Miércoles, 23 de marzo de 2022
Disclaimer: Esta fanficción está hecha sin fines de lucro, Ranma ½ es una obra de la gran mangaka japonesa Rumiko Takahashi, quien me enamoró con esta historia, la cual ahora me inspira para crear nuevas situaciones y aventuras protagonizadas por Ranma Saotome y mi preciosa Akane Tendo n.n, con la finalidad personal de mejorar mi escritura (o eso espero), además de que tal vez pueda entretener a alguien que me visite por aquí.
Capítulo III
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* 3Ɛ *
Tan cerca y tan lejos
* 3Ɛ *
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Llevaba varias horas en el Dojo Tendo; vestido con uno de sus mejores trajes, echado boca arriba, con los brazos y las piernas extendidos, y con la mirada inalterable en un punto específico del techo.
Visto desde arriba, Ranma parecía una estrella de mar.
Pero no cualquier estrella de mar, sino una varada en la orilla de la playa, aguardando por una ola, una única que lo sumergiera a aguas seguras, una que le devolviera la esperanza de vivir a pesar de las adversidades, una que lo alejara de su reciente decepción.
En esa visión, a pesar de que todo el mar se divisaba muy tranquilo, de súbito aquella esperada ola aparecía; se alzaba en el horizonte y su avance era veloz. Venía por él, no había otra interpretación. Era hermosa y ¡Le sonreía! Mientras llegaba con toda su fuerza para acogerlo y llenarlo de besos con su boca de sal. Y sus ojos… esos inconfundibles ojos avellana resaltaban en su piel aguamarina, rebosantes de brillos naranjas y dorados, observándolo con dulzura y comprensión.
Lo sentía: la necesitaba.
«¿Por qué Akane estará tardando?», se preguntó entonces, dando un suspiro.
¿Qué le diría al verla?
Desde la mañana, no sabía nada de ella,pues, después de acompañarla hasta la puerta principal de la preparatoria, dejó que ingresara sola después de pedirle:
—Cúbreme con los maestros.
—¿Y eso?
—Tengo algo importante que hacer. ¿Lo harás? Porfa.
—Lo haré. Nos vemos. —Sin más, su prometida dio vuelta y caminó hacia el edificio. Así de simple; aceptó y se despidió sin ningún problema, sin cuestionar ni poner trabas.
El heredero Saotome la miró alejarse unos instantes antes de partir. Y cuando supo que ya era momento de ir a su cita, Akane volteó y lo llamó:
—¡Ranma!
—¿Eh? —Aún seguía en su lugar.
—Suerte. —Y le sonrío. Él también lo hizo.
Las casi nulas explicaciones habían sido suficientes y ellos se sentían tranquilos, porque su confianza era mutua y se conocían muy bien; sus miradas, sus respiraciones, sus gestos, sus toscos y otras veces sutiles procederes. Aunque, en honor a la verdad, ese conocimiento no era completo, ellos, apenas unos adolescentes, seguían cambiando de actitud y pensamiento. Y en ese cambio continuo, descubrirse, descubrirlo, descubrirla, resultaba misterioso y fascinante. Así que siempre estaban dispuestos a esperar a que el otro estuviera listo para soltar la sopa; desde lo más cotidiano hasta lo más increíble, por ejemplo, el descubrimiento de Kuno: Ranma estuvo irritable por unos días y Akane le dio su espacio. Hasta que una noche, él entró al dormitorio de ella, quien leía un libro sobre su cama, se sentó al pie dándole la espalda y se lo contó. La joven Tendo escuchó atenta el hecho y sus quejas sin interrumpirlo; sintió en carne propia toda su incomodidad. Al callarse, Akane, segura y con ojos sinceros, lo animó haciéndole recordar quién era Ranma Saotome: un guerrero que era capaz de superar hasta la prueba más inimaginable que la vida le ponía enfrente. Después, por horas, renegaron contra las desequilibradas actitudes del Rayo Azul, soltando en complicidad ideas de qué harían la próxima vez que lo viesen, algunas quizá disparatadas e imposibles cuando se dejaban llevar por la emoción de identificarse. Finalmente terminaron sentados uno al lado del otro, apoyados en la pared, riendo y hablando ya de otras cosas. Se tenían mucha paciencia y empatía, mucha más de la que los demás pudieran siquiera sospechar.
Desde luego a Ranma no le gustaba esconderle cosas, pero esta vez quería sorprenderla. Incluso, si todo hubiese salido como lo planeó, tenía un par de ideas para darle la grandiosa noticia de ser un hombre completo: la esperaría en el jardín de la casa con manguera en mano para mojarse delante de ella, o la tomaría en brazos para que juntos se sumergiesen en el estanque. Inevitablemente asustaría a los pobrecitos koi, pero se hubiese dejado llevar por el célebre suceso. En ambos casos terminaría gritando efusivamente y con voz grave ¡Sorpresa! Ante la preciosa y asombrada mirada de Akane.
Sin embargo… «Otra vez lo mismo, sigo maldito», lamentó pensando en su mala suerte.
—Wǒ ài nǐ, aìrén —imitó burlón a Shampoo—. Sí claro. Alguien que dice eso, no te pide algo a cambio de otra cosa —murmuró resentido.
Y a ese resentimiento se agregaba la vergüenza por su reiterada credulidad, es que fue una trampa tan trivial, que le parecía increíble y risible haber caído en ella. «Una vez más». Pero de verdad creyó que en esta ocasión sí se curaría.
Todos los que lo conocían sabían la importancia que la cura representaba para él. Deseaba tanto, tanto, tanto ser normal. ¿Por qué hacerle jugarretas con eso? ¿No era cruel?
Podía reconocer que había aprendido a sacar provecho de su dualidad: algunas veces le sirvió para promocionar el dojo que siempre le repetían que en el futuro sería suyo, otras para hacer bromas o molestar a su prometida comparando sus cuerpos llamando su atención, unas pocas para tomar un helado en público, unas más escasas para que algunos incautos hicieran cosas por él cuando era una ella y, lo más beneficioso, tratar de alejar a Ryoga de su despistada favorita. Aunque eso último en el presente ya no le funcionaba. «Cerdo aprovechado. Akane boba».
Pero en una balanza, ¿qué peso tenía aquello frente a los problemas de su cuerpo femenino? «¡Ninguno!». Sobre todo se agobiaba por tres inconvenientes:
Primero: se sentía un fenómeno. Varias veces creyó ser un juguete de laboratorio cambiando de sexo, dependiendo de la temperatura del agua para sentirse él mismo con lo que, presumido y orgulloso, reconocía como sus hermosos y bien entrenados músculos; o sentirse un intruso en un cuerpo ajeno lleno de fastidiosas curvas. Ni siquiera podía disfrutar de un día de playa o de piscina o en los baños públicos «¡O sencillamente un día común!» sin sufrir como mínimo un comentario desagradable e hiriente, o en el peor de los casos morboso, al transformarse de hombre a mujer o viceversa frente a otras personas.
Segundo: su debilidad. Él era un excepcional artista marcial, capaz de enfrentar a quien se le pusiera enfrente, no importaba la naturaleza de su rival, él incansablemente iba con todo lo que tenía y daba una batalla memorable… Siempre y cuando, no lloviera ni su contrincante lo atacara con una letal pistola de agua u otra sofisticada arma, como un insignificante balde de agua fría o un manguerazo. «Odio cuando pasa». Por más que entrenaba para fortalecer su físico de mujer y alcanzaba un nivel de combate importante, Ranma, como varón, lo triplicaba. Y por supuesto, sus oponentes también continuaban aumentando sus fuerzas. En pocas palabras, Ranko representaba una gran desventaja: era su punto débil. «Pero no el más débil, ese es Akane».
Tercero: el acoso. Ya no soporta al maestro Happosai ni a… «Ese idiota de Kuno».
Todavía sentía aversión por su último encuentro. Felizmente, parecía que la obsesión del Rayo Azul había terminado. «Ya era hora. Y de seguro el muy memo cree que él lo descubrió solito, solito. Como si yo no hubiera intentado hacerlo entrar en razón desde el principio. Cabeza hueca. Ahora solo espero que deje de molestar a Akane». Resopló.
—¿Puedo pasar?
Escuchó de repente, como canto de sirena. «Al fin». Se puso de pie haciendo un kick-up y caminó hacia su prometida.
—Entra. ¿Ocurrió algo? Tardaste mucho.
—No. ¿Tardé? —Akane no creía haber demorado tanto en la pastelería. Y al llegar a casa al horario habitual, antes de tener el presentimiento que la dirigió adonde encontró a su prometido, el cansancio del día y el no querer encontrarse con nadie de la familia que le pidiera explicaciones sobre Ranma, hizo que se duchara, se ponga cómoda y esperara por él en su habitación. ¿Cuánto tiempo había pasado? «Menos de una hora, no más», pensó ella.
—Tal vez no… —murmuró el artista marcial, sonrojándose. Su intención no era parecer que la esperaba ansioso.
—¿Qué?
—N-no, nada —respondió sobándose la nuca. La observó mejor; había dejado sus pantuflas en la puerta, vestía unas pantis oscuras de invierno, una coqueta faldita en línea A, un suéter claro de lana y…—. ¿Qué es eso que te has puesto? —inquirió curioso, sin apartar la vista de la pañoleta de seda que Akane tenía atada en forma de vincha, desde la nuca hasta la parte superior de su cabeza levantado su flequillo. La veía diferente con la frente descubierta, quizá porque era fácil ver más de su piel lozana y sus cejas. «Son bonitas», admitió.
—Es un obsequio de Ryoga. Es lindo ¿Verdad? —contestó ligeramente ruborizada, tocando el lazo a un costado.
«Con exactitud ¿Qué o quién es lindo?», se preguntó Ranma.
—No me gusta. Yo no la usaría —afirmó malhumorado.
—Lo creo, no en vano eres el hombre entre los hombres ¿No?—habló con un tonillo medio irónico.
Él se acercó más a ella, poniéndola nerviosa.
—No por eso.
—¿E-e-entonces?
—Porque… «Eres mi prometida y Ryoga no te regala cosas solo porque quiere ser tu amigo». Olvídalo.
Claramente esa no era una respuesta, pero Akane no insistió. Aunque ella desconocía el motivo por el que Ranma había decidido no ir a clases ese día, confiaba en que era algo muy importante para él y no le había ido bien. Lo supo en cuanto sintió su aura negativa. Lo confirmó al observarlo ensimismado en mitad del tatami. Sintió propio aquel fracaso. Y no le sorprendió que su prometido ocultara lo que sentía hablando de banalidades. «Es como una sandía, duro por fuera y dulce en su interior». Ella, como de costumbre, le siguió la corriente, reconociendo el terreno, analizando las posibilidades para aplacar la tormenta y reanimarlo.
—¿Cómo te fue? —preguntó con calma, sabiendo lo que contestaría.
—No muy bien. En realidad, muy mal. —Mesó su cabello con ambas manos, frustrado.
—Lo lamento. —Posó su mano en un hombro de él—. Estoy segura de que la próxima vez vas a lograrlo.
—No sé. Tal vez no haya una próxima vez.
—Ey, vamos. —Buscó sus ojos—. Siempre consigues lo que te propones, así tengas que intentarlo varias veces, Ranma.
Ahí estaba su ola llena de esperanza. «Mi hermosa y única ola». Se sintió aliviado; si Akane creía en él, ¿qué importaba lo demás? Sonrió con optimismo. En un tris Ranma recuperó su buen ánimo al punto que quiso jugar con ella.
—A ver, ¿realmente ese cerdo te da cosas buenas? —preguntó a la vez que le quitaba la pañoleta.
—¡Ranma! ¡No! ¡Devuélvemela! —gritó y dejó unas cosas que llevaba en la mano en el suelo.
—¿La quieres de vuelta? Pues ¡Ven y recupérala! —Empezó a correr y a esquivarla. Agitaba la prenda de un lado a otro propagando el aroma del cabello de su prometida por todo el lugar, o quizá el aroma solo ocupaba toda su cabeza. «Me gusta».
Ella le seguía el paso; era ágil, pero él aún más.
—Qué lenta eres ¡Blelll…! ¡Vamos, alcánzame!
—¡Uf, qué pesado! «Y mi falda que no ayuda». —¿Cómo podía preocuparla y al instante molestarla como si nada?—. ¡Bien, quédatela! —Se detuvo, cruzó sus brazos sobre su pecho y cerró los labios en tensión.
El joven Saotome supo que era necesario hacer una tregua.
—Bueno, no te enojes. Acércate. Toma, es tuya. —Le tendió la pañoleta.
Akane lo miró con desconfianza, pero hizo caso. Cuando ya iba a sujetarla, Ranma levantó el brazo lo más alto que pudo y sonrió de medio lado.
—¿Qué pasa? ¿No la quieres?
—Basta, ¿cuántos años tienes? ¿Cinco? —Se estaba cansando. Se acercó más a él y dio saltos con desgana. «¿Por qué hace siempre cosas como estas?». Comenzó a dudar si realmente quería recuperar el regalo de Ryoga, era una señorita, no podía estar brincando de esa manera. «¡Pero es que es mía!», concluyó. Claro que no se daría por vencida. Recobró el brío y se pegó más—. ¡Dámela!
Sin lugar a dudas, el chico de trenza azabache se estaba divirtiendo.
Entonces, cuando ella apoyó una de sus manos en el pecho de Ranma para impulsarse mejor, él tuvo que rodear su cintura para evitar que alcanzara el objeto de su traviesa riña. «Ponerte de mal humor es tan fácil y divertido, adorable gruñona».
De repente la diversión dio un vuelco para el artista marcial.
Ranma no podía negar que Akane le encantaba. Por lo menos a sí mismo… «Ya no». Era su secreto. Y habían momentos, como cuando entrenaban cuerpo a cuerpo, en los que su cercanía lo ponía tan nervioso y confuso que tenía que pedir un descanso para salir al jardín; a despejarse, a tomar un poco de aire o respirar profundamente, a calmar sus latidos, a bajar la sangre caliente y traicionera que se concentraba en su cara.
Como ahora.
Ella parecía ajena al inocente roce que protagonizaban en el juego, solo seguía tratando de tomar lo que era suyo. Mientras que él, conteniendo sus impulsos que podrían llevarlo a cometer una imprudencia, tensaba la mandíbula. ¿Cómo debe actuar un hombre para controlar sus deseos? Ranma apretó su agarre que bajó de la fina cintura a la cadera y le pareció imposible apartar sus ojos de los labios rosas ligeramente abiertos.
Perdió las fuerzas y se dejó caer. Con Akane encima.
—¡Listo! La tengo —avisó ella satisfecha, con la pañoleta entre sus manos. Enseguida notó que su prometido no se movía—. ¿Qué pasa?
—N-nada. —Él se sentó deprisa, la colocó con cuidado a su lado y dejó de verla. Aclaró su voz—: Ejem. Me has dado lástima, por eso te la he devuelto. —Parecía enojado.
Akane miró su obsequio. «¿Le molesta esto?», sospechó.
—Ryoga solo es mi amigo —declaró concisa. Por unos segundos se debatió consigo misma entre volver a colocarse la pañoleta para sentirse fresca o no. Optó por doblarla y guardarla en el bolsillo de su falda; no provocaría otra discusión. Luego, atusó su corto cabello acomodándolo y se levantó para ir por las cosas que había tenido que dejar antes de empezar la carrera.
—Lo sé —afirmó Ranma. «El problema es él que no lo entiende, el problema eres tú que nunca te das cuenta de nada, el problema soy yo que estoy loco cuando pienso en be…».
—¿Comiste algo? —preguntó ella como un borrón y cuenta nueva. Regresó y se sentó a su lado. Sentía un ambiente extraño, incómodo, de emociones revueltas. No le agradó. Tampoco quiso dejarlo solo.
—¿Eh? Aún no.
—Te traje esto. —Akane le alcanzó una caja marrón con puntitos blancos. Adentro había una porción doble de kasutera—. Pasé por la pastelería y traje dulces para todos. Ya sabes, para mi papá, mis hermanas, tus padres, el maestro… —explicó aun así lo sintió de más. «Para ti…», lo reconoció solo para sí. No estaba dispuesta a aceptar que primero pensó en él al decidir comprarlos. «Un pastelillo es ideal para cualquier ocasión: si le iba bien, hubiese sido para festejar; si le ha ido mal, esto le va alegrar el corazón… y el estómago», se dijo. Ahora esperaba que su prometido no sospechara de su intención y que no se percatara del sonrojo de sus mejillas.
Ranma sonrió. No solo por el bizcocho, el cual era uno de sus favoritos. «Esta delicia está en mi top tres como mínimo». Sino que se sentía importante al saber que era capaz de ocupar los pensamientos de su prometida pese a no estar juntos. «Podrás negarlo, pero tú también piensas en mí», dedujo. Obviamente no lo diría en voz alta.
—Gracias. ¿Trajiste para ti también?
—¿Eh? —La verdad era que no, con las prisas Akane se olvidó de sí misma—. O-obvio, lo comí en el camino —mintió para su pesar.
—¿En serio?
—S-sí —contestó tratando de no desviar la vista.
—Ajá… Ya te creo. —Ciertamente la estirpe Saotome no albergaba caballerosidad en todo el sentido de la palabra, pero, en un recóndito lugar, generosidad sí, y el hijo de Genma la había heredado; Ranma utilizó la cucharita biodegradable para partir el kasutera por la mitad y rompió la tapa de la caja para colocar uno de los pedazos; se lo ofreció a su prometida sin decir palabra.
Ella, enternecida, se limitó a aceptarlo agradeciéndole en un susurro.
Comieron en silencio durante unos instantes, hasta que el artista marcial fijó sus ojos en el movimiento leve y pausado de los labios de la joven Tendo. «No hubiese sido difícil besarte a ti para obtener la cura ¿O sí? ¿Akane, querrías?», pensó embelesado.
Ella, distraída en su bizcocho, recordó algo y pasó el bocado que tenía en la boca.
—Casi lo olvido. También traje tu práctica de ayer.
—¿Qué? —preguntó todavía abstraído.
—Tu práctica calificada, Ranma. Toma. —Le entregó un papel doblado.
«Ah, la práctica de Biología», reparó él. La recibió suspicaz y antes de ver la nota quiso saber:
—Me imagino que ya viste cuánto saqué. ¿Debo preocuparme?
Con certeza si Akane hubiese sacado esa puntuación, no saltaría en un pie. Sin embargo, había acompañado a su remolón prometido en la dura tarea de estudiar. Él se había esforzado. Ella se sentía orgullosa.
—Creo que no. Es una buena nota.
Ranma desdobló el papel. Sonrió.
—¡Anda! Esto es mejor de lo que esperaba.
—¿Ves? Siempre consigues lo que te propones —repitió Akane sus palabras de hace un rato y con bastante naturalidad le regaló una radiante sonrisa.
Él se quedó observándola como si su único propósito en el mundo fuera memorizarla, pensando en que no existía en el universo algo más hermoso que verla sonreír, algo más divertido que impacientarla de vez en vez, algo más respetable que percibir su enojo ya que siempre había una razón considerable, algo más desesperante que saberla triste o en peligro, ni algo más motivante que querer su bienestar. Ranma, cada día, revalidaba que Akane se estaba convirtiendo en lo más importante de su vida; sentía, en la misma magnitud, temor y agradecimiento por ello, como un pirata con su botín. Juraba que su prometida era el tesoro que guardaría receloso eternamente.
Ella también lo observó detenidamente. Ranma no solo era un guerrero bueno, fuerte, valiente, tenaz, divertido y apuesto; posiblemente algo de eso se acabaría con el tiempo. Para Akane, el chico que tenía ante sus ojos era alguien en quien confiar y sentirse a salvo, alguien de quien aprender a cambio de brindar enseñanzas, alguien a quien proteger para creerse invencible. Su corazón solía bombear al compás de: Deseo ser correspondido por alguien especial, sentirme vivo latiendo junto al suyo, sentirme vivo concediendo vida a uno más; el coro de su canción, Fantasía de mi corazón, que escribió y escondió en un incógnito lugar.
Ranma y Akane se complementaban, juntos formaban un rompecabezas perfecto de piezas imperfectas y diversas: con formas bien definidas y otras caóticas; de texturas que variaban entre suaves y ásperas; de distintos tamaños, grandes, medianas o pequeñas, todas aumentaban el interés; y de colores infinitos que combinaban para realzar su belleza. A pesar de la complejidad, cada una encajaba magníficamente con otra; eran arte figurativo para algunos, abstracto para otros, pero nadie podía negar la fortaleza y el amor que transmitían.
Y los minutos pasaron en la contemplación a un ser querido, rodeados por el rítmico sonido de sus latidos:
Tum, tum. Tum, tum. Tum, tum…
No obstante, algunas veces, la magia de las emociones únicamente la viven las almas, pues el cuerpo suele ser más recio y le cuesta expresarlas. Los prometidos por sus padres eran un buen ejemplo de esa incertidumbre.
—Ejem —carraspeó Akane, rompiendo el hipnótico silencio que los envolvió—, si quieres… podemos repasar las preguntas que fallaste y…
—S-sí, es una buena idea… ¿Te parece si antes de la cena voy a tu dormit…
—Claro. Eh… También podría… prestarte mis apuntes y…
—Me pongo al día… Ge-genial —terminó Ranma.
Él se rascó la cabeza. Ella acomodó un mechón de cabello tras su oreja.
Así eran; decían aquello que les permitía estar juntos, callaban lo que les acercaría más.
Pero si había algo que no podían ocultar, eran su preocupación mutua y su apoyo incondicional.
—Oye… ¿Kuno fue a la escuela? ¿Te molestó?
—No, hoy tampoco fue. En la clase de Nabiki siguen diciendo que está agripado, aunque no saben el motivo exacto.
—¿Ah, sí? ¿Crees que esté mal?
—Supongo que se quedó mucho tiempo en las duchas.
—Por mí que no asistiera más. Después de ese día no he dejado de pensar que aún no le he dado el escarmiento que merece.
—No lo sé…
—¿Qué? Ya te estás compadeciendo de ese… ¡Loco!
—¡No! No es eso. Es que… Creo que tuvo suficiente al comprender que a quien amaba era a ti y no a la chica de cabellos de fuego. Sinceramente dudo que esté enfermo, es posible que esté avergonzado.
—¿Kuno avergonzado?
—¿Quién sabe? Después de un impacto tan fuerte, las personas cambian.
Ranma pensó en sus palabras.
—Podría ser. En todo caso, me bastará con que deje de molestarnos.
Molestarnos, en plural, se pronunció y escuchó acogedor, sólido. Sin embargo, hablar así era tan familiar para ellos que pasó desapercibido. Entonces él agregó:
—Mejor… hablemos de algo importante ¿Quiénes saben que hoy no fui a la escuela?
—Eh… Bueno… Fue imposible que nuestros compañeros no se dieran cuenta; como es viernes… les… les dije que tenías un viaje de entrenamiento este fin de semana y… que partiste hoy temprano. En cuanto a los profesores —suspiró—, tuvimos suerte, hoy ninguno llamó lista ni revisó tareas; son las últimas semanas, se ven cansados y quieren terminar todos los temas, en fin, como te dije, tuvimos suerte; pero… sí tuve que hablar con el señor Itō cuando me entregó mi práctica para pedirle la tuya, porque… supuestamente habías ido un momento al baño, no me preguntó más y accedió. Y aquí… en casa, intenté no encontrarme con nadie, pero al venir al dojo… Kasumi… me preguntó por ti… le contesté que… que… nos separamos en la salida. Así que si nadie te ha visto entrar todavía…
—Puedo fingir que recién estoy llegando —completó él, sintiendo el peso de cada palabra de Akane, quien no pudo evitar el sonrojo ni la mirada a cualquier parte; qué difícil exhibir cuán mentiroso se puede llegar a ser. Ranma sabía cuánto odiaba y le costaba mentir, y pese a ello lo había hecho para ayudarlo. «Y todo por nada», renegó por dentro.
—Sí. Bueno, mejor apresúrate. Será extraño que te vean vestido con eso.
El joven Saotome asintió y se vio a sí mismo ataviado con la ropa que había usado para la cita. Empuñó sus manos. Quería hablar con ella sobre lo que le había pasado, pero se sentía culpable y tonto; prefirió hacerlo después.
—Iré a la cocina. Nos vemos luego. —Su prometida se despidió caminando hacia la puerta.
Y antes de que saliera, Ranma sostuvo su muñeca:
—Akane.
—¿Eh?
—Gracias.
—De nada. —Ella intentó sonreír, se soltó con suavidad y se fue.
«No hubiera valido la pena obtener la cura de aquella forma. Akane me quiere como soy», reflexionó en soledad, con el corazón regocijado.
Se apresuró a simular su reciente llegada, saludó a su madre, quien lo recibió contenta, y obedeció en el acto cuando ella le pidió que vaya a refrescarse antes de almorzar.
Ranma entró al baño, el ambiente seguía con la esencia de Akane. Le inquietaba que ocurriera; ella acababa de tocar los grifos del lavamanos y la ducha, quizá hasta había reposado en la bañera, se había mirado en el espejo que ahora le devolvía su propia imagen. Su pulso se aceleró al imaginar que en el futuro no tendría muchas razones para esperar a que ella abandonara ese lugar para que él recién pudiese ingresar. Compartirían lugares y momentos, tal vez ya en su propio hogar, con su propia familia. De inmediato sacudió la cabeza, ignoró el bochorno de su reflejo y se duchó.
El transcurso de la tarde fue tranquilo y normal. Y hubo un momento en que Los Tendo, los Saotome y el maestro conversaron de todo un poco mientras veían la televisión en la sala. Loscabeza de familia, Soun y Genma, charlaron sobre las clases que estaban impartiendo por las mañanas, Happosai sobre su próximo viaje, Kasumi y Nodoka sobre el curso de repostería que habían iniciado, Nabiki sobre lo inesperadamente divertido que resultó su visita al museo con su clase y los prometidos se limitaron a responder cuando les hablaban; Ranma no quería meter la pata, Akane sentía que ya no podría decir una mentira más. Al finalizar el programa, unos fueron a realizar sus quehaceres y otros a descansar.
El cielo mostró las primeras estrellas cuando el menor de los Saotome entró al dormitorio de su prometida sin llamar. La vio sobre un banco, acomodando sus peluches en una repisa alta. Parecía una flor espigada en plena mañana estirándose hacia sol, queriéndolo alcanzar, sí, eso le pareció. Definitivamente la joven Tendo estaba floreciendo, las curvas de su cuerpo contradecían incesantemente cada infundado insulto que de vez en cuando todavía salía de su boca. Y eso lo ponía ¿Nervioso? ¿Ansioso? ¿Celoso?
Ella advirtió su presencia.
—Oh, ya estás aquí. Siéntate, ya termino.
Ranma no respondió, solo caminó a la silla giratoria que Akane tenía frente a su escritorio, se sentó, dejó sus cosas encima la mesa y a un lado vio la práctica de ella; arqueó las cejas al saber su calificación, pero en realidad no se sorprendió. «Es una cerebrito», pensó. Aburrido, empezó a dar vueltas en el asiento y cuando se detuvo, no pudo evitar observarla otra vez; ¿era posible sentirla diferente e igual al mismo tiempo? ¿Qué le gustaba más de ella? ¿Su apariencia? ¿Su forma de ser? «Tod…».
—¿Me pasas a Orejas Diminutas por favor?
—¡¿Eh?! —Dio un respingo, mas se relajó al notar que le seguía dando la espalda. —¿A quién? —preguntó tratando de dejar de divagar.
—Mi conejito de peluche. Está en mi cama.
Entonces Ranma reparó en el muñeco de felpa, se acercó a él, lo agarró y lo analizó durante un instante; no le halló más forma que una bola rara, que suponía era el cuerpo, de la cual salían cinco cosas aún más raras, y en una de esas cosas raras estaban pegadas dos cositas también rarísimas.
—¿Esto es un conejo? ¿Y de qué planeta? Porque creo que ni cola tiene. —No perdió la oportunidad de provocarla—. Vamos, Akane, ¿cómo va a ser esto un conejo?
—¡Sí lo es! —respondió de inmediato—. Yo misma lo hice y me gusta cómo se ve.
—¿De verdad? No sabía que te gustaban los animales deformes con chichones. —Rio abiertamente ya estando a su lado.
—Ja, ja y ja. ¡No son chichones! —Se lo quitó de las manos y avergonzada murmuró—: Son sus patitas, su cabeza y sus orejitas. —Acarició cada parte de su conejo de peluche y esbozó una sonrisa. Quizá no era el mejor; las patas le quedaron un poco regordetas y alargadas como pepinos, la cabeza parecía un balón de fútbol americano, sus orejas paradójicamente estaban muy pequeñitas, detalle que inspiró su nombre, y era cierto que se había olvidado de hacer su colita; sin embargo, ella quería a su amiguito tal como era. Simuló hablar con él, tratando de molestar a su prometido, sabía que lo sacaría de sus casillas—: No le hagas caso, Orejas Diminutas, lo que ocurre es que Ranma está ce-lo-so —subrayó— porque sabe que te quiero más a ti que a él. —Abrazó el cuerpo acolchadito y besó su amelonada cabeza antes de estirarse para acomodarlo entre sus demás muñecos. Esperó su pulla.
Sin embargo, Ranma no dijo nada ni se movió de su lugar. Nunca dejó de verla mientras hablaba y se había percatado de que Akane tenía su suéter desabrochado y que el borde de la camiseta que llevaba dentro se levantaba hasta dejar descubierto parte de sus costillas, su abdomen firme y su ombligo alargado; los dedos le empezaron a cosquillear y su respiración se hizo pesada. Pasó saliva, recordando las veces en que sus manos habían abarcado fácilmente su cintura y cómo sentía su forma curvándose hasta las caderas, como una montaña rusa que le quitaba el aliento.
—¿Ranma?
Él parpadeó rápido para regresar en sí.
—¿Qué?
—Que si me das permiso, quiero bajar, ya terminé.
Fue automático, Ranma sorteó la tela de su ropa y tomó su cintura ayudándola a bajar. Y aunque ella pisó sus pantuflas en el suelo, no la soltó. «Suave, siempre suave», pensó al sentir su piel mientras la veía a los ojos y la acariciaba con sus pulgares.
Akane quiso escapar y también quedarse así para siempre. Sintió el calor de sus mejillas y la alteración de su corazón. Se separó de inmediato.
—¿Empezamos? —preguntó entonces, sentándose en su sitio.
—Sí. —Ranma seguía aturdido, pero logró levantar el banco, llevarlo al lado de Akane y sentarse.
—¿Te parece si empezamos con la corrección de la práctica?
—Ajá.
La jovencita peliazul tomó un libro y le pidió que agarrara un lapicero y su prueba.
El artista marcial trató de concentrarse y buscó entre las cosas que había traído.
—¿En cuál pregunta te equivocaste? —quiso saber ella.
—Eeeh. La cuarta, pero no me equivoqué, la dejé en blanco.
—¿Por?
—Porque así evito que el profesor se burle de mi respuesta. Prefiero no escribir nada antes que escribir una tontería.
—¿Qué? ¿Cómo se te ocurre que el señor Itō se burle por eso?
—Puede que no lo haga en mi cara, pero cuando está solo… No me voy a arriesgar a que me vea como un tonto aunque no esté presente.
—¿En serio piensas así? —Lo miró divertida y él asintió. Akane meneó la cabeza, hizo una pausa y aconsejó—: Es mejor arriesgarse. Es preferible contestar lo que uno cree o recuerda, de esa manera los profesores nos pueden corregir, si no saben de nuestras dudas o errores ¿Cómo van a ayudarnos?
—¿No es ese su trabajo? ¿Saber llegar a todos sus estudiantes? Les pagan por eso ¿O no? —remarcó—. Si un alumno no es bueno o si no les tenemos confianza, gran parte es su culpa.
—Estás siendo extremista. Los maestros no son enemigos.
—Dices eso porque te llevas bien con ellos. No todos somos como tú, señorita perfecta.
Se desafiaron con los ojos; diferentes en ideas, iguales en querer defenderlas. Sí, demoraron en llegar a un acuerdo, pero se entretuvieron en la conversación.
¿Qué los había llevado a ese punto?
Cierto, como siempre una cosa había llevado a otra. Después de muchísimos tic-tac regresaron al inicio:
—¿Qué dice esa pregunta que dejaste en blanco? —inquirió Akane.
Ranma acercó su práctica para leer:
—Mencione, molécula que contiene la información hereditaria en los humanos.
—¡Ranma! Esa parte la repasamos varias veces.
—¡Lo sé! E iba a escribir ADN, pero sin querer observé la práctica de Daisuke y él había escrito dos palabras, y la segunda era larga, y como Daisuke es bueno en Biología «porque dice que así va a sorprenderte», dudé y ¡En fin! ¡Ya está!
—Pero perdiste un punto.
—Lo importante es que aprobé ¿No?
Ella suspiró viendo que su prometido se había puesto a dibujar un superhéroe en una hoja. Después mencionó:
—Ácido desoxirribonucleico.
—¿Qué?
—De seguro Daisuke escribió: ácido desoxirribonucleico. Esa fue su respuesta correcta.
—¿No era ADN?
—Es lo mismo, ADN o ácido desoxirribonucleico, solo que ADN es la forma abreviada.
—¿Desoxi… qué?
—Ribonucleico —completó—. ¿Entiendes? De-so-xi-rri-bo-nu-clei-co.
A Ranma le gustó cómo su prometida pronunció esa palabra; Akane siempre hablaba con una cadencia especial.
—Repítela otra vez —pidió sin dejar de ver sus labios.
—Desoxirribonucleico.
—Más… más despacio. —Inconsciente e imperceptiblemente empezó a acortar la distancia que los separaba.
—De… —pronunció la jovencita peliazul inocente, sin intenciones de silabear, solo de ayudarlo a articular esa peculiar palabra.
—De… —repitió él inclinándose más a ella. Solo tenía ojos para su boca.
—Soxi…
—Soxi…
—Ribo…
—Ribo… —Ranma se estremeció al sentir el calor dulce de su aliento.
—Nu… —Akane no se apartó.
—Nu…
—¡Alto ahí, bandidos! —gritó Nabiki de golpe.
Los prometidos brincaron en sus asientos y voltearon a verla; estaba en la puerta, riéndose a carcajadas y desenfadada como siempre.
—Nabiki, ¿puedo ayudarte en algo? —Trató de disimular la tercera hija de Soun con sus mejillas en carmín. «¡¿Qué estuve a punto de hacer?!».
El heredero Saotome tenía una mano en el pecho, tratando de calmarse. «Maldición», maldijo para sí, no sabía si por el gran susto o por la interrupción. «Probablemente por los dos».
—No, hermanita. ¿Interrumpí algo interesante?
—Sí, ¡digo no!, es decir…, estamos estudiando.
—¡Oh! Estudiando ¿Eh? —Se acercó a ellos y vio algunos de los libros que Akane tenía en la mesa. Los nombró—: Biología Molecular, Genética, Reproducción Celular… ¡Guau! ¿Anatomía? Y… solo están estudiando teoría o ya pasaron a la prác…
—¡Cállate, Nabiki! —reprendió su hermana menor.
La mediana de las Tendo río otra vez mientras los prometidos no sabían dónde esconderse.
—Tranquila, tranquila. No quería frenar sus ganas de… estudiar. Si estoy aquí es por dos motivos. El primero: tía Nodoka me dijo que ya va a estar la cena y que nos apresuremos a bajar. Y el segundo: tengo mercancía nueva que les puede interesar.
—¿Mercancía nueva? ¿Y? Yo nunca te he comprado nada —respondió y miró a Ranma.
—¡Yo tampoco! —aclaró él, esperando que Nabiki no hablase de varias fotos de cierta artista marcial de keikogi amarillo y obi rojo entrenando que él tenía en su poder.
—Es cierto —aseguró la astuta castaña—, pero creo que esta vez tengo algo que, por lo menos a ti, pequeña Akane, puede beneficiarte… mucho.
—No creo —replicó ella con mucha seguridad.
—Mejor mira. —Su hermana mayor extendió como baraja de naipes unas fotografías:
Ranma entregando rosas a Shampoo. Ranma y Shampoo abrazados en un parque. Ranma queriendo besar a Shampoo.
Akane desvió la vista hacia la ventana; no podía seguir mirando aquello.
—Puedo explicarlo —habló de inmediato su prometido—. Créeme, te lo iba a decir.
—No tienes que explicarme nada. No es necesario. —Bajó la mirada a su escritorio. Vio los libros y sus apuntes. «Y yo queriéndote ayudar, hasta tuve que mentir todo este odioso día mientras que tú…». Empuñó sus manos en su regazo.
—¿Saben? —intervino Nabiki—, dentro del museo hay lo de siempre, antigüedades por allí, reliquias por allá, aburre un poco. Afuera uno se enriquece más, hasta puedes descubrir a tu cuñadito con una chica que no es tu hermana. ¿Cierto, Ranma? —Él la miró con rabia. A ella no le importó—. Vaya, deberías dejar de jugar con tus prometidas, por lo menos con Akane ¿No?, una Tendo no se merece que la engañen, mucho menos que se aprovechen. —Hizo una pausa para acariciar la cabeza de su hermana y susurrarle—: Te lo dije, no te conviene. —Ranma la escuchó y se contuvo para no explotar—. Bueno, creo que no venderé nada por aquí, pero me voy complacida; desenmascarar a un donjuán no tiene precio. O quizá sí, te lo apuntaré a tu cuenta, hermanita. —Sonrió maliciosa y se dirigió a la salida, pero antes de irse dijo—: Akane, Makoto me pregunta mucho por ti, su padre es un gran empresario, seguro que lo hereda todo, es hijo único. Avísame nada más tengas tiempo, se pondrá muy feliz si aceptas una cita con él. Chao.
Y cuando la puerta se cerró, Akane se levantó para salir también de ahí.
Ranma la detuvo, atrapándola de los brazos para tenerla frente a él.
—¡Déjame! No quiero hablar contigo, ni siquiera puedo verte. —Su prometida trató de zafarse.
Él la sujetó con más fuerza.
—¡Escúchame! Todo tiene una explicación.
—No te he pedido que me la des.
—¡No me importa! Igual quiero que la sepas.
—¿Qué? ¿Quieres que sepa cómo me utilizaste para salir a divertirte? «Y con ella». —Le molestaba que Ranma sea fuerte en momentos como ese; por más que lo intentaba no podía soltarse.
El artista marcial ignoró sus quejas y se apresuró a hablar:
—Shampoo y Mousse ya no están malditos. Ella prometió darme la cura que usaron a cambio de una cita, pero las cosas no salieron como esperaba y al final no obtuve nada.
Akane se calmó al escucharlo. «¿Se han curado?».
Ranma la soltó y tomó una de las fotos.
—¿Ves esta que parece que vamos a besarnos? —Su prometida asintió—. Sí, bueno, me pidió que la bese antes de entregarme la dichosa cura, pero no pude, no lo hice ¿Y sabes por qué? —Ella negó con la cabeza—. Porque tengo un compromiso con tu padre y contigo, ¿acaso me crees capaz de traicionarlos, de… traicionarte? ¿Acaso tú besarías a otro chico?
La menor de las Tendo se quedó callada observando la pared detrás de su prometido. «Ranma puede curarse. Después de todo lo que ha tenido que pasar, la cura está cerca».
—¿Akane? —Su silencio a Ranma lo angustió. ¿Por qué no le respondía? ¿Por qué no lo miraba? ¿Akane besaría a otro chico? ¿Ya lo habría hecho?—. Ya veo… ¿Sabes? ¡Piensa y haz lo que se te antoje! ¡No me importa!—Azotó un libro en la mesa y salió de ahí dando un portazo.
La joven peliazul se quedó sola y no supo qué hacer.
La noche estaba siendo fría. El heredero Saotome no bajó a cenar. La familia no intervino en el problema. Y Akane se apresuró a tomar un vaso de leche, se cepilló los dientes, se vistió con su ligero pijama amarillo y se encerró en su habitación.
Inicialmente se había disgustado al sentirse traicionada y enterarse sin ningún tino por un tercero. Luego le molestó su propia actitud de no querer escuchar a su prometido y saberse presa de sus inseguridades. Y por último le entristeció comprender que Ranma había estado a punto de obtener la cura y no lo había hecho… «Por mi culpa», se reprochó y se sintió como un horrible obstáculo. Respiró profundamente. Ahora solo quería ayudar.
«¿Un beso lo solucionaría todo?», la pregunta se internó en su cabeza.
No podía dejar de dar vueltas en la cama; le costaba quedarse dormida. La situación indudablemente le aguijoneaba el corazón; no deseaba que Shampoo se saliera con la suya, no deseaba saber ni mucho menos ver a Ranma besándola… «Otra vez».
No obstante, se trataba de la mil veces anhelada cura, algo súper importante para él, por lo tanto… «Es importante para mí». Si le dijeran que ella tendría que besar a otra persona a cambio de que Ranma sea feliz ¿Lo haría? «Por él». Sí, era una gran oportunidad a cambio de algo no tan grande ¿Verdad?
Suspiró.
—Debo hablar con él, tiene que hacerlo, debe hacerlo —opinó con firmeza. Se levantó y estuvo a punto de agarrar la manija de la puerta cuando oyó un ruido en la ventana.
«¿Ranma?», creyó. Estaba nerviosa. ¿Estaría enojado? ¿Y ella qué le diría? ¿Que estaba de acuerdo? ¿Que la besara y no hablasen jamás de aquello? ¿Que intente no disfrutarlo? ¿Que si después del beso él prefería a Shampoo, ella se haría a un lado? Sus latidos retumbaban sin que pudiera evitarlo. Otra vez se sentía muy insegura. «No, tengo que esforzarme por él».
El sonido de querer abrir su ventana no cesaba. Seguro que su prometido quería convencerla. «No lo necesita. Ya lo he entendido».
Akane deslizó la cortina.
Nadie. Él no estaba ahí.
«¿Se habrá arrepentido? ¿Creerá que no voy a comprenderlo?». Lo menos que quería era apartarlo o dejarlo solo en esa decisión. Tenía que animarlo, él merecía sentirse bien consigo mismo y curándose lo lograría.
Abrió la ventana y observó hacia arriba. «¿Estará en el tejado?».
Shash, shash, shash…
Repentinamente escuchó un ruido en los arbustos que estaban debajo. «¿Se ha caído?».
Bajó al jardín con cuidado.
Shash, shash, shash… De nuevo ese sonido entre los arbustos.
—¿Ranma? —llamó con voz baja y no obtuvo más respuesta que el movimiento de las ramas, hojas y flores que delataban que algo o alguien estaba ahí e intentaba alejarse—. ¿P-chan? ¿P-chan, eres tú? —No podía ser él, su cerdito no se escondería de ella.
El cielo se encontraba nublado, la luna no se dejaba ver y la vivienda no tenía ni una luz prendida. Escondiendo sus temores, quiso descubrir de qué o quién se trataba. Se acercó cautelosa.
¡Flash! Escuchó de súbito y sintió a alguien detrás de ella. Giró con agilidad en posición de ataque.
Nadie.
Observó minuciosamente el panorama.
Nadie. Nada.
Exhaló. «Tranquila», se dijo. Dio vuelta para retomar su intrigante búsqueda.
Shash, shash, shash… Una vez más ese sonido apagado y el movimiento entre los arbustos. No le quedaban dudas. «Hay alguien». Se colocó en posición defensiva.
—Sal de ahí ahora mis… ¡Mh!
No lo advirtió y se sintió infinitamente tonta; no debió concentrarse en los arbustos, sino en la otra presencia.
—¡Mh! —Intentó gritar, pero ya era tarde. Alguien fuerte no dejaba de taparle la nariz y la boca con un pañuelo húmedo—. ¡Mh! ¡Mh! —Por supuesto que Akane luchó para liberarse—. ¡Mh! —A pesar de ello, lo que sea que estaba oliendo la debilitaba—. Mh, mh…
Su cuerpo lo sentía pesado. Perdía la voluntad. La visión se hacía borrosa.
Aun así, se resistía, pero estaba siendo imposible.
Por lo menos quería saber… quería saber… «¿Quién eres?». ¿De quién era esa silueta? ¿Por qué la atacaba en plena madrugada y en su hogar? ¿Alguien la ayudaría?
Pestañeó. Pestañeó.
Cada vez era más difícil hacerlo.
Pero no se daba por vencida.
Volvió a parpadear.
Otra vez.
Una vez más.
Una última vez.
«Ran… Ran… Ran… ma».
Continuará…
* 3Ɛ *
.
Notas de autora
¡Holis! ;D
¿Qué tal? ¿Cómo les está yendo? Deseo que muy bien :D. Yo sigo tratando de abrir huequitos en el tiempo para escribir y aquí estoy n.n.
Agradecimientos
A las páginas de FB Es Tu Mundo Fanfics, Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma, Fanfics y Fanarts de Ranma Latino, Ranma Fanfics Por Siempre y Mamá Nodoka ^ω^. ¿Saben? Gracias a ustedes también me puedo guiar un poquito cómo va la aceptación a mis ficcitos °lll-lll° n.n, y por la cantidad de reacciones de los capis anteriores creo que fueron ¿Malos? ¿Será por Shampoo o Kuno? ¿Será porque lo estoy haciendo mal? :'( (Suspiro) Me seguiré esforzando :). Mil gracias por su incondicional apoyo [besitos y abrazos] :D.
A TODOS mis amables y queridos lectores, en especial a Benani0125, Vero. Guti, Arianne Luna, Erlyn ortiz, Rowenstar. art y Mividaerestu *-*; aprecio mucho el tiempo que me brindan y que no permiten que me sienta solita en este pasatiempo mío :D.
A los lectores que dan un follow y/o favorite, gracias por su atención y oportunidad ;). Ya son 26 y 19 n.n.
Sobre «Tan cerca y tan lejos»
Siento que este título expresa lo que para mí es: Ranma y Akanita son muy cercanos n.n, a pesar de todo lo que siempre los aleja, ya sea por parte de ellos mismos o por los demás :(.
Este capítulo es como la contradicción de la frase que dice «Después de la tempestad, viene la calma» :S. Inicié con Ranma fantaseando con su prometida para después ir tratando de plasmar un poco de ese ámbito cotidiano e íntimo entre Ranma y Akanita n.n, me gusta imaginarlos así, siendo unos adolescentes con todas las inquietudes y vivencias propias de la edad :), y aprendiendo sobre la atracción, el enamoramiento y el amor, que hacen pensar en el otro, imaginar el futuro con su compañía o escribir canciones n.n. A la mitad di un toquecito Nabiki que siempre pone sal y pimienta :S. Y ya al final, intenté que el capi tenga matices de misterio y peligro :S.
Ojalá que «Tan cerca y tan lejos» haya sido entretenido y entendible [changuitos de buena suerte], sobre todo cuando paso de un tiempo a otro, eso me estresa un poquito-mucho °lll-lll°.
¿Qué creen que pase? ¿Quién ataca a mi Akanita? :( ¿Shampoo? ¿Kuno? ¿Un nuevo enemigo de Ranma?
Nooo… se pierdan los próximos capítulos :0 n.n.
Sabían que...
Ponerle nombre a un peluche es una de las primeras importantes decisiones de un niño o niña, pues es muy probable que a través del apego este juguete se convierta en su primer mejor amigo n.n y en un buen aliado para su desarrollo, porque les ayudará en sus primeros pasos de independencia, comprender las emociones, interaccionar, etc. ;) No debí extenderme en esto ¿No? °lll-lll°, ji, ji, ji. Lo recordé porque al momento de elegir el nombre del conejito de peluche de mi querida Akanita, me demoré más de lo pensado °lll-lll° queriendo que sea especial :). Al final solo se me ocurrió Orejas Diminutas °lll-lll° porque teniendo en cuenta que lo hizo mi dulce, pero poco habilidosa para las manualidades, peliazul n.n no salió muy perfecto, quizá un poco como lo describió Ranma ;9.
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Keikogi (traje de trabajo o uniforme de entrenamiento) o simplemente gi (traje o uniforme) consta del uwagi (chaqueta sin botones), el zubon (pantalón) y el obi (cinturón).
Obi rojo, en la estructura de grados del taekwondo (arte marcial surcoreana), es el penúltimo nivel del grado kup o kyu (cinturones de colores) antes de pertenecer al grado dan (cinturones negros) :D, y simboliza peligro :0 porque el practicante, a pesar de la madurez de sus conocimientos en el arte, aún necesita controlar su fuerza para equilibrar sus habilidades físicas y mentales. Esto me llamó la atención porque coincide con el posible nivel que muestra el característico obi rojo de mi Akanita cuando usa su keikogi (uniforme de entrenamiento) n.n, pues creo que ella siempre se ha mostrado muy aplicada al momento de apreciar/practicar/aplicar/aprender técnicas de artes marciales, pero le cuesta medir su fuerza ¿No lo creen n.n? Por otro lado, en algunos estilos de kárate y dependiendo del dojo, el obi o cinturón rojo representa un nivel dan superior, es decir que mi Akanita preciosa ya sería capaz de instruir *-*. Como el estilo de combate de R&A es libre, me gusta la idea de que ellos saben desde las artes marciales reales hasta las más hilarantes :D. Y así, me atrevo a afirmar-soñar n.n que Akanita ya es capaz de enseñar kárate y le falta poqui para ser cinturón negro en taekwondo n.n; y en cuanto a Ranma, varias veces lo hemos visto con un keikogi blanco y obi negro ¿Verdad? Entonces, él desde muy jovencito, independientemente del arte marcial, ya poseía un grado dan :D ¡Ese es nuestro muchacho! n.n ¿Y por qué escribí todo esto °lll-lll°? Porque en una minúscula parte de este capi mencioné al keikogi y obi de Akanita, y buenis… me picó el bichito de encontrar una explicación al color rojo de su cinturón… y… ¿No paro de irme por las ramas, cierto? :S Mejor… ¿Continuamos? :)
Koi, el pez ornamental más difundido en el mundo, es muy longevo (puede vivir de 20 años a más) y se dice que hay ejemplares de hasta 200 años :o.
Kasutera es un bizcocho esponjoso que los portugueses llevaron a Japón en el siglo XVI. Es dulce, consistente y suele tener una capa fina de granos gruesos de azúcar :9.
Itō (伊藤) es un apellido japonés que significa «glicina, glicinia o wisteria» (planta que se usa para decorar grandes estructuras como pérgolas o paredes).
Makoto es un nombre japonés masculino cuyo significado es sincero u honesto.
Modismos
Soltar la sopa: (Méx.) Confesar algo a una persona o decir la verdad.
Saltar en un pie: (Perú y otros países de América hispana) Saltar de alegría o entusiasmo.
Ya saben…
ツ Disculpen si los posibles errores que encontraron cortaron el hilo de la lectura :(, trato de evitarlos, pero a veces pueda que se sigan escapando.
ツ Si no es mucha molestia comenten: dudas, críticas, sugerencias, gustos, disgustos, buenos ánimos y/o todo lo que quieran escribirme para mejorar mis ideas y escritura aún supernovel.
ツ Si tienen cuenta FF y me escribieron una reseña NO OLVIDEN REVISAR SUS INBOXS, siempre trato de responderles (sobre todo cuando estoy cerca a actualizar ;D) y seguir agradeciéndoles por ahí n.n. No lo hago por aquí porque a veces me emociono y mis respuestas son larguitas, ji, ji, ji n.n.
De todo corazón les envío mucha buena energía para que sus días sean llevaderos +++..., los míos me están costando :´(, pero ¡A seguir adelante! Paz y amor para sus vidas. Hasta pronto n.n.
StaAkaneFan.
