Ese era el peor día de la humanidad.
Las manos de Gerda temblaban sobre las riendas del caballo mientras su mirada intranquila pasaba por la cara de los chicos de su escuadrón, entre los más expresivos estaban Connie cuyo rostro perturbado reflejaba la preocupación que sentía por su familia pues los titanes probablemente habían atravesado por su pueblo, Sasha también tenía una expresión igual de angustiada. Ellos expresaban perfectamente el temor que corría por las venas de todos a pesar de los esfuerzos por mantener la calma.
Gerda apretó las manos sobre las ásperas riendas viendo con desagrado el temblor en sus manos, pensó que quizás se trataba del temor natural que infundían esas criaturas. Se preguntaba por qué estaba tan aterrada, no es como si los titanes pudieran hacerle algo… Pero inmediatamente desechó ese pensamiento reprendiéndose.
No estaba bien pensar así cuando la vida de otras personas corría peligro.
Miraba desesperada hacia los lados mientras la ansiedad recorría todo su cuerpo y los latidos de su corazón incrementaban a cada segundo, preguntándose qué debía de hacer. Sí, aquellas sensaciones en parte eran nuevas para ella, sentía la obligación de actuar al respecto debido a su peculiar efecto en los titanes. Ella tal vez podría detener los titanes que estaban abriéndose paso sobre el territorio de la muralla, pero… ¿Realmente podría hacerlo? De repente empezó a sentirse mareada por las ideas tan distintas que daban vueltas en su cabeza entre su nueva determinación y las ideas más realistas que evidenciaban sus notables limitaciones como soldado.
Recordó las palabras que le dijo a Eren, sería muy arrogante de su parte decir que tal vez podía salvarlos, pero qué podía hacer con los abrumadores sentimientos de responsabilidad que la estaban sofocando ¿Así se sintió Eren en la última expedición? De ser así, lamentó haber abierto la boca sin saber nada.
Ella era demasiado débil, no podía hacer nada.
La joven trató de reprimir el gemido amargo que nacía desde el fondo de su garganta, trataba a duras penas aguantar las ganas de llorar.
Estaba muy frustrada.
—El día es tan lindo ¿Quién diría que algo así de repente podría pasar? —Gerda se sobresaltó al escuchar la voz al lado de ella, miró a un costado y a poca distancia de su caballo pudo ver a Krista Lenz quien trataba de disfrazar su angustiado rostro con una dulce sonrisa —. Estoy tan asustada… no sé cómo aún no estoy llorando, ni siquiera tenemos el equipo.
La peliblanca parpadeó un par de veces como si le costara procesar el hecho que Krista le estuviera hablando tan casualmente en un momento como ese. Lo que decía no era la gran cosa, pero aquellas palabras le hicieron pensar respecto a su propia situación, aunque tuviera el uniforme, al igual que ella carecía del equipo de maniobras. Por tanto, no tenía nada con lo cual defenderse en caso de enfrentarse a un titán.
«¿Acaso este será mi último día de vida?» se le encogió el corazón con sólo pensarlo.
—Esta sensación de estar todo el tiempo en peligro… se supone que debemos acostumbrarnos, pero es imposible —Krista siguió hablando luciendo bastante perturbada.
—¿Estás bien? —la peliblanca se animó a preguntarle, al parecer aún dentro de esa situación tan desagradable ella quería reconfortarla de alguna manera.
La rubia negó, confirmando nuevamente lo terrible que se sentía.
Desde que la conoció, Gerda siempre mantuvo distancia con ella a pesar de los desinteresados esfuerzos que hacía esta en ayudarla y hacerla su amiga, eso la hacía preguntarse por qué. Gerda sabía que el mundo no era amable de gratis ¿Por qué ella lo hacía? Le gustaría creer ciegamente que Krista era así, pero en algunas ocasiones lograba percibir que se esforzaba demasiado por ser buena persona, así como se lo reprochaba Ymir.
¿Acaso debía confiar en eso?
Antes de responderse la pregunta, escuchó un grito detrás de ella seguido de exclamaciones de asombro. Algunos soldados llegaron a contemplar desde cierta distancia a los titanes más altos abriéndose paso entre los árboles, y como si estos pudieran olerlos desde lejos, dieron un cambio radical en su andar y se precipitaron salvajemente hacia el grupo.
¿¡Qué clase de monstruosidad era esa!?
Un montón de pensamientos devastadores atravesaron la cabeza de todos, como si las cosas no pudieran estar peor. Y nuevamente la presión creció en Gerda ¿Acaso podía hacer algo? Sabía que hasta cierto punto podía repeler a los titanes, pero en campo de batalla a veces hasta le pasaban de largo. Tampoco conocía a plenitud el alcance de su poder, si es que así se le podía llamar. Entonces, la única opción que le quedaba era aprovechar esa ventaja e intentar derribar esos titanes ella sola… a pesar de que eran demasiados.
Sus ojos fueron a parar al segundo hombre más fuerte de la humanidad quien veía la situación con una expresión severa, mantenía sus emociones más controladas a diferencia del resto. Gerda pensaba que las cosas serían fáciles para ella si sólo la miraba y le dijera que fuera a encargarse del asunto, suponía que por un motivo como ese había sido asignada al escuadrón de Levi. Ella podía ser un arma efectiva.
«—Weber, ve y encárgate…» esas palabras hubieran hecho bastante diferencia en el curso de esta historia. Mike conocía mejor que nadie la existencia de esa muchacha entre los soldados, en cambio en lugar de mirarla dijo:
—¡Gerger! ¡Dejo el equipo en tus manos!
La reacción de Mike fue tan rápida que apenas tuvo tiempo para pensar sobre sus opciones.
Gerda apretó la mandíbula frustrada.
—¡No aguantará solo! ¡Voy con él! —escuchó decir, pero rápidamente su líder de escuadrón lo detuvo diciéndole que confiara en él.
Un puñal de culpa atravesó su pecho.
¿Qué le costaba desviar la dirección de su caballo y correr tras Mike? Nadie podría detenerla, era una decisión suya. Pero por alguna razón su cuerpo se mantenía tan rígido que le impedía realizar algún movimiento.
«¿Qué te sucede? ¡Muévete!... ¡Muévete!» imploró a su cuerpo en vano.
¿Acaso debía confiar en Mike? Tan sólo lo superaba en capitán Levi, él podría estar bien, pero el gran Mike Zacharius también era humano, y dada la situación las cartas del destino podían querer hacerse las chistosas. Por más que Gerda quisiera convencerse que el hombre tal vez podría arreglárselas solo perfectamente, una amarga sensación que nacía desde la boca del estómago le decía que no.
Nadie podía imaginarse la agonía interna que sufría Gerda luchando con su cobarde ser al cual toda la vida en lugar de entrenarlo para pelear, lo había entrenado para huir… cuando más lo necesitaba no era capaz de reaccionar como deseaba, y eso la sumía en un oscuro abismo de rabia y frustración consigo misma. Al mismo tiempo que la joven intentaba aguantar con todas sus fuerzas el torrente de lágrimas que se asomaban peligrosamente en sus ojos claros. Todo eso lo presenciaba Krista Lenz desde el rabillo del ojo, quien no entendía completamente lo que pasaba por la cabeza de su amiga y mucho menos qué decirle para tranquilizarla.
Los caballos siguieron con su veloz carrera hasta que paulatinamente los equipos fueron dispersándose por el extenso campo de la muralla Rose. Desde el momento que dejó de ver a sus compañeros Gerda se preguntó si estarían bien, o si hasta ese punto alguno de ellos fue devorado por un titán…
La joven contempla el campo abierto, lucía precioso… le cruzó por el pensamiento lo desgraciada que podía ser la vida ¿Siendo el peor día para la humanidad el día podía seguir siendo igual de hermoso?
Gerda perdió la noción del tiempo desde que los grupos se segregaron, ella terminó junto a Ymir y Krista, ellas eran dirigidas por Nanaba con el propósito de localizar la brecha que hicieron los titanes en la muralla, desde entonces podía asegurar que había pasado algunas horas.
Con el paso del tiempo las intensas emociones que sintió al principio se fueron aplacando, más aquellos sentimientos de inutilidad no se apartaron de ella. La joven había hecho una gran desconexión con el mundo de afuera teniendo la guardia totalmente baja, no le importaba que en ese mismo momento apareciera un titán y la aplastara como una mosca con su enorme mano… se lo merecía por débil e inútil, según ella.
«— Estoy entrenando a un soldado, no a un cobarde». Esas fueron las palabras que le dijo el capitán esa misma mañana, pero tras su reacción con la aparición de los titanes le quedó más que claro que era una cobarde sin remedio, su voluntad era tan frágil como el de una hoja seca impelida por el viento. Eso le quemó en lo más profundo del alma, ella sentía que había decepcionado al capitán.
Algo curioso, pues ella no tenía ningún lazo en especial con el capitán Levi a quien lo trataba personalmente desde apenas unas horas. Pero cuando le dijo esas palabras aquella mañana el hombre le había dado una esperanza, afloró en ella un sentimiento de admiración y respeto a pesar de tenerle también mucho miedo. El capitán Levi le dio una inyección de confianza, y eso lo apreciaba en sobremanera pues su amada madre no le pudo dar eso durante el tiempo que estuvo viva.
«Parece que seguiré siendo una cobarde después de todo…» aseveró desanimada, tan sumida en sus pensamientos que ignoraba la conversación que surgió entre Ymir y la líder de su equipo desde hacía un rato.
De momento no habían encontrado ningún titán ni tampoco una brecha, así que debían seguir galopando.
—Krista yo no tenemos equipo de combate —fue la contestación de Ymir hacia Nanaba quien la instaba en ir hacia el sur donde probablemente terminarían siendo comida de titán, según Ymir—. Por favor, déjenos retirarnos.
—Ymir… —la rubia lucía sorprendida por la solicitud de la castaña.
Gerda admitía que la joven en parte tenía razón con lo que decía, pero le era extraño ver a Ymir con una expresión tan temerosa. Después de todo ella siempre la acusaba de ser una cobarde.
—No, necesitaremos al menos un mensajero —le respondió Nanaba—. Te entiendo, pero como soldado debes actuar como tal ante el deber.
Ymir dejó escapar un suspiro transmitiendo la frustración que sentía, y luego miró a la peliblanca de reojo.
—Al menos tienes el uniforme, en caso que mueras al menos serás reconocida como soldado —le dijo en voz baja pero lo suficientemente claro para ser escuchado por Gerda quien se encontraba relativamente cerca de ella.
— Tienes razón —respondió Gerda mostrándose impasible—. Tal vez de todas las veces que has predicho mi muerte puede que hoy sea el día. Me tranquiliza saber que al menos no moriré sola.
Ymir hizo una mueca intentando emular una sonrisa de lado mientras los agitados caballos cruzaban por un hermoso prado con animales y algunas aves que volaron a su paso.
—Ymir, yo quiero hacer todo lo posible aquí —habló Krista esta vez—. Yo misma elegí la Legión de Reconocimiento, pero tú no. Tú lo hiciste…
—¿¡Eh!? ¿Insinúas que lo hice por ti? —exclamó Ymir alterada, al parecer la rubia había dado en el blanco.
—¿Entonces por qué estás aquí? Siempre insistías en que me uniera a la Policía Militar, incluso me cediste tu posición…
Así es, por alguna razón la chica de pecas se preocupaba en demasía por la rubia. Gerda logró descifrar a raíz de esa conversación que, detrás de aquella fachada desinteresada y a veces arrogante de Ymir, se ocultaba alguien que podía preocuparse encarecidamente de otras personas… o al menos de Krista. Ella le cedió su posición dentro de los diez mejores dándole la posibilidad de entrar a la Policía Militar pese a que la rubia no estaba ni de cerca al nivel de los otros en su promoción. Era como si Ymir quisiera protegerla de algo y eso le generaba mucha curiosidad.
Gerda se sentía descolocada por esa nueva faceta que descubría en la personalidad de Ymir.
—¿Por qué haces tanto por mí? —esa era la pregunta del millón, Krista se la hacía a Ymir, pero Gerda también quería hacérsela a Krista—. ¿Es por…? ¿Es por mi familia?
—Sí… —afirmó la otra sin mucha dilación haciendo que el semblante de la linda joven decayera—. Pero tranquila Krista, estoy aquí por mi propio bien.
La joven de pelo blanco miró hacia Krista, le llamó la atención que esta hiciera referencia a su familia por primera vez. Anteriormente nunca sintió interés particular en su vida personal, sólo veía en ella una chica extraña, y no le sorprendería si también ocultaba secretos. Tal parece que, a fin de cuentas, tanto ella como Krista Lenz tenían más en común de lo que se imaginaba.
A partir de ese momento las conversaciones fueron prácticamente nulas, estaban alertas al menor avistamiento de cualquier titán saliendo por la supuesta brecha en la muralla Rose. Pero a medida que seguían avanzando entre la basta vegetación del lugar las horas iban avanzando, el sol iba muriendo detrás de ellas dándole el paso la noche. Durante el tiempo restante, extrañamente no lograron divisar nada más, esto en parte aliviaba a las tres, pero las dejaba inquietas por la incógnita ¿De dónde diantres habían salido los titanes entonces? ¿De debajo de la tierra?
Todos estaban agotados tanto física como mentalmente por la constante tensión de encontrarse con algún titán en cualquier momento. La penumbra dominaba esa noche sin luna, Gerda ni podía ver la punta de su nariz y apenas distinguía la silueta de sus compañeras si no fuera por las antorchas que decidieron encender a mitad del camino.
Pero la situación cambió drásticamente cuando divisaron otras antorchas a lo lejos. Lentamente estas se fueron acercando y consigo las caras llenas de asombro del equipo que fue encargado de ir hacia el Sur. Gerda pudo reconocer a duras penas los rostros de Connie y Reiner frente a ellas.
—¿Ustedes también venían siguiendo la muralla?
—Sí ¿Dónde está el agujero? —respondió Nanaba.
El soldado quedó sin habla, era más que evidente que ellas tampoco habían encontrado nada.
¿Y ahora qué iban a hacer? ¿Acaso lo habían pasado por alto? ¿Al menos era posible pasar por alto un agujero? Gerda, miraba las caras de sus superiores quienes no dejaban de verse atónitos ante lo extraña que era la situación.
—¿Revisamos otra vez? —preguntó uno de los miembros de la Legión.
—Deberíamos, pero tanto nosotros como los caballos estamos al límite —Nanaba tenía razón, Gerda miró hacia un lado y vio como a Krista se le dificultaba siquiera mantener los ojos abiertos.
Aquella noche no brindaba ningún halo de esperanza para aquellos soldados varados en medio de la nada. De repente, la luz de la luna se alzó sobre sus cabezas como si les brindara alguna respuesta misericordiosa… a lo lejos, se podía ver el castillo Utgard el cual podía darles techo durante aquella noche.
Ehrmich
Horas después del avistamiento de los titanes
El distrito era un desastre, las caras desoladas de aquellas personas que perdieron sus hogares a causa de los titanes causaba grima. La situación era desconsolante, pues significaba que la supervivencia de la humanidad pendía de un hilo, y cientos de personas serían transferidas a los horrores de la ciudad subterránea. Entre la multitud que se acercaban a los puntos de refugio donde las tropas de Guarnición repartirían comida, se podían escuchar el llanto de los niños y uno que otro preguntado por su mamá o su papá.
Lamentablemente así de cruel era la realidad que el pastor Nick se negó a ver por mucho tiempo desde la caída de la muralla María, pero no era algo que hacía porque quisiera, él no tenía opción. Bajo aquella elegante túnica y el desempantane collar que portaba el símbolo de las tres sagradas murallas se ocultaba la imagen de un desdichado hombre que fue visto como el recipiente perfecto y manipulable para cargar los secretos de la muralla, y eso lo remordía profundamente.
La imagen era deplorable y desgarradora, hacía el corazón pedazos. El pastor sentía como la realidad penetraba su carne y calaba lo más profundo de sus huesos, indudablemente era aterrador ver esas cosas en persona que simplemente escucharlas.
—No te detengas o te perderás —el Capitán empujó al anonadado pastor con su pie, forzándolo a seguir avanzando entre la gente.
La muralla realmente había caído, otra vez.
La impresión apenas dejaba al pastor de pie, los sentimientos que sentía lo superaban y simplemente quiso echarse a correr lejos… muy lejos de todo eso. Pero antes de que pudiera si quiera hacerlo, el capitán Levi lo tomó firmemente por el hombro.
—Oye, ¿Qué pretendes hacer? —el rostro sombrío de capitán infundía temor, y sin establecer contacto visual el mayor podía sentir aquella oscura mirada perforando su espada—. Desde aquí se ven bien las caras de los que no tienen hogar, son las caras de la gente que quieren deshacerse. Si se cumplen sus deseos y esto se llena de titanes, todo el mundo morirá en las apestosas bocas de los titanes.
Por otro lado, el resto de soldados estaba coordinando sus próximos movimientos para el contraataque a los titanes. Armin, Eren y Mikasa estaban preparándose para salir, mentalizándose que a partir de pocos minutos estarían galopando dentro de territorio de titanes, completamente expuestos a lo desconocido.
Hange hablaba con Eren dándole instrucciones respecto a su partida con los demás, todo estaba listo para estar en los ascensores, hasta que de repente Hange vio al pastor Nick a lo lejos seguido del capitán Levi.
La de lentes se acercó a él con la esperanza de que al contemplar la desgracia se le ablandara el corazón y finalmente decidiera hablar.
—¿Ha cambiado de parecer? —esta se acerca a él con urgencia, con su tono de voz casi le estaba implorando que dijera algo.
Pero fue decepcionante como a pesar de todo, en la expresión del pastor se veía nuevamente su renuencia a hablar.
Esto no dejaba de sorprenderla.
¿Qué clase de secreto era tan grande como para poner en peligro la vida de la humanidad misma?
—¡No hay tiempo y lo sabe! —exclamó ya sintiéndose bastante alterada por la lamentable negación del mayor—. ¿Va a hablar o no?
El pastor Nick evadía su mirada, principalmente por el peso de la culpa que lo corroía por dentro debido a que no podía decir nada, las cadenas que lo ataban eran demasiado pesadas…
—Ni yo, ni los demás hablarán.
—¡Pues bien! muchas gracias por su colaboración.
Irritada, Hange estaba preparada para darse media vuelta y salir a atender otros asuntos que tenían mayor prioridad. Pero para sorpresa de ella, en el corazón del hombre había un pequeño rastro de bondad en toda aquella oscura estela de secretos que cubrían su ser, pese a no poder decirlo todo les daría la pista que necesitaban para seguir avanzando.
Por sí mismo él no podía decir nada. A fin de cuentas, el pastor Nick no era nada más que una simple pieza que formaba parte de un complejo y peligroso juego. El culto de la muralla seguía ciegamente la voluntad de alguien más, y no era la voluntad de Dios precisamente, sino de aquel quien movía los hilos en ese mundo.
—Nosotros no podemos decir nada —explicó—. Pero sí puedo decirles el nombre de la persona que se nos ordenó vigilar.
—¿Vigilar? —repitió Hange por mero instinto debido a la intriga que le producía el tema.
—Esa persona entró a la Legión de Reconocimiento este año… Su nombre es Krista Lenz.
La mención del nombre tomó por sorpresa a todos, incluso la presencia de Sasha Blouse pasó de inadvertida, quien se reportó con voz fuerte y clara en la habitación con el encargo de un mensaje de suma importancia a la líder de escuadrón.
—Ella puede alcanzar verdades que nosotros desconocemos. —continuó hablando el hombre—. Es lo único que puedo decirles sobre eso.
Sin embargo, de lo que el pastor no se daba cuenta y tampoco quienes estaban frente a él hablando sobre la jovencita en cuestión, era la filosa mirada que le dedicaba el capitán al mayor. Tras la revelación, inmediatamente pensó en lo que dijo sobre el caso por el que Erwin le interrogó antes de la partida a Ehrmich, las conversaciones que surgieron después entre los jóvenes de su escuadrón lo llevaron a Gerda Weber.
No sólo debían traer a Krista Lenz, también debían traer a Gerda Weber. Ese hombre frente a él sabía más cosas sobre ellas, y tras lo que dijo sobre poner en peligro a la monarquía, si ella lo era ¿No significaba que también podía ser un considerable peligro para la humanidad?
—¿El clan de las Nornas también tiene que ver con esas verdades?
Todas las miradas se volvieron al capitán de golpe, especialmente la cara del pastor Nick se descompuso en horror al escuchar ese nombre.
—¿C… cómo sabes eso? —la actitud del hombre desconcertó a todos, cómo de aparentemente a estar más calmado cambió drásticamente a estar al borde del nerviosismo.
—La mujer que mató a Angus Neumann, Kristen Bauer, era una mujer albina descendiente de ese clan ¿Tiene que ver con esas verdades? ¿Por qué tienen que matarla?
El pastor Nick quedó enmudecido, las palabras de Ackerman lo dejaron en jaque. Por otro lado, los otros tenían miradas perplejas ante el repentino giro que dio la conversación.
—¿De qué hablas, Levi? —preguntó Hange, quien estaba especialmente curiosa teniendo en cuenta que ella no tenía conocimiento de la breve parada que hizo el comandante para cuestionar al pastor.
El pelinegro chasqueó la lengua.
Estaba molesto por la ambigüedad en el tema, además la única fuente en que se sustentaba era un cuento de hadas, pero ¿Qué credibilidad podía tener un absurdo cuento de hadas? Pero la situación con Gerda era real.
—Ya que está siendo bondadoso al darnos al menos una pista ¿Por qué no nos cuenta un poco sobre eso? De todas maneras, la mocosa de la que habla no es el único problema que tenemos.
Los jóvenes delante del mayor abrieron los ojos considerablemente al reconocer de quién estaba hablando el capitán.
—Capitán… ¿Acaso se refiere a Gerda? —habló Eren totalmente anonadado, él sabía la respuesta a esa pregunta, pero necesitaba que alguien se lo confirmara. El muchacho no dejaba de sorprenderse de los secretos que ocultaba el mundo, y era duro como personas que conocía estaban ligados a ellos… apenas superaba lo de Annie.
Gerda… no sabía siquiera cómo sentirse al respecto pues las respuestas en cuanto a ella eran menos claras.
—¿Quién? —esta vez fue Hange quien se sumó a las preguntas.
—Gerda Weber, es otra chica de nuestro escuadrón —respondió Armin—. Ella… a ella los titanes la ignoran.
Las mandíbulas tanto de Eren como la líder de escuadrón se abrieron por la enorme sorpresa.
—¿Cómo diablos…? Armin ¿¡Desde cuándo sabes eso!?
Armin bajó la mirada apenado, ese era el secreto que le guardaba a su amigo desde la expedición. Cuando Jean reportó la anomalía al comandante, esa misma noche se reunió en secreto con quienes estuvieron en el mismo grupo que Gerda durante la expedición en el muro María. Aunque quiso, no pudo decirle nada a Eren. Esa información la manejaban unos pocos, ni siquiera Hange Zoe tenía conocimiento de tal cosa.
—¿¡Qué!? ¡Eso es imposible! —el grito de Hange mitigó las exclamaciones de Eren quien, al igual que la líder de escuadrón le costaba creer eso, pero esta con su típico actuar exagerado se tomó de la cabeza lo que mostraba la desbordante sorpresa que sentía.
Desde siempre los titanes comían humanos, incluso Eren siendo un titán cambiante podía ser devorado por ellos ¿Cómo podía ser posible que alguien no surtiera ese efecto en esas criaturas?
Eren apretó los puños indignado, incluso llegó a estar hiperventilando mientras la recordaba a ella en la celda. Gerda no le dijo la verdad… al menos no toda. Aquellas emociones que le provocaba Gerda y la perplejidad que le infundía ese oscuro se fueron juntando creando una desagradable bola de emociones que se acumuló en su pecho.
—Eren… —dijo Mikasa preocupada.
El llamado de la pelinegra lo hizo reaccionar, pero seguía demasiad alterado. De inmediato dio un paso adelante para dirigirse a su superior.
—¡Capitán! ¿Cómo alguien como ella puede andar suelta? ¡Ella puede poner a todos en peligro!
—Lo sé, eso lo deliberamos la noche después de la expedición en el muro María —explicó Levi, desviando su afilada mirada del pastor hacia el chico de ojos verdes—. Tras decisión de Erwin decidimos que Weber no representaba un peligro para la humanidad… pero eso puede cambiar dependiendo de lo que él tenga que decir.
La mirada oscura del Ackerman volvió a la endeble figura del hombre, quien aún seguía temblando de miedo.
—¡Vamos! ¡Si tiene algo que decir dígalo! ¿Acaso no entiende en la situación en la que estamos? —suplicó Eren mostrándose demasiado alterado ante el pastor, pero eso sólo haría que aumentara más la renuencia del hombre.
Levi chasqueó la lengua.
—Contrólate Eren.
Eren se dio cuenta de su propia actitud y dio un paso atrás, reconoció que sus sentimientos estaban sacando la peor parte de él. Sus amigos no hicieron más que mirarlo preocupados, aunque no lo demostraran también tenían fuertes emociones al respecto pues se trataba de una persona que fue alguien importante en su niñez.
Transcurrió un breve lapso en silencio que fue desesperante para el pastor Nick. En esos segundos pensó que, si había hablado respecto a Krista Lenz… no tenía caso que intentara ocultarles por completo sobre lo de ese otro asunto.
—La historia de ese clan sólo se encuentra en los libros prohibidos por el rey… —dijo el pastor, desde que comenzó a hablar todos los que estaban a su alrededor incluso contenían la respiración con tal de grabarse cada detalle que salía de la boca de él—. La gente no lo sabe, pero desde hace mucho la monarquía persigue a mujeres albinas porque están relacionadas con ese clan maldito… Honestamente, los libros no dicen mucho sobre ellas, pero el mensaje es claro para nosotros, eliminar cualquier persona que sea vista con estos rasgos.
Levi frunció las cejas, ese asunto parecía más complejo de lo que se escuchaba, podía hacer muchas especulaciones y surgían bastantes preguntas, pero tras esa información podía asumir claramente que Nick no iba a decir nada más.
Pero una cosa estaba clara para el capitán, debían traer a Gerda Weber junto a Krista Lenz de inmediato, y averiguar quién diablos era ella realmente.
—Váyanse, no hay tiempo que perder —ordenó el capitán, con esas simples palabras puso en acción a los tres jóvenes frente a él.
—Hay que darse prisa —secundó un Eren apurando, quien accidentalmente tropezó chica con la joven que había pasado de inadvertido y la hizo caer—. ¡Sasha!
Castillo Utgard
Se asentó relativa tranquilidad desde que llegaron al castillo Utgard, todos estaban cansados y estresados. El equipo que fue a evacuar el Sur estaba más alterado porque no habían podido encontrar a nadie, Gerda pudo notar la amargura que se asomaba en el rostro de Connie, debía estar pasándola terrible al ver cómo su pueblo quedó totalmente desolado en extrañas circunstancias. Pero como siempre, Ymir siempre estaba para aligerar el ambiente con sus desagradables chistes.
La situación era incómoda, incluso los intentos de evitar que así lo fuera parecían desagradables.
—¡Qué tonto eres! —se escuchó la desagradable risa burlesca de Ymir—. ¿Dices que tu mamá era un titán? ¿Cómo pudo ser posible que salieras así de enano? Ya sabía que eras tonto, pero esto es digno de genios.
Los líderes del escuadrón parecían perplejos ante la cruel burla de Ymir, especialmente lo capaz que era ella de hacerla en un momento tan delicado como ese. Eso era vergonzoso para los demás jóvenes que estaban a un lado de lo que pasaba entre esos dos.
—Si eso fuera verdad, tu padre también tendría que ser un titán. Si no, ya sabes, no podrían tener se…
—¡Cállate y duérmete, bruja asquerosa!
«Bravo Ymir…» pensó Gerda algo molesta.
Casualmente se encontraba cerca de la castaña, la peliblanca estaba sentada al lado de Krista y, normalmente Ymir al lado de ella. Las risas desagradables de Ymir era lo último que quería escuchar, ya todo esto la ponía de mal humor, se sentía frustrada, sudada y sucia pues en todo el día no había sido capaz de siquiera usar la ducha.
Eventualmente cada quien optó por hacer algo para distraerse, Ymir fue a buscar algo para comer, y otros decidieron simplemente cerrar los ojos para descansar. Entre tanto ella y Krista tenían los ojos fijos en la fogata que encendieron sus superiores para brindarse calor en esa fría noche.
La situación en la que se encontraban era deplorable, el castillo por lo general era utilizado por rufianes para esconderse, y algunos llegaron a aprovecharse de los suministros que algunos dejaron escondidos.
Miró a Krista de reojo y vio como un hilo de saliva empezó a deslizarse por su boca.
Gerda suspiró, al menos podrían descansar por unas horas antes de partir y seguir con la búsqueda. La peliblanca envidiaba a Krista, pues a diferencia de ella era incapaz de conciliar el sueño, cada vez que cerraba los ojos el miedo no la dejaba dormir, y en lugar de sueños bonitos, los recuerdos de sus compañeros ese día pasaban por su cabeza, y por un rato reparó en Mike Zacharius… No quería ser pesimista, pero a ese punto dudaba que él estuviera seguro.
El poco chance que tuvo para descansar lo desperdició pensando en otras cosas. Porque lo más remoto en la mente de Gerda era que una de sus líderes de escuadrón los despertara alarmando a todos para que subieran a la torre.
—¡Despierten! ¡Suban de inmediato!
La alerta interna de Gerda se activó e instintivamente miró a la joven de ojos azules que, naturalmente despertó espantada con el grito de la superior.
Los reclutas subieron con urgencia a la cima del castillo y con horror contemplaron a titanes caminando en medio de la noche, cosa que era imposible pues se suponía que los titanes no se movilizaban durante la noche. Lo más aterrador de todo era que esos titanes parecían sabuesos, por la forma en que actuaban parecía que querían intencionalmente acabar con ellos.
«¿Por qué…?» Gerda tragó, sintiendo revivir todas las emociones de ese día. Ahora la situación era más difícil porque estaban totalmente rodeados y sólo unos cuatro tenían el equipo de maniobras.
Se pellizcó el brazo con fuerza, una parte de ella quería creer que sólo se trataba de un mal sueño, que aún estaba intentando dormir en el suelo frío del castillo, o mejor aún… todo esto era un ridículo sueño dentro de la celda, el moho pudo haberle alterado un poco el cerebro.
—¡Kristel! —exclamó Krista al ver cómo un hilo de sangre empezó a salir de su mano. Dentro de Gerda corría adrenalina pura, debido a ello apenas podía sentir el dolor de la herida que se auto infligió sin querer.
Las delicadas manos de Krista tomaron la suya para limpiar la sangre, y se dio cuenta que las manos de la rubia sudaban frío y estaban temblando, igual que ella. Sus ojos azules se encontraron y, con la mirada confirmaron su terror mutuo.
—Se ha infiltrado titanes al castillo, vuelvan dentro y monten barricadas —esas fueron las repentinas órdenes de una de sus líderes de equipo quien utilizaba el equipo de maniobras para defender el castillo—. Si no los logran contener, suban devuelta, pero no garantizo que los podamos salvar. Es posible que no sobrevivamos, pero ¡Denlo todo mientras sigan con vida!
—¡Recibido!
Los reclutas acataron las órdenes de inmediato, no era momento de dejarse dominar por el miedo. Gerda pensó que tal vez esa podría ser su oportunidad de sacar ventaja de su poder sobre los titanes, no sabía cómo, pero si su campo de batalla era el castillo probablemente pudiera sacar ventaja… o al menos era una forma en que ella podía ver las cosas de una forma más positiva porque no quería volver a sentirse inútil como antes, no quería que sus temores y sus dudas la engulleran de nuevo, no quería que ver a sus compañeros morir tan pronto.
«¡No quiero morir!»
Reiner Braun sorprendentemente tomó el mando sobre la situación, les ordenó reunir la mayor cantidad posible de materiales que sirvieran para precisamente formar una barricada. Fue una sorpresa para todos ver como el rubio se aventó hacia el peligro sin siquiera pensarlo dos veces, estaba actuando de forma muy imprudente y eso los alarmó a todos.
La peliblanca sudaba frío, si Reiner se encontraba con el titán el solo frente a frente estarían perdidos. Bertholdt tomó la delantera en su carrera mientras intentaba detener a Reiner mientras los demás se dispusieron a encontrar algo que atajara a los titanes que entraran por las puertas de Utgard.
—¡Están aquí! —el grito de Reiner desde el piso inferior le dio escalofríos y la hizo temblar de miedo.
—Podemos usar ese viejo cañón —dijo Ymir intentando empujar el viejo artefacto que debido a su antigüedad se dificultaba moverlo, sin pensarlo dos veces Connie y Krista la ayudaron, pero no fue suficiente, necesitaban más fuerza. Fue entonces cuando Ymir, con el ceño fruncido se volvió hacia la joven peliblanca que quedó petrificada con el grito de Reiner—. ¡No te quedes ahí mirando, Kristel! ¡Ayuda!
Gerda reaccionó y sacudió su cabeza para despejar cualquier pensamiento inútil que la distrajera de lo que era realmente relevante, salvar sus vidas.
«¿Qué te está pasando, Gerda?» se reprendió sintiéndose avergonzada, tenía que seguir esforzándose para impedir que sus abrumadoras emociones no tomaran el control otra vez.
Con esfuerzo de los cuatro el cañón al fin pudo moverse, el plan era lanzarlo por las escaleras y con suerte derribar al titán que estaba forcejeando con Reiner y Bertholdt. Cuando llegaron a la puerta, Gerda pudo observar con más detenimiento a repulsiva sonrisa que tenía la horripilante bestia a pesar de que le atravesaran los ojos con una horca.
—¡Reiner! ¡Bertholdt! —Krista llamó la atención de los dos jóvenes para que se apartaran, estaban a punto de lanzar el arma.
El choque causó un gran estruendo, la puerta quedó destrozada quedando el titán hundido entre los escombros de la puerta y el cañón. Sin importar que pudiera regenerarse le sería muy complicado salir de entre ellos. Ahora los reclutas de la tropa 104 podían dar un respiro de alivio y armar la barricada en el piso superior.
Aunque era muy pronto para cantar paz, pues de entre la puerta destruida surgió otro titán que tan pronto apareció se abalanzó sobre Connie para comérselo. Gerda apenas se enteró por el alarmante grito de Krista intentando advertir al muchacho, y justo en ese momento el valiente de Reiner se puso de por medio para salvar su vida.
Todos abrieron los ojos como platos ante el crudo sonido de los dientes del titán atravesando la carne del brazo de Reiner.
En Trost lo había visto, el horror de ver a sus compañeros siendo comidos, cómo esos monstruos les arrancaban sus cabezas y extremidades.
¿Reiner sería tragado vivo?
El miedo en Gerda fue reemplazado cuando vio la fiera mirada del rubio dispuesto a pelear hasta el final, y cargar con el pesado cuerpo del monstruo hacia la ventana. Su corazón latió con fuerzas y un hormigueo se instaló en sus piernas, esa sensación la movió a correr hacia él para ayudarlo, esta vez sus instintos tomaron el mando dejando atrás la temerosa razón que le gritaba desde muy en el fondo que se detuviera.
Ymir intentó retenerla al igual que hacía con Krista, pero no podía detener a las dos al mismo tiempo.
Gerda leyó las intenciones de Reiner al igual que los demás, él estaba dispuesto a lanzarse por la ventana.
—¡Oye! ¿¡Qué haces!? —exclamó el rubio intentando que ella se apartase.
Por un momento dudó de su poder pues no creyó que realmente pudiera funcionar, pero se arriesgaría con intentarlo. Fue entonces como Gerda puso su mano contra la boca del titán, y de inmediato empezó a desprender humo de la criatura como si le hubiera causado una herida.
Todo eso Reiner lo contemplaba con la boca abierta, no sabía qué estaba pasando, pero lo que sea que estuviera haciendo ella no era para nada normal. Con sólo el tacto el titán abrió su boca soltado un espantoso quejido de sus fauces.
Ambos retrocedieron espantados, pero el titán seguía en pie. Pero gracias a Bertholdt, dio el golpe final que lo sacó del castillo.
En medio del shock, los ojos avellana del joven repararon en la peliblanca quien prácticamente estaba hiperventilando. Los demás también estaban confundidos. Pero no tanto como Reiner quien vio en primera línea la hazaña que había realizado, jamás había visto o escuchado algo similar ¿Una persona capaz de causar daño a un titán con solo tocarlo?
—Kristel… ¿Qué diablos…?
—Tienes una herida muy profunda —dijo ella agitada, intentando cambiar el tema para evitar dar explicaciones. Las charlas complicadas no eran convenientes en un momento como ese—. No es lo mejor que tengo, pero procura limpiar la sangre con esto…
Rápidamente quitó su pañoleta, sus cabellos blancos cayeron grácilmente sobre sus hombros dejando a Reiner con las palabras atajadas en la garganta.
«Ella es bonita…»
—¿¡Qué diablos fue eso, Kristel!? —gritó Ymir acercándose a la muchacha quien limpiaba con diligencia la sangre que borbotaba por la herida del rubio—. ¿¡Acaso querías morir!?
Gerda ignoraba los gritos de la castaña tras su espalda, ella estaba demasiado nerviosa por la penetrante mirada que le mantenía Reiner como si intentara escrutar lo más profundo de su ser para hallar respuestas. Ella tragó nerviosa viendo como la sangre del joven inundaba su pañoleta, se preguntaba si en realidad no sentía dolor como para centrarse en eso en lugar de verla a ella.
Entonces, algo verdaderamente extraño pasó entre ellos dos. La pañoleta quedó tan húmeda que quedó tintada de rojo, humedeciendo así los pálidos dedos de Gerda. Tras ese contacto, sintió una fuerte descarga eléctrica desde el coxis hasta la cabeza, y luego un torrente de recuerdos que no eran de ella empezaron a taladrar su cabeza.
Gerda miró aterrorizada a Reiner.
Los recuerdos… eran de Reiner. Eran bastante confusos, llegó a ver muchas cosas que ni ella misma entendía, pero una cosa era segura y es que todo lo que veía, su vida antes de la caída del muro María... Su mundo era completamente diferente y aterrador.
Reiner en cambio también sintió algo, en principio pensó que quizás sólo fue su imaginación. Pero al toparse con esos ojos claros, lo entendió. Conocía ese tipo de miradas, era la clase de mirada cuando descubrías algo que no deberías saber. Y en efecto, Gerda Weber había descubierto en el momento menos indicado el secreto de Reiner y Bertholdt.
Él era el titán acorazando.
Y Bertholdt era el titán colosal.
Gerda empezó a temblar manteniendo la mirada fija en el rubio, entreabrió los labios, pero de ellos no salía nada porque su mente seguía introduciendo nuevos recuerdos. Se sentía como si quisieran entrar toda la información del mundo dentro de su cabeza, era algo muy doloroso. Simplemente era demasiado para ella.
Entonces, Gerda se desmayó a los pies del rubio dejando a sus compañeros sin aliento, dejándolos aún más confundidos.
—¡Santo cielo! ¡Si ibas a desmayarte del miedo para qué te enfrentaste a ese titán, Kristel! ¡Maldición! —despotricó Ymir mientras intentaba levantar a la joven.
Lo que los otros jóvenes no notaron debido al revuelo que causó el repentino desmayo de la peliblanca, fue la mirada que le dirigió Reiner a Bertholdt. Esos dos se conocían bastante bien como para comunicarse sin palabras, el joven pelinegro asintió manteniendo una expresión nerviosa.
«Nos descubrió…»
Para los demás las cosas se complicaron bastante, pues no sólo tenían que cargar con cosas para bloquear las puertas, también tenían que llevar a rastras el cuerpo de Gerda. De tanto en tanto se escuchaban las quejas de Ymir cuando veía el cuerpo de la joven en el suelo mientras Krista la cuidaba… qué conveniente desmayarse en un momento así, decía Ymir en sus adentros.
Al menos la mayor parte del peligro había pasado, no sabían que pasaría a continuación, pero invertirían el tiempo pensando en el próximo paso. Aquel suceso con Gerda indudablemente fue extraño para sus compañeros de equipo quienes decidieron no hablar sobre eso, fue como si se pusieran de acuerdo con sus miradas para simplemente dejarlo pasar, pero muy adentro aquello los inquietaba ¿Cómo pudo una simple chica lidiar con un titán usando solo sus manos?
Continuará...
