—Suélteme… suélteme, por favor… se lo suplico —imploró la mujer con su voz ahogada en llanto.
La pobre parecía un harapo sucio tirado al suelo, temblaba de pavor en medio de la humedad y el gélido piso de aquel lugar sin la garantía de obtener escapatoria o que alguien la salvase. Jamás había sentido semejante terror en la vida, el temor de que su vida fuese arrebatada en cualquier momento nada más ni nada menos que por un ser humano.
—Lamentablemente eso es algo que no puedo hacer —la voz profunda y maliciosa un hombre llegó a sus oídos y le provocó escalofríos, jamás había logrado percibir tanta perversidad en una persona como presenciaba en ese momento.
En medio de la oscuridad, a espaldas de la gente, fue testigo de una temible metamorfosis de parte aquel sujeto que la veía con una cara llena de perversidad y ligeros tintes de lujuria. Esto le causó asco y terror a la joven mujer, se preguntaba qué había hecho para merecer esto, no era justo. Tan sólo había respondido a una oferta de trabajo en Stohess como ama de llaves en casa de un religioso muy respetado, pero resultó ser una trampa de un vil de un desalmado… Angus Neumann, un hombre reconocido, casado, con tres hijas un poco más jóvenes que ella; pero resulta que Neumann bajo las ropas finas de honorable noble y su reluciente collar que portaba el emblema de las murallas, se escondía un hombre que no tenía nada de admirable.
Él la tenía encadenada en el mugroso suelo del sótano su casa, donde nadie sería capaz de imaginarse en medio de esa tranquila noche lo que sucedía bajo sus pies. Con sólo pesar en el infierno que podría sufrir esa noche sin que nadie se diera cuenta la hacía estremecer.
Angus la rodeaba tal como un depredador admiraba hambrienta una vulnerable presa, en su rostro mostraba cierta satisfacción en el nerviosismo de la mujer. Desde el momento que la encerraron en aquel lugar, Kristen ya tenía una idea de por qué estaba ahí, resulta que al caer en sus manos ponía por escrito su posible destino… pero se negaba que su vida terminara ahí, debía luchar por el fruto que llevaba en su vientre.
—Es una pena que una preciosidad como tú tenga sangre tan despreciable —Kristen cerró los ojos al sentir los ásperos y fríos dedos de Angus rozando su piel, su cuerpo naturalmente lo rechazaba pues aquel simple toque le provocaba nauseas—. Raza maldita… su apariencia hace que cualquier hombre se vea tentado a pecar.
La mujer tragó en seco e intentó apartar el rostro de Angus, pero este notando las intenciones la agarró firmemente tomando con una mano sus mejillas y acercándola a su rostro.
Kristen soltó un quejido por la sorpresa, su respiración temblaba de miedo al tenerlo tan cerca, simplemente era intimidante estar bajo la analítica mirada de Angus, quien sin siquiera molestarse en disimularlo un poco miraba deseoso sus labios imaginándose su suavidad al besarlos.
Las lágrimas no tardaron en desbordarse de sus ojos empapando sus mejillas blancas, aquel agarre tan ajeno y repugnante le hacía sentir asco de sí misma. Deseaba que todo fuera un mal sueño y acabara de una vez por todas. En principio consideraba irreal que su sangre la llevara a semejante situación, Kristen prefería morir quemada en la hoguera antes de verse torturada siendo tocada y humillada por aquel abominable ser.
—Hagamos una cosa… —le dijo Angus ahora poniendo sus manos sobre las de ella mientras la miraba fijamente a los ojos—. Si te entregas a mí, tal vez pueda retrasar el día de tu muerte.
A Angus le parecía que estaba ofreciendo un trato muy justo. De todas formas, después que saliera de su casa le deparaba la muerte segura… así que, pese la negación y los ruegos desesperados de la mujer estaba dispuesto a curiosear el cuerpo de aquella belleza, pues de no hacerlo sería un desperdicio bastante lamentable para él. Sin embargo, la retorcida mente de Angus también resultó ser en cierta forma fue la puerta de liberación para ella pues esto lo llevó a cometer un error… un simple error que le costó la vida esa noche.
El aspecto frágil y débil de Kristen llevó al hombre liberarla de sus esposas creyendo que la tenía totalmente sometida, que no le costaría nada tenerla debajo de él… pero no contaba que la mujer tuviera un fuerte instinto de supervivencia, ella estaba dispuesta a luchar por su vida a pesar de estar llorando desconsoladamente ante Angus. Todo eso fue perfecto, el despiadado hombre encontró placer limpiando las lágrimas de la mujer mientras olfateaba el dulce aroma de su cabello blanco, aquella fue la distracción perfecta para que Kristen lentamente fuera buscando el arma blanca que solía esconder debajo de su falda en caso de verse en peligro.
Angus fue sorprendido con una puñalada mortal en el pecho, su reacción podía compararse a cuando despertaban a alguien bruscamente de un sueño placentero, apenas le dio tiempo reaccionar, sólo pudo ver el rostro de Kristen lleno de lágrimas con los ojos tan abiertos como luna llena.
El miedo que sentía Kristen era intenso, estaba asustada por lo que le depararía después de esa noche tras haber asesinado a una persona… ellos no se iban a quedar de brazos cruzados si lograron tenerla una vez, por eso se decidió a cubrir su apariencia y a vivir como fugitiva, desde aquella noche el miedo se convirtió en un compañero de vida para Kristen Weber.
«¿Qué es esto…?» pensó con dificultad la dueña de esos pensamientos, la cual se daba cuenta que aquellas imágenes que veía no eran vivencias suyas. No obstante… «¿Por qué se siente tan real?».
Aquello no era un simple sueño, podía sentir en su piel las emociones crudas que experimentó Kristen esa noche, también estaba un tanto confundida sobre lo que pudiera significar las palabras de aquel hombre. Pero estaba convencida de una cosa, y eso era que, aquellos que buscaban a Kristen la habían encontrado… motivo por el cual se encontraba inconsciente quién sabe dónde.
Poco a poco Gerda fue recuperando la consciencia, le costaba despertar especialmente con el dolor que sentía a un costado de la cabeza. Hacía frío, sentía como este calaba por sus piernas y se le hundía en el pecho como una daga, añadiendo que su posición actual era bastante incómoda, las muñecas las tenía muy apretadas. Tomando en cuenta todo lo que recordaba de aquella tarde, una parte de ella temía abrir los ojos y enfrentarse al lugar a dónde aquellas personas la habían llevado.
La joven soltó un leve quejido producto de la angustia que sentía. Pero lentamente fue cediendo, abrió lentamente sus ojos claros y se percató que estaba en una habitación bastante inusual pues sus paredes estaban recubiertas de cristal. Después de mirar la habitación con ojos desorbitados, lo primero que llamó su atención fueron sus ropas, echando a un lado que de momento estaba amarrada en una silla, iba muy ligera con un vestido que dejaba expuesto un escote bastante pronunciado y los laterales de la falda tenía dos aberturas que dejaban expuestas sus piernas.
Gerda sintió un malestar en la boca del estómago con sólo pensar quién fue el responsable de cambiar su ropa a un atuendo tan vulgar y vergonzoso.
—Por fin despiertas…
Gerda escuchó una voz en el fondo de la habitación pronunciando aquella oración inconclusa, se sobresaltó llevando la vista hacia allí topándose con la mirada penetrante de un hombre de ojos claros de aspecto algo ordinario.
«No lo sentí llegar…»
La joven hizo una mueca al ver como el hombre impasible escaneó con la mirada como si no quisiera perderse ningún detalle de las ligeras curvas de su cuerpo. La peliblanca se encogió, sintiéndose avergonzada con la exposición que tenía ante el desconocido.
Los pasos del individuo acercándose a ella hicieron eco en la habitación. Pese a todo Gerda se esforzó por mantener la mirada en aquel intimidante hombre que, al mantenerse inexpresivo era bastante difícil saber lo que le pasaba por la cabeza.
—… Su santidad —el hombre se detuvo bastante cerca de ella, con sus pies casi rozando los suyos. Su presencia era imponente, al Gerda estar sentada en una silla la diferencia de altura lo hacía lucir como alguien sumamente temible.
Gerda juntó el entrecejo mostrando confusión por cómo la llamó el hombre.
—¿Q… quién es usted? —cuestionó la joven, manteniendo aun latente la mayor duda que tenía en cuestión.
El hombre no respondió de inmediato, más bien se quedó contemplándola con aquella expresión impasible, los segundos pasaban y Gerda empezaba a impacientarse por el constante silencio que este individuo se esforzaba en mantener. Entonces, levantó la mano con parsimonia hasta llevarlo a un mechón de los cabellos blancos de la joven que enmarcaban su rostro.
Los ojos del mayor se enfocaron en la agradable imagen de las sedosas hebras deslizándose por sus dedos. Luego, llevó su mano al rostro y clavó sus penetrantes ojos a los de ella.
Gerda temblaba de los nervios y la sofocaba la inquietud, aun pasado todo ese rato apenas podía vislumbrar siquiera un pequeño halo de emoción.
—Sin duda es cierto lo que se dice de mujeres como tú… "Son emisarias de los mismos dioses, pero tienen poder para condenar una nación completa" —pronunció este, mostrando una ligera expresión que mostraba desprecio hacia la muchacha—. Por fin logro ver a alguien del linaje sacerdotal del clan de las Normas, los libros no mentían respecto a su belleza.
La confesión del hombre hizo que la joven abriera los ojos como platos.
—¿Qué…? ¿A qué se refiere?
Como era de esperarse, el hombre tomó su tiempo para responderle. Durante ese lapso, los dedos que agarraban su rostro fueron deshaciendo el tacto de forma pausada y lenta.
Gerda estaba expectante pese a todo lo que sentía, lo que había confesado básicamente había dejado en segundo plano los sentimientos angustiantes que tuvo en un principio… ¿Qué significaba eso de "sacerdotisa" o "Su santidad"? A Gerda se le formó un nudo en la boca del estómago, estaba segura que ese hombre —quien sea que fuese— estaba a punto de relevarle algo muy grande, pero no estaba segura si deseaba escucharlo.
—¿Acaso no tienes idea de por qué estás aquí?
Gerda negó mostrando una expresión llena de inquietud.
El mayor soltó un suspiro y desvió su mirada de ella hacia un punto en específico de aquel cuarto.
—Entonces parece que no tienes idea de quién eres en realidad —dijo, esto último para sí mismo. Y luego, volvió a observarla desde el rabillo del ojo—. Por generaciones, la familia real ha perseguido a las mujeres de ese clan maldito… son una amenaza inminente para la realeza, por eso deben morir.
—¿Cómo…?
Gerda conocía esos detalles, pero escucharlo nuevamente en tales circunstancias la dejaba aterrorizada, se conmocionó especialmente con palabra morir… ella no quería morir, especialmente sin saber por qué alguien como ella sería un peligro para la realeza.
—Hace quince años perdí la oportunidad, pero… no estoy dispuesto a cometer el mismo error mucho más en este momento de la historia. Lo juro como me llamo Rod Reiss…
Los ojos de Gerda se abrieron desmesuradamente al escuchar el apellido, esa persona… estaba de alguna forma relacionada con Historia Reiss. Resultaba bastante abrumador la cantidad de preguntas que pasaba por la cabeza de Gerda, junto con la tormenta que se desencadenaba dentro de su cabeza cuando declararon su destino… ella se quedó con las palabras atoradas en la garganta, así mismo las lágrimas empezaron a caer de sus ojos sucumbiendo por enésima vez a la desesperante y agónica incertidumbre.
Gerda vio como el hombre daba unos pasos hacia atrás, dando indicios de que se marcharía… ¿Acaso la iba a dejar así sin más? ¿Después de soltarle toda esa información sin más?
—Hablaremos ampliamente dentro de un rato… antes tengo algo que hacer —le dijo, como si le hubiese leído en el rostro la inquietud que tenía.
La situación de Eren Jaeger no era para nada favorable, se encontraba amordazado y encadenado cual animal salvaje en medio de ese lugar tan desconocido para él como las personas que lo habían traído. El joven luchaba con todas sus fuerzas para liberarse de las ataduras que lo mantenían sometido, no sabía cuánto tiempo había pasado así, pero una cosa era segura y es que al igual que su personalidad tozuda no iba a desistir en liberarse de aquellas cadenas por más cansado que estuviera.
«Mierda…» pensó, tomándose un descanso de aquel ejercicio tan agotador. Entretanto, captó su atención una figura pequeña que se iba aproximado a él.
Sus ojos esmeralda miraron hacia el frente viendo a nada más ni nada menos que Historia Reiss haciendo aparición en un pulcro vestido blanco y mirada angelical. Eren sintió algo de alivio en encontrarla sana y salva, a diferencia de él. Tenía muchas cosas para decirle, pero la mordaza en su boca no le ayudaba mucho, apenas si salía un aullido ilegible.
—Aguanta un poco más, Eren. Todo estará bien —le dijo Historia intentando tranquilizarlo, desde su plano lo veía alterado—. Escucha Eren, mi padre siempre fue y será un aliado de la humanidad. Simplemente hubo un malentendido, él no tuvo opción… Lo hizo todo por el bien de la humanidad.
Así es, Historia Reiss, quien era hija de Lord Reiss se habían reconciliado después de tantos años separados de su progenitor con una trágica y cruel historia de por medio. A pesar de todo, ella se encontraba justificándolo todo, porque finalmente estaba con su padre, alguien que en secreto anhelaba por conocer y sentirse amada por esa persona que finalmente llenaría ese inmenso vacío que sentía en su vida.
En medio de tanto tirón la figura de Rod Reiss se hizo presente, esto hizo clic en la mente de Eren, quien de inmediato los reconoció como lo último que había visto aquella noche. Poco a poco las cosas se fueron haciendo menos confusas para Eren, pero tenía muchas preguntas pasando por su cabeza como el bienestar de sus amigos o los demás miembros de la legión, sumando que lo desesperaba el hecho de estar amordazado como si fuera un perro.
También se hizo consciente acerca del tipo de lugar donde se encontraba, todo a su alrededor estaba compuesto por cristal…
«¿Qué son estas paredes?» se preguntó «Brillan ligeramente… Espera… ¿Acaso he estado aquí antes?». Por último, miró hacia abajo, e hizo un gesto de sorpresa al encontrarse con un pequeño altar debajo de donde estaba.
La inquietud no dejaba el pecho del joven de ojos verdes, se veía claro en su rostro el deje de familiaridad que le producía ese lugar. Lord Reiss se percató de eso inmediatamente a medida que subía unas escaleras hacia donde estaba Eren tomando a su querida hija Historia de la mano. Una imagen ideal de padre e hija.
—¿Qué sucede? —le dijo—. Es la primera vez que estás en un lugar como este, pero es normal que te resulte familiar.
Eren miró por detrás del hombro, su mirada era filosa y atenta ante cualquier movimiento sospechoso que hiciera ese desconocido que se hacía llamar padre de Historia Reiss. Como era de esperarse, cualquier cosa que hiciera después de lo que dijo despertaba vehementemente su deseo conocer la respuesta a todas sus preguntas.
Eren estaba agobiado de todas ellas, simplemente le estresaba el hecho de pensar que esas cuestiones existían. Pero lo que no se imaginaba es que iba a tener la respuesta a todas esas preguntas que lo venían atormentando desde el principio de esta historia de la manera más sencilla, tan sólo necesitaba del tacto de alguien perteneciente a la familia real. En menos de un instante Eren Jaeger lo vio todo, vio la verdad… o parte de ella.
Vio los recuerdos suyos cuando su padre le otorgó las llaves del sótano, simplemente terrible. Eren no estaba preparado para recibir tal respuesta a sus preguntas… había devorado a su propio padre, quien a su vez cometió una atrocidad para llevar a cabo un plan.
Eren quedó estupefacto, pero no fue el único.
Historia también había recordado momentos importantes en su vida, a su preciada hermana Frieda que estuvo a su lado cuando nadie más lo estuvo…
Había sentimientos bastantes chocantes esa noche consumiendo especialmente a Eren Jaeger, quien estaba al borde del colapso al escuchar a detalle los acontecimientos de la noche en la que Grisha Jaeger le arrebató la vida a la familia de Rod Reiss… suficiente para despertar el odio en Historia.
De pronto, un grito se hizo presente en el fondo del lugar seguido de unos murmullos ilegibles, esto llamó la atención de los tres. Los pasos del hombre y el forcejeo de unas cadenas se hicieron cada vez más cercanos hasta que apareció un Kenny Ackerman arrastrando a Gerda por el cabello, quien hacía gran esfuerzo por soltarse de él sin importar cuan doloroso resultara.
Historia abrió los ojos desmesuradamente, mientras que a Eren se le agravó la expresión de espanto cuando Kenny lanzó a la joven peliblanca en el suelo, desde la distancia podía vislumbrar algunos golpes infligidos en su cuerpo además del temblor en su cuerpo debido a su estado de terror.
Gerda intentó cubrirse el pecho debido al escote del vestido tan revelador que llevaba puesto, a la vez que las lágrimas caían a borbotones de sus ojos claros.
—Gerda… —dijo Historia en un murmuro apenas imperceptible, podía verse en su rostro la perplejidad de encontrarse con su compañera en semejante circunstancia—. ¿Por qué… estás aquí? ¿Qué…? Papá… ¿Qué le ha pasado?
Cuestionó la rubia a su progenitor, quien lucía bastante estoico.
—¡Oye, Oye! ¿Qué hacen charlando tranquilamente? —reclamó Kenny—. No entiendo por qué pierdes el tiempo con tanta ceremonia y ocupando mis hombres con esta perra que intentó escapar, sería más fácil que la matáramos. Ya tenemos bastantes problemas allá afuera
Gerda se sobresaltó con esa palabra que tanto deseaba no escuchar.
—¿Qué ha pasado Kenny? —preguntó Reiss manteniendo la compostura ante la actitud del otro.
—La Legión ha dado un golpe de Estado y las personas ya saben que el rey es un impostor, también han detenido a los altos mandos. La situación no puede estar peor, no tardarán en encontrar este sitio.
Lord Reiss apenas podía ocultar su disgusto con las noticias, esto definitivamente no era lo que tenía planeado. De hecho, tenía pensado empezar con la joven una vez terminara lo de Eren.
—Entendido. Que el escuadrón antipersona defienda la entrada mientras hacemos la ceremonia.
Una vez que Kenny el destripador se marchó de aquel lugar, el ambiente se tornó sumamente tenso. Gerda intentaba calmarse a pesar de sentir la penetrante mirada de Lord Reiss sobre su cabeza, ella inhalaba y exhalaba convenciéndose de que si estaba tranquila probablemente pudiera escapar de aquella situación… paulatinamente, todo su miedo fue convirtiéndose en enojo. Sí, ese era el sentimiento que necesitaba para enfrentarse a la mirada de Rod Reiss, y tenía sus motivos, gracias a aquel desgraciado la vida de su madre estuvo dominada por el miedo y les acarreó muchas dificultades.
Gerda mentiría si había dejado de sentir miedo definitivamente, aún temblaba, pero temblaba con coraje.
La peliblanca le sostuvo la mirada con firmeza por unos segundos, hasta que finalmente él se decidió a hablar.
—Escucha Historia —habló el hombre captando la atención de su hija—. Eren Jaeger no es la única amenaza que existe para la familia real… esta incluso más peligrosa.
Historia abrió los ojos desmesuradamente en dirección a Gerda, la chica a quien llegó a considerar una amiga.
—Hace miles de años, conjuntamente con nuestro reino vivía el clan de las Nornas, una familia considerada maldita que poseía grandiosos dones, pero sembraban terror en el reino. La relación entre familia real y el clan de las Nornas siempre fue muy tensa, hasta que un día se desató una guerra con tal de aplacar las amenazas de ese clan demoníaco. Al final de la guerra, se capturó a la matriarca del clan, la gran sacerdotisa Helga, quien antes de ser ejecutada pronunció una maldición: "una de mis descendientes, en el día elegido, acabará con la familia real". Desde entonces, por generaciones nos ocupamos diligentemente a destruir a cualquier persona albina… ¿Sabes por qué Historia? —el hombre hizo una pausa esta vez para hacer contacto con su hija, quien lo miraba atentamente—. Porque ellas pueden quitarnos lo que hemos protegido con tanto esmero… el poder de los titanes.
Rod miró con severidad al frágil cuerpo de la joven que lo veía con el ceño fruncido como si desaprobara cada palabra que saliera de su boca. Gerda no sabía todos los detalles, pero se negaba a pensar que su madre fuera una villana en esta historia. Kristen sufrió en silencio a lo largo de su vida por culpa de ellos… la familia real ¡Ellos eran los verdaderos villanos!
En ese momento Rod Reiss junto a su hija bajaron las elegantes escaleras de cristal hasta donde estaba ella.
Gerda se mantenía firme sosteniendo la mirada sobre el mayor.
—Por eso, cuando Historia recupere los poderes de titán completaremos la ceremonia ahí —Rod señaló el altar que se encontraba frente a ellos, y sobre la misma reposaba una reluciente daga que brillaba con el reflejo de los cristales que la rodeaban—. Así, pondremos fin a todo el tormento que la familia real ha tenido que sufrir durante milenios y podrá resurgir más poderosa que nunca.
Reiss no tuvo que ser muy explícito para saber qué haría con ella, la ofrecería como un sacrificio humano en ese altar en nombre de la realeza. Gerda estaba muy asustada, pero aun así muy indignada preguntándose por qué tenía que ser así. A la joven peliblanca no le quedó de otra más que bajar la mirada hacia el suelo cristalizado para tratar de ocultar nuevas lágrimas de frustración ¿En verdad iba a terminar así? ¿Pagando los pecados de gente que vivió hace milenios?
Gerda cerró los ojos con fuerza y simplemente se desconectó del mundo exterior tan sólo por unos segundos, pero parecieron una eternidad. Por dentro iba sintiendo un enorme vacío y hasta decepción. Gerda ignoró lo que sucedió después que Lord Reiss habló con ella, ahora lo que iba a pasar era que Historia se iba a inyectar el suero de titán para devorar a Eren… las cosas no pitaban muy bien, especialmente por los ruidos de batalla que emergían desde lo lejos.
Resultó bastante curioso lo que ocurrió dentro de Gerda en ese momento, de repente las voces que tanto intentaba alejar desaparecieron viéndose inmersa en un manto de oscuridad bastante acogedor, y en medio de ello una voz apacible llamándola por su nombre. Gerda no podía reconocer de quién era, pero deseaba seguir escuchándola.
—Hija… —el llamado resultó curioso, recordó la vez que Helga la llamó así, pero esa voz no le pertenecía a ella—. Despierta… abre los ojos.
Gerda se negaba a hacerlo, no quería enfrentar la realidad.
—Hija —insistió la voz sin perder la calma ante su renuencia—. Abre los ojos… y verás la verdad de todo.
Gerda abrió los ojos de golpe… ¿Qué significaba eso?
A poca distancia de ella estaban Historia y Lord Reiss quien le daba la jeringuilla con el misterioso suero para dar inicio al ritual. Los sonidos de batalla detrás de ellos se hacían más fuertes, eso apuraba al mayor para empezar cuanto antes.
—Démonos prisa, Historia.
Como respuesta, los desesperados gritos de Eren hicieron que ambos se volvieran hacia él, quien intentaba hablar desesperado mientras las lágrimas se asomaban en sus ojos verdes.
—¿Por qué me miras así, Eren? —dijo la rubia mirándolo con desprecio.
—Debe ser consciente de lo que le espera, el poder que nos robó regresará a donde pertenece. A ti, Historia.
Gerda abrió los ojos desmesuradamente al escuchar a Rod Reiss, no tanto por lo que dijo, sino lo que pasaba dentro de su mente pues lograba discernir rápidamente las mentiras en las medio verdades de ese hombre. Era increíble, pero a cada palabra que pronunciaba iba teniendo un cuadro completo sobre su persona, y definitivamente pudo concluir que, Su majestad, el muy honorable Rod Reiss no era más que una rata cobarde... él lo sabía todo sobre este mundo, y prefería que el mundo cayera a manos del enemigo con tal de mantener su trasero protegido.
Gerda sintió cosquillas en la garganta, un gesto involuntario que no tenía idea a qué se debía... soltó una risa maniática que dejó a todo el mundo descolocado. Los Reiss la miraban extrañados y asustados por su reacción, y Eren dejó de forcejear en las cadenas mostrándose igual de sorprendido.
Si buscaba explicación no la encontraría, lo único seguro para Gerda Weber es que de alguna forma aquella voz que escuchó la había cambiado.
—Rod Reiss… no eres más que una rata despreciable —pronunció la peliblanca esta vez con un tono intimidante y solemne—. ¿Devolver el poder de los titanes a dónde pertenece? Ustedes sólo han sido unos ladrones y unos embusteros… pero tú, eres el peor de todos. Rod Reiss no es más que un miserable cobarde que intenta utilizar su propia hija en caso de que algo salga mal… ¿No es así?
El mayor abrió los ojos ligeramente, en principio viéndose anonadado con el cambio. Mentiría si dijera que sus palabras no lo ponían nervioso, pero Rod Reiss insistía en mantener el temple sereno, y no perder la calma cuando estaba a punto de realizarse un hito bastante importante.
—¿Puedes ver la intensidad de sus ojos, Historia? Esa es la verdadera naturaleza de ese demonio, por eso tienes que acabar con ella…
—No… nunca podrás impedir que se cumpla la profecía —arremetió Gerda con firmeza, esta vez levantándose del suelo y dando cortos pasos hacia el supuesto rey—. Historia, tu amado padre, quien supuestamente te ama tan sólo piensa utilizarte como su títere… incluso hará que me mates porque el desgraciado no tiene las pelotas para hacerlo él mismo. Teme por su vida más que cualquier otra cosa y tú eres sólo un recurso… ¡Ahg!
—¡Cállate! —bramó Rod Reiss arremetiendo con su puño contra la joven peliblanca dándole un contundente golpe en la cara que la tiró al suelo.
Gerda maldijo por dentro, sentía que el lado izquierdo de su rostro latía y algo aturdida al mismo tiempo.
«Maldición…»
Historia miró con ojos desorbitados el cuerpo de su compañera.
—No sabes de lo que estás hablando —dijo él aun dirigiéndose a Gerda—. Ella tiene que hacerlo porque es su deber como miembro de la familia real.
Así es, Historia no debía olvidar eso, ella era parte de la realeza y debía cumplir con su papel no importa qué ocurriera, ella era la única que podía hacerlo. Historia debía deshacerse de aquellas supuestas amistades que hizo durante los tres años de entrenamiento y asumir sus responsabilidades para defender el trono.
Rod Reiss miró a su hija con preocupación, se había exaltado demasiado con las palabras de la sacerdotisa. Aun así, la joven le dio una mirada de apoyo a su progenitor demostrándole que todavía confiaba en él… aunque el haber golpeado a Gerda la dejaba con un mal sabor en la boca.
Como si las cosas no pudieran ponerse peores, se puso peor para Lord Reiss, otra pieza importante que desencajaba de su plan. Kenny el destripador entró en escena abalanzándose contra Reiss, no sólo exponiendo sus codiciosos planes, sino también destapando el verdadero rostro del hombre a quien Historia llamaba padre. Pero sin importar que fuera Kenny o la misma Gerda, ella estaba empeñada en pensar que todo lo que hacía su padre era por un bien mayor y ella debía cumplir su papel en la vida… por primera vez su vida podía tener un auténtico propósito, por primera vez podría hacer algo importante como culminar con el sufrimiento de la humanidad y exterminar a los titanes.
Estaba decidida, al menos parecía correcto incluso para el mismísimo Eren a quien la culpa lo devoraba por dentro. Él mismo se lo había confirmado, lo que hizo Grisha Jaeger fue imperdonable, él tampoco merecía tener ese poder pues por su culpa había muerto mucha gente, así que ella era bienvenida tomarlo sin más… le pertenecía a ella después de todo.
Todo estaba muy fácil, ella no tendría que transformarse… pero en el fondo dudaba. Las palabras de Eren apelaron sus sentimientos más recónditos, la inutilidad y el desprecio que sentía él hacia sí mismo ella lo sintió ¿Cómo podía quitarle la vida así sin más? ¿Acaso era lo correcto? ¿Gerda tenía razón y simplemente estaba siendo utilizada por su padre?
«¿Qué debo hacer?»
Buscando, encontró una respuesta a esa pregunta, la encontró el Ymir quien una vez le reprochó su actitud:
«—¿Acaso intentas hacer una buena acción?».
Paralizada por las dudas y el temor, con la jeringa a un paso de clavarse en su piel, Historia se dio cuenta que lo que hacía no era lo correcto.
—¿Qué sucede, Historia? ¿Tienes miedo? Recuerda que es tu deber… lo haces por la familia real y estar libres de todas nuestras amenazas. Sólo basta con que ese líquido llegue a tu cuerpo.
—Papá… —habló la chica con ánimos de cuestionar a su padre en todo aquel plan por primera vez—. ¿Por qué…? ¿Por qué durante estos cien años los Reiss no han salvado a la humanidad de los titanes? Tenemos el poder de controlar a los titanes… ¿Acaso…? —temblando miró a Gerda, quien aún adolorida seguía tumbada en el suelo, pero mantenía la mirada fija en ella como expectante a cuál decisión tomaría finalmente.
—Porque el primer rey quería que los titanes controlaran el mundo, él creía que esa era la verdadera paz —explicó él intentando retomar la calma de un principio, pero era inútil—. ¡Realmente no sé! ¡Sólo lo saben quiénes ven los recuerdos del mundo!
La respuesta de Rod Reiss fue todo menos placentera para Historia, una vez se transformase en titán y devorara a Eren, ella ya no sería la misma y tampoco salvaría a nadie… entonces ¿Qué sentido tenía si ya no sería dueña de su propia voluntad?
Nuevamente resonaron en su cabeza las palabras de Ymir diciéndole que viviera su vida con orgullo como ella quisiese, y eso hizo que finalmente Historia se liberara de sus cadenas. Con una fuerte sacudida tiró la jeringa al suelo haciendo que el líquido se derramara por el suelo.
—¡Historia! —su padre la agarró con violencia desde sus ropas, pero con una hábil maniobra lo derribó en el suelo.
—¡No hables de Dios! ¡Sólo buscas una vía de escape y manipulas a los demás! ¡Se acabó!
Con esto, la joven recogió el maletín que había en el suelo y corrió hacia la peliblanca.
—¡Gerda! —con urgencia, Historia revolvió el bolso con tal de encontrar las llaves para quitarle esas cadenas—. ¡Por Dios! Tu cara se ve horrible ¿Te duele mucho?
—Eso no es importante ahora —contestó Gerda intentando olvidar el dolor palpitante en su rostro, asumía que al menos el muy imbécil le había roto el párpado—. Vamos a liberar a Eren.
Historia asintió, y ambas corrieron por las escaleras de cristal para auxiliar a su devastado compañero.
—¿¡Qué haces, Historia!? ¡Es malo para los demás que yo siga con vida! ¡Devórame! ¡No puedo seguir viviendo así!
Los lloriqueos de Eren atronaban los oídos de ambas féminas a quiénes les costaba encontrar la llave correcta para todos los candados que lo mantenían atado.
Una vena se formó en la frente de Gerda y no tardó en propinarle un golpe en la cabeza para que se callara de una vez por todas.
—¡Cierra el pico, Jaeger! ¡No todo se trata de ti! —el joven miró estupefacto a su amiga de la infancia. La parte izquierda de su rostro estaba severamente inflamada, y la parte más preocupante era su ojo el cual estaba sangrando.
—¡No me hagas reír! —complementó Historia tirando de las cadenas—. Tú no me dices que hacer, no pienso morir para exterminar a los titanes. Por mí la humanidad entera puede morir devorada por los titanes ¿Entendiste? Destruiré este lugar y saldremos de aquí de una vez por todas.
—Chicos —ambos jóvenes miraron hacia Gerda, quien por mera curiosidad se detuvo a mirar a Rod Reiss, quien gateaba como un gusano hacia el líquido que la jeringuilla había derramado—. Creo que estamos en problemas.
Tan pronto como dijo esas palabras, una enorme columna vertebral se erigió en el aire dando lugar a la transformación de un enorme titán ¿Ahora cómo saldrían de esta? El destello era imponente mientras que el aire caliente golpeaba sus cuerpos, el sonido de los tejidos construyendo el cuerpo del titán simplemente era aterrador.
—¿Qué hacemos ahora? —Gritó la rubia hacia Gerda, quien veía anonada la trasformación.
—No lo sé…
Para su suerte, justo en ese momento llegan los de la Legión que inmediatamente se disponen a ayudar a las chicas para liberar a Eren, quien les reclamaba insistiendo que lo abandonaran. Pero el escenario era demasiado aterrador para simplemente prestarle atención, el titán de Reiss era descomunal, mucho más grande que el titán colosal y estaba derribando el techo… sufrían enormes probabilidades de morir enterrado en montones de fragmentos de titán.
Los miembros de la Legión buscaron resguardarse en la pared de aquel lugar, quizás pensando en lo que serían sus últimos momentos de vida… entre tanto, Eren seguía estupefacto cuestionándose por qué Historia no había decidido devorarlo, y eso Gerda lo notó.
Las lágrimas empezaron a correr por el rostro ensangrentado de Eren y cayó al suelo sollozando.
—Soy un inútil, yo nunca he sido la esperanza de la humanidad… no puedo hacer nada por ustedes…
—¿Acaso te crees la princesa de una tragedia? —habló Jean intentando hacerlo entrar en razón—. ¿Crees que has hecho algo tú solo?
—No seas negativo —se sumó Connie para darle ánimos a Eren—. De todos modos, no es la primera vez que estamos a punto de morir.
—¡Pero no quiero acostumbrarme! —exclamó Sasha tan pronto habló Connie.
—No… es inútil, es imposible escapar… —contestó Eren con su voz quebrada de tanto llorar.
—¿Entonces piensas que morir quemados o aplastados es una mejor opción? —rebatió Historia exasperada por el comportamiento del muchacho.
Gerda frunció el ceño sintiéndose de igual forma con él, pero no podía culparlo.
—Eren… —dijo esta vez el capitán—. Siento tener que decírtelo así, pero… elige la opción que prefieras.
Ante el planteamiento del capitán, Eren calló completamente ensimismado, recordó la vez que el capitán le había dicho esas palabras y fue cuando se enfrentaron por primera vez al titán hembra ¿Acaso iba a repetir lo mismo comportándose de forma tan patética?
Gerda estaba a su lado y lo miraba fijamente. En esta situación Gerda estaba sorprendida de mantener la cabeza fría, en realidad todos estaban aterradoramente tranquilos mientras el techo caía sobre sus cabezas. Gerda no tuvo que pensar mucho qué podía hacer para sumarse a la charla motivacional, una idea apareció en su cabeza de la nada… ya sabía lo que debía hacer.
—Eren, mírame —había aparecido en su mente justo lo que debía hacer, así que cuando el joven se volvió para verla, colocó su pálida mano sobre la sangre que corría por su frente. Gerda sintió una breve descarga en la punta de sus dedos—. Ahora deja de lloriquear y haz algo útil Jaeger.
Con aquel pequeño tacto fue como si Gerda le hubiese plantado en la cabeza cómo hacer la cristalización. Eren la miró sorprendido y vio como le extendía un pequeño frasco que al parecer tenía un poco del líquido que había en la jeringuilla, Gerda lo había tomado del bolso de Rod cuando ayudaba a Historia a liberarlo.
—Armadura… —Eren leyó la etiqueta mientras tomaba el frasco.
—¡Apúrate Jaeger! —le gritó la joven, y este de inmediato reaccionó corriendo hacia el vacío y de ahí transformarse en titán.
Sí, ellos saldrían de ese lugar con vida.
El brillo que provino de la trasformación de Eren la alivió de inmediato, de pronto sintió un peso sobre los hombros que la hizo caer sobre sus rodillas y eso llamó la atención de sus compañeros, así como vino el cansancio también le llegó un horrible dolor en cabeza y cara. Los chicos por primera vez miraron a Gerda quedaron mudos ante la piel expuesta, ella estaba demasiado mal como para preocuparse de ello.
Sasha estaba igual de sorprendida, jamás había visto a alguien mostrar tanta piel, instintivamente miró hacia un costado donde tenía a Connie y Jean quienes estaban helados mirando las piernas lechosas de Gerda que sobresalían de las aberturas del vestido.
—¡Oigan! ¡No la miren así par de pervertidos!
Los chicos exclamaron horrorizados mientras un intenso color carmín subió por el rostro de ambos al ser atrapados con las manos en la masa.
—¡Gerda! ¿Estás bien? —Sasha corrió hacia ella para cubrirla con su capa.
—Me duele la cabeza…
—¡Santo cielo! ¿Qué te paso en el rostro? ¿Te duele mucho? ¿Estás bien?
—Sasha —habló Mikasa, salvado a Gerda de la abrumadora preocupación de la chica patata—. Déjala descansar un poco, debe estar muy adolorida.
Gerda agradeció internamente a Mikasa.
La chica abrazó la capa que le prestaron y suspiró profundamente, tenía unas ganas enormes de darse un baño y dormir, pero con Rod Reiss transformado en titán allá a fuera, la noche apenas comenzaba.
