Capítulo 11 - El fuerte gerudo

Sam abrió la puerta metálica con una llave. Un guardia calló del techo.

- Tú no escaparás – dijo el guardia.

Sam tomó su espada y embistió a la gerudo. Calló inconsciente al suelo. Sam ya había vencido a dos guardias desde que entró por la puerta que Link le había indicado. Parecía que Link ya había estado antes ahí, pues se conocía todos los caminos de memoria. Incluso le indicó cómo llegar al centro de mando. Solamente faltaba pasar un cuarto.

Sam pasó a la siguiente habitación. Había un estanque con agua y dentro de él, un huevo. Sam lo tomó y lo metió en la botella que le había dado el anciano zora. El pequeño zora nadaba felizmente dentro de su cascarón. Sam se acercó a la puerta y la abrió. Llegó a un patio abierto, repleto de gerudos. Al centro del patio había una torre que unía con un puente a una plataforma en la montaña. Seguramente ahí estaba el centro. Sam elevó la vista y vio como Link, ya en su forma normal, aturdía con su boomerang a un guardia. Link miró a Sam y le hizo señas. Ese chico era muy hábil.

Sam se apresuró y llegó a la torre. Un guardia casi lo atrapa. Trepó por las escaleras y llegó hasta la torre. Caminó por el puente y pasó por encima del gerudo aturdido y entró al centro. Un corredor conducía a una pieza. Había una gran mesa al medio. A la derecha, un estanque con otro huevo. A la izquierda, el diamante. Link estaba apoyado a la pared.

- No te muevas – le susurró el chico.

Link tomó su arco y apuntó a un panal en el techo. El panal cayó y cientos de abejas empezaron a zumbar por la habitación. La gerudo sentada en la mesa apretó un botón y todas las ventanas se abrieron. Las abejas escaparon por las ventanas, pero algunas seguían molestando a las gerudo. Éstas no podían más y salieron corriendo por el corredor, sin fijarse en Sam ni en Link.

- Fue fácil - dijo Link, se acercó al centro y tomó el huevo y el diamante – aquí tienes tu diamante.

- Gracias… oye ¿cómo te transformaste en zora hace poco?

- Jeje… es algo complicado – dijo Link, sonrojado.

- Yo lo diré – dijo Tatl – esas máscaras tienen infundido en ella un espíritu. En este caso, es un espíritu de zora.

- Ya veo… ¿nos vamos? – preguntó Sam.


Ya afuera del fuerte, Sam se despidió de Link. El chico tomó su ocarina y tocó una canción. Unas alas blancas lo envolvieron y lo llevaron hacia el interior de Termina.

Sam corrió hacia donde estaba el anciano zora.

- Muy bien – dijo el zora – ahora falta la lágrima de luna.

- ¿Dónde consigo una de esas?

- De la luna – el anciano señalo al gigante – últimamente caen muchas piedras de la luna. Ve a Clocktown, el dueño del observador te debería dar una ¿tienes dinero para una noche en la posada? Ten – el anciano le pasó unas rupias – ahora apúrate, no te queda mucho tiempo.

Sam corrió toda la tarde. Como a las ocho de la noche estaba en Clocktown. Se acercó a una persona. Preguntó dónde quedaba el observatorio. Le indicaron una dirección. Al llegar allá, un chico guardaba la entada.

- ¡No puedes pasar si no eres un miembro del club! – dijo el niño.

- ¿Qué tengo que hacer? – preguntó Sam.

- Mmmm… si sabes la clave, dila.

Sam sacó un pequeño trozo de papel y se lo entregó al niño. El anciano zora le había dado ese papel antes de salir de Great Bay.

- Es correcto, pasa – el niño se movió y lo dejó entrar.

Sam caminó por un largo túnel y llegó hasta el desagüe. Sam se apegó a las paredes y llegó a un cuarto con unas escaleras. Las subió y se encontró en un cuarto con un telescopio. Un anciano muy parecido al del laboratorio.

- Disculpe – dijo Sam – necesito que me dé una lágrima de luna.

- ¿Una lágrima dices? – el viejo se movió de su puesto al frente del telescopio –observa por aquí.

Sam se acercó y observó la luna. Algo brilló en la superficie del gigantesco cuerpo. El brillo era una piedra que se precipitó al suelo.

- Eso era una lágrima – dijo el anciano.

Sam bajó un poco la vista. Al ver el reloj de Clocktown, algo le llamó la atención. Una figura extraña bailaba en el reloj.

- Ve a buscar tu lágrima antes de que se rompa – dijo el anciano.

Sam salió apresurado del laboratorio. Afuera, tomó la lágrima. Era una roca con forma de lágrima. Tenía un intenso color azul. Sam se dirigió a Great Bay. Era muy tarde, pero Sam quería llegar a toda costa. Iba llegando a la parte norte de Colcktown cuando algo captó su atención; una viejecilla iba lentamente por un camino, con un gran saco a sus espaldas. Sam se compadeció y se acercó a la señora.

- ¿Necesita ayuda? – preguntó Sam.

- No gracias, querido. Yo puedo sola – la señora siguió su camino.

Sam no se preocupó y se encaminó a la reja. Esta a punto de salir cuando oyó un grito. Era la señora. Sam se dio vuelta y vio como un ladrón robaba el saco de la señora.

- ¡Alto! – Gritaba la vieja - ¡dale a la anciana su equipaje!

- Jeje – murmuraba el bribón, mientras corría para evitar a la anciana.

Sam tomó su boomerang y le pegó en la cabeza al ladrón. Este cayó inconsciente.

- Muchas gracias – dijo la señora, mientras buscaba en su saco. Sacó una máscara y se la entregó a Sam – considera esto como un regalo de agradecimiento. Es la Bomb's mask (1).

Sam recibió la máscara. Se despidió de la señora y siguió su camino. Una vez afuera del pueblo, una carreta tirada por una mujer, seguida por dos caballos con unos jinetes muy familiares pasó por al frente de Sam y se adentró en el pueblo.

Al llegar al hall zora, a eso de las tres de la mañana, Sam fue a la posada. Iría a ver al anciano zora mañana por la mañana.


Como lo ven, este fin de semana me dediqué a seguir este fic. Les anticipo que la historia de Sam terminará en el próximo capítulo, pero eso no ocurrirá hasta que lo publique (empecé a trabajar en cuanto publiqué este fic), pero esta semana es de pruebas y trabajos en mi colegio. Tendrán que esperar al fin de semana.

Hasta la próxima.

Aclaraciones:

1: Máscara de la bomba