«¿Dónde estoy?» se preguntó cuando las imágenes de la vida de Reiner dejaron de pasar por su mente, sentía que la cabeza le pesaba cientos de quintales. También tenía dificultad para mover su cuerpo, aunque poco a poco fue encontrando la forma de obtener mayor dominio sobre sus extremidades.

Cuando abrió sus ojos claros se sorprendió al no reconocer nada en su entorno ¿Dónde estaban los chicos? ¿Acaso no estaba en el castillo Utgard? ¿Estaba en un sueño? Gerda sopesaba en esa posibilidad, pero en cuanto miraba sus manos y tocaba su cuerpo las sensaciones eran demasiado vívidas como para estar soñando.

Una suave brisa chocó contra su cuerpo, la fría ráfaga erizó su piel e instintivamente intentó de cubrirse con los brazos para darse calor. Miró por encima de su cabeza y se encontró maravillada por los millones de estrellas que se desplegaban ante sus ojos, jamás había visto un cielo tan hermoso.

Miró a su alrededor y se extrañó que todo estaba rodeado de arena, a lo lejos pudo divisar un árbol que era iluminado con el mismo brillo de las estrellas. Gerda se aproximó a él con ojos llenos de fascinación tal como un insecto era atraído naturalmente hacia la luz.

Gerda caminó un buen tramo sintiendo pesado cada paso al caminar porque sus pies quedaban enterrados en arena. No obstante, le costó pensar en el tiempo que pasó intentando llegar al árbol, porque a medida que se acercaba, la joven era deslumbrada por un escenario de luces que se desplegaba en el cielo como una pintura viva dentro de un lienzo.

Los detalles del árbol eran cada vez más claros. Gerda entrecerró los ojos para distinguir las líneas del viejo árbol cuyas ramas parecían extenderse hacia la infinidad del cielo. Sin embargo, más que la grandiosidad de este, la joven sintió curiosidad por la figura humana que se encontraba sentada en la base del árbol. Se trataba de una mujer que ataviaba un vestido blanco que parecía brillar bajo las luces del cielo, su aspecto era reluciente, su cabello era tan blanco como el suyo, y sus ojos también eran iguales de resplandecientes… sus facciones eran tan familiares, pero no era capaz de identificar a la persona.

Desde cierto punto pudo distinguir que la mujer se encontraba leyendo un viejo libro cuyas tapas eran enormes y antiguas. La mujer se dio cuenta que no era la única persona en aquel vasto lugar. Sus ojos conectaron con los de Gerda, esta tenía una expresión mansa que le transmitió mucha tranquilidad a la joven.

La misteriosa mujer cerró el libro y se levantó de la enorme rama del árbol para acercarse a ella.

La mirada de Gerda brilló al observar la imponencia del paso de la mujer, conservaba una postura recta y elegante a medida que caminaba.

Gerda quedó frente a frente a esa mujer la cual le sonrió cuando observó la cara de desconcierto que tenía. Por su mente pasaban muchas preguntas, empezando porque le explicara qué era ese lugar y quién era ella, le chocaba bastante el hecho de que además de tener rasgos similares a los suyos también se pareciera a su madre, claro con un aspecto más joven y saludable.

—Bienvenida, hija mía… —la voz de la mujer era como seda a sus oídos, sumamente gentil y tranquila.

A Gerda se le heló la sangre cuando la llamó hija por el hecho de que esa mujer, quien sea que fuere, no era su madre realmente.

—¿Quién eres? ¿Por qué me llamas hija? ¿Te conozco?

De la mujer salió una suave carcajada, y luego llevó su mirada al cielo, en estos podían reflejarse perfectamente el reflejo de las estrellas.

—Mi nombre es Helga… y no, no me conoces.

La peliblanca arqueó las cejas mostrando su confusión.

—Pero yo te conozco a ti —añadió conectando nuevamente con la mirada azul de la joven—. Viniste aquí más pronto de lo que me imaginaba, creo que el libro cambiará otra vez.

—¿Qué dices? No entiendo de lo que estás hablando…

—Es normal si no te lo han contado. Pero tranquila, muy pronto sabrás cuál es tu destino en este mundo. Ella te lo revelará.

—¿Quién es ella? ¿Mi madre?

La mujer negó.

—Quien nos otorgó nuestros dones…

—¿Te refieres a que los titanes me ignoren? —cuestionó la muchacha mirando sus manos pensando en aquellos inexplicables sucesos de antes.

La mujer negó con su cabeza otra vez.

—Lo sabrás a su debido tiempo, no puedo alterar el destino diciéndote algo que no me corresponde.

La mujer dibujó una expresión de tristeza en su hermoso rostro al ver la cara contrariada de Gerda por la falta de respuestas, aquello sólo le dejó una sensación amarga en su garganta… ¿Quién se suponía que era ella? ¿Quién diantres era Helga y qué tenía que ver con ella?

—El tiempo se me acaba… —sonrió la mujer colocando una mano sobre la cabeza de Gerda—. Me alegra haberte visto…

Tan pronto dijo estas palabras, vio como la mujer empezó a desintegrarse en las miles de partículas que conformaban la arena bajo sus pies. Gerda abrió la boca sorprendida, no daba crédito a lo que sus ojos veían.

En cuestión de segundo Helga había desaparecido en el aire. Luego, una fuerte ráfaga de viento sacudió su cuerpo haciendo que este naturalmente se inclinara hacia la dirección que soplaba. La joven intentó proteger su rostro, pues el viento traía consigo una densa nube de arena que oscureció el brillante cielo que la rodeaba.

Cuando abrió sus ojos nuevamente estaba aún en aquella tierra misteriosa, pero el escenario había cambiado. El masivo árbol había desaparecido, y no había rastro de Helga en ninguna parte. En su lugar estaba una figura oscura, el de un hombre mucho más alto que ella, su imagen apenas era irreconocible pues andaba encorvado y su largo cabello oscuro ocultaba las facciones de su rostro. Lo único que era visible para ella era un centelleante ojo verde entre las hebras de cabello que caían sobre la cara del sujeto.

Esto le era increíblemente familiar, sentía que conocía esos ojos verdes…

Gerda dejó de pensar cuando la figura empezó a acercarse a ella, en principio sintió temor por la repentina proximidad del individuo. La imagen del hombre la intimidaba, sus piernas flaqueaban y el ritmo de su corazón iba en aumento… como si su cuerpo hubiera reconocido una emoción que esa persona causaba en ella.

—¿Q… quién eres? —la pregunta salió torpemente de sus finos labios por lo nerviosa que estaba.

Pero el hombre no respondió, se quedó mirando fijamente su rostro hasta que finalmente sus ojos se detuvieron en sus labios.

Las mejillas de Gerda cobraron color al darse cuenta.

—Así que eres tú… —la voz del hombre era profunda, rasposa y cansada. Al hablar, el sonido de las palabras se deslizaba con pereza en su boca hasta llegar a sus oídos; y eso de alguna forma le fascinó.

Gerda se perdió en la mirada esmeralda del hombre, la cual era triste y apagada. Pero más allá de eso, pudo distinguir un tenue brillo de emoción al ver el rostro desentendido de la muchacha.

De repente, Gerda sintió como el hombre colocó su mano delicadamente sobre la mejilla sonrojada, y luego acarició lentamente su labio inferior con el pulgar. Una sensación cálida arropó todo su cuerpo encandilando más sus mejillas, le emergió el deseo de que la sensación áspera de sus dedos acariciando sus labios nunca terminara.

¿Acaso estaba bien sentirse así ante un desconocido?

Gerda dejó salir un suave jadeo de sus labios, y después se sintió avergonzada al ver la mirada pícara que se agazapaba en la mirada del desconocido ¿Por qué esos nuevos sentimientos le causaban tanto pudor? ¿Acaso… estaba bien?

—No sé por qué… por más que lo intente, siempre termino rendido ante ti —le dijo sin cambiar su forma de hablar de un principio.

Gerda quería preguntarle a qué se refería, pero las emociones causadas por su tacto la tenían totalmente embriagada.

A continuación, él acercó su cuerpo al suyo y la envolvió en un cálido abrazo bien apretado. Gerda reaccionó por instinto envolviendo sus brazos en el cuello del hombre y se colocó de puntitas invitando a estrechar aún más el abrazo. Los músculos debajo de la ropa del hombre se cernían perfectamente a su cuerpo sin dejar espacio por el que pasara el aire. Entre sus cuerpos transpiraba un calor placentero y reconfortante.

Rendición.

Gerda cayó rendida.

Si ese hombre la hacía sentir así no le importaba quedarse en ese misterioso lugar por toda la eternidad. Pero con lo que ella no contaba, es que su tiempo en ese lugar también se le estaba agotando.

El calor permaneció en ella, pero la sensación de su cuerpo siendo rodeado el suyo lentamente fue desapareciendo. Así mismo el calor fue desapareciendo hasta quedar el desolado frío. Poco después empezó a escuchar gritos… no, no quería ir allí.

Lamentablemente le llegó la hora de despertar.

Sus párpados se abrieron perezosamente, y con lo primero que se encontró fue con la mirada estresada de Bertholdt Hoover.

—¿Qué está pasando…?

—K… Kristel —la llamó Hoover apurado. Gerda apenas era consciente de lo que pasaba, en ese momento el chico la cargaba en brazos y podía percibir ruidos de batalla no muy lejos.

—Será mejor que despiertes si no quieres morir ¡Estamos rodeados! —exclamó Connie acercándose a la peliblanca que, junto a Hoover la ayudó a incorporarse.

Gerda estableció contacto visual con el chico de ojos avellanas, y tras ver su mirada asustada todos los recuerdos de esa noche pasaron de golpe por su mente e inmediatamente su expresión cambió.

Aquella pesadilla continuaba.

Sus superiores acababan de morir, estaban rodeados de esas abominables bestias intentado tragárselos, y la torre estaba a punto de derrumbarse… su muerte estaba firmada, pero ninguno de ellos quería morir sin sentido. No, aunque estaba asustada, Gerda tampoco quería morir, después de mucho tiempo deseaba pelear al igual que sus compañeros, y el hecho de que carecieran de armas era totalmente decepcionante.

¿Qué iban a hacer?

—Si tuviéramos armas, podríamos haber peleado y muerto a su lado… —habló Krista con determinación

Ymir la miró.

—¿Aún piensas en esas cosas? No utilices sus muertes. Los superiores no han muerto para darte la excusa de suicidarte. —la expresión de la joven Ymir era dura hacia su amiga.

—No lo decía por eso —rebató Krista.

—¡Tú no eres como los otros o los superiores! Sólo te preocupa cómo morir para que te alaben…

—E… eso no es verdad.

Krista estaba nerviosa, Gerda podría verlo.

Aquel intercambio fue extraño. Admitía que no entendía totalmente las palabras de Ymir, pero en esta ocasión la joven tuvo la sensación de que la castaña utilizaba el diálogo con la rubia para hablar de si misma.

—Connie —Ymir caminó hacia el muchacho a paso decidido—. Dame el cuchillo de antes.

Las acciones de Ymir se tornaron aún más extrañas ¿Para qué utilizaría un cuchillo? Para pelear. Los chicos se sorprendieron ante tal resolución, así no actuaba la Ymir que conocían. De hecho, lo que intentaba hacer era una auténtica locura porque esa arma no le serviría en nada para enfrentarse a esas criaturas.

Después de intercambiar unas pocas palabras con Krista las cuales sonaron a una despedida. Ella miró a la peliblanca, la cual se aferraba con fuerza de una de las almenas, puesto que un titán había golpeado con fuerza la torre haciendo que esta se desestabilizara.

Los leves movimientos que hacía la edificación la estaban poniendo nerviosa, y podía apostar que ponía una expresión lamentable al enfrentar los ojos marrones de Ymir. Extrañamente, en lugar de verla con desdén, ella le sonrió.

—Al fin despertaste… me alegra saber que existes antes de lo que voy a hacer.

Las pupilas de la joven se achicaron en perplejidad, las palabras de Ymir eran supremamente raras. Pero la dejaron pensando, y le recordó a ese extraño sueño que tuvo cuando se desmayó, y el inusual intercambio con esa mujer llamada Helga… sueño del que no estaba completamente segura si lo era o no.

Ymir corrió con ímpetu hacia el otro extremo de la torre y dio un salto con decisión. Krista soltó un grito desgarrador intentando detener a su entrañable amiga, y los demás quedaron petrificados… para todos Ymir había cometido directamente un suicidio ¿Tan lamentables eran? ¿Tan pocas eran sus opciones como para buscar desesperadamente una muerte tan desdichada?

Pero lo más remoto que tenían era lo que iba a suceder después… un cegador rayo de luz envolvió el cuerpo de Ymir seguido de un fuerte estruendo sobrenatural. Delante de sus ojos, Ymir se había convertido en un titán.

El monstruoso grito que emergió de su boca lo corroboró, dejando a los chicos de la torre completamente enmudecidos y perplejos.

¿Qué diablos significaba todo eso?

Los temores emergieron, las dudas sobre Ymir incrementaban… no podían creer que su irritante compañera era un titán cambiante. Les hizo temer si estaba de parte de la humanidad o no, tenía que estarlo. Aquel titán pequeño arremetía con violencia contra los demás con tal de protegeros ¿No significaba eso que estaba de su parte? Además, Krista confiaba ciegamente en Ymir.

La chica se colocó sobre la almena brindando su apoyo a la chica titán, a pesar de ocultar información crucial sobre el mundo. Krista estaba convencida que, independientemente de las motivaciones de Ymir había algo bueno en ella, y no podía permitirse la idea en dudar ni siquiera un ápice. Era evidente que Ymir los estaba defendiendo, procuraba proteger la torre con su vida y eso era lo único que importaba.

—¡No finjas ser una niña buena, tonta! ¿Acaso quieres morir como una heroína, idiota? —exclamó Krista devolviéndole a Ymir sus propias palabras—. ¡Vive por ti misma! ¡Si vas a morir defendiendo la torre, mejor destrúyela!

—¡Oye! —Connie se aferraba a la cintura de Krista para evitar que cayera.

La solicitud de Krista resultó impresionante, nadie se esperó algo así. Con esas simples palabras fue suficiente para que Ymir cambiara su estilo de pelea y comenzara a utilizar la torre como arma para pelear de forma más efectiva junto a sus afiladas garras, desprendía los viejos ladrillos de la torre y los lanzaba aplastando la cara de los titanes que la rodeaban.

Así mismo, la torre se fue cayendo.

Gerda ahogó un grito de sorpresa sintiendo el terror de morir a gran altura reventada por un montón de piedras. La imagen se presentó claramente en su cabeza y le causó náuseas. Entonces, apareció Ymir oportunamente para rescatarlos de una muerte horripilante, les dijo con voz monstruosa:

—Agárrense si quieren vivir…

Y así fue, sin dudarlo dos veces todos tomaron con fuerza hebras del cabello de Ymir mientras la torre caía aplastando las sonrisas espeluznantes de los titanes. Sorprendentemente, los chicos cayeron sanos y salvos en tierra firme gracias a Ymir.

En todo esto, Gerda simplemente quedó en silencio tratando de procesar lo que ocurría, las cosas excedían el límite de su comprensión. La joven sentía que estaba a un paso de perder la cordura, y de repente empezó a exteriorizar el revoltijo de emociones que experimentaba por dentro.

Sus compañeros por otro lado brindaban apoyo a Ymir. Sin embargo, el giro optimista que dio la batalla duró poco, porque nuevamente los titanes empezaron a emerger de entre las ruinas como cucarachas. A pesar de que contaba con un poder destructivo impresionante, eran demasiados para ella sola. En un descuido, Ymir llegó a estar en una situación comprometedora siendo devorada por los titanes.

Krista instintivamente salió corriendo para salvar a Ymir, pero era inútil. Ni ella ni nadie tenía el poder para sacarlos de esa situación.

«Deténganse… deténganse, por favor…» las lágrimas empezaron a asomarse por los ojos claros de Gerda, quería moverse, pero las fuertes sacudidas de sus extremidades le dificultaban hacerlo.

¿Qué estaba sucediendo con su cuerpo? Apenas podía controlarlo, se suponía que ella igualmente debía ir a darle su apoyo a Ymir junto a los demás. En cambio, sintió una fuerte y dolorosa descarga eléctrica corriendo por cada célula de su cuerpo, como si desmembraran cada parte de su cuerpo y lo volvieran a unir.

—¡Detente!

El fuerte grito de Gerda se amplificó con una poderosa ráfaga de viento que golpeó su espalda, chocó contra la de sus compañeros y llegó a sacudir a los titanes haciendo que algo impresionante sucediera. Todos los titanes se detuvieron. Esto le dio un chance de supervivencia a Ymir, y también había salvado a Krista de ser devorada por un titán que se le apareció de sorpresa.

Los chicos se dieron cuenta que algo había pasado, miraban asombrados la imagen de los titanes totalmente paralizados, sus bocas no se movían contra la piel del titán de Ymir que inmediatamente procedió a regenerarse entre sus bocas. Entonces, al unísono, volvieron sus miradas hacia atrás. Allí, donde estaba la peliblanca, quien extendía su brazo hacia adelante precisamente como siquiera detenerlos. Su cuerpo temblaba, tenía un aspecto tan frágil que daba la impresión de quebrarse en pedazos en cualquier momento.

—¡Kristel! —la pequeña rubia fue la primera en reaccionar cuando vio sangre escurriéndose por la nariz y las orejas de la chica.

Gerda empezó a sentirse mareada, y la vista empezó a nublársele.

Krista iba corriendo rápidamente hacia ella viendo que en cualquier momento podía caer, y afortunadamente para la peliblanca llegó justo a tiempo para agarrarla previniendo que su cabeza se golpeara contra alguno de los escombros. Pero tan pronto como cayó inconsciente, los titanes lentamente volvieron a moverse.

Así que el terror para ellos volvió, la masacre continuaba.

Aunque ese día las cartas del destino estaban a su favor, la Legión apareció justo a tiempo para defenderlos. Sus capas verdes se alzaron en el aire como águilas lanzándose hacia su presa, acabando así de una vez por todas con la pesadilla que aquellos cinco jóvenes estuvieron experimentando durante horas.

La llegada de Mikasa matando al titán que estuvo a punto de atacarlos simplemente fue celestial.

—A partir de aquí nosotros nos encargaremos —las palabras de Mikasa hicieron que finalmente los muchachos respiraran en paz.

Los chicos miraron nuevamente en dirección a Gerda, lo que habían presenciado simplemente era insólito. Especialmente para Reiner y Bertholdt quienes miraban atemorizados a la chica que los había descubierto, esta situación los ponía en jaque ¿Qué deberían hacer? Una de las opciones que les pasó por la mente fue matarla, la chica se encontraba totalmente vulnerable en brazos de Krista que en cualquier descuido podían arrebatarle la vida fácilmente. No obstante, Gerda no era la única preocupación de ellos, también estaba el titán que poseía Ymir.

La situación era una completa locura por donde sea que se mirara.

Después que la fiera batalla de exterminio concluyó, y quedara revelada la identidad de Ymir. Armin, quien absorto por un momento de incredulidad no podía creer que hubiera un titán entre la tropa, llevó su vista hacia la albina que en ese momento estaba siendo cargada en brazos de Bertholdt. Armin concluyó que algo había pasado a juzgar por la expresión contrariada del muchacho alto, y se alarmó cuando vio sangre por el delicado rostro de su amiga.

—¡Gerda! —Armin se aproximó a ella, llamando la atención de los demás por la forma en que la nombró— ¿Qué pasó con ella?

Eren llevó su filosa mirada hacia la peliblanca, y frunció el ceño. Le sorprendió la cantidad de sangre que se escurría por su cara, pero al mismo tiempo lo invadió un fuerte sentimiento de querer tomarla y levantarla a la fuerza para que respondiera todas sus preguntas.

Apretó los puños en un esfuerzo por contenerse, ya sería demasiado para el deplorable estado en el que se encontraba.

—Armin… —habló Reiner manteniendo una mirada muy seria sobre Gerda—. Esa chica…

—Ella fue capaz de detener a los titanes —dijo Connie interrumpiendo al mayor.

En respuesta, Armin abrió mucho los ojos.

—Al parecer los titanes no sólo la ignoran —dijo Reiner esta vez dejando a su compañero Connie sin aliento, de un momento a otro dejó de entender a lo que ellos dos se referían—. También puede tener cierto control sobre ellos y repelerlos cuando los toca… así fue como me salvó, tocó la boca del titán y me soltó.

Reiner le mostró la herida a Armin.

El temor a lo desconocido se impregnó en la cara de los soldados que andaban cerca y escuchaban la conversación entre Armin y Reiner. Tal parece que el descubrimiento de la chica titán no sería su único problema.

A partir de ese momento fue cuando todos conocieron el nombre de Gerda Weber, ese era el verdadero nombre de la chica que se hacía llamar Kristel Lombard. Además de sus peculiares habilidades, esto último generó mucho miedo en los soldados como era de esperarse. En cambio, fascinó a Hange quien no podía esperar a que la chica se despertara para someterla a un extenso interrogatorio, desde que escuchó sobre ella moría de ganas por conocerla

¿Qué diablos era esa chica? Al menos ya sabían lo que era Ymir en realidad, pero la otra superaba los límites imaginados.

El cuerpo de la chica yacía tendido en el suelo sobre una mata vieja totalmente inconsciente, habían pasado horas desde concluyó la batalla en Utgard y la chica ni realizó el más mínimo movimiento. Su respiración era muy pausada, tanto que podía dar la impresión de estar muerta. Ella aguardaba ahí bastante tranquila en espera de que la llevaran a algún médico y se asegurara de que su sangrado no se tratara de asuntos mayores.

Eren frunció el ceño. Una parte de él se sentía muy enojado con ella, no entendía por qué Armin se sentía tan apegado a ella, a esa chica que los dejó y se escondió de ellos. Pensó que, con el poder que tenía probablemente hubiera salvado a su madre y a muchas otras personas en la caída del muro María…

Suspiró totalmente abrumado.

Estaba enojado, sí. Eren estaba desesperado por respuestas. Aunque a pesar a su ira, cuando le llegaba a la mente esos preciosos ojos azules no podía llegar a odiarla del todo, y ese mejunje emocional resultaba ser muy frustrante para Eren Jaeger.

Los quejidos de Reiner al intentar subir la muralla lo sacaron de su ensimismamiento. Él de inmediato se levantó del suelo y le brindó su mano amiga para ayudarlo.

—Gracias.

La mirada de Eren nuevamente reposó en Gerda, mientras el rubio y su amigo se reincorporaban.

—Es insólito todo lo que ha pasado —le dijo de repente Reiner mirando también en dirección a la joven convaleciente—. ¿Qué crees que le suceda de ahora en adelante?

Eren se encogió de hombros.

—No lo sé, pero imagino que tan pronto despierte la pondrán bajo custodia hasta que todo este asunto con Ymir se esclarezca.

—Ya veo… El poder que esconde es aterrador.

Eren asintió, pero no dijo nada al respecto.

A pesar del alivio por la batalla concluida, los sentimientos a los que tenían que enfrentarse esos soldados después era lo peor. Los que se enfrentaron a los titanes en el castillo Utgard tenían el peor estado emocional. Reiner y Bertholdt eran un claro ejemplo, se notaba en sus rostros la preocupación, el miedo, la desgarradora incertidumbre carcomiendo cada rincón en su mente… lo que los demás no sabían era que estaban preocupados por Gerda, ellos debían hacer algo respecto a ella o estarían acabados.

Reiner sabía que sus opciones eran limitadas, y la idea de acabar con la muchacha no le gustaba para anda. Estaba sumido en un punto de quiebre… y eso Bertholdt lo notó cuando hablaba con Eren sobre lo difícil que era ser un soldado.

Ellos… tenían que volver a casa.

Las sorpresas de ese día desafortunadamente no terminaban ahí, poco después que todos los soldados subieran a la muralla, la vanguardia del este hizo acto de presencia para informar la ubicación del agujero por donde se habían colado los titanes. Muchos se pusieron nerviosos esperando cuáles serían las palabras del capitán Hannes. No obstante, fue decepcionante confirmar que, en efecto no había ningún agujero…

Sorpresa tras sorpresa, pregunta tras pregunta, los misterios parecían una cadena de infinita de sucesos inexplicables, y la verdad más lejos de lo que se pudieran imaginar. La Legión tenía algo claro, no debían bajar la guardia porque lo que sea que estaba sucediendo… apenas empezaba.

—Hace cinco años destruimos la muralla y atacamos a la humanidad. Yo soy el titán acorazado, y él es el titán colosal. Nuestro objetivo era que la humanidad desapareciera por completo, pero ahora ya no es necesario. Eren, si vienes con nosotros no tendremos que destruir la muralla ¿Lo entiendes?

Como si nada, Reiner Braun admitió la verdad que llevaban años ocultado, en principio parecía que estaba sumido en un delirio debido al trauma que sufrió esa noche en Utgard. Pero no, Reiner estaba decidido en ese momento a arriesgar el todo por el todo, llevarse a Eren, llevarse a Ymir… y también a Gerda, así no tendrían que matarla. Lo que sea que pasó entre él y ella en Utgard, sumando a sus misteriosas habilidades podían ser el tributo perfecto al llegar a casa.

Era un plan muy loco… no era la primera vez en ese día que internamente Reiner se preguntaba respecto a su cordura. Ahora, las cosas estaban claras para él, tenían que salir de una vez por todas de ese horrible lugar.

«Ella lo sabe todo… no tenemos más opción»

—¡Decidiremos esto ahora!

Tal como pasó con Ymir, un rayo de luz que venía desde el cielo seguido de un horrible estruendo sacudió la muralla. El increíble poder que desprendió la transformación barrió a los soldados que andaban cerca dejándolos con severos golpes y quemaduras. Bertholdt se transformó adhiriendo sus costillas colosales en el borde de la muralla, arrasando consigo a Krista quien cargaba con cuidado el cuerpo inconsciente de Gerda con ayuda de otro soldado.

Ahí estaba otra vez, el horror de hace cinco años haciéndoles frente.

El titán colosal extendió sus manos con dos objetivos claros, con una mano agarró el cuerpo de Ymir que estaba amarrado en una camilla, y con la otra agarró a Gerda que al igual que la castaña salió impelida por las fuertes ráfagas de vapor que salían de él.

—¡Ymir!

—¡Gerda!

Esos eran los llamados de sus impotentes amigos, horrorizados de cómo el titán colosal las llevaba a su boca.

¿Ese sería el final de Gerda Weber e Ymir?


A partir de este punto llega un momento importante en esta historia, y al parecer el misterio de Gerda es más profundo de lo que parece ¿Qué pasará con Gerda tras el secuestro de Bertholdt y Reiner? ¿Cuál es el secreto de Gerda? Todo eso y mucho más en los próximos capítulos.

Continuará...