Gerda soltó un suspiro mientras se colocaba la pañoleta alrededor de su cabello, aunque el arreglo quedó algo desprolijo. Estaba muy cansada tras esa reunión, las intensas emociones dentro del despacho habían drenado en unos pocos minutos casi toda la energía de su cuerpo… pero al fin había terminado.
El camino hacia las celdas fue en completo silencio, al parecer James no era muy conversador. Aunque esta vez la atmósfera que los rodeaba se sentía más ligera a diferencia de cuando la llevó ante Erwin Smith. Sí, esta vez Gerda se encontraba más tranquila, y por primera vez en mucho tiempo dejó de pensar en el futuro que tanto la inquietaba y sólo reparaba en lo mucho que le apetecía caer en una cama y dormir profundamente, no importaba si lo hacía dentro de una mugrosa celda.
Cuando bajaron las escaleras Gerda sintió como cambió la densidad del aire, la poca iluminación del fuego consumiendo la madera de las antorchas además de la sensación mohosa que percibía con su nariz la hizo sentir incómoda.
El soldado que siempre se mantuvo caminando delante suyo se detuvo de repente frente a una vieja puerta de madera que produjo un sonido chirriante cuando la abrió. Luego, entraron a una habitación angosta que albergaba dos compartimientos pequeños con barrotes. Para su sorpresa ella no sería la única allí, también estaba el chico titán que, lejos de molestarle, le alivió saber que al menos no se sentiría sola durante ese encierro indefinido.
Gerda lo observó desde el rabillo del ojo chocando con la mirada esmeralda del muchacho quien parecía recién espabilado de un profundo ensimismamiento apenas percibió que habían entrado. Ella notó que sus ojos esmeraldas eran como dos luces intensas, como el fuego que alumbraba la habitación.
—Jaeger, tienes compañía —habló el tal James por primera vez, él tenía una voz firme y cristalina.
—Hola vecino —saludó Gerda en un tono monótono mientras el mayor la metía en la prisión contigua a la de Jaeger.
Gerda notó que la celda no brindaba mucha privacidad pues lo único que dividía su espacio con el de él eran unos barrotes que habían de por medio.
Gerda cayó presa de la penetrante mirada nada disimulada de Eren, quien tal vez no era muy consciente de ello. El muchacho se aseguraba de no perder ningún movimiento suyo mientras ella se instalaba en la celda, al principio decidió simplemente ignorarlo mientras se acomodaba sobre la pequeña y dura superficie que tenía para dormir.
Sin mucho que añadir, James cerró con llave la celda y se fue. La ausencia de James inmediatamente generó un silencio incómodo atribuido en gran parte por el riguroso examen que estaba haciendo Eren sobre ella, examinaba con suma atención el perfil de la joven que le resultaba increíblemente familiar e incluso llegó a sorprenderse por los mechones blancos que sobresalían de la pañoleta. Eren en toda su vida sólo llegó a conocer a dos personas con ese color de pelo, indudablemente esa chica a su lado tenía que ser esa niña que apareció en sus recuerdos.
—¿Tú eres…?
La joven instintivamente sintió ganas de acurrucarse así que llevó las rodillas cerca de la cara mientras abrazaba sus piernas.
—Soy Gerda —declaró ella finalmente sin establecer contacto visual con él.
«Así que eres tú…»
La mente de Jaeger se transportó a esos años de su niñez junto a esa niña que curiosamente estaba escondida entre sus recuerdos. Una parte de él le costaba digerir que aquella resplandeciente niña que desapareció justo antes de la caída del muro estaba justo a su lado… Más bien la tuvo delante de él durante tres años y no se había dado cuenta.
Pero entonces, ese mismo hecho lo hizo fruncir el ceño.
Le dedicó una mirada recelosa y denotando cierto enojo con la voz le preguntó:
—¿Qué haces aquí? —por el tono Gerda advirtió que el joven probablemente estaba sacando conclusiones precipitadas.
—Falsifiqué mis documentos de identidad para entrar a la milicia, aparentemente un crimen lo bastante serio como para estar encerrada en prisión junto al chico titán —Gerda decidió por revelar ese hecho porque no quería malentendidos, tuvo suficiente soportando al capitán Levi—. Ahora no te voy a responder si me dices por qué lo hice.
Eren relajó los hombros tras escuchar la respuesta.
Hubo un lapso en silencio donde los papeles se invirtieron pues ahora quien lo veía era ella. Ahí Gerda se dio cuenta que las facciones Eren no había cambiado en absoluto, era inconfundible. Aunque esa vez lucía algo cansado debido a las pronunciadas ojeras debajo de sus lindos ojos, algo lógico por la situación que estaba pasando, su vida se dificultó mucho más desde que entró a la Legión encima siendo tratando como un potencial peligro para la humanidad todo el tiempo.
Pero lo que Gerda no se imaginaba era que Eren estaba reparando seriamente en cómo se había dirigido hacia él. En parte Eren se sentía apenado, era evidente que la peliblanca no confiaba un ápice en él, y cómo no, desde el principio su historial juntos no fue bueno. Aunque compartieron muchos momentos la mayor parte de estos eran por la señora Weber, o Armin quien la terminaba convenciendo para que jugara con él y Mikasa. Pero Eren jamás supo comportarse correctamente con ella, algo por dentro siempre le dijo que debía tratarla distinto a Mikasa. Gerda siempre lo terminaba abrumando con su personalidad, no sabía qué nombre ponerles a esos sentimientos, pero estos siempre lo llevaron a actuar como un tonto.
Incluso ahora no sabía cómo actuar ante Gerda, pero a diferencia del pasado su presencia lo intimidaba un poco más… y no paraba de cuestionarse por qué. Las personas nunca le causaban esa clase de efecto a menos que se tratara del capitán Levi, pero eso ni siquiera podían compararse al nivel que su superior le infundía respeto. No, eso sólo pasaba con ella.
—¿Sigues enojada… conmigo? —le preguntó con dificultad.
Gerda alzó una ceja, en principio confundida, pero luego de pensar un poco entendió a lo que se refería. Recordar lo brusco que fue Eren con ella en el pasado no era muy grato, pero ¿Realmente seguía guardándole rencor por todos aquellos jalones de pelo e insultos?
«Tal vez un poco…»
—Eso es absurdo, ha pasado mucho tiempo desde entonces —no valía la pena amedrentarlo en ese momento por simples niñerías—. Pero admito que me molesta un poco que tengas esos poderes.
Eren volvió el rostro hacia ella, la expresión inquisitiva de él pedía que le explicase.
—La esperanza de toda la humanidad está en tus manos, y digamos que no eres una persona que brinde mucha tranquilidad. Eres tonto e impulsivo… No pareces que seas hijo de un doctor, Eren —añadió esto último esbozando una ligera sonrisa de lado.
Eren se sorprendió por el golpe de sinceridad que salió de su boca, por un momento había olvidado esa curiosa forma que tenía ella de decir exactamente sin tapujos lo que pensaba, especialmente si se trataba de su opinión sobre una persona. Sin embargo, lejos de sentirse ofendido encontró gracioso que eludiera la profesión de su padre a esa situación, era un chiste malo pero necesario para aligerar el pesado ambiente.
—¿Cómo están tus padres? —se animó a preguntar la peliblanca sin dejar de sentir temor por la respuesta, y al ver la expresión sombría de Eren inmediatamente se reprendió por hacerla.
—Mi mamá murió devorada por un titán… y mi papá está desaparecido.
Gerda sintió una punzada dolorosa en el pecho. No sabía qué decirle, se sentía terrible porque en parte durante ese tiempo sólo llegó a aliviarse por no vivir esa catástrofe. Pero esa desgracia cayó sobre gente que le importaba, ella en especial apreciaba mucho a la señora Jaeger.
—Tu mamá cocinaba delicioso, incluso mejor que la mía.
Eren dibujó una amarga sonrisa. Le vinieron los recuerdos cuando la peliblanca solía irrumpir en su hogar y husmeaba en la cocina cada vez que Carla cocinaba, y él solía reprenderla diciéndole que ella les robaba la comida… vaya a recuerdos.
—Recuerdo que tú solo ibas a mi casa para comer lo que preparaba mamá.
Gerda sonrió sintiendo nostalgia.
—¿Por qué se fueron? —Eren había dicho finalmente la pregunta que carcomió tanto a sus amigos como a sus padres por mucho tiempo antes de la caída del muro. Mientras más hablaba con ella, más recuerdos llegaban a su cabeza y podía ver plasmada en su memoria la cara de preocupación que tenía su mamá preguntándose dónde habrían ido—. Nunca dijeron nada a nadie…
—Yo tampoco sé la respuesta…y tampoco la sabré. Mamá enfermó y murió un año después que nos fuimos
—Lo siento… —Gerda se apretó su abrazo en las piernas cuando escuchó el pésame de Eren, ella también había perdido a una madre y no pudo hacer nada para salvarla tal como pasó con la de él, era un dolor que ambos compartían.
Ellos se quedaron un rato en silencio nuevamente. Ahora sus ojos estaban enfocados en la única fuente de luz alumbraba la habitación proveniente de una lámpara de aceite que estaba sobre una vieja mesa de madera mientras cada uno se hundía en sus propias penas
La noche era avanzada, eventualmente Gerda fue sintiendo el peso en sus párpados y como cada vez era más difícil mantener la cabeza recostada contra la pared.
—¿Estás dormida? —Gerda se sobresaltó al escuchar la repentina pregunta de la nada y volteó hacia el muchacho de ojos verdes quien a pesar de verse muy cansado aun no tenía tanto sueño como ella.
—¿Eh…? ¿Por qué?
—Lo siento, debes estar cansada. Yo… sólo quería preguntarte algo, si estabas dentro de la tropa 104 seguro que nos viste ¿Por qué…?
—¿Por qué no me acerqué a ustedes? —ella recargó la cabeza de la pared esta vez mirando hacia el techo—. Yo sólo me uní al ejército para sobrevivir… además, ustedes tres habían cambiado bastante, ver su determinación me hizo mantenerme al margen. No necesitaban la presencia de una cobarde como yo, tan sólo sería un estorbo.
La respuesta lo hizo abrir mucho los ojos ¿Gerda ser una cobarde?
Eren quería preguntarle por qué, realmente lo desconcertó escuchar como la chica se sinceraba describiéndose a sí misma. De lo que recordaba de ella, nunca la consideraría como a alguien cobarde, pero probablemente tuvo razones de peso como para mantenerse oculta empezando por el hecho de que incluso decidió cambiar su nombre.
En lugar de bombardearla de preguntas, simplemente permaneció callado, hasta ese punto ambos estaban muy cansados para irse tan profundo.
Gerda contempló como Jaeger volvía a ensimismarse, repitiendo nuevamente esos horribles recuerdos de ese día.
Ella suspiró.
Sentía lástima por cómo se estaba sintiendo, se veía como alguien quien realmente necesitaba palabras de aliento, pero ¿Qué podía decirle? ¿Quién era ella después de todo? No conocía a Eren lo suficiente como para saber qué palabras podían hacerlo pisar tierra… pero de inmediato recordó que tanto la situación de ella como la de él no eran muy diferentes.
—¿Aún no puedes olvidar lo que sucedió hoy?
—Por mi culpa murieron todos… tomé la decisión equivocada y en lugar de confiar en mí mismo y este poder, decidí confiar en mis compañeros. Si me hubiese transformado en ese momento quizás ellos estuvieran vivos —podía sentir claramente el dolor en la voz quebrada y cansada de Eren, eso le dio una punzada en el pecho… se sintió tan insignificante, porque él sí tuvo el valor de abrirse paso adelante hacia lo desconocido, y estaba dispuesto a cargar una pesada carga sin saber el resultado.
Eren era muy buena persona, eso le generó respeto y también un poco de envidia.
Gerda apretó sus finos labios al pesar en esto último, y después le dijo:
—¿Realmente crees que habrías cambiado algo si te hubieras transformado?
—¿Y tú qué sabes? —replicó el joven con la voz quebrada por su aflicción.
—A lo que me refiero es ¿Realmente pudiste cambiar algo con tus actuales habilidades? Tienes poder, pero se nota que no sabes usarlo bien. Eso quedó en evidencia en Trost. Entonces ¿De qué te sirve tener algo así? —Gerda hablaba con total calma ignorando como la expresión de Eren que se iba deformando en enojo y frustración, él quería reprocharle con qué derecho decía esas cosas, pero estaba demasiado cansado como para discutir. Además, mientras más lo pensaba odiaba admitir que ella tenía razón.
Miró sus manos pensando que, de haberse transformado en ese momento quizás hubiese salvado sus vidas ¿A cambio de qué? En esa expedición había muchas implicaciones, y tal vez por salvar algunas vidas de igual forma se hubiesen perdido otras.
—Pensar que tal vez pudiste salvar a todos es arrogante, nunca se puede salvar a todo el mundo. Pero lo que sí puedes hacer es hacerte más fuerte… Pienso que es mejor proteger bien a unos pocos en lugar de nada.
Gerda no sabía de dónde le salían esas palabras, pero al parecer surtieron efecto en Eren, cuya expresión en el rostro indicaba que parecía caer de cuenta de la verdad que estaba diciendo. Gerda no se consideraba buena dando consuelo, más bien era ella quien siempre terminaba siendo consolada… pero lo que le decía a él, era algo que se diría a ella misma si estuviera en su lugar.
—Quizás esto que te digo sea bueno para ti… porque muestra que a pesar de convertirte en un monstruo sigues siendo humano, Eren.
Para el de ojos verdes las palabras de aquella chica resultaron extrañamente consoladoras, por eso se aseguró de guardarlas en lo más profundo de su ser, intentando tenerlas bien presentes para el día que les esperaba de camino a la capital. Él aún no era lo suficientemente fuerte como para enfrentarse al titán hembra, pero se aseguraría de demostrar que aprendió de su último encuentro y hacer que esos sacrificios valieran la pena.
Eren se volvió para agradecerle por sus palabras, pero se retuvo cuando vio como ella se hizo un ovillo sobre la cama preparándose para dormir.
Habían pasado dos días, en primera instancia estuvo preocupada porque no salió de prisión en todo el día, el único que pudo salir fue Eren para seguir con su rutina habitual con la Legión. Gerda se sintió algo inquieta porque presentía que algo estaba pasando, lo sospechó desde que Eren retornó a su celda, estaba tenso. Intentó hablar con él, pero lucía bastante perturbado con lo que sea que estuviera rondando por su cabeza.
Gerda no quiso hurgar mucho especialmente en un asunto que no le concernía. Su preocupación concernía sobre cuánto tiempo más iba a durar encerrada en la celda. Durante el transcurso del día los guardias que iban a dejarle comida no le decían nada, y eso la llenaba con el devastador pensamiento de que probablemente su estancia iba a ser más larga de lo esperando.
Pero sus inquietudes desaparecieron a la mañana siguiente, Gerda fue despertada de la manera menos delicada posible, sintió como le arrojaron algo encima y cuando espantada abrió los ojos. Le habían lanzado el uniforme encima, y mientras buscaba una explicación de lo que estaba pasando, se topó con la filosa mirada del capital Ackerman con su característico gesto de apático en el rostro.
—Levántate de una vez mocosa. Te veo en cinco minutos en el establo, ni un minuto más ni uno menos…
La presencia del hombre era realmente intimidante a pesar de ser una de las personas más bajas en toda la legión, le parecía increíble lo atemorizante que podía llegar a ser, con solo una mirada te hacía sentir como si estuvieras bajo sus pies.
Recordó entonces las palabras de Erwin, se preguntaba qué clase de día le habría preparado el capitán, y mentiría si decía que no le causaba intriga y pavor imaginarlo. Gerda miró hacia el costado, donde estaba el cuerpo de Eren, al parecer lo habían despertado también, pero a diferencia de ella parecía estar más dormido que despierto.
El día en la legión empezaba muy temprano en la mañana, se percató que apenas salía el sol una vez pisó el exterior del castillo. El fresco frío golpeó su cara sintiendo pequeños escalofríos recorriendo todo su cuerpo a medida que caminaba con prisa hacia donde le dijo el capitán. Y en efecto, ahí estaba el pequeño hombre esperándola con cara de pocos amigos.
—¡Señor! —llamó la joven realizando el saludo militar frente a él.
Levi frunció el ceño acercándose a ella.
—Gerda Weber —el capitán casqueó la lengua—. ¿Acaso tus padres no pudieron darte un nombre mejor?
«¿¡Disculpe!?»
Sus ojos se quedaron clavados en los del capitán, y durante un breve lapso estuvieron enfrentando sus miradas.
Gerda no fue completamente consciente de lo que estaba haciendo hasta que escuchó un carraspeo del capitán, e inmediatamente desvió la mirada.
—Cuida esa cara, Weber —señaló el mayor hacia el ceño fruncido que ella mostraba—. Un gesto como ese puede tomarse como insubordinación.
—Lo siento —rápidamente la muchacha miró hacia el suelo sintiéndose esta vez avergonzada, a Gerda muchas veces le costaba ocultar lo que sentía.
De repente la peliblanca sintió un fuerte dolor producto de un golpe directo en la espinilla que terminó derribándola, cayó de trasero al suelo y desde allí contempló una vez más la expresión gélida del capitán haciéndola sentir débil e insignificante.
—Ahora tú estás dentro de mi escuadrón. Pero no me gusta la gente débil, así que además de cumplir con tu castigo tendrás que fortalecerte para que al menos puedas resistir tu entrenamiento.
Gerda se levantó lentamente para nuevamente guardar su posición ante Levi, aguantando el fuerte dolor en la pantorrilla, con ello evidentemente el capitán le había demostrado que sería de todo menos suave con ella por ser débil.
—Hoy empezarás dando cien vueltas alrededor del castillo, asegúrate de terminar pronto porque luego tendrás que ayudar con los caballos de los carruajes que partirán hoy hacia la capital. Algunos miembros de la legión iremos incluyéndome, aunque no esté aquí tendrás que limpiar toda la mierda de caballo del establo y hacer que luzcan impecables.
Gerda tragó con la trabajosa lista de deberes que le impuso el capitán, ella naturalmente no destacaba por tener mucha resistencia a pesar de tener tres años en entrenamiento militar, sabía que con las cien vueltas sería suficiente para destrozarla. Eso la hizo sentir apenada, era la primera vez en mucho tiempo que caía de cuenta sus verdaderas limitaciones ¡Qué equivocada estuvo al enfocarse sólo en sobrevivir!
—Acostúmbrate a mirar al frente… —Levi tomó la joven de sorpresa cuando puso su mano sobre la cabeza haciendo que moviera la vista del suelo hacia las verdes colinas que rodeaban el castillo de la Legión—. Estoy entrenando a un soldado, no a un cobarde.
Las palabras del capitán extrañamente infundieron motivación a la joven, por alguna razón le dio cierto halo de esperanza medio de toda la debilidad que la rodeaba. Pero lo que la joven no pudo notar era la molestia que reflejaba el rostro de Levi, por eso no la miraba directamente.
El Ackerman se sentía enojado consigo mismo por los sentimientos que emergían hacia la muchacha, cuando escuchó la forma que había perdido a su madre y su desesperante deseo por sobrevivir le recordó a su experiencia cuando perdió a Kuchel. Sí, había logrado empatizar con la mocosa, y a pesar de mostrarse rudo con ella su interior lo obligaba a actuar la buena voluntad, además de cumplir con las órdenes de Erwin. A pesar de que la tratara como un posible fenómeno con apariencia humana o pudiera un potencial enemigo infiltrado… muy en el fondo sabía que ella no lo era.
No sabía si se arrepentiría luego de actuar de esa forma, pero al menos se atormentaría menos tomado esa iniciativa.
—Mueve el trasero.
El capitán no necesitó dar más explicaciones, inmediatamente la chica emprendió la carrera de dar cien vueltas al castillo mientras él se alejaba para reunirse con Erwin y discutir los últimos arreglos del plan que se llevaría a cabo en Stohess.
Gerda sentía como a cada paso que daba una cantidad descomunal de energía se desprendía de su cuerpo, lo evidenciaban sus mejillas rosadas y su respiración trabajosa. A partir de la vuelta treintaidós había perdido la cuenta de las que llevaba y simplemente se puso a dar vueltas sin parar hasta que cayó al suelo del cansancio.
El sudor se escurría por su cara dejándola brillante al reflejo de los rayos del sol, mientras su cuerpo reposaba sobre la hierba, en el campo abierto recordó sus días bajo la tutela del instructor Keith Shadis, era aterrador como le gritaba durante el entrenamiento diciéndole que terminaría siendo comida de titán o que su abuela tenía más resistencia que ella. Al final, el hombre simplemente dejó de gritarle, porque él presionaba a los que sabía que podían dar más. Gerda no podía dar más de lo que hacía dentro de su entrenamiento, o al menos jamás se obsesionó en superar su marca personal como algunos.
—¡Soldado! ¿¡Qué hace holgazaneando!? —le gritó un miembro de la legión que no se encontraba muy lejos.
Gerda se levantó de súbito dándose cuenta que se había quedado tirada cerca del establo, recordó que aún le quedaba toda una mañana por delante, no era momento de descansar.
Asumió que ya era hora de partir, calculó que pudieron haber pasado cerca de dos o tres horas desde que Levi la hizo correr por lo que debía ser hora de ayudar con los caballos que llevarían los carruajes a la capital. Gerda se presentó ante el soldado que le había llamado la atención y dijo que el capitán Levi le había asignado tarea de ayudar con los preparativos antes de la partida, y de paso se había enterado por algunos cuchicheos que Erwin Smith y Eren Jaeger tenían que rendir cuentas por el resultado de la última expedición.
Gerda mentiría si aquello no le generó mucha curiosidad y deseaba saber más, pero podía asegurar que lo que sea que trajera esa reunión consigo no debía ser bueno para la Legión. La cara de abatimiento que tuvo Eren la noche anterior fue suficiente para convencerse de ello.
Gerda intentaba concentrarse en su tarea de amarrar los caballos a los carruajes esforzándose por mantenerse de pie porque sentía como las piernas aun le temblaban producto de las vueltas que tuvo que dar. Pero en medio de su camino fracasó tropezándose de su propio pie. Sus mejillas adquirieron un color rosado por la vergüenza, podía sentir algunas miradas sobre ella.
—Déjame ayudarte —escuchó una voz delante de ella, que justo después tomó las riendas del caballo hacia el carruaje.
—Espera… no tienes que hacerlo —Gerda se repuso rápidamente alcanzando al joven que le había ayudado.
Cuando hizo contacto visual con él, se dio cuenta que se trataba de Jean Kirschtein quien tenía plasmado en el rostro un semblante bastante serio. Gerda recordó que hacía unas noches, cuando la llamaron hacia el despacho del comandante no le dedicó una mirada muy amistosa. Le resultó curioso que de repente la estuviera ayudando.
Kirschtein pudo notar la mirada inquisitiva de la joven, y chasqueó la lengua.
—Quien te delató con el comandante fui yo —Gerda se sorprendió ante la confesión del castaño, más no se enojó. Ahora podía comprender por qué estaba molesto con ella.
—¿Entonces por qué…?
—Si todavía sigues aquí y tienes el uniforme puesto significa que no eres el enemigo.
Aunque Jean le había dicho esto, Gerda podía notar que aún se sentía frustrado, y cómo no estarlo con todo lo que estaba sucediendo alrededor de compañeros con quienes compartieron sudor y lágrimas durante tres años.
—No me siento enojada contigo porque hayas hecho eso.
Jean la miró desconcertado.
—Si me delataste pensando que podía ser el enemigo que derribó a las murallas y acabó con la vida de cientos de soldados en la expedición entonces hiciste bien, Jean. Eso significa que eres alguien leal y confiable.
Gerda conocía poco a Jean, pero del tiempo que lo conoció durante el entrenamiento de los reclutas se percató que Jean solía ser alguien egocéntrico y su personalidad chocaba con la de los demás, excepto con Marco, el joven Bodt tenía el don de llevarse bien con todo el mundo por su dulce personalidad. No es que sintiera algún tipo de simpatía por Jean, pues en momentos le llegó a molestar su personalidad. Pero había cambiado tras la batalla en Trost, y algo que Gerda sí sabía hacer era reconocer los puntos fuertes en otras personas.
De hecho, después de la expedición incluso llegó a sentir cierto respeto hacia él y sus habilidades, también era un buen líder. Aunque apreciar a personas así también le generaba conflicto con ella misma, porque cada vez que lo hacía sentía la presión de mejorar.
—No andaba buscando tu perdón, pero… me hubiese molestado bastante que fueras parte del enemigo.
Gerda pudo leer entre líneas lo que trataba de decir Jean, al parecer no quería seguir hablando con ella si le ocultaba el hecho de que la delató con el capitán. Y es que, tras la pelea con el titán hembra, Kirschtein se dio cuenta que no le caía mal Gerda, más bien le dolía ver como entre sus compañeros había personas traicionando la humanidad, personas como Annie Leonhart —aunque esto último la joven no lo sabía porque esa información de momento estaba en conocimiento de unos pocos—, él realmente no deseaba que alguien más de su grupo estuviera implicado.
—A mí me sigue molestando lo que sucedió ese día —le dijo ella refiriéndose al hecho de que los titanes la ignoraran—. No sé por qué eso sucede, y mucho menos tengo control sobre ello… Pero ahora quiero mejorar para que eso sea mi mejor arma contra esos monstruos.
Jean esbozó una pequeña sonrisa al escuchar la determinación de la joven.
—Por cierto, es Gerda Weber —le dijo causando confusión en el otro—, si vamos a sincerarnos tengo que admitir que de lo que soy realmente culpable es de ocultar mi verdadera identidad.
—Gerda te queda mejor…
Ante el cumplido, la joven sintió como sus pálidas mejillas cobraron un color rosado.
—Por cierto, tú también irás a la capital ¿Verdad? Bueno, si estás aquí afuera es por algo —le dijo cambiando de tema drásticamente debido a que estaba avergonzada—. No sé mucho, pero hace poco escuché a unos soldados hablando sobre ello. Sería raro que tú también estuvieras porque sólo se tratan de el comandante Erwin y Eren, pero lo que sea que estén planeando espero que les vaya bien.
Jean abrió mucho los ojos, estaba sorprendido por su capacidad de análisis. Tal como recordaba, la joven no se caracterizaba por ninguna habilidad en especial, pero no porque no las tuviera, sino que procuraba mantenerlas escondidas y ahora estaba dispuestas a mostrarlas poco a poco.
—Estás muy habladora —la sonrisa que Kirschtein mostró se contagió en Gerda quien no podía estar más de acuerdo.
—En realidad soy más habladora de lo que piensas —confesó, recordando las largas charlas nocturnas que solía mantener con Marco, o con Krista, aunque con ella solía hablar un poco menos.
—Eso espero —le dijo, dándole a entender que deseaba poder hablar más con ella en otra ocasión. A Gerda no le parecía mala idea, Jean Kirschtein prometía ser un buen conversador—. Esto ya está listo, procura no caerte con los otros caballos.
Con ello el joven se despidió para ir junto a otros soldados que, para su sorpresa estaban también Armin, Eren y Mikasa. Los contempló a lo lejos evocándole viejos sentimientos del pasado. Sin darse cuenta Gerda terminó mostrando una sonrisa melancólica, Armin terminó viéndola desde lejos y también correspondió al gesto.
Como si los hubiera llamado con la mente, los otros dos voltearon a verla. Eren la saludó con la mano, en cambio Mikasa permaneció con un gesto impasible —algo muy característico de ella aun cuando eran niños—, Gerda jamás logró entrever lo que la pelinegra realmente pensaba o sentía, pero a su manera lidió con ello y no es como si eso le pareciera algo malo o algo por el estilo.
Por la presencia de esos tres mas Jean, tuvo profundas sospechas de que algo pasaba, pero si el capitán no le había dicho nada entonces no es algo que le interesara saber de momento. Así que la joven se dedicó durante el resto del día en sus labores pendientes, durante el proceso Gerda se dio cuenta que a pesar de que los caballos resultaran ser animales muy hermosos era duro cuidarlos.
Encima apenas tenía fuerzas para continuar, las gotas gordas de sudor se deslizaban por su cara dándole un aspecto grasiento bajo el reflejo del sol, su ropa también estaba toda mojada de lo cual sintió algo de asco por la labor que estaba realizando. Podía imaginar cuan deplorable se veía, y sin darse cuenta llegó a dar algo de lástima entre algunos de sus compañeros los cuales la miraban desde la ventana dentro del castillo.
Los ojos ámbar de Connie miraban con aburrimiento hacia la ventana hasta que dio con la imagen de Gerda quien se resbaló desde su propio pie cargando un cubo de agua y desafortunadamente terminó mojando toda su ropa.
Instintivamente el joven hizo una mueca pensando que aquella caída debió doler.
—¿Acaso esa chica no es de nuestra tropa? ¿Por qué no está con nosotros? —pensó el Connie en voz alta. Él conocía a la chica de la pañoleta de rostro porque en alguna ocasión les había tocado cocinar juntos, aunque nunca le habló porque ella nunca hablaba con nadie.
—¿Quién? —dijo Sasha al escuchar los murmullos del chico frente a ella—. ¿Acaso no fue a ella a quien llamaron al despacho del comandante?
—Es cierto… —los ojos de Connie se agrandaron de curiosidad recordando lo que había pasado hacía un par de noches.
—Ella es Kristel —intervino esta vez Reiner quien al mismo tiempo pensaba en su próxima jugada—. La llamaron como sospechosa de estar aliada con el enemigo…
Ignorando la mirada anonadada de los dos jóvenes a su lado, los ojos de Reiner se entrecerraron como si cayera repentinamente en una profunda reflexión. Recordó que Jean había mencionado tras llegar de la expedición que los titanes la ignoraban y acudió directamente al comandante para reportarla, pero ¿Por qué no estaba en prisión? ¿Y por qué era la única que tenía puesto el uniforme? Eso sólo podía significar una cosa, que la chica pese a todo era inocente y por tanto el alto mando tenía los ojos enfocados sobre ellos.
—¿Vas a jugar? —la mirada nerviosa de Bertholdt estuvo sobre él como si de alguna forma supiera a lo que Reiner le estaba dando tantas vueltas, y eso no le gustaba para nada.
—Lo siento —se disculpó Reiner moviendo rápidamente una ficha.
—Pero si está trabajando ahí significa que no hay peligro en ella ¿No es cierto? —Connie parecía algo nervioso ante ese hecho, o al menos exteriorizaba los sentimientos de todos tras la desgracia vivida con el titán hembra, por un momento Connie temió que aquella chica fuera el titán hembra.
—¿Kristel? Ella es tan cobarde que no creo que tenga las agallas de irse en contra de la humanidad—dijo esta vez Ymir llamando la atención de los cuatro jóvenes que estaban en la mesa contigua a la suya—. Además, imagínenselo ¿Qué clase de titán sería Kristel si fuera uno? ¿El titán albino? Seguro sería como una montaña nevada con patas.
Luego se escuchó la escandalosa carcajada de Ymir, de alguna forma esa broma de mal gusto ayudó a aligerar el asunto respecto a la muchacha y que pasara a un segundo plano. Pero se ganó la mirada molesta de Krista a quien no le agradó para nada la broma que hizo y la terminó reprendiendo.
Sorprendentemente las palabras de Ymir funcionaron bastante, pues la tensión que empezó a formarse bajó considerablemente tras la repentina cuestión que trajo Connie a la mesa.
Krista en parte se encontraba dividida con la idea de que Ymir realmente se preocupara por la peliblanca y realmente no quería que siguieran plantando más sospechas sobre ella en algo que era prácticamente imposible, pero la forma de Ymir en mostrar su apoyo no le parecía la correcta. Krista tenía una fuerte convicción de que su amiga no estaba de parte del enemigo sin importar el peculiar efecto que tenía sobre los titanes.
La joven rubia suspiró mostrando preocupación, no dudaba de ella en absoluto, pero era inevitable pensar en la repentina ausencia de ella cuando la llamaron esa noche a la oficina del comandante.
—¿Qué tanto piensas? ¿Acaso sigues pensando en esa perdedora de Kristel? —cuestionó Ymir—. No le des tantas vueltas, seguro que no fue para tanto.
—Sí, entiendo pero…
Entendía lo que Ymir quería decirle, al final no valía la pena preocuparse por nada. No obstante, había algo que no le terminaba de convencerla con respecto a Kristel.
Así es, como para muchos en su tropa aquella chica de cabello blanco que pasaba prácticamente de inadvertido era un total misterio para todos. Ahora bien ¿Ese misterio sería bueno para la humanidad? Eso era una pregunta muy seria capaz de perturbar al hombre más impasible, pues según la trayectoria que iba siguiendo la historia los misterios no significan nada bueno.
Esos misterios perturbaban siempre a la pobre Kristel, esos pensamientos se agazapaban descaradamente en su mente dejándola inquieta.
Aun en medio del trabajo Gerda sacudía la cabeza para echar a un lado esos pensamientos negativos que la trataban de desviar de su nueva determinación. Aquello pesaba sobre sus hombros como una pesada carga que apenas lograba llevar.
La joven peliblanca miró su cansado reflejo sobre el agua del aljibe para sacar más agua para los caballos. Hizo una mueca desaprobando su aspecto, sin dudas era un desastre. Se quedó mirando el agua completamente absorta mientras cavilaba sobre sus problemas y llegó al punto en que simplemente su mente quedó en blanco. Se quedó con los ojos pegados al agua, hasta que notó algo extraño, unas pequeñas hondas se estaban formando arruinando su reflejo sobre el agua.
Pum. Pum. Pum.
¿Qué rayos era eso? Se preguntaba.
Pero no tardó en obtener una respuesta cuando un soldado agitado la sobresaltó, hablándole con un tono demandante cargado de urgencia.
—¡Soldado! ¡Tome un caballo y únase a sus compañeros para brindar apoyo! ¡Los titanes han atravesado la muralla Rose!
«Mierda…»
Stohess
La capital estaba totalmente destruida, los escombros y el humo provocado por las llamas arropaban la ciudad debido a las armas que se usaron contra el titán hembra. Las víctimas eran incontables y el desastre bastante grande para un encuentro tan corto. Aquello formaba plan de la Legión para desenmascarar de una vez por todas a Annie Leonhart, pero ¿Valía la pena?
La policía militar encontraba nuevos cadáveres al paso de los minutos, se miraban los rostros con horror y repugnancia la sangre y los miembros desprendidos de los cadáveres, algunos irreconocibles. Por primera vez lograron presenciar en persona lo que significaba estar cerca de un titán.
Durante ese tiempo Erwin Smith tuvo que mantenerse firme su decisión, a pesar de que el plan orquestado trajera consigo trágicas consecuencias. Tuvo que rendir cuentas de sus actos, pero al final todo era un sacrificio necesario para llegar a la verdad. El hecho de que Annie Leonhart terminara encerrándose en un capullo de cristal resultó decepcionante después de todo lo que se tuvo que perder, pero realmente no tenía por qué ser así.
El avance alimentaba con creces el deseo de conocer más respuestas, pero al mismo tiempo otros asuntos no podían evitar dejarlo completamente desconcertado. Esa misma tarde cuando caminaba hacia una oficina para terminar de hacer los preparativos para volver a la Legión y llevarse a Annie consigo, pasó algo interesante.
«—Erwin Smith —desde lejos en el pasillo pudo presenciar cómo se acercaba ese hombre, pero no se imaginó que su propósito era dirigirse a él directamente, aún más sorprendente ver que se trataba alguien de la Policía Militar.»
«—Djel Sanes —claro que lo conocía, los perros fieles del rey eran muy famosos, y él era especialmente conocido por su inquebrantable devoción al rey.»
Vio que el hombre lo miraba con desagrado, al parecer no se alegraba de verlo caminar con libertad tras la presunta masacre que provocó en la ciudad.
«—¿Le puedo ayudar en algo? —preguntó Erwin con el motivo de terminar su intercambio con él lo más pronto posible.»
«—De hecho, sí. —carraspeó el hombre adoptando una postura más erguida delante del comandante—. La policía lleva a cabo una investigación desde hace unos años relacionada con una persona, y según algunos soldados han visto a una joven de cabello blanco en la Legión de Reconocimiento. Necesitamos corroborar la identidad de la persona y hacerle algunas preguntas.»
«—¿Se puede saber por qué busca a esa persona? —cuestionó el comandante frunciendo sus cejas gruesas.»
«—Es un asunto confidencial de la Policía Militar.»
«—En ese caso lamento informarle que no puedo proporcionarle ninguna ayuda. No puedo someter a mis soldados a una situación incómoda sin saber por qué, mucho menos si no cuenta con una orden oficial.»
«—Pero es la Policía Militar, señor.»
«—Y yo soy el comandante de la Legión, Sanes —Erwin se inclinó ligeramente hacia adelante, las sombras que crecían sobre su rostro le dieron un aspecto más intimidante. Efectivamente, el hombre frente a él se sobrecogió—. Si no tiene nada más que añadir, seguiré mi camino.»
Aquel intercambio le resultó bastante curioso, le hizo cuestionarse una y otra vez por qué la Policía Militar buscaba a Gerda, y sintió temor por saber la respuesta. Aunque no significaba que no quisiera saberlo. De inmediato mandó a uno de sus subordinados a investigar sobre ello con el poco tiempo que les quedaba esperaba que pudiera encontrar algo.
Llevaban tediosas horas de por medio con la Policía Militar tratando de realizar los interrogatorios correspondientes a los soldados que presenciaron la pelea. Entre espera y reportes en torno a la situación, finalmente había llegado con la alarmante noticia de que los titanes habían penetrado la muralla Rose.
La situación evidenciaba un punto crítico y los niveles de tensión andaban por las nubes, la incertidumbre estaba matando a todos y nadie sabía exactamente qué diantres estaba pasando exactamente.
—Señor —tras la puerta de la oficina entró al oficial que había encargado averiguar sobre la supuesta investigación que llevaba a cabo la Policía Militar.
—¿Encontraste algo?
—Sí señor —respondió el soldado guardando una posición de atención hacia su superior quien lo miraba ansioso por conocer la respuesta que le traía—. Hace unos dieciséis años ocurrió un asesinato en Stohess, la víctima fue uno de los miembros más importantes dentro del culto de la muralla llamado Angus Neumann, y la principal sospechosa del crimen fue Kristen Bauer la cual se encuentra prófuga desde entonces, como rasgo distintivo tiene el cabello blanco.
Erwin abrió los ojos como platos.
Indudablemente la mujer que estaban buscando era su Kristen Weber, y le sorprendía que aquella mujer de mirada dulce mantuviera oculto un sangriento secreto, simplemente era difícil creerlo, pero mientras más lo pensaba hacía sentido el hecho de que ella siempre mantuviera su cabello oculto a los demás. Claro, esto no disminuía el aprecio que seguía sintiendo por ella en lo más mínimo, de seguro tuvo sus razones para ello. Pero lo realmente interesante en todo esto era el empeño que estaba poniendo la Policía Militar tratando cualquier rastro de la mujer, aun incluso dentro de las ramas del ejército lo cual era prácticamente imposible.
Entonces, eso lo hizo pensar ¿Realmente buscaban a Kristen? ¿O estaban detrás de otra cosa?
Sólo había una forma de conseguir una pista segura.
La Legión se dirigía hacia el distrito Erhmich, de esta forma establecerían la logística en cuanto a la situación que estaba pasando ante la caída de la muralla Rose. El estado de alerta de los soldados montados en sus caballos era palpable, la gran mayoría luchaba contra sus propios temores para hacer frente a la amenaza y entregar con valor sus corazones.
Había tanta confusión y tan poco tiempo, aun así, Erwin era capaz de mantener la compostura dentro de su cabeza. Pensaba que necesitaba descartar opciones para centrarse en una cosa, y tras la revelación de aquella investigación que llevaba a cabo la Policía Militar, quería asegurarse si Kristen o Gerda tenían que ver con ese secreto relacionado con los titanes en vista que Kristen presuntamente había matado a alguien del culto. Al parecer las personas que tenían grandes influencias en ese grupo resguardaban oscuros secretos sobre las murallas y los titanes, como Angus Neumann, quien a pesar de ser un gran depravado llegó a ser alguien muy allegado al pastor Nick.
Así que a paso decidido se dirigió hacia la carreta en donde estaban el pastor Nick, junto con los jóvenes recién llegados a la Legión.
—¡Comandante! —exclamó Armin levantándose de su asiento para hacer el saludo a su superior, los jóvenes lo imitaron y parecían sorprendidos por la repentina presencia del rubio, se suponía que dentro de unos pocos minutos abrirían la puerta para salir hacia el distrito Erhmich.
En la carreta, detrás del pastor Nick estaba sentado el capitán Levi, quien pese a mantenerse estoico por dentro estaba igual de asombrado por la presencia del comandante ¿Qué tenía pensado Erwin? Le hizo sospechar la expresión seria que tenía, la cual a pesar de ser justificable por la situación lo conocía lo suficiente como para saber que cargaba algo más consigo.
—Pastor Nick —habló Erwin dirigiéndose directamente al hombre, bajó de su caballo y puso un pie en la carreta recargando el peso de su cuerpo sobre es su pierna—. Quisiera preguntarle algo, es respecto a un asesinato hace dieciséis años de un miembro muy importante del culto, Angus Neumann. La Policía Militar alega que una mujer de cabello blanco fue quien lo asesinó ¿Sabe algo al respecto?
Si anteriormente el rostro del religioso se veía angustiando, ante la mención del caso su rostro dibujó una expresión llena de espanto, cosa que no pasó de inadvertido por ninguno de los presentes y los dejó sorprendidos, salvo Erwin, quien con su firme mirada azulada penetraba el alma angustiada del pastor.
El hombre empezó a temblar y empezó a sudar, lo que pasó a continuación dejó a todos descolocados:
—No… no… no… ¿Esa maldita bruja sigue viva? No… —murmuró Nick lo suficientemente audible para dejar a todos sin habla, el hombre parecía como si estuviera a punto de sufrir un ataque de pánico—. ¡Esa mujer debe estar muerta! ¡Deben quemarla viva!
Nick puso las manos sobre la cabeza mientras se retorcía en su asiento.
—¿Me puede explicar a qué se refiere? ¿Por qué hay que matarla? —cuestionó Erwin en total calma.
—¡No lo entiende! ¡Tienen que matarla! ¡La monarquía corre peligro si esa perra no desaparece!
La expresión dejó a todo el mundo anonadado, ni siquiera el mismo Erwin Smith se esperaba semejante revelación. En cuanto al pastor Nick, su cara mostró un profundo arrepentimiento cuando cayó de cuenta de lo que había admitido. Hubo unos largos segundos de completo silencio por la conmoción que causó dicha confesión.
El religioso seguía temblando, el silencio que se había creado era sofocante al igual que sus desesperados pensamientos en buscar una forma de remediar lo que dijo… pero era imposible, de forma estúpida había revelado uno de los secretos que se le había encomendado cuidar hasta la muerte.
—Por favor, haga de cuenta que no he dicho nada —suplicó el pastor aferrando con sus manos a la tela de su túnica.
En ese momento Erwin relajó la postura y dejó escapar una notable exhalación.
—Gracias por su colaboración —el comandante regresó a su corcel de un salto, dirigiéndose a la posición principal que le correspondía—. Levi, les dejo el resto a ti y a Hange.
El capitán asintió.
La imagen del comandante en su caballo desapareció inmediatamente entre los demás soldados, pero el tenso silencio permaneció entre ellos cinco. Armin parecía el más consternado con la revelación, quien mostraba una cara realmente preocupante y eso no pasó de inadvertido de sus amigos, ni tampoco del capitán, cuya filosa mirada estaba puesta en esos tres.
—Armin ¿En qué piensas? —se animó a preguntar Mikasa.
Pero la respuesta a esa pregunta tardó en llegar porque el joven rubio estaba muy enfrascado uniendo las piensas de un rompecabezas. Puede que sus amigos aún no se dieran cuenta, pero en cuanto el comandante preguntó por la mujer de cabello blanco las cosas de repente empezaron a tener sentido para Armin.
—Chicos… —la cara asustada se contagió a sus amigos, especialmente en Eren quien no entendía lo que implicaba la revelación del pastor Nick.
—¿Qué pasa? ¿Qué vas a decir? —preguntó Eren con cierta desesperación en su tono de voz porque su amigo hablara de una vez por todas.
—¿Por qué la mamá de Gerda sería un peligro para la monarquía?
Los irises de los jóvenes se estrecharon sorprendidos.
—¿De qué hablas Armin? ¿Qué tiene ella que ver con todo eso? —exclamó Eren incapaz de creer lo que su amigo estaba asegurando—. ¿La señora Weber sería capaz de matar a alguien?
—Sólo piénsalo Eren —le dijo Armin tratando de que se calmara, no dudaba que esta noticia lo afectara pues de todas formas su familia fue muy cercana a las Weber. Mikasa puso una mano sobre el brazo de Eren intentado hacer que se tomara las cosas con calma, ella misma estaba sorprendida, pero si pensaba en la vida de las Weber era fácil entrever que su vida estaba llena de oscuros misterios.
—¿Por qué es un peligro para la monarquía, pastor Nick? —preguntó Armin esta vez viendo al pastor con ojos suplicantes, pero al ver como este le evitaba la mirada estaba seguro que no soltaría una palabra más respecto al asunto.
Continuará...
