cerró a corta distancia—. ¿Quieres vivir, Isabella? —me preguntó. ¡Qué pregunta, por supuesto que quiero vivir! Ella observó mis ojos sin pestañear—, entonces corre a la cuenta de tres, Isabella. Corre tan rápido como puedas, y que Dios nos ayude.
No tuvo que decirlo una vez más. Corrí tan pronto ella me dio la orden. Podía escuchar a Alice correr detrás de mí, disparando su arma, mientras más disparos se escuchaban.
Corrimos hacia la construcción, escondiéndonos entre las columnas, mi corazón latía con fuerza mientras me recostaba en las torres de cemento.
—Un par de minutos, eso es todo lo que necesitamos, tenemos que resistir. —Tres hombres vestidos de negro parecían buscarnos, todos sostenían sus armas al frente, preparados para disparar ante cualquier movimiento. Miré a Alice, ella sacó un nuevo cargador del arma—. ¡Maldición, solo tengo dos balas! Tiene que ser suficiente —murmuró, antes de llevarse la mano al hombro y exclamar de dolor.
—¡Alice! —dije al ver su ropa tintarse de rojo rápidamente.
—Esa es superficial, duele como el demonio, pero es superficial. — Su mirada bajó a su estómago y entonces una mancha aún más grande manchaba su vientre.
—¡Te dispararon, Alice! —exclamé, tocando su pierna, tenía una herida a la altura del muslo—. Dios, Alice… yo…
—¡Cálmate! —gritó y luego siseó—. No entres en pánico. —El sonido característico de un helicóptero se escuchó cerca—. No, joder, no. —dijo cuándo sobrevoló la edificación—. ¡¿Qué diablos quieren?! —Ella estaba asustada, tan asustada como yo; pero seguía mostrándose fuerte a pesar de sus golpes y heridas—. Abajo, abajo. Maldición, traigan sus putos traseros azules pronto —farfulló a nadie en especial—. Debo tener un buen tiro. —Se asomó de nuevo—. Se separaron, pero solo tengo dos balas. —No sabía si me hablaba a mí o a ella misma.
Un hombre apareció por el costado izquierdo, disparó, pero Alice terminó con él con un tiro limpio.
—Vamos, corre… —Nos movimos entre los cimientos pegadas a cada columna que nos cobijaba. Otro de los hombres estaba de espaldas a nosotras. Alice apuntó su arma y sin titubear disparó hacia el hombre, que cayó al suelo, tumbando una plaqueta llena de materiales, al tiempo que cinco hombres más entraban a la construcción.
Alice cayó al suelo, su pantalón estaba prácticamente teñido de rojo, tenía otra herida en el brazo que no sabía cuándo se la habían hecho, pero lo que me preocupaba, era la herida en el muslo que parecía no dejar de sangrar.
—Necesitamos detener el sangrado —dije quitando mi camisa de mangas largas y presionando sobre la herida; había mucha sangre, muchísima sangre.
—Estoy bien, tienes que salir de aquí. —Me empujó.
—¡No voy a dejarte!
Estaba pálida y sudorosa, siseó cuando presioné la tela sobre la herida.
—No tengo más municiones, Isabella y aún hay cinco hombres, tienes que irte.
—¡No me pidas que te abandone! No podría perdonármelo, Alice, no podría. Si este va a ser mi fin; entonces que así sea.
Entonces escuché el sonido de un coche derrapando cerca de la carretera y luego más disparos, seguidos de sirenas de la policía.
—Refuerzos —masculló débilmente—. Refuerzos. —Iba a decirle que todo estaría bien, pero un hombre puso una mano en mi boca mientras que con la otra sujetaba con fuerza mi cintura, mi grito murió en la cálida piel de sus manos; sin embargo, el miedo se disparó a cada rincón de mi cuerpo.
Edward.
Vi la furgoneta abriéndose camino entre los autos, acercándose cada vez más a ellos, había mantenido la distancia para no ser detectado, sin embargo, esa furgoneta se veía sospechosa, por lo que aceleré solo un poco, lo suficiente cuando estalló la primera detonación.
Pisé el freno con ambos pies, distrayéndome solo un segundo. Entonces, empezó la persecución.
Afortunadamente, tenía un buen auto, los seguí de cerca mientras disparaban e intentaban defenderse, la furgoneta los golpeó una y otra vez hasta que el auto se levantó por los aires, dio tres vueltas y cayó estrepitosamente sobre el asfalto. Volví a frenar de golpe, haciendo que la camioneta se sacudiera hacia delante.
Pasó casi un minuto antes de que hubiese movimiento en el auto. Casi enseguida, de la furgoneta bajaron tres hombres armados. Momentos después, otro auto llegó, cinco hombres se bajaron de él; una vez más, no pensé, solo salí de la camioneta, me detuve para analizar toda la situación: era imposible ir por la entrada principal, los hombres se abrieron camino por la única verja abierta. Esperé a que se alejaran y corrí hacia el automóvil volcado en la vía.
Cayo y Riley aún estaban ahí, pero Alice e Isabella habían corrido hacia la edificación en construcción; por eso, los hombres fueron directo allí. Tomé rápidamente el pulso de los dos oficiales, Cayo estaba inconsciente, pero respiraba, Riley…
¡Joder!
El sonido de las hélices de un helicóptero me puso en alerta y corrí hacia la parte trasera del edificio, al tiempo que se escucharon disparos dentro de la construcción. Corrí aún más rápido, escondiéndome entre las columnas, afortunadamente, no era un edificio muy grande, por lo que con rapidez divisé a Alice y a la chica que la acompañaba. Vi cómo la agente Brandon daba un tiro certero en la cabeza a uno de los tipos, que estaba a poca distancia, escuché pisadas solo para ver a un grupo de hombres entrando por donde yo lo había hecho; no solo era eso, un segundo grupo entraba por la avenida principal, al tiempo que las sirenas se escuchaban a lo lejos. Quizá a tres o cuatro minutos, sería muy tarde para Brandon y Swan, solo éramos dos y eran más de diez hombres. Respiré profundamente y corrí hacia ellas, tomé a Isabella Swan: una mano en su cintura y la otra en su boca, mientras ella gritaba contra mi palma.
—¡Detective Masen! —la voz de Alice era débil, fue cuando noté que su pantalón y su brazo estaban prácticamente negros por la sangre—. Cuál… ¿Cuál es el panorama?
—Tres a las doce en punto. —Me asomé para ver a los hombres, había manchas de sangre en el suelo que los conducían hasta donde estábamos, afortunadamente, Isabella había dejado de removerse, por lo que la solté. Tomé el arma del tipo que estaba más cerca, la llevé a mis labios, pidiéndole que hiciera silencio—. Tenemos que movernos.
Alice rio, una sonrisa sarcástica que decía: ¿Está usted loco?
Se veía mal, toda ella, toda la maldita situación.
—Hay dos arriba —murmuré, observando los hombres caminar en la planta alta . ¿Sabes disparar un arma? —pregunté a Isabella, que parecía ilesa. Ella negó con la cabeza, mientras yo enganchaba el brazo de Alice en mi hombro, ayudándola a levantar, su rostro se contrajo por el dolor; —. Tienes que moverte, Alice. Hay que sacarte de aquí.
Asintió muy débilmente.
—Tú, mantén la cabeza abajo. Muévete despacio y no hagas ningún ruido —ordené mirando a Isabella—. Sigue por el muro, pegada al muro, mimetízate con el puto muro, ¿entiendes? —Asintió en modo automático, podía verlo, aun así, corrió a mi lado, pegada al muro, hasta que encontramos otra de las salidas.
—¡Por aquí! —Escuché a uno de los tipos y rápidamente me di cuenta el porqué: la sangre de Alice seguía dejando un camino por dónde íbamos, rápidamente vimos una escalera.
—Alice, ¿si te cargo puedes cubrir mi espalda?
Ella estaba pálida, y casi sin fuerzas, pero negó con la cabeza.
—Ella se quedó sin balas —respondió Swan.
—Ponte detrás de mí —dije con voz gruesa, y subí el menudo cuerpo de Alice a mi hombro, salimos del muro y dos hombres aparecieron a mi izquierda, disparé rápidamente a uno, mientras el otro disparaba hacia mí, esquivamos la bala por poco y disparé en su pierna, las detonaciones alertaron a los demás, podía escuchar pasos correr con rapidez en dirección hacia nosotros.
Subimos las escaleras cuando un hombre se nos atravesó, disparé dos veces, lo que me hizo maldecir. Porque solo quedaban seis balas. Había casi una decena de hombres en el lugar. Por lo que bajé a Alice, dejándola recostada en el muro.
—Puedo quedarme aquí —musitó con voz contrita.
—¡¿Qué?! No te dejaré —dijo Isabella corriendo rápidamente hacia ella.
—Los refuerzos están cerca… —Sí cerca, al menos tardarían un par de minutos más, las sirenas se escuchan cerca, pero no tan cerca.
—Alice…
—Tiene que dejarme aquí, llévesela a ella, protéjala a ella… es quien sabe toda la verdad.
—No voy a dejarte. —Las lágrimas empezaron a derramarse por las mejillas de la chica—. No te dejaré.
—Sabe que tengo razón. —Alice la ignoraba, su mirada estaba trancada en mí—. Salga de aquí, detective; y manténgala a salvo hasta el juicio, tenemos un topo, no la lleve con Vulturi.
—Más te vale no morirte, joder… —le dije al tiempo que tomaba la mano de la chica.
—No lo haré, crearé una distracción —musitó al tiempo que escuchamos las patrullas llegar, inmediatamente una secuencia de disparos se escuchó. —Dije que la crearía, no dije como —sonrió, pero fue más como una mueca, luego respiró con fuerza y tomó la mano libre de Isabella—. Ve con el detective, nadie más que él puede cuidarte…
—Ya dije que no te dejaré, no te dejaré.
A la mierda, estaba harto de esto, era ahora o nunca, y teníamos la perfecta distracción. Me levanté del suelo y tomé a Isabella, tirándola a mi hombro como un costal.
—Tienes prohibido morir —dije a Alice antes de empezar a caminar en dirección a la salida que daba hacia la escuela Middle. Ella pateó mi estómago y enterró sus uñas y puños en mi espalda. Un hombre apareció por mi flanco derecho, pero le disparé antes de que pudiera accionar su arma.
Tardé un par de minutos en salir de la construcción antes de bajar a Isabella y recostarla contra una pared.
—¡Basta ya, maldita sea! ¿Quieres morir?, entonces ve adentro y muere, joder.
—¡La dejaste sola! ¡La dejaste sola! —Golpeó mi pecho con sus puños y la detuve antes de perder la paciencia.
—Ella estará bien, los hombres se disiparán y la policía la encontrará, pero tú tienes que permanecer con vida, así que tienes dos jodidas opciones: vienes conmigo o te vas a la puta morgue… Actúa como una adulta.
Me alejé de ella, necesitaba un minuto para pensar.
Nos vemos el jueves
