La historia está preservada bajo derechos autor!
.
CATORCEIsabella
Los últimos diez o quizá quince minutos de mi vida fueron tan irrisorios como mis últimos meses.
En un segundo todo estaba bien y luego caos…
Estaba harta del caos, harta de estar en una espiral que cada vez se volvía más tenebrosa y sobre todo estaba harta de llorar.
Porque sí, estaba llorando.
La habíamos dejado sola, sola a la mujer que hizo todo lo que estaba en sus manos para mantenerme con vida.
Miré al hombre a poca distancia de mí, se veía completamente diferente a la última vez, lo vi pasarse las manos por los cabellos y luego recostarse a la pared, mientras se asomaba en la esquina, como intentando mirar dentro del edificio, me obligué a dejar de llorar, sin los sedantes y el dolor por la muerte de Jake, pude verlo bien, era alto, espalda ancha y músculos definidos, muy guapo, pero había algo en él que me hacía temerle, tal vez era la manera en cómo me estaba mirando, como si fuese la causante de cada una de sus penurias.
—Oye. —Chasqueó sus dedos frente a mí—. Tenemos que irnos —demandó en tono hosco. Levanté la vista, intentando no atemorizarme ante su imponente presencia y su mirada recriminatoria, recordándome que este hombre había salvado mi vida—. Mira, no tengo paciencia para esto, tenemos que ser rápidos y sigilosos o atraerás muchas miradas, tu ropa esta manchada con la sangre de la oficial Brandon… —Me miré y él estaba en lo correcto, había sangre en mi camisa y en mis vaqueros, se quitó la chaqueta y me la tendió—. El día se está enfriando, pasarás desapercibida. —no reaccione, todo lo que podía ver era la sangre y pensar en la mujer que me había acompañado las últimas semanas—. No tenemos todo el día, ya no se escucha el cruce de disparos, podemos movernos.
—¿Y Jackson?
—No tengo visión biónica, ni atravieso las paredes… —contestó con hostilidad
—¡Tienes que volver por ella! —Ataqué con rabia.
—Intento sacarte de aquí en una sola pieza, no puedo volver ahí, sé que Deb estará bien. Ponte la jodida chaqueta e intentemos llegar a mi auto.
No esperó a ver si lo seguía, mis manos estaban de sangre que empezaba a secarse, así que las metí en los bolsillos mientras veía al hombre empezar a caminar, por un segundo, solo por un segundo, pensé en dirigirme en dirección contraria, volver a Nueva York, lejos de toda esta situación, empezar de nuevo. Podría solo correr y luego pedirle dinero a Eleazar, desde alguna estación de tren, él haría lo que fuera con tal de no verse involucrado con la banda criminal del hombre que me buscaba.—¿Piensas quedarte aquí todo el maldito día? —exclamó, sacándome de mis divagaciones mientras tomaba mi muñeca con brío—. ¿Qué parte de no podemos quedarnos aquí no entendiste?
Me solté de su agarre, haciéndome hacia un lado.
—No iré contigo —mi voz flaqueó, pero le sostuve la mirada.
—¿Qué demo…?
—¡No maldigas! —dije enojada, era claro que él estaba perdiendo la paciencia y yo también—. Gracias por salvarme, pero creo que es mejor que tomemos caminos separados.
—Maldita sea, esto no está sucediendo —farfulló, pasándose la mano por el rostro y acercándose a mí, a pesar de que lo intenté, no puede evitar dar un paso hacia atrás.
—¿Tu madre no te enseñó lo malo que es maldecir cada dos por tres?
Algo en su expresión cambió, sus ojos brillaron de ira contenida antes de que me tomara por ambos brazos.
—¡No, ella no me enseñó una mierda! —Su nariz se dilató—. Mira, niñita, no tengo tiempo para perderlo contigo, allá afuera hay hombres que quieren matarte, ¿quieres morir? ¡Pues, no pienso permitirlo! Eres la única que puede hacer que ese hijo de puta pague y voy a protegerte hasta de ti misma, si después del maldito juicio aún sigues con la absurda idea de morir, hasta puedo decirte mil maneras de cómo hacerlo. Ahora o caminas por las buenas o juro por Dios que te arrastraré por las malas… — farfulló con ferocidad—. ¿¡Entendiste!? —Antes de que pudiera replicar, tomó uno de mis brazos y empezó a caminar, llevándome con él; intenté detenerlo, detenerme, pero él era fuerte—. ¡Deja de llamar la atención, solo camina! —Me soltó e iba a adelantarme cuando su brazo me envió contra la pared—. Maldición. —Cerró los ojos unos instantes antes de mirar de nuevo hacia la siguiente esquina, me aventuré a observar, la policía estaba ahí y había acordonado todo el lugar—. Pensé que se habían ido. No podemos pasar por ahí.
—¿Por qué? Es la policía, tú eres policía… te recuerdo del hospital…
—No lo entiendes, ¿verdad? —la contundencia en su tono de voz me hizo retroceder un paso, apenas conocía a este tipo y ya empezaba a odiarlo.
—Que quieren matarme, claro que lo entiendo. Pero es la policía, no voy a estar segura con nadie más que con ellos, me han tenido escondida por semanas. —Iba a caminar hacia los agentes, pero él me detuvo.
—Quieta… —Su mano se colocó en mi hombro, lo miré y luego su mano antes de quitarla con la mía.
—Iré con la policía, ellos pueden protegerme. —En un rápido movimiento mi espalda chocó con la pared.
—¿Es que no lo comprendes? Sus manos apretaban mis hombros impidiendo que me moviera, abrí la boca dispuesta a gritar, pero su mano derecha fue más rápida; de inmediato el terror se apodero de mí.
—¡Entiende, Isabella! —Su rostro bajó a centímetros del mío y algo debió notar en mi mirada que lo hizo retirar la mano de mi boca—. En este momento no puedes confiar en nadie, Daddy quiere acabar contigo, cualquier persona puede ser su informante, incluso, los agentes de policía.
—Pero…
—Solo piénsalo, ¿cuántas personas sabían de tu traslado? ¡la redada fue de madrugada! El reconocimiento fue una información de último minuto, enviaron agentes de la DEA por tiu junto con los Marshall y Deb… ¿Si quiera estás familiarizada con el concepto de corrupción?
—No soy estúpida.
—Bien, me alegra que no lo seas —satirizó—, porque actúas como una.
—Vuelves a taparme la boca y te juro que te arrancaré los dedos de un mordisco.
—Quiero verte intentarlo, deja de ser intransigente y empieza a moverte —Empezó a caminar en dirección contraria y aunque no quería seguirlo, corrí hasta quedar a su lado—. Por eso Alice dijo que te fueras. —Escuchar el nombre de la agente Brandon hizo que mi pecho se contrajera, di una última mirada hacia la entrada de la construcción, esperaba que ella hubiese sido hallada a tiempo, estaba muy débil—. Ella estará bien. —Noté que también se veía preocupado.
—¿Cómo lo sabes? No tienes visión biónica ni atraviesas paredes. —satiricé.
—Bien jugado. —Me dio una sonrisa irónica—. Es simple, no había ninguna ambulancia y Brandon es la mujer más fuerte que conozco. — Detuvo un taxi y me dejó subirme de primero antes de sentarse a mi lado. Dio la dirección del lugar donde nos llevaría y luego se sumergió en sus propios pensamientos.
Por medio del retrovisor pude ver al taxista observarnos, tenía una mancha de sangre seca en la mejilla que quité rápidamente, el taxista dejó de mirarnos y giré el rostro para ver al poli taladrarlo, su mirada era fría, peligrosa.
Tal como la que me había dado en el hospital. Tragué el nudo en mi garganta tenía que pensar cómo huir.
Edward.
El auto se detuvo en frente del Olimpo, empezaba a anochecer, una leve llovizna azotaba la ciudad y, al no tener el abrigo, el frío empezaba a calarme hasta los huesos. Seguramente ya habría algunos clientes en el bar, por lo que no podría entrar por la puerta principal, la ropa de Isabella y la mía tenían manchas de sangre, había visto al taxista notarlo, pero la mirada que le di fue suficiente para que se centrara en la carretera y no en nosotros.
—Ven conmigo. —La tomé por la muñeca, tirando de ella hacia la puerta detrás del callejón, si contaba con suerte, Felix o las chicas la habían dejado sin cerrojo, era donde salían a fumar, ya que Esme odiaba que lo hicieran dentro del local; algo que nunca entendía, los clientes fumaban haciendo que el lugar oliera como una jodida chimenea industrial.
—¿Esto siquiera es legal? —preguntó cuando empecé a mover la manija para entrar, estaba cerrada, precisamente hoy, estaba cerrada.
Solté a la chica y busqué entre mis pantalones, mi navaja, casi nunca la sacaba del bolsillo, pero los últimos días habían sido una mierda, por lo que no estaba seguro si la tenía.
—Oye, ¿qué es este lugar?
—Haz silencio, por un demonio. —No tenía la navaja, estaba quedándome sin ideas cuando la puerta se abrió y Bella salió con la basura.
—¿Edward?
—Bree, joder, ¡gracias a Dios!
—¿Qué haces aquí afuera? ¿Quién es ella? —preguntó observándome y luego miró a la chica a mi lado.
Giré mi cabeza observando a la única pista que tenía sobre la muerte de Victoria, parecía un perro mojado, su cabello se pegaba a su cara y mi abrigo le quedaba enorme.
—Necesito subir sin ser visto. —Evadí la pregunta, tomando a Isabella de la mano mientras la arrastraba hacia el interior de la casona—. Dile a Artemisa que vaya a mi habitación y necesito ropa para ella. ¿Podrías prestarme algo?
—Sí claro, ¿a tu habitación? ¿Con ella? ¿Ella será parte de las ninfas?
—No preguntes, Bree… —La mano de Isabella era pequeña y estaba helada—. Solo avisa a Artemisa que estoy aquí.
—La buscaré.
—Infórmale, estaré esperándola.
Salimos por la puerta de servicio y subí las escaleras que conducían al segundo piso, el corredor estaba desierto; pero, podía escuchar la actividad normal del gran salón, caminé rápidamente hacia mi habitación y busqué mi llave, abrí rápidamente, justo cuando Calíope y un cliente salían de la que era su habitación. Empujé e Isabella dentro y sonreí a Calíope, luego aseguré la puerta y enfrenté a mi invitada.
—¿Estás bien? —Había estado demasiado silenciosa desde que nos subimos al taxi y, por su verborrea, mientras buscábamos cómo salir de las calles sabía que no era de las chicas calladas y sumisas.
—¿Dónde mierdas me has traído?
—¿Importa?
—¡Por supuesto que importa! Alguien allá afuera quiere matarme, tú mismo dices que no debo confiar en nadie, ¿por qué rayos tendría que confiar en ti?
—Porque soy la única persona que puede mantenerte con vida.
—¿¡Por qué!?
—Porque tengo que protegerte.
Ella rio, una de sus cejas se arqueó y llevó sus manos a la cintura.
—¿Sabes qué? No te creo —dijo con desdén. Llevé las manos a mis cabellos húmedos, peinándolos hacia atrás—. Dime la verdad o te juro que me iré de aquí. ¡A la mierda! Llamaré a la policía —amenazó. La dejé caminar hacia la puerta, pero cuando tiró de la perilla, lo solté.
—Victoria Cullen era mi esposa. —Ella se detuvo. Me senté sobre la cama y alcé la vista, enfocándome en los sorprendidos ojos de ella—. Tú eres la única persona que puede ayudarme a descubrir y encarcelar a la persona que la mató.
