Tras todo lo que ha sucedido desde que entró en la Legión, Gerda pensaba que los mejores años de su vida fueron cuando era una simple cadete dentro de la tropa 104, no olvidaba que ahí la vida fue bastante dura, pero si tenía que sopesar entre cosas buenas y malas, las cosas buenas en ese entonces superaban con creces sus actuales circunstancias. Para ella era perfecto, porque en su niñez sufrió mucho por los constantes viajes que hacía con su madre, sumando las burlas que recibió debido a su peculiar apariencia.
Recordaba que, tras un día sometida al infernal entrenamiento, llegaba su momento favorito en el día, la noche. En alguna de ellas disfrutó de la amena compañía de Marco Bodt, aunque por lo general prefería sentarse sola en medio del campo y hundir sus dedos entre la grama húmeda mientras inspiraba la fresca brisa nocturna.
Cuando Gerda veía las estrellas sentía una desconexión de la realidad, olvidaba de repente sus temores e inquietudes, simplemente era una chica que se embelesaba ante la arrebatadora belleza que presumía la naturaleza delante de sus ojos. Conservaba lindos recuerdos de estrellas fugaces en las noches de verano, en esos momentos recordaba a Kristen quien en un par de ocasiones le dijo que si cerraba los ojos y pedía un deseo este podía hacerse realidad… luego, se le escapaba una melancólica sonrisa de sus labios pensando en lo ingenua que era en esa época, pero también fueron buenos tiempos.
En otras ocasiones intentaba unir puntos haciendo dibujos en su mente o encontrando constelaciones como la osa mayor, la osa menor… cuando vivió en Shiganshina recordó que el doctor Jaeger le mostró un telescopio, aunque nunca llegó a usarlo en más de una ocasión tuvo ganas de utilizar uno y ver más de cerca los bellos detalles de las noches estrelladas.
—Oye ¿Qué haces aquí? —le sobresaltó esa voz que escuchó a su espalda y se volvió rápidamente, ahí vio a un chico rubio y corpulento bastante popular en su escuadrón—. Ya es hora de volver a nuestras habitaciones, si un soldado te descubre podrías ser castigada.
Esa fue la primera vez que Gerda cruzó palabra con Reiner Braun, en su mente lo tenía como una persona muy agradable y con buena disposición para ayudar a sus compañeros, a ella le agradaba particularmente porque era una persona que no atraía la atención innecesariamente a si misma. En alguna ocasión tuvieron a cargo la cocina, pero era la primera vez que lo trataba personalmente.
—Lo sé...—le contestó Gerda suspirando más relajada.
Como si no le hubiera dicho nada, volvió su mirada al cielo para seguir contemplando las estrellas. Poco después ella notó que el joven no se había apartado, más bien se sentó a su lado y junto a ella se puso a observar el cielo.
—Kristel ¿Verdad?
La joven asintió.
—¿Vienes aquí a menudo?
—Suelo venir casi todas las noches.
—La vista es realmente hermosa…
—Lo es.
La compañía de Reiner no le resultaba incómoda en absoluto, al parecer el joven tenía don de gentes porque podía tratar desde personas bruscas y emocionales como Connie y Eren a personalidades más reservadas y tranquilas como las de ella.
— No sé por qué… pero cuando pienso que puedo ver cosas como estas me hace sentir que mi existencia no es tan inútil después de todo —le contó, la peliblanca se sentía tan a gusto con él que de repente le dieron ganas de hablar.
El joven, mostrándose interesado y curioso a la vez, giró el rostro para verla y terminó conectando con lindos ojos claros. Gerda le pareció ver como sus palabras le trastocaron alguna fibra sensible, tenía una expresión algo afligida la cual intentaba disimular con una tenue sonrisa.
—Supongo que tienes razón…
Después de ese breve intercambio no dijeron nada más y siguieron contemplado en silencio el hermoso escenario natural. Ese fue el único contacto cercano que Gerda tuvo con Reiner Braun probablemente durante su segundo año de entrenamiento.
Aquello quizás no fue significativo para él, puede que ni siquiera se acordara de eso. Pero ese día resultó un hallazgo para ella sospechar que muy probablemente Reiner era mucho más de lo que mostraba.
¿Por qué recordaba eso ahora?
Gerda se encontraba muy desorientada, no sabía si estaba entre sueños o la realidad. Pero poco a poco sus sentidos se fueron acoplando a su entorno, era consciente de la superficie dura sobre la que reposaba su cuerpo y el aire fresco que chocaba contra su piel descubierta. De pronto, sintió la garganta seca, como si hubieran pasado horas sin tomar una gota de agua.
Lentamente fue abriendo los ojos topándose con la hermosa vista de un campo abierto.
«¿Dónde estoy?» preguntó sintiéndose muy cansada como para siquiera pensar.
—Vaya, parece que la bella durmiente al fin ha despertado —Gerda de pronto reconoció la voz de Ymir no muy lejos.
La joven abrió los ojos de par en par viendo fijamente a la muchacha justo delante de ella, lo primero que le llamó la atención fueron sus muñones de los cuales salían humo.
Gerda jadeó sorprendida.
—¿Qué…?
—¿Qué pasó? —le ayudó Ymir a completar la pregunta que era incapaz de formular—. ¿Tú que crees?
Lentamente llegaron a su mente los recuerdos de lo que habían vivido, Ymir era un titán y estuvo muy perjudicada durante la batalla, en cierto modo hacía sentido que se estuviera regenerando frente a sus ojos. Pero, no entendía por qué estaba fuera de las murallas sentada en la copa de un árbol gigante y rodeados de titanes.
—Recuerdo lo que pasó… pero ¿Por qué estamos aquí?
—Puedes preguntarles a ellos —le respondió Ymir señalando con la mirada a los sujetos sentados en las enormes ramas del árbol frente a ellas, allí estaban Reiner y Bertholdt.
Con la poca información que tenía, Gerda pudo asumir que de alguna forma fue raptada junto a Ymir. Aquel dato no le sorprendía. Su reacción llamó la atención en Ymir, pues notó como la peliblanca compartió con el rubio una mirada consternada.
—Asumo que tienes muchas preguntas, pero hablaremos cuando Eren despierte —señaló el rubio hacia el chico que yacía inconsciente, a quien Gerda no había notado hasta que lo mencionó—. Pero lo que diremos ya debes saberlo porque lo viste.
Ymir frunció el ceño, mirando a la peliblanca de forma inquisitiva.
—Kristel ¿Qué demonios…?
—Es muy loco si te explico… —le dijo Gerda mientras abrazaba sus piernas a manera de resguardo, aun no se sentía preparada para hablar y eso Ymir lo respetó haciendo un leve asentimiento con la cabeza—. Por cierto, mi verdadero nombre es Gerda Weber… el nombre de Kristel Lombard lo utilicé simplemente para entrar al ejército.
Ymir arqueó una ceja mostrándose ligeramente sorprendida, con razón aquella chica le parecía tan rara… hizo una mueca torcida, tomándose las cosas con calma y en parte le hizo gracia, ese juego de las falsas identidades le resultaba bastante familiar. Aun en esas circunstancias no desperdiciaba cualquier oportunidad de hacer un comentario mordaz o irónico.
—Vaya… eres toda una caja de sorpresas.
Gerda arqueó una ceja, no sabía si tomarlo como un cumplido.
Al ver que esta mantenía su semblante desenfadado asumió que Ymir simplemente estaba siendo ella misma.
—Aunque Gerda no sea un nombre muy bonito… te queda bien, luces mejor que cuando eras Kristel —el inesperado comentario de Ymir hizo que sus pálidas mejillas cobraran color.
E Ymir tenía mucha razón en esto que decía.
La chica que veía no tenía ese aspecto cobarde y debilucho que la caracterizaba siendo Kristel Lombard, más bien tenía un aspecto suave y salvaje con su cabello blanco alborotado; sus ojos tenían un aspecto melancólico, pero al mismo tiempo transmitían fortaleza. Parecía como si se hubiera rendido a la idea de seguir escondiéndose y simplemente se mostraba tal cual era, sin nada que temer.
Ymir la veía con una tenue sonrisa, como si le hubiese llegado a la mente un recuerdo grato el cual Gerda moría por saber, era completamente nuevo para ella tener esa clase de interacciones con la muchacha.
Gerda quiso sonreír para devolverle el gesto, pero tan sólo pudo dibujar una mueca extraña.
Luego miró de reojo a Reiner, quien parecía bastante perturbado por sus propios pensamientos. El muchacho casualmente también llevó su mirada hacia ella y sintió como se le apretujó el pecho cuando se vio reflejado en los nítidos ojos azules de Gerda.
Reiner sentía debilidad cuando la veía, de pronto quería arrodillarse y admitir todos sus pecados y buscar perdón como si ella fuera una especie de Dios que podría ofrecerle misericordia… Ella no lo miraba con odio, ni con resentimiento, reflejaba perfectamente la tristeza y el dolor que venía cargando durante años desde incluso años antes de llegar a ese lugar.
Él abrió los ojos asombrado al ver cómo un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas, igualmente Ymir quien se sentía extrañada por la repentina reacción de Gerda viendo a Reiner… podía simplemente asumir que probablemente tenía miedo, pero tenía bien claro que esas no eran lágrimas de miedo.
Esas eran las lágrimas que Reiner no había ido capaz de derramar.
El chico tembló y se tomó la cara queriendo aguantar las ganas de llorar.
—No sé si te acuerdes lo que te dije una vez cuando me acompañaste a ver las estrellas —le dijo Gerda esta vez con una tenue sonrisa en sus labios—. Pero cuando lo hice, me dio la impresión que ocultabas algo más allá de lo que siempre mostrabas. Y hoy me di cuenta que tuve razón. Sé que te consideras un desgraciado, un asesino por lo que hiciste. Y sí, fue horrible lo que hicieron, pero… no es justo, simplemente peleaste con lo que el mundo te dio.
Reiner abrió los ojos desmesuradamente, Bertholdt e Ymir igualmente, estos últimos dos se sentían descolocados porque no sabía exactamente a lo que se refería. Aquello era algo que sólo ella y Reiner podían entender. Pero independientemente de ello era un hecho que los tres se sintieron profundamente conmovidos por lo que dijo, pues tenía que ver íntimamente con la vida que llevaban y sus pesadas cargas. Algunas veces tenías la opción de ser bueno o ser malo, pero el mundo era tan cruel que algunas otras veces no te daba opción a elegir.
Los jóvenes permanecieron en silencio durante un buen rato, nadie se atrevía a añadirle nada más a sus palabras. Y a medida que fueron avanzando los minutos, el joven que yacía dormido poco a poco fue emitiendo quejidos audibles hasta que finalmente abrió de par en par sus hipnóticos ojos verdes.
Los ojos desorbitados de Eren se clavaron en Reiner, parecía bastante ensimismado seguramente recordando todo lo que había acontecido en la batalla de aquella tarde.
Cuando él se despertó surgió un silencio tenso, deshaciendo toda aquella melancolía y sentimentalismo de un principio.
Eren sacudió su cuerpo por mero instinto al reconocer que algo andaba mal con su cuerpo, y en efecto le faltaban sus brazos.
—Eren —lo llamó Ymir y el joven de inmediato dirigió su mirada a ella—. Mira, estamos iguales. Supongo que ambos acabamos teniendo un mal día.
—Ymir… —pronunció el joven al comprobar que realmente se trataba de ella, y se sorprendió aún más al reconocer a esa cabellera blanquecina que estaba acurrucada en si misma tras Ymir—. Gerda… ¿Qué diablos…?
Inmediatamente frunció el ceño y volvió bruscamente el rostro hacia Reiner.
—¿Qué diablos está pasando aquí? ¿Por qué está ella aquí? —exigió de forma muy demandante, tenía tantas preguntas que empezaba a sentirse abrumado—. ¿Por qué no tengo brazos?
—Lo siento —habló Reiner—. Tenía prisa. Cuando te mordí la nuca no tuve en cuenta los brazos.
—Entiendo… —contestó Eren bajando el rostro sintiéndose decepcionado consigo mismo al darse cuenta que había perdido.
La mirada de Eren era oscura, desde dentro venían burbujeando una malgama de sentimientos muy oscuros a medida que observaba a Reiner. Eso no era bueno. Aun desde donde estaba Gerda, quien guardaba una distancia considerable de él, podía sentir como el aura oscura y vengativa se iba apoderando de él.
Eren estaba enfurecido, pero era consciente de su notable desventaja así tenía que hacer lo posible en reprimir sus sentimientos. Hasta los poderes de los monstruos tenían un límite, y en sus condiciones físicas actuales no podría llegar a algún lado.
—No pueden siquiera transformarse en titanes —informó Reiner sabiendo las intenciones de Eren—. Hacerlo no es tan sencillo. Sus cuerpos se encuentran al límite, necesitan restaurarse primero.
—¿Serás idiota? ¿Por qué creería lo que me dices? —replicó Eren con una mirada muy resentida.
—Reiner, dijiste que hablaríamos cuando Eren se despertara ¿Qué piensas hacer con nosotros? —suspiró Ymir, rompiendo un tanto con la tensión que había formado entre esos dos.
—Los llevaremos a nuestro hogar —la respuesta el rubio hizo que Gerda y los demás con ella se sobresaltaran.
Reiner sabía que lo que decía era una completa locura para ellos, lógicamente a ninguno le apetecía ir a tierra desconocida a saber qué diantres les harían. Pero a pesar de sus deseos, ellos tres tenían más por perder. Al parecer nada funcionaría a menos que sucediera un milagro, y a medida que avanzaban las horas cada uno de ellos se convencía que algo así sería improbable.
Las cartas estaban a favor de Reiner y Bertholdt.
Lo único que podían hacer era obtener la mayor cantidad de información posible.
En todo esto, Eren se puso a pensar… era comprensible tener a Ymir con ellos si era un titán cambiante, pero ¿Y Gerda? ¿Qué hacía con ellos? ¿Acaso sería por la inusual reacción de los titanes sobre ella? Cual fuere el motivo la presencia de la peliblanca con ellos le desagradaba.
Era sumamente difícil para Eren actuar de forma muy contraria a la que dictaban sus sentimientos, el impulso martillaba su cabeza con ganas de volarle encima a Reiner y conseguir respuestas como sea.
Nació un lapso silencioso donde ninguno miró a los ojos del otro, hasta que de repente Ymir rompió el silencio con una petición.
—Oye, Reiner ¿Tienes agua? A este paso moriré de sed…
—Lo siento, aunque sea un asunto de vida o muerte no podemos conseguirla.
Así es, su situación no podía ser peor.
—Lo que me recuerda —dijo Reiner mirando a Bertholdt—. No hemos podido descansar desde que aparecieron los titanes ayer por la mañana. No hemos comido, bebido ni dormido…
En ese momento algo extraño pasó con la actitud de Reiner, su semblante y su tono de voz cambiaron completamente. Lo que salía de la boca de Reiner era insólito para los que estaba ahí, Gerda en particular se sintió dolor al escucharlo porque ella sabía el motivo de su conducta errática, todo lo que había pasado lo había rebosado y terminó dividió haciendo que una parte de él realmente creyera que era un soldado.
Para Gerda era muy triste que una persona terminara así…
No obstante, no podía contar que sus dos compañeros se lo tomaran de la misma manera. Eren en especial estaba enfurecido pues sentía que se estaban burlando de ellos. En su mirada se notaba que los sentimientos habían ahogado la razón mostrándose completamente fuera de sus cabales en esos ojos esmeraldas tan abiertos como platos los cuales reflejaba el vívido deseo de destrozarlo con sus propias manos.
Eren no estaba dispuesto a mostrarles un ápice de compasión…
—Es ridículo —habló Eren—. ¿Por qué te haces la víctima? Dime… ¿En qué pensabas cuando hablaste con nosotros aquel día?
Sin dudas era doloroso, aquellos que eran sus supuestos amigos y le dieron apoyo terminaron clavándole un puñal por la espalda.
—Le conté todo a ustedes, como se comieron a mi madre. Un trozo de la puerta que destruyeron cayó sobre mi casa y mi madre no pudo huir —La voz emocional del joven temblaba como si estuviera a punto de llorar. A Gerda se le apretujó el corazón al imaginarse todo aquello, comprendía que estuviera cegado por la rabia, y por más que Reiner y Bertholdt fueran víctimas de sus propias circunstancias aún corría por sus manos sangre inocente, y esas manchas eran muy difíciles de sacar.
—Aquel día… —dijo esta vez Bertholdt tomando la palabra, a diferencia de Reiner este se mantenía callado—. Me sentí mal por ti.
—Claro… —la expresión de Eren daba miedo, él transmitía un aura amenazante y sombría, tanto así que la peliblanca llegó a sentir escalofríos. Sus ojos parecían casi salirse de sus órbitas observando fijamente a los chicos.
Gerda apenas podía creer que ese era el Eren que conoció cuando era niña. La ira se lo estaba engullendo vivo justo delante de sus ojos sacando lo peor de él. Aquello le resultó aterrador.
—Ustedes… ustedes no son soldados ni guerreros. Solamente son malditos asesinos que mataron a miles de inocentes ese día.
—¿¡Crees que no lo sé!? ¡No necesito que me lo digas! —gritó Reiner completamente frustrado.
—¡Entonces no finjas tener emociones como nosotros! ¡Por su culpa nuestra vida es un infierno!
—¿¡Y qué esperas de estos asesinos!? ¿¡Qué nos arrodillemos arrepentidos!? ¡Si gritar te hace sentir mejor, entonces grita todo lo que quieras!
El griterío cesó con las palabras de Reiner, pero solamente terminaron ensombreciendo la expresión de Eren a una más terrorífica.
—Es verdad, soy muy tonto. Debo seguir… debo hacer todo lo que pueda para que sufran y mueran de la peor forma posible.
Las féminas al lado de Eren abrieron sus bocas atemorizadas.
—No… —dijo esta vez Ymir, llamando la atención del chico—. Eren, si dices esas cosas entonces no puedo contar contigo.
—Ymir tiene razón Eren —hablo Gerda, por un momento ella los miró de forma melancólica desde el rabillo del ojo—. Pensar de esa forma no nos ayudará en la situación en que estamos, usa la cabeza.
Pero lo que Gerda no tuvo en cuenta, es que la expresión que ella dio a esos chicos encendió una llama interna que le dio paso una sensación ardiente echando más leña a los arrolladores sentimientos del Jaeger.
—¿Qué… Gerda? —cuestionó Eren con la misma expresión sombría.
Gerda lo miró con cierto temor.
—¿Por qué miras a esos miserables de esa forma? ¿Acaso no escuchaste lo que dije? Mientras estos desgraciados masacraron miles de personas… mi mamá, a la que conociste, fue devorada por un titán… y vivimos un infierno antes de unirnos al ejército, Armin perdió a su abuelo… ¿Y te atreves a mirarlos de esa manera? —las filosas palabras de Eren la lastimaron, ella lamentaba esas muertes y se sentía profundamente mal por lo que estaba haciendo… pero él no entendía por qué los veía así.
Gerda simplemente optó por apartar la mirada, especialmente lejos de la de Eren, pero eso hizo que se enojara más.
—Claro… fue bastante oportuno que tú y tu madre se marcharan. Mientras miles eran asesinados, tú estabas sana y salva en el interior ¿Qué puedes saber tú de lo que siento? —la atacó mostrándose mezquino en su tono de voz—. Quién sabe si ustedes también tuvieron algo que ver con eso… con tus habilidades y ver cómo te has ocultado todos estos años no te hace muy diferente a ellos.
Gerda abrió los ojos desmesuradamente sin poder creer lo que había escuchado de su boca. Eren en muchas ocasiones pecó por hablar de más y la había tratado mal muchas veces en el pasado. Pero esta vez sus palabras no fueron torpes intentos de socializar o llamar su atención, expresamente aventó su mar de ira y frustración sobre ella con la intención de lastimarla, y lo había logrado.
Esa fue la gota que derramó el vaso, Gerda sintió una oleada de furia invadir su cuerpo, tanto así que se levantó de súbito y con una clara expresión enfurecida se enfrentó a la mirada de Eren.
—¡Cállate! —definitivamente no podía permanecer callada ante tan horrible acusación.
Ymir y los otros chicos se asombraron por la reacción pues nunca se imaginaron ver a la peliblanca así de enojada.
La chica apretaba sus puños con tanta fuerza que temblaban, aguantaba las ganas de abalanzarse sobre Eren y propinarle unos buenos merecidos golpes. Pero como estaban en la rama de un árbol, si hacía algo como eso ambos muy probablemente terminarían siendo el manjar de los titanes que intentaban alcanzarlos con ansias.
—Te pasaste… —pronunció la chica con voz rasposa, apenas articulaba las palabras debido a la tensión que había en su mandíbula—. Entiendo que estés enojado… pero si así pretendes encontrar respuestas ¡Buena suerte Eren Jaeger! Tú no entiendes nada, imbécil. Así que no hables como si supieras todo ¡Sólo te estás comportando como un idiota! —dijo esto último con voz clara y rabiosa, tanto así que le quitó las palabras a Eren de la boca—. Y que sea la última vez que intentes mencionar a mi madre en esto.
Entre tanto, Ymir soltó un suspiro.
El joven se dejó caer sentado con la cara llena de frustración, sorprendentemente aquellas palabras frenaron sus problemáticos sentimientos de momento. Lo único que le pasó por la cabeza es que nuevamente la había cagado con Gerda, bastante serio, y empezó a reprenderse. En realidad, no pretendía decirle eso, realmente no sentía todo lo que le dijo.
Suspiró frustrado y apretó la mandíbula.
—Reiner ¿Me puedes decir que saben de ese mono? —preguntó Ymir curiosa, en gran parte también para cambiar el horrible ambiente que se había formado por Eren y Gerda.
Reiner admitió no conocerlo, pero su mirada decía otra cosa, era evidente que por más que ellos preguntaran no estarían dispuestos a compartir ninguna clase de información con ellos. A ese punto de la conversación Gerda no comprendía muy bien de qué hablaban, probablemente el avistamiento de ese titán había ocurrido mientras ella aún estaba desmayada. Al parecer esa criatura fue la responsable de todo el alboroto en la muralla y el motivo de la conducta tan extraña de los titanes en el castillo en medio de la noche.
—Si llegan hasta él, podrán volver a casa ¿No es cierto? —dijo Ymir dejando a los chicos completamente anonadados, aparentemente la chica había desvelado una verdad infalible, y esa información afectó las sensibles emociones de Eren Jaeger.
—¿Lo sabías? ¿Qué sabes? ¡Habla! —exigió el muchacho.
—Espera, yo también tengo mis circunstancias.
—¿Qué circunstancias?
Los constantes gruñidos de Eren irritaron a Gerda nuevamente y lo miró mal.
—¡Eren! ¿¡Puedes callarte y escuchar!
Ymir suspiró y se intentó explicar nuevamente.
—Eren, si crees que matándolos solucionarás todo, estás completamente equivocado.
Las palabras de la joven parecieron sorprender a Eren.
—Entonces ¿¡Quién es el enemigo!?
—¿El enemigo? Si lo supieras…
Sí, Ymir al parecer sabía demasiado…demasiado como para el bien de todos. Gerda escuchaba atentamente cada palabra de la joven y se sentía cada vez perdida. Ahí la peliblanca cayó de cuenta que en ese mundo no se trataba sólo de titanes, o de los secretos de dejaron su madre y el doctor Jaeger antes de desaparecer de la faz de la tierra. No, había algo más grande… y Gerda se sintió aterrada con sólo imaginarlo.
¿Qué debía hacer? Eso lo tenía muy claro, pero cuando veía a Ymir… no tanto. Por un momento quiso saber qué estaba pensado, no porque dudara de sus intenciones. Sino, quería asegurarse que aun más allá de la insólita situación que estaban viviendo, la Ymir que estaba frente a ella era genuinamente la chica que siempre la molestaba por ser débil. Gerda le parecían duros los cambios, en especial si estos tenían que ver con personas importantes en sus vidas. Claro, no es que tuvieran la mejor relación del mundo, pero se había acostumbrado a recibir sus comentarios burlones. Además, independientemente de lo que Ymir decidiera, le podría afectar a Krista.
Gerda no era una chica glacial ante las emociones ajenas, ella se preocupaba aunque no lo pareciera. Y en ese momento ella estaba inmensamente preocupada por las chicas con las que pasaba más tiempo en la Legión.
—Ymir, si sabes tanto, piensa en lo que vas a hacer. Puedes unirte a nuestro lado —dijo un Reiner persuasivo, e Ymir no fue indiferente a sus palabras. Algo se removió en el interior de la joven que posiblemente la hiciera tambalear en su opción de estar del lado de la humanidad en las murallas—. Tú también Gerda…
La inclusión de la peliblanca sobresaltó a los jóvenes frente a ella, quien de inmediato le clavaron la mirada.
—Reiner, yo…
—Tú sabes mejor que nadie lo que hay más allá de los muros, lo viste... Piénsalo bien.
La afirmación de Reiner la dejó sin palabras, ni siquiera sabía qué decir. A la vez que se sentía sofocada siendo engullida por la fuerte mirada de Eren.
Gerda suspiró, al parecer tendría más opción que contarlo.
—Ymir ¿Recuerdas cuando me desmayé después de ayudar a Reiner con el titán? No sé cómo, pero asumo que el contacto que hice con su sangre para limpiar sus heridas hizo que llegaran a mi cabeza recuerdos de la vida de Reiner, de su infancia, dónde creció y… cómo llegaron aquí.
Ymir y Eren se quedaron con la boca abierta completamente anonadados.
—¿Cómo rayos eso puede ser posible? —masculló Eren.
—Eso también quisiera saberlo… pero, eso no lo puedo saber si estoy lejos de las murallas. Lo siento, Reiner —la respuesta de Gerda fue bastante firme. Gerda sabía muy bien de qué parte estaba e ir con ellos sería como el sello de sentencia para apartarse de su madre y las posibles respuestas a su existencia. No obstante, queriendo ir o no, si no tenía poder para combatirlos a los tres su voluntad valía un comino.
Y hablando de voluntades, no estaba segura que la chica frente a ella pensara lo mismo. La única fuente principal en las motivaciones de Ymir era Krista, y desde el momento en que Reiner le dijo que uniéndose a ellos podía proteger a Krista… la había perdido de su lado.
No podía molestarse con ella al pensar de esa manera, si para ella Krista era incluso más importante que la humanidad no podía culparla por protegerla. Lo había atestiguado esa vez cuando cabalgaban juntas buscando la brecha en la muralla Rose.
Gerda, al igual que Eren tenía muchas preguntas ¿Por qué decía que el mundo no tenía futuro? Lógicamente ella podía deducir que la respuesta podía estar relacionada con los recuerdos de Reiner, pero no podía saber nada más porque lo que vio fueron simplemente imágenes, algunas de ellas no muy claras y quizás no seguían un orden cronológico. Estas le revelaron mucho, como el hecho de que los humanos en la muralla no eran los únicos, pero más allá de eso las imágenes por sí solas no le decían nada.
—¡Oye Ymir! —exclamó un Eren ante la carencia de respuestas clara—. ¡Di algo! ¿Quién es el enemigo?
Gerda suspiró.
«Tonto… ¿Cuándo va a aprender que con esa actitud no logrará nada sino empeorar las cosas?» se lamentó en silencio, esta vez no se molestaría en reprenderlo «¿Acaso no lo ve?... Ymir ya no está de nuestro lado».
—Quién sabe… —la mirada estoica de la joven llenó de frustración a Eren. Luego, se volvió hacia Gerda con la misma expresión—. Lo siento…
—Para ti lo más importante es Krista, no te puedo culpar.
—Decidido —sentenció el rubio—. Lo siento, Eren, Gerda…
El joven iba a continuar hablando sobre su próximo movimiento, o al menos lo que harían con ellos teniendo a un tercer titán de su lado. Pero, sorprendentemente algo lo detuvo, y eso fue el humo verde… la Legión estaba cerca.
Los jóvenes abrieron los ojos desmesuradamente sin creer lo que veían.
A Gerda le aumentaron los latidos del corazón al ser consciente de eso, pues al parecer el milagro que tanto necesitaban ocurriría. Pero claro, esto la ponía nerviosa porque con esos tres más los titanes bajo sus pies indudablemente habría una masacre.
La mera aparición de la Legión antes de lo esperado cambiaba radicalmente los planes de Reiner y Bertholdt, ambos se miraron sin tener muy claro qué hacer. No había tiempo que perder especulando en un nuevo plan, debían actuar, y rápido. La única opción que tenían era huir con el equipo, el problema es que ellos sólo eran dos y no podrían cargar con los tres… ellos debían deshacerse de uno para seguir adelante.
Reiner miró a Gerda frunciendo el entrecejo.
No le gustaba la idea, pero si tenían que ponerse a elegir por relevancia, entre ellos la menos importante era Gerda. Pero sabía demasiado para dejarla así sin más…
Él apretó los puños hasta que sus nudillos se volvieron blancos, odiaba la decisión que tendría que tomar. Pero eso había firmado ser, un guerrero despiadado, dispuesto a acabar con todo obstáculo para cumplir su misión con éxito.
—Bertholdt —llamó al joven, quien también pensaba con ansiedad en la complicada situación en la que se encontraban—. Retén a esos dos.
El chico asintió con nerviosismo y le dio una mirada fugaz a la peliblanca.
Desde el momento en que recibió esa mirada Gerda presintió que algo no muy bueno le deparaba. Tragó en seco por mero reflejo al ver como Reiner se dirigió hacia ella con ayuda del equipo de maniobras, y ahí vio la oscura mirada de un guerrero haciendo su deber, ese no era el simpático y afable soldado del que alguna vez llegó a sentir admiración en silencio.
La expresión de Gerda reflejaba claramente el temor que sentía, estaba prácticamente acorralada entre el corpulento cuerpo del muchacho y el largo precipicio donde le aguardaría una muerte segura con sólo la caída.
Reiner no podía evitar sentirse fatal, un revoltijo caótico de emociones se removía por dentro gritándole que no la dañara. Su expresión era dura, aunque reflejaba su debilidad en el temblor de su mano donde agarraba firmemente la cuchilla.
«Soy un guerrero» se decía Reiner «Me he manchado las manos con miles de vidas… sólo debo hacerlo una vez más».
—Reiner ¿Acaso planeas matarla? —dijo Ymir con el semblante ensombrecido debido a las evidentes intenciones homicidas del rubio.
Eren por un momento se había quedado helado, miró completamente absorto lo que sucedía… Reiner se acercaba lentamente a Gerda con una expresión amenazante y la mano sobre el mango de la cuchilla ¿Qué iba a pasar? Pero a la mención de cierta palabra "matar", reaccionó dejando ver unos fulgurantes ojos enfurecidos dispuestos a arremeter contra Reiner. En ese momento, Bertholdt hizo como de muro humano impidiendo que el joven se aproximara a ellos. En el proceso, Bertholdt se llevó unos golpes de Eren, pero supo retenerlo bien durante el tiempo necesario.
—No podemos llevarlos a los tres… tenemos que hacer algo. Ella sabe demasiado —dijo Reiner respondiéndole a Ymir, haciendo caso omiso al alboroto que hacía Jaeger despotricando y amenazándolos.
—¿¡Qué piensas hacerle, hijo de perra!? —Eren no podía permitir que terminaran con la vida de ella delante de sus ojos.
Ymir en cambio, permanecía más serena, evaluando la situación con el ceño fruncido… ¿Realmente Reiner sería capaz de arrebatarle la vida a la chica?
Gerda no sabía que decir, sus ojos claros reflejaban perfectamente el semblante sombrío del chico como un espejo, su mente había quedado en blanco a total merced de su asesino.
Reiner esperaba que Gerda le dijera algo, que lo insultara, que lo mirara con odio… pero jamás pasó, y eso le pesó. Estaba totalmente convencido de que si la mataba se arrepentiría de por vida por hacerlo.
«Soy un guerrero…» Sí, Reiner Braun era un guerrero.
—Lo siento…
Su movimiento fue tan rápido y decisivo que en pocos segundos todo se volvió negro.
Reiner y Bertholdt huían a toda prisa con el equipo entre el bosque de los árboles gigantes, el rubio tenía a un Eren inconsciente y amordazado en la espalda mientras que el chico alto de cabellos oscuros cargaba a Ymir. La joven tras su espalda miraba fijamente hacia atrás tratando de asimilar todo lo que había sucedido, y luego miró a Reiner.
El viaje era en silencio y con mucha prisa por razones obvias, pero mucho más que eso lo evidenciaba la ocasional mirada de Bertholdt hacia Reiner, el joven portador del titán colosal parecía preocupado y disgustado por la decisión que había tomado.
—Oye Reiner —habló Ymir de repente con los ojos clavados en el rubio—. ¿No que ibas a matarla?
Inmediatamente el joven endureció el gesto, y al no recibir respuesta confirmó sus pensamientos.
«Entonces estos tipos tienen sentimientos después de todo…»
E Ymir definitivamente iba a aprovechar esa debilidad para hacer realidad su último deseo… ver a Krista otra vez.
Durante su huida ambos chicos reflexionaron sobre sus mayores errores, y es que sucumbieron ante su debilidad, sus sentimientos. Así es, aunque esos chicos fueran genocidas por dentro eran simples humanos, simples chicos que tenían emociones y se doblegaron ante ellos durante todo su escape sintiendo el enorme peso del fracaso sobre sus hombros ¿Ahora cómo volverían a casa?
La batalla que se libró con la Legión intentando recuperar a Eren fue catastrófica, y a medida que avanzaban sus corazones se desgarraban dándole la cara a sus excompañeros. La isla estaba verdaderamente maldita, porque en lugar de hacerse más fuertes sus debilidades se hicieron más grandes. Y todo quedó en evidencia con ese primer gran error que cometieron al intentar huir y no matar a Gerda Weber.
Reiner no tuvo la frialdad suficiente para matarla, simplemente le dio un golpe en la parte trasera de su cabeza para que cayera desmayada y luego tomó su cuerpo para ponerla en un lugar donde con suerte algún miembro de la Legión pudiera encontrarla. Bertholdt no estaba contento con la decisión final, aunque tampoco podía echárselo en cara pues ni él mismo sería capaz de hacer eso.
Al final de ese día sucedieron sorpresas inesperadas, como el hecho de que ellos estuvieron equivocados todo ese tiempo con respecto a dónde estaba la coordenada. En principios sus sospechas estuvieron sobre Krista Lenz, o mejor dicho Historia. Pero desafortunadamente estaba en manos de Eren, quien en un intento de salvar su vida terminó atrayendo una horda de titanes hacia los traidores. Aparentemente, Eren no era el único que tenía un efecto raro en los titanes aparte de Gerda.
Y hablando de Gerda, la chica fue encontrada por golpe de suerte mientras unos soldados de la Legión estaban en el bosque cuando empezó la persecución de los muchachos.
El día definitivamente fue intenso, y tras ese día, cuando la peliblanca se levantó de su lecho tuvo muchas cosas en las cuales pensar. La joven miró sus manos frustrada pensando que había quedado desmayada otra vez y no había sido capaz de pelear. Se dijo que si quería avanzar en esta retorcida historia debía esforzarse el triple, pero las intenciones no eran suficientes.
Gerda suspiró cayendo de espaldas bruscamente sobre la cama… lo bueno que destacaría en todo esto es que por fin podía dormir en una cama de verdad, aunque se tratara solamente de la cama de la enfermería. A pesar del corto tiempo en celda, sentía que había pasado una eternidad desde la última vez que durmió en una cama.
—Gerda Weber, el comandante requiere su presencia —anunció un soldado quien entró de repente en la enfermería dándole un susto a la muchacha.
Ella asintió y sin mucha dilación se levantó de la cama. No se preocupó mucho por sus fachas en vista que, desde que estaba en observación sólo tenía disponible lo que llevaba puesto, una camisa blanca algo desprolija y una falda marrón que llegaba a sus tobillos. Tampoco se preocupó en recoger su cabello en la pañoleta, estaba cansada y en ese momento le daba completamente igual si su cabello era visible o no.
Gerda tenía entendido que el comandante Smith estaba en una de las habitaciones cerca de la enfermería, entre todos él estaba en peores condiciones debido a que había perdido su brazo. Mentiría si dijera que no estaba preocupada.
Le ponía nerviosa saber lo que querría en esta ocasión… bueno, ella lo sabía. Pero las ganas de hablar eran pocos, más otra opción no tenía.
Ella exhaló a manera de calmar su ansiedad antes de tocar la puerta, y poco después la abrió. Ahí vio al comandante Erwin postrado en cama, y a un lado el capitán Levi quien la atravesaba su filosa mirada que era capaz de penetrarle hasta el alma.
Afortunadamente, la mirada del rubio era lo suficientemente amable para contrarrestar las vibras negativas que le trasmitía el capitán.
—Señor —Gerda hizo en saludo por mera formalidad.
—Gerda —habló Erwin a modo de saludo—. Toma asiento por favor.
El hombre le señaló con la mirada la silla junto a su cama, la joven obedeció.
Le dio una mirada al capitán rápida, quien le quedaba justo al frente teniendo la cama de Erwin de por medio. Podía comparar la mirada del pelinegro a la de un animal feroz vigilando a su presa con una escalofriante mirada analítica.
—¿Has descansado bien? —preguntó el comandante sorprendiendo a la joven por la actitud tan serena que manifestaba el mayor a pesar de haber perdido un brazo. De hecho, no parecía como si hubiera perdido un brazo, se le veía muy tranquilo.
—Sí… gracias señor.
El hombre asintió.
—Me imagino que estos días han sido una locura para ti, especialmente por los titanes… Quisiera que me reportes la situación contigo mientras estabas en el castillo Utgard, y por qué el enemigo te secuestró junto a Eren Jaeger.
Gerda retuvo el aire en sus pulmones ¿Qué podía decirles?
Agarró con fuerza la tela de la falda al recordar las terribles emociones que vivió en el castillo, más bien la pregunta era ¿Por dónde debía empezar?
—Lo del castillo Utgard fue terrible… no hay otra palabra para describirlo —Gerda empezó a relatar con la mayor cantidad de detalles posible, desde su capacidad de repeler a los titanes hasta la forma en la que detuvo a los titanes después que Ymir derribara la torre del castillo en su forma de titán, esto último Erwin y Levi lo sabían por los reportes de los otros soldados que estuvieron presentes durante el acontecimiento.
Los adultos se mostraban asombrados a medida que las palabras salían de la boca de la joven, cada vez las cosas eran más inciertas respecto a ella y su verdadera identidad. Y eso a su vez frustraba a Gerda, aunque tenía curiosidad de saber qué era lo que le pasaba, al mismo tiempo la aterraba… Al final omitió algunas cosas, especialmente el extraño sueño que tuvo y su encuentro con la misteriosa mujer Helga. Cuando llegó a la cama de la enfermería tuvo tiempo para reflexionar en todo ello y cada vez se convencía de que no fue un sueño cualquiera. Según esa mujer eventualmente llegaría a comprenderlo todo… Le inquietaba no entender a qué se refería cuando dijo que lo sabría a su debido tiempo.
En todo caso, lo que era realmente importante para sus superiores era el motivo por el que Reiner Braun y Bertholdt Hoover habían decidido raptarla junto a Jaeger ¿Acaso sabían algo de ella que ellos no?
—Cuando estábamos en el castillo, de alguna forma logré ver los recuerdos de Reiner —contó mientras miraba sus manos recordando la sensación de la sangre caliente del joven en la punta de sus dedos—. Él resultó herido por la mordida de un titán e intenté ayudarlo… pero en cuanto mis dedos hicieron contacto con su sangre, en mi mente empezaron a aparecer sus recuerdos, así me enteré que ellos fueron los responsables en destruir la muralla. Tal vez me llevaron con ellos para deshacerse de mí porque sabía demasiado.
—Pero te dejaron con vida… —pronunció Erwin bastante intrigado.
—Hasta yo estoy sorprendida, en el bosque de los árboles gigantes Reiner parecía querer matarme, pero al final no lo hizo —explicó la joven dejando el hecho inconcluso, ella sabía que al final Reiner no la mató en parte por el vínculo que se había formado con él tras ver sus recuerdos… o al menos esa era su teoría pues era así como lo sentía.
A pesar de estar probablemente cientos de kilómetros lejos del rubio, una parte de ella podía sentirlo… era una sensación aterradora desde su punto de vista. No saber cuán cerca estaba, pero sabía que no se había ido, tal vez acechando para el próximo ataque. Porque eso sí, Gerda y todos en la Legión sabían que esa no sería la última vez de ellos.
—Si pudiste ver los recuerdos de ese chico ¿Crees que puedas ver los de Eren? —comentó por primera vez el capitán, a diferencia del principio tenía una pose un poco más abierta al diálogo.
—Probablemente… —respondió ella no muy segura, pensaba que quizás podría funcionar. Pero la idea de experimentar ese dolor, le hacía que naturalmente rechazara la oferta. No obstante, tal vez pudiera ser la oportunidad de volver a ese extraño lugar y encontrarse con Helga, o ese extraño hombre…
Los colores se le subieron a la cara al recordarlo, y sacudió su cabeza tratando de remover aquellos vergonzosos recuerdos. No era el mejor momento para que eso llegara a su cabeza.
—En tal caso habría que hablar con Hange para hacer el experimento —añadió el capitán hacia el comandante quien asintió estando de acuerdo con la idea.
Hubo un momento en silencio mientras Gerda jugaba con sus manos con la tela de la falta, el comandante la miraba fijamente. Tras hacer el reporte, aun había algo que Erwin quería preguntar.
—Gerda —a la mención de su nombre la joven levantó la mirada y conectó con los ojos azules del mayor—. La Policía Militar lleva a cabo una investigación respecto a tu madre, hace unos dieciséis años ella mató a un hombre en Stohess ¿Sabes algo al respecto?
Contrario a lo que se esperaba, la joven se mostró acongojada y bajó la mirada.
—Hace unos años escuché una historia de una vieja amiga de mi madre… —explicó—. Mi madre fue secuestrada un año antes de conocer a mi padre, afortunadamente logró escapar. Imagino que por eso siempre huía tanto y se preocupaba especialmente por la Policía Militar.
—Entiendo, muchas gracias por tu colaboración.
Cuando Erwin le pidió a Gerda retirarse la habitación quedó cargada con una sensación de pesadez que los dejó sumidos en sus pensamientos por un lapso indeterminado. A diferencia del rubio, el Ackerman lucía descontento, todo era tan complicado que hacía que le doliera la cabeza.
El hombre se llevó la mano hacia el entrecejo y masajeó esa parte antes de chasquear la lengua.
Erwin llevó su mirada el hombre más fuerte de la humanidad, y sonrió. Aunque tuviera cara de asquear la vida misma, lo conocía muy bien.
—¿Te preocupa algo?
—Esa mocosa es un problema.
—Lo es —respondió con calma, desviando su rostro hacia la puerta de dónde había salido. Gerda le recordaba tanto a Kristen que apenas se sentía perturbado por todas las cuestiones a su alrededor.
—Veo que lograste empatizar con ella…
Ante el comentario, la reacción inmediata del capitán fue fruncir el ceño.
—Parece que perder el brazo también te afectó el cerebro.
Eso era un sí.
El comandante dejó salir un soplido por su nariz y se puso a pensar más seriamente en todo lo que la joven le había dicho. Sin dudas confiaba ciegamente que la existencia de Gerda podía significar algo bueno para la humanidad, pero las pruebas que se presentaban en el momento los hacía dudar a todos.
A Erwin Smith le parecía inconcebible que Kristen fueran parte de algo nocivo para la humanidad. Pero claro, no tenía esas dudas sólo por el mero cariño y sentimentalismo, había otras implicaciones y tras lo que había revelado Gerda sobre el secuestro de Kristen, sumando el hecho de que el culto de la muralla ocultara secretos tan importantes como titanes dentro de los muros, le hizo cuestionarse si la monarquía realmente estaba bien.
—¿El pastor Nick aun no dice nada más?
—Tengo entendido que después de lo que dijo no ha vuelto a abrir la boca —respondió Levi—. Pero unos soldados fueron enviados a su casa a investigar.
—Bien —dijo Erwin complacido—. Tan pronto sepan algo háganmelo saber de inmediato.
Después de esa reunión Gerda optó por dar un paseo por los alrededores del castillo. La tarde era bastante agradable, había una ligera brisa que mecía las hebras de cabello blanco que salían de su coleta baja. La joven iba absorta en sus propios pensamientos, intentaba buscar en sus memorias algo que le pudiera decir algo respecto a todo el misterio respecto a su existencia… cualquier cosa que hubiese hecho o dicho su madre.
Se empeñaba más en hacerlo cuando Erwin le trajo el recuerdo de esa historia que le había hecho Catleya poco tiempo antes de unirse al ejército. Por eso se esforzó por mantener oculto su cabello tal como hacía su madre, más que adoptarlo como una costumbre inculcada por ella.
Gerda no se había dado cuenta que iba a pasar justo donde estaban Jean, Armin, Mikasa y Eren… estos llevaban un buen rato hablando de lo ocurrido con Reiner y Bertholdt. Las cosas eran complicadas, y se sumaba nuevamente una carga de responsabilidad en los hombros de Eren al darse cuenta que tenía más poder del cual hacerse responsable.
Cuando Gerda entró en el campo de visión de Armin, su mirada se iluminó. Por primera vez llegaba a verla de cerca tras todo lo sucedido. El muchacho no disimuló la alegría que sentía al, dejó a un lado su rostro preocupado y dio unos pasos hacia ella.
—¡Gerda!
La muchacha alzó la vista y conectó con los bonitos ojos de Armin. En parte se sentía mal porque no habían tenido tiempo de siquiera ponerse al día con todo lo que había sucedido. Realmente se moría de ganas de hablar largo y tendido con él.
—¿Cómo estás? ¿Ya estás mejor?
—Sí, muchas gracias Armin —le respondió la joven.
—Nos preocupamos mucho cuando escuchamos que fuiste encontrada inconsciente en medio del bosque.
La joven sonrió avergonzada y dio un corto agradecimiento.
—Sí, es bueno saber que estás bien —habló Jean esta vez acercándose a la chica con una expresión amigable.
Las cosas se estaban ambientando para una buena conversación entre ella, Armin y Jean… pero todo cambió drásticamente cuando vio a Eren. El gesto de la joven se volvió glacial recordando las cosas que le dijo. La intensa mirada del joven y el ceño fruncido que lo acompañaba le dejó un mal sabor de boca y con la urgencia de salir tan pronto como fuera posible, era palpable la tensión que había entre esos dos.
Eso dejó descolocados a los demás por el drástico cambio en el ambiente.
—Es bueno verlos chicos, pero tengo cosas que hacer. Hablamos en otro rato.
Dicho esto, se marchó aun sintiendo la mirada de Eren perforando su espalda.
—Idiota —dijo Jean sacándolo de su ensimismamiento, ahora tenía la mirada iracunda de Eren sobre él—. Se fue por tu culpa.
Eren abrió la boca para responder, pero fue interrumpido por la pregunta que soltó Armin:
—Eren… ¿Acaso pasó algo contigo y Gerda? —dijo Armin mostrando preocupación, no le gustaba la mirada que tenía su amigo, como si de repente al ver a Gerda lo hubiera invadido una ola de irritación y frustración.
Armin notó que desde que llegaron a la muralla Eren lucía bastante intranquilo, y no sólo se trataba de la forma en que había dirigido a los titanes para escapar de Reiner. Al ver cómo habían reaccionado esos dos se dio cuenta que Gerda posiblemente la respuesta a la inquietud de Eren, y es que estaba tan liado con sus sentimientos que una parte de él deseaba enfrentarse a ella y hacerle preguntas sobre todo lo sucedido, pero también se sentía terriblemente mal por todo lo que le había dicho. Él estaba tan frustrado y tan desesperado que sentía como estos sentimientos le quemaban la piel pues no estaba seguro de qué hacer.
El joven miró la dirección hacia dónde se había marchado.
Eren lo pensó y se dijo que no podía quedarse así.
—Vuelvo en un momento —Eren salió con ímpetu esperando alcanzar a la peliblanca la cual justo había girado hacia la derecha terminaba por donde terminaba el pasillo.
—¡Eren! —tanto Armin como Mikasa lo habían llamado al unísono, pero no tenía caso.
Se escuchó a Armin suspirar con pesadez y Jean arqueó una ceja.
—¿Acaso algo pasa entre esos dos?
—En realidad nosotros nos conocemos desde pequeños, pero Eren y Gerda siempre se han llevado fatal… sólo espero que esta vez no meta la pata.
—Así que son amigos… —el joven se quedó pensativo, analizando el curioso comportamiento de Eren y los ojos de descontento en Mikasa viendo como este había salido tras la peliblanca.
Gerda caminaba a paso apresurado por el pasillo con la esperanza de llegar lo más pronto posible a otro lugar donde no tuviera que encontrarse con Eren, lo último que deseaba era ver su cara, tenía entendido que al menos podía dormir en la enfermería por unos días antes de volver a la celda.
No obstante, esta vez las cosas parecían no estar a favor de Gerda quien poco después siente un fuerte tirón en su muñeca que hace que se vuelva violentamente hacia atrás.
Abrió los ojos como platos al encontrarse con la fulgurosa mirada esmeralda de Eren, quien la sostenía con fuerza de la muñeca, añadiendo que le había pegado un gran susto.
—¿Qué demonios…?
No se imaginó que la seguiría.
Gerda maldijo su suerte.
Estaba evitándolo por razones evidentes, pero ya se le habían acabado las oportunidades.
Un enojo instantáneo se apoderó de ella, tal como cuando eran pequeños. Cada vez que Eren la miraba de esa forma tan demandante tenía ganas de gritarle y mandarlo al demonio, justamente lo que quería hacer.
—¿Qué demonios estás haciendo, Jaeger? —Con un fuerte tirón logró soltarse del agarre del muchacho—. ¿Acaso no tuviste suficiente con todo lo que me dijiste?
Este había sido muy brusco, por eso empezó a sentir dolor y procedió a masajearse el área para aliviar el dolor…
«Genial» como su piel era muy sensible no tardaría en tener una marca.
Eren sintió un respingo de arrepentimiento…
—Quiero que me expliques qué pasó ese día —expresó el Jaeger, realmente deseaba hablar de ello, pero Gerda no se lo dejaría tan fácil.
—Explicarte qué —la peliblanca alzó una ceja mostrando una actitud desafiante—. Que recuerde sólo debo rendirles cuenta a mis superiores.
El joven la miró descontento por la respuesta, y esto a su vez la hizo enojar.
—¿¡Cómo te atreves!? ¿Es en serio? —con la mirada brillando de rabia Gerda se acercó al joven y clavó su índice acusar en su pecho—. ¿¡Acaso crees que eres el único que está sufriendo o está confundido por lo que le pasa!? ¿¡Acaso me ves como si estuviera disfrutando de todo lo que me pasa o ver miles de personas morir en toda esta locura!? ¡Si piensas así te estás comportando como un idiota egoísta!
—¿¡Entonces por qué mentiste!? ¡Dijiste que fuiste a prisión porque falsificaste unos documentos! ¿¡Por qué hiciste eso!? ¡Además, cualquiera sospecharía en la forma como actuaste frente a esos dos asesinos! ¿Qué pretendes? ¿Qué diablos eres?
—Eso no te importa, Jaeger… —dijo Gerda sin sonar esta vez tan exaltada como Eren, pero su voz temblaba por las fuertes emociones que tenía. Ella estaba sumamente ofendida no sólo por cómo la había abordado, sino también por todo lo que le había dicho cuando fueron secuestrados—. Además, si tanto quieres hablar de raros ¿Por qué no te miras?... Te transformas en un maldito monstruo.
Ahí estaba, Gerda siempre lograba dejarlo con las palabras en la boca cuando discutían. Había bajado la mirada sintiéndose derrotado, gran parte de la tensión que tenía había abandonado su cuerpo. El joven de ojos verdes miró al suelo sintiéndose totalmente estúpido, no estaba llegando a ninguna parte.
Así transcurrió un lapso en silencio.
Gerda debía admitir que no esperaba ese cambio de actitud tan abrupto en Eren. Sí, se había reaccionado así porque sabía que ella tenía razón, él no tenía derecho a juzgarla a ella ni a sus motivos cuando a fin de cuentas estaba en una situación similar. Pero todas esas cosas que se acumulaban desde el pasado respecto a su persona simplemente lo había soltado junto a todo su enojo y frustración del presente.
—Si no tienes nada más que decir, me voy —Gerda estaba lista para girar sobre sus talones, cuando Eren nuevamente la toma de la muñeca nuevamente impidiendo que lo hiciera—. ¿Qué demonios quieres…?
Cuando Gerda lo miró a los ojos otra vez, se quedó con las palabras en la boca, esta vez por lo que veía en el rostro del muchacho. A diferencia de hace unos segundos, sus ojos parecían tristes, frustrados, confundidos, pero sin dejar aquel brillo intenso que denotaban su intranquilidad.
Ambos no eran muy conscientes de su situación, era bastante conveniente que no hubiera nadie por los alrededores pues hubiera malinterpretado la cercanía que estos dos aguardaban. Sus pies estaban casi tocándose, y Gerda podía sentir la suave respiración del chico sobre la punta de su nariz.
El enojo que sentía hacia él lentamente menguó, igualmente su cuerpo se relajó mientras esperaba con paciencia lo que él tuviera que decir.
—Lo siento…—suspiró Eren frustrado, mientras soltaba suavemente la muñeca de la chica—. Sigo siendo un completo idiota.
Gerda juntó el entrecejo.
—Lamento todo lo que dije sobre ti en ese momento… estaba tan frustrado… —explicó, y ella lo escuchaba atentamente—. El mundo es una locura, apenas entiendo lo que está pasando.
Eren miraba sus manos como si buscara que estos le respondieran sus preguntas, y Gerda sintió pesar. Ella también se sentía así, la situación que atravesaban simplemente era de locos. Así que todo aquel enojo simplemente desapareció, y sintió compasión por él. Realmente ninguno de los dos tenía las cosas fáciles.
—Yo también lo siento —le dijo Gerda haciendo que este abriera los ojos como platos. Aunque esta situación se asemejara a cuando eran niños, sin dudas florecían cosas nuevas que no dejaban de sorprenderlo… y aquello lo llevó a sincerarse más respecto a lo que sentía, a esas cosas que le pesaban en el corazón cuando se trataba de ella.
El sol se ponía tras sus espaldas, la luz del día se volvía más oscura y se podía escuchar a lo lejos el canto distante de algunos pájaros volviendo a sus nidos.
—Cuando vi la forma en que mirabas a Reiner y Bertholdt, pensé… ¿De verdad te parezco tan poca cosa? ¿Sólo soy un idiota? ¿Por eso siempre me miras así? —la pregunta hizo que ella parpadeara confundida.
Gerda quedó enmudecida, no sabía cómo responderle ¿A qué se refería con eso? ¿Por qué traía a colación ese tema? Puede que ella no lo entendiera a plenitud, pero eso era algo que molestaba a Eren desde el día en que se conocieron… Gerda siempre miraba a todos de forma agradable y contenta, pero con él las cosas eran distintas.
—¿D… de qué hablas, Eren? No entiendo… —su voz tembló cuando quiso que se explicase, no lo podía evitar. Gerda de repente sintió como su cuerpo reaccionó instintivamente, su corazón empezó a latir con fuerza y ahora los nervios recorrían su piel como si tuviera centenares de hormigas recorriendo su cuerpo.
Sin importar los miles de contextos que pudiera darles a las palabras de Eren ¿Por qué había algo en su interior que le decía que había algo más allá…? La mente de Gerda trataba de normalizarlo, porque la cara de Eren expresaba una seria preocupación en lo que decía como si fuera una especie de problema existencial.
Eren apretó los dientes y tomó a Gerda del antebrazo.
—¿Qué soy para ti, Gerda?
La pregunta totalmente inesperada hizo que se le detuviera la respiración y las mejillas se le sonrojaran.
¿Desde cuándo esa discusión se convirtió en una conversación tan comprometedora? Gerda se preguntaba si realmente Eren era consciente de la clase de pregunta que le estaba haciendo, él parecía seriamente consternado en lugar de alguien que se estuviera confesando, porque esa sería una pregunta hecha con esas intenciones. Ahí podía verse el nivel de ingenuidad en Eren Jaeger, quien no era capaz de comprender sus propios sentimientos ni tampoco darse cuenta que todo lo que le llenaba de frustración y enojo era su incapacidad de comunicar correctamente lo que sentía hacia la muchacha.
Gerda frunció el ceño.
—Esa sería la pregunta que haría un idiota —contestó con dureza apartando la mano del chico, era evidente como ella intentaba ocultar su nerviosismo y llevar la conversación nuevamente a un cauce normal—. ¿No es obvio para ti como te veo? ¿Qué tontería preguntas?
Las acciones de la muchacha dejaron perplejo a Jaeger pues se le veía bastante alterada y no sabía por qué, él simplemente quería saber la respuesta a esa pregunta. Pero ahí la veía llevando los ojos a todas partes menos a sus ojos, cosa que usualmente solía hacer con toda seguridad e incluso llegaba sobrecogerlo.
Esa tarde fue curiosa para ambos, si bien había ciertas cosas que no habían cambiado y podían ponerse a pelear verbalmente como dos animales salvajes al igual que cuando eran niños… también ambos llegaron a sentir emociones totalmente nuevas ¿Qué eran?
Gerda puso fin a esa conversación simplemente dando media vuelta dispuesta a volver a la enfermería a calmar sus agitadas emociones dejando a un Eren plantado en medio del pasillo. Pasó su mano por la cara maldiciendo a Eren, no quería creer que fuera verdad lo que había escuchado… el mundo se estaba cayendo a pedazos, y precisamente parecía gustarle al tipo más raro en todo esto. Lo peor de todo es que él no parecía darse cuenta de eso.
Lo que ambos nunca sabrían ese día es que esa conversación no sólo quedó entre ellos, testigos silenciosos podían corroborar los sentimientos que albergaba Eren Jaeger hacia la chica de cabello blanco.
«Eres un tonto, Eren».
